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sábado, 6 de septiembre de 2025

BIOGRAFÍA DE UN BUDA

 


 

 

                      BIOGRAFÍA DE UN BUDA

                NARRADA POR ÉL MISMO

 

La biblioteca de los archivos akásicos es casi infinita. Cada planeta habitado por seres inteligentes cree ser único en el Cosmos. Cuando vienen en sueños o una vez fallecidos y adaptados a la nueva vida deciden adquirir toda clase de conocimientos sobre el universo y sus habitantes acostumbran a dirigirse a la plantilla de bibliotecarios existentes en la primera oficina a la izquierda, según se toma el pasilla central, una vez dejado el vestíbulo.

Allí son atendidos con esmero y guiados hasta el estante donde se encuentran el libro elegido. La mayoría de estos funcionarios están hartos de recorrer pasillos buscando libros para mentes estúpidas que cren que por el simple hecho de estar muertos no pueden saberlo todo, encontrar todas las respuestas a las preguntas que se hicieron en vida. Los durmientes son aún peores. Creen que por el hecho de estar dormidos, el subconsciente como lo llaman ellos, les solucionará todos sus problemas. Se plantan en las oficinas de bibliotecarios y con malas maneras quieren que el bibliotecario de turno le busque ipso facto el libro donde  está escrita la solución a su problema. Tengo prisa porque quiero soñar con otras cosas menos prácticas y más divertidas. Gritan con rostro desencajado, con una desvergüenza que clama al cielo.

Entonces suelen llamarme a mí, el verdugo del karma sin nombre, al que ya conocen de otros episodios de este culebrón. Si estoy libre me escapo y echo una mano. Me encanta buscar libros para muertos o durmientes y charlar con ellos sobre todo lo divino y lo humano.

Muchos se ponen de malhumor porque quieren que encuentre su libro rápidamente que se lo entregue y les deje en paz. Pero conmigo no pueden. Les respondo: ¡Aha, sí! Pues te buscas tú mismo el libro, a ver si lo encuentras en ese siglo, ¡capullo! Si quieres que te lo encuentre yo tendrás que tomártelo con calma y andar de cháchara un buen rato hasta que descubra si me interesa algo de tu vida o no.

Si es muerto le convenzo  y ràpido. ¡Vale, tío! No tengo nada mejor que hacer. Pero si es durmiente se pone insoportable. Que si esta es una noche perdida. ¡Con lo feliz que se las prometía metiendo mano en sueños a  esa nueva cantante de moda que está tan buena!

Los durmientes no saben que sus fantasáis conscientes intentan hacerse realidad en sueños.  Así quien se imagina acostándose con la tia buena que presenta ahora el telediario segunda edición en la cadena 10, acabará por intentarlo en sueños. Que lo consiga o no ese es otro cantar.

Los durmientes suellen ser insoportables, siempre con prisa, lujuriosos o trágicos que quieren pasarse la noche practicando sexo o comiendo como tragones. No te hacen el menor caso, cuando no les interesa y luego se disculpa diciendo que están soñando y en sueños uno no se entera de nada. Vamos, que no controlan. Pero bien que recuerdan los sueños que les interesa recordar y borran de su memoria consciente todo el daño que hacen. Los vivos en estado consciente hablan de magia negra cuando en realidad ellos saben muy bien las andanzas que se traen en sueños. No hablo de recordar reencarnaciones pasadas que eso es un tema serio controlado por los dioses del karma, aunque recordar sueños está a su alcance.

Pero me estoy desviando del asunto. Mis colegas, somos muchos los verdugos del karma, me conocen porque me gusta mucho la cháchara insustancial o no, hablar con todo el mundo, muertos o durmientes, humanos o dioses, funcionarios akásicos o mensajeros de las grandes alturas evolutivas. Si aquí hubiera géneros, quiero decir mujeres, me gustaría más hablar con ellos que con los demás (en mi última reencarnación hice de hombre y no paraba de correr tras las faldas, la historia no había inventado aún el pantalón femenino- fui un bicho malo, lo reconozco) pero como en el más allá no tenemos cuerpos físicos y no se puede hablar de sexo reproductivo (la homosexualidad no está mal vista aquí) nos limitamos a intercambiar cháchara o lo que sea. con quien está a nuestro alcance y se deja.

Bueno, en fin, la cuestión es que una noche- para ellos aquí no hay noche-llegó, en sueños, aunque él se creía muerto un gordito y obeso en palabras más técnica, que buscaba como un desesperado una biografía de un buda.

Aprovechando que estoy muerto (debió de ser una pesadilla horrible) quiero transformarme en  buda y dejar esta mierda de reencarnación en la que ni siquiera bailo con la más fea, no ligo (seducir mujeres para las no avisados) nada; siempre soy pobre, nunca me toca la lotería, las desgracias se enlazan unas con otras como ristras de chorizos y, esto yo es el colmo, los dioses del karma me dicen que no aprendo las lecciones, que evoluciono menos que una hormiga sobre una hoja de parra en mitad del océano.

Y se puso a llorar como un bebé hambriento de pecho materno a las tres de la madrugada. Total. que los bibliotecarios me llamaron a mi verdugo-bombero, y allí acudí como una flecha sin cuerpo.

El gordito me cayó simpático a primera vista (por si no le saben, los durmientes vienen aquí con el cordón astral unido a su cuerpo físico por lo que uno ve sin problemas el cuerpo físico que le ha tocado en rifa a cada durmiente). A éste pobre desgraciado le había tocado uno muy malo (o tal vez fuera uno regular y él lo hizo peor). Gordo, seboso, barrigón, feo de cara, ancho de culo ventoseante, corto de piernas flacas, ancho de hombros, cabezón, orejudo, narigudo. No tenía nada bueno, ni el alma, que había adoptado la forma de un ectoplasma seboso, con rasgos monstruosos, donde podía verse con claridad el miedo que le apretaba el culo.

A pesar de ello, y de sus llantos y expresiones violentas y súplicas y patelos, me cayó bien. ¡Vaya un gordito simpático! Y me dispuse a hilvanar la hebra.

-No llore usted, alma cándida. Que aquí estoy yo, su humilde verdugo del karma, para servirle en lo que necesite. Por cierto. ¿Qué necesita usted?

Se calmó como pudo y me dijo que llevaba muy mal lo de estar muerto y tener que reencarnarse otra vez. No quiso deshacer su error porque pensaba divertirse mucho con aquel simpático gordito. Lo sé, soy malo, muy malo, pero no se lo digan a mis superiores, los dioses del karma, Porfi.

Vaya, no era muy difícil satisfacer su deseo, Las biografías de los budas están a la entrada de la biblioteca en el primer estante a mano derecha y pone en letras muy grandes. “Biografías de Buda”. Pero el gordito no se enteró de nada. En sueños son tan espesos que hay que repetirles un millón de veces las cosas y aún así al despertar ni se acuerdan.

Bien, bien, vayamos por aquí a ver si encuentro el libro que usted necesita.

Y le conduje por un pasillo, a mano izquierda, tan largo que se podía ver el infinito al final. Mira que soy malo. El largo viaje circular (le hice dar una buena vuelta para regresar al principio) me permitió conocer bien al gordito simpático y llorón. El mantenerle en la creencia de que estaba muerto le hizo tan maleable en mis manos como barro tierno en la palma del alfarero. Me bastaba con hacerle creer que yo era un dios del karma que podía decidir su próxima reencarnación, para que respondiera a todos mis preguntas, incluso las más íntimas. ¿Había estado casado alguna vez? -No. ¿Pero se habría acostado con mujeres, aunque fueran putas? Sí, eso sí. Pues cuéntame hasta los detalles más íntimos. Y me los contaba. ¿Te gusta mucho comer, gordito simpático? -Mucho.