lunes, 24 de febrero de 2014

CHARLY, EL NUEVO CHARLOT




CHARLY, EL NUEVO CHARLOT

-Charly, Charly, ven acá – así le llamaban a voces los amigos... y eran muchos- ¿por qué no imitas un ratito a Charlot?

Y allá iba el bueno de Charly. Se colocaba su chaqueta de frac, se encasquetaba el bombín, tomaba del paragüero su bastón flexible y caminaba por el bar del club, en la más perfecta imitación del genial cómico que nunca verían ojos humanos.

Claro que eso sucedió en sus tiempos de gloria, cuando Charly, el imitador, viajaba por medio mundo, atendiendo compromisos de las televisiones más importantes, visitando las salas de fiesta con más glamour (estuvo cuatro meses en un casino de las Vegas) y haciendo de clown en los cumpleaños más sonados de la beautiful people, la aristocracia y los famosos (incluidos presidentes de gobierno, dictadores y multimillonarios de toda laya). Entonces era alguien, le halagaba que llenaran sus manos con fajos de billetes y pusieran a dos chicas fáciles (tan fáciles que se reía a mandíbula batiente, más incluso que con sus mejores chistes) en su limusina. Tras cada actuación disponía de la mejor suite en el mejor hotel y aquellas dos chicas, siempre distintas, si no se encontraba antes con alguna bellísima mujer en su camerino, presta a ser seducida con un chiste o una parodia.

En cierta ocasión coincidió con Brunelli. Le oyó llamarse a sí mismo el humorista “number one” y se le rió en sus narices. Pero la vida disoluta terminó con él. Lo que no consiguiera el alcohol lo lograron las drogas y cuando ya era “vox pópuli” que estaba acabado para las mujeres, éstas remataron su lujuria poniendo en entredicho su libido en la prensa rosa.

Nadie quería contratar a aquel fracasado. Cuando decidió jubilarse y vivir de las rentas, se encontró con que su administrador y hombre de confianza había vivido ya por él. Se vio obligado a vender su mansión. Se entregó a la bebida aún con más ímpetu y cierta madrugada despertó, borracho, entre cubos de basura. Los mendigos y desheredados de la fortuna le adoptaron, porque era divertido y les hacía reír. Borrachín, pendenciero, un desecho humano, se pasaba los días borracho y las noches rebuscando botellas en los cubos de la basura. No comía, robaba en licorerías y supermercados. Visitaba la cárcel cuando la policía no estaba ocupada en cosas más importantes.

La poca dignidad que aún conservaba la escondía en una vieja mochila. Allí dentro estaba su disfraz de Charlot al completo (hasta el bastón flexible, que podía comprimirse como un paraguas moderno). Le bastaba con vestirse de Charlot para recuperar su vieja dignidad de cómico, perdida muchos años atrás. Entonces no le temblaban las manos, ni se tambaleaba. Caminaba recto, como una vela, los pies separados, las punteras mirando hacia fuera, la sonrisa bajo su bigotito de seductor, el bastón girando en su mano derecha, atento, vivaz, astuto, como un demonio.

Los transeuntes se burlaban de él...solo durante un par de minutos, porque luego quedaban encandilados y aplaudían a rabiar. Cuando, terminada la función, saludaba, bombín en mano, todo el mundo echaba alguna moneda y los más pudientes hasta billetes. Sin embargo el prefería donar la recaudación a un orfanato, en lugar de bebérselo todo, como le pedía el cuerpo.

Cansado de refugiarse en cubos de basura y de rascarse las mordeduras de las pulgas, cierto día observó cómo Brunelli entraba con los niños al Hotel. Era Navidad y decidió que aquel sería el último refugio para sus cansados huesos. Pero tardó un tiempo en decidirse. Ya noche cerrada se coló a las cocinas por la puerta de los proveedores, diciéndose que si aquel hotel era bueno para Brunelli, lo sería también para él. Con cierta envidia reconoció que aquel viejo chocho y pagado de sí mismo era mucho más sabio que él. Pero al menos ahora tendría un lugar caliente donde dormir y un mendrugo de pan duro que llevarse a la boca.

Sin que Iñaki lo advirtiera, se hizo con un plato de pinchos y un currusco y se deslizó por las plantas, silenciosas a esta hora, buscando un refugio, donde nadie pudiera descubrirle...



            CHARLOT


Descripción del personaje: Un hombrecillo joven, vestido con un pantalón viejo y muy holgado, donde podrían caber dos. Una chaqueta de frac muy vieja, camisa blanca, muy sucia, bombín. Un bastón con el que juega constantemente y que usa muy habilmente para defensa y ataque. Bigotillo. Unos zapatones varios números más grandes.

Camina con los pies separados, las punteras mirando hacia fuera, a pasitos cortos. Es un vagabundo sin oficio ni beneficio, sin familia, como un perro callejero. Tiene un corazón muy grande y generoso. En la película “El chico” se hace cargo de un bebé abandonado. Un policía cree que lo abandona él y tiene que disimular haciéndose cargo. Luego le toma mucho afecto al niño.

Se lleva mal con la policía. Siempre están a la greña. Es mal enemigo de sus enemigos, vengativo, terco, siempre se sale con la suya, aunque sus venganzas son muy divertidas.

Le puede la belleza femenina. Entonces se convierte en un caballero y seductor ridículo. Una especie de Quijote que adora a su Dulcinea de turno, pero que tiene grandes dificultades con sus competidores que van mejor vestidos, son más ricos o más fuertes etc.

No tiene donde caerse muerto, su obsesión es encontrar algo de comer y dónde dormir. Es capaz de disputar una salchicha a un perro o prestarse para un experimento (tiempos modernos). De vez en cuando busca trabajo (tiene que luchar con la competencia) o lo consigue (Luces de la ciudad, donde se convierte en un camarero divertidísimo).

Personaje para el hotel:

Se trata de un cómico, ya maduro, que adora a los grandes cómicos del cine mudo. Tuvo cierto éxito, pero le echaron a patadas, porque consideraban que su humor estaba desfasado. Ahora vive en la calle como un vagabundo. Se le trastocó la cabeza y se cree Charlot, sufre delirios sobre el personaje. Se viste como él y anda y actúa como él, aunque a veces recuerda su auténtica personalidad.

Un día, mirando en la basura del Hotel, descubre a Brunelli, que entra con los niños a las cocinas. Observa que el hotel es un desmadre y que podría refugiarse en él sin que nadie se diera cuenta. Se introduce por las cocinas y busca un sitio dónde esconderse en las plantas. Descubre el habitáculo de Ñampira y se refugia allí.

Tiene como grandes enemigos al Gordo, un vagabundo muy alto y gordo (parodia del gordo Fatty de las películas mudas) y un vagabundo mudo, inexpresivo, con cara de palo (parodia de Buster keaton). Estos le siguen los pasos y se introducen en el hotel tras él.

Ñampira tiene simpatía por Charlot y le trata de ocultar. Tendrá que enfrentarse al gordo y a cara de palo.


Un huésped del hotel, director de cine, descubre a Charlot y se obsesiona con hacer una película, se lo propone a éste y a Pampira. Como Pestolazzi se niega, tendrán que rodar la película ocultándose. Se producen un montón de gags y de situaciones cómicas.

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