martes, 28 de noviembre de 2023

DIARIO DE UN GIGOLÓ VII

 


-El empleo es tuyo, si lo quieres.

-¿Así, sin más?

-¿Quieres que te haga una entrevista de trabajo?

-No, claro pero no me conoce de nada. Ni siquiera sabe si he trabajado alguna vez de camarero.

-¿Lo has hecho?

-Sí, pero…

-Pero nada. Eres un chaval fuerte y pareces despierto. Aprenderás pronto.

Con el tiempo, otro camarero (el pub tenía tres, además de Paco) me sacaría de dudas. Fue mi prestancia la que le hizo decidirse tan pronto. El atractivo físico era una condición básica para trabajar allí. Al parecer acudían muchas damas solitarias buscando compañía fácil. Cuando no encontraban algo de su gusto entre la clientela habitual acostumbraban a invitar a una copa al camarero de su gusto y luego podían pedirle que les acompañara a casa o donde fuera que hubieran situado su nidito de amor.

Paco hacía la vista gorda de todos estos tejemanejes a cambio de un porcentaje, un tanto por cien que cobraba al camarero de turno o al cliente de turno que quisiera utilizar las habitaciones que poseía el dueño en el piso de arriba. En resumidas cuentas que Paco era un discreto y amable celestino. Incluso solía invitar al pelma de turno que iba por allí solo a echar un “vistazo” con el fin de saber si se trataba de un cliente potencial o si acabaría por dar más problemas de lo que valía, como el mismo Paco me contaría con el tiempo.

Pidió a uno de los camareros que ocupara su lugar tras la barra y me hizo pasar a la trastienda. Me invitó a sentarme en una silla y él ocupó un sillón tras una pequeña mesa de despacho. No había lugar para más en aquel diminuto cuartucho. Iniciamos la conversación hablando de lo que más nos interesaba a ambos. Quise hacerme el duro y puse mis condiciones.

-Soy universitario, necesitaré una noche libre la víspera de exámenes y horario a tiempo parcial cuando tenga que preparar alguna asignatura difícil.

-Hecho.

-Antes de abandonar mi trabajo como portero de discoteca me gustaría saber cuánto voy a ganar aquí. Para perder dinero no necesito cambiar de trabajo.

-¿Cuánto ganas allí?

Inflé mi salario, intentando hacerme el listillo, a ver si colaba.

-Hecho.

-Y paga usted el uniforme.

Había observado que los camareros llevaban camisa negra con pajarita, con pantalón de tergal del mismo color.

-Hecho. ¿Algo más?

Abrí la boca buscando conseguir mejores condiciones puesto que me lo había puesto tan fácil, “a huevo”, pero no se me ocurrió nada más. Paco escupió en la palma de su mano derecha y me la tendió con una sonrisa.

-Soy de pueblo, hijo mío, allí sellamos los tratos de esta manera. Nada de papeles. Si estás descontento con algo me lo dices y veremos qué se puede hacer. Si estás enfermo llamas y yo me lo creo, siempre que no abuses. ¿Podrías empezar ahora?

-¿Ahora? Tendría que trabajar tal como voy vestido.

Y señalé mi camisa. Paco rió.

-¿Has tenido alguna batalla campal con una chica?

-Algo parecido.

 

Su sonrisa se ensanchó.

Así me gusta. Vamos a probarte uno de mis uniformes.

Abrió un armario disimulado en la pared y descolgó de una percha una camina y un pantalón.

-Nadie va a fijarse en tus zapatos por esta noche. ¿Tienes zapatos negros?

-Sí, un par para vestir. No me desagrada el negro.

-Me gusta tu honradez, chico, podrías haberme dicho que no para que te comprara un par. Pues mira, por “honrao” te voy a dar para un buen par de zapatos y un pequeño adelanto. Mañana quiero verte con zapatos negros.
Abrió un cajón, rebuscó en él y me tendió un par de billetes.

-Y ahora pruébate esto, mañna por la mañana pasarás por la dirección que te voy a dar para que te hagan unos arreglos y te confeccionen una camisa y un pantalón de repuesto. Mucho ojo, chaval, la chica es mona pero es del pueblo, es como si fuera una hija para mí. ¿Me entiendes? Como se te ocurra camelarla y luego dejarla tirada te voy a dar una somanta de “ostias” que no te va a reconocer ni tu padre. Y te lo dogo muy en serio. ¿Lo has pillado?

-A sus órdenes.

-Nada de bromitas con esto. Y ahora quítate la ropa y ponte esto. No te preocupes que te vea en calzones. Estoy curado de espantos y además me gustan las mujeres y mucho. Si fueras una mujer y te viera en bragas no respondería de mis instintos. Pero tú llevas calzones, ¿no, chaval?

-Imagino lo que quiere decir. Me gustan demasiado las mujeres para hacer tonterías.

-Eso espero, porque aquí los camareros somos todos muy machos. Te adelanto que si alguna dama te tira los tejos debes hacerle caso. Habla conmigo y podrás salir antes. Si luego te hace un “regalito”. ¿Sabes lo que quiero decir? Pues me lo dices y hacemos cuentas. Confío en ti, chaval, tienes cara de “honrao”.
Me probé sus ropas, las mangas me quedaban largas. Paco las recogió con mimo. El pantalón era un poco ancho. Paco me apretó el cinturón sin contemplaciones. Apenas me sobraban unos dedos de largo. Nuestra estatura era muy parecida. Recogió un poco los bajos y me colocó la pajarita.

-Listo. Si tienes alguna dificultad vienes a la barra y te pongo al loro. Hoy te echarán una mano los compañeros, pero mañana quiero que te defiendas tu solito y dentro de una semana serás el amo en “The Sailor”.

Lo pronunció tal cual, “De Sailor”. De esta guisa me acompañó hasta la barra. Me colocó a su lado mientras echaba un vistazo a la concurrencia.

-De momento está tranquilo. Te enseñaré dónde están las botellas, cómo servir una jarra de cerveza “como el fó” y cómo preparar un martín, los cócteles los dejaremos para mañana. ¿Ves aquella dama del rincón? Es la señorita Julia, una solterona aceptable, tiene mucha pasta, vive de las rentas, y ya te ha echado el ojito. Esta noche no te invitará, no te conoce de anda, antes querrá ver cómo te desenvuelves, pero lo hará un día de estos, seguro. Hazte un poco el remilgado, no mucho, porque a ella no le gustan demasiado fáciles, pero tampoco muy complicados. Tú mismo sabrás cómo maniobrar, ni demasiado fácil ni se lo pongas muy complicado. Te llevará a su piso y te dará una buena propina. Quiero el veinte por ciento y no me engañes. Sería una estupidez por tu parte.

viernes, 10 de noviembre de 2023

LA VENGANZA DE KATHY XVIII

 




No sé cuándo Kathy volvió a abandonarme para comer, dormir o hacer cualquier cosa que tuviera que hacer, si es que tenía que hacer algo. No sabía cuánto tiempo había transcurrido desde mi llegada. Por eso no me podía hacer una idea de lo que estaría ocurriendo en Crazyworld. Seguro que ya llevarían tiempo buscándome. La posibilidad de que me encontraran era tan remota que ya me daba por muerto, antes o después y de la forma que fuera, pero yo ya estaba muerto.

Fue entonces cuando noté un ligero movimiento en los dedos de mi mano derecha. No podía percibirlo con la mirada, pero sí en la sensibilidad que habían empezado a recobrar. Puede que el efecto del potingue del profesor Cabezaprivilegiada empezara a decaer, y eso era una excelente noticia para mí. Lo malo era que tardaría muchas horas en lograr el movimiento de los brazos para poder reducir a Kathy cuando volviera. Regresaría mucho antes, impidiéndome cualquier plan de fuga que se me ocurriera. A pesar de ello me centré en recobrar el movimiento de los dedos, cuando lo consiguiera seguiría con la mano y el brazo. Fue un trabajo ímprobo. Toda mi concentración estaba en los dedos. Es un decir, porque no podía estar en otra zona de mi cuerpo. Aquel lento despertar era la sensación más extraña que había tenido en mi vida…es un decir, de lo que recordaba de mi vida, que no era mucho de momento. Se puede decir que mi consciencia se escindió en dos, la que me mantenía en la existencia, atemporal y adimensional, y la que se iba abriendo paso hacia mi cuerpo, un reencuentro tan satisfactorio como confuso.

En algún momento Kathy reapareció a mi lado, me cambió el gotero para alimentarme aunque yo no tenía hambre ni sed, eran sensaciones casi olvidadas. Un dedo de mi mano derecha sufrió un ligero espasmo que no le pasó desapercibido, porque se inclinó hacia mi oído y me susurró, en una voz gélida y opaca, que no reconocí:

-¿Pensabas que no me iba a dar cuenta? El efecto está desapareciendo un poco antes de lo calculado. Tienes una naturaleza de toro. Mi torito español. Voy a adormecerte para que no me cornees.

Puso su rostro frente a mi mirada que no parpadeó, no así la suya, me hizo un guiño que no hubiera desentonado en el rostro de la muerte y desapareció de mi ángulo de visión. ¿Torito español? ¿Cómo podía saber ella que yo había recordado algunas cosas de mi pasado, entre ellas que mi padre, Johnny el gigoló, era español? ¿Había hablado sin darme cuenta? Eso era imposible. Como que fuera capaz de leer mi pensamiento.

Regresó con una jeringa grande y una aguja aún más grande. Recordé que cuando me la clavó por primera vez, en el claro, yo había perdido la consciencia durante un tiempo que tuvo que ser prolongado para que a ella le diera tiempo de arrastrarme hasta el búnker y colocarme en aquel lecho donde había permanecido todo aquel tiempo incalculable. Sentí un gran alivio al pensar que el efecto de la inyección debería ser el mismo. Perder la consciencia por completo era lo mejor que podía pasarme, y si ya no despertaba, mucho mejor. Me hubiera gustado despedirme de la vida, de mi fugaz vida de amnésico, pero como sucedió en el claro, el efecto fue fulminante. Solo que esta vez antes de hundirme en la oscuridad mi mente estalló en un millón de fragmentos, como burbujitas flotando en el aire, cada una con una imagen diferente, una especie de puzle caótico, que una vez recompuesto formaría mi identidad total, mi verdadera personalidad. Se produjo un fenómeno sorprendente, mi cabeza comenzó a dar vueltas, a girar con una lentitud pasmosa, un mareo cósmico me atrapó. Me sentí fuera de un cuerpo que no tenía, subiendo hacia el techo, contemplando mi verdadero cuerpo físico allí abajo que estaba siendo acariciado por las manos de Kathy. Las burbujas de imágenes chocaban contra aquella cabeza que no podía ver pero que sin duda era la mía. Cada choque despertaba un recuerdo, cada imagen se colocaba en un puzle sin sentido, sensaciones sin la menor cronología, tan intensas que me hacían revivir una delgada rebanada de mi pasado. Era como una película troceada, no en secuencias, sino en planos difusos, confusos, sin orden ni concierto. El mareo se acentuó hasta sentir cómo me iba hundiendo en una especie de remolino que caía hacia mi propio ombligo. El malestar era tan infinito como aquella especie de orgasmo cósmico que sin duda me estaba llevando hacia la muerte. Si la muerte era así, no me parecía tan mala como su leyenda. Puede incluso que existiera un más allá si mi consciencia podía volar sin cuerpo de aquella manera. No supe si alegrarme o angustiarme porque como agua remansada que se cuela por el sumidero, mi consciencia se difuminó en una plácida oscuridad.

martes, 7 de noviembre de 2023

LA ÓPERA DEL LOCO V

 


El pero no es otro que su belleza. Es demoniaca ACA.ACA y ACA, Es una auténtica demonia. Y se transforma en serpiente, en Vilenta. Una Vilenta antropomórfica que repta por el escenario, echando sapos y culebras por su boca. Se pone en pie y comienza a imitar, con voz de pito a la condesita real.

ACA ACA Y ACA, ETC repitiendo lo ya dicho.

Todos repiten con voces tremendas, coléricas, infernales. Se forma un coro infernalmente  armonioso.

LORD MONTORO

Tanto, tanto, anto, anto, anto, oro desperdiciado, ado, ado y ado, en un espectáculo, culo, culo, repugnante, ante, ante y ante. Parece un pedo diabólico, pedo, edo, edo, edo y edo.

El bufón, que sigue espatarrado, forma un halo ectoplasmático reluciente que se transforma en lord canciller, resplandeciente y escamoso. El oro le sale por las orejas.

ACOTACIÓN PARA EL ESCENÓGRAFO

En toda la escena el ballet tiene un papel preponderante, los clones ectoplasmáticos bailan- En el centro el clon de Plurabella. Al ballet se van uniendo figuras conforme brotan de la boca del bufón, incluso la concurrencia real baila sobre la punta de sus pies y se mueve un poco cortesanamente. Dejo al talento del escenógrafo la coreografía. En sus manos me pongo, porque la escena, sin el ballet, perdería mucho.

Los duques permanecen silenciosos, rígidos, esperando acontecimientos. Plurabella no puede contener las lágrimas, y todo el tiempo, moviéndose entre la concurrencia no deja de intentar convencerlos de que aplaudan al bufón y su obra maestra. La concurrencia no le hace caso, miran a los duques, esperando su señal de linchamiento. Cuando el bufón se espatarra, ella sube  al escenario e intenta reanimarlo. De la boca del bufón, entre figura y figura, salen besos amorosos y corazones heridos por flechas.

Plurabella llora, llora y llora.

TODOS

ORA, ORA Y ORA.

LORD CANCILLER

ORO, ORO Y ORO.

Al fin el bufón se reanima y se pone de pie. Plurabella real le abraza y le besa. Escandalo entre la concurrencia, que a numerosas voces formará un contrapunto-fuga que permenacerá como bajo continuo al tiempo que se mueve dando forma a un ballet obsesivo y percutiente.

TODOS

La duquesita Plurabella le besó ESÓ, ESÓ, ESÓ, E-E, E-E, E-EE, E—EE, EEE

le besó, OO, OO, OOO, OOÓ al bufón, ÓN,ÓN Y ÓN, E-E  EEÉ   EEE   EE-E Etc Etc.

jueves, 26 de octubre de 2023

EL BUSCADOR DEL DESTINO IX

 


Me despierto con una urgencia que no puedo posponer. Necesito vaciar la vejiga, no dentro de un rato, ya, me iré por la pata abajo. Salgo corriendo. Menos mal que antes de llegar al servicio recuerdo los gatos que se han colado en casa. Enciendo la luz, y en efecto, andan jugando en el servicio con unos rollos de papel higiénico amontonados contra una pared. Menos mal que venían con la casa, porque es otra cosa de la que me he olvidado en el supermercado, el papel higiénico. Los gatitos salen corriendo y se esconden en la habitación de la calefacción. No tengo tiempo para pensar. Orino como una fuente mientras intento recordar el sueño. Era entretenido, pero no recuerdo nada. Ya estoy mayor, de hecho, me queda poco para la jubilación. La próstata es uno de mis mayores problemas, cada dos horas en punto debo mear, esté donde esté y haciendo lo que esté haciendo. No quiero volver al urólogo porque en la exploración que me hizo hace años de la próstata, sufrí un orgasmo terrible. No me había informado, no me habían avisado, bueno sí, el urólogo me dijo vuela pluma los efectos de su dedo en mi ano. Pero no me esperaba algo así. Luego bromeé para mi coleto, si alguna vez volvía, cosa que dudaba, buscaría una uróloga, por lo menos el orgasmo tendría algún sentido. No volví, ni pienso volver, así me pille un cáncer de próstata, me niego en redondo. Y así estoy, procurando estar cerca del servicio cuando den las dos horas. Por la noche es un incordio, tienes que dormir a saltitos, como los canguros. A pesar de ello no duermo mal del todo y cuando me levanto no se me olvida encender la luz del servicio. Por suerte no vuelvo a ver a los gatitos. Estarán durmiendo. Todo quisque debe dormir las horas preceptuadas por la madre naturaleza.

 

Al día siguiente me despierto con la sensación de haber tenido unos sueños muy interesantes y agradables. Me olvidé de colocar la libreta y el bolígrafo en la mesilla de noche, deben de estar en un bolso de la mochila. No los voy a necesitar porque no recuerdo nada. Abro la puerta del balcón y contemplo el jardín y las montañas a lo lejos. Hace un día soleado. Miro en el móvil el tiempo, las temperaturas hoy serán altas y mañana más y al otro casi entramos en la ola de calor. Debo de darme prisa, desayuno y me pongo con la valla. Me acuerdo de mamá gata y los gatitos. Primero son ellos, hay que darles de comer. Decido subir el comedero e instalarlo en la habitación de la caldera. Cambio de opinión, allí pondré el arenero, el comedero y el bebedero irán en otra habitación adyacente al servicio. Cuando entro los gatos salen de un armario que tenía la puerta entreabierta, corren como cohetes pequeñitos. Vale, si duermen allí, también podrán comer y beber. Lo instalo todo. Voy a bajar a desayunar, pero veo que comederos y bebederos están vacíos. Relleno de agua los bebederos y bajo a la cocina donde he puesto el pienso. Subo el pienso. Mucho me temo que estas escaleras tan empinadas acabarán conmigo. Además de prostático soy obeso y debo tener el colesterol alto y también el azúcar y… Me da igual, no pienso ir al médico, así me muera de una vez. Si ese es mi destino, así será. Me doy cuenta de que tendré que memorizar o hacer una lista en el móvil con lo que tengo que subir y bajar o acabaré agotado de tanto subir, me conozco y sé que me olvidaré de una cosa y de otra y de otra, estaré todo el día subiendo y bajando. Claro que es un buen ejercicio, un ejercicio excelente, pero yo no quiero hacer ejercicio, bastante tengo con el trabajo de estar vivo como para encima hacer ejercicio. Echo el pienso en los comederos, y en ese momento me doy cuenta de que los gatitos son muy pequeños, puede que no estén destetados. En ese caso solo mamá gata necesitará comer. Esto es un incordio, debería echarlos a la calle. Se me arruga el alma, no puedo ser tan canalla. Los dejaré en casa. Al fin y al cabo, solo estaré un mes, hasta que se acaben las vacaciones.  Pienso qué será de ellos cuando yo me vaya y se me cae el alma a los pies. Decido no pensar más. Mejor me activo.

 

Desayuno rápido, quiero acabar la tarea antes de que llegue la ola de calor. Salgo fuera, donde he dejado todo el instrumental. Dejo la puerta abierta y cuando estoy mirando los mejores tornillos para dejar bien sujetas las tablas de la valla, noto como una sombra veloz que se desliza por el reojo de mi ojo izquierdo. Miro y veo al gato o gata de ayer. He decidido llamarlo Silvestre, si luego es gata la llamaré Silvestrina. Más que nada porque como es un gato silvestre o merodeador, el nombre le viene a pelo, a pelo grisáceo, es un gato gris. Se ha colado en casa, buscando comida, imagino. Mierda, me he olvidado de poner un comedero con pienso en el jardín para Silvestre y todos los gatos asilvestrados del pueblo que quieran venir. El gato sale con la mitad de un cruasán en la boca. Mierda, me olvidé de dejar todo a bien recaudo, ahora no estoy solo. Entro para llenar un comedero y aprovecho para revisarlo todo. Dejo la mesa vacía, todo guardado. Me planteo si no será mejor cerrar la puerta. Decido que no, estaré entrando y saliendo toda la mañana.

 

Silvestre se ha comido el cruasán y mira con ojos ávidos el comedero, pero no se acerca. Mierda, me he olvidado de la distancia de seguridad. Traslado el comedero lejos de mí, a una distancia más que prudencial hasta para un gato y veo cómo ahora sí se abalanza sobre el pienso y come con ansia, no sin mirarme constantemente, por si me he movido. Decido no hacerle más caso y me pongo a la faena. Veo que algunos postes han sido tronchados por abajo. Hay un círculo de cemento donde estaba el poste. No tengo hacha para sacar punta a la madera y sin afilarla un poco no entra en el agujero. Busco por el jardín algo que me pueda servir. En un armario de plástico en un callejón, encuentro bolsitas con tornillos oxidados y otros adminículos propios de un manitas. Veo una barra de hierro, delgada pero suficiente. Me bastará con clavarla en la tierra del agujero y luego sujetar el poste a la barra. Soy un hacha… sin mango. No tengo alambre gruesa para sujetar barrita y poste. Mierda. Tendré que volver a bajar. Tendré que hacer otra lista, no me vendría mal unos saquitos de cemento rápido. Pues no, hoy no pienso bajar, tal vez mañana, o pasado, si aún no ha llegado la ola de calor. Mierda, mierda y mierda, no sé por qué tengo que arreglar yo la valla, para un puto mes que voy a estar de vacaciones. Bueno, mejor hacerlo yo que tener que dar explicaciones a la propiedad. Además me gusta hacer chapuzas, o me gustaba. Vale, lo haré, discutir me pondría de los nervios. Dejo el poste para más adelante y me pongo con otro trozo de cerca con los postes bien puestos, solo tengo que colocar las tablas y clavarlas con los tornillos. Escojo uno más bien largo y grueso. Tomo el martillo y doy un buen golpe en el tornillo. Joer, esta madera está muy dura. Será perfecta para una valla, pero los tornillos no entran ni a martillazos, así no puedo atornillarlos con el destornillador. Se me ocurre mirar a Silvestre, se ha zampado todo el pienso del comedero, ahora se está relamiendo a una distancia más que prudencial. Ha posado su culito en el suelo y me mira con los ojos como platos mientras se relame. Vuelvo a dar otro martillazo, no puedo evitar mirar la graciosa estampa del gato. Eso me descentra y en lugar de dar un martillazo al tornillo me lo doy en el dedo. Grito como si me estuvieran destripando. Es muy doloroso, mucho. Salgo corriendo hacia la casa, voy a necesitar el botiquín y una aguja. Seguro que el dedo se me hincha y tendré que pincharlo para sacar el pus. Como si fuera la primera vez que me sucede.

 

Salgo corriendo y Silvestre me precede a toda pastilla, salta el muro de piedra y desaparece. Subo las escaleras, corriendo todo lo que puedo, que es poco. Encuentro el botiquín y busco una aguja en los cajones del armarito del baño. Mira, hay un alfiletero y algodón. Estupendo. Bajo con calma, pasito a pasito. Me siento a la mesa del comedor. Tengo que quemar la punta del alfiler, solo me faltaba pillar el tétanos. ¿Y el mechero? Arriba. Subo con calma, estoy harto de subir. Encuentro el mechero en la mochila y pillo el paquete de tabaco, es pronto para el primer cigarrillo del día, pero el estrés me pone de los nervios y el cuerpo clama por nicotina, no entiendo cómo le puede calmar al cuerpo la nicotina, pero lo hace. Sentado a la mesa de nuevo procedo a quemar la punta del alfiler, pongo papel de cocina debajo y me pincho el dedo. Uf, cómo duele. El dedo ya está muy hinchado y sale un hilillo de pus. Aprieto para que salga más. Dios, cómo duele. Sale también sangre putrefacta. Me levanto y me acerco al fregadero, abro el grifo y lo lavo bien. Regreso a la mesa, me siento, y con calma desinfecto la herida, pongo un algodón y lo sujeto con esparadrapo, espero que le pequeña hemorragia se contenga y no tenga que andar toda la mañana cambiando el algodón. Salgo fuera, me siento en uno de los bancos de madera del jardín y enciendo un pitillo. Comienzo a toser desaforadamente. Debería dejar de fumar de una puta vez. Tal vez sea que es muy temprano para mí, no suelo fumar hasta el aperitivo y después de comer, con el café. Estoy hecho una mierda, gordo, con colesterol, seguro que con el azúcar alta, si no soy diabético estaré a punto de serlo, no en vano mi madre y mi abuelo fueron diabéticos. Debo tener los pulmones negros  y cualquier día me quedo en una tos. Bueno, calma que estás de vacaciones. A pesar de que no es aún mediodía el calor empieza a hacerse insoportable. Debería tomarme una cerveza bien fría. Lo dejaremos para luego. Observo que Silvestre ha vuelto y está encima del muro, contemplándome con interés. Está muy asilvestrado, no creo que nos hagamos amigos. Mejor, porque solo voy a estar un mes y además solo me faltaría hacerme amigo de todos los gatos del pueblo.

lunes, 16 de octubre de 2023

DIARIO DE UN GIGOLÓ VI

 


Tal vez se debiera a esa confusión que me perdiera por calles que conocía muy bien y en lugar de seguir en línea recta hasta mi destino, de regreso al piso que compatía con varios compañeros de universidad, terminara frente al pub de Paco, también llamado The Saylor o tal vez fuera Popeye, the saylor, porque mis ojos se fijaron más en un letrero que colgaba de la puerta que de las luces de neón que parpadeaban como si fueran bizcas. En letras manuscritas mayúsculas aquel letrero decía: SE BUSCA CAMARERO, PREGUNTAR EN EL INTERIOR.

 

Aquello me dio una idea. Estaba ya harto de hacer de portero de discoteca, recibiendo todos los golpes e insultos que se les escapaban a aquellos energúmenos y ninguna solicitud de compañía por parte de las chicas que frecuentaban el antro, –item más- habida cuenta de que el dueño de referido antro había desestimado mi solicitud de ascenso a relaciones públicas, un cargo más adecuado a mi prestancia, mi cultura universitaria y mi necesidad de cobrar un poco más, la posibilidad de cambiar de oficio que me estaba ofreciendo el destino… me pareció de perlas.

 

Me colé en el interior, pensando que por mal que me fueran las cosas no me irían peor que en la fiesta, y al menos me podría tomar una cerveza o una “copichuela” para el camino. Me sorprendió la decoración. Lo más que había esperado era un poster de Popeye o un barquito dentro de una botella en alguna estantería. En realidad todo el interior semejaba la proa de un barco, con el timón en su sitio, las paredes decoradas en madera y repletas de artilugios marineros, brújulas, sextantes y todo tipo de objetos cuyo nombre y utilidad ignoraba, como buen marinero en tierra que era (acababa de leer el poemario de Alberti). Incluso pude observar la existencia de pequeños camarotes, sin duda lugares íntimos para que las parejas necesitadas pudieran darse un ligero achuchón, algo así como un beso a hurtadillas, porque no estaban los tiempos para otras cosas en los lugares públicos.

 

Sin ninguna prisa, observando el entorno como un detective que se introdujera en la boca del lobo para investigar la mala vida de la esposa de su cliente, me acerqué hasta la barra, donde pedí una cerveza negra. Un hombre, mitad oso, dada su envergadura, y mitad humano, a juzgar por su tripita cervecera, se acercó hasta el lugar donde me había aposentado, con una sonrisa servicial en la boca.

 

-¿Qué va a ser?

 

-Una cerveza negra.

 

-¿Cualquiera?

 

-Cualquiera.

 

Me sirvió una jarra.

 

-A esta invita la casa.

 

-¿Y eso?

 

-Me da en la nariz que vienes a algo más.

 

Me enfadé un poco por su soberbia de creerse capaz de leer mis pensamientos.

 

-¿Cómo a qué? Si puede saberse.

 

-No te enfades, chico, ¿no has visto el letrero en la puerta?

 

-Así es, pero cómo puede saber que me interesa.

 

-Pareces universitario y perdona que te lo diga así, pero también se te ve como necesitado de redondear tus ingresos.

 

Me miré la ropa. Llevaba la camisa desgarrada y con manchas, tal vez de la copa que alguien me arrojara por encima. Eso me ablandó un poco.

 

-¿Sigue en pie la oferta?

 

-Pues claro. Si tuviera camarero ya habría retirado el cartel. ¿No crees?


De esta manera se inició mi relación con Paco. Así dijo llamarse mientras me tendía su manaza de oso.

lunes, 9 de octubre de 2023

LA ÓPERA DEL LOCO IV

 


ACOTACIÓN

La clon de Plurabella atraviesa el escenario con paso de bailarina de ballet y besa en la boca al bufón, que responde apasionadamente. La concurrencia grita, silva y patalea. El bufón se retuerce y vomita y vomita, pura dinamita.  Las figuras imitan a los pataleantes y gritones, se organiza un buen ballet, algo así como el lago de los cisnes. El clon de Plurabella es el cisne y los otros son demonios disfrazados de cisnes negros. Todo esto ad libitum del escenógrafo. La música sigue siendo de Perotinus Magnus, vamos a recorrer gran parte de su obra, no toda, porque es mucha.

LA CONDESITA VILENTA

Aca,aca,aca vemos con bufón, on,on y on. Es repugnante ante, ante y ante ser amada por ese ridículo mutante. Por eso grito, ito, ito y más ito.

ACOTACIÓN

Se pone a gritar. El bufón cae al suelo, se espatarra. Su boca se abre, abre y abre y de ella comienzan a salir una tupida niebla ectoplasmática que es moldeada por manos invisibles. Y de ella sale una obra maestra, estra, estra, estra.

TODOS

E,E,E…EEEEÉ

Repiten y repiten, asombrados, a cuatro, cinco, seis voces. No es para menos, el clon es perfecto, la condesita Vilenta es aún más bella que la real. ¡Qué digo! Mucho más, infinitamente más. Pero tiene un pero. Pero, pero.. ERO ERO

TODOS

ERO   ERO  ERO, a dos voces, se forma un tremendo contrapunto.

 

viernes, 29 de septiembre de 2023

DIARIO DE UN GIGOLÓ V

 

EL PUB DE PACO/CONTINUACIÓN

 


Fue entonces cuando se me acercó una chica a la que tampoco conocía. Con todo desparpajo me pidió que bailara con ella. Estaba sonando una canción lenta y todo el mundo aprovechaba para arrimarse y sobarse con esmero. Recordé haberla visto con el anfitrión de la fiesta o alguno de sus amigos. Podría muy bien ser su novia. Me juré ser discreto. Cumplí mi juramento, pero no así ella que enseguida se arrimó todo lo que pudo dentro de un espacio físico que no presentaba obstáculos a los cuerpos, y desde luego pudo mucho, creo que hasta el aire debió sentirse un tanto comprimido. No contenta con ello bajó las manos y me sobó el trasero y si me hubiera descuidado un poco hasta me hubiera bajado la cremallera de la bragueta. Semejante actitud no era muy frecuente en las mujeres, al menos en las que yo conocía, que solían limitarse a poner el semáforo en rojo, en ámbar o en verde o a dirigir el supuesto tráfico hacia ellas con un “savoir faire” que daba gusto. Eso me indicó que se trataba de una chica “progre” y tan libre como se lo permitía el entorno y las circunstancias.

A pesar de que supuestamente el ambiente universitario era de lo más libre y “progre” del país, el escándalo que se armó fue mayúsculo. Por suerte no duró mucho porque un chico se acercó hasta nosotros con una mirada luciferina en sus ojos de jaguar nocturno, me separó a empujones de la chica y continuó empujándome como si le estorbara en cualquier espacio que ocupara mi cuerpo. Al parecer era el novio porque ningún otro ser querido, ni siquiera su padre, se habría comportado de aquella manera, como un toro que cornea la capa roja una y otra vez. 

Tuve que ponerme serio, agarrarle del cuello, hacerle una llave inmovilizadora y gritarle a la oreja que yo ignoraba que la chica fuera su novia, que no tenía obligación de saber acerca de las relaciones de las chicas que me pedían un baile, que no fui yo quien la invitó a bailar, sino ella a mí y que eran sus manos, las delicadas manos de su novia las que me estaban magreando a mí, tocándome el culo con mucho salero y no las mías, humanoides y bastas las que habían buscado su delicioso culo. O sea, dicho en plan pijo, que arreglara sus problemas con su novia y no conmigo, un discreto invitado que no conocía a nadie en la fiesta, y rematé diciéndole con cierto “recochineo” que si yo fuera su novia ya le hubiera mandado a tomar por donde amargan los pepinos, dicho con toda fineza.

El muy estúpido no me hizo el menor caso, emperrado en que nos diéramos de puñetazos. Como estaba bien sujeto comenzó a forcejear con las piernas y en un descuido me acarició un poco el tobillo. Eso colmó mi paciencia y lo lancé con todas mis fuerzas contra unas mesas, donde quedó espatarrado. Un amigo suyo intentó separarnos y la novia del mencionado amigo se puso de uñas por salir en defensa de aquella guarra que iba también a por su novio…Detuvieron la música, todo el mundo intentó separar a todo el mundo, acabaron por pelearse quienes no tenían la culpa de nada y llovieron puñetazos y patadas por todas partes. Yo salí de allí, tan discreto como si no tuviera la culpa de nada, y tan precavido como si tuviera la culpa de todo, incapaz de aclarar mi mente de la confusión en que había caído, puesto que ahora no sabía muy bien si la chica que me había metido mano era la novia del que me había golpeado o en realidad era la novia del anfitrión que supuestamente me había invitado y el que se enfrentara conmigo era un amigo del anfitrión o si la chica que llamara guarra a “mi chica” era novia del anfitrión, de su amigo o del amigo de su amigo. Aquello era un rompecabezas que daba dolor de cabeza. ¡Menudo follón!

En el camino hacia la salida recibí algún golpe perdido, alguna colleja sin importancia, y una chica se acercó a mí pidiéndome que la acompañara a casa y a cambio me recompensaría. Con la oscuridad que se hizo cuando las bombillas se rompieron y las luces se apagaron no supe, hasta que estuvimos fuera, que en realidad era la chica que me había metido mano y por la que se había organizado todo aquel “guirigay”. Cuando estaba a punto de aceptar su amable invitación y sacar algo positivo de aquella noche nefasta un chico se acercó poniéndome de chupa de dómine. No sabía quién era y no me paré a averiguarlo. Salí de allí como alma que fuera a llevar el diablo, sin culpa por mi parte, un poco magullado y bastante malhumorado.

jueves, 14 de septiembre de 2023

LA ÓPERA DEL LOCO III

 


ACOTACIÓN

La sustancia se transforma en una copia maravillosa de Plurabella, es un clon perfecto, incluso mejor que el original. Se mueve por el escenario como si levitara. El asombro es absoluto entre la concurrencia. Pero no por  lo milagroso y maravilloso del espectáculo, ni por la hermosura del clon, por su luminosidad de supernova, sino porque está desnuda.

TODOS

Nuda, nuda, nuda a a a ay. Está desnuda.

LOS DUQUES

Es un insulto, ulto, ulto y muy ulto.

TODOS

Nuda, nuda, nuda y nhuda. Está desnuda.

ACOTACIÓN

Se van uniendo voces cortesanas, que se entrelazan, formando una perfecta armonía.

LORD MENTORO, CANCILLER, MINISTRO DE FINANZAS.

Oro, oro, oro y oro, me ha costado mucho oro.

TODOS

Nuda, nuda, nuda y nuda. Está desnuda.

LA CONDESITQA VILENTA

Ja,ja,ja y já. Menudo chasco. Todos se burlan de Plurabella. Nuda, nuda, nuda y nuda. Está desnuda. Ja, ja y já.

UN CORTESANO GORRÓN Y PELOTA

Es repugnante, ante, ante y ante. La excelentísima duquesa no merece esta afrenta, enta, enta y enta.

TODOS

Qué afrenta, enta, enta y enta. Linchemos al bufón, on, on, on y ón.

BUFÓN

Es mi obra maestra, estra, estra y estra. Inspirada en la bella entre las bellas, la gentil duquesita Plurabella. Mi corazón se ha enamorado. El corazón del bufón hace plon, plon y plón. Te amo, amo y amo, dulce Plurabella. Ya no puedo vivir sin ti, la dama más bella que verán mis ojos. Siempre, siempre y siempre te amaré. La eternidad a tu lado será un suspiro. Estoy tan alegre que canto, canto, canto y cantaré como un pajarito enamorado. Ado, ado, ado. Anto, anto, anto. Canto, canto y canto.

domingo, 3 de septiembre de 2023

UN DÍA EN LA VIDA DE UNA FAMILIA VANTIANA XXVI

 


-Muy bien, amigo, no nos gustaría que pasaras la línea roja y sufrieras las consecuencias, fueran las que fuesen. Además tenemos que dar por concluida nuestra conversación porque el día se está terminando y nos gustaría hacer el viaje turístico por Vantis, para que lo conozcan nuestros anfitriones, que supongo solo lo conocerán de forma virtual, aunque un paseo nocturno, con todas las luces encendidas también tiene su encanto, pero como siempre andamos escasos de tiempo. No obstante me gustaría invitarte a un programa especial sobre el futuro de los animales del planeta, lo que aprovecharíamos para saber más cosas de ti y de tus colegas, los amables robots que hacen nuestra vida tan agradable. ¿Habría algún problema, querido amigo?

-Ninguno, Arminido. Avisadme con suficiente antelación y os dedicaré un día completo. Ha sido una conversación muy agradable. Gracias por preocuparos por este humilde robot.

-Gracias a ti, Amantanimales, seguiremos en contacto. Y ahora, amados holovidentes, ha llegado el momento de regresar al hogar de nuestros anfitriones, que tan amablemente accedieron a compartir un día cualquiera de su vida cotidiana con todos nosotros. Pero antes daremos un paseo sin prisas por la ciudad de Vantis, capital de este planeta, al que llamaron Omega, a saber por qué, una ciudad que solo algunos de ustedes conocen en persona, porque virtualmente la inmensa mayoría de los habitantes planetarios se la saben al dedillo. ¿Estáis preparados, Alierina, intrépida reportera?

-Lo estamos, intrépido Arminido. Damos las gracias de corazón a Arleína, nuestra generosa anfitriona, que nos ha preparado un exquisito ágape, del que todos hemos disfrutado con delectación. También damos las gracias a nuestro querido tertuliano Artotis, que aún sigue hablando con los caeros, y esperamos que algún día, ya fuera de programación, nos invite a su maravillosa finca, para disfrutarla sin prisas y sin pausas. A mis brazos, Arleína, este sin duda será el comienzo de una buena amistad.

-A los míos, Alierina, no nos conocíamos en persona, aunque soy una seguidora de vuestros programas. Daos por invitados, solo tenéis que avisarnos con un poco de antelación. Decírselo a Artotis.

-Nos damos por invitados y buscaremos fechas en nuestras agendas. Por cierto, Arminido, no nos vendría mal un equipo de sustitución para este programa o cualquier otro que se te ocurra y nos pueda sustituir de vez en cuando, que es que no paramos. Y además me debes unas vacaciones. Ya hablaremos tú y yo.

-Hablaremos, Alierina, y si aceptas mi invitación a cenar, hablaremos largo y tendido.

-Muy bien, queridos holovidentes, emprendemos el camino de regreso. El bueno de “H” nos ha facilitado un plano muy completo de la ciudad de Vantis y alrededores, que nuestro equipo de producción irá intercalando en los momentos adecuados. Y como todos están ya en el interior del vehículo, ahora subiré yo, que les iré comentando lo más interesante de nuestra capital…Ya estoy en la cabina, al lado de Rosindra, que nos irá contando lo que vamos a ver del zoo, que recorreremos en su totalidad, antes de hacerlo con Vantis. Por cierto, Rosindra, ¿Eres tú los pocos vantianos que conocen físicamente la capital?

-Así es, Alierina, todos los días que no descanso debo sobrevolar Vantis, de punta a punta hasta llegar a mi puesto de trabajo, en el centro de visitantes. Por tu cara de sorpresa veo que te sorprende que viva tan lejos. Tiene una explicación muy sencilla. Cuando me independicé y con mis pocos créditos le pedí a “H” que me construyera una modesta casita, aún no trabajaba en el zoo. Elegí la zona sur, la menos poblada, y una parcela alejada del centro urbano. Cuando me ofrecí voluntaria para trabajar en el zoo comprendí que una casita más cercana, desde donde pudiera trasladarme en bicimóvil individual, hubiera sido más práctica. Podría haberle pedido a “H” que me trasladara la casita, puesto que mi trabajo me estaba dando abundantes créditos para hacerlo, pero ya me había acostumbrado a mi hogar, donde estaba muy a gustito, y he preferido gastarlos en el transporte.

“Para todos los holovidentes. La estupenda finca de Arleína y Artotis está situada al extremo norte del zoo, cercana al comienzo de las estribaciones de las Montañas Negras, como es natural puesto que los caeros adoran la nieve y pueden acercarse a la zona montañosa cuando comienzan las nevadas, aunque el resto del tiempo Artotis le pide a “H” que haga nevar sobre su finca, creando un microclima adecuado, del que disfrutan sus adorados caeros. Por cierto que ya me gustaría a mí ganar tantos créditos como gana Artotis, le debéis pagar muy bien su trabajo de tertuliano, aunque imagino que también tiene otras actividades que le permiten llenar sus arcas de créditos. Ahora vamos a recorrer el zoo en toda su extensión, deteniéndonos más en las zonas que aún no hemos visto. Abajo ahora estamos viendo el vallado de rayos omega que separa el zoo de la finca de Artotis, como ven ustedes, hay señales intermitentes que indican dónde está situada la valla. No para los animales, que ya la conocen muy bien, sino para los omeguianos que puedan acercarse por aquí y no utilicen el transporte público, que no serán muchos, si es que hay alguno, pero el bueno de “H” piensa en todo.

“Desde la cabina podemos ver las primeras estribaciones de las Montañas Negras. Aquí la valla tiene una peculiaridad que les llamará la atención. La valla está programada para dejar pasar a los caeros en ambas direcciones. No sabemos por qué. Tal vez “H” sienta un especial afecto por ellos, si es que una inteligencia artificial puede tener preferencias afectivas, o tal vez se trate de una cláusula del pacto a que llegó con los granjeros rebeldes hace ya mucho tiempo. Como saben los caeros forman parte esencial de la supervivencia de estos granjeros. Domestican a todos los que pueden para que les ayuden en sus faenas agrícolas y de transporte y a los salvajes los matan por su carne y pieles, nunca más de los imprescindibles para que ellos sobrevivan. Y hablando de curiosidades, tal vez no sepan que toda la valla que nos separa de las Montañas Negras tiene otra peculiaridad, deja pasar a los omeguianos que quieran traspasarla en dirección a las granjas de las montañas, no así en sentido inverso, tal vez “H” haya previsto la posibilidad de ataques de algunos de estos granjeros que deseen acabar con una civilización que no les gusta. No parece que haya muchos, aunque siempre es posible que el fanatismo pueda impulsar a alguno a ataques terroristas. De hecho. se ha tenido conocimiento de algunos extraños sucesos que nuestra inteligencia artificial ha intentado ocultarnos y que bien podrían explicarse si barajamos esta posibilidad.

“Esta zona, cercana a las montañas, está poblada por caeros del zoo que aumentan o disminuyen conforme algunos emigren en dirección a las Montañas Negras, o bien sean los caeros salvajes los que se acerquen al zoo, especialmente en los inviernos más crudos, cuando la alimentación escasea. De alguna manera estos animales saben que aquí hay siempre alimento. Son muy inteligentes. Como los koories, cuya zona está en los terrenos boscosos aledaños a las estribaciones montañosas y que hemos visto antes de venir a la finca. Pasaremos por encima del bosque, pero no nos detendremos. Lo estamos haciendo ya. Ahora sobrevolaremos una zona especial donde viven algunos depredadores especialmente peligrosos, entre ellos algunos que habitan en las Montañas Negras en estado salvaje y que son los únicos que se atreven a atacar a los caeros. La valla los deja pasar en dirección a las montañas, pero no permite su paso a otras zonas del zoo para evitar ataques a las especies aquí recogidas. El bueno de “H” los alimenta muy bien por lo que son muy raros los intentos de abandonar su zona. Tienen carne en abundancia, fabricada especialmente para ellos. Incluso ha tenido el detalle de hacer que esta carne se mueva, gracias a algún artilugio de su invención, para hacerles correr un poco y sentir que su instinto salvaje tiene algún sentido. Esta zona del zoo puede ser visitada, pero sin posibilidad de aterrizar y siempre en movimiento. Les puedo asegurar que yo misma he podido presenciar alguna de estas curiosas cacerías, en las que los depredadores corren detrás de piezas de carne, imitando a las especies a las que cazan en estado salvaje. Resulta muy curioso ver a la carne moverse, como si estuviera viva. Les aseguro que las cacerías son una imitación casi perfecta de animales corriendo, huyendo de sus depredadores. Para los holovidentes interesados les doy el dato de que en nuestro centro de visitantes podrán contemplar grabaciones de holovisión de estas cacerías, que por cierto son las más vistas.

domingo, 27 de agosto de 2023

DIARIO DE UN GIGOLÓ IV

 




                            EL PUB DE PACO

 

A pesar de lo agradable que me estaba resultando recrearme en la imagen de Amako y lo placentera que fue nuestra intimidad durante los meses que convivimos, la mente, siempre caprichosa, siempre voluble, me impidió retener a la dulce Amako entre mis brazos por más tiempo. Una parte de mi mente parecía muy interesada en rememorar los orígenes, cómo empezó todo, como si de esta manera pudiera encontrar explicaciones que nunca nadie le había pedido, ni yo mismo, o ser absuelta de hipotéticos pecados que yo nunca creí haber cometido. A pesar de que mi vida siempre había sido para mí transparente y cristalina, como el agua fresca de un arroyo de montaña, algo en mi interior, tal vez el “yo” hipócrita, ese que siempre quiere ir con los demás, vayan donde vayan y aunque se arrojen al abismo (¿dónde va Vicente?, donde va la gente?) quisiera a toda costa justificar lo que casi todo el mundo considera injustificable, que alguien venda su cuerpo por dinero y se convierta en un prostituto o gigoló.

Fuera la que fuere la razón que tenía mi mente más hipócrita, pacata y reprimida, parecía estar obsesionada con hacerme revivir unos recuerdos que yo conocía ya muy bien. El pub de Paco estaba situado por la zona de Bilbao, para quienes conozcan la capital, y de cara al exterior no se diferenciaba en nada de los muchos bares de copas del barrio, que entonces comenzaban a llamarse “pub” y que a mí, siempre tan romo para los idiomas, me sonaba como a “puf”. ¿Dónde vas tío? “Puf”, dónde voy a ir, a tomarme una copa. ¿Sería por eso que los llamaban “pufs”? Creo recordar que la aparición de los bares de copas tuvo mucho que ver con el ansia imitativa, anglófila, que nos invadía a los españoles por entonces, imagino que en gran parte debido a los famosos Beatles y al rastro que dejaron aquellos escarabajos o cucarachas, como me comentó un compañero sabiondo y que “fardaba” de hablar inglés como los ángeles ingleses, que era la traducción al español. 

La casualidad, o el destino, o tal vez mi deseo subconsciente de acabar de una maldita vez por todas con aquella miserable vida que llevaba, trabajando en empleos desagradables y mal pagados para lograr juntar lo indispensable para los gastos de matrículas y otros a los que no llegaba la cortísima asignación de mis progenitores, me llevaron aquella noche frente al pub de Paco. Regresaba yo del cumpleaños de un compañero de clase en la universidad al que apenas conocía y con el que solo había intercambiado un par de frases por pura cortesía. Con el tiempo me enteraría de que la invitación había tenido un claro tinte egoísta, con ella buscaba atraer a muchas chicas guapas entre las que hizo correr la voz de que “el guaperas” asistiría. En aquel tiempo me costaba mucho aceptar que pudiera tener algún atractivo para el bello sexo. Fui un adolescente larguirucho, pecoso, granuloso, repelente, como me decían las chicas, y tanto me acostumbré a sus desplantes y burlas, que mi éxito nada más llegar a la universidad me pilló de sorpresa por completo. Además mi desgraciada historia con María me hacía mirar con muchísimo recelo incluso a las chicas más guapas. *

*NOTA DEL EDITOR: Los lectores pueden conocer la historia completa de María, así como la de todas las mujeres que aparecen en esta historia, leyendo “Cien mujeres en la vida de un gigoló” que pueden adquirir en todos los comercios del ramo a un precio módico.


Como decía, regresaba de aquel malhadado cumpleaños al que nunca debí haber ido. ¿Por qué acepté? ¿Puede uno saber porqué elige un camino en una encrucijada y no otro, por qué mover un dedo puede cambiar tu vida y no moverlo significará ser un gris y anónimo oficinista? Nadie conoce el profundo sentido de la vida, ni si hay oficinistas allá arriba que van trazando nuestro itinerario en la vida como un funcionario de justicia tramita la ejecución de una condena, una vez que la sentencia ha adquirido el carácter de firme. Tal vez influyera en ello que me lo pidiera casi de rodillas la supuesta novia de uno de los amigos íntimos del homenajeado. Como supe después, para mi desgracia, la chica al parecer estaba colada por mis huesos y estaba esperando el momento de arrojarse en mis brazos y dar un desplante público y drástico a su novio. 

Apenas conocía a nadie en la fiesta, excepto a la mencionada novia y a un par de amigas suyas. La mencionada novia estaba muy ocupada preparándole la trampa al novio y las dos amigas estaban tan asediadas que me serví un gintonic y me dediqué a observar “el percal” desde un rinconcito a oscuras.

 


viernes, 18 de agosto de 2023

LA ÓPERA DEL LOCO II

 





ACTO I ESCENA I

En la mansión de los duques del Qué dirán, en el planeta Que digan mientras no hagan, en la galaxia Epsilón, buen tropezón.

PERSONAJES

-Los duques de Qué Dirán.

-Su hija Plurabella de Lamermour.

-La condesita Vilenta.

-Lord Mentero, ministro de finanzas.

-Corte duquesal, compuesta de gorrones bien vestidos.

-El bufón del universo.

-El mayordomo ducal.

Música Viderun Omnes de Perotinus Magnus, a tres, cuatro, cinco voces y todas las que sean precisas.

MAYORDOMO DUCAL, TARTAMUDEANDO LIGERAMENTE.

 

Voy, voy a presentarles a…,

 al más famoso bufón del universo.

Voy, voy a presentarles

La más novedosa atracción

De feria de esta galaxia.

Un regalo, un regalo

Maravilloso de los duques

Del Qué dirán.

¡Oh, oh, oh, oh y ah!

No, no nos merecemos este don.

No, no, pero la altísima generosidad

De nuestros ducales gobernantes,

Nos permitirá disfrutar

De esta atracción, ón, ón, ón y ón.

Aquí les presento al bufón.

 

TODOS

Ón, ón, ón y ón, el bufón.

Que el mayordomo suba al escenario,

Que salga el bufón.

On, ón, ón y ón, que salga el bufón.

ACOTACIÓN

Sale al lujoso y muy iluminado escenario el bufón, vestido con ropas elegantes de bufón. Es gordito, es bajito, es barrigón.

TODOS

Ón, ón, ón y ón, es barrigón.

ACOTACIÓN

Hace una profunda reverencia hasta donde le permite su barriga. Luego se queda quieto, mirando a la concurrencia.

TODOS

Ón, ón, ón y ón, ¿Qué hace el bufón?

ACOTACIÓN

El bufón mira a la concurrencia y saluda a los duques, luego se detiene mirando con la boca abierta a su hija, la duquesita Plurabella de Lamermour, bonita, hermosa, parece una rosa. La duquesita mira al bufón con ojos arrobados y lagrimeantes. ¿Qué ve en este ridículo bufón este angelito de Dios?

TODOS

Ón, ón, ón y ón. ¿Qué ve ella en el bufón?

Ella, ella, ella y ella. Que bese la bella al bufón.

ACOTACIÓN

El bufón se retuerce, sufre de nauseas, comienza a vomitar, y de pronto de su enorme boca abierta sale una repugnante sustancia ectoplasmática que se va moldeando, adquiere brillo, conforma las formas de la bella, mientras el bufón se retuerce más y más, sin dejar de mirar a Plurabella de Lamermour.

TODOS

Ón, on, ón y ón. ¿Qué hace el bufón?

sábado, 12 de agosto de 2023

DIARIO DE UN GIGOLÓ III

       


        Inspiré profundamente, retuve el aliento todo lo que pude y espiré, lanzando el aire hacia el velo del paladar, procurando que todo mi cráneo retumbara al tiempo que vocalizaba el mantra. El sonido se expandió dentro de mi cabeza, haciendo vibrar carne y huesos. Cerré los ojos. Repetí el mantra tres veces, tal como me había enseñado la dulce Amako, y luego cambié a otro mantra.

¿Por qué siempre calificaba de dulces a todas las mujeres que me gustaban? ¿Lo era Marta? Debería serlo, a pesar de su carácter fuerte, porque de otro modo no me habría enamorado de ella. ¿Lo era Amako? No tenía la menor duda al respecto. Ella sí era la mujer más dulce y tierna que había conocido. Mi viaje a Barcelona, un regalo de Lily, entre otros motivos, tenía por objeto que una experta masajista japonesa, Amako, me enseñara el masaje shiatsu, y también algo de yoga tántrico. Aunque pocos clientes de Lily sabían que era el tantrismo la mayoría de ellos se quedaban deseosos de que el profesional de turno les diera un buen masaje. Mi patrona, siempre tan avispada y creativa par los negocios, quería experimentar conmigo la posibilidad de ampliar las prestaciones de sus pupilos y pupilas, introduciendo el masaje y alguna novedosa forma de relación sexual. 

Por lo visto Lily ya lo tenía todo pensado desde hacía tiempo y también había hablado con Amako, llegando a un acuerdo económico satisfactorio para ambas partes. Yo recibiría lecciones de shiatsu y tantrismo durante unos meses, ampliables, tanto en tiempo como en disciplinas, siempre con la aprobación de mi patrona. El acuerdo no incluía las clases de yoga mental que Amako decidió darme por su cuenta y de forma gratuita. Me enseñó a relajarme y a practicar técnicas de respiración y mantras, pero sobre todo a meditar, la cumbre de todas las disciplinas mentales según ella, algo que a mí me estaba costando tanto como subir el Everest, de habérmelo propuesto, para cumplir uno de mis sueños utópicos.

Amako fue la más dulce de mis amantes. Nuestra relación era algo muy especial. A mí nunca se me ocurrió pedirle el consabido estipendio (nuestras relaciones sexuales no eran para mí parte de mi trabajo) y a ella nunca se le pasó por la cabeza pedirme un extra por las clases de yoga mental. Por supuesto que si yo le hubiera propuesto cobrarme por las relaciones sexuales ella habría intentado desentrañar mis palabras como si fuera un koan-zén, buscando el sentido oculto. Ella no era una prostituta y su negocio no solo perfectamente legal, sino también moral. Nos hicimos amantes porque nos sentimos atraídos. Eso fue todo. Nos entendíamos casi sin hablar, solo con mirarnos, nos hicimos amigos de esta manera y dimos el paso hacia una mayor intimidad de la misma forma, con una mirada más profunda e intensa.

Nunca podría pagarle todo lo que hizo por mí, lo que me enseñó, ni en dinero, ni mucho menos en “carne”. Eso sí, apreciaba el cariño como el mayor tesoro del que puede disponer un ser humano, tal vez por eso lado podría intentar pagar mi deuda, aunque me llevaría muchos años.

Lily estaba sobre todo interesada en que Amako me enseñara shiatsu, un masaje japonés del que había oído hablar, pero no se decidió hasta recibir lo que debió ser un esplendoroso masaje shiatsu por un japonés (fue un viaje de negocios, aunque mi patrona siempre aprovechaba los viajes también para sus placeres). Estaba convencida de que sus clientes pagarían lo que fuera por un buen masaje, en cuanto lo descubrieran. Se puede decir que yo era un adelantado, lo mejor de su “tropa” según ella. Si luego conseguía darle un masaje aceptable, aunque no fuera como el del japonés, mandaría a más personal a recibir lecciones de Amako, salvo que yo fuera capaz de dárselo a sus pupilas, de pupilos ni hablar Lily, le dije, y ella sonrió con aquella sonrisa suya que lo mismo podía elevarte al cielo que hundirte en el infierno.

Pero me estoy adelantando. Mi mente retrocedió un poco, algo más de un año, para recordarme cómo había comenzado todo. 



sábado, 29 de julio de 2023

EL BUSCADOR DEL DESTINO VIII

 


Me echo la siesta con ganas. Despierto a las cinco. Me doy una ducha y al refrescarme la mente se ilumina. Tengo que bajar a comprar en la ferretería antes de que llegue la ola de calor y ponerme a arreglar la valla, luego no habrá quien se mueva. Decido bajar ahora, mañana me costará más. Así compraré también lo que se me haya olvidado, sea lo que sea. No sé por qué tengo prisa, estoy de vacaciones. Las prisas siempre son malas, como en este caso que tomo la carretera más corta, sin recordar que el puente está cortado. Llego hasta el puente, doy la vuelta y esta vez sí tomo el camino más largo. Soy un idiota, digo en voz alta todo el camino, sin acordarme de poner música. Llego al pueblo grande, busco una ferretería, la encuentro no sin antes dar vueltas y vueltas hasta que me decido a preguntar. Soy muy tímido, eso me ha causado muchos problemas en casos como estos, y me los seguirá causando, la timidez no desaparece así como así. Entro en la ferretería, grande, parece que hay de todo, mejor. Me pongo a buscar y entonces aparece un señor delgado, con gafas, de unos cincuenta años, con cara de mala leche, cortada y fermentada. Me echa la bronca por no esperar y dejar que me atendieran. Podría haber dicho que no lo sabía, que los dependientes no van con mandil, parecen clientes, que no hay letreros anunciando que esperemos a ser atendidos, que con empleados como él la ferretería no tardará en irse a pique, etc etc. Como tengo prisa y estoy de vacaciones me callo como un muerto. Me pregunta qué es lo que quiero y entonces sí hablo, para empezar una caja de herramientas con todos los aditamentos. Me lleva por un pasillo hasta unas estanterías donde veo cajas de herramientas y otros adminículos. Comienza a cantarme las loas de todas las cajas, desde las más caras a las más baratas. Ni miro, ni me lo pienso, escojo una de tamaño aceptable donde quepan las herramientas que necesito y no sea muy pesada de llevar, si luego tengo que contratar una grúa habré cometido el mayor error de mi vida. Quiero ésta, con voz átona, a pesar de mi cabrero. Me la lleva, muy amable hasta la caja. ¿Desea algo más el señor? Sí, éste señor desea partirte los morros, pero no tengo tiempo ni ganas. Este señor quiere un juego de destornilladores, tornillos de todos los tamaños y grosores, alicates, una llave inglesa no muy grande y esto y lo otro y lo demás allá. Decide volver a llevar la caja de herramientas vacía y llenarla con todo lo que le pido, así no tendrá que estar haciendo viajes todo el tiempo. Al llegar deja la caja en su sitio y me enseña otra, parecida, pero que lleva ya de fábrica casi todo lo que le he pedido, desde el juego de destornilladores, la llave inglesa, hasta incluso un cúter. ¡Podía haberlo dicho antes! Claro que la culpa es mía, por no dejar que lo hiciera. Ahora solo queda rellenar la caja con lo que necesito y no viene ya de fábrica, por ejemplo los tornillos de todas clases y tamaños, y unas puntas variadas y… El empleado ahora no me lleva la caja muy amable, deja que sea yo quien la lleve o que la deje allí, a él le da igual, a mí no, así que la cojo y le sigo. Estantería de los tornillos. Como no he medido el grosor de la madera, ni sé qué dura puede ser, ni sé nada, decido comprar una caja de cada. Ni miro el precio, lo que deseo es terminar cuanto antes. Y así continúo tras el empleado que me lleva de acá para allá. Creo haber terminado y coloco todo en el mostrador de la caja. No, ahora me acuerdo que voy a necesitar unas tijeras de cocina y…seré idiota, me digo, ni siquiera he mirado los cajones en la casa, no sé ni lo que hay ni lo que no hay. ¿Y si comprara un juego de cubiertos y algún plato? Tate, te has olvidado que en el maletero del coche tienes una fiambrera con platos y cubiertos y lo imprescindible para comer en el campo. Recuerda que lo compraste cuando fuiste de excursión a… El empleado me mira con mala cara, yo no le miro, me lleva a la otra punta del local, donde está el menaje de cocina y allí me da a elegir entre varias tijeras. Miro las más sólidas porque me conozco, no me importa que sean más caras. Una  cubitera por si el frigorífico no tiene o son una mierda y una jarra de cerveza y… Me había olvidado de comprar un barril de cerveza en el super, ahora que viene la ola de calor. El empleado atiende a una señora sin despedirse ni decirme lo guapo que soy. No me importa. La cajera es más amable, pero tarda la intemerata en pasar todo por el escáner. Dice una cantidad final t en otras circunstancias me hubiera caído de culo, ahora no porque estoy de vacaciones y me importa todo un pito y porque estoy de vacaciones y porque… a la mierda con todo De vacaciones y con una ola de calor. Compraré bebida por un tubo y tal vez debiera de comprar un congelador, además del que tiene el frigorífico… Bueno, tal vez lo haga, pero hoy no, quiero llegar a casa ya, cuanto antes.

 

Y llego, no sin antes estar a punto de cometer el mismo error. Por suerte justo en la rotonda donde debo tomar uno u otro camino, recuerdo y tomo el otro, el bueno. Al llegar saco la caja de herramientas del maletero y la dejo en el caminito del jardín, así mañana no tendré que hacer más esfuerzos pujando por ella. Vuelvo a por el barril de cerveza y la bolsa donde están la jarra de cerveza, las tijeras y otras cosillas. Meto la jarra en el congelador del frigorífico y compruebo que sí hay cubiteras para el hielo, aunque malas y una rota. Saco la que compré, la relleno de agua y al congelador. Me gustaría premiarme con una buena jarra de cerveza bien fría, pero no tengo hielo, las cubiteras de la casa están sin agua. Me acuerdo y compruebo en el cajón de la cocina si hay cubiertos, los hay. Miro en el armarito colgado de la pared y veo platos y alguna cazuela. Bueno, parece que estoy surtido… de momento. Los que no están surtidos son los gatos, me he olvidado de su comidita. Tendré que establecer un protocolo, dos comidas al día, mañana y tarde.

 

Lleno el comedero, lleno el bebedero. Coloco un comedero y otro bebedero en el jardín para Silvestrina, que no tardará en aparecer, como así es, permanece alejada, guardando la distancia de seguridad, aún no hay confianza. Por fin me doy una ducha. Me relajo. Me fumo un pitillo. Me asomo al balcón y contemplo el jardín, la tarea que me espera mañana. Rezo porque la madera no sea tan dura como parece.  Ya va siendo hora de cenar. Bajo las escaleras, miro a ver qué me preparo. Dejaré las ensaladas para la ola de calor. Puedo freír unas rabas, unas croquetas, unas empanadillas y un par de huevos con tomate y tal vez un par de salchichas. Esto me va a engordar mucho, pero un día es un día y hoy necesito hacer algo rápido, no estoy para cocinar como un chef. Busco una sartén, echo aceite de girasol y me dispongo a encender el fuego en la vitrocerámica. No lo consigo. Es vieja, me recuerda la que tenía en el piso de alquiler cuando era joven. Pruebo con los dedos de todas las maneras, cuento los segundos, miro y remiro. Estoy a punto de llamar al dueño para que me indique, decido no hacerlo porque no quiero molestar a nadie, estas vacaciones las voy a pasar solo, pese a quien pese. Me paso un cuarto de hora poniendo los dedos en todas las posturas posibles sobre los puntos y dibujos de la “vitro”. Al final se enciende, ¡eureka! Había que hacerlo con dos dedos a la vez, uniendo el punto central con el situado abajo a la derecha. Bien, ya está encendida, pero no consigo subir la temperatura. Se bloquea, sale la “L”, apago, vuelvo a encender, toco con calma y la dejo respirar, parece que es lenta de narices. Al final consigo llegar al nueve, el círculo pasa al rojo, el aceite comienza a calentarse. Espero a que el aceite burbujee y lanzo las rabas como en una bolera. Me salpica el aceite, me quemo, lanzo una interjección redoblada y miro a ver si encuentro un mandil. No lo encuentro, la próxima vez que baje tendré que comprar uno, mejor de plástico. He salpicado el niqui. Mira que soy tonto. Debí haberme vestido con las peores ropas. Punto uno del protocolo, para estar en casa, las peores ropas. Bueno, con mucho cuidado consigo freírlo todo, lo baño de tomate, lo emplato y lo llevo a la mesa. Necesito una servilleta para no poner el niqui peor que lo que está. Encuentro una en un cajón remoto. Me siento y me relamo. Recuerdo que suelo escuchar los informativos de la radio mientras como, para que me hagan compañía. Vuelvo a subir las escaleras. Se me ocurre que voy a tener que hacer una lista mental cada vez que voy a subir o bajar las escaleras, según lo que tenga que subir o bajar, de otra manera subiré o bajaré tantas veces que sería una buena preparación para las olimpiadas. Encuentro el móvil, antes de volver a bajar pienso en la lista. ¿Tengo algo más que bajar? No, que yo sepa. Ahora sí, cojo una raba y me la llevo a la boca. ¡Ospi! Cómo quema. Pues claro, idiota, están recién hechas. A ver la empanadilla. Me quemo los dedos. En ese momento suena el móvil. Nadie debería llamarme, no conozco a nadie que pueda llamarme en vacaciones, tengo pocos amigos, pocos contactos, estoy más solo que la una. No conozco el número que me llama, ¿quién puede ser? Intentan venderme un seguro de vida. No tengo herederos, ni familiares, ni amigos, ¿quién se beneficiaría de mi muerte? Yo, desde luego, no, en el más allá ni se compra ni se vende, espero que al menos exista el cariño verdadero. Se lo digo a la teleoperadora, no lo entiende. Le digo que estoy cenando y me estoy muriendo de hambre. ¿No querrá que me muera antes de aceptar el seguro de vida? No se preocupe, le volveremos a llamar. Mejor que no. Otro protocolo más, no contestar nunca a números desconocidos, todos quieren venderte algo. Este bloqueado, no me volverá a interrumpir mientras como.

 

Ceno con apetito mientras escucho el informativo en la radio. Parece que la ola de calor va a ser de aúpa. Debería haber comprado al menos un ventilador. Aguantaremos como se pueda. Termino, y antes de subir reflexiono sobre si tengo que subir algo. Bueno, solo se me ocurre una botella de agua fría del frigorífico, por si me entra la sed. No se me ocurre nada más. Vuelvo a salir al balcón para echarme otro pitillo. No debería irme a la cama tan pronto, con la digestión apenas comenzada. Decido leer algo en el butacón, pero pronto me entra el sueño. Voy a la cama y pongo mi lista de sonidos de lluvia, es infalible a la hora de dormir. Felices sueños.

miércoles, 19 de julio de 2023

DIARIO DE UN GIGOLÓ II

 


Por supuesto que era Marta, Martita la divina, como yo la llamaba para mi coleto. La mejor clienta de Lily, de largo, una morenaza de cuerpo espléndido, espléndidas curvas, pechos como dunas del desierto del paraíso y culo como la mejor y más sensual popa de un Bateau Mouche parisiense, vestido por Coco Chanel y en el que todos los modistos parisinos hubieran puesto su detalle chic. Adoraba su culo, me volvía loco, pero aún me afectaba más aquella voz, dulce, sensual, tan amable, tan gentil, tan…tan…tan… Mi poderoso miembro viril casi había alcanzado la máxima erección y solo tras la primera frase. ¿Qué me esperaba?

Pues una cita, ni más ni menos. Algo tan habitual llegó a emocionarme porque mi Martita llevaba mucho tiempo sin hacer acto de presencia en mi vida, desaparecida, “missing”, tras soportar estoicamente aquella repugnante debilidad que sufrí aquella malhadada noche en la que me atreví a confesar mi amor. Llegué a pensar que no la vería nunca más. Escuchar su vocecita dulce, con un punto de ironía, la que le salía del alma, sin poder evitarlo, cuando necesitaba pedirme un favor, casi produjo el milagro de mi resurrección, de la resurrección de Lázaro, escondido en su tumba hedionda durante tanto tiempo. Al menos mi pajarito sí había resucitado y deseaba cantar un aria a duo y cuanto antes.

En realidad no sería a duo, sino a trío, porque el favor que me pedía Marta era sobre todo para su amiga Esther, una amiga del alma que había descubierto que su marido le ponía los cuernos… ¡Vaya novedad! Martita lo sabía desde hacia tiempo, me lo había dicho a mí en la cama, entre las numerosas confidencias a que la llevaban mis caricias y el pequeño Johnny, siempre tan juguetón y locuelo cuando se trataba de la dulce Martita. No se lo había dicho. Ella siempre tan discreta, tan amable, tan elegante, siempre tan “chic” y tan “comme il faut”. Seguro que cuando Esther se lo comentó ella casi se desmaya del susto. “¡Tu marido! ¡Imposible! ¡Si te amaba con locura! Mi dulce Martita es una redomada hipocritilla. Tiene que serlo para triunfar en los negocios y en la jungla social de los guapos de este mundo y concretamente en la sociedad española, una de las más “ñoñas” del mundo, sino la que más.

Casi se me quiebra la voz al responder y lo que es peor, faltó el canto de un duro para que me echara a llorar como una Magdalena de Magdala. Tuve que hacer un esfuerzo ímprobo para que ella no notara nada. Me limité, pues, a confirmar que estaba muy bien, como ella comprobaría y que sería un placer consolar a su amiga y convencerla de que todos los hombres somos unos “c…” por eso mejor elegir a un gigoló, que te cuesta una pasta gansa, pero al menos es amable y le puedes despedir cuando quieras. 

Concertada la cita nos dijimos algunos cumplidos (los míos sinceros, los suyos tendría que demostrarlo) y colgamos. Regresé a la bañera, no sin antes pasar la toalla por el suelo de parqué, para evitarle a Angélica, mi empleada de hogar, un trabajo extra por el que recibiría una buena bronca. Angelitita, como la llamo yo cuando quiero hacerla rabiar, es una matrona de buen ver, unos cuarenta años, casada, yo diría que mal casada y peor tratada, a quien escogí en un “casting” que realicé tras un anuncio en la prensa, cuando comprendí que no podía ser un buen gigoló y una buena ama de casa al mismo tiempo. Aparte de por su buen hacer, quiero decir por limpiar mejor que ninguna, como me demostró cuando me pidió una oportunidad a cualquier precio (estuve a punto de gastarle una broma machista) también la escogí por su boca, no por sus labios sensuales que deben besar como los ángeles del cielo cuando bajan al infierno en vacaciones, sino por su boca-boca, es decir es una mujer mal hablada donde las haya, pero dice unas cosas… unas cosas… Me encanta escucharla, ya despotrique de su marido, de las vecinas, del mundo en el que vivimos o hasta de nuestro Jefe del Estado, a quien Dios nos conserve muchos años… lo más lejos posible. Especialmente me gusta cuando se mete con él o con los ministros, de quienes sabe sus nombres, de todos y cada uno, o con los pantanos o con los curas, o con… Ella se mete con todo el mundo, incluso conmigo, cuando le da por ahí y hasta llega a ponerse a sí misma a caer de un burro o de una burra, porque mira que es “burra” la Angelita, y cómo se pone cuando su autoestima baja como el termómetro en invierno. A veces la tengo que consolar y ella se deja y se deja… un día de estos la voy a consolar por completo y sin que tenga que darme nada a cambio, aparte de su sonrisa de ángel maltratado por la vida.

Terminé de limpiar el suelo como pude, regresé al servicio y eché más potingues al agua, salió mucha espuma y me sumergí de nuevo. Las variaciones Golberg no habían dejado de sonar un solo instante. ¡Qué relajantes! ¡Qué divinas! Aquella noche me las había prometido muy felices puesto que era lunes y los lunes Lily cierra sus numerosos quioscos, puede que sea la única madame en el mundo que da un día de descanso a sus sementales y potrancas. Ella es única para cuidarnos y mimarnos… Que no se me olvidaran los potingues que Lily nos suministra para que seamos los mejores en la cama, fogosos e insaciables, recién traídos de su laboratorio farmacéutico en Suecia, el lugar por excelencia de la libertad sexual. Aquella noche los iba a necesitar. Martita no había llamado precisamente hoy y concertado la cita para la noche porque le viniera bien a ella, sabía muy bien que yo libraba, y así se ahorraría pedirle permiso a Lily y obligarla a cancelar mis citas, y pagar una buena pasta por ello. Sabía que yo un lunes hasta se lo haría gratis, de hecho pensaba proponérselo, aunque si hay algo en lo que Marta es generosa hasta la tontería es con sus amantes o gigolós, o al menos concretamente conmigo. No ataba la bolsa cuando venía a verme. 

Me dispuse a relajarme tanto como pudiera, la faena nocturna que me esperaba iba a exigirme estar en plena forma. Me introduje en la bañera, me tumbé, colocando una almohadilla de espuma bajo la nuca y comencé a respirar rítmicamente, buscando una adecuada preparación para los mantras que me disponía a vocalizar. Necesitaba relajar y centrar mi mente. La llamada de Marta me había descentrado completamente. Mi intuición me decía que esta noche sería crucial en nuestra relación. Conociendo a aquella mujer suponía que ya había tomado su decisión, pero siempre podría cambiarla con el estímulo adecuado.