martes, 10 de julio de 2018

TERROR EN LAS MENTES IV


   



 CARTAS MENTALES DEL TELÉPATA LOCO III


Querido amigo:

Veo, gracias a los dioses amables de la telepatía, que va usted entrando en razón. En su amable carta de ayer  me pedía perdón por su destemplada reacción a mis misivas. Nadie es perfecto, como dice el gracioso millonario a Jack Lemon al terminar "Con faldas y a lo loco". Usted no creía y ahora continúa sin creer. Como le dijo Santo Tomás al maestro, cuando se le apareció en aquel sorprendente cuerpo invisible, si no meto mi mano en tu costado, etc-etc. Usted, querido amigo, es más incrédulo que Santo Tomás. Pero no obstante sería malévolo si no apreciara en su última misiva un espíritu más abierto, más generoso y menos cientifista. Esta nueva actitud puede que se deba en parte a las jaquecas que sufre cada vez que recibe una nueva carta mental. Las coincidencias hacen a la ciencia. Que diría el sabio Demostrato... No, no lo busque en el diccionario porque me lo acabo de inventar.

Me alegro mucho de sus jaquecas. Ya sé lo que está pensando de mi. Que soy un canalla sin escrúpulos. Pero la raza humana no escarmienta sino recibe suficientes garrotazos. Es ley histórica irrebatible. Continuando con las divertidas anécdotas de mi vida telepática, le diré, querido amigo, que a la vista de las palizas sufridas, accedí a guardar para mi coleto este sorprendente secreto, descubierto gracias a una coincidencia. Me dije que allá los demás y que aprovecharía mi varita mágica para lograr lo que pudiera, sin el menor remordimiento de conciencia.

De esta forma comí más caramelos que cualquier otro niño de la historia. Gracias, por supuesto, a la sugestión mental que probaba una y otra vez, con evidente éxito, con mis compañeros de clase. También aprobé los exámenes con la gorra que llevaba en la mano por respeto al profesor. Me ayudó mucho un niño empollón, un superdotado, que diríamos ahora. Nunca pudieron pillarme copiando porque yo no soy tonto, aunque lo parezca. En lugar de sacar dieces a manta y matrículas de honor, para acabar de una vez por todas con el honor calderoniano, me limitaba a aprobar raspao. Así el profesor no podía sospechar, como ningún listo que se precie puede sospechar de los raspaos. Es la perra suerte que tiene, dicen encogiéndose de hombros, y esperan para ver si la próxima vez palmas.

Era milagroso que aprobara siempre, no dando un palo al agua. Aunque más milagroso hubiera sido que sacara un diez, eso sí les habría puesto sobre aviso. Como les ocurre a todos los perseguidos de este mundo, yo sabía muy bien que se me envidiaba, que está en boca de todos los murmuradores y que algunos ya empezaban a colocar pedruscos en mi camino. Pero mi suerte continuaba guardándome de todas las asechanzas de los malvados. Así, por ejemplo, si gracias a mis dotes telepáticas llegaba a saber que mañana me preparaban una buena. Entonces caía con fiebre -nada más facil para un telépata que producirse fiebre- y me quedaba en la cama leyendo tebeos de Mortadelo y Filemón.

Tanta suerte no podía pasar desapercibida y al matoncito de la clase (los hay en todas partes) se le ocurrió aprovechar "esa potra" para ganarse unos durillos a las quinielas. Como yo me negara a colaborar, un día, al salir del cole, me secuestraron, me ataron a un árbol del patio y me amenazaron con no dejarme volver a casa, con hacerme pasar allí la noche (¡Uy qué miedo!). Decidí, pues darles unos resultados al azar, aunque procurando que algunos fueran aciertos fijos. Ya sé que esto no es telepatía, querido amigo. No le estoy tomando el pelo. Lo que ocurre es que no puedes desarrollar un músculo sin que todos se desarrollen un poco. Confieso que tenía también algo de vidente. Facultad a la que no hice mucho caso porque siempre me fallaban los grandes, el Real Madrid, el Barcelona, y poco más, que en aquella época no existía liga de las estrellas.

Tuvieron la gran suerte de que con los aciertos fijos que les di, acertaron por casualidad algunos otros, con lo que llegaron a cobrar cuatro perras en las quinielas. Esto les animó tanto que me ataban todas las semanas al maldito árbol, obligándome a decirles la quiniela de 1 a 2, pasando por la X. Se volvieron avariciosos. Querían acertar un pleno en solitario. Me harté de tal manera que cada vez que me ataban al árbol les levantaba unas jaquecas de padre y muy señor mio. Así conseguí que me dejaran en paz.

¿Qué cómo quedará el Real Madrid el próximo domingo? Apunte...Cero-dos. Y juega en casa... No, no me pregunte más detalles. Y déjese de tonterías. ¿Qué es eso de hacernos millonarios a medias?...La telepatía se practica por amor al arte, no para hacerse uno millonario. Vaya tomando nota.

Y ahora me despido hasta una próxima carta mental, que será más larga y enjundiosa, porque ahora ya no bloquea su mente como acostumbraba. Ninguno de los dos sufrimos las correspondientes jaquecas y así es un placer charlar un rato. Esto de la telepatía es como el zampar, que todo es empezar.

Un abrazo, coleguilla.
Suyo afftmo.
El telépata loco.





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