lunes, 5 de diciembre de 2022

LA VENGANZA DE KATHY XV

 




Para mí el tiempo no era ya un reloj que moviera sus agujas en una esfera, permitiéndome calcular el tiempo pasado o el por llegar. Solo podía compararlo a un sueño en el que todo ocurriera sin orden cronológico o espacial, secuencias cortadas a capricho por una tijera surrealista y loca. No sentir el cuerpo me desvinculaba de la realidad que cada vez estaba más lejana, como al otro extremo de un agujero de gusano que lo mismo conectaba con el otro extremo del universo que con un mundo paralelo o hasta con la muerte. Me preguntaba si en realidad yo no estaría muerto y lo que estaba viviendo era la forma en que los muertos desatascan sus pesadillas, dejándolas colarse por el sumidero de la nada. Aunque algo sí me había conectado una pizca con la realidad. Aquel orgasmito de la señorita Pepis me había permitido sentir que aún tenía un cuerpo, aunque no lo notara demasiado, es decir, nada, salvo aquella especie de corriente eléctrica que había atravesado mi pene, echando chispas en los testículos y explotando como un petardo mojado en mi escroto. Era poco, muy poco, pero sí lo suficiente para que pudiera apreciar cómo la voz de Kathy, que se había acostado a mi lado, y a la que apenas percibía por el rabillo del ojo, iba desgranando una letanía que apenas comprendía ni quería comprender.

-Esto es solo el comienzo, querido, una especie de despertar, un salir de la tumba por un huequito y atisbar el mundo de los vivos. Tampoco ha sido un gran orgasmo para mí, pero todo irá cambiando poco a poco. Ni siquiera el superpoder de mi clítoris ha sido capaz de resucitar del todo a la parte que más aprecias de tu cuerpo…Sí, porque tú adoras a tu pene que te permite entrar en tantas cuevas que ya has perdido la cuenta. No has sido capaz de apreciar el fuego devorador de la dragona que habita en el interior de mi cueva. No te hubiera pedido mucho, tan solo que me recordaras durante unos días y luego volvieras a mí de vez en cuando, dándome un poco de ternura a cambio del gran don del orgasmo cuasi infinito. Pero no. Ni siquiera llevas aquí tres días y ya te has acostado con más mujeres que días. Conmigo, luego con Heather, después con Dolores, al final con Alice. Y te hubiera gustado hacértelo con la doctorcita. Una tras otra y tras una y luego vuelta a empezar. Todos los hombres sois iguales. Nos utilizáis y luego nos tiráis como un trapo sucio. Ni siquiera os preocupa dejarnos contentas a cambio del fuego eterno de nuestras cuevas. Ni una buena palabra, ni una caricia, ni un gesto de compañerismo. Nada. Absolutamente nada.

-Pero esto se va a terminar. Llegará el apocalipsis y todos los hombres perecerán en la cueva donde habita la diosa Venus. En la Venusberg morirá la maldad de los hombres. Y yo seré su sacerdotisa, su enviada, su vengadora… Sí, ya sé que tú no eres el peor de todos ellos, pero tienes su misma naturaleza. Si hubiera sido justa habría empezado con Mr. Arkadin, el peor de los hombres. Pero aún no ha llegado. Nunca llega cuando se le espera, ocupado en sus negocios, como si el dinero fuera mejor que el superpoder de mi clítoris. Aun así llegará y recibirá su merecido. Para entonces sabré muchas cosas que habré aprendido de ti y las emplearé en su tortura con tanto entusiasmo, con tanto deleite, con tanta persistencia, que será un placer impagable el que recibiré de es miserable.

-No, no hemos acabado. Esto apenas ha sido el principio de la noche… Porque afuera sigue siendo de noche. Llegaste con la tormenta que no te dejó ver la hora y no llevas un reloj en tu muñeca que te permita saber que el tiempo va transcurriendo. La pócima del doctor Cabezaprivilegiada te ha tenido dormido unas horas, no muchas, menos de las que piensas. Aún nos queda mucha noche. Yo sí tengo un reloj que marca las horas y sé que en el exterior sigue la noche, porque la puedo ver por una especie de raro periscopio, invento del profesor chiflado, como los rayos y truenos que aún siguen, lo mismo que el repiqueteo de la lluvia. Mira, voy a permitir que veas y escuches, antes de someterte al segundo tormento. Lo que ocurre en el exterior es recogido por ese periscopio y pixelado en la pantalla que vas a tener frente a ti. Mira y disfruta…

Una enorme pantalla comenzó a descender del techo. Enorme, pero no tanto que escapara a mi campo de visión. Se detuvo en el centro de ese campo de visión, se encendió y un relámpago que pareció quedar anclado en el cielo oscuro me deslumbró hasta la ceguera… si eso era posible porque mis ojos, ahora lo comprendía, habían adquirido una visión extraña, como la que uno posee en ciertos sueños, en los que se puede ver todo desde fuera y al mismo tiempo desde dentro, una visión normal amplificada en capas dimensionales, como una cebolla surgida de un agujero negro. Me sentí como la criatura del doctor Frankenstein que abre los ojos por primera vez y deslumbrado contempla un mundo nuevo, no tan doloroso como el que vendrá después, cuando lo vaya comprendiendo. Porque él viene de la muerte y abre los ojos a la vida. No recuerda nada de la muerte y no sabe nada de la vida, pero sí lo suficiente para saber que la vida es mil veces peor que la muerte… ¿De dónde había surgido ese recuerdo? No lo sabía, no obstante era extraordinariamente preciso, como si hubiese leído la famosa novela y visto todas las versiones cinematográficas que de la misma se habían hecho hasta la fecha, que no sabía cuál era, pero era aquella, el momento presente. Comprendí que por una hendidura muy pequeña, tal vez generada por aquel relámpago que permanecía aún en la pantalla, como si alguien hubiera dado al pause, estaban empezando a brotar recuerdos muy escondidos en alguna parte profunda y misteriosa de mi subconsciente. Todo parecía transcurrir a cámara lenta. Tras el relámpago llegó el trueno horrísono que se prolongó como una carambola infinita. Y el repiqueteo de la lluvia me relajó como el baño en aguas frescas tras una travesía por el desierto. Tenía la lengua seca y la boca arenosa… Pero no, mi cuerpo no podía sentir nada. ¿Entonces qué eran aquellas sensaciones? El tiempo transcurrió, más como recuerdo de cómo transcurre el tiempo que por experiencia vital y presencial. La tormenta parecía no ir a amainar nunca. Me vino a la cabeza, a la mente, a lo que fuera en que se había convertido mi consciencia, la idea de lo que estaría ocurriendo en Crazyworld. ¿Alice habría dado ya la alarma? Tal vez fuera pronto, pero lo haría en cualquier momento, cuando ya no le cupiera la menor duda de que me había perdido en el bosque. Porque eso es lo que pensaría. ¿En qué otra cosa podría pensar? No en una Kathy endemoniada que me había drogado y trasladado a un búnker subterráneo del que nadie sabía nada. ¿Y cuando ella diera la voz de alarma quién le haría caso, cómo podría convencerles de que yo estaba perdido en el bosque? Tal vez Jimmy, ese maldito tunante, atisbara lo ocurrido y pusiera a todo el mundo en pie de guerra. Era capaz de eso y de mucho más. Nadie le llevaría la contraria, ahora que el doctor Sun se había vuelto más loco que sus pacientes y él, uno de sus locos pacientes, había tomado el mando por orden expresa del propio doctor Sun. ¿Qué harían? Esperarían a que pasara la noche y comenzarían la búsqueda con el alba. No, Jimmy no lo consentiría. Distribuiría linternas, crearía grupos de búsqueda, intentaría convencer a los robots de que les ayudaran. ¿Sabría Jimmy de la existencia de los robots? Por supuesto él lo sabía todo. Casi me reí a carcajadas viéndole dirigir semejante actividad. Era una risa plana que se deslizaba en mi interior como una serpiente. Y entonces, algo interrumpió la tormenta, mi ensoñación, fue la voz de Kathy de nuevo.

-Y ahora, hombrecito malvado, vamos a seguir con la segunda parte de tu tortura….

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