miércoles, 6 de agosto de 2014

Mis vidas ficticias I (No es fácil la vida del millonario)

                 


                   MIS VIDAS FICTICIAS
     EL MEJOR CULEBRÓN DE LA NUEVA TELEVISIÓN (FICCIÓN DESMEDIDA F$D)


             A MODO DE PRÓLOGO O PRESENTACIÓN DE LA SERIE

 En estos tiempos en que entrar y salir del armario se ha convertido en una necesidad tan natural de nuestras psicologías como beberse un vaso de agua lo es para nuestra biología, decidí encargar a un amiguete, carpintero él y de los mejores, que me construyera un gran armario empotrado en mi dormitorio. De esta manera las transformaciones a que me va obligar mi nueva vida de ente ficticio se realizarán con toda naturalidad -gran palabra-.

El armario empotrado se hizo y en tiempo record. Al terminar mi amiguete me preguntó para qué necesitaba algo tan estrambótico. En realidad él no conoce esta palabra, literalmente me dijo: y ahora me vas a explicar para qué c... necesitas tu esto. Le contesté muy serio que necesitaba un gran armario porque iba a comprar un guardarropa de primera, como el que usa la gente guay de este país. Se echó a reír: a otro perro con ese hueso. Así que me vi obligado a improvisar.



Le hablé de mi plan secreto: secuestrar a la vecinita del quinto, retenerla en el armario y visitarla de vez en cuando para ver cómo le iba la vida de clausura. Me miró de hito en hito sin saber si tomárselo o no a broma. Finalmente decidió que la vecinita del quinto, a la que ha visto un par de veces en el ascensor, podía perfectamente sacar a la superficie los más bajos instintos de un ser humano y conociéndome como me conoce sabe muy bien que no necesito de muchos ruegos para dejar que mis más bajos instintos salgan al prado y se pongan a pacer como pacíficos bóvidos (él sabe que toda mi agresividad se me va por la boca).

Para celebrarlo le invité a un piscolabis, con embutido y jamón de lo mejor, una tortilla de patata de primera -no soy mal cocinero- y un vinillo de marca que quitaba el hipo. Lo pasamos como los indios en un mar de cabelleras y nos reímos mucho imaginando el susto de la rotunda vecinita.

En cuanto se marchó comencé a decorar interiores, me introduje en el armario y puse los mejores posters de chicas desnudas, comprados expresamente para la ocasión. Al cabo de unos días me hice con un sillón de barbería, de los antiguos, adquirido en una tienda de antigüedades, bastante cutre por cierto, un televisor, un video y unas estanterias para mis videos porno. Además de todo esto hay algunas cosillas de tecnología avanzada que por supuesto no voy a revelar.

Terminados estos preparativos todo estaba preparado en el laboratorio del Dr. Jekyl para convertirse en Mr. Hyde. ¿Que esto es una tontería?, cierto, pero mayores tonterías vemos en la caja tonta y nadie se rasga las vestiduras. ¿Que necesitaría un psicoanálisis?, y quién no, pero a ver quién es el guapo que me paga aunque solo sea unas cuantas sesiones.

De todas formas no les voy a dejar con las ganas de echarse al diente una explicación. Privarles de eso sería tener tan mala leche como negarles el duro currusco del bocata que vamos a tirar a la papelera a un mendigo que nos mira cariacontecido con la boca abierta, enseñando una dentadura sucia y cariada.

Les voy a dejar con parte de la explicación que el pijo del narrador de esa historia pretendía colarnos en un caño futbolístico de antología:

"La necesidad de huir de un entorno hostil es la causa primordial por la que todo ser humano ha sido dotado con esa maravillosa cualidad que llamamos fantasía o imaginación. No tenemos las gráciles patitas del ciervo para salir saltando como si tuviera muelles en los pies, ni su prodigioso olfato para oler a un depredador a varias leguas a la redonda. Tampoco hemos sido dotados por la naturaleza de la envergadura, las garras y mandíbulas de un leon o un oso, pongamos por caso.

Tanta indefensión nos condena a la extinción fulminante, por eso la madraza naturaleza, siempre pendiente de sus hijos, nos dotó de inteligencia para engañar a depredadores más fuertes y ágiles y dentro de esta inteligencia nos concedió el don entre los dones, la fantasía, mediante la cual conseguimos inhibir la agresividad que nos pone los pelos de punta cuando otro ejemplar de nuestra especie, siempre más estúpido, pretende darnos por donde más amargan los pepinos.

El gran avance de la especie humana es haber establecido una sociedad en la que los apretones de mano, la suave inclinación de cerviz, la sonrisa amable -palillil-, y otras formas de educada convivencia nos permiten solventar las constantes diferencias con otros miembros de nuestra especie.

Pero no obstante ello hay momentos en que la agresión del entorno es tan salvaje que solo se le puede hacer frente con la terrible agresividad del depredador, algo muy mal visto y peor castigado. Por ello preferimos huir por piernas mediante el fácil recurso de nuestra imaginación. La huida al paraíso nos ha librado y nos seguirá librando de un montón de tragedias shakespearianas.

"Seguramente no existe mejor ejercicio para comprender al prójimo -¿quién quiere comprender algo así?, este narrador es más pijo de lo que parecía-, siempre tan lejano, que despertar nuestra dormida facultad de empatía para vivir vidas ajenas desde el mismo centro de esas vidas, es decir debajo de su piel, no utilizando prismáticos para espiarles morbosamente en su intimidad o comunicándonos mediante videoconferencias desde la gran colina de la indiferencia.

"Transformarse cada día en uno de esos personajes que tanto vemos en la caja tonta nos puede dar una nueva perspectiva del hermano famoso siempre tan necesitado de nuestra comprensión y cariño".

Bueno, bueno, cortemos esta riada de neuronas o el pobre narrador se va a quedar más pelado que el protagonista de la jungla de cristal. ¿Cómo se llama?...Huuum... Bueno dejémoslo, mi memoria nunca ha sido un prodigio precisamente.

En fin, Serafín, que este juego consiste en transformarse, para ello tengo el armario empotrado precisamente, en todos aquellos personajes que usted hubiera querido ser pero que no podrá ser nunca bien porque no tiene bastante pasta gansa, bien porque es usted un rato feo y contrahecho, bien porque unos nacen con estrella y otros estrellados y eso no tiene remedio, o por una lista de causas que serían más largas que las que encontraría un buen economista para explicarnos porqué unos son tan ricos y otros semos tan pobres que nos da la risa cuando pensamos en ello.

                         MIIIISSSS    VIIIIDAAAAS     FIIIIICTICIIIIAAAASSSSS

            LA NUEVA SERIE TELEVISIVA QUE ESTÁ ARRASANDO EN LAS CLOACAS DE NUESTRA SOCIEDAD/ EMITIDA EN DIRECTO, EN ABIERTO Y SOLO EN CANAL 

                                  F$&

                  PRIMERA TEMPORADA

                  NO ES FÁCIL LA VIDA DEL MILLONARIO

              



EPISODIO NUMBER ONE


 Cuando el hastío empieza a roerte por dentro es preciso buscar una salida aunque sea tan estrecha como el agujerito de un hormiguero. Esto diría el pijo del narrador pero permítanme que le ponga un esparadrapo en la boca... Ya está, no nos volverá a molestar, se lo prometo.

Estaba yo delante de la caja tonta, lo que es un decir porque en realidad mi posición exacta era escorado a la derecha de la proa que como la estrella polar me indica el norte. Y estaba tumbado por supuesto en el sofá comiendo unas patatitas fritas de una gran bolsa que se sostenía milagrosamente sobre mi barriga al aire. El caso es que veía o fingía ver el telediario, pongamos de las nueve de la noche, cuando algo me llamó la atención: unos simples números en la pantalla estaban tocando las campanitas que habían tenido todo el rato escondidas en algún sitio.

Mis 120 kilos de peso salieron disparados, rodaron por el suelo y en un pis-pas me encontré en mi sucia y maloliente habitación. Busqué por el suelo los pantalones y en los bolsillos mi cartera. De la cartera saqué el resguardo de la apuesta y miré los números al son de los tambores que comenzaban a redoblar en el interior de mi víscera, porque la verdad era que empezaba ya a ser consciente de cómo estaba cambiando mi vida.

¿Qué hace un hombre, aunque ese hombre sea yo cuando pisa de puntillitas el terreno vedado al 99% de los humanos? Muy sencillo, lo primero es lo primero: hay que comprobar si el menda sufre una alucinación o está metido en un sueño muy, muy raro. Porque no es fácil pasar del más "joio" anonimato a la fama más desperejilante, del servilismo estúpido de un don nadie al poder omnímodo y casi omnipotente del millonario que puede tenerlo casi todo con un chasquido de sus deditos de piel de alabastro. Desde luego no es fácil semejante transformación pero por algún sito hay que empezar a hacerle cosquillas a lo difícil.

Vuelvo al salón, los números de la pantalla han desaparecido, coro a la cocina y enciendo la radio. Vuelvo a mi habitación y busco un bolígrafo en la mesita de noche -para las quinielas, no se vayan a pensar-. Regreso a la cocina, pero he olvidado el papel. Arranco la hoja del calendario, la vuelvo del revés y me dispongo a anotar. Anoto el silencio porque me he olvidado de encender la radio. Lo hago ahora, busco una emisora, espero las noticia y vuelo sobre las catástrofes de los desheredados en cualquier rincón del mundo como un dios volaría sobre las nubes. Tomo nota de todos los números con meticulosidad paranoide. Tengo la certeza de que son los correctos, pero no obstante antes de comprobar el resguardo bebo un vasito de agua porque tengo la boca muy seca. Compruebo al borde del infarto y ¡hale hop!, aquí tienen ustedes al nuevo millonario.

No puedo creérmelo. Corro al teléfono, llamo a información y me dan el número de la emisora de radio. Marco, espero, balbuceo, consiguen entenderme, me dicen los números correctos. Los compruebo y doy las gracias tan conmovido que la chica me pregunta si soy yo el afortunado -ya sabe que solo hay uno-, por lo visto quiere hacerme una entrevista. Digo que me he equivocado de número y cuelgo.

Salto, mis 120 kilitos de peso hacen retemblar la cocina, vuelvo a saltar sorprendido de la agilidad recién adquirida. Busco en el refrigerador algo para beber, necesito celebrar el evento. Solo veo cerveza. Descorcho una y me la bebo de un trago. Regreso al salón, ahora más tranquilo. El cajoncito con puerta que hace de mueble bar tiene aún alguna que otra botellita. Confieso que no soy un bebedor nato pero me gusta como a cualquiera darle al trinquin de vez en cuando.

Rebusco y encuentro una botella de cava que llevo religiosamente a enfriar. Aprovecho para servirme cubitos de hielo en un vaso largo, con él regreso al salón y me sirvo un güisqui largo, muy largo, casi triple. Bebo un largo trago y grito como Tarzán en la selva. Auuuu.....

En el piso de arriba alguien se molesta y golpea el suelo con fuerza. Si tu supieras, gilipollas, vendrías a lamerme los zapatos, digo por lo bajini temiendo que me oiga y se cuelgue del timbre de la puerta hasta que abra. Me siento en el sofá, trago patatas, con ansia estúpida -desde ya tengo para comprar unas cuantas fábricas de patatitas fritas-.

Bien, ¿y ahora qué?

          

A ver, lo primero es entregar el resguardo en un banco, con la condición del anonimato, o me llevo los millones a la competencia, eso convence a cualquiera. Mi banco habitual descartado, nunca olvidaré la conversación con el director en su despacho cuando puso las esposas a dos meses con números rojos -ellos son los culpables, señor director, no yo-. Una mala racha, me limité a decirle.

Usted es el rey de las malas rachas, quiero un ingreso que cubra esos números rojos más los intereses legales o le embargaré hasta los calzoncillos, suponiendo que lleve esa prenda, cosa que dudo, ¡so guarro! Nada mi banco habitual descartado, pero no me voy a privar de hacerle una visita al Sr. Director. Le diré: querido amigo, ahora es usted el rey de las malas rachas. Y le restregaré por la jeta el resguardo.

El muy cabrón no se cortó un pelo entonces. Ahora tendré mucho tiempo para planear la venganza de Ulzana -¿cómo saben que me gustan las películas del oeste?- mientras dos preciosas negritas, mulatitas, blanquitas o lo que sea -que nadie me acuse de racista- me abanican de los calores del Caribe, pongamos por caso. Decidido. Me buscaré un banco, pequeñajo, son los que mejor te tratan, y cuando ponga el dinerillo a trabajar ya me buscaré por ahí lo que me convenga.

Continuará.

                    FIN DEL PRIMER EPISODIO, NO SE PIERDAN EL SEGUNDO EL PRÓXIMO MIÉRCOLES, A LAS 22,30 HORA DE MÁXIMA AUDIENCIA O PLAYTIME
Slictik
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