lunes, 8 de abril de 2024

EL BUSCADOR DEL DESTINO XI

 


Me paso el resto del día en la cama, con dolor de vientre. Me gustaría bajar a la cocina y prepararme una infusión, pero me dan miedo las escaleras, no porque pueda caerme de culo, rebotaría, sino de cabeza, tengo la cabeza dura, pero no tanto como para rebotar en la piedra. Busco las noticias en el móvil. La ola de calor se acerca, cada vez está más cerca, y yo no he comprado ni un mísero ventilador de bolsillo. Lo voy a pasar mal, peor de lo que lo estoy pasando ahora. Me pongo de costado, primero del derecho, luego del izquierdo, luego boca arriba, no me pongo boca abajo por miedo a oprimir el vientre. Las horas pasan, se acerca la noche y no tengo ni pizca de hambre. Pero los gatos sí, oigo maullar afuera, en el jardín y también a la gata que cuida de sus gatitos en casa. Voy a tener que levantarme y eso no me hace ninguna gracia. Lo pienso, lo repienso, lo vuelvo a pensar. Al fin lo hago. Bajo las escaleras con cuidado. Esto no son vacaciones. Antes que nada, caliento agua y me preparo una infusión de manzanilla a la que hecho una bolsita de te verde y otra de tila. No tengo ni idea si estas combinaciones son buenas, posiblemente no, pero me sigue doliendo mucho la barriguita. Dejo que pase el tiempo y la infusión vaya enfriando. Me la tomo con parsimonia, con una calma budista Cuando termino decido dar pienso a los gatos. Salgo al jardín y con un saquito de pienso voy llenando los comederos. Observo que el gato Silvestre anda danzando por allí y es el primero que se pone a comer. Luego llegan otros. Con el tiempo los bautizaré por tribus, porque no se me ocurren nombres particulares para cada uno de ellos. Están los grisines porque todos son grises, los tigrines o tigretines porque son pardos, a mi se me parecen a tigres chiquitines. Puede que no se parezcan pero yo decido llamarlos así y me hacen caso porque vienen a otro comedero. He decidido poner un comedero por tribu, luego me daré cuenta de que no es suficiente y de que no todos los miembros de las tribus se llevan bien. Hay algún que otro blanquito. ¿Cuántos gatos hay en este pueblo? No los he contado y me da pereza contarlos. Me siento en un banco de madera del jardín y enciendo un pitillo. Puede que no sea bueno para el dolor de tripa, pero que le den a la tripa. Me importa un comino pasarme la noche desvelado. Me siento mejor. Será la infusión. Hace calor, pero no tanto. Se acerca la noche y sopla luna brisilla agradable. Se está bien aquí. No pienso pasarme la noche asomado al balcón por si vuelven las vacas y tiran otra vez la valla y me ponen el jardín perdido. Que les den a las vacas, al jardín y sobre todo a mí. Que me den lo que sea, me importa un carajo. Apenas he comenzado las vacaciones, acabo de llegar al pueblo y ya estoy harto. No sé de qué, de todo. Cuando pienso en la suerte que tengo me dan ganas de escupir gargajos sobre todo lo que pase cerca. Por desgracia para él pasa Silvestre y se lleva un gargajazo color tabaco. Sale corriendo, se sube al muro y me mira con malas pulgas, pero vuelve a su comedero que está ocupado con otro gato. Se pelea y el otro sale con el rabo entre las piernas. Esto de dar de comer a los gatos va a ser un problema. Sigo sentado. Enciendo otro pitillo. El tabaco me va a matar, espero que lo haga pronto. No me apetece leer, tampoco escuchar la radio, no me apetece nada. Sigo sentado. Se acerca la noche, debo pensar en cenar algo No se qué, con el dolor de tripa que tengo. El sol se oculta, los gatos han terminado el pienso. Algunos se van, otros se quedan merodeando por allí. Siento una especial ternura hacia ellos. Sentiría aún más ternura por alguna mujer, pero no hay ninguna mujer en mi vida. No sé por qué me pongo romántico, tal vez porque tengo un pico de libido. Siempre he pensado que todos los males se me curarían si tuviera una mujer que me diera cariño y un poco de sexo. No pido mucho, solo un poquito, una pizquita de nada. Empiezo a sentirme realmente mal. No por la barriguita que sigue como antes, sino por lo desgraciado que me siento. Maldigo a la vida, maldigo al destino, maldigo a todo lo que se ponga por delante. Esta vez es un grisín que se me queda mirando como si la maldición no fuera con él, y en verdad que no va por él, pobrecito. Ninguna mujer me quiere y yo las quiero a todas. No hay derecho. Esto se me pasaría con un buen polvo, Pero aquí el único polvo que voy a tener es el polvo del camino. Se ha levantado un viento fuerte que arrastra el dichoso polvo. Decido levantarme y regresar a casa. Me acuerdo que no he dado de comer a la gata. Los gatines comerán de ella, pero ella tiene que comer mucho y bien o no podrá alimentar a esos tragones. Subo pienso y unas lonchas de jamón de York. No puedo pasarme el día subiendo y bajando las escaleras. Tendré que hacer una lista de lo que tengo que subir y bajar, porque de otro modo voy a hacer tanto ejercicio que bajaré de peso. Con mi memoria mejor lo anoto en la agenda del móvil, pero luego me olvidaré de consultarla cada vez que vaya a subir o bajar.

Los gatines se esconden en el armario, he dejado la puerta abierta. La gata mantiene una distancia de seguridad, pero cuando echo el pienso en su comedero y las lonchas de jamón en trocitos hace como que se va a acercar, pero espera a que yo me aleje. Lo hago. Regreso al dormitorio y a la cama. Allí se me ocurre que podría cenar una sopa de arroz, respiñada, como decía papá, con aceite un poco de ajo y una cucharadita de pimentón. Algún sabihondillo me diría, si estuviera por aquí, que eso es malísimo. Mejor arroz blanco a secas. Vale, tiene razón, pero a mí me apetece así el arroz. Luego puedo hacerme un té verde con limón y santas gárgaras. A la mierda con todo. Quiero morir, quiero morir y quiero morir. Pero antes me voy a hacer el arroz. Caliento agua, echo una pizca de sal, cuando el agua borbotea echo el arroz. Saco una sartén pequeña, echo aceite, pelo un ajo y lo parto en rodajitas. Veo que he comprado pimentón, menos mal que no se me ha olvidado, porque yo sin pimentón no soy nada.

Me como tan ricamente el arroz, una vez cocido y respiñado. Me sabe a gloria, pero mucho me temo que no le sentará bien a mi barriguita. Seré bruto, más que bruto. Pongo agua a calentar para hacerme la infusión y salgo fuera. Dejo la puerta abierta y me siento en otro banco y enciendo un nuevo pitillo, de morir que sea por algo y cuanto antes mejor. Me sabe bien el pitillo. Veo a un grisín que se acerca a la puerta, pero no se atreve a entrar. Solo faltaba que se me colaran todos los gatos en casa. Tendré que automatizar eso de cerrar la puerta cada vez que salgo. Pero juro que esta noche no voy a vigilar desde el balcón por si vuelven las vacas. Que les den a las vacas y al jardín. Y si me tiran otra vez la valla, que le den a la valla. Ha caído la noche. No se ha roto la cadera de milagro. Entro, me tomo la infusión, cierro la puerta y subo las escaleras. De momento no entro en el servicio. Saco una silla al balcón otro pitillo más. Parece que la barriga se ha entonado, no hay como no ser políticamente correcto y hacer lo contrario de lo que piensa la mayoría de la gente. Se está bien allí, al fresquito. Ya veremos cuando llegue la ola de calor. Mañana será otro día, espero terminar la reparación de la valla antes de que llegue la ola, y sino que le den a la valla, a la ola y a mí, que me voy a dormir y espero pasar buena noche.

domingo, 7 de abril de 2024

LA VENGANZA DE KATHY Y XIX

 

                   LA VENGANZA DE KATHY XIX



Lo bueno de la inconsciencia es que no te das cuenta de nada, por lo tanto, no hay dolor, ni angustia, ni notas el paso del tiempo, ni sabes lo que está ocurriendo fuera de ti, porque ni siquiera sabes que hay algo fuera de ti. Lo malo es que no existes, por lo tanto, no conoces, no sabes, no te comunicas, no sufres, eso es cierto, pero tampoco gozas, estás alegre, eres feliz. La nada de la consciencia es agradable mientras dura, porque nada te afecta, nada llega hasta ti, nada puede perturbar tu sueño, en el que no ocurre nada, porque no se trata de sueño lúcido sino algo más cercano a la muerte, a la muerte total, no a un supuesto paso entre una dimensión y otra….

Lo malo, malísimo del despertar a la realidad es que, al menos de momento, no sabes dónde estás, ni quién eres, ni lo que ha sido de tu vida, algo así como una amnesia, pero total, no de tu pasado, de tu presente y hasta de tu futuro. Te encuentras perdido, si supieras qué es eso. La primera consciencia que tuve de estar en la realidad fue que se me abrieron los ojos, sí, porque yo no los abrí, al menos que recuerde. Miré frente a mí y vi una pared, aunque tardé un poco en que la palabra y el concepto acudieran a mi mente. Volví los ojos en un giro panorámico y vi, sentada en una silla, al otro lado de la cama, a una mujer que parecía dormitar. Eso me permitió observarla con detenimiento y mucha delectación, porque supe que era guapa y que me gustaba y noté algo que enseguida recordé que era mi pene y que se estaba irguiendo, como buscando algo. Tardé algunos segundos en recordar que esa mujer era la doctora a la que había visitado en cierta ocasión. Y entonces los recuerdos fueron acudiendo a mí, como encadenados, sutilmente, pero encadenados. La había visitado durante la investigación del asesinato del director. Y eso me llevó a recordar a Jimmy y con él a Kathy y con Kathy llegó todo lo más doloroso de mis recuerdos, el pasado más cercano al presente que podía recordar. ¿Era posible que todo eso me hubiera sucedido a mí? Pues sí, al parecer sí. No quería recordarlo. Deseaba volver a la nada de donde acababa de surgir, pero ya no podía. Una vez que despiertas a la consciencia ya no paras, ya no puedes parar ni un segundo. Quería saber dónde estaba, qué hacía allí, y qué había ocurrido para que ya no estuviera en el búnker con Kathy, la terrible, la espantosa Kathy, la que deseaba matarme, aunque fuera a polvos, una bonita forma de morir en otros momentos, cuando no estuvieras paralizado totalmente por una droga inventada por el profesor Cabezaprivilegiada, a base de curare y otros elementos químicos sacados de su cabeza tan privilegiada como monstruosa. Necesitaba que alguien me dijera lo que había ocurrido. Y entonces, como si recordara que tenía garganta y boca, fui a decirle algo a la doctora, pero antes carraspeé.

Eso fue suficiente para que se despertara. Lo que me indujo a pensar que su supuesto sueño no era otra cosa que un agotamiento tal vez generado por muchas horas de velarme. Por cierto, ¿Cuánto tiempo llevaba privado de mi consciencia?

-Has despertado, has despertado. Bendito sea Dios y su bendita madre y toda la comitiva celestial.

No se inclinó hacia mí, como yo había supuesto que haría, para comprobar mis constantes vitales, suponiendo que fueran constantes y vitales, algo que dudaba, porque si aquello no era un sueño, era lo más parecido a ese estado letárgico al que llaman sueño. En su lugar se levantó como un cohete despegando y se dirigió a la puerta de la habitación con la velocidad que el mismo símil que estoy utilizando lo haría para librarse de la atmósfera terrestre en su camino a la Luna, a Marte, o a donde fuera. Y desde el otro lado de la puerta siguió dando voces.

-Ha despertado, ha despertado. Bendito sea Dios. Bendito sea. Venid todas, no creo que nos reconozca, pero le hará bien sentirse acompañado.

Escuché exclamaciones, grititos, gritos destemplados, y un pataleo caótico, como el de una manada de bisontes asustada por un peligro del que hubieran sido avisados, existiera o no. Entraron en la habitación, casi arrasando a la doctora, a la que arrastraron en su estampida. La última en entrar fue una mujer con enorme sobrepeso, pero que me cayó muy simpática a primera vista. Dolores. Era Dolores. No es extraño que me cayera tan bien porque acababa de recordar que me había pasado toda una noche con ella, en su lecho, dale que te pego, orgasmo tras orgasmo. Alguien así te tiene que caer bien, lo quieras o no. La primera que se me echó encima y me comió a besos fue una preciosa mujer a la que recordé ipso facto, era Heather la agente de seguridad de Crazyworld, porque estábamos en Crazyworld, naturalmente. La dejé hacer, encantado de la vida, hasta que descubrí que no podía hacer otra cosa, porque no podía mover los brazos, ni las manos, no podía mover nada, nada excepto aquel trocito de carne entre las piernas al que algunos bien hablados llaman pene o miembro viril y otros, mal hablados, de mil maneras groseras, tanto que no me sorprende que se escandalicen los que oyen esos sinónimos vulgares, bueno, no todos.

Lo curioso es que mi pene estuviera tan vivito y coleando y el resto de mi cuerpo no, a excepción de mis ojos, que lo miraban todo pasmados. Entonces recordé, en otro recuerdo encadenado, que era realmente la única parte de mi cuerpo que había permanecido viva y vital cuando Kathy me convirtió en un vegetal con aquel curare de los demonios. Gracias a su sexo portentoso, a su clítoris hinchado, desprendiendo aquel líquidillo de todos los diablos, que te atrapaba, bueno, lo atrapaba a él, a mi pene, a mi pequeño Johnny. Porque en otro recuerdo que me asaltaba mansamente, también recordé que yo era Johnny, bueno junior, claro, porque el senior era mi papá, aquel que aparecía en aquella escena que yo también recordaba, la primera que acudió cuando la amnesia dio un paso atrás y el velo de mi pasado se fue rasgando. En realidad, yo no era aún un gigoló, sino recordaba mal, aunque puede que aquel retazo de recuerdo no fuera todo lo fiel que debería.

En fin, que el pequeño Johnny se fue revolviendo más y más hasta alcanzar su máxima estatura, que no era mucha comparada con el resto de mi cuerpo pero más que suficiente para haber penetrado y gozado a aquella multitud de mujeres que se fueron arrojando sobre mí, una tras otra. La camarerita de mi amor, la doctorcita de mi corazón… Bueno, no, que yo recordara aún no me había acostado con ella, aunque esperaba hacerlo pronto, tan pronto mi cuerpo despertara del todo y no aquel pedacito que estaba tan entusiasmado que creí iba a desprenderse de mi carne y salir corriendo tras aquellas mujeres que me besaban, me acariciaban, me decían muchas cosas y muy bonitas. Deseé que aquel momento no terminara nunca, pero terminó…

Sí, porque la última, Dolores a la que habían relegado por su dificultad para moverse, al fin pudo acceder al lecho y se dejó caer aparatosamente sobre él. Por muy fuerte que fuera aquel lecho, que no lo era tanto, una cosa normal, no habría podido resistir tanto peso sin hundirse… Y no lo resistió. Fue el caos, el maremágnum, la histeria colectiva, el acabose. La cama se hundió y el peso de mi Dolorcitas cayó sobre mí. Gracias a que aún no había vuelto del todo a la vida, a que no había recobrado la sensibilidad normal y necesaria, mi cuerpo no lo notó demasiado, pero sí mi pequeño Johnny que se vio comprimido por semejante masa de carne. Dolores que sí lo notó, se apresuró a apartarse a un lado y sus manos buscaron desesperadamente bajo las sábanas, descubriendo que estaba desnudo y que en efecto aquel pequeño ariete era el pene que tan bien conocía. El resto de mujeres temiendo que me acabara matando la mujer que más me quería por kilógramo de carne, cuando no había sido capaz de hacerlo aquella máquina de matar y de follar que era Kathy, se apresuraron a levantarla y arrastrarla por la habitación, lejos del hundido lecho, entre reproches, insultos y gritos histéricos. Solo quedó Alice, suponiendo que así se llamara la camarerita de mi amor, porque mi memoria estaba confusa y neblinosa, aparte de por el brusco despertar por todo aquel harén histérico que taladraba mis tímpanos como un berbiquí de carpintero, suponiendo que supiera el significado de aquella palabra que había acudido a mi oreja, como el zumbido de un moscardón. Esta avispada mujer supo enseguida qué había estado buscando Dolores y siguió ella con la busca, masajeando y acariciando al pequeño Johhy que aún se encontraba dolorido, pero muy contento. Creo que incluso se hubiera puesto a horcajadas sobre mí y cabalgado con ganas de no ser porque la doctora que había desaparecido de la habitación, reapareció con un carrito de los helados, quiero decir con utensilios médicos para hacerme una prospección, sino a fondo, algo que yo le dejaría hacer con el tiempo y en circunstancias favorables, sí para encontrar mis constantes vitales. Tuvo que chillar como una energúmena y llamarlas de todo antes de que la hicieran caso, conscientes de la necesidad de saber si yo estaba bien o solo lo aparentaba. Y así comenzó la más extraña exploración médica que conocerían los siglos.

lunes, 1 de abril de 2024

EL BUFÓN DEL UNIVEFRSO V

 


 

 

-Pues no trabajará mucho, no es sencillo encontrar algo original en el universo, que pueda llamarle la atención e inspirarle.

-Así es, veo que te vas haciendo con el lugar y enseguida captas las verdades básicas de este sitio. Apuesto a que la velocidad de tu adaptación hará que batas el record actual, que podrás consultar cuando tengas tu pulsera. Escuo lleva un tiempo falto de inspiración y se encuentra tan desesperado que hasta ha solicitado salir del planeta en un viaje de aventuras y exploración, pero algo así no se le puede conceder.

-¿Por qué no? No lo entiendo.

-Ya lo entenderás. Los mutantes tenemos muy pocas posibilidades de sobrevivir ahí fuera. Solo en ciertos casos, cuando la mutación permite una buena defensa en situaciones de peligro y el mutante ha sido enseñado y educado hasta la extenuación se le permite un primer viaje exploratorio y según los resultados puede solicitar al Consejo un permiso indefinido para permanecer fuera de aquí.

-¿Eso quiere decir que yo no puedo marcharme cuando quiera?

-Por desgracia no. Primero tenemos que saber en qué consiste tu mutación, y de momento solo poseemos vagas ideas, las que nos ha dado un análisis exhaustivo de tu cuerpo y psiquis. Aún no hemos presenciado la menor manifestación de tus cualidades mutantes. Cuando sepamos de qué se trata, serás educado de forma conveniente, sin prisa y sin pausa. En el momento en que el consejo considere que estás preparado harás un primer viaje exploratorio con tu instructor.

-¿Qué es el consejo y quién será mi instructor?

-El consejo está formado por todos los profesores de mutantes que hay en esta escuela y tu instructor será el más adecuado a tu mutación. Pero dejémonos de charlas inútiles. Te voy a presentar a Escuo y espero hagáis buenas migas.

Me tomó de la mano y nos fuimos acercando al escultor. Un hombre perfectamente normal, estándar, al menos en su físico. Parecía tener una edad que sin ser provecta podía acercarse a ella en cualquier momento. Mi escasa experiencia fuera de mi planeta de origen me impedía hacerme una idea aproximada de las edades según especie y planeta de origen. Eso era algo que esperaba solventar en cuanto me dieran la pulsera, algo que deseaba no tardaría mucho. El hombre se encontraba ensimismado mirando una especie de monolito de su estatura, de un material desconocido para mí, pero que me pareció muy flexible puesto que apenas sus manos lo tocaban, más bien acariciaban, se movía de forma impredecible, hundiéndose, creando extrañas protuberancias o conformando esbozos que al menos a mí me parecía prometían mucho, pero no así a Escuo que retiraba las manos y maldecía en voz baja en una lengua desconocida y que no entendería hasta que no me colocaran la maldita pulsera, que cada vez me parecía un instrumento más imprescindible para la vida en aquel extraño lugar.

-Escuo, te presento a… ¿Cómo me dijiste que te llamabas?

-No te lo he dicho. Puedes llamarme el bufón del universo. De ahora en adelante no tendré otro nombre.

-Como quieras. Escuo, te presento al bufón del universo.

El escultor que había permanecido absorto en la contemplación de la columna de aquel extraño material flexible pareció despertar al escuchar aquel extraño nombre. Bufón del universo no era precisamente un nombre común y corriente. Se me quedó mirando como si no me viera, sus ojos parecían necesitar centrarse en un punto, como si antes hubieran estado dispersos por todo el espacio. Extendí la mano en el típico saludo de mi planeta, sin saber cómo se saludaban en el planeta del escultor, si es que se saludaban. Como Escuo no hiciera el menor caso de la mano tendida la retiré con cierta reticencia, mal empezaban las cosas entre nosotros

-No le hagas caso, es un poco rarillo, sobre todo al principio, luego te acostumbrarás. No es que no despiertes su interés, es que le cuesta regresar de su mundo mental y asumir que sus pies están pisando el suelo.

Armanas nos miraba con cierto regocijo en la expresión de su rostro que no podía ni quería disimular. Seguro que para ella la escena que estaba presenciando era como el comienzo de una pieza teatral, cuando no sabes cómo se desarrollará la historia y hacia dónde caminaran los acontecimientos. Pensé que el convivir tanto tiempo con aquel rebaño de monstruitos mutantes, incluidos animales y plantas, tenía que influir necesariamente en su estado mental, que no podía ser bueno. Se me ocurrió la peregrina idea de que aquella mujer era también una mutante y no me había dicho nada por querer conservar alguna ventaja sobre mí. No encontraba otra explicación a su vocación de protectora de todo bicho mutante que apareciera por allí o del que oyera hablar en cualquier punto de la galaxia. Nadie se dedica a salvar y proteger a desconocidos, salvo que tengas algo común con ellos, muy íntimo y común diría yo. Entonces, mientras lo estaba pensando algo me pilló por sorpresa, fue como una extraña compulsión ajena a mí, que sin duda venía de Armanas y que parecía adoptar la forma de una energía cosquilleante, a la que no te podía resistir. No parecía tener forma, aunque para mí adoptó la de una niña juguetona y hasta diabólica, una niña que sin duda era la que fue aquella mujer algunos años atrás, no calculaba cuántos.  No pude resistirme y no supe si hubiera servido de algo el haberlo hecho de no haberme pillado por sorpresa. Sentí la imperiosa necesidad de vomitar, me curvé hacia delante y algo que yo conocía muy bien empezó a brotar de mi boca. El ectoplasma que se iba formando adoptaba la forma del propio escultor. Era un Escuo extraño, bufonesco al tiempo que místico. Se parecía a su cuerpo físico pero era algo totalmente distinto, se podía entrever su interior, tan ridículamente concentrado en la creación escultórica que el ectoplasma, tan pronto se desprendió de mí se movió hacia la columna en la que aquel había colocado sus manos y como él acarició aquel material tan dúctil que empezó a transformarse en una imagen que enseguida intuí sería la del propio escultor.

 

lunes, 25 de marzo de 2024

LA CANTANTE DE LA TROPICANA I


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NOTA INTRODUCTORIA

Hace ya algunos años, en una página hoy desaparecida, me embarqué en un divertimento muy romántico. Se me ocurrió utilizar a uno de mis personajes, el detective sin nombre, para hilvanar una serie de historias que me permitieran comentar los maravillosos versos de una doctora cubana que subía sus poemas en la página. Nos hicimos buenos amigos y acabé inventándome, o más bien reconstruyendo la mítica sala con este nombre. A esta poetisa la transformé en cantante de la Tropicana que decía sus versos con música y cada noche que ella actuaba allí mi personaje, el detective, se sentaba a una mesa, se tomaba un ron y disfrutaba del espectáculo al tiempo que rememoraba alguna de sus historias acunado por la letra de sus canciones. Aprovechando el texto de Mayte y la necesidad de subir de vez en cuando algún texto corto, completo en sí mismo, que no dependa de una continuación, he buscado y encontrado esta pequeña serie de relatos que puedo continuar. Aprovechando el comienzo de año nada mejor que inaugurar La Tropicana con este texto, con esta canción de la cantante de la Tropicana.

: Cecilia Santisteban Sánchez

Me detiene,
travesías por calles sin cerrojos,
puentes polvorientos de miedo,
miedos de acero.

Me detiene
el agónico mar de silencios,
silencios de salitre
en huesos con brillo.

Me detiene
pasos de escombros sin dueño,
escombros del tiempo
en amores sin rostros.
©sally04

En el fragor de la celebración del nuevo año una hermosa sombra ha salido a la ventana para cantar al silencio casi una nana. Nuestro detective se ha conmovido, el gorrito ridículo sobre la cabeza y el matasuegras en la boca. Estaba a punto de colarse en la celebración del hotel más próximo y allí buscar el orgasmo ilícito en alguna mirada femenina cargada de líquido espumoso para olvidar.

La soledad del detective es a veces apabullante, como la soledad del corredor de fondo. Al menos este último espera en la meta los vítores y la medalla de la recompensa al sacrificio. La soledad del detective de fondo solo puede ser enjugada por estas nanas prodigiosas que canta la cantante de la Tropicana, asomada a la ventana, cuando cree que nadie la ve ni la escucha, porque él siempre está al acecho. Se engaña creyendo que es obligación. En realidad hace tiempo que dejó de recibir cheques del cliente. Incluso no deja de calmar a Olvido, la secretaria que permanece en su despachito, atendiendo llamadas de gente estúpida que desea le busque amores que se han perdido por falta de presencia.

Olvido le recrimina que se pase el tiempo tras de una mujer, por bien que cante y por hermosa que sea. Ninguna mujer merece tanto, le chilla al detective y el móvil rebota en su oreja. El sabe que Olvido anda tras sus pasos pero nunca le encuentra. Los detectives son como los marinos, un amor en cada puerto. Pero esta vez está a punto de abandonar el barco y quedarse en este puerto. Alza su vaso de plástico donde el champán robado en la fiesta del hotel está caliente y sabe a orines y brinda en silencio con la cantante de la Tropicana que no deja de cantar.

Ha caído un nuevo año sobre las sienes plateadas del detectives, pero ahora ningún año será lo mismo. Tira el vaso al suelo y enciende un pitillo recostado en el coche al tiempo que escucha los últimos compases. La cantante se retira a su celebración particular y el detective se queda en silencio, con el pitillo en la boca, pensando en no se qué. Pasa un grupito de borrachos que se burlan de su requiebro a la luna, le llaman trovador con sus bocas pastosas y uno de ellos le arroja el contenido de una botella por la cabeza. Se marchan riendo y nuestro detective queda bautizado por el nuevo año.

lunes, 18 de marzo de 2024

ALFREDO EL MONTAÑERO LLEGA EL PRIMERO

 







ALFREDO EL MONTAÑERO LLEGA EL PRIMERO




Con su mochila a cuestas, repleta de latas y alimentos congelados, porque en el bosque helado no se estropea nada, llega Alfredo el número uno de los montañeros, al bosque Sonymage, donde la administración nos ha ofrecido su cabaña veraniega, ahora invernal, para pasar una feliz Navidad y un próspero nuevo año 2014 que traerá buena suerte porque su número cabalístico es el 7, y sino sumad 2+1+4.

Busca la llave que le han dicho está bajo una estatua en un nicho y tras abrir la puerta se dispone a adecentar las dependencias. Coloca sus víveres en la despensa, sin saber que pronto llegará Iñaki Lizorno con las vituallas ofrecidas gentilmente por el millonario Slictik. Lo primero que hace es salir a cortar los troncos de leña artificial amontonados contra la pared de la cabaña,, porque aquí somos muy ecologistas y los árboles son nuestros amigos. Y con el hacha, la sierra y el serrucho amontona leña suficiente para pasar la navidad. Enciende la chimenea y se sirve un ponche calentito. Se sienta en el suelo, frente a la chimenea, y comienza a cantar, a grito pelado, la canción de los montañeros.

Somos, somos los montañeros,
y al entrar nos quitamos los sombreros
y como los siete enanitos
nos ponemos hacendosos
para limpiar la casita
antes de que llegue Blancanieves.

Y también llegará papá Nöel entre las nieves
con un montón de regalos para estos pelagatos.
Y hasta el gato con botas
se animará a visitarnos
y el bueno de Bambi asomará su cabecita
tras esta amplia ventanita.

Somos, somos los montañeros
y al calor de la lumbre
nos contaremos chistes
y viejas historias muy sabrosas
y comeremos y beberemos
y a los desheredados del mundo invitaremos
y entre turrón y champán francés
pondremos el mundo del revés.

Somos, somos los montañeros y etc etc

martes, 12 de marzo de 2024

ADALGISA, PITONISA

 


Adalgisa, pitonisa para todo





NOTA: Creé a Adalgisa para burlarme de todo este mundo surrealista de la videncia, en un principio fue un personaje que pretendía parodiar a las pitonisas televisivas y telefónicas que nos adivinan el futuro por dos duros… bueno, un poco más. Pero luego le tomé un afecto entrañable al personaje, al que fui utilizando para desarrollar con humor cierta etapa juvenil en la que me dedicaba a la astrología, el tarot, el I Ching y todo lo que se terciara. Ello con el objeto sibilino de seducir a chicas, parece que más propicias a estos temas que los “machos” de pelo en pecho. Esto no es totalmente cierto como diría Maribél, la top modél, otro de mis personajes, si apareciera ahora. Debo decir que algo de éxito si tuve puesto que eché el tarot a Conchi, la que hoy es mi mujer, anunciándole la aparición en su vida de un príncipe azul, lo que no le dije es que sería gordo, como así fue.
Como pueden ver de nuevo aparece la figura del narrador que tanta importancia tiene en la biografía de todos mis personajes humorísticos. No sucede así con todos (por ejemplo el telépata loco va narrando su vida a través de cartas mentales) y hay otros muchos que utilizan otros trucos y técnicas diferentes, pero esto del narrador cínico que va a hacer sangre a su biografiado es algo que “me pone” como dice ahora Antena 3.
Con el tiempo les haré llegar algunos de sus estudios astrológicos sobre todos los signos del zodiaco y otras muchas cosas de esta pitonisa insaciable. ¡Quién la iba a decir que un día no muy lejano un astrólogo con ganas de dar la murga descubriría que no son doce signos, sino trece! Escogí la imagen de la negrita zumbona de “Lo que el viento se llevó” porque me pareció una imagen adecuada de Adalgisa, aunque estuve dudando mucho tiempo sobre el color de su piel, su raza, su edad, sus encantos físicos, su… No lo tenía nada claro, y aún ahora tampoco he llegado a una conclusión definitiva. No obstante la imagen de “la zeñolita Ezcal-lata” sigue siendo la que más me gusta de Adalgisa.

ADALGISA, PITONISA PARA TODO.

HISTORIA NARRADA POR EL DETECTIVE ANONIMO QUE TIENE A SU SERVICIO.

Fui contratado por este portento hace ya algunos años, cuando sus predicciones comenzaron a fallar. Me paga bien, me divierte el trabajo y tengo una patrona que no me merezco. ¿Qué más puedo pedir?

Adalgisa es una mujer en la cincuentena. Se ha cuidado mucho, por eso parece más joven de lo que sin duda nos diría su D.N.I. si estuviera a nuestro alcance. Ultimamente la noto un poco rara, tiene reacciones que yo achaco a la menopausia aunque me guardo mucho de mencionárselo. Nadie tiene la culpa de las etapas que la naturaleza nos obliga a vivir y Adalgisa menos que nadie. Es una mujer amable, generosa y bien dotada para el amor. Esto último lo sé muy bien, no en vano llevo algunos años amancebado con ella, como se decía antes, o siendo pareja de hecho, como se dice ahora.

Sus dotes de vidente la vedaron el matrimonio. Era capaz de ver su relación con el pretendiente de turno de aquí a veinte años vista. Demasiado tiempo para que decidiera arriesgare a contraer vínculo. Tuvo sus amantes ocasionales, hasta que yo entré en su vida. A pesar de sus esfuerzos no podía ver nada sobre mí en su bola de cristal; las cartas no decían gran cosa, el I Ching era desconcertante y los astros no sabían qué hacer conmigo. Ese cúmulo de circunstancias la decicieron a liarse la manta a la cabeza y proponerme sexo. También ayudó algo mi cuerpo serrano. Pero no voy a darles detalles de mi anatomía, ni siquiera les diré mi edad aproximada. Recuerden que soy anónimo.

Para sus consultas acostumbra a llevar un vestido azul-cielo, con estrellas, astros, conjunciones, la estrella salomónica de cinco puntas y un compás y una plomada (nunca me ha dicho si pertenece o no a la masonería). Para obtener sus predicciones utiliza la bola de cristal, el tarot de Marsella, el I Ching, hace cartas astrales, lee los posos del café o del té, echa las tabas, interpreta los sueños o cualquier cosa que se les ocurra. La videncia no es una ciencia exacta. Ha tenido etapas y etapas. Hace unos años atravesó su desierto particular. Fue entonces cuando buscó en las páginas amarillas el nombre de un detective que no le diera mal fario. Yo acepté el trabajo como uno más, ni más raro ni más difícil que los otros. La misión que me encomendó fue la de obtener todos los datos posibles de sus clientes habituales y hacer encuestas por la calle para saber qué pensaba la gente de la astrología y otras artes adivinatorias. Recuerdo como algo muy divertido el obtener características de los signos astrológicos preguntando por la calle de qué signo eran los viandantes. Me pasó de todo, hasta cosas buenas.

Si me permiten ustedes voy a sacar a la luz, con permiso de Adalgisa, sus estudios juveniles sobre los diferentes signos astrólogicos. En ellos se nota la rebeldía juvenil que la embargaba por entonces y un ligero mal café, tal vez causado por sus dificultades para obtener empleo. Se dijo que si otros vivían de esto por qué razón no iba a poder hacerlo ella. Se pasó una temporadita hincando los codos y luego se anunció en la prensa. Un poco de parafernalia, mucha psicología y su don de gentes la auparon al carro del triunfo. Todo le fue bien hasta que apareció el desierto y entonces echó mano de este detective. Nos comprendimos a primera vista, nos caímos bien en cuanto nos sentamos en el sofá de su casa y nos amamos a los pocos días. ¿Hay algún mal en ello?. Conmigo no le funcionan las previsiones, pero he sido testigo de aciertos que han puesto lividez en rostros más duros que el cemento. Ni creo ni dejo de creer, tan solo ayuda a mi señora. Aunque sus estudios astrológicos pueden levantar ampollas, a mí no me ofenden y hasta pueden resultar divertidos. Al fin y al cabo eso es lo importante en la vida, pasarlo bien. ¿O no? Permítanme que empiece por mi signo astrológico, tauro. Algunas características coinciden plenamente. Otras no mucho, pero es que están los ascendentes, las casas, las conjunciones, las cuadraturas y otros matices que modifican mucho el signo puro.

jueves, 7 de marzo de 2024

DEDICADO A LAS MUJERES

 


           DEDICADO A LAS MUJERES

 

Ayer nuestras madres

Hoy nuestras esposas

Mañana nuestras hijas.

Siempre compañeras

Siempre luchadoras.

 

Hoy discriminadas

Mañana iguales

Hoy maltratadas

Mañana amadas.

 

Que mañana sea hoy

Tenemos que lograrlo

Tenemos que conseguirlo.

Son nuestras madres

Son nuestras esposas

Son nuestras hijas

Son nuestras hermanas

Son nuestras almas.

Son iguales a nosotros

Son los genes del universo.

Son lo que amamos

Son lo que somos

Son lo que seremos.

Son los espejos de la vida.

 

Están maltratadas

Están discriminadas.

Son humilladas.

Son asesinadas.

 

Que sean amadas.

Que siempre sean amadas.

Nuestras compañeras.

Nuestras iguales.

Nuestras hermanas.