EL SR. MÚLTIPLE PERSONALIDAD
-Lo llamamos el Sr. Múltiple Personalidad. Nunca sabes quién te está hablando. Cambia de personalidad cada cinco minutos o antes, según tenga el día y lo nervioso que esté. Cada vez que aparece un personaje tiene que hacerse cargo de la situación. Habla con los otros como si estuvieran frente a él y les consulta lo que el nuevo personaje que se ha hecho cargo ignora. Es un poco complicado. Lo único que te conviene saber es que nunca debes hablarle si él no lo hace y cuando lo haga procura adivinar qué personaje está al mando y seguirle la corriente.
-¿No tiene nombre?
-Como si no lo tuviera. Es imposible adivinar cuándo la personalidad que lleva su nombre está al mando. Es mejor no utilizar ningún nombre cuando te diriges a él. Nosotros los llamamos Sr. Múltiple Personalidad o “Mul-per” que es más corto.
-¿Es peligroso?
-Si no lo contradices o le incordias demasiado es como un corderito. Se puede transformar en un lobo peligroso, pero cuando ataca a alguien lo más normal es que se lo haya merecido. Ni siquiera el doctor Sun lo castiga a las celdas de aislamiento cuando se transforma en lobo. Quien busca su ruina se merece que lo muerdan.
En ese momento se nos acercó otra camarera, bajita y tan delgada que el uniforme le sobraba por todos los costados, como si alguien hubiera embutido un palillo en un miriñaque. Le sirvió la sopa a Jimmy y ni siquiera notó el pellizco del pulpo. Me temo que “El Pecas” encontró hueso y debió de romperse alguna uña. Más camareras salieron de la cocina con sus bandejas y sus soperas. Jimmy intentó alcanzar popas, pero los barcos navegaban con viento a favor.
La camararita palillo permaneció junto a Jimmy como esperando órdenes. Sonreía como un ángel, perdido en el infierno, con un cierto miedo en su mirada y un ansia indescifrable en el fondo de sus ojos. “El Pecas” intentó bromear con ella.
-Jennifer, ¿no te pica nada?
-En este momento me está picando un piojo repugnante.
Observé pasmado a la camarera. Por un momento había pensado que le gustaba Jimmy y que estaba esperando una palabra amable para dejarse acunar en sus brazos. Puede que así fuera, pero “El Pecas” tenía un innegable don para volver furiosas a todas las mujeres de su entorno. De eso no cabía duda.
-¿Dónde te pica? Tal vez yo podría sustituirlo.
-Antes preferiría que me picara la mosca Tsé-Tsé y quedarme dormida una semana.
Estaba visto que aquel no era precisamente el día del “Pecas”. Por un momento temí que otra sopera se volcara sobre su cabeza. En lugar de ello la joven palillo se dirigió a mí.
-Usted parece un joven agradable. Le aconsejo que se mantenga lejos de este piojo pecoso.
Agradecí el consejo con buenas maneras, no fuera que también yo saliera “sopapeado”. Jennifer me agradeció con una sonrisa, en la que derramó todo su encanto, mi respuesta cortés. Luego se alejó pisando fuerte, aunque no se notó mucho. Yo creo que ni el suelo lo notó. Jimmy se encogió de hombros.
-No es mi día. Pero sí parece ser el suyo. Es la primera vez que la veo conmovida con un paciente. Creo que usted le ha hecho cosquillas y en un lugar muy agradable para ella. En cambio yo nunca acierto con las cosquillas. Basta con que se las haga en “sálvasealaparte” para que me llame piojo, y si no le hago cosquillas aún se enfada más. Esta Jennifer es una buena chica, pero bastante rarilla. Con ese físico que tiene tendría que aceptar como pareja hasta a una escoba o una fregona. Y me parece que yo no estoy tan mal. Desde luego mejor que una fregona sí soy. ¿No te parece?
-Me parece, Jimmy, que deberíamos cenar y dejar en paz a las camareras. No me gustaría tener que pasar por la enfermería.
En el comedor todos estaban servidos y comían en silencio. Tras el bullicio de la espera ahora todo el mundo estaba demasiado ocupado en llevar la cuchara a la boca como para montar bulla. Por un momento pensé que Crazyworld se había transformado en un monasterio. Aproveché para vaciar el plato y observar al resto de comensales.
Terminé la sopa, que me calentó el estómago por dentro, dejándolo preparado para algo más sólido. Como no recordaba nada de mi pasado tampoco lograba encontrar nada en mi memoria respecto al tiempo que podía llevar sin comer antes de mi accidente, ni si comía mucho o poco, o las comidas que me gustaban o disgustaban. Lo cierto es que parecía que yo era un hombre con muy buenas tragaderas y que no haría ascos a nada o a casi nada. Dejando aparte el sustancioso desayuno que me llevara Dolores a mi cuarto la sensación interna era la de que llevaba mucho tiempo sin alimentarme, como un anacoreta tan abismado en la contemplación de Dios que ni sintiera hambre o sed, y que de pronto, al despertar a la vida real, fuera incapaz de saber cuándo fue la última vez que bebiera un vaso de agua o se llevara un mendrugo de pan a la boca. Necesitaba redimirme de tanto supuesto ayuno y cuanto antes.
Observé que Alice, muy discretamente, hablaba con el resto de camareras, haciendo risueños apartes, al tiempo que no dejaban de mirar hacia nuestra mesa. Me dio en la nariz que el suculento asado, que constantemente pasaba a nuestro lado, dejando un apetitoso rastro de olor, nunca llegaría a nuestros platos. Jimmy iba a sufrir la venganza de Alice y como consecuencia yo compartiría aquel severo castigo. ¿Qué podía hacer al respecto? ¿Liarme la manta a la cabeza y entrar en la cocina como un vándalo, aún previendo las consecuencias que semejante intrusión acarrearía sobre mi maltratado cuerpo? Jimmy me había hablado de cómo se las gastaba el loco del cocinero o chef, un tal Iñaki.
Al maldito Pecas se le iba la mano cada vez que una camarera salí de la cocina con el preciado bien en su bandeja. Muy molesto por semejante comportamiento infantiloide le di un tremendo cachete en la garra derecha (el muy idiota me había colocado a su izquierda para que su mano derecha no tuviera que superar obstáculos en sus avances libidinosos). No pareció enfadarse mucho conmigo.
-¿Qué te ocurre, amigo?
-¿Eres idiota, Jimmy? Puede que tú no tengas apetito, pero yo estoy muerto de hambre, si continúas con tu manía compulsiva de pellizcar traseros nadie nos servirá el segundo plato.
-No pueden hacer eso, amigo, o me quejaré a la dirección.
-Y supongo que te harán caso, pero ya será demasiado tarde para rematar este delicioso almuerzo y tendré que esperar a la cena. No lo soportaría.
Eso convenció al Pecas, que dejó de alargar su garra y las camareras ya no se alejaban tanto de nuestra mesa al salir de la cocina. Decidí entretenerlo con mi conversación. Al fin y al cabo estábamos en un frenopático y su manía obsesivo-compulsiva-libidinosa no era precisamente lo peor que uno se podía encontrar en Crazyworld. Decidí sacar provecho de aquel molesto “impasse”.
-¿Solo hay un psiquiatra aquí, Jimmy? El doctor Sun no parece el más adecuado para hacerse cargo de todo.
-¡Oh, no, amigo! Para atender a quinientos pacientes se necesita más de un psiquiatra o no podrían vernos el pelo ni una vez al año. Ya los irás conociendo a todos. Hay algunas doctoras que están muy bien. Te las recomiendo, aunque el doctor Sun no te soltará hasta lograr que empieces a recordar. Te aconsejo que vayas pensando en inventarte una historia si no quieres seguir en sus garras todo el tiempo.
-¿Hay más médicos, aparte de los psiquiatras?
-Pues claro. Crazyworld es una pequeña ciudad, hay de todo. Nadie necesita salir de aquí para nada. Si necesitan un médico, un ginecólogo, un pediatra, un cirujano, serán atendidos de mil amores por la numerosa plantilla de nuestra clínica, con todos los adelantos de la ciencia moderna.
-¿Pediatras?
-Naturalmente. Aquí también nacen niños, aunque no muchos. Todo el mundo está al tanto de cómo conseguir preservativos o anticonceptivos. El doctor Sun se ocupa de realizar campañas periódicas sobre salud sexual, mental, higiene… no se le escapa una. A pesar de ello siempre puede ocurrir que alguien cometa un error y no quiera ni oír hablar de un aborto. También hay algunas parejas, más o menos estables, que quieren tener hijos y educarlos para la vida, como si esto tuviera la más mínima semejanza con la verdadera vida. Por supuesto que también hay escuelas, educadores…
-Creo que adelantarías más diciéndome lo que no hay.
-Hasta ahora no se me había ocurrido hacer inventario. Ya que me lo preguntas creo que no hay profesión que no esté representada aquí, aunque tal vez falte alguna y no me haya dado cuenta.
-¿También hay prostitutas?
Continuará.
-Lo llamamos el Sr. Múltiple Personalidad. Nunca sabes quién te está hablando. Cambia de personalidad cada cinco minutos o antes, según tenga el día y lo nervioso que esté. Cada vez que aparece un personaje tiene que hacerse cargo de la situación. Habla con los otros como si estuvieran frente a él y les consulta lo que el nuevo personaje que se ha hecho cargo ignora. Es un poco complicado. Lo único que te conviene saber es que nunca debes hablarle si él no lo hace y cuando lo haga procura adivinar qué personaje está al mando y seguirle la corriente.
-¿No tiene nombre?
-Como si no lo tuviera. Es imposible adivinar cuándo la personalidad que lleva su nombre está al mando. Es mejor no utilizar ningún nombre cuando te diriges a él. Nosotros los llamamos Sr. Múltiple Personalidad o “Mul-per” que es más corto.
-¿Es peligroso?
-Si no lo contradices o le incordias demasiado es como un corderito. Se puede transformar en un lobo peligroso, pero cuando ataca a alguien lo más normal es que se lo haya merecido. Ni siquiera el doctor Sun lo castiga a las celdas de aislamiento cuando se transforma en lobo. Quien busca su ruina se merece que lo muerdan.
En ese momento se nos acercó otra camarera, bajita y tan delgada que el uniforme le sobraba por todos los costados, como si alguien hubiera embutido un palillo en un miriñaque. Le sirvió la sopa a Jimmy y ni siquiera notó el pellizco del pulpo. Me temo que “El Pecas” encontró hueso y debió de romperse alguna uña. Más camareras salieron de la cocina con sus bandejas y sus soperas. Jimmy intentó alcanzar popas, pero los barcos navegaban con viento a favor.
La camararita palillo permaneció junto a Jimmy como esperando órdenes. Sonreía como un ángel, perdido en el infierno, con un cierto miedo en su mirada y un ansia indescifrable en el fondo de sus ojos. “El Pecas” intentó bromear con ella.
-Jennifer, ¿no te pica nada?
-En este momento me está picando un piojo repugnante.
Observé pasmado a la camarera. Por un momento había pensado que le gustaba Jimmy y que estaba esperando una palabra amable para dejarse acunar en sus brazos. Puede que así fuera, pero “El Pecas” tenía un innegable don para volver furiosas a todas las mujeres de su entorno. De eso no cabía duda.
-¿Dónde te pica? Tal vez yo podría sustituirlo.
-Antes preferiría que me picara la mosca Tsé-Tsé y quedarme dormida una semana.
Estaba visto que aquel no era precisamente el día del “Pecas”. Por un momento temí que otra sopera se volcara sobre su cabeza. En lugar de ello la joven palillo se dirigió a mí.
-Usted parece un joven agradable. Le aconsejo que se mantenga lejos de este piojo pecoso.
Agradecí el consejo con buenas maneras, no fuera que también yo saliera “sopapeado”. Jennifer me agradeció con una sonrisa, en la que derramó todo su encanto, mi respuesta cortés. Luego se alejó pisando fuerte, aunque no se notó mucho. Yo creo que ni el suelo lo notó. Jimmy se encogió de hombros.
-No es mi día. Pero sí parece ser el suyo. Es la primera vez que la veo conmovida con un paciente. Creo que usted le ha hecho cosquillas y en un lugar muy agradable para ella. En cambio yo nunca acierto con las cosquillas. Basta con que se las haga en “sálvasealaparte” para que me llame piojo, y si no le hago cosquillas aún se enfada más. Esta Jennifer es una buena chica, pero bastante rarilla. Con ese físico que tiene tendría que aceptar como pareja hasta a una escoba o una fregona. Y me parece que yo no estoy tan mal. Desde luego mejor que una fregona sí soy. ¿No te parece?
-Me parece, Jimmy, que deberíamos cenar y dejar en paz a las camareras. No me gustaría tener que pasar por la enfermería.
En el comedor todos estaban servidos y comían en silencio. Tras el bullicio de la espera ahora todo el mundo estaba demasiado ocupado en llevar la cuchara a la boca como para montar bulla. Por un momento pensé que Crazyworld se había transformado en un monasterio. Aproveché para vaciar el plato y observar al resto de comensales.
Terminé la sopa, que me calentó el estómago por dentro, dejándolo preparado para algo más sólido. Como no recordaba nada de mi pasado tampoco lograba encontrar nada en mi memoria respecto al tiempo que podía llevar sin comer antes de mi accidente, ni si comía mucho o poco, o las comidas que me gustaban o disgustaban. Lo cierto es que parecía que yo era un hombre con muy buenas tragaderas y que no haría ascos a nada o a casi nada. Dejando aparte el sustancioso desayuno que me llevara Dolores a mi cuarto la sensación interna era la de que llevaba mucho tiempo sin alimentarme, como un anacoreta tan abismado en la contemplación de Dios que ni sintiera hambre o sed, y que de pronto, al despertar a la vida real, fuera incapaz de saber cuándo fue la última vez que bebiera un vaso de agua o se llevara un mendrugo de pan a la boca. Necesitaba redimirme de tanto supuesto ayuno y cuanto antes.
Observé que Alice, muy discretamente, hablaba con el resto de camareras, haciendo risueños apartes, al tiempo que no dejaban de mirar hacia nuestra mesa. Me dio en la nariz que el suculento asado, que constantemente pasaba a nuestro lado, dejando un apetitoso rastro de olor, nunca llegaría a nuestros platos. Jimmy iba a sufrir la venganza de Alice y como consecuencia yo compartiría aquel severo castigo. ¿Qué podía hacer al respecto? ¿Liarme la manta a la cabeza y entrar en la cocina como un vándalo, aún previendo las consecuencias que semejante intrusión acarrearía sobre mi maltratado cuerpo? Jimmy me había hablado de cómo se las gastaba el loco del cocinero o chef, un tal Iñaki.
Al maldito Pecas se le iba la mano cada vez que una camarera salí de la cocina con el preciado bien en su bandeja. Muy molesto por semejante comportamiento infantiloide le di un tremendo cachete en la garra derecha (el muy idiota me había colocado a su izquierda para que su mano derecha no tuviera que superar obstáculos en sus avances libidinosos). No pareció enfadarse mucho conmigo.
-¿Qué te ocurre, amigo?
-¿Eres idiota, Jimmy? Puede que tú no tengas apetito, pero yo estoy muerto de hambre, si continúas con tu manía compulsiva de pellizcar traseros nadie nos servirá el segundo plato.
-No pueden hacer eso, amigo, o me quejaré a la dirección.
-Y supongo que te harán caso, pero ya será demasiado tarde para rematar este delicioso almuerzo y tendré que esperar a la cena. No lo soportaría.
Eso convenció al Pecas, que dejó de alargar su garra y las camareras ya no se alejaban tanto de nuestra mesa al salir de la cocina. Decidí entretenerlo con mi conversación. Al fin y al cabo estábamos en un frenopático y su manía obsesivo-compulsiva-libidinosa no era precisamente lo peor que uno se podía encontrar en Crazyworld. Decidí sacar provecho de aquel molesto “impasse”.
-¿Solo hay un psiquiatra aquí, Jimmy? El doctor Sun no parece el más adecuado para hacerse cargo de todo.
-¡Oh, no, amigo! Para atender a quinientos pacientes se necesita más de un psiquiatra o no podrían vernos el pelo ni una vez al año. Ya los irás conociendo a todos. Hay algunas doctoras que están muy bien. Te las recomiendo, aunque el doctor Sun no te soltará hasta lograr que empieces a recordar. Te aconsejo que vayas pensando en inventarte una historia si no quieres seguir en sus garras todo el tiempo.
-¿Hay más médicos, aparte de los psiquiatras?
-Pues claro. Crazyworld es una pequeña ciudad, hay de todo. Nadie necesita salir de aquí para nada. Si necesitan un médico, un ginecólogo, un pediatra, un cirujano, serán atendidos de mil amores por la numerosa plantilla de nuestra clínica, con todos los adelantos de la ciencia moderna.
-¿Pediatras?
-Naturalmente. Aquí también nacen niños, aunque no muchos. Todo el mundo está al tanto de cómo conseguir preservativos o anticonceptivos. El doctor Sun se ocupa de realizar campañas periódicas sobre salud sexual, mental, higiene… no se le escapa una. A pesar de ello siempre puede ocurrir que alguien cometa un error y no quiera ni oír hablar de un aborto. También hay algunas parejas, más o menos estables, que quieren tener hijos y educarlos para la vida, como si esto tuviera la más mínima semejanza con la verdadera vida. Por supuesto que también hay escuelas, educadores…
-Creo que adelantarías más diciéndome lo que no hay.
-Hasta ahora no se me había ocurrido hacer inventario. Ya que me lo preguntas creo que no hay profesión que no esté representada aquí, aunque tal vez falte alguna y no me haya dado cuenta.
-¿También hay prostitutas?
Continuará.
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