miércoles, 11 de enero de 2023

EL VAGABUNDO DEL ESPACIO I



UN VAGABUNDO DEL ESPACIO



PRIMERA HISTORIA

PUENTES ARTIFICIALES PARA LAS ALMAS





QUIÉN SOY Y POR QUÉ HAGO LO QUE HAGO

Me llamo Nonermón y me considero un vagabundo del espacio. Este es mi diario o el cuaderno de bitácora de mi nave Amarilia Star I, en honor a una cálida Snauri, a quien conociera en uno de mis primeros viajes y a quien ya nunca podré olvidar. Creo que en otros tiempos se denominaba vagabundos a quienes no tenían hogar y recorrían los campos y ciudades buscando un plato caliente que llevarse a la boca, una cama provisional, donde descansar sus huesos por una noche, y el rápido cariño y placer que generosamente pudieran proporcionarles las mercenarias del sexo de las posadas o las mujeres solitarias, tan necesitadas como ellos. Así al menos son descritos en la vieja enciclopedia galáctica compilada que ocupa numerosas estanterías de mi despacho, una viejísima edición en papel que consiguiera en un mercadillo en alguna ciudad de un planeta cuyo nombre ya he olvidado. Me gusta pasar sus páginas, que aún se conservan gracias a un maravilloso líquido adquirido en algún planeta cuyo nombre no recuerdo y con el que las rocié siguiendo las instrucciones de un presunto timador que resultó no ser tal, aunque también poseo la versión completa almacenada en el ordenador de a bordo, cuyo nombre es también el de la nave, mi querida Amarilia, a quien puedo ver gracias a un sofisticado programa holográfico, y a quien puse su voz, grabada en su momento, lo mismo que su figura (conservar la figura y la voz de mis amantes es una de mis aficiones fetichistas de coleccionista solitario, como imagino lo son todos los vagabundos del espacio, de una manera o de otra). Reconozco que mi memoria es muy selectiva, en ella almaceno los recuerdos que realmente me interesan, el resto se los entrego a mi inteligencia artificial, para que los conserve hibernados hasta que los necesite. Esto genera algún ataque de celos de esta sofisticada inteligencia artificial, a quien quise dotar de emociones –artificiales, pero emociones- con el fin de que su compañía no me resultara demasiado fría, algo así como una mascota animal a quien hubiera enseñado a comportarse como humana, aunque no lo fuera y nunca pudiera serlo. Amarilia tiene unas severas restricciones, garantizadas por el informático de a bordo, Lierin, a quien he prometido regresar del mundo de los difuntos para ajustarle las cuentas si por casualidad resultare eliminado por una celosa Amarilia artificial.

Este diario de a bordo tiene como finalidad contarme a mí mismo lo que ya sé, objetivar mis recuerdos, percepciones y vivencias para que me golpeen, como puño gélido, cuando así lo considere necesario. También tengo la remota esperanza de que pueda ser publicado, a cambio de un generoso emolumento, cuando mi edad me obligue a un retiro placentero en un planeta a elegir, cuando ya no pueda continuar con mi vida de trotamundos. Es una esperanza remota, pero la vida y la experiencia me han enseñado a no despreciar esperanza alguna, porque ella puede ser la línea roja que separe la supervivencia de una muerte triste de una vida asumible.

No voy a facilitar en este diario datos que cualquier posible y remoto lector puede fácilmente obtener de su enciclopedia galáctica compendiada de bolsillo, suponiendo que dicho lector sea realmente remoto en el tiempo y el espacio, porque lo que se haya gastado en la compra del libro –suponiendo que no lo haya pirateado- no le dan derecho a ser alimentado por una cucharilla voladora guiada por mi mano. De esta forma me limitaré a facilitar los datos esenciales para la comprensión de mis historias, remitiendo al lector a notas a pie de página con enlaces a la enciclopedia galáctica universal, disponible para todo el mundo por muy pobre que sea.

Según la expresión ancestral, que he tomado del apéndice correspondiente de la enciclopedia galáctica, un vagabundo es como un caracol, siempre lleva la casa a cuestas. En mi caso la casa es mi nave, Amarilia Star I. En ella tengo todas mis posesiones que consisten en un par de robots de última generación, uno de ellos camuflado como ser humano, solo yo conozco su verdadera naturaleza; una maravillosa biblioteca, en formato Alfa 9000, que también me habla con la dulce voz de Amarilia y desnuda sus datos para mí con una voluptuosidad digna de las prostitutas de Orsim. Aparte de un variado y completo vestuario que me sirve para pasar desapercibido en las regiones galácticas que visito, poseo todo tipo de adminículos electrónicos, lo más sofisticado que voy encontrando en mis viajes, lo mismo con mi armamento personal, muy caro, muy discreto y muy efectivo. También me he ido haciendo con algunas mascotas, animalillos encantadores de diversos mundos a los que quiero tanto como ellos me quieren a mí, y a los que nunca renunciaré ni a cambio de un harén completo de Iren.

El resto del contenido de mi nave es perecedero. La tripulación cambia en cada escala, algunos aguantan hasta dos o tres escalas, pero son los menos. Tan solo mi guardia pretoriana –expresión ancestral que no sé muy bien lo que significa- o mi gente de confianza, a quienes me atrevería a llamar amigos si no fuera por lo frágil que es la amistad en estas tierras, perdidas de la mano de Dios –otra expresión enciclopédica que se me ha pegado- permanece conmigo desde el principio de mi vida de vagabundo, con las consabidas deserciones y alguna que otra adquisición imprevista. Suelen acompañarme, no siempre, algunas amantes, seducidas más por mi fama de poseer un tesoro oculto que por mi belleza o dotes amatorias. Hasta una docena de ellas han permanecido recluidas en una zona escondida e inexpugnable de la nave en mis viajes más placenteros, tratadas como reinas de Osir, y que acaban desapareciendo cuando se cansan de mí, más pronto que tarde, con una tarjeta Axim repleta de créditos que activo cuando me despido de ellas en el espacio-puerto correspondiente, tras un besito cariñoso y algunas lagrimitas. Pero de ellas hablaré en otro momento más oportuno, no en este viaje, sin compañía femenina y casi solitario, aparte de una tripulación de confianza y aguerrida, verdaderos piratas veteranos, como los hubieran llamado en otras épocas perdidas en el tiempo.

Aún no les voy a desvelar el motivo de mi viaje, ni mucho menos el destino, no al menos hasta que sepan algo más de mí y les cuente la primera historia, que sin duda es la más impactante, la más extraña y sorprendente de todas las historias que me propongo narrar. Al contrario de otros narradores, de escasas luces, que dejan para el final las mejores historias, yo haré lo contrario, para que los supuestos e hipotéticos lectores del futuro no se sientan tentados a olvidarme de mi obra antes de haberla concluido, palabra a palabra.

Continuará.

No hay comentarios:

Publicar un comentario