domingo, 27 de febrero de 2011

Don Crisanto, mago blanco





DON CRISANTO, MAGO BLANCO

NARRACIÓN, PROLOGO, NOTAS Y ESTUDIOS A CARGO DEL DOCTOR CARLO SUN, DISCÍPULO DE JUNG.

A MODO DE PROLOGO

Pocas veces catalogo la enfermedad de un paciente nada más entrar éste por la puerta de mi despacho. Miré a la cara a quien poco después dijo llamarse D. Crisanto y ser un mago blanco y no dudé sobre su enfermedad: paranoia un poco extraña pero paranoia al fin y al cabo, aderezada con unas cuantas fobias y manías a dilucidar con mucha calma.

Unos cincuenta años, calvo casposo, barriguita de bon vivant, bajito y rechonchín como una peonza, con menos cintura que un gobierno recién ganadas las elecciones por mayoría absoluta, piernas cortas y tan delgadas que uno se pregunta al instante en qué décima de segundo dejarán de sostener semejante corpachón. De hecho estuve con las piernas flexionadas, tras la mesa del despacho, dispuesto para acudir a sostener al paciente antes de que se viniera al sulo y permaneciera allí como un mullido colchón oblongo el resto de la consulta. Cuando al fín tomó asiento frente a mí suspiré con tal alivio que D. Crisanto me preguntó si era fumador empedernido. Saqué mi pipa, la llené con parsimonia y reconocí que a veces fumaba demasiado, sobre todo cuando no sabía muy bien qué hacer con los pacientes.

Me confirmó en mi diagnóstico la forma que D. Cristanto tenía de mirarlo todo como si le fuera a caer encima un samurai, salido de Dios sabe dónde, incluso de los cajones de mi mesa. No tuve ni que pensar en llamar por el timbre a Rita, la portera de la comunidad y mi enfermera particular, puesto que apareció en el quicio de la puerta con su atisbo de bigote sin depilar más tieso que nunca. Se cruzó de brazos y esperó uno de mis gestos para intervenir. Guiñé el ojo izqauierdo, lo que significaba que el paciente no era presumiblemente peligroso, pero que estuviera atenta, por allí cerca, por si me equivocaba.

Luego me confesaría que en cuanto le vió pasar frente al ventanuco de su portería subió con rapidez tras sus pasos, todo lo rápido que le permite su obesidad, y se plantó en la puerta, dispuesta a lanzarse como un comando de intervención rápida. El sujeto le dio mala espina porque miraba temeroso en todas las direcciones, como si le persiguiera un rebaño de peligrosos fantasmas.

No obstante la voz de D. Crisanto, firme, generosa de tonos y amable sin el menor atisbo de obsequiosidad, me ayudó a ir cambiando poco a poco de diagnóstico y de opinión. Sin autorizarle a que iniciara su historia me explicó su caso con la imperturbabilidad de un difunto. Apenas hilvanadas dos frases sacó de una vieja cartera que más parecía un zurrón un voluminoso cuaderno que me pidió ojeara sin prisas durante el tiempo que durara su terapia, fuera éste el que fuera. Se trataba de un diario escrito durante años y especialmente el tiempo que estuvo como discípulo de D. Juan. Me apresuré a preguntarle si ese D. Juan del que hablaba era el de Zorrilla, el famoso Tenorio,. Y ya me estaba relamiendo sobre la posibilidad de escuchar disparatadas historias eróticas de seducción, cuando D. Crisanto especificó, un poco enfadado que el D. Juan del que hablaba era el de los libros de Carlos Castaneda. El conocimiento está por encima del entretenimiento, aunque sea erótico. Me dijo con voz firme y retórica.

Rita asomó de nuevo su cara interrogándome con la mirada. Al hacer un gesto de que todo estaba bajo control abandonó el quicio de la puerta con un bufido y no sin antes dar el consabido portazo. La historia que me contó D. Cristante es casi tan larga como podría serlo la narración de la aventura humana, si algún historiador se aventurase a tan descomunal esfuerzo. Así que pónganse cómodos porque entre capítulo y capítulo de su diario les voy a ir analizando las fantasías de D. Crisanto, sus posibles patologías y todo ello regado con un montón de notas y apéndices explicativos que les van a encantar. Y ahora si me permiten paso palabra a D. Cristanto para que les explique en el primer capítulo de su diario cómo pudo encontrar y convertirse en discípulo de un brujo yaqui llamado D. Juan, que al parecer es un personaje de ficción y que por si fuera poco desapareció de la circulación o del tonal como dice Castaneda en su libro El segundo anillo de poder.

domingo, 20 de febrero de 2011

Milarepa










El profeta Milarepa (Hotel)



Autor: César García Cimadevilla



EL PROFETA MILAREPA

NARRADO POR SU DISCÍPULO FAVORITO, UN GORDITO ESPAÑOL QUE TOMÓ EL NOMBRE DE ADEPTO KARMAFINITO.-


Es difícil saber con antelación los vericuetos que tomará tu Karma, bien sea individual o formes parte de un karma colectivo. En mi caso, mi karma colectivo es una entidad abstracta, aunque muy concreta a la hora de pagar los impuestos llamada España, porque algún nombre era preciso elegir para diferenciarla del resto. El karma que padece esta buena entidad no es moco de pavo (la inquisición, la guerra civil y otros muchos desastres que han dejado en su piel kármica un fuerte olor a chamusquina) aunque no mucho mayor que otros karmas colectivos que se arrastran por la superficie del planeta Tierra.

En cuanto a mi karma individual, lo cierto es que pesaba tanto que lo iba arrastrando por los caminos, hasta que tuve la suerte kármica de darme de bruces con Milarepa, el gran profeta y sabio del siglo XXI. Puede que fuera suerte o sencillamente que el joven lama me atrajera como un imán, lo importante fue encontrarlo, porque a partir del momento en que me puso la vista encima noté como si el peso de mi zurrón kármico ( un “totum revolutum” de lujuria, santa cólera, gula, soberbia infinita y el resto de pecados capitales, aparte de algunos defectillos menores que no merecen ser nombrados) se aliviara, hasta el punto de respirar con más entusiasmo. Creo que en ello también influyó bajar diez kilos casi de golpe, debido a la dieta de arroz, bambú y tsam-pa (en otro momento les daré la receta) a que me sometió Milarepa.

Uno se encuentra con muchas personas en el camino de la vida, con demasiadas, diría yo, pero son pocas las que te dejan alguna huella y menos aún quienes llegan a tocar tu corazón un instante. Encontrarse con alguien que cambie tu vida se puede calificar de auténtico milagro. Solo los auténticos elegidos tienen esa suerte. En mi caso además de suerte hallé un amigo, aunque como me dijo Milarepa en cierta ocasió: “son los enemigos los que nos transforman en profundidad, por eso deberías arrodillarte, amado chela karmafinito, ante cada uno de tus enemigos”.

Antes de conocer a mi maestro me resbalaban las religiones, las filosofías de oriente, los espiritistas, los ovnis, el esoterismo y hasta los valores morales. Llevaba una vida apática, comiendo abundantemente (con exquisitez si podía), refocilándome como un cerdo con las bellezas de la televisión o las procacidades de las películas porno (la lujuria es uno de mis karmas más pesados), trabajando lo menos posible y ocupándome tan poco de la cultura, que ni sabía quién había escrito el Quijote. Era un auténtico azote para los devotos y la gente de bien. Quien me hubiera dicho que al cabo de unos años me encontraría con un joven de cráneo mondo y lirondo, vistiendo túnica azafranada, los pies descalzos y portando una escudilla de madera, con la que pedir limosna de puerta en puerta, y que semejante esperpento iba a introducir su mano en mi interior, a través de la barriga, y darle la vuelta a mi alma, quien me hubiera referido semejante delirio habría tenido que aguantar mis risas durante años. Sin embargo sucedió y si me permiten les contaré a gruesos trazos esta caída del caballo sobre el duro adoquín de la calzada de Damasco.

En este desolado y pecaminoso páramo apareció Milarepa, como un carrito de helados en medio del desierto y de pronto me vi abocado a la más apasionante de las aventuras que puede emprender un ser humano: la búsqueda de sí mismo. Milarepa era un joven tibetano, que por azares de la fortuna y coacción del destino, en forma de chinito con coleta y fusil, tuvo que emprender un doloroso exilio por medio mundo hasta recalar en este país de nuestros pecados. Había hollado nuestro sacro suelo con objeto de dar unas cuantas conferencias sobre mística tibetana y así poder recaudar unas pesetillas para ayudar a los refugiados, que desde las llanuras de la India contemplaban, los ojos llorosos, el Himalaya, donde están situadas las cumbres místicas del planeta.

No entiendo cómo semejante noticia llegó a mis castas orejas, que pocas veces escuchan la radio o penetró por mis ojillos picarones, que huyen de los telediarios y de la prensa. Fuera como fuese el caso es que me veo entrando en un salón de actos de alguna entidad bancaria (¡santa paradoja!) de mi ciudad, donde el lama Milarepa daba una conferencia titulada: “Misticismo tibetano y la realidad de nuestro tiempo”. Ni me imagino cómo pude llegar hasta allí. Tal vez fuera invierno –de los crudos- y yo me encontrara paseando cerca, el rostro amoratado por el frío y las orejas tiesas y rojas como brasa de pitillo (por aquel entonces fumaba como un carretero). Seguro que busqué la puerta más cercana, a través de la cual se perdiera una vaharada de calorcito. El caso es que entré, sentándome en la última fila de butacas, y me puse a soplarme las manos con fruición.

Nadie niega hoy que Milarepa tenga el don de la palabra, que sea capaz de encandilar al oyente con sus historias de misticismo tibetano, repletas de humor, de interés humano y con su pizca de suspense. Pero la conferencia que entonces escuché fue un auténtico rollo macabeo, si me permiten utilizar la jerga con la que entonces intentaba comunicarme con mis semejantes. Solo hablaba tibetano, ni una palabra de inglés(de nada me hubiera servido) o de castellano. Para traducir su discurso, que iba escupiendo sin la menor prisa, habían puesto una intérprete del Ministerio de Asuntos Exteriores Español que había estado destinada en Katmandú una temporada. La tal señorita era guapa, guapísima, pero su traducción generaba constante hilaridad entre la concurrencia. Creo que fue su atractivo el que me ayudó a entrar en calor en unos minutos. Entonces hubiera podido levantarme y salir a la calle, donde podría haber tomado un taxi y haberme plantado en casita en un santiamén. Pero fue su carita de rosa la que me clavó al asiento. Porque lo cierto es que las palabras tibetanas de Milarepa me interesaban muy poco.

Y aquí debo tomarme un respiro porque en mi vida hay un antes y un después, un antes de la conferencia de Milarepa y un después de la conferencia de Milarepa. Dicho así parece una tontería, pero hoy ni mi propia madre me reconocería (la pobre expió su karma hace unos años y ahora estará reencarnada en algún cuerpo modelado a la medida de su evolución espiritual). En cuanto a la intérprete volví a encontrarla, siendo ya discípulo de Milarepa, en Calcuta, vistiendo un precioso shari. Era la esposa del cónsul español y su atractivo sensual había madurado y aquilatado como un diamante en manos de un genial tallador. ¿Pueden creerme que ni siquiera noté un cosquilleo libidinoso en la yema de mis dedos?. Estaba en el camino de la budeidad y nada ni nadie iba a obstaculizar mi ascensión hacia la Luz Suprema.

Continuará.



Nota: Me he inspirado para este personaje en mis lecturas de Lobsang Rampa. El médico del Tibet, La caverna de los antepasados, El tercer ojo, El cordón de plata, etc etc. La edición que yo tengo es de 1979,editorial Troquel S.A., Buenos Aires. Es posible que la editorial haya desaparecido pero creo que se podrá encontrar facilmente. Les recomiendo también el libro de Gopi Krishna, Hacia la superconciencia, editorial Ariel, Guayaquil, Quito, Bogotá. El libro tibetano de los muertos o Bardo Thodol, editado por Edaf Esoterismo, Madrid. En sucesivos episodios les iré dando más bibliografía.
©Slictik

sábado, 19 de febrero de 2011

EL SR. ALMIRANTE









RETRATOS HUMORÍSTICOS

EL SR. ALMIRANTE, PRESIDENTE DEL CONGRESO DE HUMORISTAS

Tras la segunda guerra mundial la asociación de humoristas por la paz sufrió un apagón, un guadiana, del que nuestro personaje, el Sr. Almirante, consiguió sacarla gracias a unos tejemanejes muy peculiares. No es de extrañar que el humor sufriera un duro revés durante la gran guerra y que posteriormente el mundo estuviera más para cambiar un pitillo por una lata de sardinas que una risa por un pitillito.

Fue elegido presidente en los años sesenta, tras una patética campaña en la que prometió de todo: el mejor hotel del mundo, las chicas más alegres, hermosas y asequibles, champán francés, barra libre durante todo el congreso y condiciones de trabajo de lo más higiénico y seguro. Semejante propuesta no podía por menos que ser apoyada por todos los humoristas del mundo por unanimidad. Como bien se sabe estos alegres pájaros cantores gustan de todo lo que la vida puede entregarles generosamente y aún gustarían de más si lo hubiera o pudiera ser imaginado. Almirante cumplió su promesa gracias a la subvención en dinero negro de la mafia de las Vegas. La condición era que lo blanquease hasta dejarlo más limpio que una patena. A cambio ellos correrían con todos los gastos del congreso.

No es de extrañar que los humoristas se vieran alojados en el mejor hotel del mundo, El Piramidal. Una gigantesca pirámide con palmeritas en los jardines y un casino impresionante donde debería estar la cámara del rey, lugar donde como todos saben se deposíta el sarcófago del faraón. Tuvieron tanta barra libre que alguno ni se acordó que era humorista y tuvieron que sacarle los chistes a patadas. En cuanto a chicas hermosas y asequibles la dirección del hotel hizo desaparecer a las doncellas a las horas reglamentarias de ponencias y espectáculos. En aquel tiempo no existían humoristas femeninas. ¡Y mira que lo sintió Olegario Brunelli!. Entonces un jovencito sin barriga y con todo el pelo en la cabeza, que comenzaba sus pinitos de humorista en cabaretes de mala muerte.

Los humoristas atravesaron la delgada línea roja que separa el humor de la política y se dejaron comprar. ¡Así como suena!. Se corrompieron por unos tragos y unos besos. ¡Cuanta miseria hay en el mundo para que unos personajes tan íntegros se vendieran por un plato de lentejas!. Y no me pidan que les cuente más sobre este primer congreso porque hasta un negro de la pluma, mal pagado y menos conocido, hasta un miserable gusano como este narrador, tiene su corazoncito y su integridad a toda prueba. Claro que sus convicciones éticas, las de este narrador, son tan flexibles como el peso del oro con el que se le intente comprar. Es decir a más oro más flexibilidad. Lo malo es que nadie ha intentado comprame. ¡Buaaahh!.

Los humoristas dicen de Almirante que en sus tiempos hizo reir a los diplodocus. Y lo dicen no solo por su provecta edad sino porque ni los más viejos recuerdan uno de sus shows. Jubilado de humorista, se dedicó a organizar la asociación mundial de humoristas AMH (pronunciado amé a H) allá a principios de los años sesenta. Se puede decir que el primer congreso exitoso tuvo lugar poco antes del asesinato de Kénedy. No cuenta un congreso realizado en París en el año 1946, que fue un rotundo fracaso. A este congreso asistió Almirante, un jovenzuelo con ansias de ser corrompido. Emprendedor como era sembró en la tierra sus esfuerzos y estos dieron tanto fruto que el 20º congreso, celebrado en las Vegas, en el hotel Piramidal, fue un formidable éxito. Gracias en parte a la subvención de varios millones de dólares de la mafia local. Parte de los cuales se los embolsó el propio Almirante. Muchos dijeron que la mafia, siempre tan divertida, había hecho una cuantiosa donación con la clara y tajante condición de que se prohibiera a los humoristas meterse con la cosa nostra.

Almirante comenzó a tener fama de mafioso. La fama de humorista-enterrador, que nunca cuenta un chiste ni aunque le maten, ya la tenía desde tiempo atrás. La oposición, formada por cuatro humoristas gamberros, a la que se apuntó nuestro Brunelli (en sus años juveniles se apuntaba a un bombardeo y eso que es hombre pacifista donde los haya) castigó al Sr. Almirante con las parodias más sangrantes de la historia del humor. Las bromas que le gastaron están ahora en las antologías del humor, cruel, negro como la noche y despiadado como un pistolero sin plata en la bolsa... Por cierto pueden comprar a la entrada del salón de congresos las antologías de humor números uno,dos y tres, ilustradas por el gran Firges. Muy baratas, oiga. Y si alguno quiere colaborar en la antología del humor por la paz, número cuatro del catálogo, ya puede ir dándole a la risa.

A pesar de ello Almirante continuó erre que erre. ¡Lo que cuesta renunciar a una poltrona!. Me recuerda una canción, con música de tango, que dice: "Sillón de mis entretelas, mi despachito oficial", etc etc. Lo que le salvó al Sr. Almirante de la debacle fueron los congresos. Excepto los diez primeros, entre 1946 y 1956 (¿recuerdan?, segunda guerra mundial, proceso de Nuremberg, se descubren los campos de concentración nazis, etc etc) que fueron muy poco concurridos (faltaron los hermanos Marx y Woody era aún un niñito repelente). En ellos Almirante pronunció extensos y soporíferos discursos sobre el nuevo mundo que se avecinaba y que iba a ser una delicia (guerra de Vietnam, guerra de Corea, crisis de los misiles, guerra fría,etc,¡qué gran chiste!). Asistieron, mal contados, dos humoristas temblorosos y hambrientos, sacados de un cabaert de mala muerte y que fueron muy bien pagados para que intentaran hacer un poco de humor negro sobre el racionamiento.

Digo que con excepción de estos años, los congresos posteriores fueron un gran éxito. En uno de ellos, incluso,tocaron los Beatles. Gracias a estos ídolos y a la concurrida asistencia de humoristas los congresos posteriores despegaron como cohetes a la luna. Gracias hay que dar a la señora o señorita inglesa que inventó la minifalda. Fue ella y las histéricas minifalderas, fans de los Beatles, las que hicieron de aquel congreso una fecha inolvidable que nunca será olvidada. Se cuenta incluso que una minifaldera se prendó de Olegario Brunelli, de tal forma que éste ya nunca puso pegas a que Almirante organizara los congresos.

Pero esta es una larga historia que les contaré en otro momento. Porque ha llegado el momento de inaugurar el congreso y hay aquí un jaleo de mil demonios, todo el hotel está patas arriba.

domingo, 13 de febrero de 2011

Iñaki Lizorno, cocinero postmoderno







EL CIRCO DE SLICTIK PRESENTAAA

IÑAKI LIZORNO, COCINERO POSMODERNO

NARRADO POR UNO DE SUS PINCHES DE COCINA
QUE LLEGARÍA A LA FAMA COMO PROMOTOR DE LA COCINA INTEGRAL.


Confieso, sin vergüenza alguna, que me hice pinche de cocina por la más elemental de las razones: hambre. Mi familia era muy pobre. Comíamos y cenábamos sopas de ajo todos los días y eso cuando teníamos pan duro (los ajos los mangaba mi hermano mayor de una huerta cercana). Si no quedaba ni un mendruguillo de pan se hacía una sopa integral, en la que además del agua del grifo se podían encontrar los elementos varios atropados a lo largo del día y recogidos en los bolsillos de los elementos -¡menudos elementos!- de esta portentosa familia que me tocó en suerte. Por poner un ejemplo clásico, una sopa integral muy bien podría estar formada por una hoja de lechuga casi sana (mangada al paso en una verdulería, negocio familiar); restos de tomate y sardina de una lata hallada en un cubo de basura urbano de familia bien, o sea sin rebañar y unas cuantas cáscaras de pipas de girasol cuando no pipas enteras si mi hermano mayor, el mangante, se acordaba de nosotros luego de pasarse el día hurtando paquetes de pipas a todo bicho viviente, más bien niño, que encontrara en su camino.

Unos días la sopa integral era de más sustancia y otros de menos, según la suerte. Para acompañarla un buen vaso de agua del grifo. Claro que la sugestión o séase, imaginación, ayudaba mucho puesto que es una de las mejores pildoritas para combatir el hambre. El otro calmante, un poquillo mejor, es un jamón pata-negra, pongamos por caso.

Las razones de semejante estado de necesidad, aparte la culpa que tiene la sociedad en estos casos -de la que no se va a librar así me pida perdón durante el resto de mi vida- eran por este orden:1ª) el alcoholismo de mi papá, un borracho indecente, que se limitaba a practicar un par de chapuzas (difíciles de explicar) a la semana, que se le iban en vino peleón. 2ª) el que mi madre fuera una cotilla infame que se pasaba el día de un lado para otro (con esto quiero decir que se enteraba de los trapos sucios de uno para contárselos al otro, no que fuera lavandera) en lugar de atropar cuatro perras, que bien nos hubieran venido. 3ª) Mi hermano mayor era un mangante empedernido, todo lo que encontraba lo utilizaba para él solito, incluidos los bienes muebles e inmuebles de la familia. 4ª) los hijos del matrimonio, sin contar conmigo, o sea, siete en total.

No es de extrañar, no, que con el hambre que llevaba acurrucadita en el estómago, me fijara en aquel cartelón. "Se necesita chico para pinche de cocina". Podría haber dicho "chica" y mi vida habría tomado otro rumbo o trillados derroteros, que diría el otro, pero no, una simple letra puede cambiar una vida. De esta manera entré como pinche de cocina de Iñaki Lizorno, quien, con el tiempo y unos cuantos fogones, llegaría a ser el gran maestro de la cocina nacional e internacional y jefe supremo de la cocina postmoderna que es ahora. No se lo van a creer pero llegó a los cinco platos Vajillín (la vajilla de moda en las grandes cortes europeas) y aún le pusieron uno más en exclusiva para su restaurante por haber alcanzado las más altas cumbres terrestres de la cocina, o sea el Everest del fogón.

Claro que un servidor no se quedó atrás y pasaría a la historia gastronómica como el promotor de la cocina integral. Antes tuve que superar mi timidez enfermiza, sacudirme los viejos deportivos, sonarme los mocos, limpiarme la cara con un pañuelo en el que había escupido antes y dar un paso al frente. Quiero decir con ello que necesité todas estas mandangas antes de atreverme a entrar en el ventorrillo de Iñaki Lizorno.

Ya sé que a los puristas les sonará a herejía, pero estén seguros de ello, antes de ser el ídolo de masas que es hoy, Iñaki Lizorno pasó por los más modestos destinos. Entre ellos el de propietario de un ventorrillo en las afueras de la ciudad, en una de cuyas ventanas, de sucios cristales, acaba de colocar el cartelón. Entré a un amplio rectángulo de suelo mojado y lleno de serrín que estaba barriendo, con mucho salero, una chiquilla de mi edad poco más o menos. Era Izaskun, la hija mayor de Iñaki Lizorno, con la que llegaría a hacer con el tiempo muy buenas migas. Pero eso sería mucho después, porque ahora me miró de arriba abajo, como si fuera un gitano, con perdón de los gitanos, y no estaba muy equivocada porque el abuelo de mi padre era de raza gitana, que Dios lo tenga en su gloria, y la abuela materna era judía, y hubo un ancestro árabe y creo que un lejano tatarabuelo era de raza negra, africano por más señas. Con estos antecedentes se imaginarán ustedes que en mis genes el hambre hacía estragos.

En aquel momento era el estómago, y no los genes, el que se quejaba amargamente. En lugar de ofrecerme un currusco de pan con chorizo Izaskun me preguntó, con muy malos modos, todo sea dicho, que quería. Yo, muy tímido y cortado, ante la belleza de la damita, señalé con el dedo el cartelón. Ella comprendió enseguida. Espera, voy a llamar a mi padre. Y se introdujo en el corredor por una puertecita a mi izquierda.

Iñaki era en aquellos tiempos un joven, fortachón y simpático como todos los vascos, y de vozarrón tal que hacía temblar los cristales sucios de las ventanas. Me vio y decidió en el acto que no le convenía. Fue entonces cuando recordé mi hambre ancestral y defendí mis cualidades a capa y espada. Me conformaría con las sobras. Me bastaba y sobraba como salario. Trabajaría como un exclavo, día y noche, noche y día. Iñaki se rascó la cabeza, plena de recio pelo y tardó tres segundos en revocar su primera decisión. Aquel pinche era un chollo, hablando económicamente. Esta facilidad para tomar las decisiones más difíciles, en dos o tres segundos, sería una de las cualidades que le llevarían al triunfo. En la cocina no se puede dudar mucho, se prueba y si sale bien estupendo, y si sale mal a fastidiarse. Otra de sus cualidades, que apreciaría pronto, era su exquisito paladar, unido a unas manos de cocinero vasco de toda la vida.

Me preguntó cuándo podría empezar y contesté, al pronto, que ya. Necesitaba comer cuanto antes, no podía esperar al día siguiente. Así empezó la más curiosa asociación en la historia de la cocina moderna. Iñaki Lizorno, as de la cocina postmoderna, y un servidor, as de la cocina integral, mano con mano y codo con codo llegaríamos a transformar la cocina tradicional, base de toda cocina que se precie. En un próximo capítulo les contaré cómo degusté los primeros platos en la cocina de Iñaki. Para chuparse los dedos, pueden creerme.
Continuará.

sábado, 12 de febrero de 2011

LAS HABITACIONES


Nota: Esta sección estará destinada a la vida de nuestros personajes en las habitaciones. Una vez trabajadas las historias en el correspondiente foro y pasadas a limpio se pasarán aquí y quedarán para la inmortalidad.

Adalgisa, pitonisa para todo






NOTA: Creé a Adalgisa para burlarme de todo este mundo surrealista de la videncia, en un principio fue un personaje que pretendía parodiar a las pitonisas televisivas y telefónicas que nos adivinan el futuro por dos duros… bueno, un poco más. Pero luego le tomé un afecto entrañable al personaje, al que fui utilizando para desarrollar con humor cierta etapa juvenil en la que me dedicaba a la astrología, el tarot, el I Ching y todo lo que se terciara. Ello con el objeto sibilino de seducir a chicas, parece que más propicias a estos temas que los “machos” de pelo en pecho. Esto no es totalmente cierto como diría Maribél, la top modél, otro de mis personajes, si apareciera ahora. Debo decir que algo de éxito si tuve puesto que eché el tarot a Conchi, la que hoy es mi mujer, anunciándole la aparición en su vida de un príncipe azul, lo que no le dije es que sería gordo, como así fue.
Como pueden ver de nuevo aparece la figura del narrador que tanta importancia tiene en la biografía de todos mis personajes humorísticos. No sucede así con todos (por ejemplo el telépata loco va narrando su vida a través de cartas mentales) y hay otros muchos que utilizan otros trucos y técnicas diferentes, pero esto del narrador cínico que va a hacer sangre a su biografiado es algo que “me pone” como dice ahora Antena 3.
Con el tiempo les haré llegar algunos de sus estudios astrológicos sobre todos los signos del zodiaco y otras muchas cosas de esta pitonisa insaciable. ¡Quién la iba a decir que un día no muy lejano un astrólogo con ganas de dar la murga descubriría que no son doce signos, sino trece! Escogí la imagen de la negrita zumbona de “Lo que el viento se llevó” porque me pareció una imagen adecuada de Adalgisa, aunque estuve dudando mucho tiempo sobre el color de su piel, su raza, su edad, sus encantos físicos, su… No lo tenía nada claro, y aún ahora tampoco he llegado a una conclusión definitiva. No obstante la imagen de “la zeñolita Ezcal-lata” sigue siendo la que más me gusta de Adalgisa.

ADALGISA, PITONISA PARA TODO.

HISTORIA NARRADA POR EL DETECTIVE ANONIMO QUE TIENE A SU SERVICIO.

Fui contratado por este portento hace ya algunos años, cuando sus predicciones comenzaron a fallar. Me paga bien, me divierte el trabajo y tengo una patrona que no me merezco. ¿Qué más puedo pedir?

Adalgisa es una mujer en la cincuentena. Se ha cuidado mucho, por eso parece más joven de lo que sin duda nos diría su D.N.I. si estuviera a nuestro alcance. Ultimamente la noto un poco rara, tiene reacciones que yo achaco a la menopausia aunque me guardo mucho de mencionárselo. Nadie tiene la culpa de las etapas que la naturaleza nos obliga a vivir y Adalgisa menos que nadie. Es una mujer amable, generosa y bien dotada para el amor. Esto último lo sé muy bien, no en vano llevo algunos años amancebado con ella, como se decía antes, o siendo pareja de hecho, como se dice ahora.

Sus dotes de vidente la vedaron el matrimonio. Era capaz de ver su relación con el pretendiente de turno de aquí a veinte años vista. Demasiado tiempo para que decidiera arriesgare a contraer vínculo. Tuvo sus amantes ocasionales, hasta que yo entré en su vida. A pesar de sus esfuerzos no podía ver nada sobre mí en su bola de cristal; las cartas no decían gran cosa, el I Ching era desconcertante y los astros no sabían qué hacer conmigo. Ese cúmulo de circunstancias la decicieron a liarse la manta a la cabeza y proponerme sexo. También ayudó algo mi cuerpo serrano. Pero no voy a darles detalles de mi anatomía, ni siquiera les diré mi edad aproximada. Recuerden que soy anónimo.

Para sus consultas acostumbra a llevar un vestido azul-cielo, con estrellas, astros, conjunciones, la estrella salomónica de cinco puntas y un compás y una plomada (nunca me ha dicho si pertenece o no a la masonería). Para obtener sus predicciones utiliza la bola de cristal, el tarot de Marsella, el I Ching, hace cartas astrales, lee los posos del café o del té, echa las tabas, interpreta los sueños o cualquier cosa que se les ocurra. La videncia no es una ciencia exacta. Ha tenido etapas y etapas. Hace unos años atravesó su desierto particular. Fue entonces cuando buscó en las páginas amarillas el nombre de un detective que no le diera mal fario. Yo acepté el trabajo como uno más, ni más raro ni más difícil que los otros. La misión que me encomendó fue la de obtener todos los datos posibles de sus clientes habituales y hacer encuestas por la calle para saber qué pensaba la gente de la astrología y otras artes adivinatorias. Recuerdo como algo muy divertido el obtener características de los signos astrológicos preguntando por la calle de qué signo eran los viandantes. Me pasó de todo, hasta cosas buenas.

Si me permiten ustedes voy a sacar a la luz, con permiso de Adalgisa, sus estudios juveniles sobre los diferentes signos astrólogicos. En ellos se nota la rebeldía juvenil que la embargaba por entonces y un ligero mal café, tal vez causado por sus dificultades para obtener empleo. Se dijo que si otros vivían de esto por qué razón no iba a poder hacerlo ella. Se pasó una temporadita hincando los codos y luego se anunció en la prensa. Un poco de parafernalia, mucha psicología y su don de gentes la auparon al carro del triunfo. Todo le fue bien hasta que apareció el desierto y entonces echó mano de este detective. Nos comprendimos a primera vista, nos caímos bien en cuanto nos sentamos en el sofá de su casa y nos amamos a los pocos días. ¿Hay algún mal en ello?. Conmigo no le funcionan las previsiones, pero he sido testigo de aciertos que han puesto lividez en rostros más duros que el cemento. Ni creo ni dejo de creer, tan solo ayuda a mi señora. Aunque sus estudios astrológicos pueden levantar ampollas, a mí no me ofenden y hasta pueden resultar divertidos. Al fin y al cabo eso es lo importante en la vida, pasarlo bien. ¿O no? Permítanme que empiece por mi signo astrológico, tauro. Algunas características coinciden plenamente. Otras no mucho, pero es que están los ascendentes, las casas, las conjunciones, las cuadraturas y otros matices que modifican mucho el signo puro.

INDICE DE DOCUMENTACIÓN






INDICE DE DOCUMENTACIÓN PARA LOS PARTICIPANTES

La documentación se dividirá en varias secciones.

DOCUMENTACIÓN PROPIA DEL TALLER HUMORÍSTICO

Consistente en Test humorísticos; impresos-modelos para la creación de personajes; Manuales para uso del Hotel Monasterio de los disparates; Estudios-ensayos sobre el humor y los diferentes subgéneros humorísticos; Documentación sobre el humor literario en la historia de la literatura; documentación cine humorístico; documentación series de televisión, comedias y humor, etc

DOCUMENTACIÓN SOBRE MIS PERSONAJES Y EL VIEJO TALLER DEL HOTEL DE LOS DISPARATES

En el blog Slictik, el hombre de las mil caras, podrán seguir la historia del antiguo taller del Hotel de los disparates. Para acceder a él pueden cliquear en Slictik, arriba, a la derecha de este blog.

También podrán acceder en este blog al nuevo proyecto inacabado "La Torre de Babel", donde mis personajes, instalados en París, en un rascacielos donado por el millonario Slictik iniciaron una nueva andadura en sus vidas.


DOCUMENTACION SOBRE EL NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN DEL TALLER DE HUMOR QUE SE LLAMÓ "EL HOTEL DE LOS DISPARATES"

En el tercer blog, Slictik, podrán seguir el nacimiento de este taller y su evolución a lo largo del tiempo con toda la documentación que tengo sobre el mismo. Podrán leer los manuales, los temas que se trataron, los personajes que fueron apareciendo, los trabajos en foros, en chats, los éxitos y los fracasos, las polémicas, los errores y sus lecciones, etc.