jueves, 11 de febrero de 2021

TERCER DÍA EN CRAZYWORLD VIII

 




Su casa era un apartamento muy coqueto no lejos del edificio principal donde habitábamos los pacientes, o más bien reclusos. Se trataba de una edificación de tres pisos, rectangular, donde calculé que podrían vivir hasta un centenar de personas, cada una en su propio apartamento. Rodeado de pequeños jardincillos muy bien cuidados, tenía al menos una docena de puertas a lo largo de la fachada. Las ventanas eran amplias, había balcones con macetas y todo estaba limpio, pulcro y coqueto como una casita de juguete para niñas no ricas, pero sí muy amadas por sus papás. Era acogedor. Tal vez desentonara un poco del gran edificio para ricos que era nuestra residencia, pero solo como la casita de los guardeses en un castillo. Dolores abrió la puerta de entrada con una tarjeta que llevaba colgada al cuello, entramos hasta un hall bastante amplio con espejos, butacones y algún que otro cuadro. Al final se iniciaban dos pasillos, izquierda y derecha, con puertas metálicas. Su apartamento era el último de la fila de la derecha. Esta vez abrió la puerta con una llave metálica y me invitó a pasar. No había pasillos, el apartamento era una sola pieza, amplia, el salón estaba separado de la cocina por una ancha encimera y el dormitorio por un tabique de madera que no llegaba al techo. El único servicio también estaba separado por un tabique que esta vez llegaba al techo. Eso era todo. Bueno, también estaba el mobiliario y la decoración que curiosamente tenía un toque mexicano.

-Me gusta mucho, Dolores. ¿Todos los apartamentos son iguales?

-No. Este es un apartamento individual. Los hay más grandes para quienes no viven solos. Escogí un bajo para no tener que subir escaleras si se estropean los ascensores.

-¿Tiene alarma?

-Ya sé, ya sé a qué viene esa pregunta, jovencito. Tienes miedo de que Kathy se cuele aquí. No te preocupes, seguro que está vigilando a cualquier otra mujer de Crazyworld. La idea de que estés conmigo no se le ha podido pasar por la cabeza. Y sí, el edificio tiene una alarma general y cada apartamento la suya. Por suerte Kathy tiene muchas cualidades pero la informática no es lo suyo. No puede saltarse las alarmas. Bueno, vas a ayudarme a terminar de hacer la comida, pero antes puedes ir al servicio. No fuiste en casa de Patricia y debes tener la vejiga llena.

-Tienes toda la razón. No había bebido nada desde mi llegada a Crazyworld. Imagino que a los pacientes les está prohibido el alcohol y yo soy un paciente, claro. No sé si antes era bebedor, lo que sí sé ahora es que me gusta el vino y supongo que otros licores. Estoy deseando recuperar la memoria, aunque pueda doler.

-Luego me cuentas lo que has conseguido recordar. Ahora vete a descargar y nos ponemos con la comida. Supongo que ya tendrás hambre.

Y eso hice. Me fijé que la ventana del servicio estaba protegida por sólidos barrotes por fuera. Con disimulo miraría luego si el resto de ventanas también estaban protegidas. Me haría el tonto y abriría alguna a ver si sonaba la alarma. No imaginaba lo que estaría haciendo Kathy, seguro que nada bueno. Lo mismo que Jimmy. Me acordé del walkie talkie y decidí apagarlo, aunque no esperaba oír su voz en todo el día, puede que mañana. Lo coloqué sobre el armarito donde Dolores guardaba sus pontingues, me lavé las manos, vacié la cisterna y salí dispuesto a disfrutar de su cocina y de su conversación.

-Perdona que me siente pero cocinar lleva su tiempo y de pie aguanto poco. Tú serás mi pinche. Harás todo lo que te vaya diciendo. Ahora necesito que laves la ensalada que tienes ahí, luego la secas y lo vas partiendo todo en trozos que se puedan comer. Mientras tanto me podrías ir contando lo que has conseguido recordar.

Me puse a la tarea que Dolores me había encomendado mientras ella se dedicaba a preparar el maíz y otros ingredientes para hacer unas tortillas, según me dijo.

-No he conseguido recordar mucho. No sé si eso es bueno o malo, porque si recordara mi vida fuera de aquí, aún se me haría más extraño este lugar. No me entra en la cabeza que alguien pueda encerrar a tantas personas en un lugar, aunque sea una jaula de oro y nadie se entere, ni investigue, como si no hubiera pasado nada especial.

-Mr. Arkadín es un auténtico demonio y lo peor que le puede pasar a un demonio es estar podrido de dinero. Eso le permite hacer todas las maldades que se le ocurran sin que nadie meta sus narices en sus chanchullos.

-Eso lo entiendo, pero cómo pueden desaparecer de la circulación tantas personas sin que los medios de comunicación metan la nariz. Es algo que no me entra en la cabeza.

-Cuando llegué aquí y supe lo que me esperaba me informé de todo lo referente a desapariciones. Mr. Arkadín nos permite disfrutar de todos los canales habidos y por haber de la televisión por cable, al menos al personal, porque la televisión de los pacientes está férreamente censurada para que nada pueda alterar sus frágiles mentes. También nos deja conectarnos a Internet, aunque solo en una dirección, puede entrar todo o casi todo, hasta guarrerías, pero no puede salir nada. El correo electrónico está bloqueado, se pueden leer foros, pero no se puede escribir en ellos. Según he oído al parecer tiene un centro de control fuera de aquí por el que pasa todo, incluidas las grabaciones de las cámaras que son supervisadas desde el centro de seguridad.

-¿Entonces cómo no se ha enterado aún de la muerte del director?

-Esa es otra. ¿No te ha dicho nada Heather?

-¿Sobre qué?

-Con ayuda de la chica gordita, un genio informático, y de Jimmy que está en todas partes, mangoneándolo todo, han montado un buen tinglado en el centro de seguridad, solo dejan salir las grabaciones que les interesan y ocultan todo lo que pasa aquí que pueda poner la mosca en la oreja de Mr. Arkadín. Por eso aún no se ha enterado de nada, pero eso no durará mucho. Antes o después atará cabos, porque las grabaciones que le llegan tienen que darle a entender que algo raro está ocurriendo aquí y se presentará con su helicóptero de combate de comandante en jefe para volver a poner orden.

-Vaya. Pues Heather no me ha contado nada.

-Es una gran chica y no me disgusta que te hayas liado con ella. Pero también tiene sus secretos, como todos aquí. Esto es una curiosa selva donde todos intentan sobrevivir mientras piensan en cómo encontrar el camino que les lleve fuera. Por cierto. ¿Ya has pensado si te apetece tener sexo conmigo?

-Me voy a quedar contigo esta noche. Será agradable.

-Pues vete pensando dónde vas a dormir, porque como has visto solo hay una cama y esta noche voy a dormir desnuda. Tú verás.

-Creo que veré. Será agradable dormir entre tus pechos maternales.

-¿Has terminado ya con la ensalada? Tengo las tortitas listas y el chili con carne ya lo tenía listo, solo hay que calentarlo. Pensé en la ensalada cuando supe que eras español.

-¡Pero cómo demonios te has enterado! Creo que anoche se lo comenté a Heather y era la primera vez que lo hacía. ¿O no? ¿No te lo habrá dicho el telépata loco? O eso o tienes micrófonos en su apartamento.

-¿Cómo voy a poner yo micrófonos en ninguna parte?

-Vale, vale, te lo ha dicho el telépata. Estoy pensando que otro día lo invitas también a comer, tengo ganas de conocerlo y charlar con él.

-Eso está hecho. Siempre que luego tengamos sexo.

-¡Cómo eres! Ni siquiera sabes si te voy a complacer esta noche.

-¿Y por qué no en la siesta? La comida es muy picante y le he echado unas hierbas afrodisiacas. Me parece que no te vas a resistir.

-Está bien. Está bien. Pero durante la comida responderás a todas mis preguntas.

-Hecho. Adereza la ensalada a tu gusto. Ahí tienes aceite de oliva, sal y vinagre. Yo beberé cerveza mexicana. Tú puedes beber vino. Abre la botella que prefieras y déjala respirar. Te sugiero un vino mexicano Balché 2012. Vamos a ir llevando todo a la mesa. Yo tengo hambre. ¿Y tú?

-Yo también. Todo huele muy bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario