miércoles, 6 de julio de 2022

LA VENGANZA DE KATHY X

 




Alice se quedó mirándome con ojos tiernos, mientras esbozaba una sonrisa picarona. Mi cabeza era un revoltijo de cosas sin la menor importancia que rodaban y rodaban buscando un sumidero como una bola de billar golpeada por un cachas. Me preguntaba por qué yo no tenía reloj. Se me ocurrió cuando ella miraba el suyo, pequeño y coqueto. Es posible que hasta portara un rolex de oro cuando llegué a Crazyworld. Tendría que preguntarle a Kathy…si la encontraba. Eso me hizo plantearme lo que convenía hacer. Salir con aquel tormentón era un riesgo suicida. Mejor quedarse allí toda la noche si la tormenta no amainaba. Miré a Alice y me dije que no era una mala idea.

-No podemos salir ahora, tal como están las cosas. Esperaremos media hora y si continúa yo me marcharé, pase lo que pase. Tengo que dar la cena, no puedo escaquearme.

-¿Y si nos quedamos a pasar la noche?

-¿Ya no piensas en seguir buscando a Kathy? No sabes cómo me alegro. A mí también me gustaría, ya lo creo. Pero las cosas no están para bromas. Si no aparezco Jimmy pensaría que también me ha ocurrido algo y se pondría aún más histérico. No quiero ni pensar lo que haría.

-¿Y yo?

-Tú puedes seguir buscándola el resto de la noche y enfrentarte a los rayos y los truenos. No creo que Jimmy se preocupara mucho. ¿Qué piensas hacer?

-A ver qué pasa con la tormenta. Si tú te vas, creo que la buscaré. Cada vez me convenzo más que le ha pasado algo muy grave.

-No pensabas así hace un segundo, cuando me hablabas de pasar la noche. Eres un veleta.

Callamos porque un inmenso racimo de rayos encendió la oscuridad. Los truenos parecían explosiones de bombas atómicas, por poner una comparación. No sé de dónde me vino aquella idea, porque no recordaba que existieran bombas atómicas ni nada parecido. Alice se asustó tanto que se acercó a mí. Yo la abracé. Los dos estábamos temblando como hojas a merced de la tormenta. El espectáculo era grandioso, aunque aterrador. Al cabo de un tiempo que no contabilicé, Alice miró su relojito.

-Tengo que irme o llegaré tarde. Tú puedes quedarte aquí hasta que termine. Luego no te olvides de cerrar la puerta.

-Voy contigo.

-Como quieras.

Se lanzó hacia la trampilla que aún continuaba abierta. Pensé que iba a cerrarla y me acerqué para ayudarla. Lo que hizo fue bajar las escaleras de dos en dos. Volvió con dos chubasqueros y dos linternas.

-Yo ya tengo linterna.

-Toma, estas son impermeables, indestructibles y con una potencia de luz que necesitaremos si no queremos darnos de morros contra los árboles. Ponte también el chubasquero, no lo atraviesan ni las balas. Hice lo que me pedía. Observé que estaba hecho de algo indescriptible, mitad tela, mitad metal raro. Lo toqué con curiosidad. Seguro que nada lo atravesaba, parecía de acero, aunque era tan liviano como una pluma. Me pidió que la ayudara a cerrar la trampilla y luego a mover la cama hasta dejarla como antes. Entonces nos dispusimos a salir. Alice parecía una difunta de lo pálida que estaba y yo debía de tener una pinta parecida. Tocó donde antes y las paredes se movieron en sentido contrario. Nos acercamos a la puerta con un ligero tembleque. Salimos al exterior. Cerró la puerta y encendió su linterna. Yo hice lo mismo con la mía. La potencia de luz era acojonante –otra palabra que me vino a la cabeza sin saber desde dónde- pero no veíamos ni a tres pasos. La oscuridad era como boca de lobo. Ella abrió camino como tanteando, mirando al suelo de vez en cuando.

-Tú sigue mis pasos. Te llevaré hasta donde comimos. Luego si quieres hacer el loco puedes buscar por allí. Yo seguiré mi camino.

Asentí sin decir nada, la perspectiva de quedarme solo en el bosque, con aquella tormenta me ponía el vello de punta, pero algo, una fuerza oscura, el destino, lo que fuera, me impulsaba a cometer la mayor locura de mi corta vida, que apenas podía contarse por días, porque nadie puede decir que ha vivido lo que no recuerda. El tiempo se me hizo eterno. El camino estaba ya muy embarrado. Comenzaba a formarse un arroyo que discurría con alguna fuerza puesto que al parecer estábamos descendiendo. El agua se perdía por todas partes ya que no existía cauce que lo mantuviera recogido. Las grandes gotas que caían con fuerza hacían sonar las hojas de los árboles, produciendo un sonido como tambores de guerra. Al menos así me sentía yo, como un guerrero dispuesto a luchar con enemigos invisibles. Me dije que era un auténtico idiota. Debería seguir a Alice y refugiarme en Crazyworld. Nada se me había perdido en aquella batalla contra los elementos. Ahora soplaba un viento fuerte, casi huracanado, que amenazaba con quebrar ramas, y hasta los árboles más pequeños y frágiles. Al fin Alice se detuvo.

-Solo tienes que seguir este camino. No está lejos. Yo me desvío aquí. Espero que conserves el walkie talkie. Si necesitas ayuda llama a Jimmy, aunque me temo que nadie saldrá a buscarte hasta mañana, cuando la tormenta haya amainado.

Busqué el walkie en la mochila y sentí un gran alivio cuando lo encontré. Lo activé, parecía funcionar, aunque solo se escuchaba un ruido molesto. La abracé, besándola en la boca. Nos deseamos suerte y ella siguió su camino. Yo permanecí iluminando su espalda hasta que dejé de verla. Estaba solo frente a la tormenta. Me repetí una vez más que era una estupidez buscar a Kathy. Si estaba muerta no había prisa. Si estaba viva de nada serviría mi presencia si no la encontraba. Me puse en movimiento, peleando contra el viento y la lluvia. Los rayos y truenos eran cada vez más frecuentes e intensos. Creo que por primera vez era plenamente consciente de la increíble tormenta que estaba descargando sobre Crazyworld. No recordaba otras tormentas pero ésta me parecía la peor de todas. Tampoco estaba seguro de que estuviéramos en verano, aunque había hecho mucho calor desde mi llegada. Nada me encajaba, aunque no sabía muy bien por qué. Un rayo espectacular cayó sobre un árbol, no muy lejos de donde me encontraba. Lo partió en dos y lo tumbó como la mano de un gigante quitándose de en medio una ramita. Cuando llegué hasta allí algunas ramas aún continuaban encendidas. Era un espectáculo amedrentador. De nuevo pensé en dejar la busca de Kathy y refugiarme en Crazyworld. Si aquello no era un aviso, se le parecía mucho, pero decidí seguir adelante. Era más una obsesión que cualquier otra cosa en la que pudiera pensar.

Decidí trepar al tronco y saltar al otro lado. Me pareció lo más razonable para no desviarme del camino. Cuando estaba de pie sobre el tronco, a punto de saltar al otro lado, el trueno retumbó como si toda la trompetería del infierno entonara un himno ominoso. Me llevé tal susto que salté de forma inconsciente. Caí de bruces sobre el suelo embarrado y allí permanecí, atontado, hasta que el trueno fue muriendo poco a poco. Tampoco podía comparar, aunque me pareció el trueno más largo de cualquier tormenta sobre la Tierra desde el albor de los tiempos. Me levanté como pude, limpiándome la cara de barro. No debía de quedar mucho para llegar al claro donde habíamos almorzado Alice y yo. Solo me di cuenta de que había llegado cuando un encadenamiento de rayos me permitió verlo. Así era, en efecto, pero qué podía ser aquella figura que parecía danzar en el centro. Tardé un tiempo en comprender. Sin duda se trataba de una figura humana. Traté de iluminarla con la linterna, pero el haz no llegaba hasta ella. Me fui acercando poco a poco. Identifiqué el sentimiento que me atenazaba. Miedo. Más que miedo. Terror. Ningún ser humano podría permanecer al aire libre, en medio del bosque, de la oscuridad más tenebrosa, a no ser que estuviera completamente loco. Caí en la cuenta de que yo también era otro ser humano bajo la tormenta, así, pues, también yo estaba completamente loco.

Otro encadenamiento de rayos me hizo ver lo que mi razón se negaba a contemplar. La figura era femenina y estaba completamente desnuda, bailando una danza salvaje bajo la tormenta, como invocando a todos los demonios del infierno, invocando el apocalipsis y el fin de la especie humana. Intenté gritar un nombre, pero no pude hacerlo. Quedé paralizado, de pie, con la boca abierta. Porque, en efecto, aquella mujer era Kathy. Estaba desnuda, o más bien cubierta completamente de barro como un animal prehistórico. Su danza era tan extravagante como solo a un demonio loco se le hubiera podido ocurrir. Al mismo tiempo era salvaje, brutal, pero bella, hermosa. Tanto como su cuerpo desnudo. Una bailarina de ballet danzando La consagración de la primavera de Stravinsky no lo hubiera hecho mejor. Los brazos subían como implorando al cielo un castigo para la humanidad, bajaban como suplicando al Averno se apoderara de su cuerpo. Sus caderas se ofrecían para un coito salvaje. Todo su cuerpo parecía poseído por dioses primigenios.

Permanecí largo tiempo sin poder apartar la mirada. Los relámpagos iluminaban aquella danza obscena, los truenos acompañaban, como una orquesta de timbales, atenuando a la orquesta sinfónica que interpretaba la pieza de Stravinsky. Al fin desperté de mi pesadilla y me lancé hacia delante, gritando su nombre. Kathy, Kathy, Kathy. El suelo estaba embarrado, parecía un pantano de arenas movedizas. Eso me hizo caer otra vez. Me levanté y continué corriendo. Ella no parecía haberse dado cuenta de mi presencia. Caí más veces y otras tantas me levanté. Lo único que importaba era que estaba viva. Aunque estuviera loca, aunque acabara pillando una neumonía, aunque no me reconociera. Era Kathy y estaba viva. Lo demás no importaba. Al fin llegué hasta ella y la abracé con una fuerza insana. En aquel momento un increíble relámpago cruzó el cielo, deslumbrándome, rasgándolo todo. Luego cuando llegó el ruido infernal noté. como el pinchazo de un gigantesco mosquito, en mi cuello y perdí la consciencia.

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