TEATRO
ALGUNAS
CONSIDERACIONES SOBRE LA GUERRA PSICOLÓGICA
DRAMA BUFO EN UN PRÓLOGO Y TRES ACTOS
ACTO I
ESCENA PRIMERA
ACOTACIÓN DEL AUTOR
Cuando se alza
el telón, de haberlo, o se enciende el primer foco, vemos al bufón
subconsciente, vestido con la misma ropa que en el prólogo. Su típico gorrito
tiene pegado a la borla un juego de pequeñas campanitas que suenan cuando se
mueve.
Está sentado
sobre un tablón del andamio, escuchando con una sonrisa los primeros compases
de la novena sinfonía de Beethoven. El foco de luz roja que se ha encendido le
busca por todo el escenario. Cuando lo encuentra se fija en él y de allí no se mueve.
El bufón se
pone en pie, saluda a los espectadores y da una carrerilla por el tablón. Luego
toma carrerilla, da un salto de saltimbanqui y cae de pie sobre el suelo del
escenario. Es un salto arriesgado por lo que se recomienda que el actor que lo
interprete tenga algunas cualidades circenses.
Una vez allí,
hace una profunda reverencia, muy exagerada, que casi hace que su frente toque
los pies. La música se detiene y se hace
un profundo silencio.
Conforme el
bufón subconsciente declama su parrafada otros focos de luz blanca se centran
en la gran pantalla de video que va descendiendo desde el techo. En momentos
muy concretos de su intervención, que se acotarán, las paredes de la oficina
burocrática, donde se desarrolla este drama bufo, irán descendiendo del techo, o
ascendiendo del suelo, según el montaje. Lo mismo sucederá con el mobiliario,
que será iluminado por el foco correspondiente.
PRESENTACIÓN BUFONESCA
Antes de que se inicie
esta tragedia bufa permítanme que les haga una pequeña presentación. No será
muy larga. Intenten no moverse en sus butacas.
Como ven hay una
pantalla de video a mis espaldas. En ella contemplarán algunas escenas grabadas
por cámara oculta. Imagínense que las he grabado yo, el bufón subconsciente, y
olvídense de la lógica realista a la que están tan acostumbrados. Esta es una
pieza teatral de vanguardia, experimental, surrealista, bufonesca… Por lo tanto
no le pidan imposibles. La ficción tiene sus reglas y si no les gustan
levántense de sus butacas, salgan a la calle y allí empápense de realidad. No
les aseguro la ganancia, pero cada cual es libre de satisfacer sus gustos como
mejor le plazca.
Esta pieza, según me ha
contado el autor, pretende mostrarles, con los colores más vivos, la terrible
mezquindad que supone cualquier clase de acoso psicológico. No se preocupen, su
perspectiva no estará sesgada por ningún dogmatismo previo. En ella tendrán voz
todos los intervinientes en el drama bufo del acoso y hasta ustedes, los
espectadores imparciales, podrán subir al escenario y expresar su opinión si
así lo consideran conveniente. Intentaremos ponernos en la piel de unos y otros
y ver qué sienten en sus vísceras y observan con sus ojitos.
ACOTACIÓN DEL
AUTOR
La pantalla de
video se ilumina mientras el bufón continúa hablando. Comienza a exhibirse un
video grabado previamente. La primera escena está rodada en un plató que simula
una caverna primitiva. En ella dos trogloditas se dan de porrazos con dos
buenos garrotes… de goma, naturalmente… para que los actores no resulten
lesionados. El director es un poco sádico (ahora que no puede escucharnos) pero
no llega a tanto como para poner auténticos garrotes en manos de los actores.
Como están viendo a mis
espaldas (si algún espectador no ve bien, me apartaré unos pasos para que nadie
se quede sin su correspondiente razón de video) las primeras guerras eran muy
elementales. Los contendientes se daban
hasta decir basta y el vencedor era aplaudido por los espectadores neutrales,
quienes le aceptaban como nuevo jefe de la tribu.
En la escena
puede verse, efectivamente, como los espectadores trogloditas aplauden a la
manera moderna. La incongruencia está expresamente buscada por el autor, no se
preocupen. A continuación aparecen imágenes de bombardeos, aviación, disparos
de tanques, bombas que estallan por doquier.
La guerra fue
evolucionando hasta llegar a la guerra moderna. Bombas inteligentes,
portaviones, aviones invisibles, armas químicas, biológicas, etc etc. Sin
embargo la guerra del futuro, que está llamando a nuestras puertas, no
necesitará de la tecnología para nada. Porque la guerra del futuro, créanselo o
no, será la guerra psicológica. El acoso, en todas sus formas, inundará
nuestras vidas y las armas físicas serán relegadas al olvido.
Comienzan
ahora a bajar cuatro paredes que forman un wáter o servicio o excusado. En la pantalla de video puede verse a un
hombre, más bien obeso, que permanece sentado en el retrete. Dejo a la libre
voluntad del director la posibilidad de que el hombre baje con los paredes y el
retrete o que aparezca en el mismo tras un breve apagón del foco que ilumina el
retrete. La pared que da al patio de
butacas permanecerá levantada unos segundos para que los espectadores puedan
ver que efectivamente hay un hombre en el retrete. En el video se ve la misma
escena, en estilo más cinematográfico, diferentes planos, perspectivas, zoom
etc.
La guerra psicológica no
utiliza más armas que la lengua viperina, las miradas aviesas, los gestos más o
menos evidentes y los desplantes, pero les aseguro que es casi tan mortífera
como las armas convencionales o más, mucho más. Los soldados del otro lado,
normalmente uno o dos como mucho, frente a un ejército de docena o docenas,
acaban por refugiarse en las trincheras más esperpénticas de la historia
bélica: los retretes.
No se impacienten, no
vamos a ponernos del lado de las víctimas o las supuestas víctimas, al menos de
momento; ni vamos a rendirnos con armas y bagajes ante sus caritas de niños
buenos. No, todos tendrán voz y voto en esta farsa o tragedia bufa. Tan sólo
permítanme una penúltima reflexión: ¿no les parecen un poco desproporcionados
estos ejércitos contendientes? Por un lado uno y por el otro muchos, docenas o
hasta centenas en algunos casos o incluso millares, si me apuran un poco. Eso
debería hacerles meditar un poco.
La guerra psicológica
suele comenzar de la manera más tonta. Alguien se rebela, no se sabe muy bien
porqué, y antes de que transcurran algunos días está enfrentado a un verdadero
ejército. Incluso en muchos casos no es necesaria ni siquiera la rebelión,
sencillamente alguien le cae mal a unos cuantos, éstos comienzan a acosarle,
los otros permanecen como espectadores neutrales y acaban por unirse a los
acosadores. Tal vez pensando que la soledad es muy mala y que donde mejor está
uno es en medio del rebaño, muy calentito y protegido.
Bueno… No importa.
Comience como comience la guerra psicológica, lo que a nosotros nos interesan
son sus efectos, sus causas y sus protagonistas. Y ahora mientras observan en el vídeo cómo el
protagonista de esta historia viaja en coche hacia su trabajo, soñoliento,
legañoso y un tanto miedica (le tiemblan las piernas como a Rambo) me
permitirán que me retire un instante, mientras el decorado y el mobiliario
terminan por colocarse en su sitio y podemos dar inicio a la siguiente escena.
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