-El empleo es tuyo, si lo
quieres.
-¿Así, sin más?
-¿Quieres que te haga una
entrevista de trabajo?
-No, claro pero no me conoce de
nada. Ni siquiera sabe si he trabajado alguna vez de camarero.
-¿Lo has hecho?
-Sí, pero…
-Pero nada. Eres un chaval fuerte
y pareces despierto. Aprenderás pronto.
Con el tiempo, otro camarero (el
pub tenía tres, además de Paco) me sacaría de dudas. Fue mi prestancia la que
le hizo decidirse tan pronto. El atractivo físico era una condición básica para
trabajar allí. Al parecer acudían muchas damas solitarias buscando compañía
fácil. Cuando no encontraban algo de su gusto entre la clientela habitual
acostumbraban a invitar a una copa al camarero de su gusto y luego podían
pedirle que les acompañara a casa o donde fuera que hubieran situado su nidito
de amor.
Paco hacía la vista gorda de
todos estos tejemanejes a cambio de un porcentaje, un tanto por cien que
cobraba al camarero de turno o al cliente de turno que quisiera utilizar las
habitaciones que poseía el dueño en el piso de arriba. En resumidas cuentas que
Paco era un discreto y amable celestino. Incluso solía invitar al pelma de
turno que iba por allí solo a echar un “vistazo” con el fin de saber si se
trataba de un cliente potencial o si acabaría por dar más problemas de lo que valía,
como el mismo Paco me contaría con el tiempo.
Pidió a uno de los camareros que
ocupara su lugar tras la barra y me hizo pasar a la trastienda. Me invitó a
sentarme en una silla y él ocupó un sillón tras una pequeña mesa de despacho.
No había lugar para más en aquel diminuto cuartucho. Iniciamos la conversación
hablando de lo que más nos interesaba a ambos. Quise hacerme el duro y puse mis
condiciones.
-Soy universitario, necesitaré
una noche libre la víspera de exámenes y horario a tiempo parcial cuando tenga
que preparar alguna asignatura difícil.
-Hecho.
-Antes de abandonar mi trabajo
como portero de discoteca me gustaría saber cuánto voy a ganar aquí. Para
perder dinero no necesito cambiar de trabajo.
-¿Cuánto ganas allí?
Inflé mi salario, intentando
hacerme el listillo, a ver si colaba.
-Hecho.
-Y paga usted el uniforme.
Había observado que los camareros
llevaban camisa negra con pajarita, con pantalón de tergal del mismo color.
-Hecho. ¿Algo más?
Abrí la boca buscando conseguir
mejores condiciones puesto que me lo había puesto tan fácil, “a huevo”, pero no
se me ocurrió nada más. Paco escupió en la palma de su mano derecha y me la
tendió con una sonrisa.
-Soy de pueblo, hijo mío, allí
sellamos los tratos de esta manera. Nada de papeles. Si estás descontento con
algo me lo dices y veremos qué se puede hacer. Si estás enfermo llamas y yo me
lo creo, siempre que no abuses. ¿Podrías empezar ahora?
-¿Ahora? Tendría que trabajar tal
como voy vestido.
Y señalé mi camisa. Paco rió.
-¿Has tenido alguna batalla
campal con una chica?
-Algo parecido.
Su sonrisa se ensanchó.
Así me gusta. Vamos a probarte uno de mis uniformes.
Abrió un armario disimulado en la pared y descolgó de una
percha una camina y un pantalón.
-Nadie va a fijarse en tus zapatos por esta noche. ¿Tienes zapatos negros?
-Sí, un par para vestir. No me desagrada el negro.
-Me gusta tu honradez, chico, podrías haberme dicho que no para que te
comprara un par. Pues mira, por “honrao” te voy a dar
para un buen par de zapatos y un pequeño adelanto.
Mañana quiero verte con zapatos negros.
Abrió un cajón, rebuscó en él y me
tendió un par de billetes.
-Y ahora pruébate esto, mañna por la mañana pasarás por la dirección que te voy
a dar para que te hagan unos arreglos y te confeccionen una camisa y un pantalón de repuesto.
Mucho ojo, chaval, la chica es mona pero es del pueblo, es como si fuera una
hija para mí. ¿Me entiendes? Como se te ocurra camelarla y luego dejarla tirada
te voy a dar una somanta de “ostias” que no te va a reconocer ni tu
padre. Y te lo dogo muy en serio. ¿Lo has pillado?
-A sus órdenes.
-Nada de bromitas con esto. Y ahora quítate la ropa y ponte esto. No
te preocupes que te vea en calzones. Estoy curado de espantos y
además me gustan las mujeres y mucho. Si fueras una mujer y te viera en bragas
no respondería de mis instintos. Pero tú llevas calzones, ¿no,
chaval?
-Imagino lo que quiere decir. Me gustan demasiado las mujeres para hacer
tonterías.
-Eso espero, porque aquí los camareros somos todos muy machos. Te adelanto que si
alguna dama te tira los tejos debes hacerle caso. Habla conmigo y podrás salir
antes. Si luego te hace un “regalito”. ¿Sabes lo que quiero decir?
Pues me lo dices y hacemos cuentas. Confío en ti, chaval, tienes
cara de “honrao”.
Me probé sus ropas, las mangas me quedaban largas. Paco las recogió con mimo.
El pantalón era un poco ancho. Paco me apretó el cinturón sin
contemplaciones. Apenas me sobraban unos dedos de largo. Nuestra
estatura era muy parecida. Recogió un poco los bajos y me colocó la
pajarita.
-Listo. Si tienes alguna dificultad vienes a la barra y te pongo al loro. Hoy
te echarán una mano los compañeros, pero mañana quiero que te defiendas tu
solito y dentro de una semana serás el amo en “The Sailor”.
Lo pronunció tal cual, “De Sailor”. De esta guisa me acompañó
hasta la barra. Me colocó a su lado mientras echaba un vistazo a la
concurrencia.
-De momento está tranquilo. Te enseñaré dónde están las botellas, cómo
servir una jarra de cerveza “como el fó” y cómo
preparar un martín, los cócteles los dejaremos para mañana. ¿Ves
aquella dama del rincón? Es la señorita Julia, una solterona aceptable, tiene
mucha pasta, vive de las rentas, y ya te ha echado el ojito. Esta
noche no te invitará, no te conoce de anda, antes querrá ver cómo te
desenvuelves, pero lo hará un día de estos, seguro.
Hazte un poco el remilgado, no mucho, porque a ella no le gustan
demasiado fáciles, pero tampoco muy complicados. Tú mismo sabrás cómo
maniobrar, ni demasiado fácil ni se lo pongas muy complicado. Te llevará a su
piso y te dará una buena propina. Quiero el veinte por ciento y no me engañes.
Sería una estupidez por tu parte.