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miércoles, 30 de octubre de 2024

TERROR EN LAS MENTES

 TERROR EN LAS MENTES




 

NOTA INTRODUCTORIA: El relato del mismo título que dio lugar a esta serie, lo escribí hace ya algunos años. Entonces no pensaba en la posibilidad de embarcarme en una larga historia protagonizada por un personaje humorístico que acaba de crear “El telépata loco”. Apenas daba los primeros pasos en el descubrimiento del humorista que todos llevamos dentro cuando la elección de este relato me hizo claramente consciente de mi tendencia hacia el humor negro y el delirio. Algo que repetiría a lo largo de toda mi obra humorística y específicamente con “Las cartas mentales” que el telépata loco escribe a su víctima preferida y narrador.

He decidido recopilar todas estas cartas y con la introducción del relato que dio origen a la serie, intentar rematar la historia, alternando entre las cartas que escribe el telépata y lo que va sucediendo en el “mundo real”, narrado por la víctima predilecta de este sorprendente “asesino en serie”. Espero que les guste.






El terror llevaba ya algún tiempo controlando mi vida. Todos mis esfuerzos se dirigían a ocultarlo y disimularlo de la mejor manera posible mientras aparentaba llevar una vida normal sin permitirme ninguna concesión puesto que los demás parecían ser inmunes a mi mal, al menos eso creía yo hasta el día en que una noticia en la prensa llamó mi atención:

"Epidemia de locura/Una ola de suicidios y de extrañas psicosis está recorriendo algunas zonas del planeta y amenaza con extenderse al resto del mundo civilizado...Todas las víctimas dicen oír una voz muy clara en su mente, voz que les habla a cada cual en su propio idioma y con una nitidez aún mayor que si el interlocutor tuviera pegada la boca a la oreja del receptor. La impresión que reciben es tan grande que un tanto por ciento muy elevado no espera ni a comentar tan extraño fenómeno, no hablan con nadie, no se atreven ni a confesárselo a su psiquiatra bajo secreto profesional. Acaban por arrojarse por las ventanas de sus domicilios o suben a las terrazas o tejados de sus edificios desde donde gritan incoherentemente antes de dejarse caer al vacío sin esperar ser comprendidos, tal vez salvados..."
 


La noticia explicaba un fenómeno que yo venía sufriendo de forma intermitente hacía ya varios meses, tal vez desde las últimas Navidades. Sí porque la Nochebuena pasada decidí quedarme en casa, cenar solo, me sentía tan deprimido que no quise aceptar la invitación de algunos familiares y amigos para pasar con ellos fechas tan entrañables.

Aquella noche bebí tanto que no me sorprendió mucho oír voces en mi cabeza, ni mucho menos que el tema de su cháchara fuera monotemático: sexo, solo sexo. Estaba obsesionado con follar, creo que hasta me hubiera servido una escoba vestida para la ocasión, con faldita corta que dejara sus preciosas piernas de palo al descubierto. No di la menor importancia a la voz que desde el interior de mi cráneo me decía toda clase de obscenidades, ni siquiera me fijé en su sexo (las voces tienen sexo por si no lo sabían), hasta puede que llegara a pensar que en realidad estaba hablando en voz alta conmigo mismo. Con los vapores etílicos desprendiéndose de mi cerebro a cada jadeo no me hubiera extrañado que hasta una pared lisa, sin un solo agujero, lograra engañarme, hacerme creer que era Marilyn Monroe, aunque su voz fuera la de un camionero cargadito de cazalla.

Sí, por eso no le di demasiada importancia a tan inusual fenómeno. Terminé debajo del sofá, acurrucado de forma inverosímil y con la televisión a todo volumen. Dormí como un cesto y cuando, al segundo día, me abandonó la resaca, ya no era capaz ni de recordar mi propio nombre.

Pero el fenómeno no cesó, ni mucho menos. Mis intentos por engañarme y regresar a la vida normal fueron patéticos, no alcanzaron el menor éxito. Algo muy extraño estaba ocurriendo y no tenía la menor explicación . La voz me agarraba por sorpresa diciéndome cosas muy raras: que el mundo estaba a punto de terminar, que el apocalipsis estaba llamando a la puerta, que lo mejor para todos era acelerar el inevitable fin arrojándose por la ventana.

Respondía en voz alta, muy irritado. Donde quiera que estuviera alzaba la voz, como si fuera un majara peleándose consigo mismo. Pero, cosa muy curiosa, la gente no me contemplaba como a un loco sino que lo hacían compasivamente, movían la cabeza de un lado a otro y se marchaban tristes y cabizbajos con la vista clavada en el suelo.

Ahora lo comprendo todo. Ellos no eran inmunes al fenómeno, oían esa voz o esas voces, la prensa no especificaba mucho, y se podían sacar las conclusiones que la imaginación de cada uno estimara prudentes. Debí haberme fijado antes en ese detalle, pero estaba demasiado ocupado en huir de los loqueros, que sin duda antes o después vendrían a buscarme, para andar preocupándome por un comportamiento desusado en un mundo que asume cualquier conducta con la indiferencia del psicópata.

Pasé una temporada infernal, no era capaz de recordar nada de lo sucedido durante el día, ni siquiera haber conseguido ir a trabajar o comido algo en cualquier parte( ni mi estómago ni ningún otro órgano de mi embotado cuerpo se quejaban, al menos no con voz audible). Es posible que hasta permaneciera insomne todo este tiempo. Solo tengo el recuerdo de aquella voz machacando mi cabeza una y otra vez con sus estupideces paranoicas. Y a mayor desgracia ni siquiera esa voz era del género femenino. No pedía que fuera dulce y sensual, me hubiera conformado con la voz de la portera del edificio, pongo por caso. Sí porque con una voz femenina cualquiera hubiera sido capaz de bromear, incluso de intentar enrrollarme, sobre todo si tiene ese timbre que tanto me gustas: dulcee...e...ee y sen...sen...sual...al. Pero explíquenme ustedes quién es el guapo que se enrolla con la voz cazallera que me ha tocado en el injusto reparto.

Se oyen comentarios para todos los gustos, incluso la prensa ha publicado que este fenómeno es causado por un arma experimental de la C.I.A. Ha tenido gracia que el propio presidente USA se haya visto obligado a desmentirlo, ni su gobierno ni ningún otro por motivos obvios están trabajando en arma mental de clase alguna.

Se ha puesto en marcha un plan de emergencia mundial en el que ya se han gastado más de lo que se fundió en la docena de guerras del Golfo que llevamos en nuestra chepa. Es increíble pero no se ha obtenido resultado alguno que pueda justificar semejante dispendio.

Ahora que todos saben lo de las voces la gente se reúne para gastarse bromas entre sí (que si la voz que me habla a mí es la de Sharon Stone cruzando las piernas -qué sabrán ellos, estúpidos, ya ni recuerdan que aquí se doblan las películas) y se desgañitan contándose chistes cada vez con voz más alta.

Creo que en el fondo todos tenemos miedo aunque son pocos los que lo reconocemos. Nadie quiere quedarse solo por las noches, dicen las últimas estadísticas que los suicidios han aumentado un veinticinco por ciento, ¡ya será más!.

Yo mismo he tenido que asistir a alguna de estas reuniones nocturnas porque la voz de cazalla se estaba poniendo muy convincente con eso de lo bien que me vendría un salto al vacío; hasta una noche, especialmente tonta, llegué a encaramarme a la ventana de mi dormitorio.

Finalmente he preferido continuar solo porque las conversaciones del grupo que elegí eran tan estúpidas que hubiera preferido mil veces los acidísimos diálogos que el Woody Allen nos endilga en sus películas.

La voz no es reiterativa, si fuera un disco rayado terminaría por acostumbrarme, en cambio razona y se enfada cuando no hago caso de sus tonterías, y luego se contenta cuando vuelvo a responder y me cuenta historias y me manda a dormir porque está muy cansada. Vamos, que es como una esposa, pero con voz de camionero.

La situación se va haciendo más y más insostenible cada día. Todos están deseando encontrar a ese maldito telépata-ventrílocuo que nos está volviendo majaras para ponerle los huevos de corbata, pero me temo que es una empresa imposible. Ya ha habido algún que otro linchamiento, todos desconfiamos de todos.

Me estoy pensando muy seriamente la posibilidad de marcharme a la montaña, prefiero que me coman los lobos a que me linchen esos energúmenos.

¡Pensar cuánto se han gastado en armamento los gobiernos del planeta para nada!. Un loco telépata es el arma más destructiva que mente calenturienta alguna pudo imaginar. Y para más inri solo sería necesario pagarle un par de comidas al día y la cama, tal vez una chica de vez en cuando. Por muy tragón y libidinoso que fuera no me negaran que esto es una ganga. Claro que estoy hablando de un telépata masculino, bien podría ser femenino, pero a mí no me pega nada una mujer haciendo algo así, los machos somos más brutos.

Para mí que a pesar de todos los desmentidos esto es obra de la C.I.A.... Sin duda, sin duda.
Slictik



miércoles, 16 de octubre de 2024

PESADILLA SUBCONSCIENTE



NOTA: Esta vez sí que creía tener posibilidades. La frase de comienzo era " A la muerta también le han arrancado la cabeza". Era tan delirante que no era posible enfocarlo como un relato convencional, había que ir al tema onírico o forense. Yo fui al hipnótico, utilizando a mi personaje el doctor Sun, discípulo de Jung y su paciente empático. Sin duda es el relato que más me gusta de los que llevo presentando al concurso. He visto ganador y finalistas. Como pensaba había que recurrir al forense. Me temo que mi relato era aún más delirante que el encabezamiento, demasiado, me temo.

Título: PESADILLA SUBCONSCIENTE

Microrrelato: A la muerta hoy también le ha arrancado la cabeza. Eso anotó el doctor Carlo Sun discípulo de Jung en su agenda de experimentos hipnóticos. Obsesionado con lograr demostrar la existencia del subconsciente colectivo utilizaba a sus pacientes como cobayas. Ahora estaba con el paciente empático, uno de sus pacientes más delirantes. Creía sentir empatía por todo bicho viviente que se encontrara en su camino. Esta vez debió de ir a la clínica forense. El subconsciente individual tiene estas cosas, seguro que la besó enternecido en la boca y luego su subconsciente le arranca la cabeza en todos sus sueños.


martes, 5 de marzo de 2019

TERROR EN LAS MENTES V




CARTAS MENTALES DEL TELÉPATA LOCO IV

EL SECRETO DE LA TELEPATÍA

Querido amigo: Como te...(sí, sí, te voy a tutear...no hay de qué, gracias a ti) vas comportando cada vez mejor con este tu verdugo, he decidido hacerte partícipe de los secretos de la telepatía...De nada, de nada. Estás de un agradecido que lo tiras. Quiero agradecerte también yo que hayas dejado de pensar barbaridades de mi cuando crees que no puedo oirte. Ante tu insistencia, casi feroz, en saber de qué vaina procede este fruto, voy a contarte algunos secretos de conocimiento imprescindible. Me parece que deseas entrar en nuestro gremio, formado por...por... me temo que aún no estás preparado para saber nuestro número, y por lo tanto inicio con esta conferencia un ritual iniciático, que caso de ser aprobado, te dará derecho a un certificado mental que podrás exhibir cuando otro telépata, que hurga en el mismo cerebro que tú, te recrimine antes de iniciar una guerra mental de imprevisibles consecuencias.

Para llegar a formar parte de nuestro grupo iniciático tendrás que alcanzar cumbres mucho más altas de sabiduría que aquellas a las que has trepado hasta el momento, y como... Disculpa esta larga pausa. Es necesario que la mente respire de vez en cuando o termina por bloquearse. Los párrafos tan largos me dejan exhausto. Estoy pensando en inventar un estilo más apropiado para la comunicación telepática, algo así como un morse telepático, que nos permita hablar horas y horas sin notar el menor cansancio sobre cualquier cosa que se nos ocurra. Algo así como la televisión, aunque eso de mandarnos imágenes es para pensárselo fríamente durante décadas. ¿Te imaginas que al contactar con tu mente me envíes la escena completa del acto amoroso que estás realizando en ese momento con tu pareja?...¿Qué te parece horroroso, pero que también tiene sus compensaciones, que tú disfrutarías también de mis acrobacias sexuales?...Eres un ingenuo, un pipiolo... Y no te pongas así que peores cosas nos acabaremos diciendo. El hecho de que yo sea telépata no significa que sea el más guapo ni que hipnotice a las señoras hasta el punto que hagan cola ante mi puerta.

Y paso a lo esencial de esta charla. Mira, amigo, uno de los secretos mejor guardados de la creación es la existencia de universos invisibles para los ojos de la carne. Es el Gran Secreto, con mayúsculas, que se nos ha ocultado cuidadosamente a lo largo de la historia para impedirnos que abandonemos la cárcel del cuerpo sin haber cumplido los años de condena que se nos impusieron en su momento y que han borrado de nuestra memoria... ¿Quién?...¿Qué importa eso? No debes preocuparte nunca por aquello que no puedes controlar. Esa es una de las reglas de oro del telépata. Para que lo sepas.

Me gustan los ejemplos, exiemplos, como me gusta decir a mi. Te pondré uno, para que la idea te cale bien profundo. Imagina que nuestras autoridades poseyeran medios para hacer olvidar a sus presos la existencia del mundo exterior y hazte a la idea de que poseyeran mayoría democrática  suficiente para que este macabro plan fuera llevado a cabo. Imagina... Sí, ya sé que te pido mucho, pero tú no eres lelo, así que ponte a trabajar un poco... Imagina, te decía, las consecuencias que se derivarían para los pobres presos y cómo se sentirían. Algo así puede estar sucediendo en el mundo invisible. Los condenados a prisión por haber delinquido ( en formas difíciles de concretar para quienes no hemos visto ese mundo ni en pintura) somos encarcelados en el cuerpo físico que corresponda. Ellos, nuestros verdugos invisibles, pueden estar manipulando los genes y las circunstancias para que cada cual reciba el cuerpo que se merece. Al tomar posesión de nuestra celda se nos inyecta el olvido en nuestras consciencias... No, no es tan difícil como tú piensas. Tu subconsciente lo hace todos los días. Te olvidas de los eventos desagradables y con el tiempo no llegas a recordar de tu pasado ni lo imprescindible.

De esta forma no encontrarás persona alguna que admita tener la seguridad absoluta de que exista algo más que el cuerpo que se toca y ve reflejado en el espejo y el mundo físico que le muestran sus ojos y los restantes sentidos. Los ateos hacen gala de esta creencia y se pavonean delante de los creyentes como adultos que conocen secretos que no están al alcance de los niños. Los adultos engañan a los pequeños con el miedo al hombre del saco y por dentro se ríen del inmenso miedo que generan en sus pequeñuelos. Esto mismo o de forma parecida puede estar pasando. Los adultos del mundo invisible nos están manipulando. Nos meten tanto miedo en el cuerpo haciéndonos creer que no existe otra realidad que esta temporal, que esta mierda de mundo, que ya ni somos capaces de pensar por nuestra cuenta.

...Sí, sí, te estoy escuchando. Me estás diciendo que eres ateo y que no crees en nada que no puedas ver, oír, tocar, etc. Y por lo tanto que todo este discurso es una tontería y que estoy loco, majara, como un cencerro...y que no se pueden comparar la realidad y la pura ficción... Ja,ja, permíteme que me ría un poco. Supongo que antes de que yo te contactara mentalmente no creías en la telepatía ni que lo que estoy haciendo contigo pudiera hacerse. Nuestros antepasados no creían en la televisión ni en los aviones, ni en el viaje a la luna, ni que existieran unas cosillas llamadas protones o neutrones, ni que con microscopios electrónicos pudieran verse partículas diminutas que nuestros ojos no ven, ni que con los telescopios podamos ver ahora estrellas que antes no veíamos y que, mira tú por donde, han desaparecido hace tiempo, pero las seguimos viendo...¿Qué todo eso sigue siendo materia y que por lo tanto no se ha descubierto nada que supere los puros límites de la materia?... Serás zopenco...¡Uy perdón!, se me ha escapado el insulto. Retiro lo dicho. Quiero decir que no me negarás que existe algo más que materia... Energía, eso es, energía. Algo admitido hasta por el propio Einstein.


La energía no parece muy visible...Sí, sí, claro que se ve con instrumentos materiales. Imagino que con el tiempo también podremos ver nuestras almas con instrumentos materiales. Pero ahora no vemos ni a jurar, somos unos cegatos bastante estúpidos. Puede que con el tiempo lleguemos a conocer cosas que ahora ignoramos. ¿Por qué entonces negar ahora todo? ¿Por qué no tener una mente más abierta y decirnos que pueden existir universos que ahora no conocemos?...¿Qué estoy desbarrando?...Cierto estaba a punto de decirte que las personas religiosas manifiestan su creencia en el más allá de forma tan estúpida que hasta ellos mismos se reirían de sus argumentos si fueran capaces de ponerlos delante de sus narices. El más allá es el diamante que todos creen cristal de culo de botella porque unos pocos iniciados en el secreto han decidido ocultarlo, manipulando con astucia a gente sin criterio, por razones que sólo ellos conocen, y conocen muy bien.

A pesar de esta larga e intensa manipulación, el Gran Secreto se nos muestra claramente en los momentos terribles, cuando la lógica y las viejas creencias ya no nos sirven de maldita cosa. Entonces uno comienza a creer en ideas en las que nunca creyó. Cuando nos vemos encarados a la muerte o nos callamos como muertos o si decimos algo no es para confesar que somos ateos recalcitrantes. Ante la muerte hasta el más ateo se va por la pata abajo. Nos aferramos a cualquier esperanza, hasta somos capaces de aceptar que alguien nos juzgue por cuatro mentiras y cuatro polvos mal echados. Cualquier cosa, incluso las calderas de Pedro Botero, con tal de seguir notando el culo. Claro que luego pasa el mal momento, las circunstancias mejoran, y ya puedes seguir disfrutando de la vida como antes, sin verte obligado a pensar en el más allá. El más acá es lo que cuenta.

La telepatía es el morse de los seres invisibles, energéticos, encerrados en cárceles de carne. Nos comunicamos constantemente y ni siquiera nos damos cuenta. ¡Hay que ser tontos del culo!. Tan solo los presos más avezados, inclúyeme a mi, han descubierto este pequeño secreto, comparado con el otro, con el Gran Secreto, claro.

...Sí, ya estoy notando tu respiración jadeante. Te has quedado patidifuso y permíteme la expresión. No esperabas un discurso tan lógico en el telépata loco. Pues vete convenciéndote de que soy loco porque los cuerdos no pueden aceptar lo que les molesta. No les pido que me crean en todo lo que digo, pero al menos que mantengan la mente abierta. Telepatía, ¡ugg qué asco!, más allá, ¡pero qué tontería!. Que se dejen de monsergas y piensen un poco. Es que los muertos no vuelven de las tumbas para decirnos que hay un más allá. Ja,ja. Si yo estuviera ahora muerto, que puede que lo esté, tú no tienes ninguna constancia, tal vez lo último en que pensaría es en volver para hablarle a cuatro idiotas, que me han hecho mucho daño, sobre la existencia del más allá. Incluso si tuviera seres queridos, que no los tengo, me lo pensaría dos veces si conociera los pensamientos íntimos que han tenido sobre mi a lo largo de su vida. Hasta si me pones en un brete, si mis seres queridos me hubieran amado con absoluta generosidad puede que me pensara en decirles una verdad que les haría mucho daño. Seguro que no hablarían de ello para que no les consideraran locos de atar.

Y ahora, mientras rumias esta primera entrega y vas asimilando las consecuencias que supone el hecho de que los seres humanos puede que seamos algo más que materia, permíteme que vuelva a mi cubil. Que me oculte entre los otros reclusos, que ponga mis ondas en el éter, allí donde se juntan todas las ondas, de radio, de televisión, de satélites, de radares, etc, para que pasen desapercibidas. Tal vez alguna hermosa mujer se vuelva creyendo notar una mirada clavada en sus curvas y un pensamiento libidinoso en su nuca. No encontrará sino el vacío. Entonces pensará que ha sido una experiencia rarilla, molesta, pero no dará la menor importancia al hecho de que un telépata la haya desnudado con su mente sucia y perversa. Y es que pocas satisfacciones nos quedan a los telépatas ( tenemos que aguantar carretadas de basura de otras mentes) que no sea la de pensar con deseo en el bello sexo. Algo que muchos de ustedes, juraría que todos, hacen mientras ven esos programas televisivos que tanto les gustan. Algo a lo que no dan la menor importancia porque nadie les ve ni les siente. Las conciencias más neuróticas pasarán luego a confesarse de las guarrerías en las que piensan. Imaginen por un momento que todos fuéramos telépatas y comprenderán un poco mi locura. Tendrán compasión de mi y harán lo posible para que sus pensamientos mejoren un poco. Tal vez así la paz venga a la Tierra, la gran cárcel cósmica donde estamos encerrados delincuentes a los que se nos ha privado de la memoria.

Hasta mañana, querido amigo, en que te desvelaré otra parte interesante del gran secreto, oculto para la mayoría de los reclusos pero meridianamente claro para los iniciados que no se han dejado manipular por los guardianes de esta prisión.

Tuyo afftmo.
El telépata loco.





sábado, 27 de octubre de 2018

CEMENTERIO DE HALLOWEEN II


















CEMENTERIO HALLOWEEN II

Me apresuré hacia donde se veían luces y se escuchaban coplillas y músicas. Tal vez, pensé, me encuentre con viejos amigos, con Mujersol, con Teseo, con Cyrano, con... Pero hubiera sido demasiada casualidad. No sabía dónde me encontraba, tampoco sabía exactamente dónde vivían MujerSol y Teseo, a pesar de que me habían dado sus señas. ¡Vaya usted a saber dónde se encontraba el cementerio Hallowen!

Era posible que muy al norte, cerca del territorio gringo. Entonces caí en la cuenta que mi cansada vista y la noche me podían haber jugado una mala pasada.

No se trataba de "Cementerio Hallowen" sino de "Hello, gringo, ven". Acortado en Hellovén.

A mí al menos se me hubiera ocurrido gastar esa broma, de haber sido mexicano. Aunque me parecía que los mexicanos eran muy discretos, educados y elegantes. Al menos esa conclusión saqué cuando me visitó Teseo en España.

Caminaba linterna en ristre, temblando de incertidumbre y deseando un tequilita para mis nervios, cuando desde detrás de una tumba me salió una figura al paso.


Me detuve asustado y mi corazón golpeó contra mi pecho, plof y plof y más plof. No cabía duda de la naturaleza de la figura encontradiza. La cara lívida, ojeras y círculos rojizos en los ojos, dentadura podrida y un traje de charro mexicano sobre su delgada silueta.

No encontraba palabras para dirigirme a él. Sin embargo él si las encontró para saludarme con mucho cariño.

-Hola amigo Slictik. He oído hablar mucho de usted.

-No sé si eso será bueno o malo. Que los muertos hablen tanto de mí. ¿Cuál es su nombre, amigo?

-Don Segismundo, para servirle.

-Si quiere servirme me vendría bien un trago de tequilita, para calmar los nervios y entonar el cuerpo. Por cierto, ¿no será usted ese de "La vida es sueño" de Calderón?

-Aquí tengo una botella de tequila que los muertos fabricamos para este día tan señalado. Si quiere algo comestible también he arramblado con productos típicos de la tierra, de la fiesta que están celebrando al otro lado de este cementerio.


Me tendió la botella y bebí un buen trago. Era fuerte, muy fuerte, buen tequila, pero con un sabor raro, como a raices de árboles milenarios y a bayas recogidas tres mil años atrás. Muy fuerte y muy añejo, sin duda.

Necesitaba el trago para enfrentarme a Don Segismundo pero también para bajar la comida. Dando vueltas por ahí me encontré una taberna mexicana donde me puse ciego de comer frijoles con carne, bien picantitos, y ahora me saltaban en la barriga. El tequila me vino soberbio para diluir la danza de la panza. Lo que no esperaba fue que algo me viniera a la boca y saliera sin poder remediarlo.

-Bruaaff.... Bruaaafff

Eran eructos poderosos que me dejaban el cuerpo más tranquilo, aunque la preocupación por cómo se tomarían lodifuntos semejante falta de respeto, y más Don Segismundo, allí presente, me hizo poner la mano en la boca como un silenciador.


-En vida me llamaban Don Segismundo, ahora no me llaman, por eso he tenido que salir a buscar compañía en fecha tan festiva. En cuanto a si la vida es sueño a mí al menos se me pasó en un sueño, lo malo es que la muerte es dormir más que otra cosa. Teniendo en cuenta que la vida es sueño y la muerte dormir profundo yo diría que el ser humano duerme más que un lirón. Sin tiempo para la reflexión y el cariño. Lo que más eché de menos en via fue el cariño y lo que más hecho de menos en la muerte es el cariño. ¿Podría darme un abrazo, Slictik?

Yo deseaba acercarme a la fiesta por si podía ver por allí mis viejos y queridos amigos y también por encajar a Don Segismundo en un ambiente donde me diera menos miedo. No obstante me acerqué hasta él y le dí un fuerte abrazo. Era tan delgado que yo diría que estaba en los puros huesos. Sin carne para atenuar el choque sentí como si abrazara a un esqueleto.

-Siéntese amigo sobre esa tumba y tome un traguito más, que veo que le gusta este tequilita. Yo tomaré otro para animarme.

Hice lo que me aconsejaba, justo a tiempo, porque no me sostenían ya las piernas. Pero no pude evitar lo que me ascendía por el tubo hacia la garganta.

-Bruaaafff...

-No se sienta molesto. Es señal de buen provecho y a los muertos no solo no nos enfadan sino que sentimos envidia. Los gusanos comieron nuestras carnes (¡Para lo que las necesitábamos!) y ahora con los huesos no podemos ni abrazarnos sin sentir las aristas.

-¿Por qué no me cuenta la historia de su amarga vida?

Eché un buen trago de la botella que me tendía y se la devolví. Él echó otro y se dispuso a contarme, no sin antes abrir su boca en una sonrisa que me permitió ver una dentadura podrida y una boca profunda, como la puerta del infierno.

-¿Por qué piensa que la vida de los difuntos ha sido amarga? ¿Por qué ya no estamos vivos? La mayoría de las veces la vida es más amarga que la muerte. ¿Mi vida amarga? Jeje

-Me alegra de que sea usted una de las excepciones a la regla. Imagino que si hiciéramos una encuesta entre los vivos la gran mayoría pensaría que su vida es amarga.

Continuará .
Slictik




lunes, 22 de octubre de 2018

CEMENTERIO DE HALLOWEN


CEMENTERIO HALLOWEEN

Viernes, 31 de Octubre de 2008




Mi visita al cementerio Halloween

Me perdí en la noche. Es fácil que me pierda de día, asi que no me sorprendió que me perdiera de noche. Comencé a dar vueltas y vueltas con el coche sin ver nada hasta que cansado paré el motor y salí del vehículo.

No he mencionado que estaba de vacaciones en México. Había oído hablar a unos buenos amigos mexicanos, Teseo y Mujersol, de las fiestas de difuntos que se celebran allí y conocía un poco del festejo gracias a mi afición a los documentales. Así que me dije. Esto está chupado. Me compro un billete, me voy a México, alquilo un coche y voy a ver a mis amigos y disfrutar de la fiesta.

Sí, sí, conociéndome como me conozco tenía que haber contratado una guía turística o al menos haberme llevado conmigo a Milarepa, un buen amigo, que siempre me saca de los líos en los que me meto.

¿Que quién soy? Algunos me llaman Slictik y yo suelo llamarme tonto, sobre todo cuando me pierdo en plena noche, sin comida, sin bebida, y sobre tod sin compañía.

Como digo salí del coche con una linterna que encontré en el maletero. Por suerte mi maletero parece un gran almacen de cosas viejas e inútiles, pero la linterna me serviría.

La encendí y me puse a caminar. Encendí un pitillo y me dije que lo peor que me podía pasar es que me abdujeran los extraterrestres. Pero no se veía ninguna nave... al menos de momento.

Lo que sí estaba viendo eran unas lucecitas titilantes en dirección sur, o puede que fuera norte o cualquier otra. En el maletero no llevaba brújula ni mapas.

Allá que me fuí, pensando que donde hay luces hay vida y donde hay vida siempre hay alguna mujer comprensiva con un tonto.


De pronto recordé que era el día de difuntos o Hallowen más al norte. En mi pais, España, perderse de noche y cerca de un cementerio eriza el vello de algunos. Si además es día de difuntos uno sale corriendo. Las flores se llevan de día. Se hace cola para entrar al cementerio y vas a la tumba de tus seres queridos. Echas unos rezos si eres creyente y si no lo eres pones las flores y haces un poco de limpieza. En España el día de difuntos es bastante serio, casi dramático, nada de fiestas ni de bromas. Y si alguno se atreve a hacer bromas se arriesga a que un creyente malhumorado le ponga las peras al cuarto.

¡Pero estoy en México! Aquí sí valen las bromas y las fiestas. ¡Menos mal!

Las lucecitas eran fuegos fatuos en un cementerio. Me acerqué hasta la puerta y pude leer "Cementerio Hallowen".

Bueno, pensé, puede que no sean luces fatuas, sino mexicanos que están celebrando el día de difuntos. Necesito un buen trago y algo de compañía.

Me puse a saltar la valla con tan mala suerte que el pantalón se me enganchó en la punta de un hierro por la culera y tuve que dejarme de reflexiones elegantes y salvar el pellejo.

En aquel cementerio no tenía ningún ser querido, aunque como dice Milarepa, puede que en cada cementerio del mundo tengas varios seres queridos y no lo sepas. Él cree en la reencarnación. Yo ni creo ni dejo de creer. Pero necesitaba compañía

Me puse a caminar entre tumbas, con la linterna en ristre y la culera del pantalón con un siete. ¡Menos mal que era de noche y que allí no había nadie!

¿Y los difuntos?

En España no solo se respeta a los difuntos, la mayoría les tiene miedo y si alguno se les apareciera en un cementerio saldrían como almas que lleva el diablo. Yo no tengo miedo. Estoy acostumbrado a que mis personajes me den sustos, incluso en plena noche.

¿Que no tengo miedo?

De pronto escuché voces a lo lejos. Si hubiera tenido vello se me hubiera erizado. Por suerte ya no tengo,y sin depilación.

Me dije que estaba tan solo que hasta que saliera un muerto de su tumba me vendría bien. Y si me contaba una buena historia... mejor. Y si me invitaba a un trago de tequila... le daría un abrazo.


Continuará 
.
Slictik 
Slictik

martes, 10 de julio de 2018

TERROR EN LAS MENTES IV


   



 CARTAS MENTALES DEL TELÉPATA LOCO III


Querido amigo:

Veo, gracias a los dioses amables de la telepatía, que va usted entrando en razón. En su amable carta de ayer  me pedía perdón por su destemplada reacción a mis misivas. Nadie es perfecto, como dice el gracioso millonario a Jack Lemon al terminar "Con faldas y a lo loco". Usted no creía y ahora continúa sin creer. Como le dijo Santo Tomás al maestro, cuando se le apareció en aquel sorprendente cuerpo invisible, si no meto mi mano en tu costado, etc-etc. Usted, querido amigo, es más incrédulo que Santo Tomás. Pero no obstante sería malévolo si no apreciara en su última misiva un espíritu más abierto, más generoso y menos cientifista. Esta nueva actitud puede que se deba en parte a las jaquecas que sufre cada vez que recibe una nueva carta mental. Las coincidencias hacen a la ciencia. Que diría el sabio Demostrato... No, no lo busque en el diccionario porque me lo acabo de inventar.

Me alegro mucho de sus jaquecas. Ya sé lo que está pensando de mi. Que soy un canalla sin escrúpulos. Pero la raza humana no escarmienta sino recibe suficientes garrotazos. Es ley histórica irrebatible. Continuando con las divertidas anécdotas de mi vida telepática, le diré, querido amigo, que a la vista de las palizas sufridas, accedí a guardar para mi coleto este sorprendente secreto, descubierto gracias a una coincidencia. Me dije que allá los demás y que aprovecharía mi varita mágica para lograr lo que pudiera, sin el menor remordimiento de conciencia.

De esta forma comí más caramelos que cualquier otro niño de la historia. Gracias, por supuesto, a la sugestión mental que probaba una y otra vez, con evidente éxito, con mis compañeros de clase. También aprobé los exámenes con la gorra que llevaba en la mano por respeto al profesor. Me ayudó mucho un niño empollón, un superdotado, que diríamos ahora. Nunca pudieron pillarme copiando porque yo no soy tonto, aunque lo parezca. En lugar de sacar dieces a manta y matrículas de honor, para acabar de una vez por todas con el honor calderoniano, me limitaba a aprobar raspao. Así el profesor no podía sospechar, como ningún listo que se precie puede sospechar de los raspaos. Es la perra suerte que tiene, dicen encogiéndose de hombros, y esperan para ver si la próxima vez palmas.

Era milagroso que aprobara siempre, no dando un palo al agua. Aunque más milagroso hubiera sido que sacara un diez, eso sí les habría puesto sobre aviso. Como les ocurre a todos los perseguidos de este mundo, yo sabía muy bien que se me envidiaba, que está en boca de todos los murmuradores y que algunos ya empezaban a colocar pedruscos en mi camino. Pero mi suerte continuaba guardándome de todas las asechanzas de los malvados. Así, por ejemplo, si gracias a mis dotes telepáticas llegaba a saber que mañana me preparaban una buena. Entonces caía con fiebre -nada más facil para un telépata que producirse fiebre- y me quedaba en la cama leyendo tebeos de Mortadelo y Filemón.

Tanta suerte no podía pasar desapercibida y al matoncito de la clase (los hay en todas partes) se le ocurrió aprovechar "esa potra" para ganarse unos durillos a las quinielas. Como yo me negara a colaborar, un día, al salir del cole, me secuestraron, me ataron a un árbol del patio y me amenazaron con no dejarme volver a casa, con hacerme pasar allí la noche (¡Uy qué miedo!). Decidí, pues darles unos resultados al azar, aunque procurando que algunos fueran aciertos fijos. Ya sé que esto no es telepatía, querido amigo. No le estoy tomando el pelo. Lo que ocurre es que no puedes desarrollar un músculo sin que todos se desarrollen un poco. Confieso que tenía también algo de vidente. Facultad a la que no hice mucho caso porque siempre me fallaban los grandes, el Real Madrid, el Barcelona, y poco más, que en aquella época no existía liga de las estrellas.

Tuvieron la gran suerte de que con los aciertos fijos que les di, acertaron por casualidad algunos otros, con lo que llegaron a cobrar cuatro perras en las quinielas. Esto les animó tanto que me ataban todas las semanas al maldito árbol, obligándome a decirles la quiniela de 1 a 2, pasando por la X. Se volvieron avariciosos. Querían acertar un pleno en solitario. Me harté de tal manera que cada vez que me ataban al árbol les levantaba unas jaquecas de padre y muy señor mio. Así conseguí que me dejaran en paz.

¿Qué cómo quedará el Real Madrid el próximo domingo? Apunte...Cero-dos. Y juega en casa... No, no me pregunte más detalles. Y déjese de tonterías. ¿Qué es eso de hacernos millonarios a medias?...La telepatía se practica por amor al arte, no para hacerse uno millonario. Vaya tomando nota.

Y ahora me despido hasta una próxima carta mental, que será más larga y enjundiosa, porque ahora ya no bloquea su mente como acostumbraba. Ninguno de los dos sufrimos las correspondientes jaquecas y así es un placer charlar un rato. Esto de la telepatía es como el zampar, que todo es empezar.

Un abrazo, coleguilla.
Suyo afftmo.
El telépata loco.





martes, 16 de enero de 2018

TERROR EN LAS MENTES III

                TERROR EN LAS MENTES III

        CARTAS MENTALES DEL TELÉPATA LOCO II

  


Querido amigo:

He recibido, con gran sorpresa por mi parte, su amable carta mental de fecha de ayer. Y no me ha sorprendido porque le crea incapaz de poner sus cartas en el correo telepático, sino porque usted no cree en la telepatía y aquello en lo que no se cree no existe, nada, nothing. La humanidad pensó durante buena parte de su historia que era el Sol el que giraba alrededor de la Tierra y no al revés. Así lo creían y eso influyó poderosamente en sus vidas. Y sino que se lo digan a Galileo que a punto estuvo de ir a la hoguera por defender lo contrario.

Esta historia nos demuestra a las claras que puede que las cosas no sean como parecen, aunque creer lo contrario también influye en vidas propias y ajenas. La sabiduría humana es tan frágil, tan volatil, como aquello que los humanos llaman vida.

En su carta me llamaba de todo y nada bueno, me insultaba, blasmefaba como un cosaco y amenazaba con asesinarme en cuanto diera conmigo, cosa que me permito dudar y acepte esta gracia, muy divertida para mi y muy estúpida para usted. Así es el humor, ni más ni menos. Por estas y otras razones igualmente locas e igualmente válidas para mi va a tener que escuchar mi vida de pe a pa. Es un castigo mucho más lenitivo y generoso que el que vuecencia merece.

Como no quiero torturarle más de lo debido he decidido esperar a mañana para iniciar el primer capítulo de mi divertida vida telepática.

Suyo afftto.
El telépata loco.




Querido amigo:

Sin más preámbulos paso a contarle mi vida telepática en mil capítulos y un prólogo, por lo que ya puede sentarse tranquilamente en el suelo, sobre un cojín, como hiciera la mítica Sherezade, y aguardar unos tres años a que acabe de darle la paliza.

El primer episodio versará sobre cómo me hice telépata. ¿El telépata nace o se hace? Se preguntará usted con mucho interés. Será más bien una pregunta retórica, porque me consta lo que está pensando en este momento: ¿cómo es posible descubrir algo que no existe, o convertirse en algo imposible por la naturaleza de las cosas? Pues verá, ya de niño me gustaba hablar con seres imaginarios, como por otra parte acostumbran a hacer todos los niños, sin que se les tilde de telépatas o de locos. Los adultos de la especie permiten a sus polluelos volar, para luego, una vez creciditos y pasado el ritual de iniciación a la vida adulta, prohibírselo con la disculpa de que no tienen alas.

Esta actitud parece de todo punto irracional, pero no seré yo quien ponga los puntos sobre las "ies" en este tema. Por mi parte decidí no crecer nunca. Sí, así es, tal como le sucede al protagonista del Tambor de hojalata, la novela de Gunter Grass, si no recuerdo mal. Y contestando a su pregunta telepática, que usted acaba de hacerme sin darse cuenta, le diré que sí, que tal como lo piensa así es. La idea se la dí yo telepáticamente aunque él nunca lo reconocerá, lo achacará a las musas o a un momento de inspiración, como por otro lado es lo lógico en estos casos, pero lo cierto es que me debe un montón de royalties o derechos de autor. Que no se preocupe mi buen amigo Gunter Grass, porque nunca le reclamaré nada. Lo que graciosamente se recibe, graciosamente debe ser compartido.

Esta decisión, la de continuar siendo un niño toda la vida, me permitió descubrir un misterio, entre otros muchos, y es que las mentes humanas, también las animales a secas, acostumbran a comunicarse. Mis adorables papás creían que yo era un niño muy raro porque me adelantaba a sus decisiones. Ellos, por supuesto, no podían aceptar que leyera sus pensamientos, asi que lo achacaban a razones muy peregrinas o simplemente a que yo era un niño muy raro y punto.

Para combatir mi rareza decidieron llevarme al psiquiatra, quien diagnosticó que yo era un enano perfectamente normal, eso sí con mucha imaginación. Era inocuo como un vaso de agua convenientemente depurada. Deberían seguirme la corriente hasta que se me pasara. Esa fue toda la terapia que propuso para combatir mi rareza. Ellos, mis padres, se cansaron pronto de aguantarme y puesto que no se me pasaba por las buenas, intentaron que se me pasara por las malas. Me daban palizas, un día sí y otro también. Entonces no se aceptaba que esto pudiera ser considerado como maltrato infantil. Ahora ha cambiado el criterio, lo que demuestra una vez más lo facil que resulta a los seres humanos cambiar de idea. Claro que sin hacerse responsables de los desaguisados ocasionados por las viejas ideas y sin perdón a nadie, faltaría más.

Permítame, querido amigo y sufridor, que ponga aquí un nuevo punto y aparte. Su bloqueo mental, que debo perforar con gran derroche de energías, me ha levantado un terrible dolor de cabeza, o una pertinaz jaqueca como dicen los más relamidos. La misma jaqueca que deseo de corazón esté padeciendo usted ahora. Soy un ser vengativo por naturaleza. No permito que me traten mal sin pagar un precio. Eso de poner la otra mejilla no se hizo para mí, se lo aseguro, ni para muchos otros que andan metidos en guerras por un quítame allá esas pajas.

Suyo afftto.
El telépata loco.






  

martes, 29 de septiembre de 2015

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UN REGALO POR SAN VALENTÍN

Se estaba acercando el día de San Valentín y aún no había decidido si celebrarlo… de cualquier manera o hacerse el desmemoriado y ver qué pasaba. El San Valentín pasado era para él un recuerdo muy amargo. Compró una rosa roja en una floristería y la acompañó con un sobre en el que había dibujado dos corazoncitos atravesados por una flecha. En su interior un breve poema manuscrito que le había hecho sudar tinta. Entregó el regalo a su esposa al llegar a casa, ella le tiró la rosa a la cara, sin contemplaciones y luego abrió el sobre con sonrisa sardónica, leyó un par de versos y lo rompió en mil pedazos diciendo: Esto es una mierda.

No debió haberse ofendido tanto, al fin y al cabo el día anterior habían tenido una sonada bronca. El que ella reaccionara así, era comprensible. Pero le dolió, y mucho. Sin abrir la boca salió de casa dando un portazo. Subió al coche que no había guardado en la cochera –para que ella se j…- y se acercó a la ciudad. Recorrió varias discotecas buscando con desesperación un ligue cualquiera y terminó “ligando” con una botella de güisqui. Regresó dando más curvas que una camioneta por el Himalaya. La suerte no estaba de su parte. La guardia civil le dio el alto. El joven de uniforme se acercó con una media sonrisa en la boca. Enseguida vio el panorama. El pensó que de aquella no se libraba, le abrirían un procedimiento penal y le retirarían el carnet, aparte de quedarse sin puntos y tener que pagar una cuantiosa multa. 

Casi se le pasó la borrachera cuando el joven uniformado le dijo que hoy era su día de suerte. Su novia le acababa de regalar un viaje al Caribe. Se marcharían dentro de una semana, aprovechando un permiso, unido a varios días libres que le debían aún del año anterior. Se sentía tan feliz que deseaba compartir su alegría con todo el mundo. Podía marcharse. Eso sí, no se libraría de una buena multa por exceso de velocidad y seis puntos menos en el carnet. ¿Exceso de velocidad? Casi se troncha de risa. Iba tan despacio que hasta un burro cansado le habría adelantado. Pero no dijo nada, salvo darle las gracias con voz pastosa. Lleve a su esposa al Caribe cuando pueda y si no la tiene busque una buena mujer y no salga de casa el día de San Valentín. Le aconsejó con tono paternal. Y vaya a poner una vela a la iglesia más cercana, porque si mi compañero no estuviera tan ocupado hoy soplaba como para hinchar un globo aerostático.

En efecto, su compañero estaba dando el alto a otros dos conductores. Se aferró al volante y logró pasar delante del otro trazando una milagrosa línea recta…Eso sí, iba tan despacio que el guardia civil le echó un vistazo y miró a su compañero, quien se encogió de hombros. Pudo llegar a casa y parar el coche, aunque no sin antes darle un buen golpe contra la verja de entrada que no vio hasta que estuvo encima. Roncó el resto de la noche en el sofá del salón y se despertó con la boca seca, pasado el mediodía. Su esposa no estaba, pero había dejado una nota. Roncabas como un cerdo, como lo que eres. Voy a pasar el día con unas amigas. Era domingo, recordó él de pronto, gracias a Dios porque no hubiera llegado a trabajar a tiempo.
Aquella era una deuda que ella le iba a pagar. Quince días antes su esposa se vio obligada a viajar por la enfermedad de un familiar cercano. El aprovechó para conectarse a Internet. Buscó afanosamente una página para contactos de casados infieles, se registró y estuvo tonteando hasta que una mujer de la misma localidad, que también estaba conectada, le dijo simplemente: hola, chato. De ahí a “en tu casa o en la mía” solo pasaron cinco minutos. En la mía, respondió él, y lo hicieron en la cama matrimonial.

Se pasó la semana pensando si debería volver a contactar con el “ligue provisional” o incluso buscarse más. Cuando su esposa regresó él continuó planteándoselo. Y ahora se acercaba San Valentín. Me haré el desmemoriado, se dijo. Pero de pronto una idea delirante pasó por su cabeza. Una amiga de su esposa le había prestado un libro, Las cincuenta sombras de Grey. Era la primera vez que ella leía algo erótico. Aún recordaba su risa estridente cuando él le propuso ver una película porno para ver de mejorar su vida sexual. Observó con la boca abierta cómo ella lo leía de un tirón. Le picó la curiosidad y también lo leyó a escondidas.

Lo preparó todo como si fuera otra persona, el pervertido que llevaba dentro y que ahora asomaba la cabeza… después de tantos años. Buscó en Internet. Encontró algo que ignoraba que existiera. Un motel virtual. Reservabas habitación pagando con tarjeta de crédito, te daban un código para la puerta y no estabas obligado a ver a nadie. Podías pedir cena y bebida y estaría todo preparado para la hora que dijeras, se garantizaba máxima discreción. Reservó habitación, le pidió a un médico un somnífero suave y le preguntó la dosis mínima para dormir solo unas horas. 

Durante la comida de San Valentín vació una capsula en el plato de su mujer, aprovechando que ella tuvo que ir al servicio, últimamente “meaba” demasiado y siempre a las horas más inoportunas. Solo tuvo que esperar a que le hiciera efecto. Ya tenía preparada una maleta. Solo tuvo que llevarla en brazos hasta el coche. ¡Cómo pesaba la condenada! La colocó en el asiento trasero. Subió y arrancó el coche. Mientras conducía no pudo evitar que ideas delirantes pasaran por su cabeza. Todas hacían referencia a la posibilidad de un crimen perfecto. Llevaban veinte años casados, no habían tenido hijos y ninguno de los dos quiso someterse a un tratamiento de fertilidad o adoptar. No dejaría huérfanos.

Aún no era noche cerrada cuando llegó a los aledaños del motel. Decidió esperar en un área de descanso cercana. Salió del coche y se fumó un pitillo tras otro. ¿Y si…? Pensaba. No tardó mucho en llegar la completa oscuridad, al fin y al cabo era febrero, invierno. Se acercó al motel muy despacio, temiendo coincidir con otra pareja. Aquello estaba desierto y silencioso. Buscó el número del bungaló y estacionó enfrente. Marcó el código, abrió la puerta, sacó la maleta del maletero y echó un vistazo antes de tomar a su esposa en brazos, no sin antes mirar a uno y otro lado. Entró con ella, resoplando y cerró la puerta con el pie.

La desnudó deprisa, temiendo que se despertara de un momento a otro. La desnudó con la misma celeridad y la ató a la cama con cintas de seda. Llevó la maleta al servicio y al cabo de unos minutos salió. Ella aún no había despertado. Acercó una silla a la cama y se sentó, esperando. Había visto muchas veces desnuda a su mujer, pero aquella contemplación le produjo un extraño morbo, como si fuera una desconocida. De pronto ella rebulló. El se levantó de un salto, alejó la silla y se quedó de pie, firme. Sus ojos se encontraron. No le reconoció. Tardó en darse cuenta de que no estaba en casa y en plantearse qué era lo que podía haber ocurrido. Bruscamente abrió la boca y soltó el aullido más terrible que él escucharía nunca. Se abalanzó sobre ella y tapó su boca con la mano. Le susurró palabras tranquilizadoras. Soy yo, no me reconoces. Es una broma, tranquila. ¿Me prometes que no gritarás si quito la mano? Ella afirmó con la cabeza. Tenía los ojos desorbitados.

El retrocedió y se quedó frente a ella. Bueno, ya estaba hecho. Ella nunca le perdonaría. Le rogaría que la desatara, se vestiría y saldría corriendo. Llegaría antes a casa, cerraría por dentro con el pestillo y al día siguiente buscaría un abogado. ¡Si al menos se olvidara de ir a la comisaría más cercana a denunciarle! Sería duro, pero al menos tenía la página de contactos para casados infieles. Nadie tendría por qué saber que él ya no estaba casado. Tampoco importaba mucho porque seguro que también habría páginas de separados.
Ella no dejaba de mirarle. De los pies a la cabeza y de la cabeza a los pies, y luego vuelta a empezar. El hizo lo mismo. Los pies desnudos, las piernas desnudas llenas de vello, el diminuto tanga de cuero que le quedaba pequeño, dos bandas de cuero cruzándole el pecho, la barriga cervecera desparramándose sobre el tanga… y aquella capucha de cuero que le oprimía tanto y le daba tanto calor, con agujeritos para la boca, los ojos y las orejas… y además aquel ridículo látigo de juguete en la mano. Ni siquiera se acordaba de él.

De pronto ella abrió la boca y él se estremeció. Una sonora carcajada resonó en la habitación y luego otra y otra, después comenzó a agitarse, los pechos se bamboleaban al compás de una risa histérica imparable. El no sabía qué hacer. Se limitó a esperar con resignación. Por fin, tras un tiempo que se le hizo eterno, ella abrió la boca.

-Ven aquí, mi Grayncito.
Y volvió a estremecerse de risa. El se acercó temblando. Ella le susurró.
-Te dejaré hacer lo que quieras si luego tú te dejas atar y me dejas hacer lo que me plazca. ¿De acuerdo?
El asintió con la cabeza. Fue una noche memorable, surrealista, esperpéntica, placentera, plena. Antes de cambiar el papel de sumiso cenaron. Él ni siquiera recordaba que había pedido una suculenta cena y champán francés. 

De regresó a casa, dos días más tarde (había reservado tres días por si le daba la locura y necesitaba tiempo) a él se le escapó la risa. 
-¿De qué te ríes, mi Graynececito?
-De nada… de nada…

Y recordó las ideas que le habían asaltado durante el viaje de ida. Se le puso la carne de gallina.

miércoles, 6 de agosto de 2014

TERROR EN LAS MENTES II


                        TERROR EN LAS MENTES II PARTE



                  CARTAS MENTALES DEL TELÉPATA LOCO

                        CARTA MENTAL PRIMERA

         (RECIBIDA EN UN MOMENTO DE DESCUIDO CUANDO ME IBA A LA CAMA)

         
Estimado Sr: Me dirijo a Vd., no porque sea, ni mucho menos, la mente más receptiva que he encontrado en mi camino telepático, sino por razones que sólo a mí competen.

Mi deseo es que al recibo de la presente se encuentre bien de salud psíquica, la única que realmente cuenta para los verdaderos entendidos en la materia. Con su aquiescencia, o contra su voluntad, voy  a contarle mi vida en dosis inocuas para su cabeza de chorlito. El esfuerzo que supone, para ambas-dos-partes, este tipo de correo me obliga a ser conciso y preciso.

Mañana, a más tardar, recibirá la primera carta telepática en la que le explicaré cómo empezó esta vaina. No es preciso que nos citemos a hora concreta, ni se requiere una especial preparación. Eso sí, no intente rechazar la misiva o sufrirá muy severas consecuencias.

Suyo affto.
El telépata loco.



       Querido amigo: Le aconsejo que no se haga ilusiones por lo de amigo, los telépatas no tenemos amigos y menos aún si somos locos, como un servidor de vuecencia, de quien dicen que está como un cencerro, tal vez porque la meta de todo cencerro que se precie no es otra que dar badajazos en el vacío llamando a quien no quiere oírle. A los locos se nos desprecia por entender que con ellos no puede existir la menor base de comunicación. El loco, dicen, carece de lógica, y puede que sea verdad, aunque vista la lógica de que hacen gala la mayoría de los cuerdos -no quiero englobarles a todos porque hay dos o tres majetes- uno se pregunta y con razón, es un decir, discúlpeme usted,  si eso de la lógica no será una mentira útil, para imponer al otro una forma de vida con la que no estoy de acuerdo, por razones, y dale, que no serán razones, según ustedes, pero que ahí están.

Le he escogido, querido amigo, como receptor de mis cartas telepáticas, porque la razón de la sinrazón que ocupa mi mente, así dormido como despierto, así lo ha dispuesto. Tendrá pues que sufrirme, lo quiera o no, porque los buzones mentales no tienen llave o al menos usted no tiene ninguna. Dicen que la información es poder y yo tengo muchos más datos que vuecencia. Por lo tanto a aguantarse tocan y sino vaya a comprar en el primer supermercado que encuentre dos latas, de a kilo, de poder.

Con tantos circunloquios hoy ya no puedo contarle nada de mi vida. Lo dejaremos para otra ocasión porque este correo es muy trabajoso, oiga. Me veo precisado a orientar la antena en su dirección y luego enchufar las ondas con fuerza para que no se pierdan en el aire y después y por último pensar dos veces cada pensamiento, una para redactar y otra para enviar. Esto supone mucho más esfuerzo del que usted imagina. Permítame que lo dejemos para mañana.
Suyo affto.
El telépata loco.