Me echo la siesta con ganas. Despierto a las cinco. Me doy una ducha y al
refrescarme la mente se ilumina. Tengo que bajar a comprar en la ferretería
antes de que llegue la ola de calor y ponerme a arreglar la valla, luego no
habrá quien se mueva. Decido bajar ahora, mañana me costará más. Así compraré
también lo que se me haya olvidado, sea lo que sea. No sé por qué tengo prisa,
estoy de vacaciones. Las prisas siempre son malas, como en este caso que tomo
la carretera más corta, sin recordar que el puente está cortado. Llego hasta el
puente, doy la vuelta y esta vez sí tomo el camino más largo. Soy un idiota,
digo en voz alta todo el camino, sin acordarme de poner música. Llego al pueblo
grande, busco una ferretería, la encuentro no sin antes dar vueltas y vueltas
hasta que me decido a preguntar. Soy muy tímido, eso me ha causado muchos
problemas en casos como estos, y me los seguirá causando, la timidez no
desaparece así como así. Entro en la ferretería, grande, parece que hay de todo,
mejor. Me pongo a buscar y entonces aparece un señor delgado, con gafas, de
unos cincuenta años, con cara de mala leche, cortada y fermentada. Me echa la
bronca por no esperar y dejar que me atendieran. Podría haber dicho que no lo
sabía, que los dependientes no van con mandil, parecen clientes, que no hay
letreros anunciando que esperemos a ser atendidos, que con empleados como él la
ferretería no tardará en irse a pique, etc etc. Como tengo prisa y estoy de
vacaciones me callo como un muerto. Me pregunta qué es lo que quiero y entonces
sí hablo, para empezar una caja de herramientas con todos los aditamentos. Me
lleva por un pasillo hasta unas estanterías donde veo cajas de herramientas y
otros adminículos. Comienza a cantarme las loas de todas las cajas, desde las
más caras a las más baratas. Ni miro, ni me lo pienso, escojo una de tamaño
aceptable donde quepan las herramientas que necesito y no sea muy pesada de
llevar, si luego tengo que contratar una grúa habré cometido el mayor error de
mi vida. Quiero ésta, con voz átona, a pesar de mi cabrero. Me la lleva, muy
amable hasta la caja. ¿Desea algo más el señor? Sí, éste señor desea partirte
los morros, pero no tengo tiempo ni ganas. Este señor quiere un juego de
destornilladores, tornillos de todos los tamaños y grosores, alicates, una
llave inglesa no muy grande y esto y lo otro y lo demás allá. Decide volver a
llevar la caja de herramientas vacía y llenarla con todo lo que le pido, así no
tendrá que estar haciendo viajes todo el tiempo. Al llegar deja la caja en su
sitio y me enseña otra, parecida, pero que lleva ya de fábrica casi todo lo que
le he pedido, desde el juego de destornilladores, la llave inglesa, hasta
incluso un cúter. ¡Podía haberlo dicho antes! Claro que la culpa es mía, por no
dejar que lo hiciera. Ahora solo queda rellenar la caja con lo que necesito y
no viene ya de fábrica, por ejemplo los tornillos de todas clases y tamaños, y
unas puntas variadas y… El empleado ahora no me lleva la caja muy amable, deja
que sea yo quien la lleve o que la deje allí, a él le da igual, a mí no, así
que la cojo y le sigo. Estantería de los tornillos. Como no he medido el grosor
de la madera, ni sé qué dura puede ser, ni sé nada, decido comprar una caja de
cada. Ni miro el precio, lo que deseo es terminar cuanto antes. Y así continúo
tras el empleado que me lleva de acá para allá. Creo haber terminado y coloco
todo en el mostrador de la caja. No, ahora me acuerdo que voy a necesitar unas
tijeras de cocina y…seré idiota, me digo, ni siquiera he mirado los cajones en
la casa, no sé ni lo que hay ni lo que no hay. ¿Y si comprara un juego de
cubiertos y algún plato? Tate, te has olvidado que en el maletero del coche
tienes una fiambrera con platos y cubiertos y lo imprescindible para comer en
el campo. Recuerda que lo compraste cuando fuiste de excursión a… El empleado
me mira con mala cara, yo no le miro, me lleva a la otra punta del local, donde
está el menaje de cocina y allí me da a elegir entre varias tijeras. Miro las
más sólidas porque me conozco, no me importa que sean más caras. Una cubitera por si el frigorífico no tiene o son
una mierda y una jarra de cerveza y… Me había olvidado de comprar un barril de
cerveza en el super, ahora que viene la ola de calor. El empleado atiende a una
señora sin despedirse ni decirme lo guapo que soy. No me importa. La cajera es
más amable, pero tarda la intemerata en pasar todo por el escáner. Dice una
cantidad final t en otras circunstancias me hubiera caído de culo, ahora no
porque estoy de vacaciones y me importa todo un pito y porque estoy de
vacaciones y porque… a la mierda con todo De vacaciones y con una ola de calor.
Compraré bebida por un tubo y tal vez debiera de comprar un congelador, además
del que tiene el frigorífico… Bueno, tal vez lo haga, pero hoy no, quiero
llegar a casa ya, cuanto antes.
Y llego, no sin antes estar a punto de cometer el mismo error. Por suerte
justo en la rotonda donde debo tomar uno u otro camino, recuerdo y tomo el
otro, el bueno. Al llegar saco la caja de herramientas del maletero y la dejo
en el caminito del jardín, así mañana no tendré que hacer más esfuerzos pujando
por ella. Vuelvo a por el barril de cerveza y la bolsa donde están la jarra de
cerveza, las tijeras y otras cosillas. Meto la jarra en el congelador del
frigorífico y compruebo que sí hay cubiteras para el hielo, aunque malas y una
rota. Saco la que compré, la relleno de agua y al congelador. Me gustaría
premiarme con una buena jarra de cerveza bien fría, pero no tengo hielo, las
cubiteras de la casa están sin agua. Me acuerdo y compruebo en el cajón de la
cocina si hay cubiertos, los hay. Miro en el armarito colgado de la pared y veo
platos y alguna cazuela. Bueno, parece que estoy surtido… de momento. Los que
no están surtidos son los gatos, me he olvidado de su comidita. Tendré que
establecer un protocolo, dos comidas al día, mañana y tarde.
Lleno el comedero, lleno el bebedero. Coloco un comedero y otro bebedero
en el jardín para Silvestrina, que no tardará en aparecer, como así es,
permanece alejada, guardando la distancia de seguridad, aún no hay confianza.
Por fin me doy una ducha. Me relajo. Me fumo un pitillo. Me asomo al balcón y contemplo
el jardín, la tarea que me espera mañana. Rezo porque la madera no sea tan dura
como parece. Ya va siendo hora de cenar.
Bajo las escaleras, miro a ver qué me preparo. Dejaré las ensaladas para la ola
de calor. Puedo freír unas rabas, unas croquetas, unas empanadillas y un par de
huevos con tomate y tal vez un par de salchichas. Esto me va a engordar mucho,
pero un día es un día y hoy necesito hacer algo rápido, no estoy para cocinar
como un chef. Busco una sartén, echo aceite de girasol y me dispongo a encender
el fuego en la vitrocerámica. No lo consigo. Es vieja, me recuerda la que tenía
en el piso de alquiler cuando era joven. Pruebo con los dedos de todas las
maneras, cuento los segundos, miro y remiro. Estoy a punto de llamar al dueño
para que me indique, decido no hacerlo porque no quiero molestar a nadie, estas
vacaciones las voy a pasar solo, pese a quien pese. Me paso un cuarto de hora
poniendo los dedos en todas las posturas posibles sobre los puntos y dibujos de
la “vitro”. Al final se enciende, ¡eureka! Había que hacerlo con dos dedos a la
vez, uniendo el punto central con el situado abajo a la derecha. Bien, ya está
encendida, pero no consigo subir la temperatura. Se bloquea, sale la “L”,
apago, vuelvo a encender, toco con calma y la dejo respirar, parece que es
lenta de narices. Al final consigo llegar al nueve, el círculo pasa al rojo, el
aceite comienza a calentarse. Espero a que el aceite burbujee y lanzo las rabas
como en una bolera. Me salpica el aceite, me quemo, lanzo una interjección
redoblada y miro a ver si encuentro un mandil. No lo encuentro, la próxima vez
que baje tendré que comprar uno, mejor de plástico. He salpicado el niqui. Mira
que soy tonto. Debí haberme vestido con las peores ropas. Punto uno del
protocolo, para estar en casa, las peores ropas. Bueno, con mucho cuidado
consigo freírlo todo, lo baño de tomate, lo emplato y lo llevo a la mesa. Necesito
una servilleta para no poner el niqui peor que lo que está. Encuentro una en un
cajón remoto. Me siento y me relamo. Recuerdo que suelo escuchar los
informativos de la radio mientras como, para que me hagan compañía. Vuelvo a
subir las escaleras. Se me ocurre que voy a tener que hacer una lista mental
cada vez que voy a subir o bajar las escaleras, según lo que tenga que subir o
bajar, de otra manera subiré o bajaré tantas veces que sería una buena
preparación para las olimpiadas. Encuentro el móvil, antes de volver a bajar
pienso en la lista. ¿Tengo algo más que bajar? No, que yo sepa. Ahora sí, cojo
una raba y me la llevo a la boca. ¡Ospi! Cómo quema. Pues claro, idiota, están
recién hechas. A ver la empanadilla. Me quemo los dedos. En ese momento suena
el móvil. Nadie debería llamarme, no conozco a nadie que pueda llamarme en
vacaciones, tengo pocos amigos, pocos contactos, estoy más solo que la una. No
conozco el número que me llama, ¿quién puede ser? Intentan venderme un seguro
de vida. No tengo herederos, ni familiares, ni amigos, ¿quién se beneficiaría
de mi muerte? Yo, desde luego, no, en el más allá ni se compra ni se vende,
espero que al menos exista el cariño verdadero. Se lo digo a la teleoperadora,
no lo entiende. Le digo que estoy cenando y me estoy muriendo de hambre. ¿No
querrá que me muera antes de aceptar el seguro de vida? No se preocupe, le
volveremos a llamar. Mejor que no. Otro protocolo más, no contestar nunca a
números desconocidos, todos quieren venderte algo. Este bloqueado, no me
volverá a interrumpir mientras como.
Ceno con apetito mientras escucho el informativo en la radio. Parece que
la ola de calor va a ser de aúpa. Debería haber comprado al menos un
ventilador. Aguantaremos como se pueda. Termino, y antes de subir reflexiono
sobre si tengo que subir algo. Bueno, solo se me ocurre una botella de agua
fría del frigorífico, por si me entra la sed. No se me ocurre nada más. Vuelvo
a salir al balcón para echarme otro pitillo. No debería irme a la cama tan
pronto, con la digestión apenas comenzada. Decido leer algo en el butacón, pero
pronto me entra el sueño. Voy a la cama y pongo mi lista de sonidos de lluvia,
es infalible a la hora de dormir. Felices sueños.