EL POLIEDRO
U N A D E E S C R
I T O R E S N O V E L E S
El otro día, ayer
concretamente, me di de bruces con el personaje que utilizo habitualmente como
frontón contra el que golpeo una y otra vez la pelota de la idea con el fin de
que se reblandezca un poco y vaya perdiendo esas aristas que, lo queramos o no,
tiene todo pensamiento aún el más liberal. Me encontraba paseando por el parque
virtual que he construido justo frente a mi domicilio habitual cuando al llegar
al estanque de los patos tropecé candorosamente con una persona que no voy a
describir porque ustedes la conocen sobradamente.
Mi amigo, al que
me une una amistad imperecedera a pesar de nuestra habitual y profunda
discrepancia muchas veces irreconciliable, había acudido a la cita, puntual
como un clavo. En realidad, como habrán advertido ustedes el encuentro no fue
casual, sino consecuencia de una cita perentoria, conminatoria, casi
apocalíptica: o acudes puntual como un clavo o te borro del mapa.
Para disimular lo
humillante de semejante cita se hizo el encontradizo. No le gusta avergonzarse
ante nadie, ni siquiera ante el autor de sus días. Un personaje sabe
perfectamente que debe bailarle el agua al autor o atenerse a las consecuencias
que él conoce perfectamente. Cuando consideró que ya había disimulado bastante
se acercó, tropezó con el autor tan sabia y controladamente como lo hubiera
hecho un actor de cine mudo y después de disculparse estrechó mi mano con mucho
calor, muy afectuosamente. Sin esperar más tiempo pasó a hacerme la pregunta
que ambos habíamos pactado.
- Creo que sus
amigos internautas están pensando en generar, por medio de la fantasía más
exacerbada y el sueño más quijotesco, una especie de cofradía o asociación o
como se la quiera llamar, aún no tiene nombre, que informe, defienda, asesore y
ore ante el altar sagrado de los sacerdotes-editores, intercediendo por esos
pobres desvalidos, esos humildes y baqueteados escritores noveles que nunca han
elevado protesta alguna por su condición mendicante, al menos que yo sepa. Por
lo visto usted, amigo autor de mis días, ha hecho una sugerencia, tan reiterada
y machacona, que sus colegas se han visto obligados a aceptarla: esbozar un
manifiesto que recuerde, porque sus días parecen estar contados, las "fazañas"
y los "fechos" de estos caballeros andantes que sino superan al
genial D. Quijote muy bien podrían convertirse en sus escuderos, por detrás del
buen Sancho Panza. ¿Es así o no es así, amigo autor de mis tristes segundos?
- Así es, querido
personaje, mi más apreciada creación.
Pienso exponerles
unas cuantas ideas en forma de diálogo, de momento a dos voces pero espero sean
muchas más -una polifonía-, que nos permitan salir de nuestra triste condición
de mendigos de la voz y la palabra. He pensado en citar a todos los cofrades,
actuales y futuros, reales e hipotéticos, auténticos o ficticios, en este
maravilloso parque virtual donde hay de todo para refocilar nuestros siempre
excitados sentidos y nuestras inquietas mentes y de esta manera, en amistosa
"compaña", exponer, sugerir, debatir, polemizar, plantear y todo lo
que se les ocurra, que se les ocurrirá mucho, sobre nuestra baqueteada
condición espiritual.
- Le felicito,
querido autor, porque nada me gusta más que hablar, sobre lo que sea, estrechar
manos, responder a afectuosas miradas, polemizar, hacer de frontón, cualquier
cosa con tal de estar en compañía; los personajes solitarios nos vamos apagando
de hastío e inanición espiritual. Lo único que temo es que usted intentará,
como siempre, llevar la voz cantante, que usted nació para cantante de ópera,
no me engañe.
- Nada más lejos
de mis deseos, personaje-frontón. Espero y deseo que a partir de este muy
humilde borrador todos los cofrades se animen a participar con sus nombres
auténticos, o sus alias o sus personajes o con lo que sea, pero a participar en
esta reunión virtual donde cada uno tendrá toda la voz que necesite y su
palabra será escuchada con reverenciosa atención. Estoy deseando saludar
afectuosamente a todos mis colegas y estrecharlos contra mi corazón porque nada
une más que las desgracias sufridas recorriendo el mismo camino.
- Oído, amigo
autor, pero me gustaría que fuéramos ya al meollo de la cuestión y me explicara
usted, con palabras que pueda entender, de qué se quejan ustedes, los
escritores noveles, novatos, inéditos, apócrifos, o como quieran llamarse.
Porque en este mundo de nuestros pecados, en esta sociedad a veces tan injusta,
he oído quejarse a todo el mundo, sino es por esto es por lo otro, sino se
quejan por falta de trabajo es por falta de pan, sino se quejan de falta de
libertad y democracia se quejan de sufrir tiranías, sino se quejan los
políticos se quejan los ciudadanos, sino se quejan los ricos se quejan los
pobres, sino se quejan las mujeres y los niños se quejan los hombres de pelo en
pecho. Pero que yo recuerde esta es la primera vez que se quejan los escritores
noveles. O bien nunca han tenido de qué quejarse o es que son ustedes tan
humildes que les ha dado reparo alzar el dedo en una reunión...
- Ya está bien de
tanta palabrería. Sé perfectamente cómo está el mundo, amigo Facundo...
- No me llamo
así, no empiece a tomar el pelo a todo el mundo como es su maldita costumbre.
- Tú te llamas
como yo quiera, para eso soy el autor. A callar...A callar y a obedecer o
aténgase a las consecuencias...Te decía que conozco los graves problemas que
afectan a casi todo el mundo, el hambre, la miseria, las injusticias, la
violencia y tantas otras. Puedes creerme. Estoy dispuesto a firmar cuantos
manifiestos se pongan en circulación denunciando estos temas, pero no veo razón
alguna para renunciar a la protesta civilizada sobre una condición humilde y
mendicante que a todos nos azora y mantiene nuestras almas en vilo. Me estoy refiriendo
a los sin voz y sin palabra, a los grafiteros de paredes públicas, a los
emborronadores de cuartillas que no llegan más allá de las papeleras de
nuestros cuartos o a la madre-página de Internet que nos acoge como una gallina
clueca acoge a sus polluelos, dándoles calor y refugio. Si solo pudieran
protestar los más desgraciados llegaríamos por esa misma línea argumental a que
solo protestara el más desgraciado de todos. Se tendría que hacer un concurso
de desgracias y elegir al más desgraciado para que él y sólo él pudiera
protestar. Eso me recuerda a quien iba recogiendo las hierbas que el otro
arrojó. No sé si leído en Calderón o en algún otro clásico que los autores
noveles no tenemos tanta cultura como los consagrados por la fama y el laurel.
- ¡Deja ya tu
retórica de pacotilla! Me crispa los nervios. Lo único que deseaba saber eran
vuestras quejas no una retahíla de sandeces sobre el derecho a quejarse. Si se
queja todo el mundo no sé porqué vosotros vais a tener que justificar vuestras
quejas. ¿Podría usted, señor autor, enunciar dichas quejas enumerándolas una
por una para que pueda aclararme entre tanta retórica?
- Claro amigo,
aún no se me ha olvidado contar:
1ª) El escritor
novel (se puede utilizar este adjetivo sin miedo a que se nos confunda con los
premios Nobel), anónimo o apócrifo, o como cada uno guste llamarse, está muy
necesitado de cariño, hambriento, esa es la palabra. Necesita mimo maternal o
paternal según los casos de editores, de autores ya consagrados y sobre todo
sobre todo de lectores, aunque muchos nos conformaríamos con tal solo un lector
cariñoso, bueno y si puede ser media docena mucho mejor y no digamos un número
amplio como para que alguien le interese la publicación de la obrita de turno y
no digamos si los lectores son tantos, tantos que uno pueda pasar a la lista de
best-sellers sin pagar peaje...
- Pare usted el
carro, que ya vuelve a desbarrar. ¿Cómo va a conseguir lectores sino es
publicado o a alcanzar el grado de best-sellerista si además de publicado no es
suficientemente mimado por las relaciones públicas y el marketing?
- Lo siento, se
me va el verbo apasionado a volar por ahí como un dragón echando fuego por la
boca. Lo único que pido es un poco de cariño de editores, autores consagrados,
lectores y cuantos estamos en esto de la cultura escrita que algunos dicen que
desaparecerá en el futuro. Vade retro, Satanas, el escritor nunca desaparecerá;
el narrador permanecerá para siempre mientras haya una historia que contar, los
formatos cambiarán pero la imagen nunca hará desaparecer a la palabra, entre
otras cosas porque la palabra fue primero, porque la idea se expresa en la
palabra como hija predilecta generada por la mente. Las imágenes son sensuales,
nacen y vuelven a nuestros sentidos, pero la mente pura es abstracta, el
pensamiento más profundo es el abstracto aunque nadie niega que se alimenta de
todo aquello que pone a su disposición los sentidos...
- Usted no tiene
remedio. Sobre eso habría mucho que hablar. ¿Qué me dice del conocimiento
intuitivo? ¿Qué quedará cuando la humanidad alcance un grado de evolución
espiritual que convierta a la palabra y a las emociones en el simpático garrote
de nuestros antepasados trogloditas?. Vale, ya he entendido, necesitan cariño,
mucho cariño. ¿Pero a quién le sobra en este valle de lágrimas? ¡Como si en
nuestra sociedad se tirara a la basura después de utilizarse unas cuantas
veces! He visto de todo en la basura pero nunca me he encontrado con un
recipiente a medio usar de cariño al cien por cien. Póngase a la cola y deje de
protestar.
2º) El escritor
novato o inédito o impublicado o impublicable o rebelde o "va por
libre" o cualquiera de las modalidades de esta "rara avis" en
peligro de extinción, desea que se reconozca su puesto en la sociedad, en el
mundillo de la cultura, incluso en la vida cotidiana de todos los días, ¡leñe!,
que parece que el hecho de escribir nos convierta en una "rara avis canora"
que solo encuentra su lugar en las jaulas etiquetadas al efecto de una
pajarería de ejemplares exóticos. No en vano el escritor novel de hoy puede
llegar a ser con el tiempo el clásico del mañana o incluso el premio Nobel de
este año, que nunca se sabe cómo respirará la academia sueca.
- Nadie le negará
a usted que algunos de los noveles de hoy llegarán a publicar, y entre ellos
alguno será leído por un número apreciable de lectores y entre estos alguno
habrá que conocerá la fama y el laurel y hasta un puesto en la lista de
best-sellers y puede que se le reconozca su grácil estilo y se le de un puesto
en la academia de la lengua que corresponda. Y si me apura puede que entre esta
minoría privilegiada haya alguno al que la historia convierta en clásico
inmortal. Eso no lo verán nuestros ojillos que se han de comer los gusanos pero
sí veremos a premios nobeles que en su día fueron autores noveles. Porque
ningún escritor nace aprendido que yo sepa. Pero de ahí a meterles a todos en
palacios de cristal y que los cuiden como a tiránicos reyezuelos va un abismo,
amigo autor novel.
- ¿Usted cree que
no merece la pena aunque solo sea acariciar durante unos segundos la cabecita
de un escritor-tora novel sabiendo que tal vez un día no muy lejano podremos a
cambio estrechar la mano de un genio reconocido por todos y hasta darle un
amistoso abrazo de colega? Si no supone mucho esfuerzo, algunos invierten unas
monedas en la lotería sabiendo que las posibilidades matemáticas de resultar
premiados son de una entre veinte o treinta millones o tal vez más, entonces
porqué no invertir una caricia, de vez en cuando tampoco hay que pasarse, entre
estos diez mil o veinte mil o puede que hasta cien mil escritores noveles que
hay en el mundo. A cambio nos hacemos amigos de un futuro nobel y pasaremos a
la historia como amigos íntimos de un clásico de la literatura. La inversión
merece la pena.
- Chi lo sa, creo
que dicen los italianos. De todas formas por muchos que seamos pedimos muy
poco, una muestra de cariño de vez en cuando, dos lectores, uno para que nos
critique y otro para que nos halague. Una dosis razonable de esperanza de que
un editor nos eche el ojo y no el mal de ojo y podamos llegar a una
"entente cordial". Lo que no soportamos es la indiferencia y el
silencio.
- Bueno, pues con
esas peticiones no lo tienen tan difícil. Mientras les acarician y no ustedes
tienen sus trabajitos con los que se ganan la vida, no son tan lanzados como
Henry Miller, por ejemplo que dejó su trabajo y se dedicó a escribir; para sobrevivir
mendigaba o daba sablazos a sus amigos y cuando logró que lo publicaran fue de
casa en casa vendiendo sus libros, buscando un par de lectores, halagador y
crítico, al tiempo que inclinaba la cabeza como un perro abandonado por si
alguien decidía acariciar su calva. En cuanto a la esperanza de un editor que
les eche el ojo, la esperanza es lo último que se pierde, eso he oído decir
desde niño. Por mucho que todo se caiga de los bolsillos al ir dando saltitos
por la vida la esperanza siempre queda en el fondo a pesar de todos los saltos
y traqueteos como si estuviera agarrado como una lapa al fondo del bolsillo.
Así que si tienen un poco de cariño y otro poco de esperanza no entiendo de qué
se quejan.
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