-Gracias Arminido por concederme la palabra. Entiendo que
somos muchos tertulianos y el tiempo es corto. ¿Qué es un día en una vida?
Apenas un soplo. Pero no me quiero poner filosófico. Pido disculpas si en algún
momento he perdido el control y me he enfadado, a lo mejor con una pizca de
razón. En mis años jóvenes fui muy aventurero y bastante colérico. Tras el
trauma que todos sufrimos al enterarnos de que nuestros padres delegaban
nuestra educación y mucho tiempo de convivencia a perfectos hologramas -generados por “H” y que poco se
diferenciaban de los auténticos, porque eran capaces no solo de imitar la voz y
los gestos, incluso en su carácter resultaban indetectables, y al tacto no
digamos, sólidos como una roca- como les decía yo también sufrí el trauma
correspondiente, aunque no tan brutal como en otras familias en la que los
padres apenas ven a sus hijos, muy ocupados en vivir sus vidas virtuales. Los
míos procuraban pasar algunas horas al día conmigo y mis hermanos, por lo que
la iniciación a la vida adulta, cuando se nos revela la patética verdad de una
sociedad deshumanizada, no me causó los terribles trastornos que en otros casos
lleva a la huida a las montañas Negras, para vivir el resto de sus vidas con
los granjeros rebeldes, o incluso al suicidio. A mí me dio por vivir todas las
aventuras posibles, autorizadas o no por nuestro amable “H”. Cuando me cansé de
recorrer nuestro planeta Omega, por tierra, mar y aire, e incluso de hacer un
corto viaje al espacio, con las limitaciones a que nos obliga la cuarentena
establecida por nuestra inteligencia artificial tras la guerra con los
noctorianos, tuve la suerte de que me llamaran la atención los animales, con
los que establecí vínculos de amistad y camaradería. Sabiendo de la existencia
de caeros salvajes, cerca de las montañas Negras, aunque no dentro del
perímetro establecido para el territorio de los granjeros rebeldes, decidí
acercarme hasta allí yo solo, sin ninguno de los artilugios que nos permiten
estar en contacto con “H” y solicitar el rescate si fuera necesario. Me limité
a solicitar de nuestra inteligencia artificial ropas de invierno, un afilado
cuchillo de caza y algunas provisiones comprimidas y enlatadas. No quise
utilizar ningún medio de trasporte porque todos sus viajes quedan grabados y no
deseaba que nada ni nadie supiera dónde me encontraba.
“Fue un viaje agotador, con algunas incidencias que no viene
al caso contar ahora. Cuando llegué al territorio de los caeros la nieve
continuaba cayendo, porque ya saben ustedes que “H” es capaz de todo, incluso
de crear microclimas en determinados territorios si así lo considera
pertinente. Los caeros están adaptados a la nieve de tal forma que si un día
deja de caer sobre el suelo, ya la echan de menos. He oído que en las montañas
Negras hay verdaderas estaciones climatológicas, porque así se lo pidieron los
granjeros rebeldes a nuestra IA en tiempos ya remotos, cuando se estableció el
pacto que sigue vigente en nuestros días. “H” aceptó crear un clima específico
para ellos y a cambio ellos aceptaron que se formara un perímetro defendido por
rayos gamma que nadie pudiera atravesar, ni en un sentido ni en otro. Los
caeros de la zona subieron a alturas más elevadas, buscando la nieve perpetua,
si bien emigraban bajando a lugares más bajos cuando necesitaban alimentarse.
Como saben son capaces de alimentarse durante días y días, almacenando el
alimento en capas de grasa de las que luego se alimentan cuando no encuentran
plantas de las que alimentarse. Los caeros que permanecen fuera del perímetro de
las montañas Negras no pueden seguir ese ciclo de migraciones puesto que por
allí no hay altas montañas por lo que “H” hizo una de las suyas, un disparate
climatológico y ecológico, como es el de hacer nevar de forma constante, aunque
no copiosamente. Pero, aun así, los caeros hubieran muerto de hambre si un
extraño fenómeno no permitiera que la nieve se derritiera en ciertas zonas para
que brotaran plantas de las que alimentarse. Al parecer se debe a una corriente
de fuego subterráneo, perfectamente controlado, que evita se produzcan
terremotos y volcanes y que se mueve en círculos suficientemente amplios para
que las plantas que allí brotan sean bastantes para alimentar a las manadas que
pueblan ese territorio. Se preguntarán ustedes cómo pueden sobrevivir mis
caeros en nuestra finca. Eso se lo explicaré más adelante. Regresando a mi
viaje, les diré que la fortuna quiso me encontrara a una cría de caeros perdida
y casi muerta de hambre porque su instinto no estaba lo bastante desarrollado
para percibir su alimento a grandes distancias, como hacen los caeros adultos. Como
yo había atravesado ya algunos de estos círculos y portaba una brújula manual,
no conectada con “H”, pude llevarla hasta el más próximo. Incluso me vi
obligado a cargarla sobre mis hombros cuando la pobre desfallecía. Al llegar al
círculo se acercó trotando hasta mí la líder de la manada, que al parecer era
también la madre de la criatura, quien recibió a su retoño con tales muestras
de contento y ternura que se me cayeron lágrimas hasta decir basta. Fue
entonces cuando comprendí la gran inteligencia de la que están dotados estos
animales, así como de la buena naturaleza y crianza, porque la lideresa tras
lamer concienzudamente a su cría y dejarla que comiera a gusto, realizó una
especie de curiosa danza que tenía por objeto quitarme el miedo y que le
permitiera acercarse a mí. Lo que hice, descubriendo asombrado, que a mí
también me lamió, de los pies a la cabeza, ceremonia que con el tiempo
comprendería significaba que me adoptaba también como hijo y me aceptaba en la
manada. Aquello me conmovió tanto que permanecí un tiempo prolongado con la
manada, observando su vida y costumbres. Como saben los rebaños están formados
por hembras y sus crías. Los machos permanecen alejados de estos rebaños,
llevando vida aparte, hasta que en la época de celo pelean entre sí para
conseguir los primeros lugares en la larga y sumisa fila que se forma con
objeto de que las hembras puedan elegir a su antojo. Esta es una conducta tan
insólita que cuando regresé, al comenzar la época de celo, le pedí a “H” que me
la explicara, así como que me diera toda la información que poseía sobre los
caeros.
“Quedé tan impactado por la experiencia que renuncié a mi
vida aventurera y decidí que conseguiría suficientes créditos para pedirle a
“H” me adjudicara una finca especial donde pensaba traer a toda la manada, o al
menos a los que quisieran venir a vivir conmigo. Pero antes de llegar a casa de
mis padres, ocurrió algo que me marcaría para siempre. En el viaje de regreso
perdí la brújula y comencé a dar vueltas sin sentido, buscando llegar a un
terreno despejado, lo que me indicaría que estaba en el buen camino, puesto que
entonces no existía una sola casa entre la nieve. Ahora está mi finca y alguna
más de imitadores que quieren alejarse todo lo posible de la civilización.
Acabé las provisiones y el intenso frío me fue debilitando hasta hacerme perder
la consciencia. Quedé dormido sobre la nieve, esperando el final que me pareció
iba a ser dulce, porque tras un intenso malestar entré en un sopor plagado de
sueños agradables. Estaba tan feliz que me resultó desagradable despertar. Algo
pasaba y repasaba mi cara, rascando mi piel de una forma bastante molesta.
Cuando al fin abrí los ojos pude ver a la lideresa de los caeros, tumbada junto
a mí. Era su lengua la que me lamía con ternura, como a un hijo, no por
monstruoso menos querido. Sus grandes ojos me miraban con un afecto maternal que
nunca encontraría entre los humanos. Reposaba en el suelo, sobre un lecho
mullido de plantas y cuando mis ojos buscaron la luz en lo alto se encontraron
con un techo de piedra. Me encontraba en una enorme cueva, rodeado de
simpáticos caeritos que me miraban con curiosidad. Al parecer el rebaño de
caeros utilizaba la cueva para mantener calientes y a salvo a las crías en los
primeros meses.
“Tardé varios días en poder levantarme, durante los cuales
fui alimentado por la caeresa, a la que luego llamaría así, en un bautizo
improvisado. Colocaba su enorme teta, con sus pezones, sobre mi cara,
incitándome a mamar. Al principio estaba tan débil que a mi boca le costó
hacerse con uno y empezar a chupar. La leche de las caeras es muy nutritiva,
tanto que sus crías solo necesitan unos meses para crecer lo suficiente para
caminar con el rebaño. Cuando al cabo de un tiempo pude ponerme en pie y
caminar todo el rebaño me acompañó hasta llegar a la tierra despejada, allí me
despedí de mi amada caeresa con lágrimas en los ojos, prometiéndole con tiernas
palabras que regresaría para llevarla conmigo, a ella y a su rebaño. Me costó
llegar a casa, donde mis padres reales tardaron en darse cuenta de mi regreso,
muy ocupados en su mundo virtual. Estuve muy ocupado en pedirle información a “H”
sobre la forma más rápida de conseguir créditos y la posibilidad de que con
ellos pudiera conseguir una gran finca, adaptada para la vida de un gran rebaño
de caeros. Me costó algún tiempo, bastante, conseguir los créditos suficientes,
luego elegí el terreno, lo más cerca posible de la cueva donde fui salvado de
la muerte. Hasta que pude adoptar a Caeresa y sus crías y convencerla de que
iba a estar muy bien en mi finca, pasó bastante tiempo. Mientras tanto yo la
visitaba en trineo motorizado, pasando con ella algunos días, no muchos, porque
necesitaba realizar actividades que me permitieran ganar créditos lo más
deprisa posible. Hice de todo, todas las actividades remuneradas con créditos,
cuantos más mejor. Debo agradecer a este programa que aceptara contratarme
cuando comenzó a funcionar el canal gestionado por omeguianos, al margen de la
enorme oferta de canales ofertados por “H”, los créditos conseguidos aquí como
tertuliano me permitieron instalar a todo el rebaño de la Caeresa en mis
tierras y darles todo lo que necesitaban, creando una gran familia, con la que
estoy muy feliz. Tuve la enorme suerte de conocer a la que luego sería mi amada
esposa, Alierina, cuando “H” solicitó mi permiso para recibir visitas de ciudadanos
interesados en ver cómo vivían los caeros, mansos y apacibles, en una finca
creada expresamente para ellos. La dulce Alierina fue de las primeras en llegar
con un grupo de turistas. Me hizo numerosas preguntas a las que fui incapaz de
contestar puesto que mis ojos se habían quedado prendados de sus hermosas
facciones y mi lengua muda. Cuando recobré el habla ella aceptó quedarse
conmigo una temporada, conociendo a los caeros y conociéndome a mí. De esta
forma se inició nuestra historia de amor que…
Nuestro querido Artotis se ha quedado sin habla y tal vez
lloroso, lo que no puedo saber porque debo confesar que hemos engañado a
nuestros holovidentes, que sin duda han creído todo el tiempo que nuestro
tertuliano seguía con nosotros, cuando antes de comenzar su disertación
abandonó el estudio, subiendo al medio de transporte a disposición de este
programa, desde el que ha hablado todo el tiempo. Esa es la razón por la que
las cámaras no lo han enfocado y los holovidentes han visto todo el tiempo unas
hermosas secuencias de la vida de los caeros. Como el transporte de Alierina y
acompañantes también ha estado viajando rumbo de la finca de Artotis, no me
sorprendería que ambos estuvieran ya en la finca o muy cerca…
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