TERROR EN LAS MENTES
NOTA
INTRODUCTORIA: El relato del mismo título que dio lugar a esta serie, lo
escribí hace ya algunos años. Entonces no pensaba en la posibilidad de
embarcarme en una larga historia protagonizada por un personaje humorístico que
acaba de crear “El telépata loco”. Apenas daba los primeros pasos en el
descubrimiento del humorista que todos llevamos dentro cuando la elección de
este relato me hizo claramente consciente de mi tendencia hacia el humor negro
y el delirio. Algo que repetiría a lo largo de toda mi obra humorística y
específicamente con “Las cartas mentales” que el telépata loco escribe a su
víctima preferida y narrador.
He decidido
recopilar todas estas cartas y con la introducción del relato que dio origen a
la serie, intentar rematar la historia, alternando entre las cartas que escribe
el telépata y lo que va sucediendo en el “mundo real”, narrado por la víctima
predilecta de este sorprendente “asesino en serie”. Espero que les guste.
El terror llevaba ya algún tiempo controlando mi vida. Todos mis esfuerzos se dirigían a ocultarlo y disimularlo de la mejor manera posible mientras aparentaba llevar una vida normal sin permitirme ninguna concesión puesto que los demás parecían ser inmunes a mi mal, al menos eso creía yo hasta el día en que una noticia en la prensa llamó mi atención:
"Epidemia de locura/Una ola de suicidios y de extrañas psicosis está recorriendo algunas zonas del planeta y amenaza con extenderse al resto del mundo civilizado...Todas las víctimas dicen oír una voz muy clara en su mente, voz que les habla a cada cual en su propio idioma y con una nitidez aún mayor que si el interlocutor tuviera pegada la boca a la oreja del receptor. La impresión que reciben es tan grande que un tanto por ciento muy elevado no espera ni a comentar tan extraño fenómeno, no hablan con nadie, no se atreven ni a confesárselo a su psiquiatra bajo secreto profesional. Acaban por arrojarse por las ventanas de sus domicilios o suben a las terrazas o tejados de sus edificios desde donde gritan incoherentemente antes de dejarse caer al vacío sin esperar ser comprendidos, tal vez salvados..."
La noticia explicaba un fenómeno que yo venía sufriendo de forma intermitente hacía ya varios meses, tal vez desde las últimas Navidades. Sí porque la Nochebuena pasada decidí quedarme en casa, cenar solo, me sentía tan deprimido que no quise aceptar la invitación de algunos familiares y amigos para pasar con ellos fechas tan entrañables.
Aquella noche bebí tanto que no me sorprendió mucho oír voces en mi cabeza, ni mucho menos que el tema de su cháchara fuera monotemático: sexo, solo sexo. Estaba obsesionado con follar, creo que hasta me hubiera servido una escoba vestida para la ocasión, con faldita corta que dejara sus preciosas piernas de palo al descubierto. No di la menor importancia a la voz que desde el interior de mi cráneo me decía toda clase de obscenidades, ni siquiera me fijé en su sexo (las voces tienen sexo por si no lo sabían), hasta puede que llegara a pensar que en realidad estaba hablando en voz alta conmigo mismo. Con los vapores etílicos desprendiéndose de mi cerebro a cada jadeo no me hubiera extrañado que hasta una pared lisa, sin un solo agujero, lograra engañarme, hacerme creer que era Marilyn Monroe, aunque su voz fuera la de un camionero cargadito de cazalla.
Sí, por eso no le di demasiada importancia a tan inusual fenómeno. Terminé debajo del sofá, acurrucado de forma inverosímil y con la televisión a todo volumen. Dormí como un cesto y cuando, al segundo día, me abandonó la resaca, ya no era capaz ni de recordar mi propio nombre.
Pero el fenómeno no cesó, ni mucho menos. Mis intentos por engañarme y regresar a la vida normal fueron patéticos, no alcanzaron el menor éxito. Algo muy extraño estaba ocurriendo y no tenía la menor explicación . La voz me agarraba por sorpresa diciéndome cosas muy raras: que el mundo estaba a punto de terminar, que el apocalipsis estaba llamando a la puerta, que lo mejor para todos era acelerar el inevitable fin arrojándose por la ventana.
Respondía en voz alta, muy irritado. Donde quiera que estuviera alzaba la voz, como si fuera un majara peleándose consigo mismo. Pero, cosa muy curiosa, la gente no me contemplaba como a un loco sino que lo hacían compasivamente, movían la cabeza de un lado a otro y se marchaban tristes y cabizbajos con la vista clavada en el suelo.
Ahora lo comprendo todo. Ellos no eran inmunes al fenómeno, oían esa voz o esas voces, la prensa no especificaba mucho, y se podían sacar las conclusiones que la imaginación de cada uno estimara prudentes. Debí haberme fijado antes en ese detalle, pero estaba demasiado ocupado en huir de los loqueros, que sin duda antes o después vendrían a buscarme, para andar preocupándome por un comportamiento desusado en un mundo que asume cualquier conducta con la indiferencia del psicópata.
Pasé una temporada infernal, no era capaz de recordar nada de lo sucedido durante el día, ni siquiera haber conseguido ir a trabajar o comido algo en cualquier parte( ni mi estómago ni ningún otro órgano de mi embotado cuerpo se quejaban, al menos no con voz audible). Es posible que hasta permaneciera insomne todo este tiempo. Solo tengo el recuerdo de aquella voz machacando mi cabeza una y otra vez con sus estupideces paranoicas. Y a mayor desgracia ni siquiera esa voz era del género femenino. No pedía que fuera dulce y sensual, me hubiera conformado con la voz de la portera del edificio, pongo por caso. Sí porque con una voz femenina cualquiera hubiera sido capaz de bromear, incluso de intentar enrrollarme, sobre todo si tiene ese timbre que tanto me gustas: dulcee...e...ee y sen...sen...sual...al. Pero explíquenme ustedes quién es el guapo que se enrolla con la voz cazallera que me ha tocado en el injusto reparto.
Se oyen comentarios para todos los gustos, incluso la prensa ha publicado que este fenómeno es causado por un arma experimental de la C.I.A. Ha tenido gracia que el propio presidente USA se haya visto obligado a desmentirlo, ni su gobierno ni ningún otro por motivos obvios están trabajando en arma mental de clase alguna.
Se ha puesto en marcha un plan de emergencia mundial en el que ya se han gastado más de lo que se fundió en la docena de guerras del Golfo que llevamos en nuestra chepa. Es increíble pero no se ha obtenido resultado alguno que pueda justificar semejante dispendio.
Ahora que todos saben lo de las voces la gente se reúne para gastarse bromas entre sí (que si la voz que me habla a mí es la de Sharon Stone cruzando las piernas -qué sabrán ellos, estúpidos, ya ni recuerdan que aquí se doblan las películas) y se desgañitan contándose chistes cada vez con voz más alta.
Creo que en el fondo todos tenemos miedo aunque son pocos los que lo reconocemos. Nadie quiere quedarse solo por las noches, dicen las últimas estadísticas que los suicidios han aumentado un veinticinco por ciento, ¡ya será más!.
Yo mismo he tenido que asistir a alguna de estas reuniones nocturnas porque la voz de cazalla se estaba poniendo muy convincente con eso de lo bien que me vendría un salto al vacío; hasta una noche, especialmente tonta, llegué a encaramarme a la ventana de mi dormitorio.
Finalmente he preferido continuar solo porque las conversaciones del grupo que elegí eran tan estúpidas que hubiera preferido mil veces los acidísimos diálogos que el Woody Allen nos endilga en sus películas.
La voz no es reiterativa, si fuera un disco rayado terminaría por acostumbrarme, en cambio razona y se enfada cuando no hago caso de sus tonterías, y luego se contenta cuando vuelvo a responder y me cuenta historias y me manda a dormir porque está muy cansada. Vamos, que es como una esposa, pero con voz de camionero.
La situación se va haciendo más y más insostenible cada día. Todos están deseando encontrar a ese maldito telépata-ventrílocuo que nos está volviendo majaras para ponerle los huevos de corbata, pero me temo que es una empresa imposible. Ya ha habido algún que otro linchamiento, todos desconfiamos de todos.
Me estoy pensando muy seriamente la posibilidad de marcharme a la montaña, prefiero que me coman los lobos a que me linchen esos energúmenos.
¡Pensar cuánto se han gastado en armamento los gobiernos del planeta para nada!. Un loco telépata es el arma más destructiva que mente calenturienta alguna pudo imaginar. Y para más inri solo sería necesario pagarle un par de comidas al día y la cama, tal vez una chica de vez en cuando. Por muy tragón y libidinoso que fuera no me negaran que esto es una ganga. Claro que estoy hablando de un telépata masculino, bien podría ser femenino, pero a mí no me pega nada una mujer haciendo algo así, los machos somos más brutos.
Para mí que a pesar de todos los desmentidos esto es obra de la C.I.A.... Sin duda, sin duda.
Slictik
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