Dolores, me gustaría hacerte algunas preguntas que me temo afecten a tu intimidad. Ya sé que apenas nos conocemos. Si no quieres contestar no lo hagas. Puede que mi amnesia me haga un tanto descortés, pero necesito saber…
-Si vas a estar dentro de mí, no creo que mi intimidad sea más íntima que eso. Dispara.
Estaba obsesionada por tener sexo conmigo. No acababa de entenderlo muy bien. Puede que yo fuera un guapo mozo, no voy a negarlo, pero parecía no haber catado el sexo en años. No podía creer que en Crazyworld no hubiera alguien que no la hubiera ofrecido sexo. Sabía muy poco de cómo se llevaban estas cosas en aquella jaula dorada. También iba a preguntarle por eso, si me daba tiempo. Me agradaba pensar que aquella noche ella y yo nos íbamos a hacer cosquillas. Debido a mi amnesia ignoraba con cuánta frecuencia podía considerarse normal practicar sexo y con cuántas parejas. Así mismo desconocía si aquel deseo persistente que me acuciaba un poco era algo patológico, tal vez producto de los trastornos craneales que me habían llevado o simplemente podía considerarse natural que yo respondiera tan bien a los ofrecimientos que se me hacían, tal vez también naturales o consecuencia de mi apostura y de que allí fuera un macho novedoso al que todas las féminas querían catar. No podía saber si aquel extraño mundo era muy diferente al que suponía existía más allá de las vallas electrificadas y los robots. Si yo era un gigoló, algo a lo que parecían apuntar los recuerdos o las fantasías que a cuenta gotas se colaban desde mi subconsciente no era sorprendente que me sintiera atraído por Dolores y por todas las mujeres de Crazyworld y que ellas se sintieran atraídas por un gigoló que exudaba sex appeal por todos sus poros. Me pregunté si no tendría algo que ver en todo esto la rociada nocturna de los jugos de Kathy. ¿Alguien sabía algo de las consecuencias de aquel extraño fenómeno que había sufrido y degustado la segunda noche de mi estancia en Crazyworld? Pensar en ella me estremeció. ¿Qué estaría haciendo, qué estaría tramando? ¿Sería capaz de colarse en el apartamento de Dolores la noche que se avecinaba? Me serví más comida y cuando acabé de masticarla con gran placer, porque estaba muy buena, decidí iniciar un interrogatorio complejo que tal vez me llevara a hacerme una idea más cabal de Crazyworld.
-Dolores, si hubieras sabido lo que te esperaba, ¿habría venido igualmente a este antro?
-Sí, ¿por qué no? A nadie le gusta estar enjaulado, pero a mí no me esperaba gran cosa allá fuera. Me casé muy joven y tuve dos hijos, niña y niño. Mi marido era un borrachín que me abandonó. Nos moríamos de hambre. Dejé a los niños con la abuela y atravesé la frontera con mucha suerte, porque llegué viva y pude comenzar a trabajar, en lo que nadie quería, pero trabajaba y ganaba algo de dinero que enviaba a la abuela. Yo apenas comía para mandarles el máximo de dinero posible. Estaba muy delgada, mucho, y creo que muy guapa. Recuérdame a lo largo de la tarde que te enseñe las pocas fotos que aún conservo, que son mi mayor tesoro. Comencé a engordar cuando llegué a Crazyworld, había pasado mucha hambre y me resarcí comiendo todo lo que podía y moviéndome lo menos posible, ya me había movido bastante. Durante varios años trabajé aquí y allá en todo lo que pude y me dejaron. Por fin entré de pinche de cocina en un pequeño restaurante mexicano y allí aprendí todo lo que había de aprender de nuestra cocina. Cuando vi el anuncio de Mr. Arkadín no lo dudé un instante, con el ganaría en unos meses más de lo que había ganado en unos años. Le pedí un buen adelanto que debería mandar a la dirección que yo le di. No aceptaría hasta que supiera que la abuela y los niños la habían recibido. Luego le hice jurar por su madre que mandaría mi sueldo todos los meses a esa dirección y que me enseñaría los justificantes del envío. Y así llegué aquí. Cuando supe que no volveríamos a salir en el resto de nuestras vidas no me sorprendió demasiado. Todo esto me había parecido demasiado bueno desde el principio. Algo malo o muy malo tenía que haber. Como así fue.
-¿Y no quieres volver a ver a tus hijos?
-Rezo por eso todos los días. Espero que algún día ocurra el milagro, pero los pobres tenemos que conformarnos con sobrevivir, con poder comer todos los días. No podemos tenerlo todo, comida y el cariño de los seres queridos. Sé que mis niños están bien y muy crecidos y que la abuela aguanta a pesar de su edad. Eso es lo importante.
-Imagino que Mr. Arkadín es ya un viejales, algún día morirá.
-Sí, eso esperamos todos. Si no le mata la edad le matarán sus excesos. Come tanto como yo o más y es lujurioso como un sátiro. Algún día le fallará el corazón y podremos irnos, porque no creo que una vez muerto a alguien le interese mantener este estúpido infierno en marcha. Supongo que Kathy te habrá contado lo que le hizo. Ese monstruo merece una muerte que compense los sufrimientos que ha causado.
-Perdona Dolores, pero no quiero hablar de Kathy. Me da miedo que aparezca por aquí esta noche y me vuelva a exprimir. Aún siento el agotamiento que me produjo la noche que pasé con ella.
-No te preocupes, jovencito, yo no te exprimiré tanto. Solo necesito un poco de sexo y de cariño, una pizca. Y ahora no te pediré que me cuentes tu vida porque no la recuerdas, pero me tienes que jurar que cuando sepas de tu pasado, me lo tienes que contar todo, hasta el último detalle.
-Te lo juro, Dolorcitas. ¿Sabes? No sé en qué tiempo vivo y no me lo digas, por favor. A veces tengo la sensación de que soy mucho más viejo de lo que parezco. Como si me hubieran hecho objeto de algún raro experimento y me hubieran hibernado o algo parecido. Pero eso me asusta también, no quiero hablar de ello.
Me serví una copa de vino que trasegué de un trago y me puse con el chili con carne porque ya había probado todo lo demás.
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