EL BUNKER CLIMÁTICO
Sé que no se lo van a creer, que
les va a parecer inverosímil, que pensarán que les estoy tomando el pelo, si
les queda, pero es la verdad, toda la verdad y nada está fuera de la verdad.
Sí, soy yo, moi, el repartidor de bocatas. Han pasado unos meses, no quiero
decirles cuantos. Seguimos en el año 2051. Ahora estoy en un búnker climático.
¿Qué es esto? Les confieso que hace unos meses ni siquiera yo lo sabía. Se
trata de un búnker adaptado a los cambios climáticos de nuestra aciaga era
humaniforme. No, no les voy a decir el lugar, tampoco el país. Pueden
imaginarse lo que quieran, para eso tienen imaginación, o la tenían. Solo puedo
decirles que me costó tiempo, tal vez meses, llegar hasta aquí. No en bicicleta,
porque tuve que atravesar un océano…¡Uy! Que me pierdo, porque todo lo que les
voy a contar es secreto de Estado. Ustedes ya me entienden. Si tardé mucho y atravesé un océano,
ustedes-vosotros pueden deducir que vine en barco, y a lo mejor no andan
descaminados. Ya no se puede ir en avión a parte alguna, contamina mucho, y los
aviones eléctricos con energía solar están en fase de experimentación.
Este bunker es enorme, enorme, no
se imaginan cuanto. Está bajo tierra, no voy a decirles bajo cuanta tierra ni
dónde porque esto es secreto de Estado… Sí ya sé que lo saben, pero se lo
repito, por si las moscas. Aquí estamos, además de moi, que soy una especie de
polizón, que se coló para repartir bocatas, y quedé atrapado en cuanto se
disparó la alarma, el presidente de gobierno y familia, no voy a decir de qué
gobierno –secreto de Estado de nuevo- todos los ministros, con familia,
tradicional, moderna, desestructurada, de cualquier otro tipo que se imaginen,
sin familia, con amantes, sin amantes, y hasta hay un ministro que está más
solo que la una, pero no quiere que se sepa. Hay un grupo de científicos tan
numeroso que da miedo. Militares de alto rango, la C.I.A. (¡Uy! Perdón, quise
decir la T.I.A. de Mortadelo y Filemón), cocineros, quiero decir chefs de cinco
estrellas michelín, y demás personal servidor, entre el que me cuento. Debido a
que mis contactos son de alto nivel científico pude enterarme de la existencia
de este búnker y me dije que era la hora de visita del conejo de la suerte, si,
el amado Bugs Bunny. Me vine en barco, monté mi propia empresa de bocatas y me
colé con un maravilloso surtido de bocatas españoles, que se los rifan en el
búnker. No es por nada, pero donde esté un buen bocata español, que se quite
cualquier hamburguesa, incluso de las buenas.
Este búnker está a prueba de casi
todo, terremotos, maremotos, tsunamis, erupciones volcánicas, incendios… y
hasta de virus o bacterias o cualquier otro bichito diminuto, microscópico o
incluso cuántico, incluso a prueba de los virus de ordenador, que ya es decir. No
sé cómo lo hacen, pero al parecer el aire que respiramos ni siquiera es aire,
es una especie de vacío cuántico, cósmico, total, como será el universo cuando
se contraiga como una pelota de tenis y haga “bluff” y ya no quede nada, ni
siquiera el vacío. Algo así. Tras los virus de la gripe aviar, el virus chino y
antes la gripe española y antes… tuvieron que aceptar que la culpa de todo la
tenía el aire, el aire contaminado y climático y decidieron construir este
búnker, que puede incluso salir disparado como un cohete, si el terremoto
supera todas las escalas, y viajar por el aire como un misil y sumergirse en el
océano como un submarino y salir disparado como un cohete otra vez si viene un
tsunami, etc etc. Ustedes-vosotros me entienden.
Antes de comenzar con esta
historia debo advertirles que voy a utilizar un lenguaje inclusivo. Sin
pasarme, pero sin quedarme corto. En mi aciaga vida de repartidor de bocatas he
tenido que lidiar con personajes muy grillados, el Sr. Buenavista, economista,
el profesor John Cabezaprivilegiada y muchos más, pero el peor de todos fue el
Sr. Gogo, “filologo”. Estaba trabajando en el lenguaje inclusivo porque él
amaba a las mujeres, a todas las mujeres, por eso estaba soltero, porque no se
podía casar con una sin despreciar a las demás. Con esto ya les digo bastante
del tiovivo de su mente. Una cosa sí me gustó. Los plurales inclusivos,
igualitarios. El Sr. Gogo propugnaba el plural
inclusivo-igualitario-caballeresco. Sí, porque, por ejemplo, para dirigirse a
un grupo de señoras y señores, ya no habría que decir señoras, señores,
duplicando las palabras, con lo mucho que esto supone en el alargamiento de los
discursos, sino “señoraes”. Es decir, contracción de señoras y señores. Primero
la “a” femenina y luego la “e” masculina. Algo caballeresco en estos tiempos
donde hasta eso molesta a algunas feministas. Les confieso que soy decidido
partidario de la igualdad y que respeto y amo a todas las mujeres, por eso yo
también estoy soltero como el Sr. Gogo, aunque esto del lenguaje inclusivo me
parece un poco exagerado. Muchas palabras quedan bien, como juez y jueza,
presidente y presidenta, diputado y diputada, etc. Pero en otras es que queda
fatal, de risa, vamos. Por eso les
advierto que pondré entre comillas los plurales inclusivos, incluso
humano-humana que será “humanao”. Sí ya sé que suena un poco a chacota. Pero en
el año 2051, cuando aún siguen pagando menos a las mujeres que a los hombres
por el mismo trabajo y otras cuestiones que no voy a mencionar porque esta
pretende ser una narración que da risa, en fin, que el lenguaje inclusivo no me
parece tan prioritario, especialmente ahora cuando acaba de sonar la alarma en
el búnker, al parecer por un nuevo virus surgido no sé dónde. Ya les informaré,
si puedo, porque como ya saben, esto es secreto de Estado.
Continuará.
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