viernes, 23 de diciembre de 2016

ALARICO, EL COLERICO



NOTA INTRODUCTORIA: Alarico, el colerico, sin acento –ojo a los correctores de textos- fue uno de los personajes que esbocé al comienzo de mi pasión obsesiva-compulsiva por los personajes humorísticos. Salió de la churrera como un churro más, unido al resto hasta que fue separado por las tijeras del churrero. No solo me dediqué a crear un personaje humorístico por cada profesión existente o futura sino que quise ir aún más lejos, esbozando personajes de acuerdo a cualidades, defectos o factores psicológicos, es decir personajes de carácter, algo así como si fueran “sakespirianos” pero quedándome solo con los personajes de comedia y no de tragedia del ínclito autor. El hecho de que comenzara por los siete pecados capitales no tiene una explicación lógica, salvo que mi herencia religiosa tuviera alguna influencia, algo que dudo. El hecho de que decidiera comenzar por la cólera o la ira, o como se le quiera llamar, sí tiene razón de ser, puesto que uno de mis defectos de carácter, tal vez el que más problemas me ha dado a lo largo de toda la vida, es la santa cólera. Nunca supe de dónde nacía semejante raíz maligna, y sigo sin saberlo. Me consideraba un niño muy bueno y creo que en mi entorno también lo pensaban a juzgar por los halagos pasteleros que recibía en familia y fuera de la familia. Fui un niño muy religioso, un adolescente que pugnaba por no cometer pecados y casi lo hubiera conseguido, de no ser por la lujuria, otro pecado capital que me hubiera dado muchos más quebraderos de cabeza que la cólera de no ser por las nulas ocasiones de pecar que encontré en mis años jóvenes y menos jóvenes. Aquellas explosiones que me llegaban sin avisar, aunque casi siempre tras lo que consideraba injusticias insufribles, me traían de cabeza porque era incapaz de explicar su génesis, su raíz, su causa-efecto lógica. Con el tiempo llegaría a plantearme la posible existencia de causas kármicas de las que supuestamente estaba llena mi mochila de vidas pasadas. También le di vueltas a la posibilidad de que hubiera sufrido maltrato psicológico en mi infancia y adolescencia y-o presenciara ese maltrato físico y psicológico en familia y fuera de la familia. La estancia en aquel colegio religioso no fue la causa única y fundamental puesto que a los seis años recuerdo haber sufrido un rebote colérico de mucho cuidado cuando los matones de la escuela me arrebataron las canicas de acero que me trajera mi padre de la mina de carbón, donde era caminero, es decir, ponía las vías para que el tren sacara el carbón. Aquella explosión de cólera acabó por el barro, donde caí cuando me opuse a la injusticia, donde recibí una severa paliza para un niño de seis años, llegando a sufrir mi primer ataque de asma que casi me ahoga y me causa la muerte. 
   
Aquella primera explosión de cólera infantil es sin duda el paradigma de todas las posteriores a lo largo de mi vida. Para alguien que se tilda de colérico debo decir que no fueran muchas, habas contadas, pero aún así fueron terribles y sus consecuencias devastadoras, es por eso que siempre me ha preocupado mucho la posibilidad de estallar en santa cólera y he dedicado buena parte de mi vida a encontrar una técnica, una herramienta que me permitiera superar, sino anular por completo, esos estallidos.  Lo más terrible y preocupante era lo poco que me importaba la posibilidad de morir a manos de otro o de otros defendiendo lo que yo consideraba la santa justicia. No puedo decir que mis cóleras eran inmotivadas y que en algún momento temiera causar daño físico irreparable a alguien que no me atacara primero y con deseo de acabar conmigo, pero una vez que consideraba que el otro era un enemigo, que me había atacado primero y que acabaría conmigo si no me defendía, la posibilidad de que mi cólera terminara matando a alguien, aunque fuera para defenderme, es algo que me angustió durante algunas etapas de mi vida, especialmente durante mi juventud. De no haber sufrido un ataque de asma en aquel primer ataque, a los seis años, estoy convencido de que hubiera peleado hasta recibir una paliza mortal o hasta que ellos la recibieran y se rindieran. No existía término medio ni equilibrio en mis cóleras.

Alarico fue creado, como la mayoría de mis personajes, para parodiarme, para burlarme de mis defectos de carácter, aún así tal vez tenga menos de mí mismo que otros muchos personajes. La tentación de aprovechar el lado ridículo de la cólera me llevó a situaciones que poco o nada tienen que ver con mi forma de ser aunque sí con la lógica psicológica de Alarico, el colerico. Tal vez el ejemplo de colérico más cercano que tuve nunca fuera mi propio padre, cuyas cóleras, especialmente si había bebido, eran terribles, espeluznantes. Las mías no llegaron a tanto, aunque sí dieron algunos sustos a mis allegados e incluso a mí mismo, llegando incluso a tener pesadillas en las que me veía como un asesino en serie.

Dado el tiempo transcurrido desde el primer esbozo ahora debo retomar la historia desde el principio, podando cosas que ya no me convencen y añadiendo y matizando muchos episodios que tienen más que ver con mi yo actual que con el que fui o creí ser en otros tiempos.

Aprovecharé esta introducción para esbozar los siete pecados capitales, haciendo un esquema y dando algunas nociones, sacadas de la wikipedia, que tienen tanto de serio como de hilarante a la vista de lo que luego ocurrirá con mis personajes.  Estos son los siete pecados capitales:


Un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable, de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados, todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal. […] Los pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza humana está principalmente inclinada.
Tomás de Aquino1
Los vicios pueden ser catalogados según las virtudes a que se oponen, o también pueden ser referidos a los pecados capitales que la experiencia cristiana ha distinguido siguiendo a san Juan Casiano y a san Gregorio Magno (Mor. 31, 45). Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios. Son la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula, la pereza.
Catecismo de la Iglesia Católica, n.º 1866,
artículo 8, «El pecado» (V: La proliferación del pecado).2
Ocho pecados capitales[editar]
Se sabe que el santo africano Cipriano de Cartago (f. 258) ―en De Mort. (IV)― escribió acerca de ocho pecados principales.
El monje Evagrio Póntico (345-399) escribió en griego Sobre los ocho vicios malvados, una lista de ocho vicios o pasiones malvadas (logismoi en griego) fuentes de toda palabra, pensamiento o acto impropio, contra los que sus compañeros monjes debían guardarse en especial. Dividió los ocho vicios en dos categorías:3
·         Cuatro vicios hacia el deseo de posesión:
·         gula y ebriedad (gastrimargia: ‘gula y ebriedad’).
·         avaricia (philarguria: ‘amor hacia el oro’).
·         lujuria (porneia)
·         vanagloria (kenodoxia)
·         Cuatro vicios irascibles, que ―al contrario que los concupiscibles―, no son deseos sino carencias, privaciones, frustraciones.
·         ira (orgè: cólera irreflexiva, crueldad, violencia).
·         tristeza (lupè)
·         pereza (acedia: depresión profunda, desesperanza).
·         orgullo (uperèphania)
·         La ira (en latín, ira) puede ser descrita como un sentimiento no ordenado, ni controlado, de odio y enfado. Estos sentimientos se pueden manifestar como una negación vehemente de la verdad, tanto hacia los demás y hacia uno mismo, impaciencia con los procedimientos de la ley y el deseo de venganza fuera del trabajo del sistema judicial (llevando a hacer justicia por sus propias manos), fanatismo en creencias políticas y religiosas, generalmente deseando hacer mal a otros. Una definición moderna también incluiría odio e intolerancia hacia otros por razones como raza o religión, llevando a la discriminación. Las transgresiones derivadas de la ira están entre las más serias, incluyendo homicidio, asalto, discriminación y en casos extremos, genocidio.
·         La ira es el único pecado que no necesariamente se relaciona con el egoísmo y el interés personal (aunque uno puede tener ira por egoísmo). Dante describe a la ira como «amor por la justicia pervertido a venganza y resentimiento».


                           
                        ALARICO, EL COLERICO

   SERIE SOBRE LOS SIETE PECADOS CAPITALES

NARRADO POR UN AMIGO ÍNTIMO, LLAMADO EL SANTO JOB, QUE PUDO SOPORTAR SUS CÓLERAS BAJO EL PARAGUAS DE UNA CÍNICA PACIENCIA, Y NARRADO POR TAMBIÉN POR EL PROPIO ALARICO EN SU DIARIO SECRETO

Bueno, bueno, eso del amigo íntimo es un poco exagerado. Alarico nunca tuvo, ni tiene, ni tendrá amigos íntimos y los amigos superficiales, superfluos, de recambio, le duran menos que una dosis de droga gratis regaladas a drogadictos con el síndrome de abstinencia por unos grandes almacenes, a sus puertas, para hacerse publicidad… en Navidad. Alarico tiene conocidos, como todo el que no sea invisible, que pasan a ser desconocidos con tanta rapidez que el pobre se arma un buen lio todos los días sobre a quién debo o no saludar.  Como narrador que soy ya me he corregido a mí mismo y me dispongo a ir al grano, como un pajarraco hambriento, o un pajarito melifluo que solo come golosinas, pero por desgracia le han cerrado el todo a cien por vacaciones y ahora se tiene que dedicar a picotear los sucios granitos que encuentra en el camino de tierra que lleva a las eras.

Podría describir a Alarico como un hombre en la cincuentena, por abajo, por arriba o por el medio; es más bien bajo comparado con los bajos, si lo hacemos con los pivots de la NBA es un enano, más bien grueso o gordo o grasoso, diría que es más bien feo, más bien… de todo, pero de todo lo malo, tirando muy hacia abajo en lo bueno y muy hacia arriba en lo malo. Poco pelo, si es que le queda alguno, muy poca prestancia física y un carácter colérico que amargó a todo su entorno durante toda su vida y que a él le acabó de amargar por completo, si es que no lo estaba antes o no nació así. Le podría comparar con una mala hierba en un jardín, que no sirve de nada y no deja crecer a las hortalizas que sirven de algo o a las flores que sirven para alegrar la vista del viandante.  De los siete pecados capitales la cólera es con mucha diferencia el pecado que le llevará de patitas al infierno, así se arrepienta o no y se confiese en artículo mortis. Pero no podemos olvidar los celos, que aunque no se contabilice como pecado capital, sí es muy j… de llevar.  Por suerte ha tenido muy pocos motivos para estar celoso a lo largo de su vida, a no ser que se deje llevar por unos celos platónicos y delirantes sobre supuestas amadas que una vez le miraron al pasar. Soportar sus ataques de celos, entre cólera y cólera, fue algo demasiado para su primera y única esposa, Tristana, quien acabó por pedir el divorcio a las primeras de cambio y no esperó ni a que le dieran la vuelta.

Alarico pasó su etapa de divorciado-zombi, de esos que van por ahí pensando que los demás son unos vivos y él un muerto y que los vivos deberían enterrar a los muertos en cuanto los vieran. De pronto se encontró sin saber quién era, quién había sido y sin encontrar el menor motivo para montar en la santa cólera e irse a dar bofetadas por ahí.  Tal vez fuera su etapa más tranquila, incluso, según me cuentan, se llegó a temer por su vida. Pero tal estado de postración no le duró mucho, pronto retomó sus coléricos estallidos que con el tiempo le valieron el sobrenombre de Alarico, el colerico, en tono de burla o el caballo de Atila, ya un poco más en serio, puesto que donde pisaba él nunca volvía a crecer la hierba, porque había asfalto o cemento bajo sus pies o porque si se iba al campo a desahogar sus cóleras, las terribles patadas que daba al suelo convertían la zona por donde se movía en auténtico destrozo de Atila y su caballo. Es por eso que procuraba no entrar en prados o campos vallados, por si luego le pedían daños y perjuicio, lo que hubiera acabado con su economía en la ruina, economía que nunca fue muy boyante, según los rumores que me han llegado.

Desconozco sus antecedentes coléricos durante la infancia, adolescencia y juventud, puesto que nuestros caminos se cruzaron un poco tarde, pero para remediarlo plagiaré descaradamente su propio diario que lleva subiendo a Internet una buena temporada, según dice él en su prólogo, para purgar todos sus pecados y poder morir en paz, ahora que, jubilado, y con muy mala salud, ve acercarse la muerte a galope tendido y montada en su caballo esquelético que bien podría llamarse “Cólera” puesto que el desgaste sufrido por Alarico con sus estallidos de cólera sin duda será una de las causas principales de su fallecimiento o de su fenecimiento prematuro.

Continuará.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

EL DOCTOR SUN, DISCÍPULO DE JUNG V

         




Les leo…con mucha dificultad, mi propia historia clínica, redactada con cagarrutas de mosca por el doctor Sun, discípulo de Jung, doctor honoris causa por las universidades de… (¡A quién demonios le importa!).

Severino Severo Amable…no tan amable como podría hacer pensar su apellido… llega a mi consulta en la mañana del día de Nochebuena, segundo milenio del calendario cristiano, año no sé cuántos de la época trajana y no digamos de la era babilónica, porque me pierdo. Le recibo por urgencias tras una insistencia demoledora de Rita, la portera de este edificio, quien manifiesta haber estado dos horas al teléfono de la portería, hablando con un loco que insiste en que le pase con el doctor Sun y que debe estar muy loco puesto que casi consigue que ella crea estar hablando consigo misma, de tal forma ha sacado a relucir sus pensamientos más ocultos y sus problemas más cotidianos. Me confiesa entre lágrimas haber cometido un terrible error, darle la dirección exacta de su portería, algo disculpable puesto que pensaba estar hablando consigo misma en un monólogo habitual cuando pasa muchas horas sola, sin que nadie visite la portería ni se preste a un diálogo afectivo y vivaz. Se postra de rodillas y me pide que reciba al paciente puesto que de otro modo tendré que atenderla de un síncope postraumático en cuanto aparezca por la portería su castigo divino por sus muchos pecados. Se levanta y luego vuelve a postrarse ya que ha olvidado pedirme que la contrate como telefonista de mi consulta, ello sin dejar la portería, entendiendo puede atender ambos oficios dado que en ninguno de ellos hay más de una visita al día, y eso con suerte. Vuelve a levantarse y vuelve a postrarse puesto que también ha olvidado pedirme que la convierta en mi secretaria tras unas clases de secretariado por correspondencia y antes de levantarse esta vez no se olvida de que en el contrato aparezca una cláusula, según la cual en cuanto saque su título de enfermera, también por correspondencia, me veré obligado a contratarla también como enfermera. Su insistencia y mi debilidad hacen que cometa el que creo mayor error de mi vida, firmar un precontrato a su dictado.

Pero no, parece que el mayor error de mi vida ha sido recibir al paciente empático, como le he llamado a la espera de que tras algunas sesiones pueda diagnosticarle debidamente. Suena la campanilla de la portería con tal brusquedad e insistencia que Rita sale disparada, regresando al cabo de dos minutos, treinta segundos, con un hombrecillo apocado, edad indefinida, más bien bajito, creo, al menos hasta que se desapoque y se estire en toda su longitud. Rita se despide con brusquedad descortés, cierra de un portazo y me deja solo en la consulta con un hombre que me mira como si yo fuera él y él fuera yo. Parece escrutarme buscando en mi alguna enfermedad mental oculta. Me pide que me siente, lo que hago tras mi mesa de despacho, en mi propio sillón -¡faltaría más!- y a su ruego dejo caer la cabeza hacia atrás y a punto estoy de ser hipnotizado, hasta que recuerdo que el hipnotizador y terapeuta soy yo.

Decido tomar las riendas, le ordeno con brusquedad apabullante que se tumbe en el diván psicoanalítico, se relaje y comience a contestar a mis preguntas, una tras otra. Así descubro que sus padres le pusieron al nacer el nombre de Severino, tal vez porque tenían muy mala leche o eran unos cachondos mentales, o ambas cosas a la vez, dado que su primer apellido es Severo, por su padre, y el segundo Amable, por su madre. Le pregunto qué recuerda de sus padres y me responde que nada, ni siquiera sabría que existen de no habérselo dicho en la inclusa, hoy llamada de otra manera que no recuerdo ni voy a forzar mi memoria para un detalle tan nimio. Segundo me comenta Severo Amable él era muy niño cuando le dijeron que sus padres le dejaron a la puerta del convento, digo de la inclusa, con una nota de estremecedora angustia. Carecían de medios económicos para hacerse cargo de un niño puesto que habían sido expulsados de sus respectivos trabajos por empresarios sin entrañas. Según me dice Severino él era muy niño hasta para saber que todos los niños tienen padres, o al menos una cigüeña que hace el viaje desde París una vez al mes, trayendo en el pico tantos bebés como han sido pedidos a lo largo de su itinerario, perfectamente marcado.

Severo sufre una crisis empática, comienza a graznar como una cigüeña, suponiendo que las cigüeñas graznen, que no lo sé, y se queja del enorme peso que lleva en el pico. Se desliza desde el sofá psicoanalítico hasta el suelo y debo despertarle a bofetadas y convencerle de que es mi paciente y no una cigüeña. Consigo que abandone su interés en darme detalles irrelevantes y se limite a contestar a mis preguntas. Pero no puede hacerlo porque no recuerda el nombre del asilo, digo inclusa, ni la ciudad, ni la comunidad autónoma, ni el país, ni el continente, ni el planeta… no recuerda nada. Le pregunto por sus primeros recuerdos de infancia y se echa a llorar, ni siquiera sabe que una vez fue niño. Eso es lo que le dicen todos pero no lo recuerda.

Intento completar los datos esenciales de su ficha antes de pasar a la primera sesión psicoanalítica y hacerme una idea de su enfermedad o patología. Repaso: Nombre, Severino Severo Amable, nombre de los padres desconocido, lugar de nacimiento, desconocido, comunidad autónoma, país, etc desconocidos. Se supone que es terráqueo porque no se sabe de ninguna cigüeña intergaláctica que haya dejado su carga en este planeta. Se supone que es humano porque su físico así lo hace parecer. Le pregunto por su profesión y responde con una lista tal de trabajos que ha realizado que dejo en blanco la casilla de la profesión, no es posible que un ser humano haya trabajado en tantos trabajos a lo largo de su vida, salvo que la humanidad haya pasado por alguna crisis económica galopante que desconozco, o mejor dicho de haber sufrido esa crisis la humanidad ni Severino ni nadie habría trabajo nunca… en el primer mundo, porque en el tercero los nuevos esclavos del segundo milenio habrían fabricado todos los productos necesarios en fábricas globalizadas y a precios irrisorios, por salarios de esclavos. Pero nadie en el primer mundo los habría podido comprar, dado que nadie trabajaba, etc etc.



Me estoy liando de mala manera. No consigo completar la ficha de sus datos esenciales, que dejo en blanco, a la espera de que tras la primera sesión hipnótica pueda sonsacarle, como al descuido, el número de su DNI, número de la seguridad social, si tiene permiso de conducir, el número de matrícula de su coche, su domicilio actual y empadronamientos anteriores, a quién votó en las últimas elecciones, si ha estado casado o al menos ha tenido una pareja de hecho, si es heterosexual, bisexual, homosexual, lesbiano o hermafrodita, si se considera hombre o mujer y si ha sido hormonado, operado o espera serlo en el futuro. Si ha rellenado alguna vez el censo, si ha contribuido a Hacienda, aunque sea muy poco, si tiene antecedentes penales, si ha estado encarcelado, si ha pasado alguna vez por un juzgado y cuál y dónde. Caigo en la cuenta de que sobran casillas por todas partes puesto que esto no es la declaración de la renta sino una historia clínica. Decido encomendarle a Rita que suprima todas las casillas sobre datos personales, salvo los imprescindibles. Puesto que la he contratado debido a un error gravísimo, pues que haga algo. De pronto recuerdo que en el precontrato no hemos puesto nada de su sueldo. Eso me vendrá muy bien para tenerla sujeta por las riendas. Decido no insistir con el paciente puesto que a estas alturas ya tengo mi primer y provisional diagnóstico. Su empatía es tan excesiva que me da miedo, nunca llegaré a saber nada de su identidad o de su vida puesto que su empatía le habrá convencido de que es todos, toda la humanidad a la vez, o incluso nadie, si se tropieza con nadie por la calle. Renuncio a todo lo que no sea llamarle paciente empático y a probar si puede ser hipnotizado. Creo que será el paciente que mayores dificultades me cause como hipnotista, dado que no se puede hipnotizar a toda la humanidad a la vez, pero a cambio creo que tendré grandes posibilidades de acceder al subconsciente colectivo que descubriera mi adorado maestro Carl Gustav Jung. Si hay un paciente que puede abrirme todas las puertas a ese mundo ignoto, ese es el paciente empático. Decido “ipso facto” que será mi paciente de por vida, las sesiones serán gratis y solo intentaré que haga algo a cambio, tal vez ser mi secretario, lo prefiero a Rita la portera, o mi factótum, ayudante para todo. Se lo comento como quien no quiere la cosa y se echa a llorar. Será mi secretario, mi ayudante, mi factótum, de hecho cree llevar mucho tiempo siéndolo y que se ha olvidado debido a una amnesia galopante, por eso está en mi consulta el día de Nochebuena, por la mañana. De pronto grita, si hoy es nochebuena, mañana es navidad, dame la bota María que me voy a emborrachar. Se levanta del sofá psicoanalítico y comienza a cantar y danzar. Se interrumpe para preguntarme si voy a cenar solo esta noche, qué quiero cenar, qué marca de cava prefiero, dónde vivo exactamente, o si la consulta es una habitación del piso donde resido. Al final consigue que le invite, tanto a él, como a Rita la portera a la cena de Nochebuena, pudiendo quedarse a dormir o a pasar la borrachera en los dormitorios de mi piso de quinientos metros cuadrados en la Diagonal. Sin saber cómo lo ha conseguido, me doy cuenta de que le he entregado mi cartera con abundante metálico y todas mis tarjetas. Sale disparado para comprar la cena de nochebuena y la comida de navidad y grita por las escaleras el nombre de Rita. Me santiguo e hinco mi rodilla en tierra, dando gracias a Dios. Al menos si le acompaña Rita tengo alguna garantía de cenar decentemente y de beber un espumoso que no sea aguachirle. Me froto las manos. Mis inicios, tras mi fatigosa huida de la mafia, en este país o nación o comunidad autónoma, o lo que sea, llamado Cataluña, que pertenece o no a España, han sido muy malos, paupérrimos, pero espero hacerme pronto un nombre y adquirir una buena clientela.

Lamento profundamente haber hipnotizado a unos cuantos ejecutivos a la salida de la bolsa para robarles la cartera, su identidad y todo el metálico que llevaban encima. Me arrepiento y me psicoanalizaré a las primeras de cambio. Pero algo tenía que hacer para huir de la mafia y aposentarme aquí como un desconocido psicoanalista que comienza su largo camino hacia el subconsciente colectivo. Creo recordar que Carlo Sun no es mi verdadero nombre, tal vez lo haya escogido para pasar inadvertido. Creo haberme auto-hipnotizado para olvidar. Nada de esto importa porque me espera un futuro radiante, ya tengo mi primer paciente, el paciente empático, una telefonista y secretaria… no, eso no, bórralo, y pronto, muy pronto seré el psicoanalista de la creme de la creme catalana.

Sí, soy yo, el paciente empático. Deberían agradecerme que haya podido descifrar este último párrafo, borrado a bolígrafo rojo por encima. Gracias a Dios el doctorcito hace todas sus historias clínicas por triplicado y he podido rescatarlo de la segunda copia que se olvidó de borrar.

Me siento muy mal, triste y melancólico, arrepentido de haber hecho sufrir tanto a mi doctorcito en nuestra primera cita. Su terrible sufrimiento es una carga demasiado opresora por lo que me voy a tomar un escocés de su mueble bar, intentando volver a respirar con normalidad y quitarme este peso del pecho.

lunes, 12 de diciembre de 2016

ALFREDO, EL MONTAÑERO



ALFREDO EL MONTAÑERO



NOTA INTRODUCTORIA

Aún recuerdo muy bien cómo surgió en mi esto del humor y de los personajes humorísticos. Estaba en León y en aquel momento, hace ya bastantes años, escribía uno de mis relatos cortos más oscuros y terribles, tal vez la más negra de todas mis historias, se titula “En el centro de la oscuridad” y trata de un enfermo mental, un fóbico social, aunque no se dice porque aún no había descubierto que lo que me pasaba era una fobia social, que no es capaz de salir de casa y su mente da vueltas y vueltas como un trenecito de juguete. A pesar de que no es muy largo, su intensidad emocional me estaba haciendo mucho daño. Necesitaba algo que lo compensara y se me ocurrió que el humor era el mejor contrapunto a la dramática historia que estaba hilvanando. No sabía cómo empezar con esto del humor y entonces se me ocurrió inventarme una serie de personajes humorísticos basados en profesiones concretas o en temáticas que me permitieran tratar muchos temas de forma humorística al tiempo que desgranaba la biografía del personaje. Fue de gran ayuda el inventarme también un narrador humorístico que en la mayoría de los casos era alguien a quien el personaje no le caía precisamente bien, no se trataba pues de hagiografías, de biografías autorizadas, todo lo contrario.  El cinismo del narrador, unido a situaciones surrealistas que vivía el personaje funcionaba a las mil maravillas. Así surgió un personaje por cada tema que me pareció interesante tratar: la economía, El Sr. Buenavista, economista; el humor, Olegario Brunelli, el humorista number one; la psiquiatría, El doctor Carlo Sun, discípulo de Jung; la abogacía, el Sr. Aladro, abogadro; la alta cocina, Iñaki Lizorno, cocinero postmoderno; Karl Future o Mr. Topacio, el astronauta del espacio, sobre la tecnología; Cátodo Mencía sobre la ciencia, etc etc. No sólo construí personajes sobre profesiones o temáticas, también me interesaron determinados defectos de carácter o pecados capitales y así surgió Alarico, el coleríco, por ejemplo.

Me divertí tanto que los personajes comenzaron a brotar como churros en una churrera. Con el tiempo, entre intervalo e intervalo en la creación de los personajes, fui concluyendo aquel relato terrible, frase a frase, y cuando, tras muchas correcciones, decidí darlo por válido, me dediqué en cuerpo y alma al humor. Recuerdo que hasta hice un índice de personajes humorísticos y los fui esbozando a grandes rasgos. Algunos me resultaban más divertidos que otros y así adquirieron más entidad y sus biografías manuscritas se esparcieron por libretas y cuadernos, según dónde estuviera escribiendo en cada momento, porque entonces y también ahora, escribo con un desorden tan caótico que a pesar de todos los índices que tengo por ahí (algunos curiosamente no coinciden con las libretas y cuadernos y páginas a los que me remito, como si los hubiera hecho en pleno delirio) me cuesta Dios y ayuda encontrar los manuscritos de algunos personajes que llevan creados hasta décadas, ligeramente esbozados, pero que no pasaron de ahí.

El caso de Alfredo el montañero es sintomático. Lo esbocé para burlarme y parodiarme a mí mismo y mis ínfulas de montañero –habría que decir senderista- algo de lo que me gustaba pavonearme. Casi todos mis personajes, sino todos, son parodias de mí mismo, con lo que cumplo sobradamente mi consejo en el Manual del perfecto humorista, que dice que no puedes llegar a ser un buen humorista si no comienzas por reírte de ti mismo. Con mis personajes me burlé tanto de mí mismo que hasta a veces me salía un chorrito de sangre, de las heridas que me infligía.

En el caso de Alfredo escogí como narrador a su propio hijo, un cachondo mental, con mucha retranca, que estaba hartito de las supuestas “fazañas” que su padre no dejaba de contar en cualquier reunión familiar o siempre que se le presentara la ocasión. Se me ocurrió porque Dani, mi hijo no biológico, hijo del primer matrimonio de la que entonces era mi esposa, a veces se burlaba, con mucha discreción y generosidad de mis supuestas hazañas montañeras, burla que se terminó cuando logré convencerle de que me acompañara a la montaña, aunque fuera solo una vez, porque a él estas cosas por aquel entonces no le atraían demasiado. Disfrutó tanto que ha regresado a la montaña en numerosas ocasiones, en la mayoría de ellas con su grupo de amigos.

Me ha costado encontrar las libretas y los cuadernos donde escribí, no solo un amplio esbozo, sino buena parte de la biografía de este divertido personaje. Con la jubilación he decido recuperar todos aquellos manuscritos que llevan años perdidos por ahí, sin que les haya hecho mucho caso. Me he pasado días y días organizando cuadernos y libretas, y ahora que he conseguido encontrar los manuscritos de unos cuantos personajes, he decidido aprovechar el invierno soriano para divertirme un poco al calor de la chimenea o la calefacción. Tengo que advertir que dado el tiempo transcurrido hay un importante desfase entre el sentido del humor que desarrollé entonces y el que tengo ahora, un desfase que he tratado de corregir al redactar, uniendo varios manuscritos, en la mayoría de los casos, pues me he dado cuenta de que había comenzado algunas biografías varias veces en diferentes cuadernos o libretas. A pesar de ello veo que el humor es básicamente el mismo y que el esquema, narrador-cínico, personaje surrealista y delirante y temática concreta siguen funcionando muy bien. También en esencia mi humor es el mismo, como no podía ser de otra manera, lo mismo que uno ama igual de joven que de anciano, aunque de anciano con más experiencia pero menos vitalidad y romanticismo, con el humor pasa algo parecido, el tiempo te hace más prudente y profundo, menos atrevido, aunque en esencia el humor es siempre el mismo a todas las edades y en todas las situaciones.

                         ALFREDO, EL MONTAÑERO. NARRADO OR SU HIJO MAYOR, HARTO DE SUS FANTÁSTICAS HISTORIAS SOBRE SUS “FAZAÑAS” EN LA MONTAÑA. PONE LOS PUNTOS SOBRE LAS “IES” DE LOS CUENTOS DE SU PADRE, ¡Y VAYA “IES”!

Esta historia manuscrita, puesto que la escribo en un cuaderno, a escondidas, para que mi progenitor no la descubra, nace como necesidad imperiosa de poner puntos sobre las “ies” respecto a las leyendas que no dejan de correr en el entorno familiar, laboral, social, ciudadano y hasta nacional, sobre mi papá, el ínclito montañero que no ha cesado de parlotear sobre sus supuestas aventuras de montañero desde que era un tierno y sonrosadito bebé hasta que perdió su juventud, más bien pronto que tarde, porque su glotonería y epicureísmo hicieron imposible, con el tiempo, que alguien se creyera sus cuentos de montañero, aunque eso sí, nunca dejó de ir a la montaña, pero sus muchos kilos de más hicieron imposible la verosimilitud de sus narraciones. Yo mismo le he seguido a escondidas en alguna ocasión y documentado en video casero sus supuestas “fazañas”.  Algo que por otro lado él nunca hizo, o puede que sí y tenga tan bien ocultas esas fotografías y vídeos, que aún no he logrado encontrarlas. Sí he conseguido, sin decírselo, por supuesto, algunos manuscritos que él guarda como oro en paño en escondrijos secretos que yo he desvelado. Hice fotocopias y los dejé en su sitio, para que no sospechara, por lo que ahora se va a llevar una pasmosa sorpresa cuando escuche su propia voz en esta biografía que no pretende ser una hagiografía, porque mi padre no es un santo, nunca lo ha sido y nunca lo será. Es posible que con esto se desmorone su leyenda de montañero, que incluso fue relanzada en algún programa televisivo de tres al cuarto que pretendía dar su propia versión cutre de figuras emblemáticas de la montaña y la aventura.  Me siento muy mal cuando veo algún programa que tengo grabado de entrevistas que realizaron a mi progenitor en alguna cadena regional, provincial o local, y los comparo con aquel maravilloso programa de Rodriguez de la Fuente o de otros más actuales como “Al filo de lo imposible” o “Desafío extremo”, por no citarles a todos.

La vergüenza ajena que me produjo en el que en algún momento y por tontos de capirote se comparara o equiparara su figura a las legendarias de Felix Rodriguez de la Fuente, Juanito Oiarzabal, Calleja y otros, que no puedo mencionar a todos porque no haría otra cosa y lo que yo quiero es hablar de mi papá, como Umbral quería hablar de su libro, y no de otra cosa.


Lo mismo que hay amores que matan hay pasiones que casi matan. Este es el caso de mi padre, para sus hijos y Alfredo el montañero o el montañero loco para sus colegas y amigos. Uno nunca sabe si tener un padre así es beneficioso o perjudicial. ¿Lo es ser hijo de millonario, de crack de fútbol, de famoso director de cine o novelista o de mamá, la pornostar más deseada del arte deseable por naturaleza?
Según se mire, oiga. Desde luego un servidor de ustedes hubiera preferido ser hijo de millonario aún teniendo que luchar con la tentación de ser un vago de siete suelas o ser hijo de novelista y solo poder hablar con tu papá para entrevistarlo o incluso ser hijo de una pornostar uno podría sacarse unas pelas para cubatas  y otros gastos juveniles pasando fotos en pelota picada de la señora estupenda que te trajo al mundo. Pero no, cuando la vida se la juega a uno se la juega bien. ¿Adivinan a qué se dedica mi papá?  ¡Uy! Ya se lo había dicho al principio, incluso en el título… Un fallo terrible del narrador. Suele pasar pero en este caso no es importante el suspense a no ser que les parezca interesante qué nuevas desgracias le van a ocurrir mañana a Alfredo el montañero.

Como primogénito de este elemento he tenido la desgracia de ser preparado para montañero desde la cuna. En lugar de ositos de peluche, Alfredo colgaba cuerditas en la cuna con todos los aditamentos propios de la dura vocación de montañero. Creo que la primera vez que salí de la cuna lo hice escalando con ayuda de las cuerditas luego ya no necesité ningún tipo de ayuda.

Continuará.






EN LOS BOSQUES DE CRAZYWORLD VI (FINAL)


EN LOS BOSQUES DE CRAZYWORLD/ FINAL




Aquello bien podría ser una auténtica cueva prehistórica reciclada por millonarios del siglo XXII para recrear la etapa más bestial de la humanidad pero con todas las comodidades que da el dinero y los adelantos técnicos de un mundo futurista. Incluso se había previsto en su centro una gigantesca hoguera que ahora estaba apagada, por supuesto, pude imaginarme todos aquellos toscos troncos amontonados ardiendo, aunque tal vez solo se trataba de un decorado y el fuego ardería de forma controlada saliendo de alguna tubería de gas diseñada por un ingeniero futurista. Jimmy me explicó que allí se reunían los cazadores para contarse sus historias de caza, como cazadores primitivos, alrededor del fuego, planeando orgías sin cuento en honor a Diana, la diosa cazadora. No supe si todo esto se lo estaba inventando El Pecas que había caído en una fantasía delirante o lo había visto en alguna de las grabaciones.

Por una trampilla en el suelo que no sé cómo encontró ni cómo abrió, porque yo estaba observando todo aquello con la boca abierta, pudimos acceder a un sótano que era un auténtico búnker, las piedras habían sido reemplazadas por gruesas paredes de acero, o tal vez se encontraban tras ellas. Un inmenso y portentoso laberinto de estanterías metálicas lo cubría todo, como una especie de biblioteca de Alejandría, solo que en lugar de valiosos papiros los estantes estaban repletos de comida y bebida enlatada, convenientemente etiquetada según pude apreciar al acercarme a la primera y manosearlo todo con la sensación de estar rodando una película de cienciaficción. De las paredes colgaba todo un arsenal de armas modernas tras gruesas vitrinas que no podría perforar ni un misil.

-Jimmy, amigo, con este armamento podríamos abrirnos paso a tiros y salir por la puerta principal tan campantes.

-¿Crees que no lo había pensado? Pero Mary no ha podido hacerse con los códigos que abren las vitrinas, aunque como ves cada sección tiene un lector de retina o de huellas dactilares o de lo que sea, aún no lo he podido desentrañar. No parecen funcionar con códigos, algo que podría jaquearse con un poco de paciencia, y Mary tiene mucha. No son tan tontos como para no haberlo previsto, sin duda se trata de uno de esos artilugios modernos que te leen los ojos, las huellas digitales o el ADN, a saber. Su único error es haber situado el búnker dentro del terreno de Crazyworld, los muy idiotas ni se atrevieron a imaginar que un loco pudiera descubrir todo esto.

-O tal vez pensaron que podrían necesitar carne humana si las provisiones se terminaban antes de tiempo, el canibalismo es una forma de sobrevivir. La carne de loco es tan buena como la de cualquiera, o mejor. Tener al lado del bunker una buena despensa por si falla todo es una gran estrategia. ¿No crees?

Supe de inmediato que me había pasado con mi chiste de humor negro. Jimmy me miró como si estuviera loco y de hecho estaba empezando a pensar que era así.

-Perdona, pero ya me considero un loco más de la familia. Si voy a pasar aquí el resto de mi vida tendré que adaptarme al ambiente. Incluso estoy pensando en la posibilidad de que mi amnesia sea parte de mi locura, y que lleve aquí tanto tiempo como tú o más. A lo mejor me estás tomando el pelo, solo por divertirte. Te creo capaz. ¿Qué me dices?

El Pecas se encogió de hombros y bufó como si estuviera a punto de perder la paciencia conmigo. Cambió de tema. Se acercó a una curiosa estatua de cazador, en bronce, que estaba en la esquina y que yo aún no había visto.

-No creas que he descubierto todos los secretos de este antro. Aún no sé que hay detrás de esto.

Empujó la estatua ligeramente a la izquierda y un nuevo panel comenzó a desplazarse. Cuando terminó de hacerlo pude ver lo que parecía una gigantesca puerta de una no menos gigantesca caja fuerte.

-¿Qué crees que puede haber ahí dentro?

-No sé –respondí-. ¿Tal vez una bomba nuclear? Por si todo falla, harían saltar Crazyworld por los aires y todos nos iríamos a la mierda tan ricamente.

Jimmy perdió la paciencia definitivamente. Miró su reloj de pulsera y anunció que era hora de regresar. Las luces se fueron apagando automáticamente conforme nos encaminábamos a la salida, algún sensor de movimiento, imaginé.

-Espero que a los cazadores no les gusten las mascotas, un gatito o un perrito que ande por aquí acabará con el combustible del generador.

Jimmy se apresuró, no dejando de bufar y sacudir la cabeza, hasta que llegamos a la puerta de entrada. Dejó la llave en su sitio y se volvió hacia mí con cara de pocos amigos.

-Ya sabes. Junto a la maceta. Tienes que escavar un poco en la tierra y aquí está la llave para cuando la necesites.



Regresamos por el bosque. El Pecas se orientaba mejor que un perro sabueso, ni un momento dudó sobre la ruta. Estaba muy poco hablador y yo resollaba intentando seguir sus pasos. Puede que temiera perderse la cena, a pesar de su extrema delgadez era una de esas personas que pueden comerse a su madre por los pies y nunca engordan. Han recibido un pasmoso don de la vida que otros envidian. Yo aún no tenía claro cómo era mi metabolismo, apenas llevaba un día en Crazyworld y ya me habían ocurrido tantas cosas que era como un siglo de historia ajetreada. A veces notaba como si mi memoria soltara un poco de lastre y curiosas escenas y recuerdos acudían a mí, pero totalmente inconexos. En un momento determinado podía pensar en algo o decir algo que me recordaba a algo, nunca sabía muy bien a qué. Pensé que más bien el terror de Jimmy tenía más que ver con el miedo a que el doctor Sun le castigara con las celdas de aislamiento que con perderse la cena. Entonces recordé la escena de la cinta en la que el gran follador se tiraba a la señorita Ruth, algo que me había llamado poderosamente la atención. Pude ver un trozo mientras él hurgaba en las estanterías buscando una cinta en especial. No me había atrevido a comentarle nada, pero ahora me sentía muy intregado.

-¿La señorita Ruth conoce también la cabaña? –hice la pregunta entre resuello y resuello, procurando acercarme lo más posible a su espalda.

Jimmy se paró en seco y volvió su rostro conmocionado hacia mí.

-¿Cómo lo sabes? Sí, fue uno de mis mayores errores. Es la única mujer de Crazyworld que acepta tener sexo conmigo siempre que lo necesito y ninguna otra está dispuesta. La traje aquí, dormida, en la carretilla. Pero creo que debí poner una dosis muy baja de somnífero o ese palo con faldas tiene una naturaleza capaz de soportarlo todo, porque memorizó la ruta y sé que viene de vez en cuando por aquí. Lo sé porque aunque no sabe dónde dejo la llave siempre observo una ventana entreabierta que no cierro porque quiero pillarla “ in fraganti”. Creo que sospecha lo de las grabaciones, pero seguro que no es capaz de encontrar las cintas ni en mil años. Y ahora, si no te importa, deja el resto de preguntas para la cena.

-Ok. Jimmy. Ok.

Ya no abrí la boca y procuré seguirle muy de cerca, la noche estaba cayendo y lo peor que podría pasarme era perderme en aquel tupido bosque. Me entretuve pensando en las posibilidades de la cabaña, pero sobre todo en la posibilidad de hacernos con el armamento y escapar de allí a tiros. No quería permanecer allí un día más, si era posible; si en venticuatro horas me había ocurrido todo lo que me había ocurrido, no era capaz de imaginarme cómo podría terminar al cabo de un año.

El Pecas comenzó a correr como si le persiguieran todos los demonios de Crazyworld, que eran muchos. Intenté seguirle pero tropecé con una raíz y me di de bruces contra el suelo, menos mal que estaba mullidito, aún así me sentó como un tiro que a aquel papanatas le importara un comino que yo me perdiera en aquel bosque demoniaco. Mi espíritu vengativo le deseó todos los males del mundo, sobre todo que el doctor Sun lo tuviera al menos un mes en las celdas de castigo. Me regodeé tanto en lo que el doctorcito podría hacerle durante todo aquel tiempo mientras exploraba en su subconsciente a la busca de un rastro del subconsciente colectivo, que el tiempo pasó muy rápido mientras intentaba acercarme a Jimmy que ahora corría como una gacela. De pronto dejé de escuchar el ruido de sus pasos quebrando ramitas del suelo. ¡Lo había perdido! El susto solo duró unos segundos, el tiempo que tardé en procesar que las luces que estaba viendo a lo lejos eran las de Crazyworld. Respiré aliviado y no me importó dónde se encontraba ya mi mentor.

Recorrí los jardines hacia la puerta como levitando, la cabaña en el bosque, con su correspondiente bunker, era un gran alivio a lo que supuestamente me esperaba, según Jimmy el profeta, aunque no saliera de allí en un año, en toda la vida, aquel lugar a donde podría llevar a mis numerosos ligues, sería aún mejor que una isla desierta. Eso sí, habría que tener mucho cuidado con las visitas del millonario y sus acólitos, si nos pillaban éramos hombres muertos. No me preocupé en exceso, El Pecas tendría también eso controlado. Pude ver su sombra dirigiéndose hacia las escaleras que daban acceso a la terraza y a la puerta principal. Me deslicé tras él como patinando sobre hielo.

Los internos estaban ya en el comedor, aunque algunos, los más remolones, arrastraban sus pies sin prisa alguna. Delante de mi Jimmy se quedó paralizado como una estatua de sal. Porque frente a él apareció el doctor Sun como un fantasma pequeñito. Llegué al lado de ambos justo a tiempo para contestar a la pregunta del doctor.

-Me ha estado enseñando el jardín, que me ha encantado, todo aquí es fantástico, como la factura que me acabarán pasando y que nunca podré pagar.

Estaba disimulando como el mejor de los actores, como si aún no supiera que nunca me pasarían factura alguna, yo era un intruso al que mantendrían allí por el resto de sus días y seguro que ya se encargarían de darme algún trabajito con el que pagar mi estancia. Por otro lado Jimmy se había quedado tan azorado que por un momento temí que se le escapara algo sobre el bosque, ahora nuestro gran secreto.

-No se preocupe de los gastos, querido amigo, todo se arreglará. Me alegro mucho que le guste Crazyworld. En efecto es un lugar paradisiaco y todos los pacientes deberían cantar un tedeum de agradecimiento por el privilegio de ser tratados aquí. Por cierto, amigo, cómo va su amnesia. ¿Ha conseguido recordar algo más?

-Me temo que no, doctor Sun. Tengo la cabeza como un tambor al que toda la tribu hubiera estado golpeando para llamar a King-Kong.

-Jajá. Al menos recuerda quién era King-Kong. Eso está bien, muy bien. ¿Qué le parecería si le hipnotizo un ratito después de cenar?

-Déjelo para mañana, si no le importa, doctor. Esta noche tenemos una cita con dos bellas damas.

Por fin El Pecas había conseguido reaccionar. Era maravilloso que volviera a su ser, astuto y trapacero. Creo que conocía muy bien al doctorcito que dejaría cualquier cosa, hasta el mismísimo subconsciente colectivo por unas faldas, aunque éstas no se levantaran para él. Pude ver cómo aquella mirada miope se ablandaba.

-Entonces no les privaré de ese inmenso placer. Vayan, vayan a cenar. Y usted –refiriéndose a mí- le espero mañana a primera hora, no se preocupe, Albert irá a buscarle. Ya me contará cómo le ha ido la noche, jeje.

Escuché el suspiro de alivio de Jimmy antes que el mío. Nos habíamos librado. Ya ni me importaba que el cabrón de Albert apareciera en la puerta de mi dormitorio al día siguiente. Nos deslizamos hacia la puerta de entrada al comedor. Nadie parecía haberse apercibido de nuestra prolongada ausencia, o al menos eso pensaba yo, porque Alice, la dulce camarerita estaba en la puerta. Dejó pasar a Jimmy sin mirarle y al hacerlo yo me detuvo.

-¿Dónde habéis estado? El doctor Sun te ha estado buscando toda la tarde, quería hacerte un nuevo test de memoria.

-¿Y tú qué le has dicho?

-Que te había visto paseando por el jardín con una dama. Espero que esta noche puedas pagarme el inmenso favor que te he hecho. No lo sabes tú bien.

-Lo tendré en cuenta, te lo aseguro. Es un ofrecimiento muy generoso, Alice. Pero te aseguro que esta noche no se me levantaría ni aunque bailaras la danza del vientre solo para mí. Han sido demasiadas emociones juntas, cariño.

Alice se acercó a mi oreja y me susurró.

-Yo te la levantaría sin que te dieras cuenta, mi dulce amor, pero comprendo cómo te sientes, ya te irás acostumbrando a esta locura. Pero mañana no te libras.

-Mañana será otro día, Alice.

-Claro, mi amor.

Y me mordió el lóbulo de la oreja. Me escapé como pude y fui tras los pasos de Jimmy que ya estaba dentro. Estaba realmente hambriento.

FIN DE EN LOS BOSQUES DE CRAZYWORLD