miércoles, 29 de julio de 2020

BREVES HISTORIAS DE OMEGA V


BREVES HISTORIAS DE OMEGA V

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NOTA INTRODUCTORIA
El esbozo de la historia de Omega me llevó algunos años y no siempre tuve claro cómo enfocar el tema. Era consciente de la necesidad de tener una idea básica de su historia, ya que aunque Diario de Ermantis transcurre en el momento presente de la narración, con algunos flashback, más o menos extensos, a la infancia del protagonista, mientras escribía la historia constantemente necesitaba de tener claras algunas ideas sobre lo que había ocurrido a lo largo de la historia de Omega.
Antes de la llegada de la inteligencia artificial Omega era un planeta esencialmente turístico. Todas las razas inteligentes de la galaxia acudían allí a pasar sus vacaciones. Se trataba de un destino turístico de primera y solo al alcance de las grandes fortunas, algo así como… en nuestra querida Tierra. ¡Para qué vamos a dar nombres!
El turismo suele iniciarse cuando una parte de la población (aristócratas, burgueses o como se les quiera llamar) alcanzan un nivel económico que les permite pasarse un tiempo o mucho tiempo ociosos y con ganas de divertirse, de viajar, de conocer lugares y gente nueva. Pero no alcanza su auge hasta que una mayoría suficiente o inmensa consigue un nivel económico básico que les permite al menos un mes de vacaciones anuales y unos ingresos con los que pagarse viajes y estancias en lugares poco o mucho alejados de su residencia habitual.
En Omega, debido al episodio del Valle de la Muerte, del que se habla en el relato, la historia habitual de la evolución de una sociedad a nivel económico sufrió una grave distorsión. Esto, unido a que tras el episodio del Mesías de Omega, ocurrido al mismo tiempo que dicha batalla, éste y la tripulación de su nave pusieron en contacto al planeta con desconocidas civilizaciones extraomeguianas de las que no se tenía el menor conocimiento, ni siquiera se imaginaban que pudieran existir. Para rematar todo este desbarajuste llegó la inteligencia artificial HDM-24 al poder y con ella se acabó el turismo extraplanetario debido al episodio de la guerra más incruenta de la historia conocida, que también se menciona en el relato. Como son historias muy extensas y complejas, aquí solo se mencionan los datos esenciales para que la historia que se cuenta tenga sentido, remitiéndose a otras historias que subiré en su momento y que son bastante más largas de lo habitual en este formato, tales como El Mesías de Omega y Batalla contra Doctor. Espero que les guste.
EL TURISMO EN OMEGA
BREVE EXTRACTO DE LA TESIS DOCTORAL DE LIVIA URDOZA PARA SU DOCTORADO EN HISTORIA PRÁCTICA DE OMEGA
No cabe la menor duda de que la historia del turismo en Omega, yo diría que toda la historia omeguiana, es tan insólita que ningún otro planeta del cuadrante ha vivido o sufrido algo parecido. A través de los archivos documentales del bueno de “H” he podido documentarme y cerciorarme por completo este dato que cuando comencé a escribir esta tesis ya daba por supuesto. En los archivos de nuestra inteligencia artificial existen copias de bibliotecas enteras de otros planetas que fueron transferidas con los correspondientes permisos o saqueadas sin más por espías del propio “H”, quienes armados con increíbles y diminutos artilugios que colocados en los edificios de estas bibliotecas, pudieron copiar hasta la última coma del último legajo escondido en bibliotecas de todos los planetas conocidos.
Para un historiador es como un prodigioso juguete infantil la posibilidad de consultar cualquier momento de nuestra historia a través de “H”. Cuando existen documentos él los tiene y cuando no, ha hecho portentosas recreaciones holográficas de lo que pudo haber sido, según los datos que almacena su memoria. De hecho solo a nosotros, “los rebeldes culturales”, se nos ha ocurrido trabajar como historiadores, entre otras disciplinas, para recopilar por nuestra cuenta y desde nuestra perspectiva todo el legado cultural e histórico que nos han dejado nuestros ancestros. El común de los omeguianos se limita a consultar a la inteligencia artificial y aceptar sus datos e informaciones sin ningún filtro ni criterio propio. Es cierto que el gran Helenio de Moroni, nuestro profesor chiflado particular, juró y perjuró que su inteligencia artificial había sido programada para que no pudiera manipular y controlar a los omiguanos, estaba a disposición nuestra, para alcanzar un mayor nivel evolutivo, no para llevarnos con engaños hacia metas solo imaginables por la privilegiada cabeza del sabio. Es posible que esto sea así, aunque somos muchos los que no estamos muy convencidos, de hecho ni muy, ni poco, al contrario, creemos que hay una programación oculta en el fondo de la memoria de “H” a la que nos gustaría acceder, aunque hasta ahora nadie lo ha conseguido, ni siquiera nuestros ingenieros informáticos rebeldes.
No voy a remontarme a los tiempos prehistóricos para confeccionar este informe. Entonces todo era pura supervivencia y se viajaba para conseguir mejor caza o para huir de los depredadores. El turismo, se puede decir, que comenzó a partir de la batalla del Valle de la Muerte. La tecnología que nos prestara su comandante, más conocido por El Mesías de Omega, y la tripulación de su nave, permitió a nuestro planeta evolucionar tanto y en tan poco tiempo que en ello también somos únicos en la historia de las especies inteligentes del cuadrante.
Digamos que el turismo, como ha ocurrido en otros planetas más convencionales, comenzó siendo un pasatiempo de ricos, y conforme el nivel económico se fue elevando y alcanzado a otras clases sociales se transformó en un negocio más y muy boyante. En el caso de Omega el aterrizaje de la nave “Explorador I” nos abrió los ojos de repente a la posibilidad de existencia de vida extraomeguiana. De ahí a que la tecnología que nos prestaron sus tripulantes nos permitiera viajar por el espacio y encontrar otras especies inteligente fue una especie de salto de trampolín, rápido y efectivo.
Omega fue elegido por otros planetas como lugar de recreo y de ocio por excelencia. El turismo comenzó a florecer y nos convertimos en el planeta turístico por excelencia del cuadrante. Los omeguianos se dedicaron por completo al negocio turístico y contrataron como mano de obra a otras especies menos agraciadas económicamente para que hicieran de trabajadores y campesinos. El omeguiano llegó a ser un “relaciones públicas”o un empresario del ocio. Durante esta época el turismo alcanzó su cúspide y los hoteles de Omega fueron considerados como los más lujosos y avanzados de toda la galaxia conocida. Claro que eso costaba un “dinerito” solo al alcance de los más ricos y poderosos. Omega ganó muchísimo dinero con su negocio y esto propició que cuando nuestro chiflado particular, Helenio de Moroni, solicitara del primer Consejo planetario, un presupuesto desorbitado para confeccionar una inteligencia artificial casi mágica, que nos permitiera desentendernos del concepto de trabajo y nos ayudara a conseguir el ocio total, le fuera concedido todo lo que pidió y aún estaban dispuestos a darle más a cambio de lo único que les quedaba por conseguir: el ocio absoluto para siempre.
Sin embargo no todo dura para siempre. Cuando Omega comenzaba a prepararse para ir dejando el negocio turístico en manos de la inteligencia artificial y su “troupe” de robots fabricados específicamente para que ningún omeguiano tuviera que volver a trabajar en el turismo, entonces se produjo un acontecimiento histórico que cambiaría para siempre nuestro futuro. El planeta Noctor, el planeta guerrero por antonomasia del cuadrante, decidió invadirnos, apoderarse del planeta, de su negocio turístico y convertir a su población en soldados mercenarios. Por suerte “H” ya lo había previsto y gracias a los informes de sus espías, robotizados o no, tuvo tiempo suficiente para crear el arma de guerra que acabaría con todas las guerras, como se ha pregonado siempre en la propaganda bélica de todos los planetas de la galaxia. Esta vez fue verdad.
La invención del rayo Omega, un laser tan original y portentoso que aún nadie sabe muy bien cómo funciona, permitió a nuestra inteligencia artificial derrotar a la flota de guerra noctoriana antes incluso de acercarse al planeta. Pero esta es una historia que se narra en otra parte, concretamente en el trabajo de nuestro colega Andronius Tostis, el mejor historiador de la que él llamó “La guerra más pacífica de la historia”. Sin un solo disparo de la flota noctoriana ésta tuvo que retirarse de Omega, que de esta manera y por sugerencia de “H” que el Consejo planetario ratificó por unanimidad, nuestro planeta entró en cuarentena y ya no se permitió entrar o salir a nadie, salvo justificadas excepciones.
De esta forma el turismo pasó a ser una más de las muchas posibilidades que “H” ofreció a los ciudadanos omeguianos. Ahora mismo son pocos los omeguianos que desean viajar a una parte u otra del planeta y cuando se produce algún atasco porque todos se ponen de acuerdo para viajar a un mismo sitio, a la vez, nuestra inteligencia artificial reparte créditos preferenciales para viajes turísticos según los méritos de los ciudadanos, alcanzados de una u otra manera. “H” es muy respetuoso con nuestra libertad, pero nos incentiva, la zanahoria y el palo, para que no perdamos las buenas costumbres omeguianas en las diferentes facetas y campos de nuestra cultura.
En eso ha quedado el un tiempo floreciente turismo omeguiano, en algunos viajes con naves planetarias para ver un paisaje o un lugar determinados.
FIN
Nota final. Extracto de la tesis doctoral de la doctora Livia Urdoza, realizado por nuestro decano.
NOTA BIBLIOGRÁFICA
Para más datos sobre el turismo y los hoteles en la época floreciente de nuestro turismo les remito al gran trabajo de nuestro colega titulado “HOTEL OMEGA”.
Para más datos sobre la batalla del Valle de la Muerte y sobre la batalla más pacífica de la historia remito al trabajo conjunto que hemos hecho todos los historiadores de la facultad de historia de la universidad e Vantis.

miércoles, 22 de julio de 2020

PRIMER ASESINATO EN CRAZYWORLD IX





Estaba ya tan acostumbrado a mi amnesia que ni siquiera me planteé una posible comparación con mi vida sexual anterior, mejor dicho en el pasado, porque la anterior era la experiencia con Kathy, inclasificable, inimaginable, incomprensible. Ciertamente estaba convencido de haber tenido una vida sexual muy rica, aunque no la recordara, incluso la posibilidad de haber sido un gigoló estaba calando en los agujeros del techo de mi cerebro, suponiendo que los tuviera y algo pudiera colarse por ellos, pero todo ello era agua de borrajas, porque recordar, lo que se dice recordar, solo recordaba mi estancia en Crazyworld desde que me despertara en la enfermería y viera allí a Kathy, la enfermera, la vampira, la diosa que me había deslumbrado. El resto era una vaga y confusa sensación de cosas que me venían a la cabeza, sin ton ni son, y que lo mismo podían proceder de mi fantasía, suponiendo que los amnésicos tengan imaginación, o de esa actividad mental que se supone que tiene toda mente que se precie, lo mismo que la naturaleza de un basurero es almacenar todo tipo de basura. Por eso lo que estaba sintiendo ahora, la firme certeza de que podría tener sexo con Heather aún después de una noche con Kathy, con escasas horas de sueño y un agotamiento que casi ni sabía cómo era de tan intenso como parecía ser, bien podía tratarse de la ilusión que tiene todo hijo de vecino de saltar el obstáculo que tiene a unos pasos y alcanzar la meta.

A pesar de todo no podía dejar de disfrutar de aquel maravilloso cuerpo desnudo que se me ofrecía a la vista y al tacto, puesto que tras ser desnudado velozmente y empujado al lecho, de espaldas y sujetado por piernas y brazos, estaba preparado para vivir una deliciosa aventura, claro que mejor que el trabajo lo hiciera todo ella, al menos de momento, luego ya veríamos cuando se calentara el motor y los pistones hicieran lo que tuvieran que hacer, que no sabía muy bien lo que era, aunque tuviera una vaga idea, y me estoy refiriendo a los de un coche, porque mis pistones, o sea los testículos o como los llamara El Pecas, que tenía un vocabulario extenso y poco melindroso, parecían saber muy bien cuál era su función en todo aquel proceso, es decir, hincharse, estirarse, dolerse, fabricar lo que tenían que fabricar, a toda prisa y luego esperar el momento de arrojarlo todo por la tubería hacia donde esperaba ser bien acogido.

El sueño pugnaba con el deseo espantoso que tenía de ser acariciado, magreado, abrazado, estrechado, estrujado y puesto a cien por el cuerpo más maravilloso que había visto nunca. Y aquí debo volver a matizar que en realidad cuerpos desnudos solo había visto, o recordado haber visto, el de Kathy y ahora el suyo. Pero aún así la insidiosa sensación de que había visto muchos continuaba colándose en algún rincón de mi consciencia, donde parecía estar ganando la batalla. Lo cierto es que Heather debía de haberme deseado mucho y con mucha intensidad porque su excitación, calentón o los mil nombres que tiene o puede tener algo así, parecía estar a punto de llegar al paroxismo y ella no estaba muy dispuesta a embridar nada, ni una yegua fogosa, ni un cuerpo calenturiento, ni cualquier otra cosa que se le pusiera a tiro. Quiso saber a qué sabía mi boca, y lo supo, sin prisas, me mordió el labio inferior y eso me ayudó mucho a despertarme completamente, aunque solo fuera un momento. Sus manos querían conocer mi piel y la conocieron, también sin prisa, pero cuando tocó mi pene, bastante dormidito el pobre, éste se despertó rápidamente, bostezó y me interrogó sobre lo que estaba pasando. Le contesté que él sabría y que me dejara en paz, que estaba muy a gustito tumbado tranquilamente boca arriba, relajado, buscando la forma de dormir una noche en un minuto, de descansar horas en segundos y de darme tiempo, a la espera de que el volcán explotara y todo saliera por el aire, en cenizas, en nubecitas blancas o en lo que tocara en ese momento.

Mi pene no bostezó dos veces, sus ojitos ciegos debieron abrirse y contemplar todo aquel cuerpo prieto, las curvas, las colinas, las llanuras, los valles e incluso aquel formidable y celestial trasero que él no podía ver y yo tampoco en aquel momento, pero bien que me había regodeado con él en las ocasiones en que tuve ocasión. Lo cierto es que el pene se excitó mucho, muchísimo, y sin pedirme permiso se estiró todo lo que pudo y más. Esto, percibido, sentido, visto por Heather la animó a tocarlo, acariciarlo y luego a besarlo con fruición, buscando posturas adecuadas, momentos dichosos, todo ello sin prisa, porque ella no parecía tener la menor prisa, no así yo que esperaba que su excitación la llevara a una rápida galopada y a un final feliz, consistente en un agotamiento dulce, como el sueño que la iba a invadir. Solo que de momento eso no ocurría y tras explorar mi cuerpo, rincones y poros se introdujo a mi despierto miembro en su más que despierta y excitada cueva, buscó la postura, comenzó a subir y bajar con suavidad y delectación, me miró, sonrió, me volvió a mirar, abrió la boca, suspiró, luego gimió y todo iba de perlas para ella y también para mi pene, que en el interior de la cueva disfrutaba como pocas veces le había visto disfrutar, de nuevo matizo lo de la amnesia y estoy harto ya de ella, a ver si con un poco de suerte, como mucho me llega a mañana. La galopada, los gemidos, el cuerpo apoteósico de Heather, sus asombrosos pechos, y todo lo demás se confabuló para que yo me olvidara del merecido sueño y la sujetara por las caderas, coadyuvando a su placer y al mío. No contengo con ello me volví loco de repente, la volteé y sin la menor inhibición decidí que la posesión de aquella mujer era para mí más preciado que el oro y los diamantes, suponiendo que supiera lo que era aquello, que no lo sabía muy bien. La pasión me cegó, a ella también, porque cerró los ojos, gemí, grité, ella también y más y al final ocurrió lo que tenía que ocurrir, que la fábrica ya no podía con tanta producción y se vio obligada a expulsarla por la tubería y que fuera lo que fuese. Lo que fue lo llamaría un orgasmo tan brutal como esplendoroso y Heather se volvió medio loca, me arañó la espaldas con las uñas, afiladas, me mordió una oreja, levantando sus pechos hasta mi boca, lo que aproveché para lamer sus pezones, mordisquear sus colinas, de lo que me había olvidado y agarrarme con sus manos las nalgas y apretar y apretar y apretar, y buf, no me podría desprender de ella ni a patadas. Pensé que lo mejor era relajarme, en cuanto los movimientos espasmódicos cesaran y descansar sobre su cuerpo, si me lo permitía, lo que me permitió sin protestar.

Y eso fue todo, bueno, casi todo, porque en cuanto se desprendió de mí y se acurrucó a mi lado y me susurró cositas muy dulces y bonitas, el sueño me embistió como un toro enfadado y me corneó donde más duele, no tuve tiempo ni de pellizcar un pezón de Heather como un gesto de admiración y sentimiento de agradecimiento, porque me quedé dormido como un plomo, un leño, una marmota, como un bebé que llevara noches sin dormir y necesitara descansar un poco para volver a empezar a la noche siguiente. Entré en coma, suponiendo que supiera lo que era aquello y olvidé todo, algo de lo que sí sabía más. Cuando desperté, o mejor dicho, me despertó un fuerte olor a café fuerte y sabroso y a algo que se calentaba en lo que supuse un microondas,  y apenas tuve tiempo de terminar de abrir los ojos del todo cuando Heather estaba en la cama, con una bandeja completa y olorosa, me acomodó la almohada que nunca sabré de dónde sacó, ella se acomodó y antes de iniciar el desayuno, almuerzo, comida o cena, o lo que fuera me dijo:

-Entiendo que estés agotado, amorcito, lo de pasar una noche con Kathy tiene que ser algo realmente agotador. Te agradezco el esfuerzo que has hecho para contentarme y te lo premiaré en otro momento, porque ahora veo que tienes tanta hambre como yo.

-Te aseguro que el esfuerzo no ha sido tanto, solo contemplar tu cuerpo de diosa, todo resucitó en mí, algunas partes antes que otras. Y en cuanto al hambre, sí que la noto, sí, pero me gustaría que me dieras la hora, si no te molesta ser un reloj de cuco o una Venus cuco, si te parece.

-Eres adorable, mi chichuchirrín, no solo me has dado un inmenso placer, y medio dormido, sino que tus ojitos azules me están prometiendo que me lo darás en un futuro, cercano y lejano. Además me haces reír. ¿Qué más puedo pedirle a la vida?

-Salir de este antro infernal, por ejemplo.

-Dejémoslo.

Y lo dejamos. Y devoramos en silencio. Cuando hubimos acabado, más pronto de lo acostumbrado, ella me dijo.

-Me olvidaba. Has dormido cinco horas, cariño, y lamento que el olor de la comida te haya despertado, pero no aguantaba más.

Llevó la bandeja a donde tuviera que llevarla, que no lo sé porque no miré. Luego nos vestimos sin prisas, entre arrumacos y carantoñas y acabamos por desplazarnos hacia los monitores. Yo tenía un mal pálpito y creo que ella también. Se confirmó en cuanto vimos a Jimmy el Pecas en la cámara de la puerta de entrada, dando saltitos como un mono, gesticulando como un payaso titiritero de lo peor y luego pateando la puerta, como si no le doliera. Por suerte Heather había tenido el acierto de silenciar el sonido. Todo parecía indicar que se estaba produciendo el apocalipsis, o puede que solo se tratara de otro asesinato.

.¿Puedes darle sonido?

-¿Para qué? No soporto la voz chillona de ese payaso, especialmente cuando pierde los estribos. No te preocupes, yo te puedo traducir.

-¿Cómo?





miércoles, 15 de julio de 2020

PRIMER ASESINATO EN CRAZYWORLD VIII




No se me ocurrió contar las personalidades que afloraron a lo largo de la noche, tampoco si había equidad de sexos, sencillamente me dejé llevar por aquella representación inverosímil y surrealista, en la que participaban personajes de todo tipo, masculinos, femeninos, niños, ancianos e incluso algunos personajes literarios que me llamaron la atención, tanto por su clasicismo como por su variedad, desde personajes bondadosos a los más mezquinos de la historia de la literatura. En aquel momento no fui consciente de un hecho sorprendente, estaba recordando aquellos personajes como si hubiera leído todos aquellos libros. Mi amnesia estaba desapareciendo, o tal vez fuera que al no pensar en ello durante el tiempo que llevaba en Crazyworld no podía saber si formaban parte de mi amnesia o no. Lo que sí era confuso, como visto a través de la niebla, eran los lugares y sensaciones en que yo había leído, si es que lo había hecho, aquellos libros. Lo curioso es que parecían asociados a mujeres con contornos difusos. Una idea extraña se fue formando en mi mente. Era como si en mi pasado, en mi vida olvidada, hubiera sido un hombre muy promiscuo, incluso me atrevería a decir que tal vez un gigoló. Una palabra que me pareció muy llamativo. ¿Yo un gigoló? Entonces entendí un poco a Heather. Me había llamado yogurín, algo que parecía significar un jovencito muy mono, muy agradable, que podía ser comido cucharadita a cucharadita, como un yogur. Cuando tuviera un poco de tiempo y encontrara un espejo me miraría atentamente a un espejo. De momento podía decir que yo era un hombre joven, aunque no era capaz de calcular mi edad, alto, bien formado, fornido, tal vez atractivo para las mujeres, aunque eso no me correspondía a mí decirlo. Eso explicaría haber llegado hasta allí conduciendo aquel cochazo que recordaba, porque el accidente parecía estar regresando a mi memoria con una solidez bastante desagradable. Pero si yo hubiera sido un ejecutivo, un magnate, también podría explicar que tuviera un coche tan caro, eso era evidente.

Por desgracia la aparición de personalidades o personajes, no sabría cómo llamarlos, apenas duraba cinco minutos, lo que no me permitía captar de ellos todo lo que deseaba. Se podría decir que aquella era una película a cámara rápida, repleta de personajes y de situaciones. Lo más llamativo era que todas ellas tenían su propia voz y su propia personalidad, claro, de otra forma no serían personalidades. No era como si él fuese un imitador, un ventrílocuo, sino que las voces eran tan naturales que uno buscaba de forma inconsciente a la mujer que estaba hablando o al niño, o al hombre que encajara con un determinado físico. Todas ellas discutían con otro, la personalidad nucleótida, supongo, recriminándole esto o aquello, recabando, con amenazas, un mayor protagonismo, un mayor tiempo de consciencia o de salida a la luz. No podía entender el escaso tiempo que afloraban, y menos que parecieran tener un tiempo marcado por un reloj invisible. La personalidad nuclear tenía también su propia voz, que encajaba a la perfección con el físico de aquel hombre. Intervenía en todos los monólogos de sus personajes, les iba calmando con una voz suave y tranquila, les explicaba que no había suficientes horas en el día para que todas pudieran tener un mayor protagonismo, simplemente una hora para cada una relegaría a las otras a permanecer ocultas durante días, tal vez semanas, incluso meses. Parecía tener un control férreo sobre todas ellas, dejándolas salir a la superficie cuando así lo decidía o las circunstancias lo aconsejaban. Bien podría ser un director teatral o un director de circo, pongamos por caso. Eso me hizo pensar en la posibilidad de que las diferentes personalidades que le había visto exhibir durante el tiempo que llevaba allí no eran aleatorias, sino números de circo perfectamente programados. Me pregunté qué buscaba en realidad la personalidad jefe. Hubiera sido un claro sospechoso de no haber presenciado con mis propios ojos que el Sr. Múltiple Personalidad no había salido de la habitación en toda la noche, como pude comprobar en cuanto hubo acabado la grabación. Había permanecido de pie, paseando por el cuarto, se había acostado, se había echado la ropa de la cama encima, como si tuviera frío, luego se la había quitado a patadas, como si tuviera calor, se había levantado, se había sentado en la cama, todo de forma aleatoria o tal vez siguiendo los dictados de sus otras personalidades, no podía saberlo. Cuando todo terminó me sentí agotado mentalmente y también físicamente, prácticamente no había dormido en toda la noche pasada con Kathy. El sueño se apoderó de mí, me sentía confuso, malhumorado, la realidad parecía difuminarse, si ello era posible en Crazyworld. Solo el hecho de que mi amnesia me impidiera hacer comparaciones explicaba que no me sintiera en un sueño surrealista y sin sentido.

Casi le supliqué a Heather que nos tomáramos un descanso. Ella debió interpretarlo mal porque sus ojos se iluminaron como dos estrellitas que dieron luz a su rostro, iluminaron su deliciosa sonrisa y todo su rostro esplendió como una supernova. Hasta su cuerpo pareció brillar como una farola, haciéndolo aún más seductor. Me soltó la mano que había oprimido la mía durante todo el tiempo, apretó un botón del mando que hizo que el monitor se apagara y levantándose con agilidad felina dejó el mando sobre su silla.

-Dame solo un minuto.

Y se dirigió taconeando con garbo hasta la pared del fondo que no contenía nada a simple vista. Hizo algo con sus manos, que no pude ver, porque me las ocultaba su preciosa espalda y un panel se descorrió. Se puso en cuclillas y hurgó en el hueco. Pronto sacó una caja de cartón que no me pareció gran cosa. De ella extrajo algo que llevó hasta una esquina. Allí metió un enchufe macho en el enchufe hembra de la pared, oprimió algo y el bulto comenzó a hincharse a gran velocidad. Se trataba de un colchón de aire. Eso era. Regresó a toda prisa, me tomó de la mano y casi me arrastró hasta allí. No tuvimos que esperar mucho tiempo. Yo no quise preguntarle nada porque estaba molido pero sentía curiosidad por saber la razón de que tuviera escondido un colchón. Sentí un pescozón de celos. Parecía evidente la causa de todo aquello. No me dejó pensar mucho más. El colchón terminó de hincharse, me sentó en él y comenzó a desnudarme meticulosamente, zapatos, calcetines, pantalón, niqui, calzoncillos. Quedé en pilota picada en un momento. Ella se dio la misma prisa despojándose de su uniforme y ropa interior. Me sorprendí deseando que lo hubiera hecho más despacio.

domingo, 5 de julio de 2020

PRIMER ASESINATO EN CRAZYWORLD VII




Ya tenía suficiente información, al menos de momento. Decidí ver al completo la cinta del Sr. Múltiple Personalidad, un espectáculo así solo se da una vez en la vida, si se da. Claro que iban a ser muchas horas, así que le rogué a Heather que estuviera atenta a mis indicaciones para acelerar la cinta, prometiéndole que en cuanto acabara nos tomaríamos un descanso. Se acomodó a mi lado en la silla, me tomó de la manita e iniciamos la aventura más estrafalaria jamás contada. Rebobinó hasta el principio y estuve muy atento a la escena inicial. La señorita Ruth abría la puerta, entraba con el Sr. Múltiple, la cerraba y con paso pausado, agarrada a su brazo, caminaban hacia el lecho. Parecían dos novios tan románticos como esperpénticos. Ella le hablaba con voz suavecita y cariñosa, como a un niño rebelde al que hay que convencer que ha llegado la hora de irse a la cama. Entre cariño por aquí y cariño por allá logró sentarlo en la cama. Sin dejar de hablarle un momento le quitó las pantuflas, los calcetines de colores y el resto de la ropa, poniéndole a continuación un pijama infantiloide, con animales de peluche, lunas y estrellas. Le besó en la frente, le tumbó en la cama, le arropó, le quitó las gafas y se disponía a irse cuando el Sr. Múltiple protestó. Quiero un cuento. Y allá que veo a la señorita Ruth remangarse y contarle un gracioso cuento de hadas sin pies ni cabeza pero muy meritorio. Aquel momento íntimo subió muchos puntos en mi estima a la señorita Ruth. Dejó de parecerme un marimacho insoportable, una beata resabiada, tan vengativa como la serpiente de cascabel, para transformarse en una mujer traumatizada por una vida dura y una estancia en un infierno de lujo, pero infierno, como era Crazyworld. Hasta me dije que tal vez mereciera la pena conocerla más a fondo.

Me quedé pasmado cuando para despedirse, esta vez definitivamente, la señorita Ruth le dio un cálido y largo beso en los labios al Sr. Múltiple Personalidad. Fue algo definitivo, aquella mujer tenía algo, algo, no sabía muy bien qué, pero algo. Salió, cerró la puerta y el paciente no tardó en dormirse, lo supimos por los estentóreos ronquidos. No pasaron ni cinco minutos cuando el ritmo musical de la locomotora se detuvo y una vocecita infantil preguntó algo que no pude entender. A patadas se quitó de encima la ropa de cama y se bajó de ella dando un saltito infantil. Comenzó a moverse por toda la habitación como si llevara un avión de juguete en una mano, haciendo el clásico ruidillo que hacen los niños en estos casos. Algo así como bruz, bruz y bruuzz. No me pidan que haga imitaciones, porque soy muy malo… creo. Luego el avión ametralló algo en el suelo, él se puso de rodillas, le cambió la voz, era como la de una mujer muy obsequiosa, casi diría que cariñosa, preguntando a seres invisibles si estaban bien. Supuse que ella era una enfermera, que estaba en un hospital de campaña y atendiendo a soldaditos a quienes acababa de ametrallar el cruel piloto infantil. La voz de la enfermera era tan seductora que casi deseé ser un soldadito ametrallado. Aquello tampoco duró mucho porque sonó una voz melodiosa, también de mujer, entonando una vieja canción del cine en blanco y negro. Danzó con una sensualidad pervertida tan atractiva como la de Gilda, incluso se quitó un supuesto guante, por lo que supongo que aquella era su personalidad Gilda, me lo confirmó su movimiento de cabeza como al recibir un formidable bofetón. No se quedó quieta, no que se lanzó sobre su supuesto agresor y comenzó a morderle con rabia asesina. Cayó al suelo como desmayada, allí permaneció un tiempo que se me hizo tan largo que indiqué a Heather que acelerara la cinta, lo que hizo. Quien se levantó no fue una mujer sino un hombre y bastante razonable, para mi gusto, incluso llegué a pensar que esa era su verdadera personalidad, el hombre que había sido antes de caer en las garras de múltiples personalidades liberticidas que le habían atrapado en su tela de araña. Se lo comenté a Heather.

-Puede que tengas razón. Esta personalidad no la había visto nunca y ninguno de mis compañeros la comentó. Desde luego que si es su personalidad núcleo parece muy razonable y debería aparecer más a menudo. Cuando pase todo esto se lo comentaré a Sun, a ver si puede hacer algo.

-Oye, hablas como una psicóloga. ¿Lo eres también?

-Aquí  los guardianes tenemos que hacer de todo y ser de todo aunque no seamos de nada.

-Se me ocurre una cosa. ¿Cómo es que vosotros os quedáis aquí tan pimpantes cuando sois los únicos que os podríais marchar?

-¿Tú crees? Se ve que eres un novato. En efecto, puede parecer que los guardianes podríamos marcharnos cuando nos diera la gana y que si no lo hacemos es porque estamos tan bien pagados que merece la pena seguir aquí confinados el resto de nuestras vidas, pero no es así. Nosotros tampoco podemos marcharnos, aunque tengamos más oportunidades que el resto de reclusos. No lo sabes, pero en el exterior hay patrullas vigilando el perímetro de forma constante, día y noche. Como sabes las vallas están electrificadas y tienen cámaras de seguridad que no solo nos dan imágenes a nosotros sino a un centro de control exterior. Los guardianes externos tienen sus turnos de trabajo, sus vacaciones, pueden irse a casita, a ver a su familia y llevan una vida como los patrulleros de frontera, un poco incómoda pero no muy diferente del resto de los mortales. No me preguntes cómo es que alguno de ellos no se ha ido de la lengua y ha vendido la exclusiva. No lo sé, pero supongo que hay mucho más que estar muy bien pagados. Tal vez haya a  su vez otra sección invisible de espías infiltrados o detectives en la sombra que vigilen a todos esos patrulleros. Sea como sea los guardianes de dentro estamos tan recluidos y deseosos de marcharnos como los demás.

-¿Puedo preguntarte si te espera alguien fuera?

-Puedes preguntar y te voy a responder. Mr. Arkadin no es tonto, todos los profesionales que estamos dentro somos seres más bien solitarios, la mayoría sin familia, marginados por esa sociedad hipócrita de ahí fuera, o tan traumatizados por determinados acontecimientos que el permanecer aquí, aislados del mundo, viviendo a cuerpo de rey, no parece tan malo. No, no es necesario que me hagas la pregunta que tienes en la lengua. A mí no me espera nadie, por desgracia mis padres murieron en accidente de tráfico, estaban enemistados con el resto de la familia que ni siquiera supo de mi nacimiento y existencia. Tuve alguna que otra aventurilla sentimental –como no podía ser menos porque estoy muy buena, y tú lo sabes y lo estás pensando- pero me fue fatal, los hombres sois una mierda, tú eres la excepción porque no te acuerdas de tu pasado, pero te volverás una mierda cuando lo recuerdes, así que por favor no lo hagas, al menos dame un tiempo. Y no, no, como no me espera nadie fuera puedo estar dentro con cierta comodidad y más si puedo disponer de un yogurín como tú, tan guapo, tan alto, tan fuerte, tan dulce, tan sensible, tan-tan-tan y voy a dejar de tocar el tambor de momento.

-Menos mal. Anda rebobina hasta cuando se levanta que me he perdido ese monólogo prodigioso.

Así lo hizo y pude disfrutar de un monólogo memorable interpretado por el mejor actor que había conocido, si es que conocí alguno porque mi amnesia se había centuplicado una vez que Heather me hizo saber que estaría disponible para mí mientras no recobrara la memoria. La personalidad que había asomado al exterior era extraordinaria. Parecía conocer al resto de personalidades y muy a fondo. Sabía cómo llamarlas, controlarlas, hacer que bailaran para ella como muñequitas de cancán. Las hacía asomar llamándolas dulcemente por su nombre, las interrogaba, las daba instrucciones y todas se le sometían, incluso algunas oscuras, muy oscuras, llenas de inquietantes presagios. Desde aquel momento mi pena por la enfermedad del Sr. Múltiple Personalidad decreció mucho y me dispuse a estar muy atento a todo lo que hiciera o dijera, porque allí se estaba fraguando algo y la portentosa interpretación de aquel genial actor no me iba a engañar. No creo que en aquella noche asomaran al exterior todas las personalidades ocultas, pero me hice una idea aproximada de lo que podía esperarse de semejante colmena de abejas, avispas y toda clase de insectos, reptiles y demás ralea que no deja de ser menos temible que los especímenes humanos que pululan por nuestra sociedad.  Cuando la personalidad nucleica terminó su trabajo de supervisión, algo que supuse hacía todas las noches en sueños, comenzó un monólogo hamletiano en el que había muy pocas dudas. Tenía claro lo que iba a hacer, cómo se iba a divertir, e incluso con quién intentaría tener sexo, algo totalmente insólito que dejó de piedra a Heather porque entre los nombres susurrados, no solo de mujeres, también estaba el suyo, lo que no me sorprendió ni mucho ni nada porque sin duda era una de las mujeres más buenas de Crazyworld y también en el buen sentido de la palabra bueno, porque me parecía una persona encantadora y digna de confianza.