viernes, 3 de noviembre de 2017

COFRADÍA DE ESCRITORES

EL POLIEDRO



U N A  D E  E S C R I T O R E S  N O V E L E S

El otro día, ayer concretamente, me di de bruces con el personaje que utilizo habitualmente como frontón contra el que golpeo una y otra vez la pelota de la idea con el fin de que se reblandezca un poco y vaya perdiendo esas aristas que, lo queramos o no, tiene todo pensamiento aún el más liberal. Me encontraba paseando por el parque virtual que he construido justo frente a mi domicilio habitual cuando al llegar al estanque de los patos tropecé candorosamente con una persona que no voy a describir porque ustedes la conocen sobradamente.



Mi amigo, al que me une una amistad imperecedera a pesar de nuestra habitual y profunda discrepancia muchas veces irreconciliable, había acudido a la cita, puntual como un clavo. En realidad, como habrán advertido ustedes el encuentro no fue casual, sino consecuencia de una cita perentoria, conminatoria, casi apocalíptica: o acudes puntual como un clavo o te borro del mapa.



Para disimular lo humillante de semejante cita se hizo el encontradizo. No le gusta avergonzarse ante nadie, ni siquiera ante el autor de sus días. Un personaje sabe perfectamente que debe bailarle el agua al autor o atenerse a las consecuencias que él conoce perfectamente. Cuando consideró que ya había disimulado bastante se acercó, tropezó con el autor tan sabia y controladamente como lo hubiera hecho un actor de cine mudo y después de disculparse estrechó mi mano con mucho calor, muy afectuosamente. Sin esperar más tiempo pasó a hacerme la pregunta que ambos habíamos pactado.





- Creo que sus amigos internautas están pensando en generar, por medio de la fantasía más exacerbada y el sueño más quijotesco, una especie de cofradía o asociación o como se la quiera llamar, aún no tiene nombre, que informe, defienda, asesore y ore ante el altar sagrado de los sacerdotes-editores, intercediendo por esos pobres desvalidos, esos humildes y baqueteados escritores noveles que nunca han elevado protesta alguna por su condición mendicante, al menos que yo sepa. Por lo visto usted, amigo autor de mis días, ha hecho una sugerencia, tan reiterada y machacona, que sus colegas se han visto obligados a aceptarla: esbozar un manifiesto que recuerde, porque sus días parecen estar contados, las "fazañas" y los "fechos" de estos caballeros andantes que sino superan al genial D. Quijote muy bien podrían convertirse en sus escuderos, por detrás del buen Sancho Panza. ¿Es así o no es así, amigo autor de mis tristes segundos?



- Así es, querido personaje, mi más apreciada creación.



Pienso exponerles unas cuantas ideas en forma de diálogo, de momento a dos voces pero espero sean muchas más -una polifonía-, que nos permitan salir de nuestra triste condición de mendigos de la voz y la palabra. He pensado en citar a todos los cofrades, actuales y futuros, reales e hipotéticos, auténticos o ficticios, en este maravilloso parque virtual donde hay de todo para refocilar nuestros siempre excitados sentidos y nuestras inquietas mentes y de esta manera, en amistosa "compaña", exponer, sugerir, debatir, polemizar, plantear y todo lo que se les ocurra, que se les ocurrirá mucho, sobre nuestra baqueteada condición espiritual.



- Le felicito, querido autor, porque nada me gusta más que hablar, sobre lo que sea, estrechar manos, responder a afectuosas miradas, polemizar, hacer de frontón, cualquier cosa con tal de estar en compañía; los personajes solitarios nos vamos apagando de hastío e inanición espiritual. Lo único que temo es que usted intentará, como siempre, llevar la voz cantante, que usted nació para cantante de ópera, no me engañe.



- Nada más lejos de mis deseos, personaje-frontón. Espero y deseo que a partir de este muy humilde borrador todos los cofrades se animen a participar con sus nombres auténticos, o sus alias o sus personajes o con lo que sea, pero a participar en esta reunión virtual donde cada uno tendrá toda la voz que necesite y su palabra será escuchada con reverenciosa atención. Estoy deseando saludar afectuosamente a todos mis colegas y estrecharlos contra mi corazón porque nada une más que las desgracias sufridas recorriendo el mismo camino.



- Oído, amigo autor, pero me gustaría que fuéramos ya al meollo de la cuestión y me explicara usted, con palabras que pueda entender, de qué se quejan ustedes, los escritores noveles, novatos, inéditos, apócrifos, o como quieran llamarse. Porque en este mundo de nuestros pecados, en esta sociedad a veces tan injusta, he oído quejarse a todo el mundo, sino es por esto es por lo otro, sino se quejan por falta de trabajo es por falta de pan, sino se quejan de falta de libertad y democracia se quejan de sufrir tiranías, sino se quejan los políticos se quejan los ciudadanos, sino se quejan los ricos se quejan los pobres, sino se quejan las mujeres y los niños se quejan los hombres de pelo en pecho. Pero que yo recuerde esta es la primera vez que se quejan los escritores noveles. O bien nunca han tenido de qué quejarse o es que son ustedes tan humildes que les ha dado reparo alzar el dedo en una reunión...



- Ya está bien de tanta palabrería. Sé perfectamente cómo está el mundo, amigo Facundo...



- No me llamo así, no empiece a tomar el pelo a todo el mundo como es su maldita costumbre.





- Tú te llamas como yo quiera, para eso soy el autor. A callar...A callar y a obedecer o aténgase a las consecuencias...Te decía que conozco los graves problemas que afectan a casi todo el mundo, el hambre, la miseria, las injusticias, la violencia y tantas otras. Puedes creerme. Estoy dispuesto a firmar cuantos manifiestos se pongan en circulación denunciando estos temas, pero no veo razón alguna para renunciar a la protesta civilizada sobre una condición humilde y mendicante que a todos nos azora y mantiene nuestras almas en vilo. Me estoy refiriendo a los sin voz y sin palabra, a los grafiteros de paredes públicas, a los emborronadores de cuartillas que no llegan más allá de las papeleras de nuestros cuartos o a la madre-página de Internet que nos acoge como una gallina clueca acoge a sus polluelos, dándoles calor y refugio. Si solo pudieran protestar los más desgraciados llegaríamos por esa misma línea argumental a que solo protestara el más desgraciado de todos. Se tendría que hacer un concurso de desgracias y elegir al más desgraciado para que él y sólo él pudiera protestar. Eso me recuerda a quien iba recogiendo las hierbas que el otro arrojó. No sé si leído en Calderón o en algún otro clásico que los autores noveles no tenemos tanta cultura como los consagrados por la fama y el laurel.

    

- ¡Deja ya tu retórica de pacotilla! Me crispa los nervios. Lo único que deseaba saber eran vuestras quejas no una retahíla de sandeces sobre el derecho a quejarse. Si se queja todo el mundo no sé porqué vosotros vais a tener que justificar vuestras quejas. ¿Podría usted, señor autor, enunciar dichas quejas enumerándolas una por una para que pueda aclararme entre tanta retórica?



- Claro amigo, aún no se me ha olvidado contar:
1ª) El escritor novel (se puede utilizar este adjetivo sin miedo a que se nos confunda con los premios Nobel), anónimo o apócrifo, o como cada uno guste llamarse, está muy necesitado de cariño, hambriento, esa es la palabra. Necesita mimo maternal o paternal según los casos de editores, de autores ya consagrados y sobre todo sobre todo de lectores, aunque muchos nos conformaríamos con tal solo un lector cariñoso, bueno y si puede ser media docena mucho mejor y no digamos un número amplio como para que alguien le interese la publicación de la obrita de turno y no digamos si los lectores son tantos, tantos que uno pueda pasar a la lista de best-sellers sin pagar peaje...



- Pare usted el carro, que ya vuelve a desbarrar. ¿Cómo va a conseguir lectores sino es publicado o a alcanzar el grado de best-sellerista si además de publicado no es suficientemente mimado por las relaciones públicas y el marketing?



- Lo siento, se me va el verbo apasionado a volar por ahí como un dragón echando fuego por la boca. Lo único que pido es un poco de cariño de editores, autores consagrados, lectores y cuantos estamos en esto de la cultura escrita que algunos dicen que desaparecerá en el futuro. Vade retro, Satanas, el escritor nunca desaparecerá; el narrador permanecerá para siempre mientras haya una historia que contar, los formatos cambiarán pero la imagen nunca hará desaparecer a la palabra, entre otras cosas porque la palabra fue primero, porque la idea se expresa en la palabra como hija predilecta generada por la mente. Las imágenes son sensuales, nacen y vuelven a nuestros sentidos, pero la mente pura es abstracta, el pensamiento más profundo es el abstracto aunque nadie niega que se alimenta de todo aquello que pone a su disposición los sentidos...



- Usted no tiene remedio. Sobre eso habría mucho que hablar. ¿Qué me dice del conocimiento intuitivo? ¿Qué quedará cuando la humanidad alcance un grado de evolución espiritual que convierta a la palabra y a las emociones en el simpático garrote de nuestros antepasados trogloditas?. Vale, ya he entendido, necesitan cariño, mucho cariño. ¿Pero a quién le sobra en este valle de lágrimas? ¡Como si en nuestra sociedad se tirara a la basura después de utilizarse unas cuantas veces! He visto de todo en la basura pero nunca me he encontrado con un recipiente a medio usar de cariño al cien por cien. Póngase a la cola y deje de protestar.

     


2º) El escritor novato o inédito o impublicado o impublicable o rebelde o "va por libre" o cualquiera de las modalidades de esta "rara avis" en peligro de extinción, desea que se reconozca su puesto en la sociedad, en el mundillo de la cultura, incluso en la vida cotidiana de todos los días, ¡leñe!, que parece que el hecho de escribir nos convierta en una "rara avis canora" que solo encuentra su lugar en las jaulas etiquetadas al efecto de una pajarería de ejemplares exóticos. No en vano el escritor novel de hoy puede llegar a ser con el tiempo el clásico del mañana o incluso el premio Nobel de este año, que nunca se sabe cómo respirará la academia sueca.



- Nadie le negará a usted que algunos de los noveles de hoy llegarán a publicar, y entre ellos alguno será leído por un número apreciable de lectores y entre estos alguno habrá que conocerá la fama y el laurel y hasta un puesto en la lista de best-sellers y puede que se le reconozca su grácil estilo y se le de un puesto en la academia de la lengua que corresponda. Y si me apura puede que entre esta minoría privilegiada haya alguno al que la historia convierta en clásico inmortal. Eso no lo verán nuestros ojillos que se han de comer los gusanos pero sí veremos a premios nobeles que en su día fueron autores noveles. Porque ningún escritor nace aprendido que yo sepa. Pero de ahí a meterles a todos en palacios de cristal y que los cuiden como a tiránicos reyezuelos va un abismo, amigo autor novel.



- ¿Usted cree que no merece la pena aunque solo sea acariciar durante unos segundos la cabecita de un escritor-tora novel sabiendo que tal vez un día no muy lejano podremos a cambio estrechar la mano de un genio reconocido por todos y hasta darle un amistoso abrazo de colega? Si no supone mucho esfuerzo, algunos invierten unas monedas en la lotería sabiendo que las posibilidades matemáticas de resultar premiados son de una entre veinte o treinta millones o tal vez más, entonces porqué no invertir una caricia, de vez en cuando tampoco hay que pasarse, entre estos diez mil o veinte mil o puede que hasta cien mil escritores noveles que hay en el mundo. A cambio nos hacemos amigos de un futuro nobel y pasaremos a la historia como amigos íntimos de un clásico de la literatura. La inversión merece la pena.



- Chi lo sa, creo que dicen los italianos. De todas formas por muchos que seamos pedimos muy poco, una muestra de cariño de vez en cuando, dos lectores, uno para que nos critique y otro para que nos halague. Una dosis razonable de esperanza de que un editor nos eche el ojo y no el mal de ojo y podamos llegar a una "entente cordial". Lo que no soportamos es la indiferencia y el silencio.



- Bueno, pues con esas peticiones no lo tienen tan difícil. Mientras les acarician y no ustedes tienen sus trabajitos con los que se ganan la vida, no son tan lanzados como Henry Miller, por ejemplo que dejó su trabajo y se dedicó a escribir; para sobrevivir mendigaba o daba sablazos a sus amigos y cuando logró que lo publicaran fue de casa en casa vendiendo sus libros, buscando un par de lectores, halagador y crítico, al tiempo que inclinaba la cabeza como un perro abandonado por si alguien decidía acariciar su calva. En cuanto a la esperanza de un editor que les eche el ojo, la esperanza es lo último que se pierde, eso he oído decir desde niño. Por mucho que todo se caiga de los bolsillos al ir dando saltitos por la vida la esperanza siempre queda en el fondo a pesar de todos los saltos y traqueteos como si estuviera agarrado como una lapa al fondo del bolsillo. Así que si tienen un poco de cariño y otro poco de esperanza no entiendo de qué se quejan.








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