Comí con apetito.
Estaba rico y más cuando llevas un tiempo sin comer o comiendo un poco de
mierda, que era lo que me dieron lo que duró el viaje. Me pregunté qué
sentirían las frutas que eran exprimidas para obtener el zumo, o las verduras
cuando eran arrancadas. Sobre todo, me pregunté qué sentirían los animales que
eran sacrificados para que su carne fue comida por los carnívoros de aquella
fundación. ¿Se comía carne allí? ¿Eran todos vegetarianos? ¿Y los vegetarianos
hablarían con los vegetales para pedirles permiso? ¿Se dejarían comer sin
protestar, sin rebelarse? Todas ellas eran preguntas muy interesantes, pero no
quise plantearlas en aquel momento. Seguro que me sentaría mal el desayuno y
acabaría estropeando un día que prometía, después del infierno que había pasado
en la nave. Ella me dejó comer sin hacer más preguntas. Lo que le agradecí.
Cuando terminamos me
dijo que me enseñaría parte del complejo, no todo, porque era muy grande y no
nos daría tiempo a verlo todo. Fui a recoger la vajilla para colocarla en la
encimera que rodeaba la cocina, pero no me dejó.
-No te preocupes. Ya
se ocuparán los robots de cocina.
-¿Hay robots en la
fundación?
-Por supuesto. A
todos los que vivimos aquí nos gusta echar una mano de vez en cuando, hacer
tareas que nadie nos pide, pero sería una pérdida de tiempo ocuparnos en cosas
que pueden hacer las máquinas y los robots. Aquí estamos para algo mucho más
importante.
--No sé por qué
supuse que a los habitantes de este planeta les gustaba vivir de forma natural,
alejados de los grandes avances tecnológicos.
-Y así es. La
naturaleza es calmante, cura todas las enfermedades generadas por una vida
antinatural. Pero no despreciamos todo aquello que los avances tecnológicos
puedan ayudarnos a hacer nuestras vidas más fáciles y agradables. Ya has visto
el laboratorio y ahora te enseñaré más cosas. Los robots nos ayudan en las
tareas más rutinarias que nos harían perder mucho tiempo. Los fabricamos aquí,
aunque no despreciamos los intercambios que puedan mejorar lo que ya tenemos.
En los casos de mutantes considerados especialmente peligrosos o repugnantes, las
naves acostumbran a traer algún regalo en agradecimiento por hacernos cargo de
ellos. Rara vez nos piden que paguemos por entregarnos mutantes. Como es lógico
si fueran atractivos para los gobiernos o las sociedades planetarias donde han
sido atrapados, se los hubieran quedado ellos. Tu caso es el más común. Están
deseando deshacerse de ellos. La tripulación de tu nave tenía tanto miedo que
se largó sin decir adiós. Claro que tampoco nos hubieran regalado nada, aunque
no te hubieran considerado peligroso. Los piratas no suelen hacer precisamente
regalos, están convencidos de que todo el mundo está obligado a regalarles a
ellos. No sé por qué. A lo mejor piensan que son los más guapos de la galaxia.
Armanas se carcajeó
con ganas. Aquella mujer era realmente extraña, aunque estaba empezando a
gustarme. Terminó de enseñarme la cocina donde apenas unos cuantos empleados
mutantes y algunos robots cumplían con sus tareas cotidianas. Luego salimos a
otro pasillo, también muy largo y repleto de plantas en macetas, orilladas
junto a las paredes. No me dio tiempo a fijarme mucho, porque la mujer parecía
tener prisa y había iniciado un trotecillo bastante molesto para mí. Aún no me
había recuperado del todo y seguramente no terminaría de hacerlo en todo el
día. Al pasar al lado de un arbolillo, bajo y con ramificaciones conformando
una geometría compleja y artística un parloteo de ruiditos sin sentido hizo que
me detuviera, asombrado. Como la mujer no lo hizo el parloteo subió varios
decibelios hasta atronarnos. Armanas se detuvo bruscamente y se giró con una
agilidad que no hubiera imaginado en ella.
-Perdona, me había
olvidado de la curiosidad insaciable de esta planta. Quiere saberlo todo y
cuando olisquea una novedad no para hasta que alguien responda a sus preguntas.
En este caso tú eres la novedad. Así que será mejor que no me desentienda de
ella o volverá locos a todos los que pasen por aquí, hoy, mañana y todos los
días hasta que su curiosidad sea satisfecha. Mi pulsera me estaba avisando. No
me di cuenta porque para mí también eres una gran novedad y estoy deseando
enseñarte el complejo. La pulsera me está traduciendo. Primero quiere saber
quién eres tú, cuál es tu mutación, si te vas a quedar mucho tiempo y si serías
tan amable de venir a visitarla al menos una vez al día para charlar un rato.
Le estoy respondiendo escuetamente y espero que se dé por satisfecha. Te he
presentado, le he dicho que aún no tienes pulsera porque acabas de llegar, que
estás muy interesado en ella y que la visitarás en algún rato libre. Es una
suerte que en los talleres aún no hayan tenido tiempo para construir el carrito
que ella ha pedido, para poder desplazarse por todo el complejo. Me temo que lo
están retrasando porque todos somos conscientes el incordio que va a suponer
tenerla dando vueltas por ahí.
-¿Cómo se lo estás
diciendo? No te he visto hablar.
-La pulsera capta
nuestras mentes y traduce lo que deseamos decir. En cuanto termine le
transmitirá todo lo que mi mente ha pensado.
Y así fue, en
efecto. De la pulsera salieron unos chirridos muy parecidos a los que generaba
la planta. Terminada la parrafada la planta hizo una pregunta breve que fue
contestada con la misma concisión. La planta se calló por fin y pudimos seguir
nuestro camino.
-Lo bueno de esta
planta es que acepta con gran ecuanimidad las explicaciones lógicas que se le
dan, no como otras a las que hay que llevar a terapia con los psiquiatras de
plantas de vez en cuando para evitar sus pataletas. No te digo su nombre porque
cuando tengas la pulsera ella se encargará de contestar a todas tus preguntas.
-¿Psiquiatras de
plantas?
-Sí y también de
robots. Tenemos un amplio cuerpo de profesionales especializados. Cada mutación
requiere un tratamiento distinto. Tú también tendrás que ir a terapia. Ahora te
voy a enseñar los talleres de manualidades. No es obligatorio participar,
aunque te aconsejo que lo hagas, son tareas muy relajantes.
Abrió una puerta y
entramos a una nave inmensa con diferentes compartimentos, cada cual con su
peculiar diseño y extensión. Parecía estar vacío. Al final observé a un hombre
que se afanaba haciendo esculturas.
-Te voy a presentar
a nuestro escultor más famoso. Sus esculturas son muy apreciadas. Llegan naves
de todas partes para comprarlas como regalo para las clases dirigentes. A pesar
de que los potentados pueden conseguir casi cualquier cosa, una escultura de
Escuo siempre te permite quedar bien.
-¿Es un mutante?
-Por supuesto. Su
cuerpo no tiene deformidad alguna, es su mente la que ha mutado de una forma
curiosa. No es capaz de adaptarse a realidades convencionales, necesita la
originalidad, la creatividad, cualquier cosa que se salga de la realidad
corriente y moliente.
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