Ya tenía suficiente información, al menos de momento. Decidí
ver al completo la cinta del Sr. Múltiple Personalidad, un espectáculo así solo
se da una vez en la vida, si se da. Claro que iban a ser muchas horas, así que
le rogué a Heather que estuviera atenta a mis indicaciones para acelerar la
cinta, prometiéndole que en cuanto acabara nos tomaríamos un descanso. Se
acomodó a mi lado en la silla, me tomó de la manita e iniciamos la aventura más
estrafalaria jamás contada. Rebobinó hasta el principio y estuve muy atento a
la escena inicial. La señorita Ruth abría la puerta, entraba con el Sr.
Múltiple, la cerraba y con paso pausado, agarrada a su brazo, caminaban hacia
el lecho. Parecían dos novios tan románticos como esperpénticos. Ella le
hablaba con voz suavecita y cariñosa, como a un niño rebelde al que hay que
convencer que ha llegado la hora de irse a la cama. Entre cariño por aquí y
cariño por allá logró sentarlo en la cama. Sin dejar de hablarle un momento le
quitó las pantuflas, los calcetines de colores y el resto de la ropa,
poniéndole a continuación un pijama infantiloide, con animales de peluche,
lunas y estrellas. Le besó en la frente, le tumbó en la cama, le arropó, le
quitó las gafas y se disponía a irse cuando el Sr. Múltiple protestó. Quiero un
cuento. Y allá que veo a la señorita Ruth remangarse y contarle un gracioso
cuento de hadas sin pies ni cabeza pero muy meritorio. Aquel momento íntimo
subió muchos puntos en mi estima a la señorita Ruth. Dejó de parecerme un
marimacho insoportable, una beata resabiada, tan vengativa como la serpiente de
cascabel, para transformarse en una mujer traumatizada por una vida dura y una
estancia en un infierno de lujo, pero infierno, como era Crazyworld. Hasta me
dije que tal vez mereciera la pena conocerla más a fondo.
Me quedé pasmado cuando para despedirse, esta vez
definitivamente, la señorita Ruth le dio un cálido y largo beso en los labios
al Sr. Múltiple Personalidad. Fue algo definitivo, aquella mujer tenía algo,
algo, no sabía muy bien qué, pero algo. Salió, cerró la puerta y el paciente no
tardó en dormirse, lo supimos por los estentóreos ronquidos. No pasaron ni
cinco minutos cuando el ritmo musical de la locomotora se detuvo y una vocecita
infantil preguntó algo que no pude entender. A patadas se quitó de encima la
ropa de cama y se bajó de ella dando un saltito infantil. Comenzó a moverse por
toda la habitación como si llevara un avión de juguete en una mano, haciendo el
clásico ruidillo que hacen los niños en estos casos. Algo así como bruz, bruz y
bruuzz. No me pidan que haga imitaciones, porque soy muy malo… creo. Luego el
avión ametralló algo en el suelo, él se puso de rodillas, le cambió la voz, era
como la de una mujer muy obsequiosa, casi diría que cariñosa, preguntando a
seres invisibles si estaban bien. Supuse que ella era una enfermera, que estaba
en un hospital de campaña y atendiendo a soldaditos a quienes acababa de
ametrallar el cruel piloto infantil. La voz de la enfermera era tan seductora
que casi deseé ser un soldadito ametrallado. Aquello tampoco duró mucho porque
sonó una voz melodiosa, también de mujer, entonando una vieja canción del cine
en blanco y negro. Danzó con una sensualidad pervertida tan atractiva como la
de Gilda, incluso se quitó un supuesto guante, por lo que supongo que aquella
era su personalidad Gilda, me lo confirmó su movimiento de cabeza como al
recibir un formidable bofetón. No se quedó quieta, no que se lanzó sobre su
supuesto agresor y comenzó a morderle con rabia asesina. Cayó al suelo como
desmayada, allí permaneció un tiempo que se me hizo tan largo que indiqué a
Heather que acelerara la cinta, lo que hizo. Quien se levantó no fue una mujer
sino un hombre y bastante razonable, para mi gusto, incluso llegué a pensar que
esa era su verdadera personalidad, el hombre que había sido antes de caer en
las garras de múltiples personalidades liberticidas que le habían atrapado en
su tela de araña. Se lo comenté a Heather.
-Puede que tengas razón. Esta personalidad no la había visto
nunca y ninguno de mis compañeros la comentó. Desde luego que si es su
personalidad núcleo parece muy razonable y debería aparecer más a menudo.
Cuando pase todo esto se lo comentaré a Sun, a ver si puede hacer algo.
-Oye, hablas como una psicóloga. ¿Lo eres también?
-Aquí los guardianes
tenemos que hacer de todo y ser de todo aunque no seamos de nada.
-Se me ocurre una cosa. ¿Cómo es que vosotros os quedáis
aquí tan pimpantes cuando sois los únicos que os podríais marchar?
-¿Tú crees? Se ve que eres un novato. En efecto, puede
parecer que los guardianes podríamos marcharnos cuando nos diera la gana y que
si no lo hacemos es porque estamos tan bien pagados que merece la pena seguir
aquí confinados el resto de nuestras vidas, pero no es así. Nosotros tampoco
podemos marcharnos, aunque tengamos más oportunidades que el resto de reclusos.
No lo sabes, pero en el exterior hay patrullas vigilando el perímetro de forma
constante, día y noche. Como sabes las vallas están electrificadas y tienen
cámaras de seguridad que no solo nos dan imágenes a nosotros sino a un centro
de control exterior. Los guardianes externos tienen sus turnos de trabajo, sus
vacaciones, pueden irse a casita, a ver a su familia y llevan una vida como los
patrulleros de frontera, un poco incómoda pero no muy diferente del resto de
los mortales. No me preguntes cómo es que alguno de ellos no se ha ido de la
lengua y ha vendido la exclusiva. No lo sé, pero supongo que hay mucho más que
estar muy bien pagados. Tal vez haya a
su vez otra sección invisible de espías infiltrados o detectives en la
sombra que vigilen a todos esos patrulleros. Sea como sea los guardianes de
dentro estamos tan recluidos y deseosos de marcharnos como los demás.
-¿Puedo preguntarte si te espera alguien fuera?
-Puedes preguntar y te voy a responder. Mr. Arkadin no es
tonto, todos los profesionales que estamos dentro somos seres más bien
solitarios, la mayoría sin familia, marginados por esa sociedad hipócrita de
ahí fuera, o tan traumatizados por determinados acontecimientos que el
permanecer aquí, aislados del mundo, viviendo a cuerpo de rey, no parece tan
malo. No, no es necesario que me hagas la pregunta que tienes en la lengua. A
mí no me espera nadie, por desgracia mis padres murieron en accidente de
tráfico, estaban enemistados con el resto de la familia que ni siquiera supo de
mi nacimiento y existencia. Tuve alguna que otra aventurilla sentimental –como no
podía ser menos porque estoy muy buena, y tú lo sabes y lo estás pensando- pero
me fue fatal, los hombres sois una mierda, tú eres la excepción porque no te
acuerdas de tu pasado, pero te volverás una mierda cuando lo recuerdes, así que
por favor no lo hagas, al menos dame un tiempo. Y no, no, como no me espera nadie
fuera puedo estar dentro con cierta comodidad y más si puedo disponer de un
yogurín como tú, tan guapo, tan alto, tan fuerte, tan dulce, tan sensible,
tan-tan-tan y voy a dejar de tocar el tambor de momento.
-Menos mal. Anda rebobina hasta cuando se levanta que me he
perdido ese monólogo prodigioso.
Así lo hizo y pude disfrutar de un monólogo memorable
interpretado por el mejor actor que había conocido, si es que conocí alguno
porque mi amnesia se había centuplicado una vez que Heather me hizo saber que estaría
disponible para mí mientras no recobrara la memoria. La personalidad que había
asomado al exterior era extraordinaria. Parecía conocer al resto de
personalidades y muy a fondo. Sabía cómo llamarlas, controlarlas, hacer que
bailaran para ella como muñequitas de cancán. Las hacía asomar llamándolas
dulcemente por su nombre, las interrogaba, las daba instrucciones y todas se le
sometían, incluso algunas oscuras, muy oscuras, llenas de inquietantes
presagios. Desde aquel momento mi pena por la enfermedad del Sr. Múltiple
Personalidad decreció mucho y me dispuse a estar muy atento a todo lo que
hiciera o dijera, porque allí se estaba fraguando algo y la portentosa
interpretación de aquel genial actor no me iba a engañar. No creo que en aquella
noche asomaran al exterior todas las personalidades ocultas, pero me hice una
idea aproximada de lo que podía esperarse de semejante colmena de abejas,
avispas y toda clase de insectos, reptiles y demás ralea que no deja de ser
menos temible que los especímenes humanos que pululan por nuestra sociedad. Cuando la personalidad nucleica terminó su
trabajo de supervisión, algo que supuse hacía todas las noches en sueños,
comenzó un monólogo hamletiano en el que había muy pocas dudas. Tenía claro lo
que iba a hacer, cómo se iba a divertir, e incluso con quién intentaría tener
sexo, algo totalmente insólito que dejó de piedra a Heather porque entre los
nombres susurrados, no solo de mujeres, también estaba el suyo, lo que no me
sorprendió ni mucho ni nada porque sin duda era una de las mujeres más buenas
de Crazyworld y también en el buen sentido de la palabra bueno, porque me
parecía una persona encantadora y digna de confianza.
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