jueves, 20 de noviembre de 2025

BIOGRAFÍA DE UN BUDA II

 




. ¿Qué platos son tus preferidos? Y me detallaba platos con arroz y garbanzos hasta hacerme la boca agua, metafóricamente hablando.

Así me fui divirtiendo todo lo que quise hasta que decidí ponerme serio e interrogar al gordito sobre su vida, lo que él creía su muerte y sus planes de futuro. Se desmoronó y se echó a llorar como alma en pena. Su vida pasada había sido una mierda, su vida futura lo sería igualmente y, a pesar que su muerte, esta vez fue agradable (ni se enteró de que estaba muerto) no quería volver a reencarnarse ni atado de pies y manos. Prefería transformarse en un Buda imperturbable y olvidarse de sufrir más penas para siempre. Deseaba conocer más detalles. Pero el gordito necesitaba urgentemente la biografía del Buda para calmarse. Decidí dejarme de circunloquios. Ya tendría tiempo de volver a charlar y le llevé en línea recta al estante correspondiente, alargué la mano y le tendí el libro en cuyo lomo, luminoso, podía leerse: “Biografía de un buda… por él mismo”.

Le indiqué una mesa donde podría apoyar el libro mientras su orondo trasero se encajaba en una silla. Abrió el libro por la primera página y pude leer sobre su hombro.

“A pesar de no recordar mis anteriores reencarnaciones estaba saturado de la condición humana. Estaba dispuesto a probar la condición divina, incluso la animal, mediante una transmigración en fiera o incluso en colibrí. Pero otra vez humano, no, por todos los santos, dioses y demonios. Me sentía tan amargado, tan desesperado, que mis pensamientos oscilaban entre un suicidio rápido y convertirme en asesino en serie. Fue entonces cuando una luz me deslumbró, como a Saulo en el camino de Damasco, y caí en el asfalto.

Transfigurado en un hombre nuevo. Al  volver  en mi descubrí que la luz no era divina sino la de una farola que alejaba la noche del escaparate de una librería en cuyo centro el título de un toro enorme había llamado la atención de mi mirada. El libro se titulaba Budismo tibetano y era un mamotreto digno de un erudito con cien años por  delante para leerlo página a página. Yo había decidido comprarlo el día siguiente,  costase lo que costase, y a través de su  lectura alcanzar la liberación. Esa idea fue la que me arrojó al asfalto de donde me levanté tambaleándome como un borracho. Decidí emborracharme aquella noche para olvidar la experiencia. Pero no lo conseguí, al despertarme al día siguiente, con una horrible resaca, abjure definitivamente de la condición humana. En cuanto pude levantarme me duché con agua fría y salí de estampida hacia la librería donde había visto mi salvación, temeroso de que alguien pudiera arrebatarme lo que suponía era un ejemplar único. Nadie había preguntado por él. Allí  seguía en el centro del escaparate ahuyentando lectores. Pregunté el precio al librero. Para mi sorpresa era tan bajo como un libro de bolsillo y eso que para llevármelo necesito su ayuda y un taxi a la puerta. El librero me explicó que llevaba años deseando desprenderse de aquel monstruo que ahuyentaba más clientes que los precios pero no podía hacerlo porque su mujer la escaparatista de la brillante idea, le había prohibido deshacerse de él sino era en venta comprobable en factura y dirección del cliente. El tuvo que poner el 90% del precio pero todo lo daba  por bien gastado con tal de deshacerse de aquel peso muerto en su negocio.

No importa la razón por la que uno hace o deja de hacer algo, lo que importaría son las consecuencias de las propias decisiones.


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