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jueves, 19 de enero de 2017

LOS HACKERS MATES II





Reconozco que pisé el suelo de la cocina con alivio. Uno nunca sabe si los piratas le van a arrojar a los cocodrilos o van a decidirse por enrolarle en su tripulación. Preparé una bandejita con mis exquisiteces favoritas, aceitunas rellenas de pimiento y unos berberechitos en su salsa, deliciosos. Fue lo primero que probé relamiéndome a continuación en un gesto de gula que no tengo porque ocultar, uno es como es. Me serví una cervecita bien fresca en jarra de cristal, bebí un largo trago hasta que la espuma mojó mi nariz y a continuación golpeé mi pecho con fuerza, pero no excesiva, como hacen al parecer los gorilas. En aquellos momentos yo era un gorila alegre, dispuesto a enfrentarme con el mundo si fuera preciso. Incluso llegué a ensayar el grito de Tarzán, pero no muy fuerte, no fuera que me oyeran los vecinos y mi mala fama se expandiera por toda la ciudad como un reguero de pólvora. Está bien eso de pasarse las normas sociales más elementales por debajo del sobaco, pero solo hasta cierto punto y en tu propia casita, rodeado de paredes. Uno es tonto pero no tanto como para despreciar lo que una moderna sociedad te puede dar, si a cambio hay que hacer el paripé pues se hace y no pasa nada.

Ahora sí que estoy dispuesto a enfrentarme a los terribles hackers o a quien sea. Nada como la barriga llena para afrontar cualquier problema. Encendí otro pitillo, gracias a la maternal vigilancia de los dioses griegos la democracia nos protege de ser espiados en la propia casa, de esta manera te puedes envenenar con un cigarrillo en el hogar de tu propiedad y no ocurre nada, al menos de momento. Estaba haciendo tiempo para que acabaran los anuncios mientras los piratas intentaban llegar a un acuerdo en el chat. ¿Que a ustedes les gustan los anuncios?. Vale, vale, no se preocupen, ahora mismito se los paso a cámara lenta.

“Si usted anda escasito de tiempo no se preocupe, desde su misma casa puede charlar con sus amigos. Acuda a nuestra cafetería-chat, “El Verbo Cálido”. Cinco “crisóstomos” de oro al mejor chat de la Red. Lujosos compartimientos donde usted puede charlar en privado con su amante virtual, pongamos por caso, o con ese amigo indeseable, con ese impresentable, del que usted huye por la calle. Aquí puede dar a la tecla si le molesta, no es lo mismo que una carrera jadeante tratando de despistarle.

“Camareras y camareros diplomados en la mejor academia virtual de la Red. Los más atractivos –sino se lo cree eche un vistazo a nuestros vestuarios- y desde luego los más pacientes y simpáticos que usted pueda encontrar, navegue lo que navegue. Les servimos un surtido muy amplio de esmailis –cada día hay alguna novedad- en bandeja de plata. Si usted no está por la labor hasta le anotan la dirección de sus amigos en su libreta electrónica. Si su autoestima es baja haga una llamada con la campanilla y vendrá en un plis-plás una camarera-rero a su elección con la palabra amable, cariñosa, y un beso virtual en el morro si fuera preciso, a tornillo si lo prefiere, si lo que en realidad necesita es descongelar su autoestima.

“Recuerde Cafeteria-chat “El Verbo Cálido”, lo mejor de la Red, justo entre “Mi Sexo al desnudo” y la librería virtual de escritores noveles donde usted puede adquirir todo lo que necesita si desea hacer penitencia por sus muchos pecados, si su confesor literario virtual le ha castigado duramente”.

“Fábrica de armamento “El Misil Inteligente”, esquina trasera del conocido sexshop “Mi sexo al desnudo”. Todo lo que usted necesita para sus guerras virtuales o reales. Aquí podrá encontrar desde el virus inteligente que no afecta al correo de sus amigos (lleva un microchip que le permite detectar la contraseña que  ponen en la puerta) hasta la pistola real, la tonta, con la que usted puede matar simulando un impredecible accidente a quienquiera que le estorbe. La pistola tonta también sirve de testigo ante S.Sª, al ser interrogado automáticamente se dispara respondiendo: “Soy tonta, soy muy tonta, soy....
“Fábrica de armamento “El Misil Inteligente”, aprobada bajo cuerda por todos y cada uno de los gobiernos del Planeta. No tenga miedo de que un patrullero encuentre el cargamento en el Indico y lo secuestre. Una contraseña infrarroja permitirá al agresor detectar que se trata de un contrabando de armas amigo.

“Fábrica de armamento “El Misil Inteligente”, lo mejor a su alcance y muy barato. Tarjeta VISO ORO, AMERICAN GIGOLO GOLD, y todas, todas aquellas que lleven un dibujito por la parte de atrás, un precioso lingote de oro que sirve de contraseña”.



Bien amigos, eso es todo por hoy en cuanto a publicidad. Mañana, queridos internautas amantes de la publicidad, tendrán otra remesa. Recuerden que aquí se anuncian todas, toditas las páginas Web de la Red. Tenemos para rato.

Con una sesión tan larga casi me dio tiempo a vaciar la despensa que fui llevando bandeja tras bandeja hasta mi cubículo internáutico. Después de trasegar otro rico berberechito observé que la reunión en el chat había llegado a su fin.  Los caballos rebeldes habían sido derrotados. ¡Qué alegría! Odio a todos los caballos ajedrecísticos, blancos, negros, amarillos o cobrizos.

La reina blanca me estaba hablando, introduje una patata frita en la boca y me dispuse a contestar.

>>Hola cariño, soy la plenipotenciaria, tú ya sabes... Quiero que me digas con tus deditos de piñón, bien apretaditos contra las teclitas todo lo que se te ocurra. Eres un internauta inteligente y te resultará fácil admitir que estás en nuestros ratones, ¿verdad cariño?

>>Hola reina mora (perdón, en qué estaría yo pensando), quiero decir reina blanca. Que te adoro, saca tus teclitas que quiero acariciarte la manita. Por cierto que sois vosotros los que estáis en el rabo de mi ratoncito. No es por nada pero os tengo prisioneros  en el chat, no podríais abrir la puerta ni con el mejor comando-ganzúa del mercado.

Probaron una y otra vez para terminar descubriendo que mi fantasmada era cierta. No me sorprendió en absoluto porque cada vez que le doy a una teclita lo jodo todo –con perdón- y con mi patatita en la boca había tocado nada menos que cinco veces al intro, no debía quedar nada vivo en las entrañas del ordenador.

>>Veo que eres más listo de lo que pensábamos. Peón rey negro tenía razón. ¿Qué quieres a cambio de dejarnos partir?

>>Te quiero a ti, reina mora (¡joer con los lapsus-teclae!), quiero decir reina blanca. Como mínimo quiero disculpas y como máximo un video tuyo en la ducha y sin censura, nada de censura. Mientras va llegando el archivo puedes decirme cariñitos, ponte mimosona mi reinona.

>>Soy tu amiga, todos somos tus amigos, candor de la Red. Hasta el rey negro lo es, te lo juro, te lo juro, cariño. Todos te queremos mucho. En cuanto al video lo lamento de veras pero puede que te llevaras una gran decepción, en la Red nada es lo que parece.

>>¿Ah sí?. Pues entonces quiero que me admitáis en la panda y de ahí no rebajo ni media tecla. Seré el peón negro de la esquina derecha.

>>¿Por qué precisamente esa pieza, mi amor?. Aunque se trata de un simple peón dice rey negro que todos los miembros de los Hackers Mates han hecho méritos más que suficientes para formar parte de la tripulación de este barco pirata. ¿Qué méritos has hecho tu?

>>¿Os parece poco el mérito de encerrar a todo el mundo en el chat sin posibilidad de escape?

>>Es cierto, mi vidita, mi candorosito internautita preferido.. El rey Negro está de acuerdo. Te doy la contraseña-abrelo-todo y te nombro oficialmente el peón de la esquina. Ahora ábrenos mientras me respondes a la pregunta que no me has contestado.

>>Está bien, te lo diré. Lo he escogido porque es el peón que se va a comer a la reina blanca y ahora saca tu lenguita a través del “intro” que te doy un besito.

Lo hizo, pasé mi lengua llena de exquisitas excrecencias por el ”intro” y milagro de la técnica, el chat abrió su puerta con un chirridito que hizo latir mi corazón.


Continuó latiendo mientras acariciaba las teclas de mi nueva enamorada. Sabía que eran suyas y no de cualquier otro hacker por la suavidad de su tacto y lo electrizante de sus descargas discontinuas. Como en un código morse sus teclas me iban diciendo: “te amo, candoroso internautita, seré tuya en cuanto el voltaje suba lo suficiente, entonces, transformada en electricidad pura recorreré en un instante la increíble distancia espacial que nos separa hasta llegar a tu adorable ratón”.

Me retorcía de placer entre aceitunita y berberechito sin darme cuenta que con su irresistible estrategia seductora me iba sacando toda la información a través de la yema de mis dedos. Llegó un momento en que en su teclado se hizo el silencio y las yemitas de mis dedos se retiraron, muy decepcionadas, del contacto con las teclas.

>>Candoroso internauta, has caído tontamente en la trampa más vieja de la historia. Nadie como reina blanca para electrizar a internautas candorosos. Ni siquiera yo, el Rey Negro, soy capaz de electrizar de la misma forma a las candorosas internautitas que caen en el círculo virtual de mi ratón. Ahora que lo sabemos todo de ti y de tu familia y de tus amigos y de tus contribuciones a Hacienda y de tu jefe y de tus amantes y de los amantes de tu mujer y del colegio de tus nenes y de la marca de tus slips. Ahora, ahora estás en nuestras garras. Date por vencido romántico pacato y atolondrado. Entréganos tu ratón.

>>Mi ratón nunca, piratas. Os ofrezco un pacto, antes de que sea demasiado tarde y de otra vez al “joio intro”. Si os venzo esta vez nada de tretas ni siquiera las de la Reina Blanca. Me aceptaréis en vuestra banda, me enseñaréis todo lo necesario y me dejaréis ser el peón negro de la esquina izquierda y cuando me apetezca me enrollaré con Reina Blanca. ¿Hecho?

>>Hecho. ¿Pero porqué precisamente ese maldito peón?

>>Es un as que me guardo en la manga para mejores ocasiones.

Ellos pensaban que después de tanto tecleo sin que ocurriese nada especial estaban a salvo de mis zarpas, que todo había sido culpa de uno de los numerosos fallos de nuestros maravillosos sistemas operativos. Pero yo sabía que aquello no era otra cosa que el arcoiris entre tormenta y tormenta. Efectivamente una banderita resbaló del frasco de cristal, se escurrió entre mis dedos grasientos y fue a dar con la puntita en el “intro” y otra vez se jodió todo- sin perdón-. Los hacker mates quedaron encerrados en una trampa tan sutil que ni ellos mismos eran capaces de percibir los barrotes de su nueva cárcel. Se me rindieron con armas y bagajes, me aceptaron en los Hackers Mates, la ilusión de mi vida, como peón negro de la esquinita derecha y casi quisieron hacerme el jefe de la panda, pero yo no acepté, era consciente de mis limitaciones.

Ahora quedaba lo pero ¿cómo conseguir librar a mis nuevos colegas de su cárcel inconsutil?...Joio intro... o enter o como se diga, pero qué joio.







martes, 29 de septiembre de 2015

LOS HACKERS MATES I

LOS HACKERS MATES




CAPÍTULO I

CÓMO TRABÉ AMISTAD CON LOS HACKERS MATES


Desde la primera vez que oyera hablar de ellos confieso que me tiemblan los dedos cada vez que los coloco sobre el teclado. Para mí son unos seres legendarios, una especie de piratas de la nueva era. Podrían fácilmente atracar mi galeón cargado de valiosos tesoros al menor descuido, en cuanto deje el timón de la nave.

Claro que mis tesoros no son gran cosa, tan solo algunos programas comprados en las rebajas y un par de cosillas que me han pasado de contrabando. Su pérdida no pondría en movimiento ni al famoso inspector que se atrevió a enfrentarse a la Pantera Rosa, ¿cómo se llamaba?, creo que era el inspector Clouzot, el legendario Clouzot.

Confieso con humildad que el valor de todo mi shoftware haría reír al mismísimo rey Lear. ¡Menudo galeón cargado de tesoros! Pero su pérdida me haría la puñeta –sin perdón- dejándome a dos velas durante una buena temporada. A pesar de ello no me duelen prendas en decir que les tengo miedo, a veces diría que pánico, aunque me consta que en el fondo son buenos chicos. Eso sí, mucho más listillos que este narrador. El pobre se cree capitán de un galeón español cargado hasta arriba de oro y piedras preciosas. Es capaz de aferrarse al timón con uñas y dientes para defender su barquito de la tempestad, aunque sabe muy bien que hasta una mísera borrasquilla de tres al cuarto podría fácilmente desviar su rumbo y hasta hundirlo en las profundidades oceánicas.

Dicen que odio y amor son dos caras de la misma moneda. Mi temor hacia los hackers tiene mucho de envidia, en el fondo creo que deseo formar parte de su tropa, más que deseo es un ansia de personaje hitconiano. Confieso sin vergüenza este extremo porque sé que a todo internauta le hacen cosquillitas estas fantasías.

La primera noche que dormí con el ordenador al lado de mi cama tuve un sueño muy vívido. Era un pirata informático, tenía un ojo tapado por un parche negro –no recuerdo cuál de ellos- y navegaba por la Red en un acorazado. Estaba en la proa arrullado por el suave canto de una vela mecida por la brisa de los mares del Sur, ahora en completa calma. Ya sé que esto es una incongruencia, pero a un sueño no se le puede pedir coherencia; diversión o terror sí, pero la lógica no es precisamente una de las mejores cualidades del sueño. En mi mano apretaba con fuerza el ratón como si fuera un florete que blandía con mayor maestría que Errol Flyn, el héroe de mi infancia aunque creo recordar que siempre estuvo al lado de los buenos. Craso error porque para mí los buenos eran los piratas.

  Debí estremecerme de placer imaginando las más locas aventuras porque al despertarme por la mañana tenía toda la ropa en el suelo. Lo que sí recuerdo es cómo me introduje en los ordenadores de la C.I.A. en Langley para buscar la ficha de Jodie Foster –a la que adoro- quien trabajaba por aquel entonces para la “Gran Madraza” en aquella película que estaba de moda en los cines de todo el país. ¿O era para el F.B.I.?, tal vez incluso la academia no era Langley, ¿dónde se entrenan los del F.B.I.? Lo importante es que conseguí acceso a su terminal y pude espiarla a placer en su casa mientras se desvestía para darse una ducha. ¡Qué gozada, mi brigada!


En aquel sueño llevaba a cabo otras muchas piraterías que me callo por vergonzoso pudor. Pero a lo que vamos, ayer mi chaval me comentó el rumor que por lo visto circulaba entre los expertos: unos terribles hackers pensaban atacar en la Red, por sorpresa, y utilizando los ordenadores de incautos como quien les habla, vengarse de Microsoft y del señor Gates ese, que debe haber hecho algo para que casi todo el mundo le odie.

Estuve reflexionando largo rato sobre el plan a seguir. Finalmente me dije muy bajito, para que nadie en la casa me oyera: ¡Eureka!, esta es la mía, menuda ocasión para lograr hacerme amigo de un hacker y poco a poco, pasito a pasito, entrar en su pandilla. Encendí el ordenador y me planté delante de la pantalla dispuesto a pasarme el día entero, escondido detrás del escritorio, hasta pillar a un hacker in fraganti. Ni siquiera me dio tiempo a acabar el primer cigarrillo, de repente el ordenador se puso boca abajo y yo me vi obligado a hacer lo mismo para poder seguir leyendo las letritas de los accesos directos. Tate, me dije, aquí hay un hacker.

Abrí el correo electrónico, así boca abajo como estaba, y mandé un “Emilio” al hacker. Es decir me lo mandé a mí mismo porque el pirata estaba allí, escondido en las entrañas del ordenador de mis entretelas. No estaba nervioso, ni poco ni mucho, de hecho mientras esperaba su respuesta encendí un pitillo -seguía cabeza abajo- pero me llevé la gran sorpresa porque el humo en lugar de ir para arriba como van todos los humos, me entró por las fosas nasales haciéndome estornudar como a un principiante. ¡Estos hackers!, pensé, son unos genios, hasta consiguen que el humo de mi cigarrillo busque mis narices que casi tocan el suelo en lugar de ensuciar el techo de mi cuarto. ¡Cómo los adoro!

Hubo respuesta. Decía: Chaval, eres un cachondo mental, pero también un pobre iluso. A nadie se le ocurriría enfrentarse a los piratas más terribles de la Red, a los Hackers mates. Somos capaces de darte un jaque pastor en dos jugadas, y así, tal como estás ahora, boca abajo. Firmaba el Rey Negro, la rúbrica era una banderita negra con dos huesos en forma de figuras de ajedrez cruzados en su centro.

En lugar de asustarme dejé el cigarrillo en el cenicero que había colocado en el suelo –observé que el humo curiosamente iba ahora para arriba, con toda normalidad- y tecleé de corrido una respuesta irónica. Era un desafío inverosímil que debió dejarles sin resuello porque contemplé, asombrado, cómo en la pantalla fueron montando de la nada un bonito chat. En él iniciaron una asamblea todos los hackers, eran muchos, los conté y coincidían con las fichas blancas y negras de un tablero de ajedrez.





>>¿Porqué me haces esa pregunta, peón negro? ¿No comprendes que solo se trata de un farol?




>>Habla tú, Reina Blanca, creo que peón negro de Rey tiene razón, la estrategia a seguir es hacerse su amigo para poder sacarle toda la información que podamos. Cuantos más datos, más fácil será deshacernos de ese payaso. Con suficientes datos hasta podríamos volar todo el planeta.

>>Tenéis toda la razón. Te facultamos a ti, Reina Blanca, como nuestra mensajera. Sino hay oposición ya puedes empezar tu misión.

En la pantalla se empezaron a cruzar respuestas afirmativas: peón-alfil blanco de Rey dice sí, torre negra de Reina dice sí... Decían sí o yes según su nacionalidad y cada uno firmaba con la figurita ajedrecistica correspondiente.

Ya me estaba felicitando cordialmente por la suerte de conocer a Reina Blanca a la que en aquel momento estaba imaginando de todas las formas posibles, hasta en ropita interior. ¿Se imaginan a una figura de ajedrez en ropa interior? Yo sí, siempre que sea femenina, claro, la reina, la torre... Si es masculina se me quitan las ganas de imaginar nada en paños menores, pueden creerme.

Volví a chupar del pitillo y me regodeé, utilizando mi desbocada imaginación, cuando hete aquí que en la pantalla aparecen cuatro respuestas negativas. Eran los cuatro caballos.

>>Ya están los de siempre dando saltitos y jorobando al personal. Aquí hay mayoría, por lo tanto la moción queda aprobada. Reina Blanca quedas nombrada embajadora plenipotenciaria.

Me estaba pasando la lengua por los labios. La Reina Blanca era plena y potente al máximo, plenipotenciaria decían ellos. De repente caballo negro de Rey habló.

>>Queremos un debate. Esto es un barco pirata y no un parlamento. Que decida el jefe, pero después de oír todas las razones.

Y se pusieran a danzar verbalmente en el chat. Me puse de pie, terminé el cigarrillo y me dije: este es el mejor momento para dar fin a este primer episodio, ahora precisamente cuando el suspense está en todo lo alto, como el humo de mis cigarrillos.

El segundo comenzará después de la publicidad. Tengo tiempo de acercarme a la cocina y prepararme unas aceitunitas rellenas, unos berberechitos en su salsa y todo ello acompañado de una cervecita bien fría. Y a la cocina que me fui dejando a los hackers dueños de mi ordenador y discutiendo la propuesta...

Continuará....

lunes, 23 de febrero de 2015

RELATOS ERÓTICOS VIRTUALES II

RELATOS ERÓTICOS VIRTUALES II



UN DIVORCIADO AL ATAQUE

EL ROMANTICISMO EN LA RED

Sí, soy el mismo divorciado idiota del relato anterior. Y es que hay algunos que no escarmientan, erre que erre, soy como un torito bravo al que hubieran puesto delante un capote rojo y grana, solo que en este caso se trata de la minifalda roja de Caperucita roja o encarnada, por la vergüenza, si es que las rojas de las páginas de contacto tienen vergüenza, lo que dudo.

Soy idiota y no escarmiento, pero hasta el más lerdo toma precauciones cuando le engañan. Si te engañan una vez puede que no sea culpa tuya, si te engañan dos veces es culpa tuya, aunque tal vez tengas alguna disculpa... si la buscas mucho, si te engañan tres veces eres rematadamente tonto, y si no tienes remedio, al menos trata de llevar tu tontería con una cierta dignidad.

Me dije que como un ludópata incorregible, al menos debería poner un tope máximo al dinero que me voy a jugar a la ruleta, a la ruleta rusa, por ejemplo, dos balas y si no te metes una en la sien, lo dejas. Bueno, también se puede jugar al p.. o al bacarrá, o a... en un buen siempre encuentras juegos suficientes para jugarte la pasta. Abrí una libreta, como una cartilla de ahorros, y me dije, te vas a jugar esto, y luego que juegue su padre. Regatearé si es preciso, pero de ahí no paso, pondré solo una ficha en cada tirada de la ruleta, solo una. Diseñé una estrategia, me puse mi smoking de las ocasiones, mi pajarita, mis zapatitos de charol y me lancé al ruedo, bueno al tapete.





Calculé riesgos, hice estadísticas. De cada cien contactos uno me responderá, de cada uno que me responda, uno aceptará conocerme y tomar un café conmigo, de cada mil que tomen café conmigo, una aceptará llevarme a la cama, porque no seré yo quien lleve a nadie a la cama, no soy tan tonto, serán ellas las que me conduzcan al lecho por el camino que quieran. Y allí ya será cuenta mía lo que haga o lo que no haga.

Y comencé por el principio. Primero fui prudente, solo contactaré con aquellas que pongan en su perfil que lo que desean es una aventura de una noche, una noche loca. Nada de romanticismos. Luego, como las respuestas no llegaban, me volví loco y contacté con todas las que pude, cada día una buena remesa. Y esperé...y esperé... y esperé... Internet es como un universo en expansión, a velocidad de vértigo, pero me equivoqué. Si hubiera puesto un perfil falso, una foto de un musculitos joven y arrogante, tal vez ellas no resistirían a la tentación de contestarme el primero. Pero fui horado, sincero, idiota. Y ellas debieron ponerme el último de la cola, cuando ya no le quede otro con quien probar. Y si yo era su único contacto, cosa que dudo, esperarían un tiempo prudencial...por si llegaba un mejor partido.

Ni un solo contacto nativo respondió. Las mujeres de este país, o no son tontas, y quieren carne fresca o buscan juventud, o son unas remilgadas de mucho cuidado. Las primeras respuestas llegaron y eran todas extranjeras, inglesas, americanas, francesas, belgas, holandesas... Ni una italiana, curioso, o portuguesa, o... Una chica inglesa, de London-Londres. Un par de fotos de una chica joven, con buena delantera, buenas piernas y un culito... bueno el culito vino en una segunda entrega, en la primera enseñaba piernas y se adivinaban unos buenos pechos sin sujetador bajo el top o como se diga. El traductor hace milagros... aunque el verdadero milagro lo haces tú si quieres entender algo. Tal vez fuera el traductor, porque algo no encajaba, una chica que en realidad quiere una aventura seria y romántica pero que te dice que te va a follar hasta en la Torre de Londres. Tal vez sea el traductor, seguro, pero es que me puse como la grana con aquellas expresiones, y grana y oro me quedé. ¿Quieres una aventura seria y dices esas cosas, y enseñas ese delicioso culito, de espaldas, enseñando parte de la braguita? ¿Me estás poniendo cachondo antes de enamorarme? Buena estrategia. D. parecía una anglicana, puritana y tonta, suponiendo que así sean las anglicanas, que lo dudo. O como son las baptistas-adventistas del último día, que ignoro en realidad cómo son y cómo se lo montan. Algo no encajaba y no tuve que pensar mucho para descubrirlo. Una chica romántica y sensible rara vez escogerá a un vejestorio como yo, salvo que no tenga ojos en la cara o le guste la fruta madura, cosa que en la fruta se entiende, pero en los hombres no, seamos claros y honrados. Y por cada parrafito diciendo que busca un hombre serio y que si yo soy serio y no la engañaré como a una pardilla, le sigue otro que me pone la cara como un tomate, que si me va a comer el nabo, que si no aguanta más, que si la excitación le sube y le baja hasta encontrarse entre los muslos, que si... Esto es cosa del traductor de Google, dices pene o miembro y te traduce polla, polla loca, como la novela de Henry Miller. Dices labios de arriba y te pone labios de abajo y dices sexo y te pone chochito, coño y ordinarieces semejantes.

Y su ansia viva, que diría el admirado Mota, hace que al tercer correo, con más fotos guarras, te diga que quiere venir a verte, ya, ipso facto, sin esperar más. Y tu le dices, ven mi amor, que aquí te espero, comiendo un huevo, patatas fritas y un caramelo, y el pene enhiesto ( a saber cómo lo traducirá el desvergonzado del traductor de Google). Y ella, a vuelta de correo, a bote pronto, te dice que es estudiante y no tiene dinero para el avión...pues que venga nadando, leche, y que cruce el canal de la Mancha, como haría yo si estuviera claro que iba a catar ese culito rico. Y tú contestas que los divorciados estamos más tiesos que la mojama, y no precisamente abajo, sino en la cuenta bancaria. Y decides no poner una ficha en el tapete de la ruleta, porque todo está más claro que el agua, blanco y en botella... semen. Y también porque ya invertiste un par de fichas en otra chica, un bombón, del que te enamoraste locamente a las primeras de cambio, pero que no te lo comiste porque te dejó tirado en el aeropuerto, con un ramo de rosas, y una vez y dos veces. Y ni siquiera tuviste ánimo de regalárselo a una nativa. Los tiraste directamente a la papelera. Pero todo esto lo ocultas porque te da una vergüenza del carajo. ¡Eres tan tímido y vergonzoso! Como una novicia, como un divorciado timorato. Y esta es una historia para otra ocasión.

Y miras tu libreta y restas. Ana-María y Cia te llevaron un pico, no mucho, en el sexo gratis telefónico, el bombón se llevó un par de fichas y dos ramos de rosas, y... dos tonterías a... son... te quedan... Y culito rico, con el que sueñas de día y de noche, empalmado como un tren dispuesto a horadar un túnel, y delantera oculta bajo un top, sin sujetador ( al menos se lo podía haber quitado para la foto si el ansia viva era tan viva) insiste y te cuenta que su casero, viejo rijoso Londinense, quiere que le pague el alquiler que le debe en carne. Que le mandes el importe. Aquí culito rico ha cometido un error imperdonable. Quiere que le mandes dinero para el alquiler, pero no para el avión, no para que ese culito rico se ponga a tiro de nabo-enhiesto. Respondes con discreción, por si te equivocaras y al cabo de un tiempo pudieras darle un tiento. Divorciado sigue tieso como una mojama. Te olvidas de ella.




Junto con D. respondieron a tus requerimientos una docena de guiris o extranjeras, que no suecas, ni una. Tú te apresuraste a cantar una loa de sus cuerpos y almas. El ansia viva, romántica, porque ellas eran muy románticas, te impelió a invitarlas a tu cutre apartamento; la tiesez de la crisis económica te impedía a ti volar hacia ellas, cosa que hubieras hecho de tener alas, o con los brazos; lo intentaste desde la ventana, pero no te elevaste un palmo, lo que sí conseguiste elevar fue tu nabo, como traduce el bueno de Google, que tú pusiste muy claro eso del pene o miembro viril. Ellas enseguida estuvieron dispuestas, pero empezaron los problemas, no “moning”, ¿y si pudieras enviarme para el equipaje que el billete ya lo tengo? ¡Pero cómo os tengo que decir que estoy tieso!

A la diosa K... que no Kafka, hasta la escribiste un poema, y eso que te mandó un montón de fotos y ninguna coincidía con la otra. Una preciosa chica americana en un descapotable que te quitó el hipo de por vida; en la India, con Kim de la India, digo con la estatua de un elefante, y en tanga leopardo y... El almacén del timador o timadora de turno era bastante cutre, mezclaba tantos perfiles y tantas fotos recogidas en Google images que todo rechinaba, hasta los dientes, apretados cuando te dolían los testículos o gónadas ( cómo traducirá eso el enano infiltrado del traductor de Google, ¿como “huevos”, como “te duelen los huevos”?).

La diosa K... te acaba pidiendo dinero. Contestas que no entiendes cómo con semejante descapotable puede tener necesidad de dinero. ¿Y tu que esperabas que viniera a verte en su jet privado? Preguntas de dónde ha sacado las fotos. Ella se hunde con todo su equipaje. Te dice que necesita dar de comer a su hija y que es de Nigeria, no americana. Ya estamos con la mafia nigeriana, con la mafia africana. ¡Cuántas veces te las encontrarás a lo largo de tu andadura! ¿Será cierto que son todas africanas? De no serlo, ¿por qué será que lo dicen? ¿Piensan que los occidentales en crisis seguimos teniendo el concepto de la mujer africana esclava sexual? ¿Y si fuera realmente una chica nigeriana que gasta sus ahorros en intentar dar el timo del romance virtual en el locutorio más próximo a su chabola para alimentar a su bebé? Se te caería el corazón a los pies si fuera cierto, hasta renunciarías a tu arroz a la cubana con dos huevos y salchicha, para mandarle algo de pasta. Pero piensas que lo más probable es que se trate de la mafia nigeriana, todos sentados en sus sillas paticojas en una oficina cutre del centro de Nairobi...digo no, que es la capital de Kenia...creo, y la de Nigeria era Lagos pero ahora es Abuja. He tenido que mirar la wiki de las narices. ¡Cómo me hacen trabajar para nada!

La diosa K... desaparece de tu vida, con su descapotable y su jet privado y todos tus sueños románticos de casarte con una millonaria que está como... como... (no me quedan palabras para describir su cuerpo, sus cuerpos) todos esos sueños, repito, porque uno es un romántico empedernido aunque sea un separado de mierda, tirados por el retrete, junto con las lentejas que se te quemaron hoy.

¡Maldita sea! ¿Piensan que soy tonto? Lo piensan y lo eres. Porque Adele H. en la que habías puesto tus esperanzas, una mujer con cuerpo robusto, tanto como el tuyo, no diría que gordita, porque eso es un insulto en una mujer y una realidad evidente en un hombre, o sea yo, y con una mentalidad del siglo pasado-antepasado-y-ante-ante-ante-pasado, que buscaba una relación seria, romántica y que deseaba le prometieras amor eterno antes de conoceros, imaginado solo ese cuerpo robusto entre tus brazos, esa mujer que está harta de mangantes con el nabo enhiesto que solo buscan el refocile y la lujuria, esa mujer que promete, porque nadie cuelga unas fotos falsas de una mujer con un cuerpo tan robusto si pretende timarte, ni te dice esas cosas que te hacen pensar en una anabaptista del séptimo día, con el gurka hasta las orejas...esa mujer, repito, con la lengua fuera, agotado de tanto teclear, de tanto ratoncito de las narices subiendo y bajando fotos, que prometía tanto, ahora te canta una milonga y te cuenta una de esas delirantes historias humorísticas que ni tú mismo has podido imaginar nunca. Que tiene dos millones de dólares. Que su novio, el mal nacido, se llevó el dinero de su padre, una especie de empresario o encargado de plataformas de petroleo, con las orejas llenas de billetes que pretende esconder en el fondo de su cabeza. Ella, Adele H., que no es tonta, se quedó con ese pico de dos millones de dólares y quiere regalarte un veinte por ciento, que son... a la mierda la calculadora de Windows, no puede ser verdad, se ha vuelto loca. A cambio tienes que... mejor dejarlo. Me rasco la calva de divorciado casposo y elucubro quién está detrás de esa foto de gordita de buen ver y mejor tocar durante mucho rato, con la que has tenido sueños eróticos después de repasar las fotos de todas tus “contactas” románticas. Y si será hombre o mujer y qué estrategia delirante ha diseñado, como una basta red para cazar elefantes rosas-idiotas como yo. Me pierdo, se me va la cabeza. Y harto, hasta los mismísimos, respondo que a la mierda el dinero, que yo no busco dinero, que busco sexo, SEXO, para que me entiendas SEXO-SEXO, nada de romanticismos ni promesas de amor eterno a una foto y a dos millones de dólares de cuento de hadas. Y que si quiere venir a follar conmigo que te iré a esperar al aeropuerto... esta vez sin flores ( lo pienso no lo escribo). Y me salta con algo que me tumba de espaldas... tiene que pagar el hotel y necesita unos mil dólares. ¿Pero no tienes dos millones de dólares, alma cándida, no puedes tomar un fajito, que ni se nota, y pagar el hotel, y pagar el avión, y pagar el taxi desde el aeropuerto, y venir a verme y desnudarte en mi dormitorio y enseñarme esas carnes prietas donde yo me perderé a gusto una noche, dos noches, tres noches... como un globo dos globos -¡menudos globos se te adivinan!- porque estoy tan hambriento que me comería... bueno dejémoslo. Dejémoslo todo.




¡Maldito imbécil! Pierdes más tiempo que un corrupto recogiendo dádivas sin compromisos para el futuro. Eres un verdadero idiota. Menos mal que vas a escribir estas historias y todos se van a desternillar de la risa. Menos mal, porque mientras se rían el mundo será mejor e Internet no será una selva plagada de terribles y a veces idiotas depredadores virtuales. Y repasas tu almacén de fotos y te pones como una moto y te vas a la cama y te abrazas con la almohada y copulas con la copulativa, con la “y” que te sale por las orejas, como te salen por las orejas las fotos de Google images recopiladas por mafias del romance virtual y de la cretinez congénita. Y sufres un orgasmito de la señorita Pepis. Y te preguntas si no habrá otra forma de conseguir sexo, para un divorciado solitario y triste, que el puto dinero o prometiendo amor eterno a una mujer tras otra, hasta que una te haga caso y en la noche de bodas te castigue sin sexo porque no has sido suficiententemente romántico. El sexo es la caja de Pandora. Cuando alguien lo abra todos los males se extenderán por el mundo y llegará el Apocalipsis. Y sueñas que tú serás quien abra esa maldita caja tabú desde el principio de los tiempos hasta el final de los tiempos y antes de que llegue tu fin te habrás follado a todas tus “contactas” virtuales y morirás con la sonrisa copulativa “y” en la boca mientras el mundo se convierte en una orgía dantesca y todos palman-empalman de ataques al corazón. Porque no se puede follar tanto, que no, que ya lo decía mi abuelita a quien Dios tenga en su gloria, que por el pito muere el pez y por el chochito la hez depravada.

Continuará.

miércoles, 6 de agosto de 2014

METRÓPOLIS VIRTUAL II


  LA CIUDAD PIRATA


Desde luego las ciudades piratas son actualmente lo más divertido de la Red. Todo lo marginal, lo pirata, ha sido lo más divertido a lo largo de la historia. Lo establecido, el stablishmen, el statu quo, será lo que sea, que no me voy a meter en juicios de valor, pero de divertido tiene poco.  Con la seriedad de entierro que acostumbran a exhibir los que van montados en ese burro, con perdón, no es extraño que todo el mundo se lance de cabeza a lo prohibido. Que no digo yo que no sea algo serio mantener a la bendita sociedad al margen de piratas y macarras pero una cosa es una cosa y otra ir por la vida con cara de entierro. Que ya sabemos que todos nos vamos a morir pero tampoco es cuestión de recordarlo todos los días y a todas horas. Vamos, digo yo.
La ciudad a la que me dirijo en mi cochecito virtual tiene el atrevido nombre de Viejos-verdes-City. Allí he quedado con el resto de la pandilla. Los que quedamos de aquellos heroicos tiempos de chats, foros, correos electrónicos y tortugas en la Red. Que no exagero nada con lo de tortugas porque simplemente en encender el ordenador y buscar una página te tirabas medio fin de semana. Algunos de ellos se han encontrado con la Parca virtual en cualquier esquina y se han colado por el agujero del cementerio de internautas donde recibes un entierro de primera si has cotizado la mitad de tu sueldo a las Cias de seguros virtuales que son unas verdaderas lobas. He tenido la desgracia de asistir a varios de estos sepelios con música de banda y muñequito orador con disfraz del Ejército de Salvación que está en todas partes, lo mismito que la divinidad. Otros colegas están demasiado doloridos ya para permitir que les trasladen del lecho del dolor al casco virtual del sudor. Ni siquiera las dulces y potentes enfermeras que nos ha puesto la S.S. consiguen animarles para este viaje infernal. ¡Quién nos iba a decir a nosotros, los jóvenes carrozas, que la S.S. no solo aguantaría el tirón del futuro sino que incluso llegaría a ser la multinacional por excelencia, más sólida que Fort Knox donde los yanquis siguen teniendo sus cuantiosas reservas de oro!

A mi me duelen todos los músculos -suponiendo que me quede alguno- y todos los huesos, que me quedan muchos,  de este cuerpo serrano que aún conservo, por llamarle de alguna manera. Pero os aseguro que nada ni nadie podrá evitar que moribundie bajo este casco virtual de nuestros dolores, que es un verdadero engorro, creánme. Sudaba como un bendito cuando a la entrada de la ciudad un muñequito vestido de policía federal me dio el alto. No me sorprendió lo más mínimo puesto que las autoridades de Metrópolis velan con ahinco por que se cumplan las normas. Una de las más importantes es no llevar nunca droga debajo de la ropa interior. Ya sé que les puede extrañar que unos simpáticos muñequitos actúen de manera tan incorrecta pero las drogas de diseño continúan haciendo furor y algún listillo ha inventado una droga-virus que oculta bajo la ropa interior y activada en el momento adecuado contamina el casco virtual del internauta real llevándole a curiosos mundos encuadrados dentro de un universo de saga de ciencia-ficción donde todos acaban perdiéndose en fantasías futuristas sin pies ni cabeza. Nadie que se sepa ha vuelto nunca de esos mundos por lo que las autoridades están aterrorizadas por el bajón de natalidad en Metrópolis, los internautas cada vez son menos y más viejos.

Dejé que el policía hurgara en mi ropa interior sin ningún miedo. Acostumbro a llevar siempre unos marianos viejos y remendados que antes utilizaba solo en invierno pero con los años uno va sintiendo más y más frío, incluso cuando suda. Le bastó el tacto de la vieja prenda de lana y un rápido vistazo para darse cuenta de que un servidor era inocuo por naturaleza. Son los jóvenes con su manía de llevar ropa interior de colorines y de andar probando siempre cualquier novedad que se les ponga al alcance los que más les preocupan. Alcé mi gorra en un saludo amistoso y puse el cochecito en marcha adentrándome por la calle principal de "Viejos-verdes-city".


Suena raro que justo a la entrada de una ciudad pirata nos espere un policía federal de Metrópolis. Es como si en un puti-club de los de antes un policía de uniforme vendiera entradas pero es que los tiempos han cambiado mucho y la tecnología ha avanzado tanto que cualquiera puede hoy construirse una ciudad pirata en el primer arrabal o desierto que se encuentre al paso y hay muchos. La posibilidad de controlar estas ciudades piratas es una entelequia a la que las autoridades renunciaron hace tiempo, incluso las más recalcitrantes. De esta manera se conforman con poner un miembro de las fuerzas del orden a la entrada de cada ciudad pirata para que se cumplan las normas más elementales. La principal es no llevar droga-virus que pueda acabar con la mínima tasa de natalidad capaz de mantener Metrópolis dentro de unos límites aceptables. Se dice que apenas nace un internauta por cada uno que muere. Un verdadero desastre que nadie sabe cómo remediar.

La ciudad pirata más famosa es "Las-Vegas-sueño-de-ludópatas", en inglés "Dream-ludopatín". Está controlada por las diferentes mafias piratas que se mueven por Metrópolis como Pedro por su casa. Cada una de ellas tiene su trozo de pastel muy bien delimitado y a nadie se le ocurriría comerse algo ajeno o sufriría una terrible indigestión virtual. Se la distingue muy fácilmente de las otras porque las fuerzas del orden son muñequitos de anchos hombros, sombrero caído sobre los ojos y trajes a la vieja moda de los años veinte del siglo del mismo guarismo. La moda retro sigue haciendo estragos y cada vez son más los que buscan en un pasado remoto la pátina de individualidad que todos hemos perdido en numerosas hemorragias virtuales.

Hace algún tiempo que no voy a Las Vegas porque el juego no ha sido nunca una de mis adicciones. De vez en cuando junto con la pandilla hacemos una escapada porque las muñequitas de los espectáculos musicales están de toma pan y moja. Alguna que otra vez merece la pena escuchar a un viejo cantante, de los de antes, que nos deleita con los viejos éxitos. La música de ahora es una especie de machaqueo insufrible a base de los más modernos instrumentos, sintetizadores de ensueño, que sólo se utilizan para encontrar el vellocino de oro del ritmo supermachacante. Tiene algunas otras atracciones divertidas que algún día les contaré.



Estaba deseando llegar al pub de Martina "La divina", una portorriqueña que quita el hipo a pesar de su edad provecta. Allí me estaría esperando toda la panda a la que tanto quiero y tanto me quiere. ¡Oh Dios mío qué recuerdos más deliciosos cada vez que veo sus viejas y feas caras!. Seguramente faltaría alguno ya demasiado dolorido para ser trasladado desde su lecho hasta el sillón superanatómico. Cada vez somos menos y es que ni en Metrópolis uno se libra de empalmar el cochecito al carro fúnebre de la Parca virtual que aún utiliza el viejo medio de transporte de la carroza tirada por caballos. ¡Pero vaya lo que corren los viejos percherones!. Me puse triste pensando que a mí también me llegaría la hora y gruesas gotas de sudor perlaron mi casta frente de viejo verde. Y eso que ya era de noche en "Viejos-verdes-City" porque aquí puedes salir de casa con un sol espléndido y pillarte una granizada en mitad de la autopista o hacerse de noche justo en lo que tardas en echar un pis ecológico en el arcén.

Estaba a punto de llegar al pub de Martina cuando apenas tuve tiempo de frenar para no cargarme a un muñequito que estaba gesticulando como un loco en medio del asfalto. Observé su uniforme y me puse a temblar. Se trata de un guardia de seguridad de la ciudad pirata. Son los peores, los más meticulosos y los más cencerros. No hay quien les aguante en cuanto se ponen a hacer tolón-tolón. No me atreví a bajar el cristal de la ventanilla, no me fío de que se acabe calentando y me suelte un sopapo. Di orden a mi casco virtual de que encendiera los altavoces exteriores del cochecito. El guardia gritaba como un energúmeno sin lograr hacerse entender y es que los cristales están hechos a prueba de bombas virtuales y de estrépitos no deseados. Los altavoces no solo me sirven para comunicarme con el exterior sino que recogen todos los sonidos del entorno hasta el límite que tú quieras, incluso la raspadura de un fósforo contra la cajetilla de tabaco de los fumadores empedernidos que no han sido capaces de dejarlo ni a tiros y las autoridades han tenido el detalle de permitirles fumar en público.

>>Pare el motor, amigo, tengo que registrar el coche.

Me había olvidado de advertirles que otra de las normas esenciales es llevar programas de contrabando en el maletero. Los hackers siguen haciendo de las suyas y no resulta especialmente gracioso quedarte paralizado en cualquier parte incluso en mitad de un beso a tornillo con una muñequita de las Vegas. Siguen pretendiendo apoderarse de Metrópolis y de todas las ciudades piratas que encuentren a su paso. Son como los caballos de Atila donde pisan ellos no vuelve a crecer el chip. Lo cierto es que llevan un tiempo tranquilos porque las autoridades de Metrópolis han decidido pagarles un canon por cada visitante. Guardan sus créditos en las cuentas cifradas de la banca-suiza-virtual (B.S.V.) que sigue siendo el inconmovible paraíso fiscal de la historia. Algunos rumores pretenden que los gobiernos virtuales empiezan a tener miedo de un golpe de estado virtual de los hackers pero es solo un rumor porque qué haría un hacker en el gobierno si precisamente lo suyo es hacer la puñeta al statu quo a cualquier precio.

A todos nos gustaría que se acabara de una vez el paraíso fiscal del B.S.V. porque cualquier tipo de guerra virtual termina siempre con las armas nucleares-víricas escondidas en sus cajas fuertes. Así no hay manera de acabar de una vez por todas con el armamento. Estas guerras son como ciclos climatológicos a los que uno se acaba acostumbrando. Que toca lluvia, pues lluvia, que toca guerra de hackers, pues qué le vamos a hacer. En este momento nadie sabe si estamos en primavera o en otoño y ¡maldito lo que nos importa!

A la orden del guardia respondí con una sacada de lengua de  total desvergüenza. A lo que respondió aquel con otra sacada de lengua mucho más larga y de color verde, supongo que ya había descubierto que se trataba de un viejo verde aunque no crean que algunos jóvenes y sobre todo jovencitas se dejan caer por aquí. Supongo que es el morbo que nunca muere. Mano de santo, pueden creerme, el guardia pasó de registrarme el coche y es que para mi suerte aún seguían conservando la contraseña de mi última visita. El guardia bajó la mano, esbozo una sonrisa de oreja a oreja y me hizo señas de que podía continuar mi accidentado camino.

La ciudad bulle de muñequitos que saltan como cabritillas locas y descorchan botellitas de champagne francés con un entusiasmo digno de la celebración de un nacimiento. Los viejos verdes somos así, alocados, llenos de vitalidad, todo lo queremos celebrar, sea lo que sea, y con champagne del bueno. Un corcho rebota en el parabrisas y me preparo para lo peor porque nadie escapa indemne a estas celebraciones.



Continuará.





MI VIDA FICTICIA EN EL CHAT III

 


Caí en la chatmanía. Así, como lo oyen. Me hice un adicto. Ya sé que actualmente esto de las adicciones suena a chunga. Uno se hace adicto a mirar las piernas a las señoras y acaba en la consulta de un psiquiatra confesando que se trata de una enfermedad que le impide llevar una vida normal. Falta de voluntad, esa es la causa de los males de nuestro tiempo, especialmente de la mayoría de las adicciones. Uno piensa que nunca le va a suceder lo que les sucede a los demás y se deja llevar por la corriente. Pero cuando más descuidado estás, ¡zás!, te pilla la adicción. Y les aseguro que no es cosa de risa.

Uno puede ser adicto al tabaco, al alcohol, al juego, al sexo... Y no sucede nada... o por lo menos pareces más normalito. Un chatmaniaco no pasa desapercibido porque deja de ir a trabajar, no sale de casa y cuando lo hace se va a un cyber-café de esos y cuando coge el coche va tecleando en el volante y cuando hace cola en una ventanilla teclea en la espalda del que está delante y cuando vas a comer te pones un trozo de hamburguesa en la boca y tecleas y tecleas hasta que al cabo de una hora notas algo en el estómago, como un vacío y es que no te has comido la hamburguesa. Te has olvidado de ella porque ya no comes, ni duermes, ni vives. Eres un chatmaniaco irredimible y sólo te interesa hacer nuevos amigos en el chat y gastar bromas y ligar con quien sea pero ligar.

Al principio pensé que no era una enfermedad grave aunque sí un poco molesta, pero ahora se ha convertido en un trastorno patológico de la personalidad que me tiene muy preocupado. ¿Qué me impulsó a ello?. Toda adicción nace de la necesidad de alcanzar una dosis de placer suficiente para lograr olvidarse de los problemas de la vida. ¿Cuáles son mis problemas? ¡Si yo les contara!

Les podría contar que estoy soltero y solo en la vida. ¡Buaahh!  En estos tiempos esto suena a algo natural. Todo el mundo está soltero aunque tenga compañera con la que compartir la media hora al día que te deja este ritmo enloquecedor. Pero si además les digo que no tengo pareja de hecho, que no tengo amigos de hecho, que no tenía nada de hecho hasta que me hice internauta (ahora todo es virtual, nada de hecho), entonces si les digo todas estas cosas, me comprenderán y disculparán esta adicción patológica que me esté volviendo loco.

No es extraño que haya caído en la chatmanía porque de esta situación a la adicción sólo había un paso. Necesito una dosis de placer suficiente, a todas horas, y necesito comunicarme, a todas horas y a cualquier precio. No me serviría ser rico ni famoso ni siquiera poderoso. Lo que yo necesito es comunicarme. Comunicación... Con hombres, con mujeres, con niños, con perros, con gatos, con plantas, con lo que sea, pero comunicación.

En el chat encontré lo que busco puesto que la comunicación es la esencia del chat y nunca acabas sabiendo si el que está al otro lado es un hombre, una mujer, un niño, un gato o una planta porque los alias todo lo enmascaran y porque las teclas pueden muy bien moverse solas en un baile de sambito virtual que acaba por convertirte en un Hamlet virtual. ¿Habrá alguien al otro lado o no lo habrá? La comunicación se logra, es cuestión de intentarlo, de intentarlo una y otra vez. Mis almas gemelas deben andar por alguna parte, perdidas, sin saber nada de mi. Es preciso que las encuentre, es preciso que se completen las medias naranjas y los medios limones. La comunicación entonces será perfecta y yo podré olvidarme de todos y cada uno de mis problemas.

Para combatir la chatmanía no hay estrategia que sirva. Buscas, buscas y buscas... y eso es todo. Ni la relajación, ni los somníferos, ni salir a pasear el perro ayuda lo más mínimo. Les voy a contar una pesadilla que sufrí anoche, justo anoche, para que se hagan una idea de lo inútil que es combatir esta adicción y lo espeluznante que resulta ser víctima de este monstruo insaciable.

Las pesadillas se caracterizan por una obsesión compulsiva del subconsciente que te obliga a huir toda la noche de un temor que no asumes en la vida real. Puede suceder que hables en sueños o te levantes sonámbulo o... Lo mío es peor, mucho peor, porque mi lecho, amplio, moderno y confortable, se vino a bajo de los saltos que estuve dando toda la noche. ¿Cómo es posible? Ahora les cuento.

Empezaré por el final para que se hagan una idea aproximada de lo ocurrido. Me desperté sobresaltado, mi brazo se alargó y encendió la lamparilla de la mesita de noche. La luz apagó mis temores pero mis carcajadas estuvieron a punto de despertar a todo el vecindario. Y es que la cama parecía haber sufrido una guerra muy cruenta porque en primer lugar las patas que la sostenían se habían desmoronado como las columnas del templo de los filisteos a los impulsos de Sansón. La ropa estaba por los suelos y enrevesada de tal manera que la conclusión lógica es que alguien había intentado transformarme en momia. Me encontraba a un palmo del suelo, justo el ancho del colchón. Por un momento pensé que me había convertido en un salvaje recién desembarcado en una moderna y confortable habitación pero al rememorar la pesadilla me consolé pensando que eso era lo mínimo que podía haber sucedido. Una catástrofe nimia para lo que pudo haber sido.

Era un chat misterioso, lo confieso. Y eso que he visitado tantos que ya es extraño de por sí que algún chat me parezca misterioso. Recuerdo que allí se hablaban todas las lenguas existentes y algunas más que debieron hablarse cuando lo de la torre de Babel. Un traductor simultáneo justo en la esquina derecha de la pantalla, arriba del todo, ponía al alcance de mi ojo, desmesuradamente abierto, impecables traducciones del ingles, francés, alemán, chino, japonés, etc. Etc. Todas las lenguas y dialectos del mundo, incluidas lenguas africanas como el watusi o el bantú, eran traducidos a tu lengua nativa por aquel programa infernal, de pesadilla vamos.

Miré la lista de asistentes y casi me caigo de culo. Ese debió ser el primer salto de la noche, el que quebró la primera pata de la cama. Actrices, top-models, famosas, aristócratas de buen y mal vivir, millonarias de mejor palpar, portadas de Penthouse o Playboy, pornostars (las conocía a todas por sus nombres); locutoras de televisión (las adoraba antes de ser chatmaniaco, ¡qué elegantes, qué dulces, qué bellas!
No podía ser cierto. Estaba soñando. Hice una pregunta rápida y la lancé al ruedo del chat. ¿Es un carnaval chatiano?  No me lo puedo creer. La respuesta llevaba una docena de signos de admiración por lo menos ¡¡¡imbécil¡¡¡ ¡¡¡eres...eres...eres...¡¡¡ ¿Aún no sabes que es el día de la rebelión de las famosas?. Se sienten solas. Los hombres que las rodean, que están en sus vidas íntimas, son unos eunucos (son sus propias palabras, no me echen a mi la culpa). Están buscando príncipes azules entre la clase internauta-proletaria-anónima. Expón tus cualidades, hazte valer. Tal vez ligues con la estrella de tus sueños. Y ahora déjanos en paz.

Repasé la lista: Michele Feifer, Claudia Chifer, Sharone Estone, Julita Robersss. Bellezas nacionales a porrillo que no mencionaré por miedo a la querella (las extranjeras no se van a enterar). Las pornoestar de cuerpos más conocidos, las aristócratas más emblemáticas y millones más de bellezas deslumbrantes a las que conocía por sus nombres de pila porque antes era un adicto a las revistas del corazón, a los programas televisivos de color rosa, a los comentarios radiofónicos sobre intimidades a la luz de los famosos. Las conocía a todas por sus nombres de pila y eso que eran millones. ¡Sé que no se lo van a creer!

Tocábamos a una docena por cabeza haciendo un rápido cálculo estadístico del número de internautas-prolotarios-anónimos dividido por el número de bellezas y elevado a la raíz cuadrada de Pi a la décima potencia. Instantáneamente llamé la atención de la Feifer pero el chat era un caos indescriptible. Mi parrafadita desaparecía por abajo antes de que acabara de escribirla por arriba. La cinta verbal del chat debía de estar perfectamente engrasada porque corría que se las pelaba. Cuando me ponía a buscar la contestación de la Feifer ya se me había metido en danza la Estone. Entonces rápidamente, instantáneamente escribía una nueva y seductora frase. "Estone, eres el amor de mi vida". No daba tiempo a más porque ya la frase se perdía por abajo a velocidad vertiginosa. Observé que la lista de chatianos nuevos se incrementaba en proporciones geométricas. Eran los alias más raros que nunca vi en la Red. Se recurría a la mitología pagana, a la inventiva más delirante.

Imaginé lo que estaba pasando. Los correos electrónicos, los móviles, las señales de humo estaban echando humo. Se quería comunicar a toda costa con los amiguetes porque éstos nunca te perdonarían no haberles llamado para el gran chat del milenio. Nunca te perdonaría haberles privado de la oportunidad de haber ligado con la Feifer o la Chifer o la Estone o la Robersss... Nunca. Así pues los que estaban en el ojo del huracán estaban llamando como locos a sus amiguetes de toda la vida quienes se incorporaban al chat como unos auténticos energúmenos.

Con cada incorporación se me iba uno de mis sueños. Se me iba la Feifer, se me iba la Chifer, se me iba la Estone, se me iba la Robersss. Aquello era una guerra de todos contra todos. Fue entonces cuando descubrí algo que en la sorpresa del inicio se me había pasado por alto. Un letrerito indicaba que si querías hablar en un reservado debías cliquear el nombre de la afortunada. Cliqueé a la Fifer con tanta dulzura que apenas rocé la tecla. Entré atropelladamente en el reservado y me vi boxeando con una centena de admiradores. La Feifer no dejaba de decir que uno por uno please. El traductor estaba tan ocupado que se olvidó de traducir el please. Comprendí que entre tanto bruto suelto solo una frase poética, un versito arrebatador me podría dar la chance sobre el resto. Mis deditos volaban sobre el teclado lanzando al ruedo versito tras versito. De pronto mis ojos asombrados vieron mi alas en la frase que la Feifer acababa de escribir. Quería saber más de mi, cómo me peinaba (soy calvo), si me gustaba el campo o la ciudad (dudé, todas las estrellas son animales urbanos).

Me sentía tan feliz que di otro bote que quebró la segunda pata de la cama. De pronto en otra esquina de la pantalla apareció un cuadradito con el nombre de la Feifer llamándome a voz en grito. Comprendí enseguida lo sucedido. No solo nosotros podíamos cliquear sobre sus nombres sino que ellas podían cliquear sobre los nuestros. ¡Qué felicidad hablar a solas con la Feifer!. ¿Pero qué es lo que está sucediendo?. Aparecen la Estone, la Chifer, la Roberss. Una docena de admiradoras habían descubierto que la Fifer tenía ya su príncipe azul encontrado en lo más profundo del pantano cenagoso del anonimato. Ahora todas querían conocerme. Boté y la tercera pata de la cama se vino abajo con estrépito.

La pantalla se llenó de cuadraditos. Todas querían hablar conmigo, en sus respectivos reservados, naturalmente. Intenté cliquear pero los cuadraditos se fueron haciendo más y más pequeños al aumentar el número en proporción geométrica a la información que corría veloz por todo el chat y por toda la Red. Toda, todas, sin excepción querían conocerme, a mi, a su príncipe azul. Mis ojos eran incapaces de ver nombres en los cuadraditos infinitesimales en que se había convertido la pantalla de mi ordenador. Los ojos sudaban, bailaban pero era imposible que pudieran ver nada. La pantalla estalló en infinitos pedazos como en un nuevo big-bang virtual y mis ojos se salieron de las órbitas y se perdieron cada uno por su lado y en dirección opuesta.

Boté por última vez y la cuarta pata de la cama se quebró con un estrépito indescriptible. ¡Ufff!. ¡Menos mal que todo era una pesadilla!. Con la luz encendida acaricié el lomo plastificado del despertador. Gracias a él había conseguido librarme del infierno.

¡Ufff!. ¡Vaya pesadilla!. Lo malo de la realidad virtual es que en un solo cable cogemos casi todos. Especialmente si el cable es de banda ancha. Lo que es ancha debe serlo un rato. No me imagino el camarote de los hermanos Marx en banda estrecha, no me llega la imaginación. Eso desde luego sería la remonda.

Continuará.