INFORME EXTRATERRESTRE SOBRE LA ESPECIE HUMANA I
COMUNICACIÓN DEL INTELIGENTÓLOGO DR. MCHCOK A LA ACADEMIA
DE LAS ARTES Y LAS CIENCIAS DEL PLANETA STRANVIROV.
Muy estimados amigos y colegas:
Como bien sabéis, puesto que fue idea vuestra el
enviarme, he pasado una larga temporada en el planeta al que sus nativos
denominan Tierra, con un vocablo muy pedrestre y poco espiritual como es toda
su cultura.
El planeta Tierra ha sido el primer descubrimiento del
nuevo telescopio-escaneador de formas inteligentes o sea del T.E.F.I. o tefito
como nos gusta llamarle. Como ustedes no ignoran se trata de una auténtica
maravilla de la nueva tecnología mentalista que está invadiendo nuestra
sociedad. Y tiene que serlo dada la distancia en siglos luz a que se encuentra
Tierra de Stranviron y de la escasa energía inteligente que se desprende de los
cráneos terrestres. Es un auténtico milagro que llegara a encenderse el
pilotito verde, ese que nos avisa de la existencia de hasta un solo átomo
inteligente en una galaxia.
Ejem...ejem... A pesar de la poco abundante inteligencia
de sus nativos, con cráneos duros como pedruscos y tan vacuos como lo está en
estos momentos mi estómago ( estoy en ayunas para evitar que el nerviosismo que
me embarga habitualmente en estos casos me haga vomitar) creo estar en
condiciones de confirmarles lo larga y divertida que será esta comunicación.
Les hará reír como nunca hasta ahora lo habían hecho, razón por la que les
aconsejo sujeten sus ingles con el cinturón risitas para evitar accidentes por
descoyuntamiento inguinal.
Nos veremos obligados a parar en repetidas ocasiones para
alimentarnos, dormir o estirar las piernas, pero eso no será un grave
inconveniente, puesto que ustedes no tienen nada mejor que hacer y yo tampoco.
Voy a dividir esta comunicación en varias partes y un prólogo. Me disculparán
que aún ignore el número de partes, esto dependerá de su paciencia, y en cuanto
al prólogo consistirá en una breve historieta sobre cómo llegué al planeta
Tierra y el primer contacto con un especimen humano.
Y ahora, lo quieran o no, me van a permitir un breve receso
para echarme al diente un stranwich de algas con proteina mineral. Continuaré
la comunicación en cuanto tenga el stranwich en el estómago. Nosotros estaremos
muy adelantados en el plano inteligente pero nos vemos precisados a
alimentarnos como las especies más tontas.
Apreciados colegas: Aún con el delicioso sabor de la
proteina mineral, extraída de la roca Grano de Néctar, en el paladar, me
dispongo, de muy buen humor, a contarles cómo llegué al planeta Tierra y cómo
sucedió el primer contacto con un nativo terrestre.
Cuando me sugirieron un estudio de la raza terrestre,
raza inteligente según los parámetros consensuados por todas los seres
inteligentes, me encontraba terminando un ensayo sobre la especie cuatrípeda
aratorna, del planeta Áraton. Nunca abandoné con mayor placer un estudio. Los
aratornos serán inteligentes, que no lo niego, pero su conducta carece del
menor interés para quien considera el humor la más alta manifestación de la
inteligencia. Esta especie es tan sumamente pragmática que no se encuentra en
ella la menor contradicción, razón por la cual su sentido del humor está aún
por descubrir.
Elegí viajar al planeta Tierra utilizando medios
convencionales. Para ello me hice instalar en una nave intergaláctica,
concretamente la Galax II, renunciando al viaje instantáneo de nuestro
transformador mental. Como saben se trata del último ingenio de nuestra muy
ingeniosa tecnología. El TM transforma nuestras partículas físicas en mentales
y ¡zás!, basta un simple pensamiento para llegar al tiempo y luegar que
previamente has elegido. En cambio en un viaje convencional tienes tiempo
sobrado para estudiar sin prisa los numerosos datos, enviados por sondas no
tripuladas, sobre los terráqueos. Puedes hacerte tus propios diseños corporales
con el fin de pasar desapercibido entre sus nativos y probártelos ante el
espejo, dando pequeños retoques aquí y allá. Así mismo estudias con calma sus
numerosas lenguas, idiomas y dialectos, intentando desvelar la profunda
filosofía de la vida que late necesiaramente en todo lenguaje. Les confieso que
me divertí mucho repitiendo las lecciones de nuestra máquina parlante, profesora de idiomas
titulada. Buenos dias, good morning, bon jour...etc, etc.
Me apasionó el estudio e interpretación de los datos
recopilados por nuestras eficientes sondas, que tal vez merecerían una
medallita al trabajo. Tal vez apasionante no sea la palabra adecuada para
describir la emoción que me produjo estudiar una especie inteligente que lo
posee todo y en grandes cantidades, excepto tal vez una adecuada dosis de
inteligencia. ¡Hermosa contradicción!.
Como ustedes saben, nada resulta más sencillo que adoptar
la forma física de cada especie inteligente a estudiar. Ellas aún ignoran,
¡pobres!, que no es preciso conectar neurona con neurona, siguiendo su peculiar
diseño, para que un extraterrestre pueda expresarse a través de un cuerpo
físico. Poniendo una comparación muy querida por los terrestres, es como si
alguien se introdujera en uno de sus vehículos motorizados y, una vez aprendido
para qué sirve cada pedal, se pusiera a conducir tan campante por sus
autopistas. Ellos son tan inteligentes que ni siquiera saben diferenciar la
parte valiosa de su invididualidad, su mente consciente, de un simple trozo de
carne que ha moldeado su consciencia en una larga evolución de milenios, para
lograr satisfacer su necesidad elemental, propia de seres poco evolucionados,
de seguir manteniendo contacto con el mundo material. ¡Riánse ustedes!. Y sigan
riéndose puesto que nosotros hacemos tres cuartos de lo mismo.¿O no me acabo yo
de zampar un stranwich de proteína mineral?.
Nuestra tecnología, casi milagrosa, y sobre todo nuestra
mente, evolucionada hasta extremos que la especie humana consideraría divinos,
me hizo fácil hacerme con el cuerpo humano más adecuado para pasar
desapercibido entre ellos y que menos problemas me diera, porque era inevitable
que me diera algunos. Tuve que probar varios cuerpos, de infantes, de ancianos,
de mujeres y de hombres, hasta elegir el que me pareció menos problemático. La
computadora de Galax II creó un entorno virtual donde pude experimentar con
ellos a gusto y gana hasta decidirme a encargar al sastre el que me pareció más
interesante.
Paso a delimitar someramente las conclusiones a las que
llegué en la probatura de cuerpos: 1º)El cuerpo de infante sería un engorro,
puesto que las crias de la especie no tienen papel relevante alguno que
desempeñar en su sociedad. 2º)El cuerpo del anciano me marginaría
automáticamente del centro social más activo. 3º) El cuerpo de la mujer me
daría una estética muy apreciada entre los nativos terráqueos, pero a cambio me
vería excluido de los grandes centros de poder, aún en manos del macho aunque
yo diría que no por mucho tiempo.
Así pues mi conclusión fue sencilla: elegir un cuerpo de
macho adulto, ligeramente atractivo, de una edad que ellos consideran ideal (
la mitad de su vida estandar, más o menos). El resto de adminículos resultaron
sencillos de diseñar: una tarjeta de crédito sin restricciones, toda la
documentación necesaria para demostrar que habia nacido en un lugar concreto de
su planeta, en un día determinado de su calendario, que tenía unos padres X e
Y, que había realizado estudios ( no quise abusar y convertirme en un genio,
puesto que ser un genio en su sociedad es aceptar un riesgo demasiado elevado)
y el resto del papeleo imprescindible para tener libertad de movimientos en su
compleja organización social. Les advierto que no tuve otro remedio que mandar
fabricar un maletín como el que llevan sus ejecutivos o yupis, para guardar
toda la documentación necesaria. ¡Menos mal que nuestra tecnología permite
hacer virguerías con estas cosas!.
Y con esto pasaré a contarles a continuación -en cuanto
haga una pequeña pausa para beberme un litro de agua, de sabor múltiple,
burbujeante y convenientemente preparada para facilitar la digestión del
stranwich de alga y proteína mineral- el primer contacto con los terráqueos o
terrestres.
Permítanme que les diga algo: no nos vendría mal
desprendernos de una vez por todas de estos cuerpos de cristal carbónico
energetizado hasta la décima potencia al cuadrado. Tienen su encanto, puesto
que nos permiten saborear un stranwich y darnos lingotazos de toda clase de
líquidos, pero me temo que dan más problemas que otra cosa.
Y ahora hagamos otro receso, que se me está secando la
boca.