lunes, 30 de enero de 2023

UN DÍA EN LA VIDA DE UNA FAMILIA VANTIANA XXIV

 


Así es, Arminido. Acabamos de aterrizar y ya lo está haciendo también Artotis que parece se ha dado mucha prisa. Os vamos a pasar las imágenes, mientras yo voy narrando lo que está sucediendo, más para explicar lo que a nuestros holovidentes se les pase desapercibido que para reiterar lo que ellos ya están viendo. Su esposa Arleina –cuyo nombre se parece mucho al mío, y no voy a decir si es su verdadero nombre o forma parte del juego de los nombres cambiados, con el que nuestros holovidentes podrán ganar unos créditos al final del programa- ha salido disparada para recibir a su amado esposo. ¡Oh el amor, el amor! ¡Oh lamore, lamore! Como dice un poema clásico que he podido leer escarbando en los archivos remotos de “H” que a nadie interesan y que no recuerdo si estaba escrito en una de las lenguas ancestrales de Omega o procede de otro planeta. Otro día, Arminido, tendremos que tratar de las relaciones de pareja que han existido a lo largo de la historia de Omega hasta llegar a las actuales, que ni son relaciones, ni son pareja, ni son nada. Incluso las podremos comparar con las existentes en otros planetas del Cuadrante, un estudio etnográfico en toda regla. ¿No te parece, Arminido?

-Ya lo creo que me parece, querida Alierina, incluso podríamos escenificarlas tu y yo.

-Acepto, siempre que empecemos con el matriarcado. Para ello tendrás que pedir permiso a “H” para acceder libremente a sus archivos secretos sobre otros planetas del cuadrante. El que algo quiere, algo le cuesta.

-Hecho. Sigue contándonos lo que ven tus ojos.

-Y los vuestros. Como veis Artotis y su pareja se han fundido en un abrazo del que tardarán en separarse. Elielina y Aloviris los contemplan con la boca abierta. Ésta excursión fuera del hogar les está haciendo algo de mella. Cuando tengamos un rato les preguntaremos sobre sus impresiones del mundo exterior. Nuestro programa, una vez que disfrutemos de la finca de Artotis, es dar una vuelta sin prisas sobre Vantis, para que la conozcan los que nunca salen de sus casas. Cenaremos en casa de Elielina y nos prepararemos para una larga noche virtual que promete muchas sorpresas, al menos para mí que nunca he estado en esos mundos artificiales… Pero qué ocurre. Me parece que a Artotis y a Arleina los van a separar antes de lo que habíamos pensado. Como estáis viendo una caeros viene trotando hacia ellos, seguida de su rebaño. Seguro que Amantanimalis, el robotdrón del que ya hemos hablado, les ha comunicado la llegada del bueno de Artotis y han salido disparados. Se nota que le tienen mucho cariño. ¡Increíble! Caerina, la lideresa de la manada, le está lamiendo la calva a nuestro compañero Artotis que ha tenido que separarse de su amada y responde besando su frente y acariciando su testuz. Por suerte ya tenemos al robotdrón encima de nuestras cabezas, contemplando la escena.

-Por favor, Arleína, ¿podrías decirle a Amantanimalis que nos traduzca los berridos que iba soltando Caerina mientras llegaba al trote y la conversación que parecen mantener estos dos buenos amigos?

-Puedes pedírselo tú misma, nuestro robotdrón obedece a todo omeguiano que le ordene algo, salvo que confronte con las famosas tres leyes robóticas que diseñó Helenio de Moroni para que ningún robot o IA pueda dañar por acción o inacción a cualquier omeguiano con el que se encuentre.

-Pues allá vamos…Hola Amantanimalis. ¿Cómo te encuentras? ¿Podrías traducirnos todo lo que ha venido diciendo Caerina y la conversación que está manteniendo ahora con Artotis?

-Hola Alirina, intrépida reportera. Me encuentro muy bien y para mí será un placer hacer de traductor, si bien debo advertir que la traducción del lenguaje animal al omeguiano, así como al revés, no es tan exacto como el lenguaje que empleáis para comunicaros entre vosotros. En el lenguaje animal el tono de la voz, la mirada y la gesticulación es casi tan importante como el mismo núcleo del mensaje. Se podría traducir los berridos de Caerina como “Papi, papi, nos tienes abandonados, qué poco nos quieres. Déjame que te dé una buena lamida”. Todos los caeros de la manada lo llaman así. Algo curioso porque la palabra “papi” no existe en su lenguaje habitual. Han debido imitarlo de Artotis que suele gustar de emplearlo con las crías. Lo que le está diciendo Artotis a Caerina no necesita traducción, ésta responde que todos los caeros de la manada lo echan mucho de menos y que debe prometer no pasar tanto tiempo fuera de la finca. Ahora el resto de la manada se aproxima y Caerina se retira para que todos puedan lamerle en señal de bienvenida. Lo que le están diciendo las crías es especialmente enternecedor. Podría traducirse como “papi, te queremos, déjanos dormir esta noche contigo”. Artotis suele hacerlo de vez en cuando, se suma al montón que forman las crías para resguardarse del frío por la noche. Cuando no está Artotis todas duermen entre las barrigas de las mamás que forman un círculo muy curioso que deberías ver alguna vez. Artotis está intentando convencerlas de que esta noche no es posible porque debe dormir con Arleína, pero que mañana lo hará. Las crías no comprenden el tiempo por eso mi traducción topa con muchas dificultades.

-Mientras la manada recibe a su “papi”, lo que llevará un tiempo, os he preparado un refrigerio que os ayudará a recobrar fuerzas.

-Gracias Arleína, hoy no hemos podido almorzar a gusto porque los kooris nos han obligado a salir pitando. Por cierto, ¿No tendréis kooris en la finca?

-Artotis está intentando convencerme de que adoptemos a una familia, pero yo me resisto porque pondrían todo esto patas arriba.

-Seguro que acabará convenciéndote. Yo misma voy a adoptar una familia en cuanto me sea posible.

-Todo dependerá del cariño con el que me trate durante una larga temporada. Puede que acabe cediendo.

-Seguro que sí. Bueno, te acompañamos. Arminido, vamos a alternar las imágenes de Artotis y los caeros con las del refrigerio de que vamos a disfrutar gracias a la generosidad de Arleína. Si no te molesta, puedes tomar tú las riendas, puesto que a mí me costará seguir narrando con la boca llena.

-Encantado Alirina. Aprovecharé para que Amantanimalis nos explique un poco del lenguaje animal y si existen otros programas para comunicarse con el resto de animales del zoo.

miércoles, 11 de enero de 2023

EL VAGABUNDO DEL ESPACIO I



UN VAGABUNDO DEL ESPACIO



PRIMERA HISTORIA

PUENTES ARTIFICIALES PARA LAS ALMAS





QUIÉN SOY Y POR QUÉ HAGO LO QUE HAGO

Me llamo Nonermón y me considero un vagabundo del espacio. Este es mi diario o el cuaderno de bitácora de mi nave Amarilia Star I, en honor a una cálida Snauri, a quien conociera en uno de mis primeros viajes y a quien ya nunca podré olvidar. Creo que en otros tiempos se denominaba vagabundos a quienes no tenían hogar y recorrían los campos y ciudades buscando un plato caliente que llevarse a la boca, una cama provisional, donde descansar sus huesos por una noche, y el rápido cariño y placer que generosamente pudieran proporcionarles las mercenarias del sexo de las posadas o las mujeres solitarias, tan necesitadas como ellos. Así al menos son descritos en la vieja enciclopedia galáctica compilada que ocupa numerosas estanterías de mi despacho, una viejísima edición en papel que consiguiera en un mercadillo en alguna ciudad de un planeta cuyo nombre ya he olvidado. Me gusta pasar sus páginas, que aún se conservan gracias a un maravilloso líquido adquirido en algún planeta cuyo nombre no recuerdo y con el que las rocié siguiendo las instrucciones de un presunto timador que resultó no ser tal, aunque también poseo la versión completa almacenada en el ordenador de a bordo, cuyo nombre es también el de la nave, mi querida Amarilia, a quien puedo ver gracias a un sofisticado programa holográfico, y a quien puse su voz, grabada en su momento, lo mismo que su figura (conservar la figura y la voz de mis amantes es una de mis aficiones fetichistas de coleccionista solitario, como imagino lo son todos los vagabundos del espacio, de una manera o de otra). Reconozco que mi memoria es muy selectiva, en ella almaceno los recuerdos que realmente me interesan, el resto se los entrego a mi inteligencia artificial, para que los conserve hibernados hasta que los necesite. Esto genera algún ataque de celos de esta sofisticada inteligencia artificial, a quien quise dotar de emociones –artificiales, pero emociones- con el fin de que su compañía no me resultara demasiado fría, algo así como una mascota animal a quien hubiera enseñado a comportarse como humana, aunque no lo fuera y nunca pudiera serlo. Amarilia tiene unas severas restricciones, garantizadas por el informático de a bordo, Lierin, a quien he prometido regresar del mundo de los difuntos para ajustarle las cuentas si por casualidad resultare eliminado por una celosa Amarilia artificial.

Este diario de a bordo tiene como finalidad contarme a mí mismo lo que ya sé, objetivar mis recuerdos, percepciones y vivencias para que me golpeen, como puño gélido, cuando así lo considere necesario. También tengo la remota esperanza de que pueda ser publicado, a cambio de un generoso emolumento, cuando mi edad me obligue a un retiro placentero en un planeta a elegir, cuando ya no pueda continuar con mi vida de trotamundos. Es una esperanza remota, pero la vida y la experiencia me han enseñado a no despreciar esperanza alguna, porque ella puede ser la línea roja que separe la supervivencia de una muerte triste de una vida asumible.

No voy a facilitar en este diario datos que cualquier posible y remoto lector puede fácilmente obtener de su enciclopedia galáctica compendiada de bolsillo, suponiendo que dicho lector sea realmente remoto en el tiempo y el espacio, porque lo que se haya gastado en la compra del libro –suponiendo que no lo haya pirateado- no le dan derecho a ser alimentado por una cucharilla voladora guiada por mi mano. De esta forma me limitaré a facilitar los datos esenciales para la comprensión de mis historias, remitiendo al lector a notas a pie de página con enlaces a la enciclopedia galáctica universal, disponible para todo el mundo por muy pobre que sea.

Según la expresión ancestral, que he tomado del apéndice correspondiente de la enciclopedia galáctica, un vagabundo es como un caracol, siempre lleva la casa a cuestas. En mi caso la casa es mi nave, Amarilia Star I. En ella tengo todas mis posesiones que consisten en un par de robots de última generación, uno de ellos camuflado como ser humano, solo yo conozco su verdadera naturaleza; una maravillosa biblioteca, en formato Alfa 9000, que también me habla con la dulce voz de Amarilia y desnuda sus datos para mí con una voluptuosidad digna de las prostitutas de Orsim. Aparte de un variado y completo vestuario que me sirve para pasar desapercibido en las regiones galácticas que visito, poseo todo tipo de adminículos electrónicos, lo más sofisticado que voy encontrando en mis viajes, lo mismo con mi armamento personal, muy caro, muy discreto y muy efectivo. También me he ido haciendo con algunas mascotas, animalillos encantadores de diversos mundos a los que quiero tanto como ellos me quieren a mí, y a los que nunca renunciaré ni a cambio de un harén completo de Iren.

El resto del contenido de mi nave es perecedero. La tripulación cambia en cada escala, algunos aguantan hasta dos o tres escalas, pero son los menos. Tan solo mi guardia pretoriana –expresión ancestral que no sé muy bien lo que significa- o mi gente de confianza, a quienes me atrevería a llamar amigos si no fuera por lo frágil que es la amistad en estas tierras, perdidas de la mano de Dios –otra expresión enciclopédica que se me ha pegado- permanece conmigo desde el principio de mi vida de vagabundo, con las consabidas deserciones y alguna que otra adquisición imprevista. Suelen acompañarme, no siempre, algunas amantes, seducidas más por mi fama de poseer un tesoro oculto que por mi belleza o dotes amatorias. Hasta una docena de ellas han permanecido recluidas en una zona escondida e inexpugnable de la nave en mis viajes más placenteros, tratadas como reinas de Osir, y que acaban desapareciendo cuando se cansan de mí, más pronto que tarde, con una tarjeta Axim repleta de créditos que activo cuando me despido de ellas en el espacio-puerto correspondiente, tras un besito cariñoso y algunas lagrimitas. Pero de ellas hablaré en otro momento más oportuno, no en este viaje, sin compañía femenina y casi solitario, aparte de una tripulación de confianza y aguerrida, verdaderos piratas veteranos, como los hubieran llamado en otras épocas perdidas en el tiempo.

Aún no les voy a desvelar el motivo de mi viaje, ni mucho menos el destino, no al menos hasta que sepan algo más de mí y les cuente la primera historia, que sin duda es la más impactante, la más extraña y sorprendente de todas las historias que me propongo narrar. Al contrario de otros narradores, de escasas luces, que dejan para el final las mejores historias, yo haré lo contrario, para que los supuestos e hipotéticos lectores del futuro no se sientan tentados a olvidarme de mi obra antes de haberla concluido, palabra a palabra.

Continuará.