miércoles, 5 de abril de 2023

EL BUFÓN DEL UNIVERSO IV

 


Comí con apetito. Estaba rico y más cuando llevas un tiempo sin comer o comiendo un poco de mierda, que era lo que me dieron lo que duró el viaje. Me pregunté qué sentirían las frutas que eran exprimidas para obtener el zumo, o las verduras cuando eran arrancadas. Sobre todo, me pregunté qué sentirían los animales que eran sacrificados para que su carne fue comida por los carnívoros de aquella fundación. ¿Se comía carne allí? ¿Eran todos vegetarianos? ¿Y los vegetarianos hablarían con los vegetales para pedirles permiso? ¿Se dejarían comer sin protestar, sin rebelarse? Todas ellas eran preguntas muy interesantes, pero no quise plantearlas en aquel momento. Seguro que me sentaría mal el desayuno y acabaría estropeando un día que prometía, después del infierno que había pasado en la nave. Ella me dejó comer sin hacer más preguntas. Lo que le agradecí.

 

Cuando terminamos me dijo que me enseñaría parte del complejo, no todo, porque era muy grande y no nos daría tiempo a verlo todo. Fui a recoger la vajilla para colocarla en la encimera que rodeaba la cocina, pero no me dejó.

 

-No te preocupes. Ya se ocuparán los robots de cocina.

 

-¿Hay robots en la fundación?

 

-Por supuesto. A todos los que vivimos aquí nos gusta echar una mano de vez en cuando, hacer tareas que nadie nos pide, pero sería una pérdida de tiempo ocuparnos en cosas que pueden hacer las máquinas y los robots. Aquí estamos para algo mucho más importante.

 

--No sé por qué supuse que a los habitantes de este planeta les gustaba vivir de forma natural, alejados de los grandes avances tecnológicos.

 

-Y así es. La naturaleza es calmante, cura todas las enfermedades generadas por una vida antinatural. Pero no despreciamos todo aquello que los avances tecnológicos puedan ayudarnos a hacer nuestras vidas más fáciles y agradables. Ya has visto el laboratorio y ahora te enseñaré más cosas. Los robots nos ayudan en las tareas más rutinarias que nos harían perder mucho tiempo. Los fabricamos aquí, aunque no despreciamos los intercambios que puedan mejorar lo que ya tenemos. En los casos de mutantes considerados especialmente peligrosos o repugnantes, las naves acostumbran a traer algún regalo en agradecimiento por hacernos cargo de ellos. Rara vez nos piden que paguemos por entregarnos mutantes. Como es lógico si fueran atractivos para los gobiernos o las sociedades planetarias donde han sido atrapados, se los hubieran quedado ellos. Tu caso es el más común. Están deseando deshacerse de ellos. La tripulación de tu nave tenía tanto miedo que se largó sin decir adiós. Claro que tampoco nos hubieran regalado nada, aunque no te hubieran considerado peligroso. Los piratas no suelen hacer precisamente regalos, están convencidos de que todo el mundo está obligado a regalarles a ellos. No sé por qué. A lo mejor piensan que son los más guapos de la galaxia.

 

Armanas se carcajeó con ganas. Aquella mujer era realmente extraña, aunque estaba empezando a gustarme. Terminó de enseñarme la cocina donde apenas unos cuantos empleados mutantes y algunos robots cumplían con sus tareas cotidianas. Luego salimos a otro pasillo, también muy largo y repleto de plantas en macetas, orilladas junto a las paredes. No me dio tiempo a fijarme mucho, porque la mujer parecía tener prisa y había iniciado un trotecillo bastante molesto para mí. Aún no me había recuperado del todo y seguramente no terminaría de hacerlo en todo el día. Al pasar al lado de un arbolillo, bajo y con ramificaciones conformando una geometría compleja y artística un parloteo de ruiditos sin sentido hizo que me detuviera, asombrado. Como la mujer no lo hizo el parloteo subió varios decibelios hasta atronarnos. Armanas se detuvo bruscamente y se giró con una agilidad que no hubiera imaginado en ella.

 

-Perdona, me había olvidado de la curiosidad insaciable de esta planta. Quiere saberlo todo y cuando olisquea una novedad no para hasta que alguien responda a sus preguntas. En este caso tú eres la novedad. Así que será mejor que no me desentienda de ella o volverá locos a todos los que pasen por aquí, hoy, mañana y todos los días hasta que su curiosidad sea satisfecha. Mi pulsera me estaba avisando. No me di cuenta porque para mí también eres una gran novedad y estoy deseando enseñarte el complejo. La pulsera me está traduciendo. Primero quiere saber quién eres tú, cuál es tu mutación, si te vas a quedar mucho tiempo y si serías tan amable de venir a visitarla al menos una vez al día para charlar un rato. Le estoy respondiendo escuetamente y espero que se dé por satisfecha. Te he presentado, le he dicho que aún no tienes pulsera porque acabas de llegar, que estás muy interesado en ella y que la visitarás en algún rato libre. Es una suerte que en los talleres aún no hayan tenido tiempo para construir el carrito que ella ha pedido, para poder desplazarse por todo el complejo. Me temo que lo están retrasando porque todos somos conscientes el incordio que va a suponer tenerla dando vueltas por ahí.

 

-¿Cómo se lo estás diciendo? No te he visto hablar.

 

-La pulsera capta nuestras mentes y traduce lo que deseamos decir. En cuanto termine le transmitirá todo lo que mi mente ha pensado.

 

Y así fue, en efecto. De la pulsera salieron unos chirridos muy parecidos a los que generaba la planta. Terminada la parrafada la planta hizo una pregunta breve que fue contestada con la misma concisión. La planta se calló por fin y pudimos seguir nuestro camino.

 

-Lo bueno de esta planta es que acepta con gran ecuanimidad las explicaciones lógicas que se le dan, no como otras a las que hay que llevar a terapia con los psiquiatras de plantas de vez en cuando para evitar sus pataletas. No te digo su nombre porque cuando tengas la pulsera ella se encargará de contestar a todas tus preguntas.

 

-¿Psiquiatras de plantas?

 

-Sí y también de robots. Tenemos un amplio cuerpo de profesionales especializados. Cada mutación requiere un tratamiento distinto. Tú también tendrás que ir a terapia. Ahora te voy a enseñar los talleres de manualidades. No es obligatorio participar, aunque te aconsejo que lo hagas, son tareas muy relajantes.

 

Abrió una puerta y entramos a una nave inmensa con diferentes compartimentos, cada cual con su peculiar diseño y extensión. Parecía estar vacío. Al final observé a un hombre que se afanaba haciendo esculturas.

 

-Te voy a presentar a nuestro escultor más famoso. Sus esculturas son muy apreciadas. Llegan naves de todas partes para comprarlas como regalo para las clases dirigentes. A pesar de que los potentados pueden conseguir casi cualquier cosa, una escultura de Escuo siempre te permite quedar bien.

 

-¿Es un mutante?

 

-Por supuesto. Su cuerpo no tiene deformidad alguna, es su mente la que ha mutado de una forma curiosa. No es capaz de adaptarse a realidades convencionales, necesita la originalidad, la creatividad, cualquier cosa que se salga de la realidad corriente y moliente.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario