Y esperé...hasta que terminé por cansarme. Salí del
chat, apagué el ordenador y me dije que mañana sería otro día, paloma mía.
Mi segunda experiencia fue aún más patética. Tuve la
afortunada idea de mirar en las páginas eróticas. Imaginé que allí no tendría
por qué haber tantas inhibiciones para charlar de cualquier cosa con
cualquiera. ¡Santa ingenuidad!. Contemplaba arrobado a una encantadora señorita
desnuda con la que me prometían hablar sin restricciones...del tiempo, pongamos
por caso, y este chateador enmascarado cliqueaba sin perder un segundo; solo
que en lugar de que la encantadora señorita desnuda te dijera "hola guapo"
aparecía una ranurita virtual donde tenías que encajar tu tarjeta de crédito.
Un descrédito para mis vacíos bolsillos. Si alguna otra vez se me ocurre hablar
con bellas señoritas desnudas me iré a una playa nudista, se los prometo a
ustedes.
Encima...o debajo (no pude enterarme de la posición
exacta en que me encontraba en la página)observé, asombrado, como de algún
lugar invisible se vomitaba publicidad a espuertas. Les paso a ustedes una
pequeña muestra para que vayan abriendo boca.
"Sexo virtual a raudales. La página que usted
estaba esperando. Un torrente de sexo que hundirá sus problemas cotidianos en
el profundo pozo del olvido. Sexo hétero a la carta. Se lo hace con su cuñada,
se lo hace con la vecina del quinto, se lo hace con su jefa y sus compañeras de
trabajo en un polígono que dará mucho que hablar. Con quien ya no se lo hace es
con su señora, pero no se preocupe, a nadie le interesa una historia con tan
poco morbo. No obstante si necesita imaginar cómo sería con su señora no tiene
mas que pedirlo. Sexo hétero a la carta. No se lo pierda.
¡Sexo filial! Se lo hacía con su hija (mayor de edad,
por supuesto) hasta que un día descubrió en una imprevista prueba de ADN que su
hija no era suya sino del vecino de enfrente.
¡Zoofilia! Se lo hacía hasta con las cucarachas de su
fregadero expertas en cosquillear su clítoris. Su perro, celoso, se ahorcó en
el garaje.
Gracias a Jehová que por fin acaba este interludio
publicitario, creí que de esta no salía.
Decidí que era imprescindible aprender algo del lenguaje
chatiano para no perderme o ahogarme en la sopa como un desgraciado pelo sin
flotador. Cliqueo buscando información pero no hay mucha, tal vez piensen que
la experiencia es la madre de la ciencia. A este paso cuando haya aprendido a
manejarme como un buen chateador habré perdido hasta el último pelo en las
innumerables sopas que se cuecen en las cocinas de los chats. Así no podrán
volver a decir aquello de “hay un pelo en la sopa” como el marinero que grita a
voz en cuello “hombre al agua”.
Me entero de que los esmailis son caras que expresan
el alma del internauta, hasta son capaces de reflejar los pensamientos más
íntimos. Es una pena porque en un principio llegué pensar que se trataba de la
Smily de la “verdad está ahí fuera” (¿o
no se llama así?). Jugar con su carita de azucena mientras investiga ahí fuera
me hacía cierta gracia, no lo voy a negar.
Las informaciones que obtengo hablan de que en los
chats cada uno va a su bola, a su aire. Así me notaba yo raro, como que me
faltaba la respiración. Seguramente me estaban robando el poco aire que me
correspondía en el diminuto cubículo donde nos apretujábamos todos los “alias”.
También hablan de que es conveniente presentarse y luego ya puedes ir a tu
rollo, siempre hay un espabilado que se pone a chupar rueda. Que si alguien
consigue sacar un tema de la alforja y todos se apuntan a la merendola mejor
que mejor. Pero me imagino lo que debe ser conseguir que todos los chateadores
se pongan de acuerdo en un tema. Si hasta los políticos, tan discretos y elegantes
como son ellos tienen problemas para ponerse de acuerdo en algo, en un chat
donde cada cual es de su padre y su madre, ambos “alias” de apellido, alcanzar
un éxito semejante debe ser la repanocha, con perdón.
En fin, Serafín, que esto no me ayuda mucho. Busquemos
experiencia y dejemos la teoría para los filósofos y sociólogos del mundo
chatiano. Ya que de todas formas me van a poner de chupa de dómine –es
inevitable- al menos que aprendamos algo. Intentaré engrasar mi oxidado
francés. Puede que en vez de un pelo en la sopa me convierta en les “cheveux
dans la soupe”. Cliqueo buscando la lengua de Balzac, un chat a mi medida,
amplia, si es posible que solo esté yo para que nadie me diga cosas
incomprensibles. A este respecto recuerdo la terrible sorpresa que me llevé
cuando después de acceder a un chat me puse a hablar con mucho comedimiento y
elegancia. Nadie me contestaba y ya empezaba a escamarme por la falta de
educación del resto de chatianos (elevaba la voz, ponía media docena de signos
admirativos e interrogativos, subí la voz hasta el grito desgarrado, y nada un
silencio de muerte) cuando al mirar los bajos fondos del chat descubrí
espantado que desde el principio me estaban informando del número de chatianos
en aquel momento: uno. Ese soy yo pensé no sin cierto orgullo, pero ¿dónde se
han metido los otros?. Conseguí dar un par de lametones al chupete, ya medio
destripado, y entonces se hizo la luz. Si sólo estás tú por mucho que grites y
patalees nadie te va a responder, ni siquiera el eco porque aquí las paredes
son virtuales.
Ante el recuerdo de esta pesadilla comprobé primero
quién estaba en el chat francés que me había agenciado. Cuando observé que no
estaba solo ya que un par de “demoiselles” (a juzgar por sus “alias”,
¡cualquiera sabe lo que se oculta detrás!) se lo pasaban en grande dando a la
sin hueso, me puse a escuchar la conversación con gran intensidad ya que mi
francés no es lo que era. A pesar de sus murmullos desde el otro lado del pub,
digo del chat, pude entender que estaban hablando de una ciudad de Canadá.
¡Toma ya!. No había caído en la cuenta de que Canadá tiene una zona francófona.
No se ponían de acuerdo en la quedada, que si en el pub de Monsieur Platiní o
en el de madame Berenjení. Esta es la mía, pensé, ahora me hago presente como
caído del cielo y seguro que me invitan a tomar un irlandés o un vaso de
Borgoña, cuando menos. Lo malo que tiene la Red es que te olvidas de que te
separa todo un océano de tus compañeros de pub, digo de chat. Efectivamente ni
corto ni perezoso y muy educadamente, por cierto, me presenté con mi mejor
francés debajo del brazo. Ni caso...Elogio sus caritas de rosas canadienses, de
Quebec, sin ir más lejos, y ellas a lo suyo que si fulanito está bueno, que si
menganito es un plasta, que si prefiero quedar con zutanito...Continuo diciendo
que estoy engrasando mi francés y quiero hacerme con un par de amigas con las
que darle a la lengua...francesa, por supuesto.
El diablo que todo lo enreda enredó una vocal,
concretamente una “e”, donde no debería haberse enredado y así me vi
transformado en mujer sin pasar por el quirófano. Y claro...se armó el follón.
Una le dice a la otra que tienen el equivalente de un pelo en la sopa solo que
en francés. Claro que esto lo manifiestan con la proverbial buena educación
francesa. La otra responde que no se preocupe que de trata “d’une folle”. “Une
folle”, ¿moi?, es decir “yo”. ¡Pero por quién me han tomado estas deliciosas
canadiensitas de Quebec!. Que acerquen la rodillita por debajo de la mesa y
verán que la “folle” se transforma en un “crazzy love latin” o como se diga que
no he tenido tiempo de mirar el diccionario. ¿Moi un travesti?. ¡Pero por quién
me han tomado!
Repaso la conversación, no hay duda, es un error de mi
oxidado francés y no la mala leche virtual de un par de francesitas. Su
reacción es lógica ya que la mujer francesa, ya sea de París o de Quebec, tiene
fama de amante apasionada y claro, que se meta un travesti en la sopa no debe
sentar nada bien. Las disculpo. Ellas siguen hablando, por fin han decidido
quedar en el pub de Platiní en lugar del del Madame Berenjeni. Me siento tan
mal, estoy tan ruborizado, que me toco la mejilla con la palma de la mano
derecha y poco falta para que esta noche cene hamburguesa a la parrilla, estoy
ardiendo. No me sorprende porque ¡a quien se le ocurre hacerse pasar por
travesti cuando tienes a dos deliciosas francesitas de Quebec ahí al lado, en
la otra mesa del pub!. ¡Mon Dieu!, con lo que “moi” anheló siempre ligar con
una francesita, con dos aún mejor.
Cliqueo con tanta furia que la puerta se cierra con un
formidable portazo que hace temblar las paredes virtuales y el aspa se queda
dando vueltas allá arriba como “une folle”.
Muerdo el chupete hasta hacerlo sangrar y me digo que
por hoy ya he tenido bastante, mañana será otro día...Apagar...Aceptar...La
pantalla pasa a negro de luto por el mayor error cometido por un “latin lover”
en toda la historia de los amantes latinos desde Cesar y Cleopatra hasta Roger
Vadim y la Garbo, digo la B.B. Brigitte Bardot. Ustedes disculpen pero es que
hoy no es mi día.
Aurrevoire deliciosas francesitas de Quebec.
Continuará.
Slictik
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