DÍA DEL LIBRO 2017/CONTINUACIÓN
EL DISCURSO DE ELISABETH
Pero regresemos al punto en el que habíamos dejado la narración, justo cuando nuestra encantadora Elisabeth iba a comenzar su discurso de celebración del día del libro del año de gracia 3001. Desde ese punto llevamos ya varios capítulos sin movernos un paso y si continúo así nunca lograré terminar esta historia justo para el día del libro en el que fallezca nuestro amado millonario Slictik, viviendo una vida regenerada en un monasterio de montaña, esperando la muerte que llegará, como él profetizó, en el día del libro del 2018, o puede que del 2019 0 2020, o tal vez alcance hasta el 2030 si se cuida mucho, comiendo solo del huerto, y hortalizas recién arrancadas. Lo dicho así comienza y así termina el discurso de la hija del potentado Mr. Howard, Misis Elisabeth Howard Petruchili, por su madre, una cantante de ópera italiana, ya fallecida, pero cuya deliciosa voz escucharemos en cuanto nuestra muy amada Elisabeth termine su discurso. “Queridos amigos, queridos robots-libro, que nos acompañáis a este laudable acto al que fuisteis invitados directamente por mí, queridos todos en el amor de la lectura, la literatura, que tanto ha hecho por esta humanidad doliente, excepto quitarle el dolor de barriga.
No sabemos a quién se le ocurrió esta celebración, ni cuando, ni cómo, ni por qué… bueno esto sí lo sabemos, en una sociedad que celebraba todo, el día de tal, el día de cual, el día de los días en que no se celebra nada, no es de extrañar que algún lector agradecido decidiera homenajear al libro, a los libros, que tantos buenos ratos le habían hecho pasar. No, no fue el millonario Slictik, también escritor ególatra, quien falleció un día como hoy del año… Me disculparán ustedes, pero ahora no me acuerdo. Se escogió la fecha del fallecimiento del Sr. Cervantes, según dicen el más grande escritor de todos los tiempos, según los españoles o castellanos o los parlantes en esa ”lingua” endemoniada que yo nunca logré aprender. También dicen que en esa misma fecha falleció el Sr. Shakespeare, el más grande escritor de todos los tiempos según los parlantes en lengua inglesa, entre los que me cuento. Seguramente que para evitar disputas decidieron escoger la fecha de fallecimiento de ambos escritores, para evitar envidias, rencillas y otras malas hierbas. Pero según me cuenta nuestra bibliotecaria, la señorita Alufenda, en realidad el Sr. Shapespeare falleció el tres de mayo y no el veintitrés de abril, error debido al desfase entre los calendarios inglés y español, a su vez debido al cambio en el calendario gregoriano, del Papa Gregorio XII, quien adelantó diez días su calendario, o sea el calendario gregoriano, o sea el católico, que no el protestante.
Bien se podía haber elegido la fecha de nacimiento del Sr. Cervantes, 29 de septiembre, aunque tampoco en esto, ni en nada se ponen de acuerdo. O bien elegido la fecha de nacimiento del Sr. Shakespeare, 23 de abril, con lo que el mismo día se celebraría la fecha del fallecimiento del Sr. Cervantes y del nacimiento del Sr. Shakespeare, con lo que ambos coincidirían en un mismo día, ni abría necesidad de mandar la escuadra invencible, ni de volver al malhadado brexit que tantos disgustos nos traería. Era evidente, para cualquier persona razonable, que el 23 de abril era la fecha justa e ideal, además si no hiciéramos casos de los desfases de calendarios, también el Sr. Shakespeare habría fallecido el día 23 de abril, y teniendo en cuenta que posiblemente la fecha de nacimiento del Sr. Cervantes también pudiera estar equivocada, ya que ni siquiera los castellanos se ponen de acuerdo en si nació en Alcalá de Henares o en Alcázar de San Juan, bien podría haber nacido también el 23 de abril, con lo que ambos habrían nacido y fallecido el 23 de abril, aunque otros, siempre incordiando, dicen que el Sr. Cervantes falleció el 22 de abril y no el 23, ganas de rizar el rizo, porque es muy posible que falleciera justo a las doce, por lo que ni siquiera habría un segundo de equidistancia entre el 22 y el 23.
No es extraño que el millonario Slictik, cuyo robot-libro, La torre de Babel, está aquí presente entre nosotros y a quien mando un cariñoso saludo, se ufanara tanto de haber nacido el 23 de abril y decidiera, por pura cabezonería, fallecer también un 23 de abril, con lo que se equiparaba en su vano y ciego orgullo a los dos más grandes escritores de todos los tiempos. Dicen que en su lecho de muerte, más bien en su huerto de muerto, porque falleció en su huerto, transplantando su semillero de su celda al consabido huerto, tuvo una conversación telefónica, a través de un móvil que escondía tras una piedra que se movía en la chimenea, porque en el monasterio no se permitían estos artefactos, en la que encargó a su factótum –quien seguía invirtiendo su riqueza, aunque Slictik decía vivir en la pobreza, y gestionando todos sus asuntos- que gastara todo lo preciso para convertir a uno de los robots que entonces estaban inventando los japoneses, muy avanzado, en un robot-libro, que debería conservar toda su obra –cuantiosa según los rumores- y pregonarla a los cuatro vientos, y que debería ser un solo robot y no varios, puesto que si fueran varios la gente acabaría por pensar que cada una de sus obras era de un autor distinto y así su vanidad se vería muy herida. Dice la leyenda que reflexionó mucho sobre el nombre con que se bautizaría a su robot-libro, si El hotel de los disparates, si la Torre de Babel, si Obra completa de Slictik, si… al fin se decidió por la torre de Babel puesto que era el símbolo de la confusión absoluta y se cuenta, se dice, según la leyenda, que los años pasados en su monasterio no transformaron espiritualmente al millonario Slictik, sino que lo hicieron aún más mezquino y vanidoso, más vengativo, si esto fuera posible, y deseando llegara el apocalipsis tras su fallecimiento, ya que no le había alcanzado antes, decidió que su obra fuera como una gigantesca torre de babel, que al construirla se generara una confusión de lenguas de mil demonios, que nadie entendiera y así bien podría ocurrir que el presidente Donald, no pato Donald, sino Trump, o Trampa, hubiera querido mandar un mensaje de paz tras lanzar la madre de todas las bombas y que el presidente de Corea del Norte, un tal “Qui-ni-son-ni-no-son”, lo hubiera entendido mal y de esta forma el apocalipsis estaba servido.
“Como les digo, dejaremos en paz descanse al millonario Slictik, y también dejaremos en paz a los desfases y confusiones, porque lo cierto es que el día del libro se viene celebrando todos los años el 23 de abril, desde, desde… ya ni me acuerdo. Y por cierto que el Sr. Slictik celebró todos estos cumpleaños escribiendo algunos textos delirantes que luego resultaron ser proféticos.”
Me disculparán, pero vamos a hacer un receso, porque el discurso de la amada Elisabeth promete ser muy largo. De esta forma, antes de iniciar la segunda parte, narraremos cómo iban reaccionando los robots-libro a su discurso, porque de otra forma no moverían un pie del sitio y esta narración se congelaría en el tiempo. Nos vemos luego.
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