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martes, 26 de mayo de 2015

CRAZYWORLD XII (NOVELA HUMORÍSTICA)


CRAZYWORLD XIX

PRIMER ALMUERZO EN CRAZYWORLD Y VII




-Esto es una gran ciudad. Acabas de llegar, no puedes saberlo. Ya te iré mostrando todo con calma.


Observé que Alice reía con otras camareras, al fondo del comedor. Parecían muy felices y de vez en cuando miraban hacia nuestra mesa. Seguramente lo estaban pasando en grande a nuestra costa. El almuerzo estaba terminando y los pacientes salían con paso cansino hacia sus cuartos o hacia cualquier otro lugar. Aquí la prisa estaba de más y las normas parecían ser las imprescindibles, sino alguna menos. Maldije para mis adentros a Jimmy que siempre se las arreglaba para hacer enfadar a alguien, especialmente a mujeres, y especialmente a Alice. Por su culpa yo estaba a medio comer. Se lo dije enfadado a Jimmy y este, ni corto ni perezoso, se levantó, entró en la cocina y al cabo de unos segundos regresó con una bandeja.

-¿Desea algo más el señor o tiene bastante con esto?

-Gracias, Jimmy. No es por ofenderte, pero te iría mejor en la vida si incordiaras menos al personal, especialmente a Alice.

-Tú come y calla. Alice es cosa mía.

Y mientras yo le daba al diente El Pecas continuó con su delirante historia sobre Crazyworld. De vez en cuando comía algo del plato que había tomado de la bandeja. No tenía mucha hambre, deduje que pocas veces la tenía, a juzgar por su delgadez, su hambre iba dirigido hacia otros bocados, más exquisitos. Me prometió una visita a la ciudad de las putas, aunque esperaba que yo no tuviera que necesitarlas nunca. Un joven alto y guapetón no debería tener problemas en Crazyworld. Había suficiente mujeres para todos. Y al decir esto me guiñó un ojo.




Terminé de almorzar con toda la rapidez que pude, sin arriesgarme a sufrir una indigestión o forzar el vómito. El comedor se había quedado desierto y Alice no dejaba de charlar con las otras camareras, alzando la voz un poco más a cada minuto que pasaba. No dejaban de mirarnos mientras yo trasegaba como un muerto de hambre y El Pecas hablaba como un anacoreta que acabara de encontrarse con otro ser humano tras años de soledad. Yo no dejaba de alzar la vista a cada bocado y eso me ponía más nervioso a cada instante y me avergonzaba tanto que terminé por cortar abruptamente el monólogo de Jimmy.

-Ya he terminado. Creo que deberíamos irnos.

-¿Lo dices por Alice? Puedes seguir comiendo todo lo que quieras. ¿Tienes más hambre? Puedo ir por otra bandeja…

-No, déjalo. He comido como un león hambriento. No quiero reventar. Si te parece vamos a dar un paseo y me enseñas todo lo que puedas de Crazyworld. 

-Está bien. Pero si lo haces por esa “zorra” te juro que dejaremos de ser amigos.



Le juré que no era por ella, sino porque había llenado tanto el estómago que necesitaba caminar o explotaría. No sé si Jimmy me creyó o no, lo cierto es que se puso en pie y me empujó, cuando hice un amago de llevar la bandeja a la cocina. Salimos caminando por el pasillo central. El Pecas sacando pecho y sin la menor prisa, y yo tras él, como escondiéndome. No supe hasta un tiempo después lo que me estaba pasando. ¿Acaso sentía miedo de aquella preciosidad? No, no era miedo, creo que era angustia por enemistarme con ella y perder así la oportunidad de ser invitado a su lecho. Sin embargo en aquel instante no estaba preparado para admitir una debilidad semejante y preferí engañarme pensando que Alice era una mujer de armas tomar. Mejor pasar por un cobarde, un calzonazos, que admitir que iba a deprimirme mucho en aquel maldito frenopático si aquella hermosura me ponía mala cara.

Al pasar al lado de las mujeres Jimmy se rascó la garganta, como si tuviera algo en el conducto. Y a fe que lo tenía, y mucho, porque soltó un formidable un escupitajo o “japo” que se pegó al suelo como un enorme sapo, y allí se arrastró unos centímetros, hasta quedar justo a un dedo de la puntera del zapato de Alice. Sus compañeras soltaron un chillido histérico, luego escupieron un montón de sapos por la boca, que quedaron flotando en el aire tras de mí, y finalmente se echaron a reír con estruendosas carcajadas.

Yo me aparté un poco, tanto para no pisar el escupitajo verdoso como para ocultarme aún más tras la magra espalda de Jimmy. Hubiera deseado que la tierra me tragara y me dejara en medio del bosque de Crazyworld. Puede que allí me muriera de hambre, pero no de vergüenza. Cuando ya había concluido que aquel estúpido-zoquete me chafaría para siempre cualquier plan con Alice. Levanté la vista justo en el momento de notar una mirada clavada en mí. Era la camarerita linda, quien me observaba sonriente. No podía creer lo que estaban viendo mis ojos. Cualquier mujer te enterraría vivo en una situación semejante. Pero ella no, ella me guiñó un ojo al pasar, como diciéndome que todo tendría arreglo y que muy pronto seríamos íntimos.

¿Íntimos? Si yo no estaba loco, algo que ahora dudaba, lo que era seguro, sin el menor atisbo de duda, y lo que me estaba diciendo mi mente, muy lúcida en aquel momento, es que todos en Crazyworld estaban locos, incluido el personal.
Jimmy se volvió, retó a Alice con la mirada, y allí se quedó un minuto, echando fuego por las rendijas que eran sus ojos. Yo aproveché para salir al hall y observar la escena escondido tras el quicio de la puerta.

Continuará.

lunes, 27 de abril de 2015

CRAZYWORLD XI

PRIMER ALMUERZO EN CRAZYWORLD VI

[



-¿No pensarás que tanto hombre encerrado aquí durante años podría permanecer quietecito y controlado sin una buena ración de sexo, al menos semanal? Aunque sigas amnésico no creo que necesites que te explique cómo funcionan estas cosas. Puede haber más mujeres que hombres, pero siempre se necesitarán profesionales, porque ya sabes que los hombres nos tiramos a todas, sin embargo ellas son muy suyas para este tipo de cosas. Solo se lo hacen con quien les gusta mucho y eso no siempre, mejor dicho cuando les apetece, que es casi nunca, al menos por lo que a mí respecta.

-Perdona Jimmy. No acabo de entender cómo funciona este tinglado. Más que un manicomio, como pensé al principio, o una lujosa clínica para millonarios, como me explicaste luego, esto parece una auténtica ciudad, gobernada por una cabeza bien amueblada, aunque tal vez un pelín desquiciada, delirante, con una patología que se debería tratar también aquí. ¿Por qué no está con nosotros ese famoso millonario que creó todo esto?

-Es una larga historia que ya tendré tiempo de contarte. Desde luego que Crazyworld es obra suya desde el principio, aunque se sirvió de un numeroso consejo de asesores, a los que ató con un juramento muy bien redactado en un contrato. Algunos, como el doctor Sun, que le asesoró en todo lo referente al comportamiento de un numeroso grupo de locos encerrados de por vida, también acabaron en la jaula. Otros han permanecido callados por la cuenta que les trae. Una demanda les hubiera hundido en la más terrible de las bancarrotas. Y eso sin contar con el miedo que les metió en el cuerpo. No totalmente infundado, porque al parecer alguno ha desaparecido de la faz de la tierra, se dice que a manos de un asesino a sueldo.

Y aquí Jimmy hizo un gesto muy expresivo con el canto de la mano rebanándose el pescuezo. 

-¿Me estás diciendo que Crazyworld está en poder de la mafia?

-Quien maneja el cotarro desde la sombra es el millonario. No me preguntes su nombre porque aunque lo supiera no te lo diría. Hay ciertas cosas que es mejor no saber en Crazyworld y si algún día salgo de aquí, espero que pronto, no quiero tener una manada de sabuesos tras de mí. Quien da la cara aquí es el doctor Sun, el ejemplar más extraño que podrás echarte nunca a la cara, tanto como persona como psiquiatra. El director se encarga de la logística y de estar ahí, en la cima de la pirámide, para que todo el mundo sepa quién tiene la culpa de todo. En otro momento te contaré su historia. En realidad todo va sobre ruedas. Tras un periodo de prueba el protocolo funciona a la perfección y no tiene otra cosa que hacer que disfrutar gratis de las prostitutas. Bueno, en realidad ya se cansó de ellas y ahora se dedica a chantajear a las chicas que le gustan. Se dice que en su pasado hay una mancha que nunca podrá lavar nadie. Fue un pedófilo. Es por eso, entre otras cosas, que fue presa fácil para el millonario. Consiguió sus servicios a cambio de un sueldo que no es nada del otro mundo (el doctor Sun gana bastante más que él) y con la condición de que le ocultara de quienes iban tras de él, muchos, e hiciera la vista gorda a alguno de sus desmanes.




En esta última parte de la parrafada Jimmy bajó la voz, hasta casi susurrar. Yo me estremecí. Todo lo que me estaba contando me resultaba realmente terrorífico. Y eso que aún no había empezado a largar en serio. Como llegaría a saber con el tiempo no me había equivocado en absoluto al deducir que Crazyworld estaba construido sobre un pantano. Los peores miasmas de la naturaleza humana pronto cosquillearían mis fosas nasales.

-¿Quieres decir que no se ha reformado y sigue persiguiendo adolescentes? ¿Hay alguna adolescente en Crazyworld, Jimmy? No he visto ninguna.

-Ya te he dicho que esto es una ciudad en miniatura. Bueno no creo que te parezca una miniatura una finca con la que se podría crear un estado, un poco pequeño para lo que se estila, pero un estado al fin y al cabo. Y en cuanto a la población, solo los locos ya conseguiríamos llenar varios casinos de las Vegas. Si contamos todo el personal creo que haríamos un buen papel en el ranking de las ciudades más pobladas de Nuevo México.

-¿Estamos en Nuevo México, Jimmy?



-Ese también es un secreto que es mejor que no sepas. ¿Tu amnesia te permite recordar los nombres de los estados?

-Ahora que lo dices, me ha venido a la cabeza sin más. No puedo asociarlo con nada de mi pasado. Sigo sin recordar gran cosa.

-El tiempo es la mejor cura. O te sana o te mata, con lo que la cura es total. ¿No te parece? Jeje. Me preguntabas por adolescentes. Hasta ahora no ha ingresado ninguna como paciente, pero aquí se han formado familias y aunque Crazyworld no lleva mucho tiempo funcionando algunos contratados exigieron traerse a sus hijos e incluso a sus maridos o esposas; otros pensaron que esto era una bicoca y se trajeron tíos, sobrinos, primos segundos y demás familia. Creían que aquí les alimentarían a todos gratis y no se equivocaron. Claro que si ahora les preguntaras a solas y en voz baja, te dirían que darían su mano izquierda por poder regresar a la pobreza de donde fueron rescatados por el millonario. Entre todos estos familiares hay algunos niños, algunos adolescentes, algún que otro recién nacido y hasta mascotas, perros y gatos y demás ralea. Nuestro director es discreto pero a Jimmy no se le escapa nada. Sé de buena tinta que ha estado tras los pasos de la hija de la doctora Heather, una quinceañera de toma pan y moja. Y no me tires de la lengua, que te puedes perder. Me temo que yo soy un caso perdido y mis días pueden estar contados.

Y aquí Jimmy volvió a susurrar y a mí el vello del cuerpo se me rizó como si me acabara de pasar una ola terrorífica por encima.

-Volvamos a las prostitutas. ¿Cómo funciona este tinglado? ¿Cómo funciona todo el tinglado en general? Porque si hay niños habrá maestros y guarderías. ¿Qué es lo que falta aquí?

Continuará.

viernes, 9 de enero de 2015

CRAZYWORLD X

EL SR. MÚLTIPLE PERSONALIDAD




-Lo llamamos el Sr. Múltiple Personalidad. Nunca sabes quién te está hablando. Cambia de personalidad cada cinco minutos o antes, según tenga el día y lo nervioso que esté. Cada vez que aparece un personaje tiene que hacerse cargo de la situación. Habla con los otros como si estuvieran frente a él y les consulta lo que el nuevo personaje que se ha hecho cargo ignora. Es un poco complicado. Lo único que te conviene saber es que nunca debes hablarle si él no lo hace y cuando lo haga procura adivinar qué personaje está al mando y seguirle la corriente.

-¿No tiene nombre?

-Como si no lo tuviera. Es imposible adivinar cuándo la personalidad que lleva su nombre está al mando. Es mejor no utilizar ningún nombre cuando te diriges a él. Nosotros los llamamos Sr. Múltiple Personalidad o “Mul-per” que es más corto.

-¿Es peligroso?

-Si no lo contradices o le incordias demasiado es como un corderito. Se puede transformar en un lobo peligroso, pero cuando ataca a alguien lo más normal es que se lo haya merecido. Ni siquiera el doctor Sun lo castiga a las celdas de aislamiento cuando se transforma en lobo. Quien busca su ruina se merece que lo muerdan.

En ese momento se nos acercó otra camarera, bajita y tan delgada que el uniforme le sobraba por todos los costados, como si alguien hubiera embutido un palillo en un miriñaque. Le sirvió la sopa a Jimmy y ni siquiera notó el pellizco del pulpo. Me temo que “El Pecas” encontró hueso y debió de romperse alguna uña. Más camareras salieron de la cocina con sus bandejas y sus soperas. Jimmy intentó alcanzar popas, pero los barcos navegaban con viento a favor.

La camararita palillo permaneció junto a Jimmy como esperando órdenes. Sonreía como un ángel, perdido en el infierno, con un cierto miedo en su mirada y un ansia indescifrable en el fondo de sus ojos. “El Pecas” intentó bromear con ella.

-Jennifer, ¿no te pica nada?

-En este momento me está picando un piojo repugnante.

Observé pasmado a la camarera. Por un momento había pensado que le gustaba Jimmy y que estaba esperando una palabra amable para dejarse acunar en sus brazos. Puede que así fuera, pero “El Pecas” tenía un innegable don para volver furiosas a todas las mujeres de su entorno. De eso no cabía duda.

-¿Dónde te pica? Tal vez yo podría sustituirlo.

-Antes preferiría que me picara la mosca Tsé-Tsé y quedarme dormida una semana.




Estaba visto que aquel no era precisamente el día del “Pecas”. Por un momento temí que otra sopera se volcara sobre su cabeza. En lugar de ello la joven palillo se dirigió a mí.

-Usted parece un joven agradable. Le aconsejo que se mantenga lejos de este piojo pecoso.

Agradecí el consejo con buenas maneras, no fuera que también yo saliera “sopapeado”. Jennifer me agradeció con una sonrisa, en la que derramó todo su encanto, mi respuesta cortés. Luego se alejó pisando fuerte, aunque no se notó mucho. Yo creo que ni el suelo lo notó. Jimmy se encogió de hombros.

-No es mi día. Pero sí parece ser el suyo. Es la primera vez que la veo conmovida con un paciente. Creo que usted le ha hecho cosquillas y en un lugar muy agradable para ella. En cambio yo nunca acierto con las cosquillas. Basta con que se las haga en “sálvasealaparte” para que me llame piojo, y si no le hago cosquillas aún se enfada más. Esta Jennifer es una buena chica, pero bastante rarilla. Con ese físico que tiene tendría que aceptar como pareja hasta a una escoba o una fregona. Y me parece que yo no estoy tan mal. Desde luego mejor que una fregona sí soy. ¿No te parece?

-Me parece, Jimmy, que deberíamos cenar y dejar en paz a las camareras. No me gustaría tener que pasar por la enfermería.

En el comedor todos estaban servidos y comían en silencio. Tras el bullicio de la espera ahora todo el mundo estaba demasiado ocupado en llevar la cuchara a la boca como para montar bulla. Por un momento pensé que Crazyworld se había transformado en un monasterio. Aproveché para vaciar el plato y observar al resto de comensales.

Terminé la sopa, que me calentó el estómago por dentro, dejándolo preparado para algo más sólido. Como no recordaba nada de mi pasado tampoco lograba encontrar nada en mi memoria respecto al tiempo que podía llevar sin comer antes de mi accidente, ni si comía mucho o poco, o las comidas que me gustaban o disgustaban. Lo cierto es que parecía que yo era un hombre con muy buenas tragaderas y que no haría ascos a nada o a casi nada. Dejando aparte el sustancioso desayuno que me llevara Dolores a mi cuarto la sensación interna era la de que llevaba mucho tiempo sin alimentarme, como un anacoreta tan abismado en la contemplación de Dios que ni sintiera hambre o sed, y que de pronto, al despertar a la vida real, fuera incapaz de saber cuándo fue la última vez que bebiera un vaso de agua o se llevara un mendrugo de pan a la boca. Necesitaba redimirme de tanto supuesto ayuno y cuanto antes.

Observé que Alice, muy discretamente, hablaba con el resto de camareras, haciendo risueños apartes, al tiempo que no dejaban de mirar hacia nuestra mesa. Me dio en la nariz que el suculento asado, que constantemente pasaba a nuestro lado, dejando un apetitoso rastro de olor, nunca llegaría a nuestros platos. Jimmy iba a sufrir la venganza de Alice y como consecuencia yo compartiría aquel severo castigo. ¿Qué podía hacer al respecto? ¿Liarme la manta a la cabeza y entrar en la cocina como un vándalo, aún previendo las consecuencias que semejante intrusión acarrearía sobre mi maltratado cuerpo? Jimmy me había hablado de cómo se las gastaba el loco del cocinero o chef, un tal Iñaki.

Al maldito Pecas se le iba la mano cada vez que una camarera salí de la cocina con el preciado bien en su bandeja. Muy molesto por semejante comportamiento infantiloide le di un tremendo cachete en la garra derecha (el muy idiota me había colocado a su izquierda para que su mano derecha no tuviera que superar obstáculos en sus avances libidinosos). No pareció enfadarse mucho conmigo.

-¿Qué te ocurre, amigo?

-¿Eres idiota, Jimmy? Puede que tú no tengas apetito, pero yo estoy muerto de hambre, si continúas con tu manía compulsiva de pellizcar traseros nadie nos servirá el segundo plato.

-No pueden hacer eso, amigo, o me quejaré a la dirección.

-Y supongo que te harán caso, pero ya será demasiado tarde para rematar este delicioso almuerzo y tendré que esperar a la cena. No lo soportaría.

Eso convenció al Pecas, que dejó de alargar su garra y las camareras ya no se alejaban tanto de nuestra mesa al salir de la cocina. Decidí entretenerlo con mi conversación. Al fin y al cabo estábamos en un frenopático y su manía obsesivo-compulsiva-libidinosa no era precisamente lo peor que uno se podía encontrar en Crazyworld. Decidí sacar provecho de aquel molesto “impasse”. 

-¿Solo hay un psiquiatra aquí, Jimmy? El doctor Sun no parece el más adecuado para hacerse cargo de todo.
-¡Oh, no, amigo! Para atender a quinientos pacientes se necesita más de un psiquiatra o no podrían vernos el pelo ni una vez al año. Ya los irás conociendo a todos. Hay algunas doctoras que están muy bien. Te las recomiendo, aunque el doctor Sun no te soltará hasta lograr que empieces a recordar. Te aconsejo que vayas pensando en inventarte una historia si no quieres seguir en sus garras todo el tiempo.

-¿Hay más médicos, aparte de los psiquiatras? 

-Pues claro. Crazyworld es una pequeña ciudad, hay de todo. Nadie necesita salir de aquí para nada. Si necesitan un médico, un ginecólogo, un pediatra, un cirujano, serán atendidos de mil amores por la numerosa plantilla de nuestra clínica, con todos los adelantos de la ciencia moderna.

-¿Pediatras?

-Naturalmente. Aquí también nacen niños, aunque no muchos. Todo el mundo está al tanto de cómo conseguir preservativos o anticonceptivos. El doctor Sun se ocupa de realizar campañas periódicas sobre salud sexual, mental, higiene… no se le escapa una. A pesar de ello siempre puede ocurrir que alguien cometa un error y no quiera ni oír hablar de un aborto. También hay algunas parejas, más o menos estables, que quieren tener hijos y educarlos para la vida, como si esto tuviera la más mínima semejanza con la verdadera vida. Por supuesto que también hay escuelas, educadores…

-Creo que adelantarías más diciéndome lo que no hay.

-Hasta ahora no se me había ocurrido hacer inventario. Ya que me lo preguntas creo que no hay profesión que no esté representada aquí, aunque tal vez falte alguna y no me haya dado cuenta.

-¿También hay prostitutas?


Continuará.

martes, 12 de agosto de 2014

CRAZYWORLD IX



MI PRIMER ALMUERZO EN CRAZYWORLD

Por suerte había llegado el momento de almorzar. Nos deslizamos hacia el interior del edificio. Jimmy se nos adelantó, simplemente para poder ceder gentilmente el paso a la dama en la puerta. De inmediato borró su buena obra lanzando un pellizco a las nalgas de la camarerita linda. Ésta se volvió con brusquedad y le arreó tal bofetón al “Pecas” que me persigné de modo automático, un gesto que tal vez significara algo en mi recuerdo o tal vez no. Tras el bofetón llegó un beso con lengua. Volví a persignarme. Tendría que comentarle al doctor Sun ese gesto instintivo. Lo anoté en mi agenda mental. ¡Dónde había ido a caer, Dios mío! También anoté ese “Dios mío”.
El comedor estaba ya repleto de pacientes. Me fijé por primera vez en lo variopinto de aquel universo de locos. Gente mayor, gente joven, mujeres, hombres; gente gruesa, delgada, vestida de etiqueta, de sport, algunos en chándal; Smith, que continuaba dormitando junto a la piscina, en pijama… También escuché numerosos acentos. La mayoría hablaba con la discreción y elegancia que mostraría la gente elegante en un restaurante de lujo. Otros gritaban como energúmenos. Algunos, los menos, permanecían en silencio. Todos sufrían alguna patología, algún trastorno mental, algo que, aunque no se viera, les incapacitaba para estar fuera con los cuerdos. Al menos eso pensaba el doctor Sun, aunque yo no era de la misma opinión. Aquello parecía uno de los círculos del infierno que Dante se olvidara de describir, tal vez para que sus lectores no se volvieran majaretas antes de tiempo.
Jimmy me condujo hacia la mesa cercana a la puerta de la cocina mientras la linda uniformada entraba en el lugar prohibido como Pedrita por su casa. Le pregunté a mi compañero si sería posible entrar a echar un vistazo. Olía bien, diría que muy bien. Me respondió que aquello sería un suicidio por mi parte. Las cocinas estaban al mando de un prestigioso chef, un tal Iñaki Lizorno, cuya historia no conocía pero que Jimmy comenzó a contarme como si se tratara de un cuento de las mil y una noches.

Al parecer Iñaki era un vasco. El Pecas tuvo que decirme que el país vasco quedaba en España y explicarme que España quedaba en Europa y explicarme que Europa estaba al otro lado del océano. Cuando pregunté qué era un océano y qué era Europa Jimmy decidió saltarse los trámites. Descubrí que mi amnesia era casi absoluta en cuanto a geografía. Al parecer Iñaki, como casi todos los vascos, cocinaba de maravilla y se hizo un chef prestigioso y luego millonario con su prestigiosa cocina. Pero su yerno, un hombre de indescifrable raza, se casó con su hija mayor y le hizo sombra con su cocina integral. Algo pasó en las neuronas de Iñaki y se volvió loco. Cuando se abrió Crazyworld el doctor Sun propuso al vasco como chef y éste aceptó con la condición de que no se lo cobrara un dólar por su estancia. Al parecer Iñaki podía estar loco pero no era tonto. Ahora dominaba la cocina como Napoleón dominó Europa y solo dejaba entrar en ella a quienes le caían bien, fueran o no empleados o pacientes. Tal vez usted le caiga bien… cuando le conozca… Y Jimmy se quedó pensativo. No sé si pensando en esa posibilidad o en cualquier otra cosa.
El silencio –quiero decir el mío, porque el comedor resonaba como un perol aporreado por Iñaki- se me hizo ominoso. Por eso pregunté.
-Jimmy, ¿cuántos pacientes hay en Crazyworld?
-Calculo que más de quinientos, aunque nunca los conté.
-¿Y siguen ingresando?
-No de forma habitual. De vez en cuando llega alguno de los que pasan por secretaría y se inscriben. Tu caso es único, al menos que yo recuerde.
-¿Nunca te has planteado organizar una revuelta y escapar?
-Prueba a convencer a un paciente de algo y se te quitaran las ganas de insistir. Aquí las revueltas no se organizan, suceden de forma imprevista y terminan de una forma más previsible. El doctor Sun encierra a los revoltosos en las celdas de aislamiento, experimenta con ellos sus nuevos trucos de hipnosis y cuando se cansa les suelta. A pocos les quedan ganas de rebelarse de nuevo.
-¿Tan duras son las celdas de aislamiento?

-Luego se las enseño. Allí le explico todo lo que hace el doctor Sun. Espero que después pierda cualquier deseo de molestarlo o de organizar una revuelta.
-¿Y no has intentado escapar solo?
-Una docena de veces, pero siempre te pillan. Las medidas de seguridad son infranqueables.
-¿Saben los demás que todos estamos aquí para siempre?
-La ingenuidad del novato no suele durar más de veinticuatro horas. Al segundo día todos acabamos sabiendo lo que nos espera.

Alice, la dulce camarerita, salió de la cocina con una bandeja. Jimmy la tiró un buen pellizco. De pronto, y sin previo aviso, una fuente de sopa se derramó sobre la cabeza del “Pecas”. Al parecer el horno no estaba para bollos, solo para sopita calentita para el nene. Yo estaba deseando que me contara más cosas, por ejemplo qué eran las celdas de aislamiento, o mejor aún, cómo había intentado escapar y qué le detuvo, pero Jimmy salió de estampida, muy quemado, a cambiarse de ropa y tal vez a darse una ducha fría y ponerse un poco de pomada en las quemaduras.
Mientras, pude entretenerme haciendo cábalas sobre los pacientes que se disponían a almorzar. Todos aparecían discretamente sentados y esperando con gran tranquilidad a ser servidos. Alice recogió la sopa derramada en el suelo con una fregona y luego con gran salero regresó a la cocina y volvió a salir con más sopa. Caminó unos pasos, ondulando su trasero como la popa de la más hermosa carabela. Fijé mi mirada hipnóticamente en un punto del espacio que, por casualidad, quedaba justo entre sus nalgas. Y entonces, como si hubiera notado mi mirada en su cuerpo, se volvió con brusquedad. Me pilló “in fraganti”, pero en lugar de enfadarse me sonrió pícaramente.
Se acercó hasta la mesa y me preguntó si tenía mucha hambre. Subrayó la palabra “hambre” con un tono tan tierno que me la hubiera comido allí mismo, sin descascarillar. Respondí que sí, por supuesto, y con un tono tan hambriento que ella colocó la sopera sobre la mesa y me fue llenando el plato a cucharones. Su uniforme era muy escotado y cada vez que se inclinaba para servirme casi metía los pezones en el plato. Me puse rojo, no de vergüenza, sino de lujuria mal contenida.
Ella terminó de servir y se enderezó. Al mirarme pudo leer en mi cara como en un mapa y en mis ojos el poema de amor que le estaba escribiendo. Eso debió gustarle mucho, porque inclinándose de nuevo, hasta que sus pechos rozaron mi nariz, me susurró a la oreja.
-Procura darle el esquinazo a Jimmy. Me gustaría hablar contigo a solas… muy a solas.
Desgraciadamente no pudo decir más, porque en ese momento reapareció Jimmy en el comedor. Hablando del Rey de Roma por la puerta asoma y hablando de mi mayor obstáculo para acceder a una charla íntima con Alice, allí reaparecía como un fantasma “El Pecas”. Se había cambiado de ropa y su cabeza aparecía con un vendaje tan aparatoso como el de una momia.
La dulce camarerita salió disparada, ondulando la popa al compás de sus zapatos de tacón, hacia el fondo del comedor, donde sirvió a un extraño paciente que gesticulaba sin cesar y parecía hablar consigo mismo como si hablara con una docena de personas.
-Esa zorra me quemó la cabeza. He tenido que ir a la enfermería y ya ves cómo me han dejado.
-¿Te duele mucho?
-Más me duele que se comporte así conmigo. Hace un tiempo era tan cariñosa como una osita de peluche y tan insaciable como una ninfómana. No me dejaba ni a sol ni a sombra. Y ahora cuando no me derrama sopa caliente sobre la cabeza me la derrama en la bragueta. No lo entiendo.
Jimmy se sentó. Procuré cambiar de tema, por la cuenta que me traía y también porque estaba muy intrigado con el paciente que no cesaba de gesticular y de hablar consigo mismo.
-¿Quién es aquel paciente, ese al que acaba de servir Alice? Me intriga su forma de hablar, es como si tuviera dentro mil personajes distintos.
-Al menos no se ha chivado al doctor Sun. Hubieras tenido que cenar solo mientras yo me pasaba la noche resistiéndome al doctor en una celda de aislamiento.
-Jimmy, escucha, ¿quién es aquel tipo?
-¡Ah, sí! Pues verás…
Continuará con el episodio titulado “El Sr. Múltiple personalidad”.