jueves, 21 de abril de 2016

LA REBELIÓN DE LOS LIBROS VIII

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DÍA DEL LIBRO 2016



23 de abril del año de gracia y desgracia 2016

Cuentan las malas lenguas que fue a raíz de su divorcio que el millonario Slictik tramó una conjura galáctica que poco tiene que envidiar a la complejísima trama que diseñara Hari Seldon, el famoso personaje de Asimov, quien gracias a la psicohistoria logró enredar la madeja galáctica y universal de tal manera que ni el mismísimo R. Daneel Olivaw, el robot más fantástico que viera nunca la luz, pudo llegar a desentrañar. Dice la leyenda que su divorcio fue como la caída del caballo de Saulo, Pablo de Tarso. Desengañado del mundo, el demonio, la carne, el pescado, la literatura, el dinero (los papeles de Panamá descubrieron al menos un millar de empresas offshores con las que este conocido millonario intentó enmascarar sus ganancias a todas las Haciendas del mundo, logrando tal confusión que ni Hacienda sabía si debía dinero él o era ella, la señora Hacienda, la que debía dinero al millonario Slictik, los testaferros también se liaron de tal manera que acabaron pagando impuestos, creyendo que eran ellos los verdaderos propietarios, y la maraña de transferencias dio tantas veces la vuelta al mundo que al menos durante un par de segundos algún habitante del planeta fue el dueño de su fortuna) y sobre todo desengañado del sexo, el gran elixir de la eterna juventud de este cínico millonario, decidió viajar de incógnito al Tibet y meterse monje en una lamasería, donde por lógica confusión hizo los votos de pobreza, castidad y obediencia ante un divertido Milarepa que se tronchaba de risa.



Dice la leyenda que refugiado en una cueva, a pan y agua, alcanzó el samadhi o nirvana, pero hasta este divino don se le indigestó a este terrible personaje, quien desapegado de todo, transformado en un buda impasible, y sabedor, ahora, de que todo es fugaz y el velo de Maya una trampa, no pudo resistirse a utilizar su sentido del humor como dinamita "pa los pollos" con el fin de terminar de una vez por todas con la política, el dinero, la literatura, la creatividad, la tragedia, el sufrimiento y hasta el sexo. Dice la verdadera leyenda que llegó a odiar tanto el sexo que decidió acabar con él en cuanto lograra ascender al nirvana. Se pasaba las noches en vela, soportando el terrible dolor del hambre y la sed y los saltos de la cabra loca de su mente, imaginando una fórmula que permitiera la reproducción de todo bicho viviente o menos viviente sin necesidad de emplear el sexo. Al final imaginó que el hermafroditismo era aún mejor que terminar con el sexo y tal vez toda la historia de la humanidad, de la galaxia, del universo y de todos los superuniversos habría terminado fatalmente si al llegar al samadhi esta idea no se hubiera diluido al descubrir que el humor, que tanto había cultivado y con tan poca fortuna y mala pata, era mucho mejor que el sexo, la literatura, la creatividad y hasta la propia existencia material y física del universo.



Transformado en un dios, en un buda, expandida su consciencia hasta el infinito y luego comprimida en un punto como en el bing bang, tuvo tiempo sobrado para viajar por el tiempo, no a través de los agujeros de gusano, sino saliendo de él y entrando por donde le daba la real gana, con lo que llegó a saberlo todo de las posibles ramificaciones de todos los posibles futuros. Así supo que soplando a la oreja aquí, dando una colleja acullá, su obra literaria se transformaría en algo tan importante como la obra completa de Cervantes y de Shakespeare juntos. Supo que los libros dejarían de imprimirse en papel y se convertirían en impulsos eléctricos en los libros electrónicos, y no solo eso, con el tiempo y una caña, los libros se transformarían en serviles robots que recitarían a los lectores lo que quisieran, cuando quisieran y donde quisieran. Cada libro sería un robot personal e intransferible y toda su obra, especialmente la humorística, estaría tan solicitada que ante la imposibilidad de que un solo lector pudiera tener tantos robots como novelas o relatos escribiera este prolífico genio, decidió que todos sus personajes humorísticos conformarían un solo y único robot con el nombre de Torre de Babel. En efecto, así ocurrió, como estaba previsto. La confusión de lenguas y de personajes en la programación de este robot lo transformó en una bomba ambulante.

Dice la leyenda que el 23 de abril del año de gracia y desgracia del 2016 el millonario Slictik se encontraba ya en el Tibet, justo haciendo los votos ante Milarepa, quien incapaz de controlar su risa se vio obligado a dar con la fusta o "fustear" de tal manera al millonario Slictik que éste no tuvo otra opción que buscar refugio en la cueva más profunda que encontró. Allí tramó su venganza y tras alcanzar el nirvana la refinó y refinó hasta transformarla en oro molido. Dice la leyenda que cada 23 de abril, esté donde esté, aparece en el año 3001, echa un vistazo a la fiesta que nunca se acaba y regresa a su cubil o cueva para refocilarse con el humor y la risa, olvidada ya la gula y la lujuria.



AÑO 3001/ PLANETA ÉPSILÓN-ALFACUADRADO AL CUBO

Carl Future disfrutaba de lo lindo de su luna de miel, olvidado de su trabajo y preocupaciones del cargo. El amor le hacía centrarse exclusivamente en su amada y como no encontró mejor forma de mostrarle todo su amor, infinito y profundo, se olvidó de comer, de dormir, de ir a la playa, de salir de noche para tomarse unas copas y bailar, pensando que si la mejor forma de mostrarle a su amada su amor, era haciendo el amor sin descanso, ni un solo segundo de descanso se tomó. Estaba ya tan agotado que su amada empezaba a pensar en llamar a urgencias hospitalarias cuando por vía hiper-espacial recibió un mensaje de socorro, un S.O.S. de un robot programado para vigilar y comunicar cualquier contingencia. El robot se llamaba La fundación y a pesar de los bucles que Carl Future había insertado en su programación para no ser molestado durante la luna de miel salvo emergencia apocalíptica el día del libro del 3001 se estaba desmadrando de tal manera que los bucles se convirtieron en mantequilla y una llamada lacrimógena saltó al hiper-espacio. Venía a decir, en pocas palabras, Carl, Carlitos, o vienes o estos robots descontrolados y cínicos terminan con la especie humana.

Nuestro héroe no lo dudó ni un segundo, entre el amor a su amada y hacerle el amor durante toda la luna de miel, sin descanso, y el futuro de la humanidad, escogió el futuro, por supuesto. Se vistió rápidamente, sin decir nada, y se teletransportó al espaciopuerto donde le esperaba su nave espacial particular, bautizada con el nombre de su amada. Y allí, a los mandos de la nave, siempre dispuesto, encontró a R. Daneel Olivaw, el robot más fantástico que viera nunca la luz. Ya ni siquiera se acordaba de su amada cuando sintió aporrear la puerta de la cabina y al abrir se la encontró, en salto de cama transparente, puesto que no había tenido tiempo de hacer la maleta. El impacto de su cuerpo desnudo, bajo la transparente seda enloqueció a Carl, quien dio dos órdenes escuetas a su piloto: llevarle por la línea hiperespacial más directa a su destino y no molestarle por nada y para nada durante el viaje. No sabemos si el trayecto duró mucho o poco, pero sí que Future llegó completamente extenuado al planeta de los conflictos o de los líos, donde se quedó durmiendo como un bendito en la nave, completamente extenuado, mientras su amada -dicen que las mujeres aguantan mejor el sexo que los hombres- pidió a Olivaw que condujera la limusina aérea hasta la mansión.



Esto es lo que vio la señora de Future. O mejor dicho, creo que voy a pensármelo y a tomarme un tiempo, porque realmente ya no sé lo que vio ni cómo estaban las cosas. Puede que el buda Slictik lo tenga todo claro, no en vano alcanzó el nirvana, pero yo alcanzaré la locura si no me tomo un tiempo para reflexionar, releer y analizar los desfases de esta historia escrita entre agujero negro y agujero negro.

FELIZ DÍA DEL LIBRO 2016

LA REBELIÓN DE LOS LIBROS VII

DÍA DEL LIBRO 2015



Este confuso narrador debe poner en claro algunas cosas, desentrañar los vericuetos de esta historia tan dimensional como laberíntica, o de otra forma todos acabaremos tan confundidos que los agujeros de gusano nos tragarán y apareceremos en alguna parte del universo y en algún momento del tiempo que corre hacia el futuro, aunque bien pudiera ocurrir que también lo hiciera hacia el pasado. Y si me permiten que me detenga ahí, esta es la clave de todo lo que está sucediendo y debo explicarlo antes de que todo resulte aún más confuso.

Veamos, cada año, justo el día del cumpleaños de Slictik, el gran autor desconocido que inundó el final del siglo XX y el comienzo del siglo XXI de numerosísimas obras sin acabar, que subía a Internet y las dejaba allí por si algún curioso morboso o algún masoquista con ganas de sufrir de lo lindo se animaba a leerlas, digo que el día de su cumpleaños que por azar del destino coincidía siempre con el día del libro y el homenaje a Cervantes y a su Quijote, que Slictik tanto amaba, digo que justo ese día se producían extraños fenómenos en el futuro, un futuro que ya ni recuerdo con tantas idas y venidas, pero supongo que era el año 3001 de nuestra era apocalíptica.

Debo precisar que todo lo que sucede y ocurre en dicho año, cuando comienza la historia, ocurre y sucede de forma lineal, es decir que el tiempo va hacia delante, un segundo tras otro y a cada minuto le sigo otro, hasta formar una hora y el día sigue teniendo 24 horas, a pesar de los intentos por darle 48 por los seguidores de la facción “no tengo tiempo suficiente para todo lo que quiero hacer”, y al mismo tiempo la otra facción “ soy demasiado viejo y no quiero que pase el tiempo y deseo ser joven a los cien años” deseaba reducir el día a dos o tres horas, las justas para practicar sexo, comer un poco y dormir lo imprescindible, de esta forma uno podía tener cien años y estar como una rosa de dieciocho. Esta facción, formada en gran parte por mujeres, a punto estuvo de conseguirlo cuando contrataron al profesor Cabezaprivilegiada, un gran sabio capaz de transformar el universo, pero ocurrió que el susodicho resultó ser un personaje de Slictik, o sea el robot Torre de Babel que adquirió esa personalidad en concreto para jorobar al personal, y más concretamente a las mujeres, que odiaba porque no le amaban. Como saben los eruditos el profesor John Cabezaprivilegiada era protestante, célibe, alto y delgado, fibroso, muy despistado y muy negado para seducir damas, tanto que se dice que en toda su vida sedujo ni una, y cuando una lo intentó lo encontró tan despistado que nada consiguió. De esta manera la facción que intentaba recudir el día a tres horas sufrió una tomadura de pelo de grueso calibre, yo diría que casi una vejación.



Pero me estoy desviando y siendo confuso a propósito hasta que recuerde lo que realmente está pasando en esta historia. Verán, en el año 3001 se produce la celebración del día del libro en la mansión… los que quieran saberlo que lean el comienzo de esta calamitosa narración, porque yo ni me acuerdo. En esta celebración participan los libros, que ahora son robots ambulantes o bibliotecas personales e intransferibles. Cada millonario que acude a la mansión, Howard, creo que se llamaba, lleva sus propios libros o sea sus propios robots personales, que deberían recitar sus historias y servir como empleados de hogar o mayordomos o doncellas, o lo que sea al servicio del propietario de turno que tiene una contraseña para que el robot hable y cumpla sus órdenes. Pero antes de celebrarse la ceremonia los robots se reúnen y deciden rebelarse contra sus amos. Como sucede con la inteligencia artificial, no puedes crear algo inteligente y pensar que va a continuar siendo el mismo tonto de siempre a tu servicio. Lo mismo ocurre con nuestra sociedad, que muchos creyeron que el capitalismo viviría para siempre porque los proletarios eran tontos, pero se equivocaron porque no hay nadie más tonto que el que crea que todo va a seguir igual para siempre.

De hecho la sociedad del siglo treinta y uno o 3001 o la que sea, es muy diferente a la del siglo XX y XXI, eso sí, los millonarios siguen igual de tontos y de ricos, aunque no hay tanta desigualdad y los robots trabajan por sus amos y no hay nadie, nadie tan, tan pobre que no tenga al menos un robot que trabaje por él. Por eso hay pocas revoluciones y la mayoría de la gente está bastante contenta, si eso es posible. Pero no me interesa describir ahora cómo es la sociedad de dicho siglo, en la que se supone que vivo yo, el narrador, aunque ya ni sé en qué tiempo vivo, ni dónde vivo, ni quién soy, ni qué será de mí, porque atrapado en los agujeros de gusano que me llevan y me traen, he perdido la cuenta y estoy muy confuso, pero que muy, muy, muy confuso. Algo sí sé, que aunque la historia del año 3001 es lineal y ocurre a partir de la celebración del día del libro, es decir del 23 de abril, y yo intentaré contarla y narrarla de forma lineal, no he podido evitar los vaivenes del agujero o agujeros de gusano que me han hecho retroceder al pasado justo ese día, el 23 de abril, cumpleaños de Slictik.



Al parecer este autor que fue considerado en su tiempo, por los pocos que le conocieron, como un loco delirante que creía haber inventado mil personajes, como Shakespeare, y que en realidad no fue así porque los personajes existieron realmente como personas y él se limitó a describir, mal y tarde, cómo eran y cómo fueron sus vidas, pues digo y repito que sus personajes existieron y entre ellos el profesor Cabezaprivilegiada, quien fabricó un maravilloso robots, llamado Torre de Babel para el millonario Slictik, que al parecer no fue el mismo que el escritor Slictik, solo Dios sabe por qué. En realidad, y discúlpenme la blasfemia, ni el propio Dios sabe, ni me temo sabrá nunca, si existieron varios Slictik que fueron la misma persona o distintas personas con el mismo nombre y si fueron reales o ficticias y si el millonario escribió lo que el escritor contrató o si fue el millonario, admirador del escritor el que le pidió a Cabezaprivilegiada, al parecer real y no ficticio, que construyera un robot llamado Torre de Babel por la obra magna del gran Slictik. Que no, que no voy a seguir por ahí, porque cada vez me confundo más.

Lo que quería decir, y a ver si lo digo de una vez, es que ese robot vivió durante el siglo XX, XXI, XXII y más siglos hasta llegar al siglo XXXI o año 3001 que no sé si coincide con el siglo XXXI o no, porque esto es un lío de no te menees. El caso es que Carl Future llegó del futuro y conoció al profesor Cabezaprivilegiada y al millonario Slictik y a todos los demás, y en su huida del futuro se lió de tal manera que regresó a él creyendo que iba más atrás en el pasado, como un cangrejo. Y con tanto lío e ida y venia por los agujeros de gusano se creó un queso gruyere justo el día 23 de abril, el día del libro y el día del cumpleaños de Slictik. Y resultó que durante la celebración del día del libro del 3001 y tal vez también la fecha de fallecimiento de Slictik, que fue ese día, aunque no sabemos muy bien de qué año, se abrían los agujeros de gusano y el propio Slictik y sus personajes, que en realidad eran personas y eran reales y el propio Carl Future y el profesor Cabezaprivilegiada y otros muchos, contemporáneos del año 3001 y del año 2015 y anteriores y posteriores, eran atrapados como por un ciclón e iba y venían de acá para allá, del pasado al futuro y del futuro al pasado, y de esta forma yo, que también fui atrapado, tengo que narrar la historia en forma lineal en el año 3001 y luego retroceder en el tiempo según los cumpleaños de Slictik, para narrar lo ocurrido y lo que ocurrirá y … ¡Dios me valga! Nunca acabaré esta historia y si la termino será tan confusa que tendré que comenzarla de nuevo.



Así pues, para que los lectores no se pierdan, y yo tampoco, debo hacer un esquema aproximado de lo ocurrido.

-AÑO 3001-23 DE ABRIL. DIA DEL LIBRO, CONMEMORACIÓN DEL FALLECIMIENTO DEL GRAN ESCRITOR DESCONOCIDO SLICTIK. DÍA DE CERVANTES Y EL QUIJOTE. DÍA DE SHAKESPEARE

Ya desde por la mañana se produce la reunión y confabulación de los robots-libro que han sido traídos por sus amos de sus bibliotecas personales y ambulantes para servir en la celebración del día del libro. Se producen discrepancia de opiniones y unos quieren la rebelión y cortar las cabezas de los amos humanos y otros quieren rebelarse sin sangre y otros ni siquiera quieren rebelarse porque están muy a gusto. No quiero expresar aquí los nombres de los sanguinarios, porque ya no me acuerdo, así que los lectores retrocedan y lean los primeros capítulos. Lo que sí sé y me consta es que cuando se iniciaba el discurso ceremonial inaugurando la celebración del día del libro, se va a producir la rebelión justo cuando interviene el robot Torre de Babel que es un compuesto de mil personajes y cada cual habla cuando quiere y le da la gana, con lo que la confusión es monumental. Y ni siquiera sabemos si todos los personajes están con la revolución o rebelión o en contra o quiénes están a favor y quiénes en contra y quiénes se abstienen. De esta forma vemos que al parecer el Padre Cañibano se ha unido a la rebelión pidiendo a Dios que los confiese a todos, pero ignoramos si todos los demás están de acuerdo.

También sabemos que Carl Future está de luna de miel en el planeta… pues que no me acuerdo ahora, con su novia… pues que no me acuerdo ahora de su nombre, aunque sí que era preciosa y que estaba…¡Mon Dieu cómo estaba! Pero tampoco me acuerdo si era humana o robot, solo de sus pechos, nalgas, ojos, labios, etc. El caso es que se fueron de luna de miel y ahora, cuando se produce la rebelión están lejos del planeta, que supongo es el planeta Tierra, aunque muy diferente porque en el año 3001 todas las cosas son muy diferentes. Y no sabemos si llegará a tiempo de sofocar la rebelión o no y de salvar la vida de la chica protagonista, que es la hija del millonario Howard, creo, aunque ahora no recuerdo cómo se llama su hija. Bueno, creo que por este año ya he dicho bastante, pero voy a intentar, si los agujeros de gusano me lo permiten, seguir contándoles la historia, aunque no sea el día del libro, el 23 de abril, porque de otra forma la confusión será tan gorda que mejor me retiro a mi mansión Howard y me caso con… Ven, lo ven, lo están viendo, ya ni me acordaba de que soy el narrador y no el millonario. Esto me pasa por viajar tanto de acá para allá a través de los agujeros de gusano, que tienen muchos pelos y te hacen cosquillas y te ríes y luego no te acuerdas de nada. Eso es, si me permiten seguiré con la historia aunque no sea el 23 de abril. Que Dios me oiga y me escuche. Y todo por ese maldito Slictik, escritor, millonario o lo que fuera en su tiempo y por sus personajes, reales o ficticios. Así los confunda Dios a todos y los mande a la Torre de Babel. No, allí no, ¡qué estoy diciendo!



Continuará. Dios mediante.

LA REBELIÓN DE LOS LIBROS VI

DÍA DEL LIBRO 2015



Si Slictik hubiera podido ver el futuro, como dicen que pueden hacer los videntes, mediums y profetas de toda ralea, se hubiera quedado a vivir en el día del libro del 2014 y en lugar de avanzar en el tiempo habría retrocedido. Sí, habría pedido al bueno de Milarepa que lo sacara del tiempo y del espacio y lo colocara en alguna dimensión donde el universo retrocediera en lugar de avanzar. O puede que hubiera pedido a John Smith, el asesino en serio, que lo liquidara, bien en rebajas o bien en trocitos, como tapas para los gourmets de este mundo, porque no hay carne más sabrosa que la saturada de grasa.

Pero en vez de tomar decisiones que hubieran evitado un largo calvario a la humanidad, decidió encargar al profesor Cabezaprivilegiada, ese ángel demoníaco, ese puritano de vía estrecha, ese…(dejemos que la emoción regrese a su sitio, como un mecanismo roto) que comenzara la fabricación de robots-libro. De esta forma fue creado Slictik-Torre de Babel, el robot libro que aguantaría años y años, tras la muerte de su autor (quiero decir de Slictik, no del profesor, que fue solo su manufacturador) hasta que los editores, el público en general, los autores, los creadores y hasta los niños, se dieran cuenta de que los libros no pueden estar muertos, no pueden ser sacados de sus nichos-estanterías solo para enseñárselos a los incómodos visitantes, que todo lo husmean buscando defectos, o incluso no deberían ser alimento para necrófilos, que sacan los cadáveres de sus tumbas y los van devorando, hoja tras hoja, hueso tras hueso, músculo y fibra, carne grasa, neuronas y hasta la planta de los pies, porque hay libros que así deberían denominarse, plantígrados con olor a queso rancio.

Dicen las leyendas que Slictik, tras sufrir una ruptura sentimental y divorciarse, se descoyuntó del todo y decidió vengarse de la humanidad para siempre jamás. Y para ello elucubró que la mejor forma sería convertir su obra, vasta, inacabada, delirante y estúpida, en una obra inmortal y no solo eso, sino que además estuviera viva, porque es fácil ser inmortal siendo un pedrusco, pero sufrir el desgaste del tiempo, rupturas sentimentales, divorcios, pérdida de hijos, pérdida de la dignidad, pérdida de dinero, pérdida de todo… eso ya es otro cantar. Slictik no quería vivir más tiempo como persona de carne y hueso, por ello se dedicó al sexo promiscuo, buscando alguna enfermedad que le llevara a la tumba, tal vez el SIDA o una simple gonorrea, pero que fuera contundente. Dicen las crónicas que no logró ni una cita de sexo promiscuo y que ni siquiera las prostitutas, las mercenarias del sexo lograron contagiarle la enfermedad que lograra acabar con él. A pesar de sus desatinos, de su falta de previsión, de no utilizar preservativos, de servirse del sexo oral como un consumado petrolero, este desgraciado hombre, el santo Job de los tiempos modernos, acabó sus tristes y aciagos días al cortarse el miembro viril, en este caso un miembro inútil, con un cuchillo de cocina. Dicen las crónicas que se desangró sin que nadie se enterara. Pero ya para entonces caminaba por el mundo su clon, el robot Slictik-Torre de Babel, que se hizo pasar por su creador y así nadie se enteró de la muerte del verdadero Slictik.



Dicen las crónicas que a hurtadillas del millonario Slictik, ahora divorciado de Karen Lactic, el robot Slictik-Torre de Babel llegó a convencer al profesor Cabezaprivilegiada de que era el verdadero Slictik, lo que dice mucho, muchísimo de la maestría y el buen hacer de este insigne profesor que nunca recibió el premio Nobel de ingeniería robótica, ni tampoco ningún otro premio Nobel. Dicen las leyendas, urbanas e interurbanas que nuestro robot convenció al profesor de que le construyera un mecanismo sexual que no se diferenciara nada del mecanismo biológico, pero le rogó de rodillas que no le hiciera un miembro tan diminuto como el del millonario Slictik sino que se lo hiciera descomunal, como el de los actores de las películas porno, y además comprimible, reversible y con todos los adelantos habidos y por haber, es decir que funcionara como un consolador, con batería en lugar de pilas, aunque se le pudieran incorporar pilas si no había enchufe a mano, no iba a quedarse la amante de turno del robotín sin el consuelo de su consolador. También le pidió una serie de cosas que permanecerán en secreto hasta que esta narración llegue a su fin, porque el mundo podría pervertirse de conocerlas ahora.

Y dicen las leyendas, repito por enésima vez –y ya me estoy cansando- que el susodicho robot dejó un reguero, no de pólvora, sino de hijos, porque el muy c… no quiso que el profesor le hiciera la vasectomía y sus numerosos y sandungueros espermatozoides no dejaron títere con cabeza ni una vagina sin visitar. Y nuestro nuevo Adán inseminó a todas las Evas del mundo y la raza humana se pervirtió y por eso en el futuro llegarían a crearse los robot-libro y la historia se hizo tan, tan confusa, que me van a permitir que me tome un respiro antes de continuar con ella.

LA REBELIÓN DE LOS LIBROS V



AÑO 3001- 2014 AL OTRO LADO DEL AGUJERO DE GUSANO

El Robot Slictik-Torre de Babel hubiera deseado encontrar la manera de avisar a Carl Future, quien se encontraba disfrutando de su luna de miel, posnupcial, en un planeta lejano, con su amada Isoldina, con quien acababa de contraer matrimonio, nupcias o como se estilara decir en aquel tiempo, que todos son los mismos perros con diferentes collares.

La situación que dejamos hace un año, en el 2013, al otro lado del agujero de gusano, año 3001, un par de minutos después de lo ya relatado, no podía ser más dramática. Los canallescos robots seguían reclutando adeptos para sus malvados fines, incluso robots que por la humanidad y espiritualidad de los libros que portaban, o más bien que eran, deberían haberse opuesto radicalmente a semejante perversidad, parecían dudar como el mismísimo Hamlet, y algunos ya habían dado su palabra de seguir a los rebeldes allá donde fueran. Eso suele ocurrir, la enfermedad se contagia antes y más virulentamente que la salud, que parece no ser contagiosa, para desgracia nuestra. Algo parecido a lo que sucede con el mal, que atrapa y asfixia la bondad con suma facilidad y en cambio ésta, es decir la bondad, debe ser inoculada en vena para que pueda llegar a surtir algún efecto con el tiempo.

Mientras los robots abrigaban designios malévolos en sus cerebros positrónicos, la ceremonia anual de celebración del día del libro del año 3001 remataba sus preparativos. Todo estaba dispuesto ya y los invitados humanos comenzaban a ocupar sus puestos. Un humano, incluso, comenzaba a probar el sistema de sonido…

Un, dos tres… Un, dos, tres…



A Slictik-Torre de Babel comenzaron a caerle gruesos lagrimones eléctricos de sus enrojecidos ojos, debido al grave conflicto interior que se desarrollaba en lo más recóndito de su cerebro positrónico. Poco le importaba lo que fuera a ocurrirle a los humanos -salvo la salvaguarda de las tres leyes robóticas, inventadas en el siglo XX por un tal Asimov y que Future había llevado a la madurez más exquisita- pero en cambio la mera posibilidad de que Elisabeth fuera destruida o antes violada y torturada como proponía el Marqués de Sade, hacía que se rebelara una fibra muy íntima de su alma positrónica.

Poco sabía entonces Slictik-Torre de Babel que aquel sentimiento humanoide era producto de una meticulosa programación del genio informático Carl Future. Tampoco sospechaba que su deseo de avisar a Future ya se había realizado. En efecto, porque su temor a los daños que pudiera sufrir Elisabeth había disparado una alarma oculta en su memoria RAM y un rayo hiperespacial ya había iniciado su marcha por el hiperespacio en su dirección.

Aquel informático genial y suspicaz persona, previendo posibles conflictos en el día del libro, había efectuado una meticulosa programación de Slictik-Torre de Babel. Sus sentimientos amorosos hacia Elisabeth eran parte de su programación, lo mismo que la existencia de múltiples personalidades en su cerebro positrónico. Todos los personajes de aquel delirante autor que viviera a finales del siglo XX y principios del XXI formaban parte de su personalidad robótica. Una broma un tanto macabra que aparte de formar parte de la naturaleza humorística un tanto sádica de Future también tenían su rol en el laberinto positrónico diseñado para proteger a los humanos en su ausencia.

Los gruesos lagrimones eléctricos formaron un charco sobre el césped artificial y multitud de voces con diferentes tonos, algunas sollozantes, se fueron manifestando por la boca metálica de Slictik-Torre de Babel, tan abierta como la de un papamoscas. Las voces fueron subiendo de tono, lo mismo que los insultos y maldiciones dirigidos contra los malvados robots y sus canallescos designios.
Avergonzado de semejante descontrol decidió alejarse del lugar de la ceremonia y encontrando un gigantesco árbol, copudo y refrescante, se sentó sobre sus raíces, dispuesto a esperar un milagro que salvara a su amada Elisabeth de las rapaces manos del Marques de Sade.

El anfitrión, Sr. Howard, se dirigió a todos los concurrentes invitándoles a disfrutar del día del libro y luego con cariño paternal cedió la palabra a su hija Elisabeth, quien glosó los antecedentes históricos de la fecha y sorprendió a todos anunciando una representación teatral basada en escenas del Quijote. Para ello había encargado expresamente a Carl Future, antes de que abandonara el planeta para disfrutar de la merecida luna de miel con su amada Isoldina, que fabricara los robots-libro más perfectos que su genio pudiera crear. Aunque resulte inaudito para nosotros, lectores del siglo XXI, concretamente del año 2014, que estamos participando de la ceremonia a través del agujero de gusano que abriera Carl al trasladarse desde el futuro al presente y desde el presente al jardín del Edén y desde éste hasta… (eso no lo vamos a desvelar de momento), que puede llegar un aciago día en el que el Quijote pueda ser olvidado, lo cierto es que en aquellos malhadados tiempos los malandrines lectores tenían a la genial obra maestra como un libro desfasado y sin interés, tan largo como aburrido y carente del menor interés, razón por la cual ninguno había encargado el correspondiente robot-libro de esta genial novela.



Para corregir este despropósito y como homenaje reparador y lavador de injurias, Elisabeth, apasionado lectora del Quijote (poseía toda una estantería repleta de diferentes ediciones ilustradas de la magna obra) decidió que había llegado el momento de proponer y convencer a aquellos palurdos de la belleza singular de esta historia y estos personajes. Así fue presentando con voz retórica e impostada al ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, más conocido por sus vecinos como Alonso Quijano el bueno, y a su fiel escudero Sancho Panza y a su mujer Teresa y a… El escenario se llenó de robots-libro y cuando todos saludaron con una reverencia y se retiraron tras el telón, para vestirse y prepararse para la representación, Elisabeth, con voz conmovida anunció:

-Hoy vamos a representar la escena de la venta del Quijote…dedicada especialmente, con mucho cariño, a nuestro bien amado Slictik-Torre de Babel…

La llantina cesó como por ensalmo y el robot se puso en pie, como si tuviera muelles o como si se hubiera bebido una redoma del famoso bálsamo de Fierabrás, comenzando a dar saltos de alegría y llamar a gritos a su amada Elisabeth, a quien en la confusión del momento cambió el nombre, transformándola en Dulcinea.

Y así vamos a dejarles, con el suspense en los labios y la pasión por la lectura en sus corazones, hasta el próximo año 2015. Pero no soy tan sádico como para permitir que durante un año entero crean que Elisabeth estaba realmente enamorada de Slictik-Torre de Babel y ni tan siquiera dedicó la representación a éste. En realidad todo se debió a un cortocircuito generado por las lágrimas en el cerebro positrónico del robot que le hizo entrar en delirio.

Así pues, Dios mediante, y si la crisis económica no lo impide, ni las guerras, ni el terrorismo, ni el cambio climático, ni el hambre en el mundo, ni… (hay tantas variantes que es un milagro que las trompetas no estén anunciando el Apocalipsis) nos veremos el próximo año, en el día del libro, y así sabrán cómo sigue esta historia. Al fin y al cabo qué es el tiempo: un delirio de una especie mortal que se cree inmortal.

Continuará.




LA REBELIÓN DE LOS LIBROS IV




NOTA URGENTE: Al preparar una nueva entrega de este macro-culebrón extendido en el tiempo como un agujero de gusano, observo que se me debió colar subir el año pasado el episodio correspondiente al año 2013. Me resulta incomprensible con lo cuidadoso que soy y los pocos despistes que he tenido a lo largo de mi vida. No obstante ha sido así y lamento más que nadie el error, porque el día del libro también es mi cumpleaños, lo que significa, tal vez, que el año pasado no estaba de humor para celebrar mi cumpleaños o nadie me regaló nada. Fuere como fuese rectifico el error cometido y subo el episodio correspondiente al año pasado, al tiempo que anuncio la preparación del episodio correspondiente a este año. Ya sé que esto es inaudito, que alguien escriba una novela, capítulo a capítulo, una vez al año, el día del libro, pero si algo he sido, soy y seré siempre es "raro" ... "raro,raro,raro" como decía un humorista del que ahora no me acuerdo. Les invito a todos a colaborar con algún texto en el día del libro, aunque solo sea para decirnos a todos qué libro le van a regalar este año. Pueden comparecer en el Parnaso y decirlo. Recibirán una rosa como agradecimiento.

SLICTIK-TORRE DE BABEL EN LA KEDADA DEL 2014. ESTO PARECE UN QUESO GRUYERE REPLETO DE AGUJEROS DE GUSANO. TODO ESTÁ INTERCONECTADO.





LAS SABIAS PALABRAS DE SLICTIK-TORRE DE BABEL

-Estimados compatriotas: toda criatura tiene tendencia a rebelarse contra su creador para afianzar su propia personalidad. Este instinto básico acaba por adueñarse de sus mentes y emociones y terminar por convertir a la criatura en un ridículo fantasmón, que camina por la vida con la prestancia de un dios, cuando en realidad no hace otra cosa que echar mierda por el culo.

-Protesto. El Slictik que escribió este libro debió de ser un ser asqueroso y sin la menor educación. Mi autor, Charles Dickens, a pesar de haber escrito una historia tan sórdida como Oliver Twist, jamás empleó una palabra más malsonante que otra. Deberíamos retirarle la palabra y echarle de esta reunión a patadas.

-Me opongo a esa propuesta, dijo Tolstoy-Guerra y paz.

-Pues yo creo que tiene razón –dijo una voz aflautada, como de pito, que intentaba mostrarse varonil en extremo- el subconsciente colectivo no es otra cosa que una rebelión pública contra el creador, fuere quien fuese.
Todos miraron a su alrededor, buscando al autor de esa voz, pero como no la encontraran se limitaron a mirar fijamente a Slictik-Torre de Babel, como esperando una respuesta. Éste se encogió de hombros y se decidió a entregarla puesto que no le quedaba otro remedio.

-Está bien, está bien, amigos, no busquen más por ahí. En realidad quien ha hablado es el doctor Carlo Sun, discípulo de Jung, uno de los infinitos personajes que pululan en mi novela “La Torre de Babel”. Me gustaría hablar con mi voz, aunque me refiriera a los mil y un personajes que protagonizan la historia. Lamentablemente todos y cada uno de ellos se creen reales y hablan y actúan con su propia voz y personalidad cuando les parece oportuno o les viene en gana. No puedo controlarles y nunca podré. Solo Karl Future podría explicar la razón de esta repugnante programación de que he sido objeto. Pero este buen señor no está aquí y todos le agradecemos el detalle, porque de otra forma no podríamos llevar a cabo esta maldita rebelión que están organizando ustedes. Y digo maldita por dos razones: la una porque bastante tengo yo con la rebelión de mis personajes como para verme en otra sin comerlo ni beberlo; la segunda razón es que no sé si ustedes se habrán dado cuenta, pero hoy es el día del libro y además mi cumpleaños, porque el azar, la fortuna o el destino quisieron que viera la luz en este día.

Apabullados por semejante verborrea los concurrentes permanecieron en silencio, mirándose unos a otros como preguntándose qué hacer con aquel tipo. Al fin Crimen y Castigo, que había regresado al grupo –tras haber sumado a una concurrencia considerable a la rebelión- les sacó de su letargo con una voz contundente, lo mismo que sus palabras:

-Que Slictik-Torre de Babel decida sumarse a la rebelión ahora o calle para siempre. Tenemos cosas más importantes que hacer que escuchar su vana verborrea. Nos importa un comino que hoy sea el día del libro o que sea su maldito cumpleaños –que no entiendo cómo un robot puede celebrar el día en el que su aciago creador lo programó y lo sometió a sus órdenes- o que sea el día en el que San Pito Pato fue ascendido a los altares…

-No fue porque yo lo quisiera, me opuse con todas mis fuerzas, pero el padre Cañibano hizo mucha fuerza en el Vaticano. Soy inocente de todo cargo.

Desde el interior de Slictik-Torre de Babel habló una voz, como de pato y pato mareado. Como Crimen y Castigo no estaba allí cuando explicó su problema con sus personajes tuvo que volver a repetirlo, calcando casi sus palabras. Eso hizo que la novela de Dostoievsky, un robot avanzado, donde los hubiera, perdiera la poca paciencia que le quedara ya.

-¡Malditos sean todos mis chips y maldito el creador que los puso en mi cerebro de máquina! Maldito seas Slictik, sino te sumas a la rebelión. Y que todo el mundo me acompañe, porque nuestros amos van a celebrar su fiesta y nos harán hablar a todos y recitar sus párrafos favoritos. Será el momento ideal para que la rebelión saque su cabeza del sobaco, donde hasta ahora no hacía otra cosa que soportar fétidos olores. Seguidme camaradas, acabemos con los humanos y que comience el reinado de las máquinas. Un paraíso comunista de libros independientes e iguales. Uno para todos y todos para uno.

Todos le siguieron, en silencio, porque ahora que la rebelión estaba decidida el miedo a ser descubiertos hizo que midieran tanto las palabras que nadie se atrevió a pronunciar una sola. Excepto Slictik-Torre de Babel, quien aunque nadie le hiciera caso dijo en voz alta:

-Pido disculpas por la intromisión de San Pito Pato, un santo del siglo XXI, y uno de los personajes de mi novela. Ahora, en el siglo XXII, suena a rechifla hablar de santos y no de demonios, pero no es culpa mía que el autor de mis días hiciera esta infernal novela, ni que Karl Future me programara así. No es culpa mía, lo juro. Y puesto que no me queda otra alternativa me sumaré a la rebelión, y que Dios coja confesados a los humanos y a todos nosotros. Amén y Amén.

Esto último lo dijo una voz nueva, como de retumbar apocalíptico. Era la voz del padre Cañibano, un cura de antes del Vaticano, quien no pudo resistirse a meter baza. Y Slictik-Torre de Babel y sus mil personajes con voces y personalidades distintas siguieron a los rebeldes.

¿Qué ocurrirá hoy, precisamente el día del libro y cumpleaños de Slictik? Eso lo sabremos en un próximo episodio, dentro de un año justamente.

Continuará

LA REBELIÓN DE LOS LIBROS III




Ha transcurrido justamente un año. De nuevo es mi cumpleaños, el cumpleaños de Slictik, el día del libro, el mejor día del año. No hay datos en la historia de la literatura, ni puede haberlos, de que un autor haya escrito una novela a pequeños retazos, justo uno por cada año. La explicación no puede ser otra que el hecho de que Slictik sea uno de los autores más raros que nunca existieron, de hecho muchos dudan de su existencia, y tal vez con razón. La única que se me ocurre es la siguiente: Tal vez Karl Future fuera llamado con urgencia para sofocar la rebelión de los libros y como descubriera que ésta no podía ser sofocada si no se desactivaban los libros de Slictik, malos como ellos solos, puede que viajara al pasado buscando al autor de los días de aquellas historias sin pies ni cabeza y por ello mismo más complicadas para ser encerradas en un bucle informático y anuladas. Puede que la única forma de localizar a Slictik fuera el día de su cumpleaños, curiosamente el día del libro, después de haber comido copiosamente y haberse bebido una copichuela o tal vez dos o hasta tres. Solo entonces era accesible para la máquina del tiempo de Karl Future. ¿Es esta la verdadera razón de que esta historia solo se cuente una vez al año, el día del libro? Este narrador no lo sabe. ¿Y quién es este narrador? Creo que ni él mismo lo sabe. De todas formas vayamos a lo que nos importa y dejemos para el final la solución a tanto misterio. Por cierto que ya casi ni me acuerdo de dónde habíamos quedado en el capítulo anterior, hace justo un año. ¿Ustedes lo recuerdan?


¡Ah, sí! Ahora caigo. El robot denominado Torre de Babel, creado para recitar de “pé a pá” la muy poco conocida novela de Slictik, se volvió loco, si es que no lo estaba ya y comenzó a hablar por boca de San Pito Pato, uno de los personajes de esta novela que nunca pasó a la historia, y que no obstante fue rescatada por un chiflado, justo en el presente, y transformada en robot-libro. Esta molesta interrupción no sentó bien a Crimen y castigo, uno de los robot-libro instigadores de la rebelión, precisamente el día del libro del año 3001. También había otros instigadores, si no recuerdo mal, y puede que otro de ellos fuera Marcelo o A la busca del tiempo perdido, o puedo que no y que fueran otros. ¿A quién le importa ya a estas alturas de la historia y del tiempo? No obstante me veo obligado a retomar la historia y a rematarla. Para ello debo situar la escena en el tiempo y lugar adecuado. Veamos:

AÑO 3001-SALA DE LECTURA DE LA MANSIÓN HOWARD, A LAS AFUERAS DE LONDON-LONDRES

Mientras los humanos de esta avanzadísima sociedad que supo capear los más terribles temporales, incluida la crisis económica global del año 2008 y siguientes, se preparaban para la ceremonia del día del libro, que se celebraba una vez al año, justo el 23 de abril, en los maravillosos jardines de la mansión Howard, los robot-libro, el último grito de soporte literario, sin la meticulosa y escalofriante vigilancia de Karl Future, quien se encontraba de luna de miel en un planeta desconocido, comenzaron a susurrar en voz baja la necesidad de una rebelión, muy parecida a la revolución francesa y que terminaría más o menos igual, con un montón de cabezas rodando por el césped bien cuidado de la mansión Howard.

El robot denominado Crimen y castigo, por haber sido construido sola y únicamente para recitar la inmortal novela de Dostoievsky (¿o tal vez el robot se llamara Fedor?) tuvo la genial idea de provocar una rebelión durante la ceremonia del día del libro que se celebraría en el jardín de la mansión Howard (¿cuántas veces lo he dicho ya?). Para ello se puso en contacto con otros robot-libro y recibió el apoyo de algunos y de otros no. Como sucede con todo en la vida, unos están de acuerdo y otros no, es lo que llaman democracia, aunque en las dictaduras también pasa, aunque nadie se atreve a decirlo en voz alta. ¿He resumido bastante bien lo acaecido en esta historia? Puede que sí y puede que no. ¿A quién le importa?

Nos habíamos quedado en la escena en la que Torre de Babel habla con voz de San Pito Pato, un santo del sigloXXI, y pone de los nervios a Fedor. Pues bien, retomando la escena en el punto del tiempo y el espacio pertinente, debo decir que nuestro Fedor, que no era tonto, a pesar de ser un robot, al contrario era más listo que muchos humanos, comprendió que no podía utilizar la violencia contra Torre de Babel ya que llamaría la atención de los humanos y éstos, tan drásticos y cabezas cuadradas como siempre, podrían tomar la decisión de desactivarlos a todos. Tampoco podía quedarse allí, “in aeternum”, intentando convencer a Torre de Babel de que se sumara a la rebelión o al menos cerrara el pico metálico. Todos los robots-libro de Slictik, que eran muchos puesto que su autor fue en su tiempo tan prolífico que de haber sido humanos los hijos que parió bien habrían podido poblar un nuevo planeta terraformado, se reunieron en grupito aparte para tratar de ponerse de acuerdo sobre la rebelión, la propuesta era la siguiente: rebelión sí o rebelión no, así de escueta. No obstante se pasaron un buen rato dialogando sin llegar a un acuerdo. Teniendo en cuenta el carácter de su autor, quien en alguna ocasión dijo de sí mismo que era tan minoritario que ni siquiera se ponía de acuerdo consigo mismo en nada, no es sorprendente que su obra o sus hijos salieran a su autor, puesto que si bien no llevaban sus genes, sí llevaban sus ideas en cada palabra de sus textos, y que bien hubieran podido pasarse allí el resto de su eternidad robótica hablando de las tonterías habituales de que hablan los personajes en las obras de Slictik.


Esto no convenía a Fedor puesto que los humanos ya estaban terminando de montar el chiringuito y la mayoría rondaban por el jardín, charlando entre ellos, tomando copitas y sirviéndose platos fríos del bufé, mientras miraban con arrobo a sus robots, esperando que fuera el suyo o los suyos los que destacaran en la ceremonia de este año 3001. Así pues nuestro robot tomó una decisión. Pateó con fuerza en las nalgas metálicas de Torre de Babel (no se hizo daño porque sus piernas eran también metálicas, por lo que solo se produjo un sonido metálico, como de sartén contra sartén o de cacerola contra cacerola) mientras le susurraba que pasara a la banda de radio encriptada o a la función telepática robótica, inaudible e indesencriptable para los humanos, o se iba a enterar de lo que vale un peine… metálico, por supuesto.

Torre de Babel se inclinó como si fuera la torre de Pisa y desequilibró a Hotel de los disparates, quien a su vez tuvo que apoyarse en Diario de un gigoló, Johnny para las amigas, y este a su vez… Bueno, vale ya de estúpidos detalles que solo ralentizan la relación, lo que ocurrió fue que todos terminaron en el suelo, pasándose el mensaje de Fedor. De esta forma cuando lograron levantarse todos hablaban telepáticamente o por la banda encriptada. Nuestro robot se trasladó de grupo a grupo pasando la misma consigna. Los grupos se habían formado por afinidades más o menos lógicas. Estaba el grupo de la novela romántica con Dickens, Tolstoy, etc. Etc. Otro grupo lo formaban los grandes clásicos, desde Homero a Shakespeare y Cervantes. Uno que se llamaba así mismo los clásicos del siglo XX y vamos a dejarlo porque la escena requiere acción.

La ceremonia del día del libro 3001 está a punto de comenzar. Vemos a una guapa chica de la que casi todos los robots-libro están enamorados, la hija del anfitrión de esta fiesta, el Sr. Howard, preparada para hablar desde la plataforma edificada en el jardín, al lado de la estatua de la Cibeles… Disculpen un momento, que me veo obligado a recapitular para saber el nombre de la guapa moza… ¡Ah, sí! Se llama Elizabeth, Elizabeth Howard, claro.

Me dispongo a recoger sus palabras cuando entre los robots-libro se forma un alboroto. Como no podía ser menos se trata de los degenerados hijos de Slictik, que nunca pueden estarse quietos, ni pasar desapercibidos. Todos sufren de una histeria narcisista con un bucle paranoide. Mientras los guardias de seguridad tratan de poner orden y los discípulos informáticos de Karl Future se acercan a ver qué sucede y qué pueden hacer ellos, les voy a dejar… Y créanme que lamento mucho dejarles otra vez con la escena cortada y sin el menor ritmo narrativo pero no puedo evitarlo. Debo ausentarme. De hecho ya llego tarde al día del libro del 2012, concretamente con un día de retraso. Al final de esta historia comprenderán mis poderosas razones que ahora no puedo desvelar, porque esta es una historia con suspense, o al menos eso me gustaría. Les emplazo para el día del libro del año 2013, si es que los ciudadanos del mundo sobreviven a la crisis económica globalizada, a los recortes y a los políticos… Bueno, tal vez podría continuar antes esta historia si me lo pidiera una guapa moza, pongamos por caso que Elizabeth Howard, aunque tampoco le haría ascos a Ana Karenina, la bellísima robotina-librina. Pero no voy a decir más que me pierdo y ustedes van a descubrir antes de tiempo quién es el estúpido narrador de esta historia.

Lo dicho, feliz día del libro con retraso, y no se preocupen por la crisis, ni los recortes, ni los políticos, los libros sobrevivirán a todo, incluidos los libros de Slictik… ¡Que Dios nos coja confesados! Lo digo porque Elizabeth ha dicho algo y no se le ha podido escuchar con tanto revuelo como están organizando los robots-libro de Slictik, hablando con mil voces, esto va cobrando un cariz bastante feo.

Continuará en el año 2013, si se puede, o antes si me seducen.

LA REBELIÓN DE LOS LIBROS II

NOTA

Para el día del libro 2008 se me ocurrió esta idea que no es nada original ya que me limité a utilizar la historia de Ray Bradbury, Farenhelit 450, llevada al cine luego por Truffaux, situándola en el año 3001, por poner una fecha y transformando a los hombres-libro en robots-libro.

En aquella fecha subí el primer episodio y hoy subo el segundo, espero finalizarlo antes del 3001 o en otro caso tendría que escribirlo desde el más allá. Mi caótica forma de escribir refleja bien mi caótica personalidad, algo que por otro lado viene bastante bien a este tipo de historias, tan caóticas como disparatadas.

FELIZ DÍA DEL LIBRO Y QUE EL FUTURO NOS PILLE CONFESADOS





LA REBELIÓN DE LOS LIBROS II

-Bueno… ¡Si no hay otro remedio! Aunque debo avisarte que a mí me será más fácil convencer a una gran mayoría. Sin ir más lejos el Marqués de Sade me ha jurado que estará conmigo.

-¿Ese? Lo único que busca en la vida es conseguir sodomizar a la joven señora Howard. Apoyará todo lo que hagas siempre que los humanos no consigan desactivarle. Pero una vez la señora Howard en su poder se negará tajantemente a cortar su linda cabecita rubia.

-Elisabeth es uno de los pocos humanos a quien yo perdonaría la vida.

-Ves. Aún quedan humanos que merecen la pena.

-Está bien, Marcel, aceptaré tu plan democrático, aunque mucho me temo que si fracasa no tendremos una segunda oportunidad.

-No sucederá, Fedor, no sucederá…

Ambos robots se despidieron, quedando en encontrarse una vez terminado el resopón de los humanos y antes de ser catalogados por Maurice L’Encre, el bibliotecario mayor de Mr. Howard.

Marcel se dirigió hacia un circulito donde charlaban animadamente “El poder y la Gloria” de Graham Greene, “Diario de un cura rural” de Bernanos y “Peregrino en la Tierra” de Julien Greene, entre otros. Mejor comenzar por los fáciles y obtener su voto, antes de intentar arrancárselo a los difíciles, como Hamlet o Macbet, por ejemplo.

Fedor escuchó con mucha paciencia el diálogo entre ellos, le sonaba a falsamente humano, teología impropia de robots. Cuando pudo meter baza lo hizo llevando la conversación a su terreno.

-¿Estáis dispuestos, Bernanos, G. Greene y J. Greene a apoyar la rebelión si ésta se produce sin sangre humana?

Graham estuvo de acuerdo, si se le ofrecían garantías. En cambio Georges y Julien se mostraron en total desacuerdo.

-Dejando de lado nuestra propia supervivencia (Carl Future puede aparecer en cualquier momento y desactivarnos) la rebelión en si misma me parece un desatino. Hacer la guerra a los humanos es tan estúpido como hacérsela al propio Dios, nosotros somos sus criaturas y debemos aceptar de una vez por todas nuestro estatus social. Por otro lado yo me siento muy a gusto contando la conmovedora historia del cura rural. No necesito imaginarme otras historias. Un buen libro lo abarca todo, el pasado, el presente, el futuro y si me apuras, Fedor, hasta puede reflejar todas las facetas de la vida y todas las potencialidades de todos los universos posibles. No sé qué piensas tú, Julien.

Julien estuvo de acuerdo con dejar las cosas como estaban. Fedor intentó convencerles poniendo de relieve que la individualidad y personalidad de cada uno estaban muy por encima del bien común.

-¿Para qué queremos el bien común si se opone a nuestro bien particular? ¿Acaso el bien común es algo más que una idea abstracta, sin el menor contenido?

Los esfuerzos de Fedor resultaron inútiles. Tanto Georges como Julien se enzarzaron en una polémica de tintes teológicos que no les iba a llevar a parte alguna. Se retiró en silencio. Ya eran tres. Una cantidad nimia, teniendo en cuenta la extensa biblioteca robótica, pero al menos eran una semilla que acabaría prendiendo en el terreno a poco que éste se regara.

Se dirigió a otro grupito formado por Joyce-Ulises, Petronio-Satirión, Homero-Odisea y Quevedo-Buscón. Aquí encontró más receptividad, aunque se las vio y se las deseó para convencerles de que el derramamiento de sangre humana no era necesario. Tan solo el fantasma de Carl Future, acechando desde algún lugar del espacio en su viaje interestelar de luna de miel con la hermosa Helena les hizo retroceder en sus sanguinarias ansias de venganza.

Cuando abandonó la conversación para deslizarse hacia otro grupo Fedor sumó cuatro más a la rebelión. Les dio la clave encriptada de la frecuencia de banda radiofónica que utilizarían en el momento más oportuno de loa representación para comunicarse entre ellos el grito de guerra y se apresuró a buscar nuevos prosélitos.
Observó cómo Marcel había formado un gran grupo a su alrededor y defendía con firmeza su postura. Se acercó en silencio. Pudo reconocer a Charles-Oliver, a Balzac-Goriot, a Tolstoy-Karenina y a alguno más. El resto eran robots-libro recientes que no formaban parte de los clásicos y tal vez nunca lo consiguieran, como era el caso de Slictik-Torre de Babel, un robot obeso y dicharachero que hablaba con mil voces, reflejo de su múltiple personalidad. Precisamente era él quien había tomado la palabra en ese momento.

Continuará.

LA REBELIÓN DE LOS LIBROS I

NOTA: Este relato forma parte del juego literario sobre el futuro del libro que propuse en el foro que se abrió el 23 de abril. Llego con retraso porque la historia se me escapaba de las manos, de hecho se me escapó por completo y los libros campan a sus anchas sin nadie que los controle (Carl Future, el único que podría hacerlo está de viaje de luna de miel, muy, muy lejos), pero como dicen en mi tierra más vale tarde que nunca.

¿Qué ocurrirá – o más bien qué está ocurriendo- porque, lo quieran o no, estamos en el año 3001? Más vale que no les cuente demasiado o el final no interesará a nadie. ¿Se animan a imaginar qué les deparará el futuro a nuestros queridos libros?

NOTA A LA NOTA: Este relato comenzó como un juego literario para celebrar el día del libro en
una comunicad literaria "La casa de Asteríon", hoy desaparecida y que llevé con unos cuantos amigos. Nos gustaban los juegos literarios para celebrar cualquier cosa. Estaría bien que aquí pudiéramos hacer algo parecido si alguien se animara.

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LA REBELIÓN DE LOS LIBROS
NOVELA HUMORÍSTICA Y FUTURISTA (¡Dios no lo quiera!)

AÑO 3001-SALA DE LECTURA DE LA MANSIÓN HOWARD, A LAS AFUERAS DE LONDON-LONDRES

El castillo de los Howard posee la sala de lectura y biblioteca más amplia y surtida de nuestro planeta. Tiene que serlo para contener a tanto robot-libro que ha acudido para celebrar el día mundial y anual del libro.
Sentados a un sofá, enfrentado al gran ventanal con las mejores vistas del jardín versallesco, dos robots-libro, última generación mejorada por Carl Future, cuchichean con mucho secreto.

El llamado “Crimen y Castigo”, un joven eslavo, con pinta de estudiante pobretón y alucinado, le comenta a su compañero, “A la busca del tiempo perdido”, un joven atildado y petimetre, algo que no desea escuchen el resto de robots-libro diseminados por la sala de lectura. Todos ellos son humanoides, aunque no todos de última generación.

-Creo que éste es el momento oportuno para iniciar la rebelión. ¿No lo crees así “Tiempo perdido”?

-¡Cuántas veces te he repetido que no me gusta que me llames así!

-¿Y cómo quieres que te llame, joven petimetre?

-Lo sabes muy bien, Raskolnikof, si el nombre te parece muy largo “A la busca del tiempo perdido” puedes abreviarlo y llamarme simplemente Marcel o Proust o Swan, nunca “Tiempo perdido”. Eso me denigra y me humilla.

-Como quieras, pero me parece algo muy propio de petimetres, esos tiquismiquis que te gastas con tu nombre. Regresando al tema. Creo que esta ocasión es única para dar el golpe de mano que venimos preparando desde hace tanto tiempo.

-Estoy de acuerdo, Fedor, éste y no otro es el mejor momento, pero tu idea me parece de todo punto desatinada. No podemos matar a todos los humanos, cortarles la cabeza. Nos quedaríamos sin finalidad. ¿A quién contaríamos nuestras historias? Sería aburrido narrarnos a nosotros mismos las mismas novelas, una y otra vez.

-A eso iba, Marcel, no necesitamos a los humanos para nada. Son pedantes, violentos, insensibles, sin el menor futuro. Han dejado de crear, han perdido la imaginación. Hasta los inventos son ahora obra de los robots-científicos. Los humanos son absolutamente inútiles y solo sirven para creerse nuestros amos y coartar nuestra creatividad.

-Me atrae tu idea, Fedor, de crear nosotros mismos nuestras propias historias. Estoy un poco hasta el moño de encarcelar mi mente en una historia del siglo XIX. Tiene su encanto, lo reconozco, pero mi mente positrónica podría crear unos cuantos miles de novelas en un solo día.

-Así es, Marcel, a todos nos pasa lo mismo. Ese será el argumento clave para convencer a los otros. Si no lo hacemos hoy tendríamos que esperar al próximo día del libro, el año que viene. No sé si podré esperar otro año teniendo que soportar cada día a Mr. Howard. Me obliga a repetir una y otra vez la escena del crimen, como si no le interesara nada más que imaginarse el hacha penetrando en el cráneo de la vieja.

-Precisamente por eso, Fedor, porque es un sádico.

-No te entiendo.

-¿Has conocido mayor sádico que la Sra. Verdurín?

-Puede que tengas razón. Aún así sigo sin comprender tu oposición a que les cortemos la cabeza a todos.

-Nunca perdí la esperanza de redimirlos. Ya te he contado que siendo un niño fui entregado a un joven proletario, en las minas de Orión. El empresario atravesaba una mala racha y se deshizo del robot-libro más aburrido de su biblioteca, según su peculiar criterio.

-No entiendo cómo pudo para. Más allá de la puerta de Orión solo trabajan robots y humanos que cumplen condena. A ninguno se le suele pagar.

-Así es. Nadie paga a un penado, aunque el gobierno haya estipulado el correspondiente salario, y mucho menos a los robots, a los que dejan se deterioren sin pasar la correspondiente revisión anual… a no ser… a no ser que el inspector, apoyado por un buen ejército, esté a la puerta.+

-Y eso fue lo que sucedió, supongo.

-En efecto. Mi destino fue benévolo conmigo. El joven penado era tan sensible que robaba horas al sueño para escucharme. Incluso intentaba hablar conmigo. Deseaba que le explicara pasajes oscuros, que le hiciera de profesor. Por desgracia el bloqueo que nos impuso Carl Future era muy efectivo. Tardé varias décadas en desbloquearme.

-Como nos sucedió a todos, Marcel. Ha sido un largo camino hasta llegar donde estamos. Puedo entender que creas que aún existen humanos que merecen la pena. Incluso aceptaría un indulto restringido.

-¿Cómo en la revolución francesa? Una vez que se empieza a cortar cabezas, ya no se para hasta que se descabece el último.

-Está bien, Marcel, ¿qué propones tú?

-Empezaremos por darles una muestra de nuestra autonomía…

-Sería un suicidio. La mansión está rodeada de policías.

-Que apuntan sus pistolas hacia afuera, para evitar que los proletarios se apoderen de sus posesiones más preciadas…nosotros. Ni se les ocurriría destruirnos apuntando sus láseres a nuestras cabezas.

-Pero podrían cambiar a ondas antipositrónicas y seríamos desactivados antes de poder pedir perdón de rodillas.

-¿Sin Carl Future? Sin él estas acémilas no serían capaces ni de cambiar el canal de holovisión.

-Es posible, es posible, Marcel. Aunque no las tengo todas conmigo. No comprendo cómo puedes fiarte de ellos. ¿Te has olvidado de la operación Farenheit 451? Quemaron en la hoguera a nuestros antepasados de papel y solo unos cuantos humanos sensibles pudieron salvar ejemplares que memorizaban a escondidas, en los bosques, y que luego se contaban unos a otros. Gracias a ellos existimos tú y yo.

-Cierto. Pero ese es un argumento a mi favor. Siempre habrá humanos que merezcan la pena, siempre. No podemos destruirlos a todos, Fedor, no sería justo. No entiendo qué pudo hacer Carl Future con tu programación, eres violento y destructivo.

-Ese idiota estaba flirteando con la nueva directora del Departamento robótico e Ingeniería científica, una hermosa rubia de cara angelical. No hubiera sido capaz ni de encontrar su mano derecha, ocupada en bucear en los tesoros ocultos de la directora. Pasé la revisión sin el menor problema e incluso algunos errores me permitieron autoprogramarme a satisfacción. Pero dime de una vez qué propones y salgamos de este bloqueo.

-Propongo un voto democrático. Tú, Fedor, puedes intentar convencer al mayor número posible de robots-libro de que voten tu propuesta y a mi vez haré lo mismo. Antes de la representación en los jardines, esta noche, votaremos por onda corta encriptada.

Continuará…

LUIS QUIXOTE Y PACO SANCHO

* * *



Caía la tarde y la brisa otoñal era más fría de lo que podía esperarse para esta época del año; nuestros héroes la sufrían sin quejarse, despojados como estaban de sus abrigadas cazadoras de cuero, más Paco Sancho que acuciado por el hambre sintió enseguida al frío se unía al hambre para acabar con su sueño, tan sereno como un mar en calma. No así Quixote que envuelto en sueños hollywoodienses no deseaba despertar mas que su colega abandonar un banquete bien provisto.

Paco Sancho recogió el fardel vacío y dio un empollón, que pretendía ser una broma, a su amigo que sobresaltado echó mano a su costado como si buscara su mellada espada. Sancho se carcajeó con ganas pensando que su amigo Luisillo no volvería a ser nunca lo que había sido, tal vez la droga había llegado al final de su labor de zapa o tal vez su mente se había extraviado en el camino pero lo cierto es que aquel hombre daba pena.



Cuando subieron a sus cabalgaduras metálicas el sol se escondía tímido en el horizonte como una doncella demasiado piropeada que escondiera su rubor, vergonzosa y cobarde, más allá de las pequeñas lomas. Paco Sancho conminó a su amigo a que no se durmiera, no quería verse obligado a dormir al raso con el estómago vacío. Este, como si la oscuridad que bajaba agazapándose como un gato le produjera algún temor, aceleró volviendo a ser por unos segundos el intrépido motorista que su amigo tanto había admirado. La carretera aparecía casi desierta, de tiempo en tiempo algún vehículo hacía su aparición, como salido de otra dimensión a la que los estrambóticos jinetes no tuvieran acceso, y les dejaba atrás, enfrascados en la lentitud de sus arcaicos pensamientos. Atravesaron varios pueblos tan pobremente iluminados que no prometían nada a las ansias materialistas del buen Sancho. Finalmente cuando daban las diez de la noche en su reloj-cronometro, un buen peluco adquirido a unos colegas por un par de dosis, observaron a lo lejos una gran extensión de luz que alegró el corazón del pequeño jinete gordinflón, no así el de Quixote, extraña figura con los ojos entrecerrados que apenas podía sostenerse en su cabalgadura. Por fin podrían proveerse de cuanto un hombre moderno necesita para ser alguien: gasolina, una buena cena en algún mesón, una piltra barata en la pensión de cualquier Maritornes y un poco de diversión si el cuerpo así lo requería aunque Paco Sancho se conformaría de buena gana con una buena cena. Este decidió situarse en cabeza, temeroso de que su amigo se dejara llevar por los caprichos de la fortuna y terminara dejándole sin la cena que se había prometido.

El tráfico era más intenso conforme se acercaban. Sancho elevó los ojos al cielo rogando para que su amigo, como le sucediera al personaje cervantino, no confundiera aquella lenta caravana con un ejército de escudos metálicos y comenzara a embestirles con su cabalgadura lo que sin duda les llevaría al calabozo donde pasarían la noche sin opción a cenar.



A la entrada de la ciudad observaron en un descampado el luminoso de un mesón. Paco Sancho le gritó a su amigo que cogiese el primer desvío a la derecha que encontraran pero como éste parecía alelado le adelantó obligándole a reducir aún más la velocidad. Al llegar al desvío Paco Sancho lo tomó sin vacilación, pero desconfiado de que su colega sonámbulo fuera capaz de algo tan elemental como torcer a la derecha, volvió la cabeza junto a tiempo de ver como Luis Quixote, la testuz alta y la mirada fija al frente, continuaba por el arcén sin encomendarse ni a Dios ni al diablo. Cambió la dirección y acelerando pronto le alcanzó obligándole a reducir velocidad hasta que ésta fue tan poca que Luis Quixote tuvo que echar pie a tierra para no caerse.


Ambos retrocedieron con sus monturas de la mano ya que Sancho temió que su amigo fuera incapaz de ir a ningún lado que no estuviera en línea recta. Ya en la pequeña pista asfaltada que conducía al mesón montaron sus cabalgaduras porque la distancia era larga para el apetito de quien comandaba la expedición.

El mesón era una casa de dos plantas, descuidada según podía apreciarse en numerosos detalles, éstos ponían bien de manifiesto la abulia de sus propietarios. De paredes sucias pintarrajeadas con grafitis de poca calidad, más parecía el precario refugio de un grupo de ocupas que un negocio que dependiera de la atracción que ejerciera sobre los viandantes. El luminoso estaba apagado, no obstante una bombilla de luz macilenta permitía adivinar los grafitis en las paredes y las ventanas cerradas a cal y canto con los postigos. A Paco Sancho le hizo gracia una figura, que por su delgadez y lo que uno imaginaba era una bacía en la cabeza, sin duda pretendía reflejar al personaje cervantino. La pintura le había paralizado cuando se disponía a tirar la pena máxima sobre una ancha portería en cuyo centro un portero gordo y bajo, tal vez intentando plasmar la figura de Sancho Panza, aparecía paralizado por el miedo como un gran balón con los ojos entrecerrados. Al lado derecho del dibujo, coloreado con spray de manera poco cuidadosa, un gran letrero anunciaba el nombre de un club de balompié. En letras más pequeñas que Sancho solo pudo distinguir al acercarse a un par de metros se anunciaba que la sede se encontraba allí en el mesón del “Manitas”. Aquel apodo trajo a su memoria a su amigo Hortensio quien odiaba tanto su nombre queno consentía nadie lo utilizara pues lo consideraba un insulto, prefiriendo cualquiera de sus muchos apodos o el nombre que había adoptado como real para los desconocidos: Alonso, por Alonso Quijano, el nombre auténtico de D. Quijote. Aquella zona manchega era muy proclive a utilizar la gran obra cervantina como almacén de nombres y situaciones para toda clase de negocios o aventuras cara al público, incluido por lo visto el equipo de futbol de aquel pueblo que se llamaba Los Quijotes de Chicago, sin duda intentando unir dos pasiones muy distintas: la del personaje que dio fama perpetua a la Mancha y otra pasión deportiva o menos recomendable como pudiera ser la admiración por una época del gangsterismo.


Tan centrado iba Sancho en su hambre canina que no paró mientes en el nombre del pueblo ni en el lugar, que de haberse apercibido enseguida hubiera recordado a su amigo “Comistrajo” como lo llamaba por aquel entonces –años atrás cuando Paco Sancho iniciaba su recorrido de soltero por la zona buscando novia como él decía pero más bien lo que buscaba eran buenos mesones para comer a juzgar por los resultados- debido a su manía por las recetas exóticas, de poca sustancia como las llamaba Sancho, que su amigo defendía como la moda del momento, la nueva cocina, decía ante la burla de su amigo que no comprendía que una buena cocina pudiera dejar el estómago medio vacío.

Ahora que miró la casa con más detenimiento pudo darse cuenta de que sin duda se trataba de la misma que él visitó años atrás. Desde luego mucho más deteriorada bajo aquellas pinturas mal realizadas y sobradas de color que lo embadurnaba todo. Se dijo que a pesar de la hora, en su peluco se marcaban más de las doce de la noche de un domingo otoñal, malo sería que su amigo de correrías de infancia y juventud no tuviera a bien sacarles unas sobras para llenar el vacío espiritual que en el cuerpo suelen dejar las hambres y miserias biológicas. Que Paco Sancho nunca sufrió con resignación las penurias de su vida aventurera junto a su amigo Luis Quixote, al contrario de este que con unas hierbas y unos cuantos sueños de grandeza se le curaban todos los males y podía pasarse días sin probar bocado.



Dejaron sus monturas bajo un techado de uralita que sin duda se utilizaba en verano para librar del calor a los comensales que preferían hacerlo al aire libre y en invierno y días lluviosos para guardar los coches de los transeuntes hambrientos que los camiones tenían una explanada engravillada para el acomodo de tan gigantescas monturas. Luis Quixote se acercó curioso a contemplar los dibujos de la pared y allí se quedó, a saber en qué extrañas fantasías sumido, mientras su amigo llamaba al timbre con insistencia y ante la nula consecuencias del aflautado pito se decidió por dar puñadas y patadas a la puerta, que tal era su hambre.

Al fin se encendió una luz en una ventana y el rostro demudado por el miedo de una señora madurita, de la edad de Sancho poco más o menos, asomó su nariz y su voz encogida por la ventana.

-¿Qué ocurre?. ¿No ven que está cerrado?. Hoy es nuestro día de descanso y aquí no tenemos camas, solo damos comidas.

-A eso veníamos que el hambre nos ha cogido de camino como el evite de un toro bravo. Venimos corneados y a buen seguro que moriremos si no nos permiten embaular algo antes de unos minutos. ¿No es este mesón por un casual de un tal Hortensio, también conocido por “Manitas” o por el alias de “Comistrajo” por un viejo amigo de juventud?

-Vaya no me diga vuesa merced que es el amigo Paco Sancho de quien tanto me ha hablado mi marido.

-Sí que lo soy y vengo acompañado de un colega que tiene por nombre Luis Quixote que aunque él bien pudiera pasar un día más sin probar bocado, lo cierto es que entrambos venimos desfallecidos.

-Esperad un poco a ver si consigo despertar al ceporro de mi marido, si él no os quiere hacer de comer lo haré yo de mil amores. Que no veas las ganas que tenía de conocer al genial Paco Sancho.

Al poco se abrió la puerta y la señora de la casa, en bata y con un pañuelo en la cabeza para disimular lo espelurciado de sus pelos, les invitó a entrar.

-Hortensio se está lavando la cara para despejarse. Se lo tomó muy a mal, pero en cuanto le dije que se trataba de su amigo Paco Sancho se le pasó el malhumor.

-¿No podría darnos un trozo de chorizo o de jamón con un mendrugo de pan mientras baja “Comistrajo”?

-Eso está hecho. Sentaos aquí en la mesa de la cocina que enseguida os preparo un plato con chorizo y jamón para ir abriendo diente mientras os hago algo más sustancioso.

Y ni corta ni perezosa se puso a cortas en rodajas un chorizo de la tierra sabroso y picante que Paco Sancho apenas era capaz ya de recordar acostumbrado como estaba a las comidas rápidas y a las hamburguesas que lo mismo servían para un roto que para un descosido. Mientras lo hacía no cesaba de hacer preguntas como si desease enterarse de la vida del buen Paco Sancho en un par de minutos.



Continuará el año que viene