viernes, 25 de agosto de 2017

MANUAL DEL PERFECTO HUMORISTA III

MANUAL DEL PERFECTO HUMORISTA III
Autor: César García Cimadevilla

SEGUNDO PASO

El humor no es precisamente como el amor. Si vas por ahí amando a todo el mundo puede que te respondan o no, que te utilicen o no, que te besen en la boca o no. El humor es más bien lo contrario del amor. Siempre esperas recibir el sopapo antes que el beso.

El reírse de los demás es tan consultancial al humor como el beso lo es al amor. Si no besas no amas. Si no te ríes de los demás no haces humor. Incluso cuando te estás riendo de tí mismo lo haces también de los otros que comparten tus defectos. Es inevitable.

¿Acaso eres el único tragón que hay en el universo, el único lujurioso, el único doctor Sun o el único Milarepa? Ni por pienso. Ni lo pienses. Pues entonces acostúmbrate a que cuando te estás burlando de ti mismo, con muchas ganas, aparezca alguien enfadado porque lo estás retratando a él. Y es que, amigos, todos somos clones unos de otros. Solo que algunos salieron más guapos y otros entramos m
ás gordos por la puerta... cuando podemos entrar,jeje. 

¿COMO COMPENSAR LAS RISAS QUE NOS CAUSAN LOS DEMÁS?

Muy sencillo. Compensa con cualidades sus defectos y al tiempo que te burlas de los segundos, hablas, como de pasada, de sus cualidades. Para compensar. Naturalmente. Todo sea por la patria del humor.

El humor no desaparece y ellos se sienten mejor. Se ven como humanos y tú también te sientes mejor, mucho mejor, como si fueras una hermanita de la caridad... Bueno, tampoco hay que exagerar.

Si se sincroniza la risa que vertimos sobre los demás, como una ducha de agua fría, con la risa sobre nuestros propios defectos o desgracias acaecidas en el camino de la vida... el resultado suele ser de una extremada diversión y generosidad... Sí han oído bien y lo subrayo... GENEROSIDAD.

LA GENEROSIDAD EN EL HUMOR

Pongamos un ejemplo. Imaginemos que usted se encuentra subido a una escalera, espiando a la típica parejita que en el dormitorio de su casa, dale que dale, y el uno intenta el salto del tigre y la otra la lamida de la pantera... pero con resultados más bien esperpénticos... Así es el humor y así no es el amor.

Si esta parejita se entera de lo que usted está pensando se sentirá muy mal... Si se entera de que usted ha estado cotorreando como un lorito de acá para allá se sentirán tan ofendidos que en cuanto lo pillen lo crucifican, así sea en un semáforo.

Pero hete aquí que usted, al mover la escalera se cae de culo, como decimos por aquí, o deja que la parte de su anatomía que está justo donde termina la espalda se dé contra el suelo, como dicen en Marte.

Usted tiene tan mala suerte que su trasero, como dicen los conductores de fórmula I y aficionados al motor en general, se encuentra con un cubo que una pulcra limpiadora ha dejado sobre la acera, allí justo donde hace más daño.

Ya tenemos en marcha el humor generoso. Usted se reía de ellos; ellos, con el estrépito que se produce y una vez asomados a la ventana, se están riendo a mandíbula batiente de usted. La risa va por barrios, dicen en mi pueblo.

Y ahora ampliemos el humor. Supongamos que nos espectadores o viandantes, que pasaban por allí, justo en el momento más inoportuno, se ríen de usted y se ríen de ellos, que se han asomado a la terraza en pelota picada.

Y ampliemos aún más el humor, hasta hacerlo universal, hasta que nos incluya a todos los humanos, y aún más, a los marcianos, y a los jupiterinos y a los venusinos, y a los de otra galaxia y a....

Sí, hagamos que pase justo en ese momento el camión de la basura (que por maldita casualidad pasa ahora, aunque no sea su hora ni la de nadie). Y hagamos que sople el viento, que nunca sopla cuando se le necesita, y la basura se desparrama y pone de vuelta y media, por no emplear otra palabra, a los espectadores, desde la punta del pie hasta la coronilla.

Y así podemos seguir sucesivamente. Él se reía de ellos, ellos ahora se ríen de él. Estos se ríen de los tres y aquellos se ríen de los tres y de estos y....

Podemos seguir hasta el infinito. ¿Y cuál es el resultado? Muy sencillito: todos se ríen de todos y ahora ya nadie se acuerda de cómo empezó la cosa y lo ofendida que estaba la parejita y lo ofendido que estaba el mirón y lo molestos que estaban los espectadores rociados de... de "mierda" (porque el humor no puede tener censura, ni verbal, ni mucho menos mental, o se queda en un humor tan cursi que entonces todos se ríen de él y así sucesivamente).

Y lo que empezó como una broma ahora es una marea universal que a todos salpica y a todo el mundo hace reír y evolucionar hacia alcanzar la máxima espiritualidad de Milarepa, habiendo empezado hace dos días... mejor dicho, tres, siendo unos auténticos monos. Más bien unos monazos peludos y muy feos y muy bestias, que se liaban a mamporrazo con todo bicho viviente.

¿Y luego?... Pues qué va a ser, alma cándida, cándorosa labialis, palomita de pitiminí... Pues luego vuelta a empezar y así sucesivamente. Mientras nos reímos no hacemos daño al prójimo.

LA CRUELDAD EN EL HUMOR

En contraposición a la mencionada generosidad en el humor siempre hay algo de crueldad. Más bien debo decir que el humor es cruel por naturaleza. Lo mismo que las desgracias compartidas parece menos las risas compartidas son menos crueles.

En el uso del humor literario usted, autor, puede reírse de aquel "tontolaba" a quien usted odia y del que desea justa venganza, por esto y por aquello y por lo demás allá. Pero si al tiempo que se ríe de él en sus narices se burlara de usted mismo, a través del narrador, pongamos por caso, o de los personajes, o haciendo confidencias (hay mil maneras)... Entonces, entonces puede que la víctima de su humor le perdone y hasta podrían llegar a ser amigos. ¡Cósas veredes, amigo Sancho!

Recuerdo un relato de cienciaficción que leí hace mucho tiempo (ahora no me acuerdo del autor) en el que unos extraterrestres se tronchaban de risa haciendo toda clase de "putadas", de "marranadas" y demás sinónimos, a unos pobrecitos humanos que eran tontos hasta decir basta. Al pobre lector, que era humano, se le caía el alma a los pies. Y pensaba: ¿esto es el humor? Entonces mejor que nos acuchillen a todos.

Sí, cierto, así de cruel es el humor. Pero si son generosos atenuarán sus efectos ponzoñosos y se harán con un montón de amigos, sin tener que pasarles un cheque falso para pagarles sus halagos.


TERCER PASO

Una vez que se han reído de sí mismos y han aprendido a reírse de los demás, pueden escoger cualquier tema y diseccionarlo con el bisturí del humor.

¿Cualquier tema?

Bueno. Aquí entran en juego las peculiares idiosincrasias de cada quisque.

A unos les molesta en extremo que el humor se aplique a la religión, a lo sagrado. Consideran que Dios y todo lo que a él se refiera deberían ser ajenos al humor, a la risa. Otros piensan que el sexo es un tabú, algo exclusivo de la intimidad de cada cual y se sienten aludidos cuando el humorista utiliza el sexo como tierra para plantar sus cactus.

Y así sucesivamente. Podemos tratar todos los temas y siempre nos encontraremos con alguien que se molesta. La auto-censura en el humor, como en la literatura, es el comienzo del fin. Uno empieza por no reírse de este o de esto, porque tiene miedo a las represalias de un cierto grupo o persona y acaba por no reírse de nada, ni siquiera de sí mismo, porque siempre habrá alguien que se nos parezca y se sienta aludido.

¡OJO! PELIGRO-SERIO PELIGRO

Si usted tiene miedo de ser objeto de una tomatada o huevada. Si usted siente pánico de ser colgado de un pino... no se haga humorista. Dedíquese a la política o a la jardinería. El humorista es un ser arriesgado y valeroso donde los haya. No es para cobardicas.

Claro que tampoco es para vengativos, rencorosos, personas repletas de odio y con afán de destruirlo todo, con San Juan el apocalíptico. El humor no debe ser nunca un instrumento de venganza, de odio, para destruir al prójimo. Si no lo ha comprendido, regrese al primer paso.

Claro que tampoco se debe renunciar a tratar ciertos temas por pusilanimidad. Usted mismo elige el momento, la persona y la circunstancia. Si considera que ser un héroe está lejos de sus posiblidades, bien puede dejar ese chiste malévolo para otro momento.

Mi opinión personal es que todo resulta susceptible de ser tratado con humor, hasta lo sagrado. No hay que ser más papistas que el Papa. Si Dios nos dio la risa y el humor,, no vamos a dejar de reírnos de él, porque pueda ofenderse. Además... si cuando nos reímos de él no nos parte un rayo, es que no debe estar tan ofendido por nuestras palabras como les parece a algunos que tienen linea directa con la divinidad. Ahora diríamos más bien que poseen un móvil para hablar con Dios.

Imagínense ustedes que son ingenieros informáticos de primera, como nuestro webmaster, y crean un robot al que dotan de un programa para que se ría de ciertos defectos de su carácter, vamos para que se ría de todo lo que hace usted. El robot cumple su programa y en esto que viene un espectador y le pone al robot una bomba en el trasero o culo y lo destruye, porque se estaba riendo de usted... Pero bueno... ¿quién es este papista para decidir lo que usted ya ha decidido previamente?

Si Dios se ofende de nuestro humor que venga y nos destruya él. ¿Quiénes son los que se atribuyen la representación divina, cuando la divinidad no dice ni pío?... Pues unos dogmáticos peligrosos, de quienes hay que guardarse. Y no porque el humor no deba tocar lo sagrado. Sino porque uno es tonto y ama su culo, aunque no deje de echar mierda todos los días, y ama su cabellera (los que la conserven) y le disgusta profundamente que un dogmático venga y le ponga una bomba bajo su culo o le corte la cabellera y la ponga como estandarte y bandera de la nueva humanidad que nos espera.

Y así damos por finalizado este manual que ustedes pueden ampliar a su capricho. No en vano ya son humoristas si han logrado llegar hasta aquí.

Ahora solo queda que ustedes consigan convencer a los políticos de que se rían un poco de sí mismos, al menos una hora cada día. Y a los terroristas para que se tronchen de risa mientras activan el detonador de la bomba que tienen bajo su lindo culo. Y a...

Bueno, bueno, no se lo voy a decir todo. ¡Qué clase de humoristas serían ustedes entonces!

Les deseo las mejor de las suertes intentando salvar a la humanidad con sus chistes puesto que con el amor parece que no acaba de salvarse. Un abrazo y observen a su espalda, porque les acabo de poner un monigote en la espalda.

¡Inocente, inocente! Que sudas por la frente. Chao.

©Slictik




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