domingo, 27 de agosto de 2023

DIARIO DE UN GIGOLÓ IV

 




                            EL PUB DE PACO

 

A pesar de lo agradable que me estaba resultando recrearme en la imagen de Amako y lo placentera que fue nuestra intimidad durante los meses que convivimos, la mente, siempre caprichosa, siempre voluble, me impidió retener a la dulce Amako entre mis brazos por más tiempo. Una parte de mi mente parecía muy interesada en rememorar los orígenes, cómo empezó todo, como si de esta manera pudiera encontrar explicaciones que nunca nadie le había pedido, ni yo mismo, o ser absuelta de hipotéticos pecados que yo nunca creí haber cometido. A pesar de que mi vida siempre había sido para mí transparente y cristalina, como el agua fresca de un arroyo de montaña, algo en mi interior, tal vez el “yo” hipócrita, ese que siempre quiere ir con los demás, vayan donde vayan y aunque se arrojen al abismo (¿dónde va Vicente?, donde va la gente?) quisiera a toda costa justificar lo que casi todo el mundo considera injustificable, que alguien venda su cuerpo por dinero y se convierta en un prostituto o gigoló.

Fuera la que fuere la razón que tenía mi mente más hipócrita, pacata y reprimida, parecía estar obsesionada con hacerme revivir unos recuerdos que yo conocía ya muy bien. El pub de Paco estaba situado por la zona de Bilbao, para quienes conozcan la capital, y de cara al exterior no se diferenciaba en nada de los muchos bares de copas del barrio, que entonces comenzaban a llamarse “pub” y que a mí, siempre tan romo para los idiomas, me sonaba como a “puf”. ¿Dónde vas tío? “Puf”, dónde voy a ir, a tomarme una copa. ¿Sería por eso que los llamaban “pufs”? Creo recordar que la aparición de los bares de copas tuvo mucho que ver con el ansia imitativa, anglófila, que nos invadía a los españoles por entonces, imagino que en gran parte debido a los famosos Beatles y al rastro que dejaron aquellos escarabajos o cucarachas, como me comentó un compañero sabiondo y que “fardaba” de hablar inglés como los ángeles ingleses, que era la traducción al español. 

La casualidad, o el destino, o tal vez mi deseo subconsciente de acabar de una maldita vez por todas con aquella miserable vida que llevaba, trabajando en empleos desagradables y mal pagados para lograr juntar lo indispensable para los gastos de matrículas y otros a los que no llegaba la cortísima asignación de mis progenitores, me llevaron aquella noche frente al pub de Paco. Regresaba yo del cumpleaños de un compañero de clase en la universidad al que apenas conocía y con el que solo había intercambiado un par de frases por pura cortesía. Con el tiempo me enteraría de que la invitación había tenido un claro tinte egoísta, con ella buscaba atraer a muchas chicas guapas entre las que hizo correr la voz de que “el guaperas” asistiría. En aquel tiempo me costaba mucho aceptar que pudiera tener algún atractivo para el bello sexo. Fui un adolescente larguirucho, pecoso, granuloso, repelente, como me decían las chicas, y tanto me acostumbré a sus desplantes y burlas, que mi éxito nada más llegar a la universidad me pilló de sorpresa por completo. Además mi desgraciada historia con María me hacía mirar con muchísimo recelo incluso a las chicas más guapas. *

*NOTA DEL EDITOR: Los lectores pueden conocer la historia completa de María, así como la de todas las mujeres que aparecen en esta historia, leyendo “Cien mujeres en la vida de un gigoló” que pueden adquirir en todos los comercios del ramo a un precio módico.


Como decía, regresaba de aquel malhadado cumpleaños al que nunca debí haber ido. ¿Por qué acepté? ¿Puede uno saber porqué elige un camino en una encrucijada y no otro, por qué mover un dedo puede cambiar tu vida y no moverlo significará ser un gris y anónimo oficinista? Nadie conoce el profundo sentido de la vida, ni si hay oficinistas allá arriba que van trazando nuestro itinerario en la vida como un funcionario de justicia tramita la ejecución de una condena, una vez que la sentencia ha adquirido el carácter de firme. Tal vez influyera en ello que me lo pidiera casi de rodillas la supuesta novia de uno de los amigos íntimos del homenajeado. Como supe después, para mi desgracia, la chica al parecer estaba colada por mis huesos y estaba esperando el momento de arrojarse en mis brazos y dar un desplante público y drástico a su novio. 

Apenas conocía a nadie en la fiesta, excepto a la mencionada novia y a un par de amigas suyas. La mencionada novia estaba muy ocupada preparándole la trampa al novio y las dos amigas estaban tan asediadas que me serví un gintonic y me dediqué a observar “el percal” desde un rinconcito a oscuras.

 


viernes, 18 de agosto de 2023

LA ÓPERA DEL LOCO II

 





ACTO I ESCENA I

En la mansión de los duques del Qué dirán, en el planeta Que digan mientras no hagan, en la galaxia Epsilón, buen tropezón.

PERSONAJES

-Los duques de Qué Dirán.

-Su hija Plurabella de Lamermour.

-La condesita Vilenta.

-Lord Mentero, ministro de finanzas.

-Corte duquesal, compuesta de gorrones bien vestidos.

-El bufón del universo.

-El mayordomo ducal.

Música Viderun Omnes de Perotinus Magnus, a tres, cuatro, cinco voces y todas las que sean precisas.

MAYORDOMO DUCAL, TARTAMUDEANDO LIGERAMENTE.

 

Voy, voy a presentarles a…,

 al más famoso bufón del universo.

Voy, voy a presentarles

La más novedosa atracción

De feria de esta galaxia.

Un regalo, un regalo

Maravilloso de los duques

Del Qué dirán.

¡Oh, oh, oh, oh y ah!

No, no nos merecemos este don.

No, no, pero la altísima generosidad

De nuestros ducales gobernantes,

Nos permitirá disfrutar

De esta atracción, ón, ón, ón y ón.

Aquí les presento al bufón.

 

TODOS

Ón, ón, ón y ón, el bufón.

Que el mayordomo suba al escenario,

Que salga el bufón.

On, ón, ón y ón, que salga el bufón.

ACOTACIÓN

Sale al lujoso y muy iluminado escenario el bufón, vestido con ropas elegantes de bufón. Es gordito, es bajito, es barrigón.

TODOS

Ón, ón, ón y ón, es barrigón.

ACOTACIÓN

Hace una profunda reverencia hasta donde le permite su barriga. Luego se queda quieto, mirando a la concurrencia.

TODOS

Ón, ón, ón y ón, ¿Qué hace el bufón?

ACOTACIÓN

El bufón mira a la concurrencia y saluda a los duques, luego se detiene mirando con la boca abierta a su hija, la duquesita Plurabella de Lamermour, bonita, hermosa, parece una rosa. La duquesita mira al bufón con ojos arrobados y lagrimeantes. ¿Qué ve en este ridículo bufón este angelito de Dios?

TODOS

Ón, ón, ón y ón. ¿Qué ve ella en el bufón?

Ella, ella, ella y ella. Que bese la bella al bufón.

ACOTACIÓN

El bufón se retuerce, sufre de nauseas, comienza a vomitar, y de pronto de su enorme boca abierta sale una repugnante sustancia ectoplasmática que se va moldeando, adquiere brillo, conforma las formas de la bella, mientras el bufón se retuerce más y más, sin dejar de mirar a Plurabella de Lamermour.

TODOS

Ón, on, ón y ón. ¿Qué hace el bufón?

sábado, 12 de agosto de 2023

DIARIO DE UN GIGOLÓ III

       


        Inspiré profundamente, retuve el aliento todo lo que pude y espiré, lanzando el aire hacia el velo del paladar, procurando que todo mi cráneo retumbara al tiempo que vocalizaba el mantra. El sonido se expandió dentro de mi cabeza, haciendo vibrar carne y huesos. Cerré los ojos. Repetí el mantra tres veces, tal como me había enseñado la dulce Amako, y luego cambié a otro mantra.

¿Por qué siempre calificaba de dulces a todas las mujeres que me gustaban? ¿Lo era Marta? Debería serlo, a pesar de su carácter fuerte, porque de otro modo no me habría enamorado de ella. ¿Lo era Amako? No tenía la menor duda al respecto. Ella sí era la mujer más dulce y tierna que había conocido. Mi viaje a Barcelona, un regalo de Lily, entre otros motivos, tenía por objeto que una experta masajista japonesa, Amako, me enseñara el masaje shiatsu, y también algo de yoga tántrico. Aunque pocos clientes de Lily sabían que era el tantrismo la mayoría de ellos se quedaban deseosos de que el profesional de turno les diera un buen masaje. Mi patrona, siempre tan avispada y creativa par los negocios, quería experimentar conmigo la posibilidad de ampliar las prestaciones de sus pupilos y pupilas, introduciendo el masaje y alguna novedosa forma de relación sexual. 

Por lo visto Lily ya lo tenía todo pensado desde hacía tiempo y también había hablado con Amako, llegando a un acuerdo económico satisfactorio para ambas partes. Yo recibiría lecciones de shiatsu y tantrismo durante unos meses, ampliables, tanto en tiempo como en disciplinas, siempre con la aprobación de mi patrona. El acuerdo no incluía las clases de yoga mental que Amako decidió darme por su cuenta y de forma gratuita. Me enseñó a relajarme y a practicar técnicas de respiración y mantras, pero sobre todo a meditar, la cumbre de todas las disciplinas mentales según ella, algo que a mí me estaba costando tanto como subir el Everest, de habérmelo propuesto, para cumplir uno de mis sueños utópicos.

Amako fue la más dulce de mis amantes. Nuestra relación era algo muy especial. A mí nunca se me ocurrió pedirle el consabido estipendio (nuestras relaciones sexuales no eran para mí parte de mi trabajo) y a ella nunca se le pasó por la cabeza pedirme un extra por las clases de yoga mental. Por supuesto que si yo le hubiera propuesto cobrarme por las relaciones sexuales ella habría intentado desentrañar mis palabras como si fuera un koan-zén, buscando el sentido oculto. Ella no era una prostituta y su negocio no solo perfectamente legal, sino también moral. Nos hicimos amantes porque nos sentimos atraídos. Eso fue todo. Nos entendíamos casi sin hablar, solo con mirarnos, nos hicimos amigos de esta manera y dimos el paso hacia una mayor intimidad de la misma forma, con una mirada más profunda e intensa.

Nunca podría pagarle todo lo que hizo por mí, lo que me enseñó, ni en dinero, ni mucho menos en “carne”. Eso sí, apreciaba el cariño como el mayor tesoro del que puede disponer un ser humano, tal vez por eso lado podría intentar pagar mi deuda, aunque me llevaría muchos años.

Lily estaba sobre todo interesada en que Amako me enseñara shiatsu, un masaje japonés del que había oído hablar, pero no se decidió hasta recibir lo que debió ser un esplendoroso masaje shiatsu por un japonés (fue un viaje de negocios, aunque mi patrona siempre aprovechaba los viajes también para sus placeres). Estaba convencida de que sus clientes pagarían lo que fuera por un buen masaje, en cuanto lo descubrieran. Se puede decir que yo era un adelantado, lo mejor de su “tropa” según ella. Si luego conseguía darle un masaje aceptable, aunque no fuera como el del japonés, mandaría a más personal a recibir lecciones de Amako, salvo que yo fuera capaz de dárselo a sus pupilas, de pupilos ni hablar Lily, le dije, y ella sonrió con aquella sonrisa suya que lo mismo podía elevarte al cielo que hundirte en el infierno.

Pero me estoy adelantando. Mi mente retrocedió un poco, algo más de un año, para recordarme cómo había comenzado todo.