NOTA INTRODUCTORIA: Alarico, el
colerico, sin acento –ojo a los correctores de textos- fue uno de los
personajes que esbocé al comienzo de mi pasión obsesiva-compulsiva por los
personajes humorísticos. Salió de la churrera como un churro más, unido al resto
hasta que fue separado por las tijeras del churrero. No solo me dediqué a crear
un personaje humorístico por cada profesión existente o futura sino que quise
ir aún más lejos, esbozando personajes de acuerdo a cualidades, defectos o
factores psicológicos, es decir personajes de carácter, algo así como si fueran
“sakespirianos” pero quedándome solo con los personajes de comedia y no de
tragedia del ínclito autor. El hecho de que comenzara por los siete pecados
capitales no tiene una explicación lógica, salvo que mi herencia religiosa
tuviera alguna influencia, algo que dudo. El hecho de que decidiera comenzar
por la cólera o la ira, o como se le quiera llamar, sí tiene razón de ser,
puesto que uno de mis defectos de carácter, tal vez el que más problemas me ha
dado a lo largo de toda la vida, es la santa cólera. Nunca supe de dónde nacía
semejante raíz maligna, y sigo sin saberlo. Me consideraba un niño muy bueno y
creo que en mi entorno también lo pensaban a juzgar por los halagos pasteleros
que recibía en familia y fuera de la familia. Fui un niño muy religioso, un
adolescente que pugnaba por no cometer pecados y casi lo hubiera conseguido, de
no ser por la lujuria, otro pecado capital que me hubiera dado muchos más
quebraderos de cabeza que la cólera de no ser por las nulas ocasiones de pecar
que encontré en mis años jóvenes y menos jóvenes. Aquellas explosiones que me
llegaban sin avisar, aunque casi siempre tras lo que consideraba injusticias
insufribles, me traían de cabeza porque era incapaz de explicar su génesis, su
raíz, su causa-efecto lógica. Con el tiempo llegaría a plantearme la posible
existencia de causas kármicas de las que supuestamente estaba llena mi mochila
de vidas pasadas. También le di vueltas a la posibilidad de que hubiera sufrido
maltrato psicológico en mi infancia y adolescencia y-o presenciara ese maltrato
físico y psicológico en familia y fuera de la familia. La estancia en aquel
colegio religioso no fue la causa única y fundamental puesto que a los seis
años recuerdo haber sufrido un rebote colérico de mucho cuidado cuando los
matones de la escuela me arrebataron las canicas de acero que me trajera mi
padre de la mina de carbón, donde era caminero, es decir, ponía las vías para
que el tren sacara el carbón. Aquella explosión de cólera acabó por el barro,
donde caí cuando me opuse a la injusticia, donde recibí una severa paliza para
un niño de seis años, llegando a sufrir mi primer ataque de asma que casi me
ahoga y me causa la muerte.
Aquella primera explosión de
cólera infantil es sin duda el paradigma de todas las posteriores a lo largo de
mi vida. Para alguien que se tilda de colérico debo decir que no fueran muchas,
habas contadas, pero aún así fueron terribles y sus consecuencias devastadoras,
es por eso que siempre me ha preocupado mucho la posibilidad de estallar en
santa cólera y he dedicado buena parte de mi vida a encontrar una técnica, una
herramienta que me permitiera superar, sino anular por completo, esos
estallidos. Lo más terrible y
preocupante era lo poco que me importaba la posibilidad de morir a manos de
otro o de otros defendiendo lo que yo consideraba la santa justicia. No puedo
decir que mis cóleras eran inmotivadas y que en algún momento temiera causar
daño físico irreparable a alguien que no me atacara primero y con deseo de
acabar conmigo, pero una vez que consideraba que el otro era un enemigo, que me
había atacado primero y que acabaría conmigo si no me defendía, la posibilidad
de que mi cólera terminara matando a alguien, aunque fuera para defenderme, es
algo que me angustió durante algunas etapas de mi vida, especialmente durante
mi juventud. De no haber sufrido un ataque de asma en aquel primer ataque, a
los seis años, estoy convencido de que hubiera peleado hasta recibir una paliza
mortal o hasta que ellos la recibieran y se rindieran. No existía término
medio ni equilibrio en mis cóleras.
Alarico fue creado, como la
mayoría de mis personajes, para parodiarme, para burlarme de mis defectos de
carácter, aún así tal vez tenga menos de mí mismo que otros muchos personajes.
La tentación de aprovechar el lado ridículo de la cólera me llevó a situaciones
que poco o nada tienen que ver con mi forma de ser aunque sí con la lógica
psicológica de Alarico, el colerico. Tal vez el ejemplo de colérico más cercano
que tuve nunca fuera mi propio padre, cuyas cóleras, especialmente si había
bebido, eran terribles, espeluznantes. Las mías no llegaron a tanto, aunque sí
dieron algunos sustos a mis allegados e incluso a mí mismo, llegando incluso a
tener pesadillas en las que me veía como un asesino en serie.
Dado el tiempo transcurrido desde
el primer esbozo ahora debo retomar la historia desde el principio, podando
cosas que ya no me convencen y añadiendo y matizando muchos episodios que
tienen más que ver con mi yo actual que con el que fui o creí ser en otros
tiempos.
Aprovecharé esta introducción para
esbozar los siete pecados capitales, haciendo un esquema y dando algunas
nociones, sacadas de la wikipedia, que tienen tanto de serio como de hilarante
a la vista de lo que luego ocurrirá con mis personajes. Estos son los siete pecados capitales:
Un
vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable, de manera tal
que en su deseo, un hombre comete muchos pecados, todos los cuales se dice son
originados en aquel vicio como su fuente principal. […] Los pecados o vicios
capitales son aquellos a los que la naturaleza humana está principalmente
inclinada.
Tomás
de Aquino1
Los
vicios pueden ser catalogados según las virtudes a que se oponen, o también
pueden ser referidos a los pecados capitales que la experiencia cristiana ha
distinguido siguiendo a san Juan Casiano y a san Gregorio Magno (Mor. 31, 45).
Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios.
Son la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula, la
pereza.
Catecismo de la Iglesia
Católica, n.º 1866,
artículo 8, «El pecado» (V: La proliferación del pecado).2
artículo 8, «El pecado» (V: La proliferación del pecado).2
Ocho pecados capitales[editar]
Se sabe que el santo africano Cipriano de Cartago (f. 258) ―en De Mort.
(IV)― escribió acerca de ocho pecados principales.
El monje Evagrio Póntico (345-399) escribió en griego Sobre los ocho vicios malvados, una lista de ocho vicios o pasiones malvadas (logismoi en griego) fuentes de toda palabra,
pensamiento o acto impropio, contra los que sus compañeros monjes debían
guardarse en especial. Dividió los ocho vicios en dos categorías:3
·
Cuatro vicios hacia el
deseo de posesión:
·
avaricia (philarguria: ‘amor hacia el oro’).
·
lujuria (porneia)
·
vanagloria (kenodoxia)
·
Cuatro vicios
irascibles, que ―al contrario que los concupiscibles―, no son deseos sino
carencias, privaciones, frustraciones.
·
ira (orgè: cólera irreflexiva, crueldad, violencia).
·
tristeza (lupè)
·
pereza (acedia: depresión profunda, desesperanza).
·
orgullo (uperèphania)
·
La ira (en latín, ira) puede
ser descrita como un sentimiento no ordenado, ni controlado, de odio y enfado.
Estos sentimientos se pueden manifestar como una negación vehemente de la
verdad, tanto hacia los demás y hacia uno mismo, impaciencia con los
procedimientos de la ley y el deseo de venganza fuera del trabajo del sistema
judicial (llevando a hacer justicia por sus propias manos), fanatismo en
creencias políticas y religiosas, generalmente deseando hacer mal a otros. Una
definición moderna también incluiría odio e intolerancia hacia otros por razones como raza o
religión, llevando a la discriminación. Las transgresiones derivadas
de la ira están entre las más serias, incluyendo homicidio, asalto, discriminación y en casos extremos, genocidio.
·
La ira es el único pecado que no necesariamente se relaciona con
el egoísmo y el interés personal (aunque uno puede tener ira por egoísmo).
Dante describe a la ira como «amor por la justicia pervertido
a venganza y
resentimiento».
ALARICO, EL COLERICO
SERIE SOBRE LOS SIETE PECADOS CAPITALES
NARRADO POR UN AMIGO ÍNTIMO,
LLAMADO EL SANTO JOB, QUE PUDO SOPORTAR SUS CÓLERAS BAJO EL PARAGUAS DE UNA
CÍNICA PACIENCIA, Y NARRADO POR TAMBIÉN POR EL PROPIO ALARICO EN SU DIARIO
SECRETO
Bueno, bueno, eso del amigo íntimo
es un poco exagerado. Alarico nunca tuvo, ni tiene, ni tendrá amigos íntimos y
los amigos superficiales, superfluos, de recambio, le duran menos que una dosis
de droga gratis regaladas a drogadictos con el síndrome de abstinencia por unos
grandes almacenes, a sus puertas, para hacerse publicidad… en Navidad. Alarico
tiene conocidos, como todo el que no sea invisible, que pasan a ser
desconocidos con tanta rapidez que el pobre se arma un buen lio todos los días
sobre a quién debo o no saludar. Como
narrador que soy ya me he corregido a mí mismo y me dispongo a ir al grano,
como un pajarraco hambriento, o un pajarito melifluo que solo come golosinas,
pero por desgracia le han cerrado el todo a cien por vacaciones y ahora se
tiene que dedicar a picotear los sucios granitos que encuentra en el camino de
tierra que lleva a las eras.
Podría describir a Alarico como un
hombre en la cincuentena, por abajo, por arriba o por el medio; es más bien
bajo comparado con los bajos, si lo hacemos con los pivots de la NBA es un
enano, más bien grueso o gordo o grasoso, diría que es más bien feo, más bien…
de todo, pero de todo lo malo, tirando muy hacia abajo en lo bueno y muy hacia
arriba en lo malo. Poco pelo, si es que le queda alguno, muy poca prestancia
física y un carácter colérico que amargó a todo su entorno durante toda su vida
y que a él le acabó de amargar por completo, si es que no lo estaba antes o no
nació así. Le podría comparar con una mala hierba en un jardín, que no sirve de
nada y no deja crecer a las hortalizas que sirven de algo o a las flores que
sirven para alegrar la vista del viandante.
De los siete pecados capitales la cólera es con mucha diferencia el
pecado que le llevará de patitas al infierno, así se arrepienta o no y se
confiese en artículo mortis. Pero no podemos olvidar los celos, que aunque no
se contabilice como pecado capital, sí es muy j… de llevar. Por suerte ha tenido muy pocos motivos para
estar celoso a lo largo de su vida, a no ser que se deje llevar por unos celos
platónicos y delirantes sobre supuestas amadas que una vez le miraron al pasar.
Soportar sus ataques de celos, entre cólera y cólera, fue algo demasiado para
su primera y única esposa, Tristana, quien acabó por pedir el divorcio a las
primeras de cambio y no esperó ni a que le dieran la vuelta.
Alarico pasó su etapa de
divorciado-zombi, de esos que van por ahí pensando que los demás son unos vivos
y él un muerto y que los vivos deberían enterrar a los muertos en cuanto los
vieran. De pronto se encontró sin saber quién era, quién había sido y sin
encontrar el menor motivo para montar en la santa cólera e irse a dar bofetadas
por ahí. Tal vez fuera su etapa más
tranquila, incluso, según me cuentan, se llegó a temer por su vida. Pero tal
estado de postración no le duró mucho, pronto retomó sus coléricos estallidos
que con el tiempo le valieron el sobrenombre de Alarico, el colerico, en tono
de burla o el caballo de Atila, ya un poco más en serio, puesto que donde
pisaba él nunca volvía a crecer la hierba, porque había asfalto o cemento bajo
sus pies o porque si se iba al campo a desahogar sus cóleras, las terribles
patadas que daba al suelo convertían la zona por donde se movía en auténtico
destrozo de Atila y su caballo. Es por eso que procuraba no entrar en prados o
campos vallados, por si luego le pedían daños y perjuicio, lo que hubiera
acabado con su economía en la ruina, economía que nunca fue muy boyante, según
los rumores que me han llegado.
Desconozco sus antecedentes
coléricos durante la infancia, adolescencia y juventud, puesto que nuestros
caminos se cruzaron un poco tarde, pero para remediarlo plagiaré descaradamente
su propio diario que lleva subiendo a Internet una buena temporada, según dice
él en su prólogo, para purgar todos sus pecados y poder morir en paz, ahora
que, jubilado, y con muy mala salud, ve acercarse la muerte a galope tendido y
montada en su caballo esquelético que bien podría llamarse “Cólera” puesto que
el desgaste sufrido por Alarico con sus estallidos de cólera sin duda será una
de las causas principales de su fallecimiento o de su fenecimiento prematuro.
Continuará.