miércoles, 15 de mayo de 2024

TEATRO HUMORÍSTICO III

 


      
    


             TEATRO

 ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA GUERRA PSICOLÓGICA

DRAMA BUFO EN UN PRÓLOGO Y TRES ACTOS

 

                  ACTO I

 

          ESCENA PRIMERA

 

ACOTACIÓN DEL AUTOR

 

Cuando se alza el telón, de haberlo, o se enciende el primer foco, vemos al bufón subconsciente, vestido con la misma ropa que en el prólogo. Su típico gorrito tiene pegado a la borla un juego de pequeñas campanitas que suenan cuando se mueve.  

Está sentado sobre un tablón del andamio, escuchando con una sonrisa los primeros compases de la novena sinfonía de Beethoven. El foco de luz roja que se ha encendido le busca por todo el escenario. Cuando lo encuentra  se fija en él y de allí no se mueve.

El bufón se pone en pie, saluda a los espectadores y da una carrerilla por el tablón. Luego toma carrerilla, da un salto de saltimbanqui y cae de pie sobre el suelo del escenario. Es un salto arriesgado por lo que se recomienda que el actor que lo interprete tenga algunas cualidades circenses.

Una vez allí, hace una profunda reverencia, muy exagerada, que casi hace que su frente toque los pies.  La música se detiene y se hace un profundo silencio.

Conforme el bufón subconsciente declama su parrafada otros focos de luz blanca se centran en la gran pantalla de video que va descendiendo desde el techo. En momentos muy concretos de su intervención, que se acotarán, las paredes de la oficina burocrática, donde se desarrolla este drama bufo, irán descendiendo del techo, o ascendiendo del suelo, según el montaje. Lo mismo sucederá con el mobiliario, que será iluminado por el foco correspondiente.

 

PRESENTACIÓN BUFONESCA

 

Antes de que se inicie esta tragedia bufa permítanme que les haga una pequeña presentación. No será muy larga. Intenten no moverse en sus butacas.

Como ven hay una pantalla de video a mis espaldas. En ella contemplarán algunas escenas grabadas por cámara oculta. Imagínense que las he grabado yo, el bufón subconsciente, y olvídense de la lógica realista a la que están tan acostumbrados. Esta es una pieza teatral de vanguardia, experimental, surrealista, bufonesca… Por lo tanto no le pidan imposibles. La ficción tiene sus reglas y si no les gustan levántense de sus butacas, salgan a la calle y allí empápense de realidad. No les aseguro la ganancia, pero cada cual es libre de satisfacer sus gustos como mejor le plazca.

 

Esta pieza, según me ha contado el autor, pretende mostrarles, con los colores más vivos, la terrible mezquindad que supone cualquier clase de acoso psicológico. No se preocupen, su perspectiva no estará sesgada por ningún dogmatismo previo. En ella tendrán voz todos los intervinientes en el drama bufo del acoso y hasta ustedes, los espectadores imparciales, podrán subir al escenario y expresar su opinión si así lo consideran conveniente. Intentaremos ponernos en la piel de unos y otros y ver qué sienten en sus vísceras y observan con sus ojitos.

 

ACOTACIÓN DEL AUTOR

La pantalla de video se ilumina mientras el bufón continúa hablando. Comienza a exhibirse un video grabado previamente. La primera escena está rodada en un plató que simula una caverna primitiva. En ella dos trogloditas se dan de porrazos con dos buenos garrotes… de goma, naturalmente… para que los actores no resulten lesionados. El director es un poco sádico (ahora que no puede escucharnos) pero no llega a tanto como para poner auténticos garrotes en manos de los actores.

 

Como están viendo a mis espaldas (si algún espectador no ve bien, me apartaré unos pasos para que nadie se quede sin su correspondiente razón de video) las primeras guerras eran muy elementales.  Los contendientes se daban hasta decir basta y el vencedor era aplaudido por los espectadores neutrales, quienes le aceptaban como nuevo jefe de la tribu.

 

En la escena puede verse, efectivamente, como los espectadores trogloditas aplauden a la manera moderna. La incongruencia está expresamente buscada por el autor, no se preocupen. A continuación aparecen imágenes de bombardeos, aviación, disparos de tanques, bombas que estallan por doquier.

 

La guerra fue evolucionando hasta llegar a la guerra moderna. Bombas inteligentes, portaviones, aviones invisibles, armas químicas, biológicas, etc etc. Sin embargo la guerra del futuro, que está llamando a nuestras puertas, no necesitará de la tecnología para nada. Porque la guerra del futuro, créanselo o no, será la guerra psicológica. El acoso, en todas sus formas, inundará nuestras vidas y las armas físicas serán relegadas al olvido.

 

Comienzan ahora a bajar cuatro paredes que forman un wáter o servicio o excusado.  En la pantalla de video puede verse a un hombre, más bien obeso, que permanece sentado en el retrete. Dejo a la libre voluntad del director la posibilidad de que el hombre baje con los paredes y el retrete o que aparezca en el mismo tras un breve apagón del foco que ilumina el retrete.  La pared que da al patio de butacas permanecerá levantada unos segundos para que los espectadores puedan ver que efectivamente hay un hombre en el retrete. En el video se ve la misma escena, en estilo más cinematográfico, diferentes planos, perspectivas, zoom etc.

La guerra psicológica no utiliza más armas que la lengua viperina, las miradas aviesas, los gestos más o menos evidentes y los desplantes, pero les aseguro que es casi tan mortífera como las armas convencionales o más, mucho más. Los soldados del otro lado, normalmente uno o dos como mucho, frente a un ejército de docena o docenas, acaban por refugiarse en las trincheras más esperpénticas de la historia bélica: los retretes.

No se impacienten, no vamos a ponernos del lado de las víctimas o las supuestas víctimas, al menos de momento; ni vamos a rendirnos con armas y bagajes ante sus caritas de niños buenos. No, todos tendrán voz y voto en esta farsa o tragedia bufa. Tan sólo permítanme una penúltima reflexión: ¿no les parecen un poco desproporcionados estos ejércitos contendientes? Por un lado uno y por el otro muchos, docenas o hasta centenas en algunos casos o incluso millares, si me apuran un poco. Eso debería hacerles meditar un poco.

 

La guerra psicológica suele comenzar de la manera más tonta. Alguien se rebela, no se sabe muy bien porqué, y antes de que transcurran algunos días está enfrentado a un verdadero ejército. Incluso en muchos casos no es necesaria ni siquiera la rebelión, sencillamente alguien le cae mal a unos cuantos, éstos comienzan a acosarle, los otros permanecen como espectadores neutrales y acaban por unirse a los acosadores. Tal vez pensando que la soledad es muy mala y que donde mejor está uno es en medio del rebaño, muy calentito y protegido.

 

Bueno… No importa. Comience como comience la guerra psicológica, lo que a nosotros nos interesan son sus efectos, sus causas y sus protagonistas.  Y ahora mientras observan en el vídeo cómo el protagonista de esta historia viaja en coche hacia su trabajo, soñoliento, legañoso y un tanto miedica (le tiemblan las piernas como a Rambo) me permitirán que me retire un instante, mientras el decorado y el mobiliario terminan por colocarse en su sitio y podemos dar inicio a la siguiente escena.

miércoles, 8 de mayo de 2024

EL HOMBRE-SUEÑO III

                                                             CAPÌTULO III

 


                               

 

No me importa que me apoden “hombre sueño” a mis espaldas. De hecho ni siquiera me apercibo cuando lo hacen en mi cara -al menos eso creen ellos- y en los últimos años he llegado a ser un especimen digno de estudio, una atracción de la ciudad donde habitan mis huesos -que no mi mente- al mismo nivel, poco más o menos, que la catedral o las procesiones de Semana Santa, pongamos por caso.


A ustedes-vosotros, los residentes en el mundo de la realidad cotidiana, les interesa saber por encima de todo dónde asienta sus pies cada pedazo de carne humana con el que se las tienen que haber. De otra manera estarian más perdidos que una mente del mundo invisible incapaz de recordar su presunto pasado. Por ello les voy a situar encima del pedazo de suelo que hollan mis pies cuando no pasan a la postura horizontal por la fuerza o la plena y soberana voluntad de su dueño.


Me encuentro,como ya habran adivinado ustedes, en uno de esos edificios tan parecidos en su estructura a un hospital como una gota de agua a otra, si bien existe una clara diferencia entre ambos. Del lugar donde me encuentro no conozco a nadie que haya salido curado, también es verdad que no son muchos los que atraviesan su puerta trasera con los pies por delante y de ellos la mayoría a causa de la única enfermedad consustancial al ser humano, la muerte.


Sí, sí, ya lo sé, me enrollo como las persianas, diran ustedes utilizando un precioso vulgarismo.En efecto, simplemente quería comentarles que me encuentro en un manicomio, loquerío o centro psiquiatrico como quieran denominarlo y soy uno de sus huespedes más conscpicuos: el hombre sueño. Que por qué me llamo así. Sí, amigos, esa es la historia que quiero contarles.


Novoy a remontarme a la infancia, no le interesa a nadie exceptuando a mi doctorcito que no hace mas que preguntarme por mis padres, muertos siendo yo poco más que un bebé, a quienes no recuerdo mejor que la ropita o los juguetes que seguramente tuve a tan corta edad. El hecho escueto  es que yo siempre fui soñador, fantasioso, imaginativo, disconforme con la realidad que me tocó vivir desde que tuve uso de razón -expresión que implica reconocer a los bebés la razón aunque no la usen o más bien no les dejen usarla-. Pero esta capacidad para la imagenieria y el sueño se acentuó hasta llegar a límites patológicos -estas son palabras de mi doctorcito, no mias -cuando tuve la buena fortuna de encontrar acomodo entre la gran caterva de sirvientes del Estado -ente monstruoso de infinitos apéndices desconectados de la cabeza rectora, razón por la cual los funcionarios se esconden en las zonas pantanosas donde el papel timbrado y sellado les sirve de acomodo como a las ratas la suciedad de las alcantarillas-.


Todo el que haya vivido-esa no es la palabra, me disculparán que no busque otra- sentado en una silla cualquiera frente a una mesa o algo parecido de cualquier oficina del pais o el extranjero como decian mis abuelos comprenderá que el paso al que mi naturaleza me conducía era facil de dar en semejante entorno.

 


sábado, 4 de mayo de 2024

LA CANTANTE DE LA TROPICANA III




LA CANTANTE DE LA TROPICANA III










Autor: Cecilia Santisteban Sánchez

Me detiene,
travesías por calles sin cerrojos,
puentes polvorientos de miedo,
miedos de acero.

Me detiene
el agónico mar de silencios,
silencios de salitre
en huesos con brillo.

Me detiene
pasos de escombros sin dueño,
escombros del tiempo
en amores sin rostros.
©sally04

Se acercan las Navidades, fechas entrañables para todo el mundo, incluidos los detectives. El nuestro se pregunta cómo pasará estas Navidades. Seguro que espiando a la cantante de la Tropicana. No son malas navidades, no, para sí las hubiera querido todos estos años pasados en los que ocupó la nochevieja vigilando a un par de matrimonios ligeros de cascos, los dos. Los maridos le encargaron que vigilara a sus esposas y estas que vigilara a sus esposos. Con tanta esposa suelta decidió esposarse al buffet o barra libre del hotel donde las parejas se engañaban mutuamente. Hizo un par de fotos para cumplir y el resto de la noche lo pasó comiendo y bebiendo como un cosaco hambriento en plena Siberia. Lo malo es que tenía la tv muy cerca y tuvo que tragarse el programa de fin de año.

Esta vez el panorama se presenta mucho más entrañable. Seguro que la cantante pasará las fiestas con su familia, recordando al viejo año que se va. De vez en cuando se asomará a la ventana para contemplar la luna navideña y él podrá disfrutar de su rostro silueteado contra la noche. Pondrá unos adornillos a los prismáticos y por un momento se hará a la idea de estar bajo el árbol navideño. Tal vez pueda acercarse y robar algunos manjares y una botella de buen ron. Desde luego estas fiestas no se presentan nada mal. Incluso puede que la cantante de la Tropicana alegre la noche con algún villancico. Y para redondear no es lo mismo un clima caribeño-tropical que estar hundido en la nieve en Suecia, vigilando a un idiota que dejó a su linda mujer mediterránea para irse tras una sueca gorda, que las hay, a celebrar la Navidad. Y es que nadie está conforme con nada. Al menos él no se queja… de momento.


SLICTIK