miércoles, 15 de julio de 2020

PRIMER ASESINATO EN CRAZYWORLD VIII




No se me ocurrió contar las personalidades que afloraron a lo largo de la noche, tampoco si había equidad de sexos, sencillamente me dejé llevar por aquella representación inverosímil y surrealista, en la que participaban personajes de todo tipo, masculinos, femeninos, niños, ancianos e incluso algunos personajes literarios que me llamaron la atención, tanto por su clasicismo como por su variedad, desde personajes bondadosos a los más mezquinos de la historia de la literatura. En aquel momento no fui consciente de un hecho sorprendente, estaba recordando aquellos personajes como si hubiera leído todos aquellos libros. Mi amnesia estaba desapareciendo, o tal vez fuera que al no pensar en ello durante el tiempo que llevaba en Crazyworld no podía saber si formaban parte de mi amnesia o no. Lo que sí era confuso, como visto a través de la niebla, eran los lugares y sensaciones en que yo había leído, si es que lo había hecho, aquellos libros. Lo curioso es que parecían asociados a mujeres con contornos difusos. Una idea extraña se fue formando en mi mente. Era como si en mi pasado, en mi vida olvidada, hubiera sido un hombre muy promiscuo, incluso me atrevería a decir que tal vez un gigoló. Una palabra que me pareció muy llamativo. ¿Yo un gigoló? Entonces entendí un poco a Heather. Me había llamado yogurín, algo que parecía significar un jovencito muy mono, muy agradable, que podía ser comido cucharadita a cucharadita, como un yogur. Cuando tuviera un poco de tiempo y encontrara un espejo me miraría atentamente a un espejo. De momento podía decir que yo era un hombre joven, aunque no era capaz de calcular mi edad, alto, bien formado, fornido, tal vez atractivo para las mujeres, aunque eso no me correspondía a mí decirlo. Eso explicaría haber llegado hasta allí conduciendo aquel cochazo que recordaba, porque el accidente parecía estar regresando a mi memoria con una solidez bastante desagradable. Pero si yo hubiera sido un ejecutivo, un magnate, también podría explicar que tuviera un coche tan caro, eso era evidente.

Por desgracia la aparición de personalidades o personajes, no sabría cómo llamarlos, apenas duraba cinco minutos, lo que no me permitía captar de ellos todo lo que deseaba. Se podría decir que aquella era una película a cámara rápida, repleta de personajes y de situaciones. Lo más llamativo era que todas ellas tenían su propia voz y su propia personalidad, claro, de otra forma no serían personalidades. No era como si él fuese un imitador, un ventrílocuo, sino que las voces eran tan naturales que uno buscaba de forma inconsciente a la mujer que estaba hablando o al niño, o al hombre que encajara con un determinado físico. Todas ellas discutían con otro, la personalidad nucleótida, supongo, recriminándole esto o aquello, recabando, con amenazas, un mayor protagonismo, un mayor tiempo de consciencia o de salida a la luz. No podía entender el escaso tiempo que afloraban, y menos que parecieran tener un tiempo marcado por un reloj invisible. La personalidad nuclear tenía también su propia voz, que encajaba a la perfección con el físico de aquel hombre. Intervenía en todos los monólogos de sus personajes, les iba calmando con una voz suave y tranquila, les explicaba que no había suficientes horas en el día para que todas pudieran tener un mayor protagonismo, simplemente una hora para cada una relegaría a las otras a permanecer ocultas durante días, tal vez semanas, incluso meses. Parecía tener un control férreo sobre todas ellas, dejándolas salir a la superficie cuando así lo decidía o las circunstancias lo aconsejaban. Bien podría ser un director teatral o un director de circo, pongamos por caso. Eso me hizo pensar en la posibilidad de que las diferentes personalidades que le había visto exhibir durante el tiempo que llevaba allí no eran aleatorias, sino números de circo perfectamente programados. Me pregunté qué buscaba en realidad la personalidad jefe. Hubiera sido un claro sospechoso de no haber presenciado con mis propios ojos que el Sr. Múltiple Personalidad no había salido de la habitación en toda la noche, como pude comprobar en cuanto hubo acabado la grabación. Había permanecido de pie, paseando por el cuarto, se había acostado, se había echado la ropa de la cama encima, como si tuviera frío, luego se la había quitado a patadas, como si tuviera calor, se había levantado, se había sentado en la cama, todo de forma aleatoria o tal vez siguiendo los dictados de sus otras personalidades, no podía saberlo. Cuando todo terminó me sentí agotado mentalmente y también físicamente, prácticamente no había dormido en toda la noche pasada con Kathy. El sueño se apoderó de mí, me sentía confuso, malhumorado, la realidad parecía difuminarse, si ello era posible en Crazyworld. Solo el hecho de que mi amnesia me impidiera hacer comparaciones explicaba que no me sintiera en un sueño surrealista y sin sentido.

Casi le supliqué a Heather que nos tomáramos un descanso. Ella debió interpretarlo mal porque sus ojos se iluminaron como dos estrellitas que dieron luz a su rostro, iluminaron su deliciosa sonrisa y todo su rostro esplendió como una supernova. Hasta su cuerpo pareció brillar como una farola, haciéndolo aún más seductor. Me soltó la mano que había oprimido la mía durante todo el tiempo, apretó un botón del mando que hizo que el monitor se apagara y levantándose con agilidad felina dejó el mando sobre su silla.

-Dame solo un minuto.

Y se dirigió taconeando con garbo hasta la pared del fondo que no contenía nada a simple vista. Hizo algo con sus manos, que no pude ver, porque me las ocultaba su preciosa espalda y un panel se descorrió. Se puso en cuclillas y hurgó en el hueco. Pronto sacó una caja de cartón que no me pareció gran cosa. De ella extrajo algo que llevó hasta una esquina. Allí metió un enchufe macho en el enchufe hembra de la pared, oprimió algo y el bulto comenzó a hincharse a gran velocidad. Se trataba de un colchón de aire. Eso era. Regresó a toda prisa, me tomó de la mano y casi me arrastró hasta allí. No tuvimos que esperar mucho tiempo. Yo no quise preguntarle nada porque estaba molido pero sentía curiosidad por saber la razón de que tuviera escondido un colchón. Sentí un pescozón de celos. Parecía evidente la causa de todo aquello. No me dejó pensar mucho más. El colchón terminó de hincharse, me sentó en él y comenzó a desnudarme meticulosamente, zapatos, calcetines, pantalón, niqui, calzoncillos. Quedé en pilota picada en un momento. Ella se dio la misma prisa despojándose de su uniforme y ropa interior. Me sorprendí deseando que lo hubiera hecho más despacio.

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