CHARLY, EL NUEVO CHARLOT
-Charly, Charly, ven acá –
así le llamaban a voces los amigos... y eran muchos- ¿por qué no imitas un
ratito a Charlot?
Y allá iba el bueno de
Charly. Se colocaba su chaqueta de frac, se encasquetaba el bombín, tomaba del
paragüero su bastón flexible y caminaba por el bar del club, en la más perfecta
imitación del genial cómico que nunca verían ojos humanos.
Claro que eso sucedió en sus
tiempos de gloria, cuando Charly, el imitador, viajaba por medio mundo,
atendiendo compromisos de las televisiones más importantes, visitando las salas
de fiesta con más glamour (estuvo cuatro meses en un casino de las Vegas) y
haciendo de clown en los cumpleaños más sonados de la beautiful people, la
aristocracia y los famosos (incluidos presidentes de gobierno, dictadores y
multimillonarios de toda laya). Entonces era alguien, le halagaba que llenaran
sus manos con fajos de billetes y pusieran a dos chicas fáciles (tan fáciles
que se reía a mandíbula batiente, más incluso que con sus mejores chistes) en
su limusina. Tras cada actuación disponía de la mejor suite en el mejor hotel y
aquellas dos chicas, siempre distintas, si no se encontraba antes con alguna
bellísima mujer en su camerino, presta a ser seducida con un chiste o una
parodia.
En cierta ocasión coincidió
con Brunelli. Le oyó llamarse a sí mismo el humorista “number one” y se le rió
en sus narices. Pero la vida disoluta terminó con él. Lo que no consiguiera el
alcohol lo lograron las drogas y cuando ya era “vox pópuli” que estaba acabado
para las mujeres, éstas remataron su lujuria poniendo en entredicho su libido
en la prensa rosa.
Nadie quería contratar a
aquel fracasado. Cuando decidió jubilarse y vivir de las rentas, se encontró
con que su administrador y hombre de confianza había vivido ya por él. Se vio
obligado a vender su mansión. Se entregó a la bebida aún con más ímpetu y
cierta madrugada despertó, borracho, entre cubos de basura. Los mendigos y
desheredados de la fortuna le adoptaron, porque era divertido y les hacía reír.
Borrachín, pendenciero, un desecho humano, se pasaba los días borracho y las
noches rebuscando botellas en los cubos de la basura. No comía, robaba en
licorerías y supermercados. Visitaba la cárcel cuando la policía no estaba
ocupada en cosas más importantes.
La poca dignidad que aún
conservaba la escondía en una vieja mochila. Allí dentro estaba su disfraz de
Charlot al completo (hasta el bastón flexible, que podía comprimirse como un
paraguas moderno). Le bastaba con vestirse de Charlot para recuperar su vieja
dignidad de cómico, perdida muchos años atrás. Entonces no le temblaban las
manos, ni se tambaleaba. Caminaba recto, como una vela, los pies separados, las
punteras mirando hacia fuera, la sonrisa bajo su bigotito de seductor, el
bastón girando en su mano derecha, atento, vivaz, astuto, como un demonio.
Los transeuntes se burlaban
de él...solo durante un par de minutos, porque luego quedaban encandilados y
aplaudían a rabiar. Cuando, terminada la función, saludaba, bombín en mano,
todo el mundo echaba alguna moneda y los más pudientes hasta billetes. Sin
embargo el prefería donar la recaudación a un orfanato, en lugar de bebérselo
todo, como le pedía el cuerpo.
Cansado de refugiarse en
cubos de basura y de rascarse las mordeduras de las pulgas, cierto día observó
cómo Brunelli entraba con los niños al Hotel. Era Navidad y decidió que aquel
sería el último refugio para sus cansados huesos. Pero tardó un tiempo en
decidirse. Ya noche cerrada se coló a las cocinas por la puerta de los
proveedores, diciéndose que si aquel hotel era bueno para Brunelli, lo sería
también para él. Con cierta envidia reconoció que aquel viejo chocho y pagado
de sí mismo era mucho más sabio que él. Pero al menos ahora tendría un lugar
caliente donde dormir y un mendrugo de pan duro que llevarse a la boca.
Sin que Iñaki lo advirtiera,
se hizo con un plato de pinchos y un currusco y se deslizó por las plantas,
silenciosas a esta hora, buscando un refugio, donde nadie pudiera
descubrirle...
CHARLOT
Descripción
del personaje: Un hombrecillo joven, vestido con un pantalón viejo y muy
holgado, donde podrían caber dos. Una chaqueta de frac muy vieja, camisa
blanca, muy sucia, bombín. Un bastón con el que juega constantemente y que usa
muy habilmente para defensa y ataque. Bigotillo. Unos zapatones varios números más
grandes.
Camina
con los pies separados, las punteras mirando hacia fuera, a pasitos cortos. Es
un vagabundo sin oficio ni beneficio, sin familia, como un perro callejero.
Tiene un corazón muy grande y generoso. En la película “El chico” se hace cargo
de un bebé abandonado. Un policía cree que lo abandona él y tiene que disimular
haciéndose cargo. Luego le toma mucho afecto al niño.
Se
lleva mal con la policía. Siempre están a la greña. Es mal enemigo de sus
enemigos, vengativo, terco, siempre se sale con la suya, aunque sus venganzas
son muy divertidas.
Le
puede la belleza femenina. Entonces se convierte en un caballero y seductor
ridículo. Una especie de Quijote que adora a su Dulcinea de turno, pero que
tiene grandes dificultades con sus competidores que van mejor vestidos, son más
ricos o más fuertes etc.
No
tiene donde caerse muerto, su obsesión es encontrar algo de comer y dónde
dormir. Es capaz de disputar una salchicha a un perro o prestarse para un
experimento (tiempos modernos). De vez en cuando busca trabajo (tiene que
luchar con la competencia) o lo consigue (Luces de la ciudad, donde se
convierte en un camarero divertidísimo).
Personaje
para el hotel:
Se
trata de un cómico, ya maduro, que adora a los grandes cómicos del cine mudo.
Tuvo cierto éxito, pero le echaron a patadas, porque consideraban que su humor
estaba desfasado. Ahora vive en la calle como un vagabundo. Se le trastocó la
cabeza y se cree Charlot, sufre delirios sobre el personaje. Se viste como él y
anda y actúa como él, aunque a veces recuerda su auténtica personalidad.
Un
día, mirando en la basura del Hotel, descubre a Brunelli, que entra con los
niños a las cocinas. Observa que el hotel es un desmadre y que podría
refugiarse en él sin que nadie se diera cuenta. Se introduce por las cocinas y
busca un sitio dónde esconderse en las plantas. Descubre el habitáculo de
Ñampira y se refugia allí.
Tiene
como grandes enemigos al Gordo, un vagabundo muy alto y gordo (parodia del
gordo Fatty de las películas mudas) y un vagabundo mudo, inexpresivo, con cara
de palo (parodia de Buster keaton). Estos le siguen los pasos y se introducen
en el hotel tras él.
Ñampira
tiene simpatía por Charlot y le trata de ocultar. Tendrá que enfrentarse al
gordo y a cara de palo.
Un
huésped del hotel, director de cine, descubre a Charlot y se obsesiona con
hacer una película, se lo propone a éste y a Pampira. Como Pestolazzi se niega,
tendrán que rodar la película ocultándose. Se producen un montón de gags y de
situaciones cómicas.