sábado, 19 de septiembre de 2020

BREVES HISTORIAS DE OMEGA IX



BREVES HISTORIAS DE OMEGA

UN DÍA EN LA VIDA DE UNA FAMILIA VANTIANA



NOTA INTRODUCTORIA: El esbozo de cómo sería la vida cotidiana en el planeta Omega me llevó mucho tiempo, años, rellené cuadernos y cuadernos con las ideas que se me iban ocurriendo, e incluso confeccioné un índice provisional para no perderme. Crear de la nada un planeta y hacer evolucionar a sus habitantes, imaginando una historia y una forma de vida en todos sus detalles, es algo de una complejidad que me atrevería a calificar casi de “divina”. No me propuse crear un mundo con todo detalle, pero conforme iba avanzando en la historia no me quedó otro remedio que intentar solucionar detalles, aparentemente nimios, pero que resultaban imprescindibles en el desarrollo de la narración.

De esta forma llegué a plantearme detalles tan imaginativos como su forma de vestir, cómo eran sus casas, su alimentación, su tecnología y sobre todo cómo podría ser la vida cotidiana de sus habitantes y su relación con la inteligencia artificial. No tuve necesidad de utilizar todo este cúmulo de datos en la historia principal, tan solo llegué a utilizar los imprescindibles para dar color a la narración. Semejante dispendio de imaginación me pareció un derroche que no me podía permitir, así que decidí servirme de ellos en esta serie de narraciones breves, y paralelas a la historia principal.

Debo decir que conforme fui desarrollando todo este “decorado” me fue pareciendo cada vez más y más delirante, hasta el punto que me replanteé lo que había hecho y la posibilidad de ceñirme estrictamente a lo esencial de la historia sin meterme en camisa de once varas. Luego, leyendo las grandes sagas de fantasía y ciencia ficción, como La Rueda del tiempo o Dune, por poner sólo dos ejemplos, comprendí que por muy disparatados que pudieran resultar algunos detalles, ayudarían mucho al lector a sentirse próximo a la historia.

Tantos años de convivencia con los personajes y la decoración de mi historia en el planeta Omega me permitieron, de alguna forma, vivir allí con la imaginación y participar en todos los eventos de su vida cotidiana. A mi delirante imaginación, acostumbrada a residir de forma permanente, en mundos aún más increíbles, todo lo que sucede en Omega le parece normal. Puede que el lector encuentre dificultades en aceptar todo lo que se cuenta en este episodio, más largo que los otros y que he dividido en varias partes, pero si alguna vez se divirtió de niño fantaseando en mil historias sin el menor sentido, encontrará en lo que aquí se cuenta una divertida vuelta a la infancia.

Ya escrita esta nota introductoria, hace ya tiempo, me encontré en uno de esos bloqueos que no son demasiado habituales al escribir mis historias, pero que cuando ocurren nunca sé cuánto tiempo se extenderán y hasta qué punto me encontraré en un laberinto o en un callejón sin salida. Sin duda la trilogía del planeta Omega ha sufrido el mayor bloqueo de todas mis historias, hasta el punto de que llevo más de cuarenta años sin lograr terminar nada, ni la primera novela de la trilogía, Diario de Ermantis, ni siquiera estas Breves historias de Omega, con las que trato, en pequeñas historias, en pequeños flashes, en pequeños destellos, de construir una imagen, que resuma un poco esta inacabable historia que parece no voy a poder concluir antes de mi muerte.



Ha sido viendo la serie de Iñaki Gabilondo, Cuando yo no esté, que he comprendido el por qué de mi bloqueo con esta trilogía. En esta serie analiza lo que podría ser el mundo dentro de veinte o veinticinco años, cuando supuestamente Iñaki ya no esté porque él piensa que no va a vivir mucho más. Entrevista a un gran número de personas, relevantes por sus trabajos científicos, tecnológicos o de cualquier tipo que están cambiando nuestro futuro. Incluso también aparecen personas que por su lucidez merecen ser escuchadas.

Recapitulando todo lo que llevo manuscrito de esta trilogía, no todo pasado al ordenador, he sido consciente de que en realidad muchas cosas que hace cuarenta años yo pensaba que eran el “non plus ultra” del delirio sobre el futuro de la especie humana en un planeta llamado Tierra, que en la novela se convierte en el planeta Omega, muy lejano, en una galaxia muy lejana, como en la Guerra de las galaxias, ahora, cuarenta años después, incluso parecen superadas. La necesidad de revisar estos delirios futuristas, poniendo las cosas en su sitio, quitando y podando aquí y allá, transformando lo que aún podría seguir siendo válido, me parecía un trabajo tan meticuloso y agotador que me resultaba más sencillo seguir bloqueado.

Pero, como me suele ocurrir, es suficiente con un chispazo en un momento determinado para que el bloqueo desaparezca y comience a ver puertas y horizontes donde al parecer yo pensaba que no había nada, solo un abismo vacío e infranqueable. Sin duda este episodio de Breves historias de Omega es el más complejo de todos porque de alguna manera retrata lo esencial de la tecnología omeguiana, de la vida cotidiana de los omeguianos, ejemplificados en los vantianos, los habitantes de Vantis, la capital planetaria. A pesar del esfuerzo que me supone revisar muchos adelantos futuristas y adaptar la historia a esta nueva visión de las cosas, he decidido continuar con estos relatos de ciencia ficción porque por fin me divierte más dejarme llevar por la imaginación que dar puñetazos y patadas en ese muro que me ha estado bloqueando durante más de cuatro décadas.

Las nuevas impresoras 3D, de las que también se habla en uno de los capítulos de la serie de Iñaki Gabilondo, es uno de esos adelantos tecnológicos que yo solo había podido ver de manera confusa y sin sentido en mis delirios de escritor de ciencia ficción. Eso es lo que hace, de alguna manera, la gran inteligencia artificial de Omega, HDM-24, así llamada en honor a su inventor, Helenio de Moroni, y al número de intentos que le costó llegar a crear lo que él había visto en su delirio como “profesor chiflado”. Se podría decir que los monolitos que aparecen en este episodio, como parte central del hogar vantiano, no son otra cosa que impresoras en 3D. Cuando los imaginé –los monolitos- me basé en el monolito de 2001, una odisea del espacio, película y novela que tanto me gustan y en la teletransportación de la serie Star Treek. Pero en aquel momento me pareció algo tan inverosímil que lo archivé en mi subconsciente, dejando que fuera madurando (¡ya lo creo que ha madurado, cuarenta años!) hasta encontrar una idea, por mínima que fuera, que me permitiera una cierta verosimilitud. Era importante porque se puede decir que toda la vida omeguiana, a nivel tecnológico, científico, logístico, etc etc se basaba en la creación de los productos necesarios por parte de HDM-24 y en su teletrasportación a los hogares omeguianos. Sólo así resultaba creíble la vida en Omega, una vida de ocio, incomprensible y disparatada de otra manera. Es curioso, pero fueron las impresoras 3D, tal como se explicaron en el programa de Iñaki, las que me permitieron hacer perfectamente verosímil lo que ocurría con la inteligencia artificial ( “H” para los amigos) y solucionar de un plumazo las dificultades que he tenido durante cuarenta años para hacer mínimamente aceptable aquel delirio. Lo que se dijo sobre el futuro de las impresoras 3D me pareció tan parecido a lo que yo había imaginado sobre los monolitos y la transportación de productos, alimentos, mobiliario y lo que fuera que hacía “H” que me dije: si estas elucubraciones de estos jóvenes genios de las impresoras 3D parecen tan razonables y ellos parecen tan convencidos de se llegará a poder diseñar e imprimir “lo que sea” y en muy pocos años, como escritor de ciencia ficción me puedo permitir en ir un paso más allá, solo uno, porque aquel futuro que yo imaginé en un delirio, hace ya más de cuarenta años, está ya aquí, a la vuelta de la esquina.



Aprovechando la casualidad de haber encontrado algunos planos que dibujé con algún programa que ahora no recuerdo, tal vez el conocido Paint, y las bases de datos en las que fui escribiendo todos los “adelantos” que iba viendo en la prensa y medios de comunicación y otros que se me ocurrían a mí, me parece que ya tengo las herramientas necesarias para seguir con esta historia, tan delirante como divertida. Iré subiendo los planos y seguramente terminaré de confeccionar el diccionario sobre Omega que me temo que va a ser imprescindible para los lectores de esta trilogía. No sé por qué, pero hoy me siento muy alegre, casi eufórico, era una historia en la que estaba deseando seguir trabajando, pero no sabía cómo, ahora ya lo sé, aunque me temo que nunca terminaré la trilogía. Al menos estas Breves historias de Omega darán una idea al lector del mundo que llevo construyendo durante más de cuarenta años.

ZOO DE VANTIS



HDM-24

INTERIOR EDIFICIO CIRCULAR HDM-24
Tejado es una gigantesca cúpula de un material semitrasparente que puede canalizar la luz solar o hacerse opaco. Existe un observatorio astronómico con un maravilloso telescopio que pueden utilizar los omeguianos previo permiso de H. Además existen toda clase de antenas y radares o aparatos de control de satélites O.





PLANETA OMEGA POR SUS DOS CARAS, CON SUS CONTINENTES Y OCÉANOS



CONTINENTE DE VANTIS, DONDE ESTÁ LA CAPITAL PLANETARIA, VANTIS


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