BIOGRAFÍA DE UN BUDA
NARRADA POR
ÉL MISMO
La biblioteca de los archivos akásicos
es casi infinita. Cada planeta habitado por seres inteligentes cree ser único en el Cosmos. Cuando vienen en sueños o una vez fallecidos y adaptados a la
nueva vida deciden adquirir toda clase de conocimientos sobre el universo y sus
habitantes acostumbran a dirigirse a la plantilla de bibliotecarios existentes
en la primera oficina a la izquierda, según se toma el pasilla central, una vez
dejado el vestíbulo.
Allí son atendidos con esmero y
guiados hasta el estante donde se encuentran el libro elegido. La mayoría de
estos funcionarios están hartos de recorrer pasillos buscando libros para
mentes estúpidas que cren que por el simple hecho de estar muertos no pueden
saberlo todo, encontrar todas las respuestas a las preguntas que se hicieron en
vida. Los durmientes son aún peores. Creen que por el hecho de estar dormidos,
el subconsciente como lo llaman ellos, les solucionará todos sus problemas. Se
plantan en las oficinas de bibliotecarios y con malas maneras quieren que el
bibliotecario de turno le busque ipso facto el libro donde está escrita la solución a su problema. Tengo
prisa porque quiero soñar con otras cosas menos prácticas y más divertidas.
Gritan con rostro desencajado, con una desvergüenza que clama al cielo.
Entonces suelen llamarme a mí, el
verdugo del karma sin nombre, al que ya conocen de otros episodios de este
culebrón. Si estoy libre me escapo y echo una mano. Me encanta buscar
libros para muertos o durmientes y charlar con ellos sobre todo lo divino y lo
humano.
Muchos se ponen de malhumor
porque quieren que encuentre su libro rápidamente que se lo entregue y les deje
en paz. Pero conmigo no pueden. Les respondo: ¡Aha, sí! Pues te buscas tú mismo
el libro, a ver si lo encuentras en ese siglo, ¡capullo! Si quieres que te lo
encuentre yo tendrás que tomártelo con calma y andar de cháchara un buen rato
hasta que descubra si me interesa algo de tu vida o no.
Si es muerto le convenzo y ràpido. ¡Vale, tío! No tengo nada mejor que
hacer. Pero si es durmiente se pone insoportable. Que si esta es una noche
perdida. ¡Con lo feliz que se las prometía metiendo mano en sueños a esa nueva cantante de moda que está tan
buena!
Los durmientes no saben que sus
fantasáis conscientes intentan hacerse realidad en sueños. Así quien se imagina acostándose con la tia
buena que presenta ahora el telediario segunda edición en la cadena 10, acabará
por intentarlo en sueños. Que lo consiga o no ese es otro cantar.
Los durmientes suellen ser
insoportables, siempre con prisa, lujuriosos o trágicos que quieren pasarse la
noche practicando sexo o comiendo como tragones. No te hacen el menor caso,
cuando no les interesa y luego se disculpa diciendo que están soñando y en
sueños uno no se entera de nada. Vamos, que no controlan. Pero bien que
recuerdan los sueños que les interesa recordar y borran de su memoria
consciente todo el daño que hacen. Los vivos en estado consciente hablan de
magia negra cuando en realidad ellos saben muy bien las andanzas que se traen
en sueños. No hablo de recordar reencarnaciones pasadas que eso es un tema
serio controlado por los dioses del karma, aunque recordar sueños está a su
alcance.
Pero me estoy desviando del
asunto. Mis colegas, somos muchos los verdugos del karma, me conocen porque me
gusta mucho la cháchara insustancial o no, hablar con todo el mundo, muertos o
durmientes, humanos o dioses, funcionarios akásicos o mensajeros de las grandes
alturas evolutivas. Si aquí hubiera géneros, quiero decir mujeres, me gustaría
más hablar con ellos que con los demás (en mi última reencarnación hice de
hombre y no paraba de correr tras las faldas, la historia no había inventado
aún el pantalón femenino- fui un bicho malo, lo reconozco) pero como en el más
allá no tenemos cuerpos físicos y no se puede hablar de sexo reproductivo (la
homosexualidad no está mal vista aquí) nos limitamos a intercambiar cháchara o
lo que sea. con quien está a nuestro alcance y se deja.
Bueno, en fin, la cuestión es que
una noche- para ellos aquí no hay noche-llegó, en sueños, aunque él se creía
muerto un gordito y obeso en palabras más técnica, que buscaba como un
desesperado una biografía de un buda.
Aprovechando que estoy muerto
(debió de ser una pesadilla horrible) quiero transformarme en buda y dejar esta mierda de reencarnación en
la que ni siquiera bailo con la más fea, no ligo (seducir mujeres para las no
avisados) nada; siempre soy pobre, nunca me toca la lotería, las desgracias se
enlazan unas con otras como ristras de chorizos y, esto yo es el colmo, los
dioses del karma me dicen que no aprendo las lecciones, que evoluciono menos
que una hormiga sobre una hoja de parra en mitad del océano.
Y se puso a llorar como un bebé
hambriento de pecho materno a las tres de la madrugada. Total. que los bibliotecarios me llamaron a mi
verdugo-bombero, y allí acudí como una flecha sin cuerpo.
El gordito me cayó simpático a
primera vista (por si no le saben, los durmientes vienen aquí con el cordón
astral unido a su cuerpo físico por lo que uno ve sin problemas el cuerpo físico que le ha tocado en rifa a cada
durmiente). A éste pobre desgraciado le había tocado uno muy malo (o tal vez
fuera uno regular y él lo hizo peor). Gordo, seboso, barrigón, feo de cara,
ancho de culo ventoseante, corto de piernas flacas, ancho de hombros, cabezón,
orejudo, narigudo. No tenía nada bueno, ni el alma, que había adoptado la forma
de un ectoplasma seboso, con rasgos monstruosos, donde podía verse con claridad
el miedo que le apretaba el culo.
A pesar de ello, y de sus llantos
y expresiones violentas y súplicas y patelos, me cayó bien. ¡Vaya un gordito
simpático! Y me dispuse a hilvanar la hebra.
-No llore usted, alma cándida.
Que aquí estoy yo, su humilde verdugo del karma, para servirle en lo que
necesite. Por cierto. ¿Qué necesita usted?
Se calmó como pudo y me dijo que
llevaba muy mal lo de estar muerto y tener que reencarnarse otra vez. No quiso
deshacer su error porque pensaba divertirse mucho con aquel simpático gordito.
Lo sé, soy malo, muy malo, pero no se lo digan a mis superiores, los dioses del
karma, Porfi.
Vaya, no era muy difícil
satisfacer su deseo, Las biografías de los budas están a la entrada de la
biblioteca en el primer estante a mano derecha y pone en letras muy grandes.
“Biografías de Buda”. Pero el gordito no se enteró de nada. En sueños son tan
espesos que hay que repetirles un millón de veces las cosas y aún así al
despertar ni se acuerdan.
Bien, bien, vayamos por aquí a
ver si encuentro el libro que usted necesita.
Y le conduje por un pasillo, a mano izquierda, tan largo que se podía ver
el infinito al final. Mira que soy malo. El largo viaje circular (le hice dar
una buena vuelta para regresar al principio) me permitió conocer bien al gordito
simpático y llorón. El mantenerle en la creencia de que estaba muerto le hizo
tan maleable en mis manos como barro tierno en la palma del alfarero. Me
bastaba con hacerle creer que yo era un dios del karma que podía decidir su
próxima reencarnación, para que respondiera a todos mis preguntas, incluso las
más íntimas. ¿Había estado casado alguna vez? -No. ¿Pero se habría acostado con
mujeres, aunque fueran putas? Sí, eso sí. Pues cuéntame hasta los detalles más
íntimos. Y me los contaba. ¿Te gusta mucho comer, gordito simpático? -Mucho.