Al parecer la alarma ha sonado por
un nuevo virus y todos los filtros, defensas y lo que sea, se han activado. Yo
he quedado enclaustrado con un grupo de científicos, perdón “cientificaos”
porque también hay mujeres, bastantes, aunque no hay paridad total. No se ponen
de acuerdo en si el virus procede de un animal, parece que no volador, sino
sería otra vez la gripe aviar, o incluso de alguna planta, porque al parecer
las plantas pueden tener también virus, algo novedoso, porque bacterias sí se
sabía que había, y sino recuerden las bacterias de los alimentos que producen
diarrea. Incluso se habla de minerales que generan extraños virus. Su discusión
me ha llevado a la risa tonta, que es la peor de las risas. Los, digo “laos”
“cientificaos” se han enfadado mucho, casi hasta darme de sopapos. Que si yo
era un inconsciente por reírme mientras se estaba iniciando el apocalipsis, que
si tal o que si cual. He tenido que sacar a relucir mi carácter, que lo tengo,
a pesar de ser un repartidor de bocatas, y les he dicho de todo, entre otras
cosas que yo prefería que el apocalipsis me pillara riendo a mandíbula batiente
en lugar de llorando a lágrima viva. Si voy a morir, como todos “vosotraos”,
les rematé, prefiero morir riendo que llorando. Cada uno es como es, y yo soy
así.
Creo que me han entendido, a pesar
de que todos hablan inglés y yo no (¡Uy! Perdón, ya he desvelado otro secreto
de Estado). Supongo que se debe a que el spanglish, en el año 2051, es cosa
corriente, tal vez debido a que hay muchos latinos, porque no les gusta que les
llamen hispanos, y muchos castellano parlantes, porque no les gusta que les
llamen “españolaes”. Pero sobre todo hay
muchos spanglish, así que todos me entienden bien o casi bien. No sé si en
spanglish existen los plurales inclusivos, porque no hablo spanglish, tampoco,
solo hablo español, perdón castellano, y eso que tengo una gran cultura. Sí, a
pesar de ser un repartidor de bocatas, he leído mucho y estoy a punto de
escribir también mucho, aunque no tanto como un escritor aficionado, muy
prolífico, que llenó el espacio virtual con sus textos allá por las dos
primeras décadas del siglo XXI, en el que aún seguimos estando, luego dejó de
hacerlo, creo que porque estiró la pata y que me perdone el interfecto, que sé
que me va a perdonar porque tenía mucho sentido del humor. Al parecer tenía un
adorable gatito, llamado Zapi, al que metía en todos sus textos, viniera a
cuento o no. Les voy a confesar algo que no es secreto de Estado. Yo también
tengo un gato, llamado Zapi, que es posible sea nieto, tataranieto o Tarantino
de aquel gato mítico. Si bien aquel autor dijo que su gato estaba operado, yo
no me lo creo y aunque me lo creyera, las ciencias han adelantado que es una
barbaridad y estoy seguro de que aquel
Zapi tuvo hijos y estos más hijos. Yo me hice con uno de ellos, al que
he tenido que abandonar en mi pueblo para venir aquí. Espero que por mucho que
se haya asilvestrado me siga queriendo. Un instante para una lagrimita…
Sirva este interludio para
intentar controlarme un poco y dejar de temblar. A mí el miedo me produce
temblores, en cambio a otros, hambre. “Laos” “cientificaos” no dejan de pedirme
bocatas. He repartido los que me quedaban entre las científicas, adorables, e
incluso he puesto extra de todo lo más rico, pero se han enfadado mucho –¡vaya
por Dios! Que si pretendía que engordaran, etc-. Yo lo único que pretendía era quedar bien con
ellas, incluso seducirlas, porque como ya dije amo a todas las mujeres y aquí
me siento muy solo porque no he podido traer a mi familia, si la tuviera, a mi
pareja, si la tuviera, a mis amigos, si los tuviera, a Zapi, que lo tengo, pero
que no hubiera podido soportar el viaje.
Déjenme que les diga que el
lenguaje inclusivo alarga los discursos, algo que no importa, estamos
acostumbrados, pero sí nos importa a los escritores, que tendríamos que
escribir señoras y señores cuando hablamos de un grupo multigénero, por
ejemplo, y eso alargaría mucho las novelas, que ya son largas, incluso
demasiado. Digo esto para darme unos segundos, a ver si dejo de temblar y puedo
ir a la cocina para preparar más bocatas para los científicos que se han
quedado sin ellos porque los he repartido todos entre las científicas. De eso
les hablaré cuando deje de temblar.
Continuará.
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