martes, 25 de septiembre de 2018

3001 ODISEA DE LA JUSTICIA II




ESTA HISTORIA

Hola de nuevo. Intentaré ser sobrio. Hay muchos datos que deben ustedes conocer. Como por ejemplo, la razón de que los robots nos reemplazarán.

JAPÓN Y LOS ROBOTS

Japón permaneció durante casi todo el siglo XXI hibernado. De pronto despertó y se puso a fabricar robots como churros y de los buenos. Se dice, se cuenta, que un tal Profesor Cabezaprivilegiada les vendió una especie de fórmula mágica, un algoritmo portentoso, que les permitió solucionar todos sus problemas con la inteligencia artificial.

Sus fábricas se pusieron en pie de guerra y comenzaron a salir robots de todas las clases, tamaños, funciones y posibilidades. Incluso transformaron los objetos inanimados de nuestro entorno. Así construyeron una casa-robot y la pusieron patas. De ahí que el comentario de Tramiteitor cobre ahora pleno sentido. Algunos pisos o casas robotizados comenzaron a acudir a los Juzgados para solucionar problemas con sus dueños o entre ellas. Se vieron obligados a hacerlo por un decreto ley. Hasta entonces solucionaban sus problemas a tiros y no era raro ver dos casas, las piernas separadas, una a un extremo de una calle y otra al otro, con los colts al cinto, dispuestas a dirimir sus disputas a tiros.

Bien, a lo que vamos. En cuanto nuestro gobierno se enteró de que podría hacer un encargo a Toyota Robots Corporation para sustituir a todos sus funcionarios de justicia, lo estudió, lo analizó, hizo cuentas y decidió tirar la casa por la ventana y los presupuestos por la cloaca.

De la noche a la mañana nos vimos en la calle. Cuando salíamos de nuestras oficinas judiciales, cariacontecidos y desesperados, nos encontramos con los robots que entraban. Cada uno tenía nuestra cara y nos sonrieron con sonrisa vil y metálica. Ni siquiera nos ahorraron esa humillación. Emplearon nuestras tarjetas identificativas, donde nos habían obligado a poner la mejor de nuestras fotos, para que los nuevos robots tuvieran aspecto humano.

Quedan muchos detalles más. Les espero en el siguiente episodio.

COMENTARIO DEL PROFESOR CABEZAPRIVILEGIADA


Mentira, vil mentira, maledicencia, cotilleo malsano. Si yo hubiera vendido ese invento a los japoneses ahora sería millonario y estaría en la playa de Hawai, al lado del narrador. ¿Me ven allí? Si yo hubiera podido vender mis inventos portentosos y geniales el mundo sería mío y mucho más acogedor y evolucionado de lo que es. No hagan caso de todo lo que les cuenten.



MÁS DATOS, MÁS, ESENCIALES PARA COMPRENDER ESTA HISTORIA

LOS HUMANOS QUE QUEDAMOS

Nadie sabe cuántos somos ni dónde estamos. El proceso fue imparable. Tras la justicia, la primera que cayó, porque todos la consideraban una rémora (¿qué produce la justicia aparte de papel y un montón de bits desechables?, nada, absolutamente nada, al menos nada aprovechable, productivo, aparte de dolores de cabeza a todo el mundo) fueron cayendo los demás, funcionarios de Hacienda, funcionarios de los cuerpos de seguridad, funcionarios… todos los que había.

No se contentaron con eso. La empresa privada cayó en sus manos y todos los trabajadores del mundo fueron sustituidos por robots. Nadie sabe cuántos humanos murieron de hambre, de humillación, de cólera sorda o luchando por sus derechos en las cloacas de las ciudades. Algunos decidieron ponerse piezas de recambio, cambiaron sus cerebros y se dejaron inyectar programas humanoides. Modificaron sus cuerpos para hacerse tan guapos y delgados como los robots. Se escondieron entre la tropa robótica y trataron de sobrevivir.

Esta fue la primera etapa. Los gobiernos mundiales echaron marcha atrás. Nadie se fiaba ya de que los políticos y gobernantes no acabaran siendo sustituidos por robots. Sacaron decretos leyes a toda pastilla y los humanos supervivientes pudieron regresar del anonimato y recibieron credenciales que les acreditaban como ciudadanos de primera. Algunos regresaron a sus cuerpos, fofos, gordos y feos. Fueron muy, muy pocos. La mayoría decidieron quedarse con sus cuerpos robotizados, aunque muy perfeccionados, para que las manos que los tocaran creyeran a pies juntillas que eran de carne y hueso.

Así este narrador de ustedes pudo reincorporarse a su cuerpo obeso y ponerse este bañador de colorines y buscar trabajo en la industria de la imagen, donde fue recibido con loores y vítores, porque los robots eran muy buenos para casi todo, excepto para imaginar historias, escribir guiones y salirse de la matemática. Y aquí me tienen, más solo que la una, sin una esposa que me acaricie cuando hundo la cabeza en la barriga y lloro. ¿Quién se atreve a buscar esposa con este lío? Yo no, al menos. Seguro que se les pusieron los dientes largos cuando les hablé de los bikinis. Vayan recortándoselos con una lima. La mayoría son robotinas y muy poco humanas. Pónganles las manos encima y notarán cómo su termostato se regula hasta alcanzar temperaturas gélidas. Si continúan con las manos donde no deben se encontrarán convertidos en carámbanos.  En mi caso un carámbano obeso y feísimo.

Aún quedan más datos, muchos más datos. Pero los dejaremos para el siguiente episodio.

COMENTARIO SARCÁSTICO DEL PROFESOR CABEZAPRIVILEGIADA

Este narrador delira. Puede que algo de lo que cuenta sea cierto, acaso mucho, pero los humanos seguimos existiendo y no nos ha pasado nada… al menos a mí. Claro que me pasé buena parte de estos años en mi búnker, inventando sin parar, pero no puede ser cierto, de ninguna manera, que los robots sean tan perfectos (aún no he descubierto ese algoritmo portentoso de que habla el narrador) ni que todo el mundo fuera sustituido por robots, excepto los políticos y los gobiernos. Lo de los funcionarios de justicia me lo creo. No se les permite pensar por sí mismos y eso acaba creando robots, antes o después.




lunes, 17 de septiembre de 2018

QUIJOTADAS VII


         QUIJOTADAS SOBRE LA JUSTICIA




 ADIVINA ADIVINANZA ¿QUIÉN SOY YO SINO SOY SANCHO PANZA?

Tiene mil bocas y un solo “ano” por eso anda siempre estreñida.

La pusieron una venda en los ojos, por eso desde entonces no hace más que dar traspiés.

No tiene corazón y por la boca se le cae papel a borbotones. ¿Qué es?


ADIVINA ADIVINANZA...

Rápida como una tortuga. Cuando llega tu te has ido. Cuando no la esperas, aparece. No contenta a nadie y es la pesadilla de todos.

Si te mira te conviertes en piedra. Si la miras te da la espalda.

Amante de los poderosos, madre de los que incordian, madrastra de los desamparados.

¿Qué es?

ADIVINA ADIVINANZA

Dicen que es una mujer pero le falta dulzura para que la pintura del cuadro tenga el color suave de la fémina.

Dicen que tiene una balanza pero solo pesa entelequias en sus muy equilibrados platillos. A los humanos, a esos solo los pueden pesar los dioses.

Dicen que su equilibrio es casi perfecto cuando se sostiene sobre una pierna para golpear con la otra el trasero que encuentra más a mano, no siempre el más culpable.

Dicen que si fuera hombre otro gallo cantaría, en lugar de balanza tendría en su mano una afilada guillotina.

Dicen que solo en sus sueños lo ve claro porque al abrir los ojos se encuentra siempre con la venda opaca.

¿Qué es?



SI LA JUSTICIA FUERA....SI FUERA...

SI FUERA UNA DIOSA

Sería Juno espiando las infidelidades de su esposo a quien no tiene poder ni para hacer cosquillas, temerosa de sus rayos y en cambio se venga en los pobres e imbéciles humanos que se han dejado seducir por el dios.

UN PROFESIONAL EN APUROS.

Sería el dueño de una lavandería, al pobre se le han estropeado todas las máquinas y se ha visto obligado a llevar toda la ropa al río para cumplir sus compromisos más urgentes con los clientes. Allí se ha puesto un buen flotador y se ha arrojado al agua. Ahora nada y guarda la ropa.

SI FUERA UN MATRIMONIO.

Sería la coyunda de Júpiter y Minerva. El primero no se cansa de lanzar rayos y la segunda tiene la sabiduría suficiente para desviarlos ligeramente de su destino.

SI FUERA UN SUEÑO

Sería una pesadilla en la que todo el mundo baila al son que le tocan menos los invitados, vestidos de frac y miriñaque que solo bailan el vals y cuando ellos quieren.

SI FUERA UN BARCO QUE SE HUNDE

Ya habría repartido los flotadores y las escasas zodiac entre los poderosos, los ricos, los políticos, los aristócratas y enchufados y el hijo de la portera de su casa que va en tercera clase como ayuda de cámara de la roñosa dama.

SI FUERA UN FENÓMENO METEREOLÓGICO.

Sería una tormenta burguesa: llueve sobre el campesino desnudo y descalzo pero no sobre el campo que cultiva; repica en los cristales del palacio para que el mayordomo pueda recoger unas gotas de lluvia para los gladiolos de la marquesa; deja caer sus rayos sobre el que hurta una moneda y escampa encima de la cabeza del delincuente de guante blanco que acaba de afanar mil millones de cualquier cosa; pasa sobre el desierto donde media docena de exploradores intentan sobrevivir y riega los campos del cacique. Inunda los guetos y deja que el sol caliente las playas de los turistas. Es ciclón escogido que nunca toca las mansiones, la tormenta perfecta que arrasa a los pescadores y descubre a los yates de lujo a la lengua. Cuando decide ser justa ya nadie está en su sitio, ni el campesino en el campo, ni el mayordomo en la mansión, ni los guantes blancos en las manos de los estafadores y corruptos, los guetos han sido desalojados, los turistas se han ido a otra parte y los que no se han ido están muertos.

SI ESTUVIERA...SI ESTUVIERA...

Si estuviera sentada todos harían burla de ella por eso siempre está de pie, con la balanza en la mano. Algunos dicen que bajo su larga túnica lleva un taburete para parecer más alta.

SI....SI....

Si te besara sabrían amargos sus labios, si te abrazara te ahogaría, si te sonriera pensarías que quiere algo de ti, por ejemplo que delates al vecino. Si te mirara con sus ojos desnudos sabría qué hay en el fondo de tu alma, por eso se pone la venda.

NADIE...NADIE SE ATREVERÍA...

A acusarla de fulana, aunque dice que a veces se acuesta con los ricos, ni de celestina o alcahueta aunque ha corrompido muchas virginidades, o de plañidera aunque a veces llore por los que ejecuta. Ni de mentirosa aunque sus mentiras las tenga escondidas en la caja de Pandora que San Pedro abrirá en el juicio final. Ni de soñadora aunque en el fondo de su alma, muy, muy en el fondo, siempre ha soñado con la fraternidad entre todos los hombres.



lunes, 10 de septiembre de 2018

3001 ODISEA DE LA JUSTICIA

NOTA/ Por casualidad me he encontrado con este viejo texto, escrito cuando yo era un "gestoreitor" de la justicia, antes de llegar a la dulce jubilación. Creo recordar que comencé a subirlo a unos foros para funcionarios de justicia que fueron eliminados. Entonces me llevé un buen susto pensando que había sido esta historia la que llevó a su fulminante eliminación, pero creo que no, que me doy demasiada importancia personal. En realidad era muy problemático decir lo que se pensaba y para decir lo que no se piensa, mejor nos callamos. Creo que yo no era el único que prefería decir lo que pensaba o ser callado que bailar el agua o ser políticamente correcto o decir lo que uno no piensa pero es conveniente que diga. Ahora, ya jubilado, gracias a Dios, creo que ha llegado el momento de sacar mis textos sobre la justicia, que mi subconsciente escondió en lugares ocultos de mi ordenador para no caer en la tentación de decir lo que pienso. Siempre estuve convencido de que a los funcionarios, especialmente a los de Justicia, se nos amordazaba con la disculpa del secreto profesional, de que los servidores de los ciudadanos no pueden protestar y decir que la Justica está mal, muy mal o rematadamente mal. Tampoco me gustó nada que no pudiéramos escribir o se nos pusieran toda clase de obstáculos para ejercitar las artes creativas. Entiendo que tal como están los tiempos cobrar por ser creativo, además del sueldo de funcionario, suena bastante mal, y sin embargo se permitía a los jueces y secretarios y fiscales dar clases en la universidad, enseñar en algunas academias privadas y otro tipo de actividades como las conferencias. Me preguntaba si yo, una nulidad jurisprudencial, no podría aportar también mi creatividad y mi opinión al problema de la Justicia. Hemos visto la que se ha liado con algunas sentencia y con los sempiternos problemas de la justicia, hasta el punto de que hasta los jueces se han declarado en huelga. Ahora que ya no soy funcionario, solo pensionista, espero que pueda opinar libremente y aportar mis textos creativos, por ver si esto puede tener remedio algún día de estos. En este caso el humor lo preside todo, incluso la oficina judicial. He encontrado también algunos textos más serios y dramáticos, como una serie titulada "Cárcel de alta seguridad", que también está muy de moda. Creo que entre risas y menos risas nunca viene mal ver cómo se pueden mejorar las cosas, y si no se pueden, por lo menos nos echamos unas risas. Como decía Gila de la guerra, pasar lo pasaríamos muy mal, pero cómo nos reímos. No es una cita literal pero recuerdo aquella frase que me impactó mucho, puede que no podamos evitar las guerras, pero al menos podemos reírnos de ellas. Puede que no podamos mejorar la Justicia, pero unas risas siempre vienen bien. Y me olvidaba de mencionar mi fascinación por la robótica, como he dejado muy claro en otra serie, La rebelión de los libros. Puede que el futuro no esté en la robotización de la sociedad,pero confieso que me fascina la posibilidad de tener robots en casa, como tengo gatos, y hacerme amigo de ellos. Blade Runner también fue para mí una película de impacto, pero hasta ahora no me había reído con los robots, así que he tenido que escribir mi propia historia, si no encuentro una novela a mi gusto... pues la escribo.





3001 UNA ODISEA DE LA JUSTICIA


El robot Gestoreitor BX al cuadrado. Manolín para los amigos, paseaba preocupado por la oficina judicial, las manos a la espalda y la cabeza baja. En un momento determinado se dirigió a su compañero, Tramiteitor AZ al cubo, Alfredín para los amigos, y le comentó:

-Hoy parece que la oficina está vacía. No lo entiendo. Llevamos casi un mes sin que nadie asome la cabeza por la puerta.

Tramiteitor alzó la testuz robótica de su ordenador, una vieja antigualla del año 2000 (a pesar de que en la década anterior se hizo un gigantesco esfuerzo presupuestario y se reemplazó a todos los funcionarios por robots, lo cierto es que el déficit les dejó en blanco, impidiéndoles renovar mobiliario y ordenadores, las oficinas parecían destartalados cuchitriles)y con una sonrisa mitad cínica, mitad metálica, le respondió:

-No sé si eres tonto, Gestoreitor, o te lo haces. Desde que te comenté el episodio de Salomón, el bebé y las dos madres que lo reclamaban (el episodio histórico más conocido sobre la justicia perfecta) no dejas de partir por la mitad todo lo que asoma por la puerta: matrimonios, hijos, pisos… ¿Y aún te asombras de que llevemos más de un mes sin una denuncia o demanda que llevarnos a la boca?

-Uuummmm. Creo que me pasé un poco. Lo reconozco.

EL NARRADOR







TIEMPO

Año 3001. Hacia finales del mes de febrero.

LUGAR

Hawai. Una playa. Concretamente donde se rodó la serie, ya clásica, de Perdidos.



Hola a todos. Me voy a presentar, porque es de buena educación hacerlo cuando no te conocen. Soy el narrador de esta saga y me encuentro en la playa antes mencionada, sentado en una tumbona, con un portátil. última generación de Microjet Corporation, en el ragazo y tapado con unas gigantescas bermudas de colorines para disimular mi barriga.

Para mi desgracia soy uno más de los funcionarios de justicia que fueron despedidos sin indemnización y reemplazados por robots hace casi una década. Me dedico a escribir, pero no relatos o novelas o poesía. La literatura ha desaparecido, tragada por la imagen. Sin embargo aún son necesarios guionistas para películas, series de televisión o videojuegos. Por suerte hasta para unir dos imágenes se necesita cierta clase y un buen narrador. A eso me dedico y no me va mal, aunque tampoco muy bien.

La idea de escribir esta saga se me ocurrió hace unos días. Tuve que implantarme en la barriga un termostato para regular la temperatura corporal (la razón la conocerán más adelante) y eso me arruinó. Necesitaba escribir algo que pudiera transformarse en un éxito, como Perdidos, y tras darle muchas vueltas al magín, encontré la solución. ¿Qué tema conozco mejor que los demás? Sin duda de la Justicia, no en vano fui funcionario más de treinta y cinco años.

Así que decidí narrar mi amarga historia, la de mis compañeros y también, ¿por qué no?, la de mis estimados colegas robóticos. Y en ello estoy. Escribo cinco minutos y el resto de la hora me lo paso viendo pasar bikinis y más bikinis. Sí, soy un machista, lo reconozco. Lo paritario sería que mi esposa se sentara en la tumbona de al lado para ver pasar tangas y más tangas, o sea guapos mozos. ¿Qué más quisiera yo!

Apenas sobrevivimos unos cuantos millones de humanos en el planeta Tierra. Entre el cambio climático, las luchas intestinas por el poder y un montón de causas más, que sería prolijo enumerar aquí, las máquinas nos invadieron y uno se las ve y se las desea para saber quién es máquina y quién humano. De momento ustedes piensen que si fuera máquina no tendría esta barriga, ni estaría calvo, ni portaría unas bermudas, tan horrorosas. Piénsenlo de momento, porque al final a lo mejor se llevan una sorpresita, como en Perdidos.

Pero antes de proseguir con la historia necesito darles algunos datos esenciales para que puedan entenderla. A eso me dedicaré en el siguiente episodio. Nos vemos…

sábado, 1 de septiembre de 2018

MI PRIMERA NOCHE CON KATHY Y IX



CRAZYWORLD
MI PRIMERA NOCHE CON KATHY/ CONTINUACIÓN Y FINAL DE ESTE SABROSO CAPÍTULO
Tal vez nunca me hubieran encontrado en aquella cabaña, ni siquiera aunque algún turista se hubiera perdido en verano, porque estaba abandonada y la zona repleta de avisos sobre el peligro de los osos, pero fue el frío el que aguzó mi entendimiento y además de obligarme a salir de allí antes de quedar congelada el próximo invierno me sugirió esconderme en un circo, donde pasaría más desapercibida que un fin de año en Times Square. Escogí el circo del sol en Canadá, donde fui acogida como una querida hija y entrenada en toda clase de escaladas y funambulismos. Para mi sorpresa tenía una especial facilidad y capacidad para todo lo que supusiera doblar el cuerpo como una serpiente. Para mí que las extrañas hormonas sexuales con que fui dotada o maldecida por la tiranía de los genes habían ablandado y flexibilizado de tal forma mi cuerpo que actuaba como si no tuviera huesos cuando así lo requería la situación y como si los huesos fueran muelles cuando el cuerpo se veía forzado a saltar. Por suerte no tuve que convencer al director con mi berenjena, en aquel circo eran bien acogidos cuantos desearan entrar y demostraran servir para algo que no fuera pasar la escoba por el suelo de la carpa. Mi simple atractivo físico y mi osadía me granjearon el favor de todos sus componentes y puesta a prueba para descubrir mis habilidades naturales u ocultas resultó que sería capaz, tras un fatigoso entrenamiento –porque en el circo no hay don que no se obtenga con el trabajo más denonado- de destacar en cualquier número circense que requiriera flexibilidad del cuerpo, facilidad para escalar cuerdas, muros o lo que fuera o en doblarme y retorcerme para entrar por pequeños agujeros o encerrarme en diminutas cajas o cajones.
Una vez que fui etiquetada y aprobada pasé al entrenamiento con el encantador matrimonio que realizaba un número especial consistente en escapar de la prisión de un tortuoso castillo medieval. Me prometieron formar parte del número pero antes tendría que demostrar mis facultades. Mientras tanto sería una especie de bailarina del coro de contorsionistas, funambulistas, escapistas y escaladores que conformaban el espectáculo general. Así me inicié en una de las experiencias más duras y desalentadoras a que puede enfrentarse un ser humano, la de dominar su cuerpo rebelde privándole de todo, de placeres y sabores, y sometiéndole a una tortura diaria de horas y horas, un trabajo que pocos aprecian y a los que deberían ser sometidos todos los políticos y millonarios del mundo.
No te digo que no fuera acechada, acosada y perseguida como cualquier mujer en cualquier parte del mundo y en cualquier situación. Incluso las que se consideran feas pueden ser perseguidas a la carrera por machos rijosos en ayunas. No parece que las mujeres hubiéramos nacido para otra cosa que para contentar sexualmente a cuanto macho haya malparido la madre naturaleza. Más las que fuimos dotadas por la madrastra naturaleza con dones de los que podríamos prescindir tranquilamente si nos dejaran. Sufrí con paciencia lo que mi condición requería y no me dejé tentar por el oro del placer promiscuo y culminante, ni por el vicio adictivo del sometimiento del macho matón y perdonavidas. Aunque mi necesidad del placer sexual se había recrudecido con tanto sexo promiscuo como tuve que soportar, era muy consciente de que cualquier incidente con algún macho del circo podría hacer que el rumor se extendiera y llegara a las orejas de elefante del Mr. Arkadin.
Para evitarlo, aparte de una castidad castrense, de tropa sometida al bromuro diario, sugerí mi vestimenta, un uniforme de catwoman, de cuero negro, con antifaz y todos los adminículos pertinentes, que me sentó tan bien, cuando me lo probaron en la sastrería del circo, que todos estuvieron de acuerdo en que podían prescindir tranquilamente de lo que desentonaría en el conjunto, teniendo en cuenta su efecto en los espectadores machos, poco numerosos y a los que pensaban atraer con una campaña de la que yo sería la efigie. Y así me convertí en la catwoman del cirque du Soleil y así permanecí durante un par de años felices, a pesar del agotamiento del entrenamiento diario y de los numerosos espectáculos que dimos por todo el mundo, viajes que agradecí porque fuera de las fronteras USA solo podría ser perseguida por la CIA, librándome de los demás cuerpos de seguridad intrauterina de la gran madre federal norteamericana. Esperaba que Mr. Arkadin me dejara en paz, teniendo en cuenta que no había hecho uso de las grabaciones en mi poder y ello debería indicar a aquel cabeza de chorlito que no las utilizaría si se me dejaba en paz. Con el tiempo hice varias copias que dejé en varias cajas de seguridad de varios bancos, así como notas en notarios de toda laya autorizándoles para remitir copias de las grabaciones a los medios de comunicación en cuanto se enteraran de mi muerte. Y todo ello sin olvidarme de llevar las grabaciones más vergonzosas sobre Mr. Arkadin en un pendrive escondido en el tacón de mis zapatos de catwoman, solidez a toda prueba, creados en exclusiva para mí por el zapatero del circo, quien se vanagloriaba de haber creado zapatos para elefantes que no pudieron ser destruidos por estos paquidermos a pesar de sus zapatazos constantes.
Así podría haber agotado el resto de mi vida, cambiando con los años a números menos flexibles, de no haber sido por una inesperada circunstancia que lo trastocó todo e hizo que me descubrieran los que me perseguían y no lograban dar conmigo. En el circo del Sol no suelen ser habituales los números con animales, tal vez por miedo a los animalistas o porque prefieren la creatividad en lugar de la animalidad esclavizada. Por desgracia a un imbécil se le ocurrió un espectáculo con muchos animales y de esta forma se vino abajo mi castillo de naipes. Ocurrió que los animales macho, todos con mucho olfato, unos más y otros menos, debieron de percibir el peculiar olor que destilaba mi sexo, especialmente con la regla, y no dejaron de bramar, aullar, maullar, ladrar o lo que fuera, en sus jaulas, y en cuanto les abrían la puerta me perseguían como si fuera su hembra en celo, una hembra multiforme y bienvenida para cualquier especie.
En cuanto la noticia saltó a los medios una noche fui raptada, secuestrada, cloroformizada y trasportada hasta el cuartel general del FBI. Allí se me trató muy bien, a la espera de que el fiscal general encontrara algún delito que achacarme que no fuera el de incendiaria del laboratorio del profesor Cabezaprivilegiada, porque de esta forma muchos se verían implicados y el que más Mr. Arkadín. Fue éste quien sobornó al director y de esta forma fui dada por fugada y tal vez muerta, cuando en realidad había sido entregada al monstruo, quien, como supe posteriormente, había acelerado el remate de las obras de Crazyworld solo para poder encerrarme allí. De esta forma fui de los primeros huéspedes o pacientes. Y aquí sigo, pagando una culpa que nunca tuve y que deberían pagar todos los machos del mundo y la hembra naturaleza, la más culpable.
Detuvo su voz musical y se hizo un profundo silencio. Entonces observé que todos los aullidos, alaridos y demás gruñidos que habían sonado en Crazyworld durante horas se habían acallado y tal vez llevaran así mucho tiempo, algo que no fui capaz de observar, engatusado por el relato de Catwoman. Ahora que había callado este silencio se me hizo especialmente ominoso. Había permanecido todo el tiempo lo más alejado de ella, con la espalda pegada a la pared. Desconociendo a cuántos metros podía llegar el profundo olor de su sexo y atolondrarme hasta echarme en sus brazos, había reculado todo lo posible, incapaz de soportar otra sesión. Ella debía ya de estar acostumbrada a estas conductas patológicas porque hizo como si no le pareciera raro y permaneció en el borde del lecho, desnuda, sí, pero discreta, narrando todo lo que tuvo a bien contarme.
Me sentí como delirante, incapaz de comprender lo que había pasado, de aceptar que Kathy o Catwoman fuera tan diferente a como yo la había imaginado. Hablaba como una mujer muy inteligente y además lo era, también valiente, con temperamento, de armas tomar, incluso su vocecita apocada, aguda y un poco tonta, se había transformado en una voz sugerente, hipnótica, que sin dejar de ser sensual y muy femenina, daba confianza, como los grandes ejecutivos multinacionales, más diría que mucho más, desde luego yo me fiaría más de ella que de todos rasca-poltronas del planeta. Claro que yo no podía saber aquello porque mi amnesia seguía presente, muy vivita y coleando, aunque bastante retorcida y sutil. De todo lo que me había contado Kathy no sabía de la misa a la media y no recordaba nada o casi nada. No sabía qué era Alaska ni el circo del sol, ni los taxis, ni los coches de alquiler a través de la Red, suponiendo que los hubiera, ni los pendrives o discos externos, ni… por no saber no debería ni haber sabido cómo se practicaba el sexo, pero eso nunca se olvida, como montar en bicicleta, suponiendo que yo recordara qué era una bicicleta.
No llevaba ni veinticuatro horas en Crazyworld… bueno, tal vez alguna más, pero no muchas, y ya había vivido no solo una vida, sino varias y las que todavía me esperaban. Me sentía viejo, muy viejo, y al mismo tiempo niño, muy niño, indefenso, necesitado de chupete, mejor dicho, de un buen pezón y una buena teta… Y conforme pensé esto no pude evitar mirar los pechos de Kathy, allí, frente a mí, al descubierto, deliciosamente expuestos e invitándome a refugiarme en ellos. Necesitaba una mamá que me protegiera, necesitaba que me consolara a sus pechos, necesitaba que me alimentara de esperanza. Ella me miraba, tan pasmada como invitadora, intentando imaginar qué pasaba por mi cabeza, sin conseguirlo y de pronto… no pude resistir más. Me arrojé sobre ella, busqué sus pechos, sus pezones, busqué su cuerpo acogedor y… encontré todo lo que buscaba y más, porque en cuanto mi glande desnudo husmeó a la entrada de su cálida cuevita todo el mecanismo tan conocido y depredador se puso en marcha y no puedo contarles nada más, ni el tiempo transcurrido o por transcurrir ni las altas cotas de placer alcanzadas, ni los orgasmos alcanzados o por alcanzar, como las cotas de los ochomiles logradas una y otra vez, casi sin bajar de una para estar ya en la cima de la otra.
Solo puedo decirles que en algún momento, no sé en cuál, mi cuerpo sufrió un espasmo y perdí la consciencia, sufrí un desmayo, un mareo, un síncope, un soponcio, o lo que fuera y caí en la más negra de las noches. Por suerte pude despertar, pero cómo lo hice y qué ocurrió después es algo que les contaré en el capítulo siguiente, ahora necesito reponerme, permanecer un poco de tiempo más en esta oscuridad sin recuerdos, sin sueños, sin nada que, que, que…
No se pierdan el siguiente capítulo, titulado “Primer asesinato en Crazyworld”.
FIN DEL CAPÍTULO TITULADO MI PRIMERA NOCHE CON KATHY

FIN DEL LIBRO PRIMERO
Enlace para bajar el libro primero de Crazyworld en PDF

MI PRIMERA NOCHE CON KATHY VIII

MI PRIMERA NOCHE CON KATHY VIII
CRAZYWORLD
MI PRIMERA NOCHE CON KATHY/CONTINUACIÓN
Los hombres creen que para las mujeres el sexo es algo tan repugnante que solo consentimos cuando hay algo tan importante que nos compensa hasta el abrirnos de piernas y sufrir la brutal embestida del macho, ya sea una vida acompañada, un estatus social y económico, un futuro sin riesgos, o nuestro instinto maternal que nos impulsa a tener hijos y cuidar de ellos como si nuestras vidas no tuvieran sentido sin contribuir a la supervivencia de la especie humana. Están convencidos de que solo ellos pueden disfrutar del sexo sin remordimientos, sin responsabilidad, sin justificarse con el sentimiento, con el romanticismo, con la entrega de quien está tan enamorada que puede entregar su cuerpo sin esperar nada a cambio, porque somos tan tontas que nos enamoramos de los que menos se lo merecen, de los canallas, de los maltratadores, de las bestias sin entrañas. Creen que permitimos que nos esclavicen porque no podemos vivir sin el maravilloso amor y si para alcanzarlo tenemos que engañarnos hasta la estupidez más sorprendente, lo hacemos. Ellos, en cambio, pueden disfrutar del sexo sin sentimientos, sin necesidad de engaños, sin la menor responsabilidad, sin enamorarse, sin sentir nada que no sea el placer que buscan con ansia porque dura poco y es aburrido. Por eso necesitan la variedad, la busca del nuevo cuerpo, pescado con el anzuelo de su supuesto irresistible encanto. Los hombres nos desprecian porque creen que renunciamos al sexo si no viene acompañado de algo misterioso, profundo, eterno. Les parece algo tan estúpido como quien esperara a estar enamorado de un menú para comer. El hambre debe ser satisfecha siempre, de cualquier manera, con cualquier cosa, no se puede vivir sin comer, aunque sea rebuscando en los cubos de basura. Por eso no les importa obtener sexo de cualquier manera, rebuscando en la basura, pagando como si se tratara de un menú, más o menos caro, en un bar de carretera o en un restaurante de lujo. Según ellos las mujeres somos idiotas porque nos dejamos engañar por la locura del amor, porque no disfrutamos del placer sin entregar al tiempo nuestras almas, nuestras vidas, todo lo que somos.
Yo también llegué a pensar así, escuchaba a mi madre hablar con el reverendo, con otras mujeres, y me parecía tan obsceno el sexo sin amor que lloraba por las noches, imaginando que nunca encontraría al hombre de mi vida, porque los hombres son todos iguales, miserables que venderían a su madre por introducir su trocito de carne erecta en una cueva diferente cada noche. Pero la monstruosidad genética que me tocó en suerte acabó haciendo que me burlara de todas aquellas estupideces. No necesitaba estar enamorada para que cualquier miembro, incluso los más raquíticos y timoratos, me hiciera llegar al éxtasis. No podía creer en la monogamia romántica porque sabía que cualquier pene que me rozara el sexo sería irresistible para mí. Una monstruosidad genética había cambiado para siempre mi forma de pensar, mi psicología, todo lo que mi santa madre me había inculcado durante años y años. Los hombres se habían aprovechado de una circunstancia concreta que había puesto de relieve las ventajas de su biología, que había hecho más liviana su condición sexual. Se aprovecharon de las circunstancias históricas y de la imperiosa necesidad de la humanidad de sobrevivir, castigando a las mujeres con una carga biológica que no se merecían, mientras ellos disfrutaban del placer y se ahorraban las consecuencias. Nunca comprendí que la naturaleza fuera tan cabrona y si soporté durante un tiempo los experimentos de aquel nazi idiota, el profesor Cabezaprivilegiada, fue porque llegué a pensar, ¡ingenua de mí!, que el destino iba a hacer morder el polvo, iba a vengarse de tanta miserable desvergüenza, haciendo que algún experimento se trastocara y aquellos idiotas acabaran sufriendo un infernal cóctel de hormonas que transformaran sus vientres en receptáculos de los nuevos bebés del futuro. Sí, me abandoné al delirio, pensando que acabarían transformándose en mujeres, en seres hermafroditas, que de alguna manera la naturaleza se vengara de siglos de castigo a las mujeres por algún torpe error genético.
Solo cuando me convencí de que ni la cabeza más privilegiada en la personalidad más mezquina y miserable ni la torpeza infinita de sus adláteres, ni la infinita avaricia y lujuria de Arkadin y los suyos, iban a propiciar una sentencia tan justa, me decidí a utilizar sin la menor vergüenza y sin el más mínimo sentimiento de culpa el arma que la naturaleza, por error u omisión, había puesto entre mis piernas. Diseñé una estrategia y la fui cumpliendo paso a paso. Nunca hubiera podido desactivar las medidas de seguridad por mí misma, así que me fui haciendo poco a poco con las llaves de todas las puertas que me encerraban. Nada más fácil que ir seduciendo, discretamente, a todos los hombres, a todos los machos, que me separaban de la libertad. Primero fueron los celadores que me vigilaban noche y día, dándome de comer en mi celda, observando constantemente que mi cuerpo no traspasara las paredes ni que mi astuta mente no hubiera encontrado la forma de suicidarme a pesar de que sus manazas cacheaban mi cuerpo cada vez que entraba y salía de aquella amplia y lujosa celda, de la que no tengo queja. Seduje al celador de mañana, luego al de tarde y finalmente al de noche. En cuanto sus disparejos miembros viriles entraron en contacto con mi clítoris y fueron atrapados por mi berenjena, se convirtieron en mis esclavos. Podía pedirles cualquier cosa, en cualquier momento, a cambio de unos minutos de sexo, y lo obtenía entre reverencias y baboseos repugnantes. Luego fueron los adláteres del laboratorio, porque antes de fugarme quería destruir aquel laboratorio infernal donde los nuevos nazis pretendían la conquista del planeta, esclavizando a todo el mundo con el irresistible sexo artificial generado por mis hormonas extraterrestres.
Los últimos fueron los informáticos que habían diseñado las medidas de seguridad y las seguían manteniendo con una observación meticulosa día a día. Te ahorraré los sórdidos detalles del proceso de conversión de aquellos especímenes idiotizados en zombis sexuales. Como un pulpo de mil tentáculos podía alcanzarlo todo y solo me quedaba esperar el momento oportuno para fugarme de aquella prisión regentada por el más nazi entre los nazis, cuando el destino me alcanzó como un rayo. Tal vez había esperado demasiado tiempo, teniendo en cuenta la lujuria desenfrenada y el poder brutal de Mr. Arkadin y sus millonarios locos, porque una vez que comprendieron que la genialidad de John Cabezaprivilegiada no sería capaz de alcanzar el éxito, bien porque era una tarea ni siquiera al alcance de la diosa naturaleza o bien porque tal vez la cabeza de John no fuera tan privilegiada como les parecía, decidieron que al menos iban a sacar provecho de aquella inversión condenada a la bancarrota y sin la menor ética, compasión, ni humanidad, me convertí en su esclava sexual. Me trasladaron a una zona que habían construido en secreto, por eso ninguno de mis seducidos pudo darme razón de ello, y que poco tenía que envidiar al palacio de las mil y una noches. Allí me visitaban a cualquier hora del día o de la noche para gozar de mis favores sexuales. El primero fue Mr. Arkadín que se vio sorprendido por la experiencia más celestial o infernal, según se mire, que le fue dado experimentar a macho humano alguno. Lo que él no pudo imaginar fue que el amo se convirtiera en esclavo, la esclava en ama, el violador en violado, el poderoso en indefenso bebé y el portador de las llaves en la cerradura más violada del planeta. Ocurre con los poderosos lo que a los poderosos insectos polinizadores que creen haber encontrado la flor más hermosa y perfecta, más indefensa y al alcance de sus aguijones, sin darse cuenta de que están siendo atrapados por la más sutil y carnívora de las plantas insectívoras. Seguramente Arkadin pensó que podría disfrutar de mi berenjena el tiempo que quisiera, alcanzar el éxtasis, repetir una y otra vez, cuando él quisiera, sin caer en la adicción que sufren todos los que se creyeron poderosos guerreros, capaces de cortar cualquier nudo gordiano que les saliera al paso.
El guerrero que se cree más poderoso es el que acaba siendo abatido más fácilmente. Mr Arkadin acabó comiendo en mi mano, suplicando por una sesión de sexo con mi berenjena, aunque solo fuera un minuto, ofreciéndome sus millones, ofreciéndome el mundo y sus pompas. A duras penas soportaba que me visitaran su rebaño de millonarios, a quienes había prometido gozar de aquella rara flor que la loca naturaleza había ofrecido a los machos en toda la historia humana y que tal vez nunca se repetiría. El laboratorio se transformó en un congreso demoniaco, donde todos perdieron sus formas y las palabras callaron, dando lugar a los hechos más sanguinarios y brutales. Solo me quedaba el profesor, tan puritano, tan nazi él que era capaz de las mayores atrocidades pero incapaz de unos minutos de sexo. Me vi obligada a ordenar a mis esclavos que me lo trajeran al lecho, que lo desnudaran de la forma más desvergonzada y humillante posible, que lo ataran al lecho y que todos formaran un gran círculo a nuestro alrededor. Me monté sobre él y masajeé su endeble apéndice que solo reaccionó cuando dejé el glande al desnudo y lo masajeé sobre mis labios, arriba y abajo, hasta que mi clítoris fue creciendo hasta alcanzar el tamaño de una berenjena que atrapó su erección como una planta insectívora el aguijón del insecto y con gran placer por mi parte lo cabalgué, domeñé y le hice suspirar, gemir, gritar, pedir socorro, hasta que su rostro se desfiguró por el placer y el remordimiento y el santo puritano se transformó en el demoniaco nazi que era y que ocultaba a los demás y así mismo.
Había ordenado una grabación exhaustiva de todo lo ocurrido en aquel dormitorio de las mil y una noches a un informático especialmente esclavizado. Lo quería todo, desde todos los puntos de vista posibles y hasta en panorámica circular con una cámara disimulada en el techo bajo la forma de una discreta lámpara. Elegí las primeras horas del alba, cuando todos dormían, para fugarme de aquella prisión nazi. Desperté al informático baboso y domeñado, le hice entregarme todas las grabaciones en discos duros de varios terabytes y dejar abiertas todas las puertas de las instalaciones y le pedí que se fuera a mi habitación-prisión, se bañara concienzudamente y me esperara despierto y desnudo en la cama. Yo mientras tanto me dirigí al laboratorio, destruí todas las muestras recogidas de la exudación de mi clítoris, dejé libres a todas las cobayas y monos de laboratorio y provoqué varios cortocircuitos, por si alguno fallaba. Sin querer saber nada de las consecuencias me deslicé como un fantasma silencioso hacia la salida, vestida con la ropa de una de las limpiadoras que acostumbraba a dejar en su taquilla del vestuario, como copia de seguridad, porque en aquel maldito laboratorio lo más imprevisible podía ocurrir en cualquier momento.
Decidí tomar un taxi con el metálico que había ido sisando de los millonarios y especialmente de los bolsillos de la bata de Cabezaprivilegiada que acostumbraba a tener llenos y que nunca contaba. En la ciudad más cercana tomé un autobús enrevesado que daba vueltas y más vueltas por todos los pueblos de la zona, sin saber nunca cuál sería el recorrido, porque cada día era distinto. Me apeé donde me pareció oportuno, alquilé un coche y me dirigí en línea recta desde el parking de la empresa hacia el punto cardinal hacia el que miraba el morro del vehículo. Llegué a una gran ciudad de la que no quise saber el nombre, tomé un tren hacia la costa, cualquiera, luego un avión hasta Alaska, donde permanecí un año escondida en una cabaña de madera cerca del monte Denali. De vez en cuando me acercaba a un hotel del parque donde pasaba varios días consultando en Internet todas las noticias referentes al incendio del laboratorio, a Mr. Arkadin, al profesor y a mí. De esta manera supe que el laboratorio había quedado arrasado, sin que nadie pereciera gracias a la intervención rápida de los bomberos, que ocupados en salvar al personal nada pudieron hacer por las instalaciones a pesar de los desaforados gritos de Mr. Arkadin y de las cuantiosas recompensas que ofreció al cuerpo de bomberos y que luego extendió a los cazarrecompensas, a la mafia y a todo aquel que pudiera dar razón de mi paradero. También intervino el FBI, la CIA, la ATF, el Servicio Secreto, la U.S. Border Patrol, los Rangers, los Marshals y la agencia Pinkerton, y eso que yo sepa. Millones de ejemplares de un pasquín con mi foto fueron repartidos hasta en los servicios públicos. Debo decir que al menos Arkadín tuvo el detalle de elegir la foto que más me gustaba.
Continuará… más bien pronto que tarde.