domingo, 30 de abril de 2023

MI VIDA FICTICIA EN EL CHAT

 



NOTA INTRODUCTORIA/Cuando allá por el año 1995, más o menos, decidí comprar un ordenador, con el fin de poner un poco de orden en los manuscritos que se acumulaban por todas partes, en libretas pequeñas, en libretas grandes, en cuadernos normales, en cuadernos grandes, en cuadernos de anillas, en hojas sueltas, en folios Dina A4, en papelitos sueltos… no imaginaba dónde me estaba metiendo. Porque nadie entendía que me hubiera comprado un ordenador y no me conectara a Internet. ¿Para qué lo quieres sino? Pues para pasar mis manuscritos al ordenador con un procesador de textos, para ordenarlos en carpetas, para hacer copias de trabajo de mis relatos y novelas, para corregir los textos sin estar mirando el diccionario cada dos por tres… Me daba miedo la selva virtual, me daba pánico Internet. No sabía nada de este mundo, no en vano yo no pertenecía a la generación virtual que se maneja en ese universo con la facilidad con la que un bebé se mete el chupete en la boca. Lo pensé y repensé durante meses, hasta que al fin tomé una decisión, si uno quiere conocer la selva debe introducirse en ella, con todas las precauciones, por supuesto, y ver si es tan bestial como parece a simple vista. Además, el lado positivo puede ser mayor que el negativo, especialmente para un escritor anónimo que quiere subir sus textos y ver la reacción de sus lectores.

Contraté la conexión y poco a poco fui adentrándome en la selva, primero un pie, luego el otro, una mano la otra y zás, cuando más descuidados están los depredadores de la selva, asomo la nariz. No voy a contar aquí mis aventuras y desventuras, muchas más estas últimas, porque eso lo narro en estos relatos virtuales, escritos sobre todo para burlarme de mí mismo y atenuar el tembleque que me produjeron algunas experiencias. Yo no sabía nada de nada del mundo virtual y tampoco tenía amigos o conocidos que me pudieran ir dando consejos –con el tiempo comprendería que a nadie le gusta dar consejos en este terreno, es como… como diría yo, algo muy íntimo, de lo que nadie le apetece hablar- por lo que, con mucho cuidado, fui probando las herramientas que me ofrecía Internet. Lo del chat me dejó muy tocado, porque yo era tan ingenuo –como la mayoría de los de mi generación- que pensé que en el chat podías hablar con todo el mundo, de todo, de cualquier cosa, e incluso hasta ligar, algo que a los tímidos nos cuesta Dios y ayuda. Lo que me ocurrió lo cuento aquí, una serie de relatos que abandoné muy pronto, no sé si porque me daba vergüenza o porque comprendí de inmediato que estas eran algunas de las trampas que los depredadores de la selva ponían a los ingenuos, a los novatos, a los bóvidos, para atraparlos y devorar sus carnes. También abandoné otras series que había iniciado al mismo tiempo, tales como los Jaquers Mates, para burlarme de los jaquer que me jaquearon el correo electrónico unas cuantas veces, privándome de blogs a los que había subido ya muchos textos. Me burlé así mismo de mi candor cuando pensé por un momento que el correo electrónico podría ponerme en contacto con todos los habitantes del planeta, así, sin más, y de esta decepción surgió Los manifiestos de la Mente enmascarada.com, cuando me reí de mi ingenuidad al pensar que ahora sí podría cambiar el mundo con mis manifiestos que enviaría a todos y cada uno de los habitantes del planeta. El resultado de todo esto fue que me quedaron unas cuantas series en la correspondiente carpeta, a medio terminar.

Ahora, pasadas décadas, cuando ya viejo y pellejo…(no, eso no, porque sigo sin adelgazar) me veo descargándome de todo lo acumulado durante estos años, por si tengo que mudarme una vez más de casa, para poder llevar la casa a cuestas como los caracoles y sobre todo porque la muerte se va acercando piano-piano y me gustaría que cuando me alcance lo que deje atrás sea lo mínimo posible, para que los que permanezcan acá, un momento más que yo, no mucho más, no llenen contenedores de basura con mis posesiones y apegos. No obstante el apego me puede y me gustaría completar las series que dejé a medias hace ya décadas. Así ésta la remataré, Dios mediante, con un último episodio que viene como anillo al dedo, ya que la inteligencia artificial y los chats GP o GT o como se llamen me lo han puesto en bandeja. Pasé de puntillas y lo más discretamente posible por todos los avances que se han ido produciendo durante estos años, décadas, dejando atrás talleres de escritura, como el Hotel de los disparates, textos subidos a esta y a aquella página, las ilusiones que me hicieron creer -¡santa ingenuidad!- en la posibilidad de utilizar Internet como un trampolín para convertirme en escritor profesional.

Espero que tras terminar con esta serie logre dar remate a la de los Jaquer Mates y alguna que otra más olvidada en mi carpeta de Relatos virtuales.  

                         Mi vida ficticia en el chat I

Cuando los instaladores abandonaron mi casa estrechando amablemente mi mano puse en las suyas una buena propina, se la merecían, no todos los días tiene uno la suerte de recibir un regalo mágico que te permitirá ponerte en contacto con millones de personas y enviarles un saludo estrechando su tecla, porque lo que es su mano aún le queda algo a la técnica para conseguirlo.

No fue hasta unos días después que observé una cajita de cartón que mis amables Reyes Magos habían dejado olvidada en un rincón. Estaba ya bajo un montón de papeles, periódicos viejos y cachivaches que suelo ir dejando por todas partes a la espera que un alma caritativa encuentre tiempo para echarme una mano. La abrí muy interesado pero solo tenía trozos de cable, algo nada sorprendente porque aprovechando la tentadora oferta me conecté también a la televisión por cable, al teléfono por cable (el móvil lo tengo desde que salió la primera oferta) e incluso a la radio por cable (¿qué aún no existe?, pues yo ya tengo los cables, a ver cuando se ponen al tajo). No me extraño que la caja estuviera llena de cables, pero como me gusta hacer siempre con todo metí la mano hasta el fondo y toqué algo más. Ante mi hilarante sorpresa lo que saqué del fondo fue un enorme y supermullido y superabsorvente pañal con un librito de instrucciones pegado a la etiqueta de fábrica. No dudé un instante en abrirlo.

Según decían los fabricantes el consumidor no debería de extrañarse de ese regalo puesto que como todos saben los internautas acaban por padecer de almorranas, de incontinencia urinaria y otra cosa que me callo para no ser grosero. Son muchas horas navegando sin cambiar de postura, tu parte más mullida se siente incómoda a pesar de estar preparada para la función que la naturaleza le adjudicó; asimismo suele suceder que uno acaba perdiendo consciencia de las señales que te envía el cuerpo para que procedas al conveniente reciclado de productos.

Pero no solo estaba el pañal en el fondo de la caja, decidí tirar al suelo todo su contenido, con gran pasmo contemplé un gran chupete de látex tan duro que rechazó mis dientes al propinarle el primer mordisco, insistí por segunda vez y mis encías sufrieron una dolorosa hemorragia que casi me hicieron acabar con el gigantesco chupete en la basura. No obstante pensé que nada me iría mejor, a un bebé internauta, que un gran chupete. Así que dije gu-gú con entusiasmo y me endilgué a mí mismo el chupete que no pensaba quitarme en unos meses.

Así preparado, con pañal y chupete, no necesitaba nada más aparte de un gran entusiasmo. Me conecté a la Red, asomé mi cabezota peludina, con chupete incluido, por la rendida de la puerta y sin despegarme el chupete de la boca pregunté con el teclado: ¿se puede?. Soy un bebé muy educado, pero nadie respondió. Decidí mientras obtenía respuesta probar esa nueva fórmula de correo que llaman electrónica. Lo hice con mucho cuidado, eso sí, no fuera a darme un calambrazo. Decidí escribir un emilio -había oído en la radio que se llamaba así- de salutación a todos los internautas del planeta. Para mi sorpresa el primero en recibirlo fui yo, más tarde comprendería que al rellenar los espacios en blanco en el sobre puse también como destinatario al remitente. Gu...gú... dije con enfado mientras mordisqueaba con rabia el chupete.

Lo segundo que debo hacer, pensé, es aprender a chatear. Me consta que no se trata de tocar narices chatas ni de tomarse unos chatos con los amiguetes; lancémonos, pues manito, al río y veamos qué hay en el fondo. Tecleé con mucho cuidado la palabra no fuera a despertar al lobo feroz, no sería la primera vez que algo así le sucede a un explorador aunque normalmente a él le salen leones, siempre ha habido categorías.

Elegí un chat al azar, cliqueé y esperé por si me mandaban un vinillo por correo. En lugar de ello se abrió un portal, un zaguán, una sala de espera o como se llame. Allí un letrerito me indicaba que introdujera el nick. Por supuesto que había oído hablar de los alias o apodos por lo que deduje que ese era el que me tocaba según un inextricable proceso aleatorio. Confieso que no me gustaba mucho. Antes que Nick hubiera preferido John o James o cualquier otro, pero me adapté a lo que tenía y lo introduje por la rendija, a ver si me abrían la puerta. No percibí el inevitable rechinar de cualquier puerta que se abre, en su lugar salió un cartelito con coléricos signos de admiración. ¡Escoge otro nick, ese es el mío!.

Vale tío, no creo que sea para ponerse así. Di dos o tres mordiscos al chupete y pensé en un buen alias. Los personajes de mis historias son tan rarillos como sus nombres, dudo mucho que encuentre un "alias" semejante. Seguro que no hay otro "ermantis". Lo introduje por la ranura y se me abrieron las puertas del cielo.

La primera vez que entras a un chat te quedas un poco suspenso, como meditabundo. En la vida corriente no sueles echar nada por las rendijas para que se te abran las puertas, menos aún llamas con los nudillos y esperas que te dejen entrar sin saber qué clase de reunión o qué personajes te vas a encontrar al otro lado. Porque aunque en la puerta esté bien clarito eso de chat para hablar de literatura o de fútbol o de amistad o de sexo también llamado erotismo, o de la reproducción del cangrejo de río, lo cierto es como luego pude comprobar en los chats se habla de todo y cada cual va a su bola aunque no se sepa muy bien en qué portería quiere meterla.

Una vez en la antesala te entra el canguelis, te pones a temblar y las teclas comienzan un extraño baile de claqué. Miras y ves un listado de "alias" -ahora comprendes que alias es sinónimo de nick- tan extraños, tan estrambóticos que te recuerdan a los nombres de tus personajes. ¡Y tú que te creías el rey de todo el mundo!.

Observas unas caritas con multiformes y divertidas expresiones. Supones que son esmailis y te preguntas si tendrán que ver con la "escaili" esa de la verdad está ahí fuera. Tú siempre pensando en lo mismo, ermantis. Luego recuerdas que su nombre es Escali o algo así, no tiene porqué haber relación. No obstante no tocas en las caras por si estuvieras equivocado no sea que se produzca una combustión espontánea.

No sabes cómo se saluda aquí, evidentemente no puedes ir de uno en uno estrechando manos y presentándote. Hola, soy fulanito de tal, alias cual... sí ese de la banda de Al Capone. Das un par de mordiscos al chupete y te decides por cliquear en un nombre de mujer, de princesa celta o druida (ignoras si los druidas tenían princesas pero no te importa demasiado). Piensas que no eres tonto, nunca se sabe qué se va a encontrar uno al otro lado del "alias" pero es más fácil que si alguien quiere travestirse utilice otros como María o Maruja que un nombre exótico de princesa druídica que huele a bosque y a blanca túnica movida con delicadeza por el viento juguetón, un viento que premia así tus desvelos dejándote ver unos hermosos muslos de fémina que quitarían el hipo al propio Drácula.

Observas que en el chat se ha armado una gorda al entrar tú porque no hacen sino hablar de pelos en la sopa. Me habrán confundido con el camarero piensas. Luego siguen diciendo cosas raras que parecen ir dirigidas a tu habilidad de cazapalomas. Piensas que a lo mejor cometiste un error al elegir a la princesa druídica, pero cómo ibas a saber tú que aquello era un baile de todos, supusiste que uno escogía pareja y se ponía a bailar tan campante. Siguen hablando de ti pero ya no les entiendes porque utilizan signos cabalísticos, que si X+Z= doble v al cuadrado, dos puntos, puntos suspensivos, paréntesis... Crees que es la fórmula de una nueva bomba que te van a colocar en el trasero y te pones a bailar claqué en el teclado.

Al cliquear se ha abierto una nueva ventana, ahora entiendes porqué el enfado de los chatistas, te llevaste a su princesa sin avisar. Te gustaría que la ventana se hubiera abierto al bosque pero se trata solo de una pizarra para escribir. Una mano invisible escribe:

>>Hola, ¿eres hombre?.

Piensas que solo una mujer haría esa pregunta. Un macho de pelo en pecho piropearía primero, dispararía después y preguntaría al final. Si se ha equivocado se largará con viento fresco sin despedirse siquiera. Semejante delicadeza sólo puede nacer de un pecho, mejor de dos pechos, indudablemente del género femenino. El masculino podría empezar así: "Hola tía buena, ¡nos vamos a la cama virtual?. Si al otro lado estuviera el marujo de turno disfrazado de carnaval contestaría: "Larga, macho que quiero cotillear con el género femenino, aquí no pueden saber que detrás de mi máscara llevo barba".

Uno se imagina cosas así mientras le dices a la princesa druídica que eres muy majo, que escribes y que estás mordiendo el chupete virtual porque aún eres un bebesito. Que ella puede ser tu maestra si quiere. Al acabar de escribir quitas tus dedos del teclado porque estos podrían transmitir tus pensamientos más recónditos y aún no han salido las dos XX ni se ha oído el tachín... de las películas para mayores con reparos.

>>¿Escritor?. Eso mola mucho. ¿Qué edad tienes?...pichón (esa última palabra la pones tú).

Mentir es una estupidez, no tienes billete de avión para viajar al gran bosque druídico y estoy convencido de que nunca lo tendrás, así que dices la verdad sin pestañear. Yo soy uno de los que buscan la verdad que está ahí fuera. Me limito a dar un mordisco al chupete con más fuerza de la necesaria.

>>Eres demasiado mayor para mí. Podrías ser dos veces mi padre.

Es decir, quiere decir su abuelo, ¡qué comedida es!. Creo que exagera un poco porque aunque tuviera menos de doce años no podría ser su abuelo -hice rápidos cálculos con los dedos- ni siquiera siendo el niño más precoz al oeste del Pecos.

>>¿Qué edad tienes tu?...cariño (la última palabra me la dejo en el teclado, escondido entre tecla y tecla).

>>Dieciocho años. Creo que eres un poco mayor para mí...pero nunca se sabe...Espera un minuto.

Y me dejó, así tal cual, con el chupete en la boca y los dedos en la pistolera del teclado. Puede que haya ido al servicio... No, no pensé mal, yo no resulto tan atractivo ni en persona. Me limité a esperar con los dedos en las teclas...y esperé...y esperé...

 

Continuará...

miércoles, 5 de abril de 2023

EL BUFÓN DEL UNIVERSO IV

 


Comí con apetito. Estaba rico y más cuando llevas un tiempo sin comer o comiendo un poco de mierda, que era lo que me dieron lo que duró el viaje. Me pregunté qué sentirían las frutas que eran exprimidas para obtener el zumo, o las verduras cuando eran arrancadas. Sobre todo, me pregunté qué sentirían los animales que eran sacrificados para que su carne fue comida por los carnívoros de aquella fundación. ¿Se comía carne allí? ¿Eran todos vegetarianos? ¿Y los vegetarianos hablarían con los vegetales para pedirles permiso? ¿Se dejarían comer sin protestar, sin rebelarse? Todas ellas eran preguntas muy interesantes, pero no quise plantearlas en aquel momento. Seguro que me sentaría mal el desayuno y acabaría estropeando un día que prometía, después del infierno que había pasado en la nave. Ella me dejó comer sin hacer más preguntas. Lo que le agradecí.

 

Cuando terminamos me dijo que me enseñaría parte del complejo, no todo, porque era muy grande y no nos daría tiempo a verlo todo. Fui a recoger la vajilla para colocarla en la encimera que rodeaba la cocina, pero no me dejó.

 

-No te preocupes. Ya se ocuparán los robots de cocina.

 

-¿Hay robots en la fundación?

 

-Por supuesto. A todos los que vivimos aquí nos gusta echar una mano de vez en cuando, hacer tareas que nadie nos pide, pero sería una pérdida de tiempo ocuparnos en cosas que pueden hacer las máquinas y los robots. Aquí estamos para algo mucho más importante.

 

--No sé por qué supuse que a los habitantes de este planeta les gustaba vivir de forma natural, alejados de los grandes avances tecnológicos.

 

-Y así es. La naturaleza es calmante, cura todas las enfermedades generadas por una vida antinatural. Pero no despreciamos todo aquello que los avances tecnológicos puedan ayudarnos a hacer nuestras vidas más fáciles y agradables. Ya has visto el laboratorio y ahora te enseñaré más cosas. Los robots nos ayudan en las tareas más rutinarias que nos harían perder mucho tiempo. Los fabricamos aquí, aunque no despreciamos los intercambios que puedan mejorar lo que ya tenemos. En los casos de mutantes considerados especialmente peligrosos o repugnantes, las naves acostumbran a traer algún regalo en agradecimiento por hacernos cargo de ellos. Rara vez nos piden que paguemos por entregarnos mutantes. Como es lógico si fueran atractivos para los gobiernos o las sociedades planetarias donde han sido atrapados, se los hubieran quedado ellos. Tu caso es el más común. Están deseando deshacerse de ellos. La tripulación de tu nave tenía tanto miedo que se largó sin decir adiós. Claro que tampoco nos hubieran regalado nada, aunque no te hubieran considerado peligroso. Los piratas no suelen hacer precisamente regalos, están convencidos de que todo el mundo está obligado a regalarles a ellos. No sé por qué. A lo mejor piensan que son los más guapos de la galaxia.

 

Armanas se carcajeó con ganas. Aquella mujer era realmente extraña, aunque estaba empezando a gustarme. Terminó de enseñarme la cocina donde apenas unos cuantos empleados mutantes y algunos robots cumplían con sus tareas cotidianas. Luego salimos a otro pasillo, también muy largo y repleto de plantas en macetas, orilladas junto a las paredes. No me dio tiempo a fijarme mucho, porque la mujer parecía tener prisa y había iniciado un trotecillo bastante molesto para mí. Aún no me había recuperado del todo y seguramente no terminaría de hacerlo en todo el día. Al pasar al lado de un arbolillo, bajo y con ramificaciones conformando una geometría compleja y artística un parloteo de ruiditos sin sentido hizo que me detuviera, asombrado. Como la mujer no lo hizo el parloteo subió varios decibelios hasta atronarnos. Armanas se detuvo bruscamente y se giró con una agilidad que no hubiera imaginado en ella.

 

-Perdona, me había olvidado de la curiosidad insaciable de esta planta. Quiere saberlo todo y cuando olisquea una novedad no para hasta que alguien responda a sus preguntas. En este caso tú eres la novedad. Así que será mejor que no me desentienda de ella o volverá locos a todos los que pasen por aquí, hoy, mañana y todos los días hasta que su curiosidad sea satisfecha. Mi pulsera me estaba avisando. No me di cuenta porque para mí también eres una gran novedad y estoy deseando enseñarte el complejo. La pulsera me está traduciendo. Primero quiere saber quién eres tú, cuál es tu mutación, si te vas a quedar mucho tiempo y si serías tan amable de venir a visitarla al menos una vez al día para charlar un rato. Le estoy respondiendo escuetamente y espero que se dé por satisfecha. Te he presentado, le he dicho que aún no tienes pulsera porque acabas de llegar, que estás muy interesado en ella y que la visitarás en algún rato libre. Es una suerte que en los talleres aún no hayan tenido tiempo para construir el carrito que ella ha pedido, para poder desplazarse por todo el complejo. Me temo que lo están retrasando porque todos somos conscientes el incordio que va a suponer tenerla dando vueltas por ahí.

 

-¿Cómo se lo estás diciendo? No te he visto hablar.

 

-La pulsera capta nuestras mentes y traduce lo que deseamos decir. En cuanto termine le transmitirá todo lo que mi mente ha pensado.

 

Y así fue, en efecto. De la pulsera salieron unos chirridos muy parecidos a los que generaba la planta. Terminada la parrafada la planta hizo una pregunta breve que fue contestada con la misma concisión. La planta se calló por fin y pudimos seguir nuestro camino.

 

-Lo bueno de esta planta es que acepta con gran ecuanimidad las explicaciones lógicas que se le dan, no como otras a las que hay que llevar a terapia con los psiquiatras de plantas de vez en cuando para evitar sus pataletas. No te digo su nombre porque cuando tengas la pulsera ella se encargará de contestar a todas tus preguntas.

 

-¿Psiquiatras de plantas?

 

-Sí y también de robots. Tenemos un amplio cuerpo de profesionales especializados. Cada mutación requiere un tratamiento distinto. Tú también tendrás que ir a terapia. Ahora te voy a enseñar los talleres de manualidades. No es obligatorio participar, aunque te aconsejo que lo hagas, son tareas muy relajantes.

 

Abrió una puerta y entramos a una nave inmensa con diferentes compartimentos, cada cual con su peculiar diseño y extensión. Parecía estar vacío. Al final observé a un hombre que se afanaba haciendo esculturas.

 

-Te voy a presentar a nuestro escultor más famoso. Sus esculturas son muy apreciadas. Llegan naves de todas partes para comprarlas como regalo para las clases dirigentes. A pesar de que los potentados pueden conseguir casi cualquier cosa, una escultura de Escuo siempre te permite quedar bien.

 

-¿Es un mutante?

 

-Por supuesto. Su cuerpo no tiene deformidad alguna, es su mente la que ha mutado de una forma curiosa. No es capaz de adaptarse a realidades convencionales, necesita la originalidad, la creatividad, cualquier cosa que se salga de la realidad corriente y moliente.