lunes, 24 de febrero de 2014

DON ALCANFOR, MODISTO Y DECORADOR



      

    DON ALCANFOR, MODISTO Y DECORADOR

Dice tener unos cuarenta años, pero para alguien que no sea miope o tonto ya pasó de los sesenta. Solo su peluquero, de toda confianza, conoce que el verdadero color de su pelo es el gris-canoso. Ha pasado por tantos tintes que en cada cabello queda un poco de verde, de azul, de amarillo, de... vamos un verdadero arcoiris. No se le conocen preferencias sexuales, ni amantes, ni palabras comprometedoras en cuanto al sexo. Vive solo con su gato, su perro, sus canarios, una serpiente de cascabel amaestrada y a la que un veterinario destripó los crótalos y los dientes y un pequeño cocodrilito al que llama largarto Juancho.

Saltó a la fama en la pasarela Cibeles, hace ya muchos años. Su desfile levantó ampollas, porque fue el primero en utilizar las transparencias y en aplicar a la moda su peculiar surrealismo. Así es, porque Don Alcanfor se considera un surrealista de la nueva escuela. Adora el surrealismo clásico de principios del siglo XX y adora a Salvador Dalí, del que tiene un par de cuadros en sus habitaciones (nadie sabe cómo los consiguió). Se niega a admitir que el surrealismo haya muerto y tras una mezcla experimental con el cubismo, el clasicismo, el arte abstracto con limón y el collage con naranja, amén de otros elementos indescifrables, unidos todos ellos en el cáliz de su delirante imaginación, ha logrado un estilo inconfundible. En moda se dice que este es un Alcanfor y no hay nada más que añadir.

Además de modisto es un decorador de prestigio internacional. Ha decorado los áticos la Quinta Avenida, las villas más prestigiosas de la Costa del Sol y de otros lugares de indudable glamour por todo el mundo; incluso llegó a decorar un gigantesco iglú, que un excéntrico millonario mandó construir en el polo Norte. Nadie que haya visto un apartamento decorado por Don Alcanfor podrá olvidarlo nunca mientras vida, e incluso le perseguirá en sus pesadillas post-mortem.

Son famosas sus sillas-venganza y otros inauditos inventos que no vamos a relacionar de momento. Les daré una brevísima descripción de las sillas para que vayan abriendo boca y porque soy un narrador compasivo, buen samaritano y negro, quiero decir un escritor negro, vamos, no de piel, sino de esos que lo inventan todo, lo escriben todo y luego viene un idiota, le pone su famoso nombre y lo tira por la ventana como un best-seller.

 Disculpen que me ponga así, pero odio a los escritores que utilizan negros. Las sillas tenían unas formas extravagantes, pero lo que más llamaba la atención era su respaldo, una especie de cuadro o retrato de madera, donde se podían colocar gigantescas fotografías de nuestros enemigos más acérrimos. Por encima un cristal a prueba de balas impedía el desgaste. Se utilizaban fundamentalmente en el comedor, sin perjuicio de que el dueño pudiera sentarse en ellas donde quisiera, incluso en la vía pública. Don Alcanfor diseñó un retrete con esta forma, que aún utiliza en su apartamento, y que llegó a estar de moda un tiempo, no mucho, porque era muy caro y los ricos no hacen esas cosas de colocar sus posaderas sobre los rostros de sus enemigos, ni mucho menos ventosearse a discreción sobre ellas. Hubiera tenido un gran éxito de ser más barato, porque los pobres tienen muchos enemigos, entre ellos todos los ricos y famosos.


Pero ya basta por hoy. Puede que les siga narrando la vida y milagros de Don Alcanfor o puede que no. Porque desde esta tribuna de la Casa de Asterión, que tan gentilmente se me brinda, quiero denunciar que Slictik es un tramposo y que utiliza negros para que le escriban sus famosos textos. En realidad es un maldito impostor. Todo se lo escribo yo, un negro anónimo, y estoy harto, hasta la coronilla, de que me pague mal y tarde. Aquí se acabó la historia, porque lo digo yo, y me declaro en huelga y a Slictik que le den por rasca y que el próximo best-seller se lo escriba su padre.... He dicho.

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