martes, 12 de agosto de 2014

CRAZYWORLD IX



MI PRIMER ALMUERZO EN CRAZYWORLD

Por suerte había llegado el momento de almorzar. Nos deslizamos hacia el interior del edificio. Jimmy se nos adelantó, simplemente para poder ceder gentilmente el paso a la dama en la puerta. De inmediato borró su buena obra lanzando un pellizco a las nalgas de la camarerita linda. Ésta se volvió con brusquedad y le arreó tal bofetón al “Pecas” que me persigné de modo automático, un gesto que tal vez significara algo en mi recuerdo o tal vez no. Tras el bofetón llegó un beso con lengua. Volví a persignarme. Tendría que comentarle al doctor Sun ese gesto instintivo. Lo anoté en mi agenda mental. ¡Dónde había ido a caer, Dios mío! También anoté ese “Dios mío”.
El comedor estaba ya repleto de pacientes. Me fijé por primera vez en lo variopinto de aquel universo de locos. Gente mayor, gente joven, mujeres, hombres; gente gruesa, delgada, vestida de etiqueta, de sport, algunos en chándal; Smith, que continuaba dormitando junto a la piscina, en pijama… También escuché numerosos acentos. La mayoría hablaba con la discreción y elegancia que mostraría la gente elegante en un restaurante de lujo. Otros gritaban como energúmenos. Algunos, los menos, permanecían en silencio. Todos sufrían alguna patología, algún trastorno mental, algo que, aunque no se viera, les incapacitaba para estar fuera con los cuerdos. Al menos eso pensaba el doctor Sun, aunque yo no era de la misma opinión. Aquello parecía uno de los círculos del infierno que Dante se olvidara de describir, tal vez para que sus lectores no se volvieran majaretas antes de tiempo.
Jimmy me condujo hacia la mesa cercana a la puerta de la cocina mientras la linda uniformada entraba en el lugar prohibido como Pedrita por su casa. Le pregunté a mi compañero si sería posible entrar a echar un vistazo. Olía bien, diría que muy bien. Me respondió que aquello sería un suicidio por mi parte. Las cocinas estaban al mando de un prestigioso chef, un tal Iñaki Lizorno, cuya historia no conocía pero que Jimmy comenzó a contarme como si se tratara de un cuento de las mil y una noches.

Al parecer Iñaki era un vasco. El Pecas tuvo que decirme que el país vasco quedaba en España y explicarme que España quedaba en Europa y explicarme que Europa estaba al otro lado del océano. Cuando pregunté qué era un océano y qué era Europa Jimmy decidió saltarse los trámites. Descubrí que mi amnesia era casi absoluta en cuanto a geografía. Al parecer Iñaki, como casi todos los vascos, cocinaba de maravilla y se hizo un chef prestigioso y luego millonario con su prestigiosa cocina. Pero su yerno, un hombre de indescifrable raza, se casó con su hija mayor y le hizo sombra con su cocina integral. Algo pasó en las neuronas de Iñaki y se volvió loco. Cuando se abrió Crazyworld el doctor Sun propuso al vasco como chef y éste aceptó con la condición de que no se lo cobrara un dólar por su estancia. Al parecer Iñaki podía estar loco pero no era tonto. Ahora dominaba la cocina como Napoleón dominó Europa y solo dejaba entrar en ella a quienes le caían bien, fueran o no empleados o pacientes. Tal vez usted le caiga bien… cuando le conozca… Y Jimmy se quedó pensativo. No sé si pensando en esa posibilidad o en cualquier otra cosa.
El silencio –quiero decir el mío, porque el comedor resonaba como un perol aporreado por Iñaki- se me hizo ominoso. Por eso pregunté.
-Jimmy, ¿cuántos pacientes hay en Crazyworld?
-Calculo que más de quinientos, aunque nunca los conté.
-¿Y siguen ingresando?
-No de forma habitual. De vez en cuando llega alguno de los que pasan por secretaría y se inscriben. Tu caso es único, al menos que yo recuerde.
-¿Nunca te has planteado organizar una revuelta y escapar?
-Prueba a convencer a un paciente de algo y se te quitaran las ganas de insistir. Aquí las revueltas no se organizan, suceden de forma imprevista y terminan de una forma más previsible. El doctor Sun encierra a los revoltosos en las celdas de aislamiento, experimenta con ellos sus nuevos trucos de hipnosis y cuando se cansa les suelta. A pocos les quedan ganas de rebelarse de nuevo.
-¿Tan duras son las celdas de aislamiento?

-Luego se las enseño. Allí le explico todo lo que hace el doctor Sun. Espero que después pierda cualquier deseo de molestarlo o de organizar una revuelta.
-¿Y no has intentado escapar solo?
-Una docena de veces, pero siempre te pillan. Las medidas de seguridad son infranqueables.
-¿Saben los demás que todos estamos aquí para siempre?
-La ingenuidad del novato no suele durar más de veinticuatro horas. Al segundo día todos acabamos sabiendo lo que nos espera.

Alice, la dulce camarerita, salió de la cocina con una bandeja. Jimmy la tiró un buen pellizco. De pronto, y sin previo aviso, una fuente de sopa se derramó sobre la cabeza del “Pecas”. Al parecer el horno no estaba para bollos, solo para sopita calentita para el nene. Yo estaba deseando que me contara más cosas, por ejemplo qué eran las celdas de aislamiento, o mejor aún, cómo había intentado escapar y qué le detuvo, pero Jimmy salió de estampida, muy quemado, a cambiarse de ropa y tal vez a darse una ducha fría y ponerse un poco de pomada en las quemaduras.
Mientras, pude entretenerme haciendo cábalas sobre los pacientes que se disponían a almorzar. Todos aparecían discretamente sentados y esperando con gran tranquilidad a ser servidos. Alice recogió la sopa derramada en el suelo con una fregona y luego con gran salero regresó a la cocina y volvió a salir con más sopa. Caminó unos pasos, ondulando su trasero como la popa de la más hermosa carabela. Fijé mi mirada hipnóticamente en un punto del espacio que, por casualidad, quedaba justo entre sus nalgas. Y entonces, como si hubiera notado mi mirada en su cuerpo, se volvió con brusquedad. Me pilló “in fraganti”, pero en lugar de enfadarse me sonrió pícaramente.
Se acercó hasta la mesa y me preguntó si tenía mucha hambre. Subrayó la palabra “hambre” con un tono tan tierno que me la hubiera comido allí mismo, sin descascarillar. Respondí que sí, por supuesto, y con un tono tan hambriento que ella colocó la sopera sobre la mesa y me fue llenando el plato a cucharones. Su uniforme era muy escotado y cada vez que se inclinaba para servirme casi metía los pezones en el plato. Me puse rojo, no de vergüenza, sino de lujuria mal contenida.
Ella terminó de servir y se enderezó. Al mirarme pudo leer en mi cara como en un mapa y en mis ojos el poema de amor que le estaba escribiendo. Eso debió gustarle mucho, porque inclinándose de nuevo, hasta que sus pechos rozaron mi nariz, me susurró a la oreja.
-Procura darle el esquinazo a Jimmy. Me gustaría hablar contigo a solas… muy a solas.
Desgraciadamente no pudo decir más, porque en ese momento reapareció Jimmy en el comedor. Hablando del Rey de Roma por la puerta asoma y hablando de mi mayor obstáculo para acceder a una charla íntima con Alice, allí reaparecía como un fantasma “El Pecas”. Se había cambiado de ropa y su cabeza aparecía con un vendaje tan aparatoso como el de una momia.
La dulce camarerita salió disparada, ondulando la popa al compás de sus zapatos de tacón, hacia el fondo del comedor, donde sirvió a un extraño paciente que gesticulaba sin cesar y parecía hablar consigo mismo como si hablara con una docena de personas.
-Esa zorra me quemó la cabeza. He tenido que ir a la enfermería y ya ves cómo me han dejado.
-¿Te duele mucho?
-Más me duele que se comporte así conmigo. Hace un tiempo era tan cariñosa como una osita de peluche y tan insaciable como una ninfómana. No me dejaba ni a sol ni a sombra. Y ahora cuando no me derrama sopa caliente sobre la cabeza me la derrama en la bragueta. No lo entiendo.
Jimmy se sentó. Procuré cambiar de tema, por la cuenta que me traía y también porque estaba muy intrigado con el paciente que no cesaba de gesticular y de hablar consigo mismo.
-¿Quién es aquel paciente, ese al que acaba de servir Alice? Me intriga su forma de hablar, es como si tuviera dentro mil personajes distintos.
-Al menos no se ha chivado al doctor Sun. Hubieras tenido que cenar solo mientras yo me pasaba la noche resistiéndome al doctor en una celda de aislamiento.
-Jimmy, escucha, ¿quién es aquel tipo?
-¡Ah, sí! Pues verás…
Continuará con el episodio titulado “El Sr. Múltiple personalidad”.

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