ENLACE PARA DESCARGAR MIS VIDAS FICTICIAS EN PDF
https://drive.google.com/open?id=1aYVBI-F-YaD2TSAs8IEs-V9faIW9Jfj7
No tuvimos ni que pasar por recepción, lo tenía todo
preparado. Aparcamos delante de un coqueto bungalow -¿ansí?- y me hizo bajar
inclinándose lo suficiente para que mis narices pudieran rozar los botones del
vestido de Venus Afrodita. Lo tenía todo preparado, vaya si lo tenía: la
maldita botellita de champagnee, las fresas - ¿había visto Pretty Woman?- y
rayitas de coca -Hollywood sigue siendo un tanto puritano-.
-¿Has probado la coca, viejo verde?. ¿No?. Pues la vas a
probar conmigo. Es afrodisiaca. Tienes pinta de necesitarlo. Ya verás cuanto te
ponga la nieve en la puntita, preferirás palmar antes de retirarla de mi cofrecillo.
Cofrecillo -hasta para eso era pija la mozuela. Cuevita
de Venus, almejita en salsita picanta, rajita del paraiso, lo que fuera, pero
cofrecillo....
Me dejó desvestirla y besar sus pezoncitos con fruición,
me decepcionaron un poco, eran menos de lo que aparentaban. Se pusieron duros,
rígidos, invitando al mordisquito. Me afané en la tarea hasta que la mozuela
comenzó a gemir con verdaderas ganas. Me retiró a la fuerza de las ubres de la
vida. Bueno, tanto como ubres, creo que estoy exagerando un poco, tenía pechos
pequeños, suaves, hermosos, sin duda, pero nada de ubres, en todo caso y siendo
muy generoso, meloncitos, dulces meloncitos de lo más sabroso.
Me empujó sobre la cama y me desvistió muy rápidamente
para mi gusto, supongo que mi cuerpo no era muy observable. Ya desnudo me dejó
así mirando al cielo para no ver lo que asomaba entre mis velludas piernas y se
puso a la tarea de extender unas rallitas sobre la madera de la mesita de
noche. Estaba en braguitas -dejé de mirar el cielo raso que no me atraía mucho-
y movía su culito muy sandungueramente mientras hacía un canuto con una tarjeta
de visita. Esnifó como una verdadera experta. Luego me obligó a levantarme y a
hacerlo a mí. Tuve cuidado de que mis partes pudendas no chocaran contra la
mesita.
-Aún es pronto, dentro de un momento comenzarás a notar
el subidón.
Acaricié su trasero, muy prieto, enfundado en sus
braguitas de seda. No sé porqué me pareció las dos mitades de un balón de
fútbol bien hinchado. Tal vez resabios de mi antigua personalidad. Introduje la
mano bajo la tela buscando su cofrecillo peludo. Y la acaricié con dulce
lujuria. No estaba húmeda, seguramente tendría que mentalizarse un poco más y
tal vez esnifar un par de rallitas más para llegar a conseguirlo.
Se las fui bajando con delicadeza hasta dejarlas en el
suelo a sus pies, una motita de nieve sobre el parqué. Introduje son suavidad
mi miembro erecto entre sus nalgas y empujé muy, muy delicadamente al tiempo
que mis manos atrapaban sus deliciosos meloncitos. Jugué con sus pezones una y
otra vez. Volvió a excitarse y a jadear. Si algo podía excitarla de mí era mi
forma de jugar con aquellos brotes rosados. Aproveché su excitación para
hincarle más el miembro. Ella jadeó violentamente. La penetré con un brusco
movimiento de caderas. Gritó, pero esta vez no fue un grito de placer.
-Bruto, ni con coca es fácil por detrás, hay que tener
más cuidado. Si quieres luego me untas con miel o mantequilla.
No había dejado nada al azar, no imaginaba que hubiera pensado
también en esto. Me fijé en una pequeña nevera al otro lado del cuarto. Nos
tumbamos en la cama, ella boca arriba, con los ojos cerrados, volví a mis
pezones como un bebé con hambre de varios días.
Fue entonces cuando noté el subidón como decía ella. No
volveré a probar nunca aquella maldita nieve del diablo. El tiempo se aceleró
de tal forma, lo mismo que mis movimientos, que me sentí poseído por una
extraña entidad. Odio sentirme poseído, es algo que no soporto, solo cuando lo
hace una mujer lo llevó bastante mejor. La coca no es mujer a pesar de su
género femenino, es una entidad demoniaca sin sexo.
Besé sus pezones, los lamí, creo que incluso llegue a
morderlos con frenesí salvaje, pero ella no se quejó, no al menos más de lo que
estaba gimiendo. Seguramente también sufría el famoso subidón. Sentía deseos de
devorarla, así tal como estaba no se hubiera dado cuenta de nada. Mi boca buscó
su sexo peludo y lamió el liquidillo que brotaba de la cueva como una fuente.
La besé en la boca y me contestó con furia, nuestras
lenguas jugaron largo rato como un gato sádico lo haría con un indefenso ratón.
Absorbí saliva de su boquita de fresa y la tragué con fruición. Había oído en
algún sito que las salivas están llenas de hormonas sexuales o lo que sea. Por
eso a las putas no les gusta que les besen sus clientes. Se produce una extraña
unión. Por primera vez ella empezó a ser mi amante y no una pelandusca que se
ofrece por divisas.
La penetré con fuerza. Cabalgamos largo tiempo. El resto
está algo confuso. Champagne, fresas, más coca, miel y mermelada. Penetración
anal. Pero sobre todo pezones, muchos pezones, la habitación estaba llena de
pezones, las paredes, el techo, el suelo... Como en un sueño ella me untó el
glande con la coca, luego para que no se perdiera nada lo lamió con
detenimiento. Y cabalgamos, cabalgamos. Quería explotar, estaba muy excitado,
pero no era capaz. Ella gemía, gemía sin cesar. Más... Más... pedía a gritos.
Mis caderas se movían con fuerza en un vaivén imparable. Temí llegar a
desgarrar su vagina, pero ella gemía de placer clavando sus uñas en mi espalda
y gritaba cada vez más.
Tapé su boca temiendo que el escándalo atrajera a todos
los habitantes del motel pero ella me mordió y fue entonces cuando exploté como
una bomba. Creo que me desmayé porque sentí un fuerte golpe en el centro de la
cabeza y todo se hizo oscuridad. Desperté sobre ella, mi pene seguía erecto
dentro de su cofrecito como una llave que se ajustara perfectamente a la
cerradura y se negara a salir. La mozuela movía la cabeza hacia uno y otro lado
y continuaba pidiendo más, más. Su voz era desgarrada, casi irreconocible.
Un poco despejado ya inicié un suave frotamiento al
tiempo que lamía y mordisqueaba sus pezones. Ella gemía y se retorcía como una
serpiente. Volvimos a cabalgar. Galopa, galopa, más rápido, más...
Ahora gritaba enloquecida. Volví a colocar mi mano en su
boca, la mordió con ansia pero yo no sentí ningún dolor. Galopa, más, más, aún
más... Otra vez la misma sensación en la cabeza. La hubiera matado, creo que la
hubiera matado, sus pezones me estaban volviendo loco, cada vez más loco.
Galopa, aún más...
Fue entonces cuando se inició la pesadilla, la locura.
Esa noche la hubiera podido matar, no sé porqué no lo hice, no recuerdo nada.
Mi primer recuerdo es el agua helada corriendo por mi cuerpo en la ducha. Ella
estaba a mi lado y la llave aún en su cofrecillo.
Más tarde en la cama, sentados los dos mientras
escanciábamos otra botella de champagnee. Me contaba historias íntimas, muy íntimas,
que dijo no haber contado a nadie. Incluso habló del repugnante trato cerrado
con su padre. Sentía asco pero el ansia incontrolable de no perder el tren de
vida que llevaba pudo más. Entre lagrimas me pidió perdón. Sorbí sus lágrimas
con dulzura.
Me pidió que le contará algo. Encontré palabras que nunca
imaginé que existieran. Hablé de la dura vida del currante, del tragador de
patatas fritas delante del televisor. De la suerte llamando a la puerta. Rió
como loca y yo bendije aquella risa. La besé de otra manera como nunca creí que
se pudiera besar. Incluso dije que la amaba. Marieta, así dijo llamarse y fue
la más íntima de sus confidencias, te amo. Marieta te quiero. Otra vez la tumbé
sobre el lecho y la penetré con dulzura. Cabalgamos, cabalgamos, pero esta vez
fue en las alas del amor.
Finalmente nos dormimos, ¿cuántas horas?. No muchas
porque me despertó el maldito móvil. Era la discreta secretaria, me recordaba
que la firma del contrato sería dentro de una hora. Como no había dormido en
casa se había atrevido... La muy zorra. Desperté a Marieta y la besé con
ternura. Te quiero, Marieta. Te amo Marieta. Te deseo Marieta. Pero los efectos
de la coca habían desaparecido, en cuanto se despertó completamente me miró con
cara de susto.
-Ya basta, viejo verde. Creo que he pagado bien mi
cuenta. Pero no te pongas tan triste, viejo, puede que volvamos a repetirlo
otro día. Casi me vuelvo loca y aún no sé si fue la coca o es que a pesar de tu
fofo cuerpo eres un amante olímpico. Me temo que ha sido la coca, es muy buena,
la mejor que me han pasado. Lo repetiré con otros, sino es todo culpa del
polvillo volveré contigo, mi viejo semental. Incluso iré a vivir contigo a ton
chateau. Te prometo que seré tuya para siempre, seré tu esclava. Ha sido la noche
más loca de mi vida y puedes creerme si te digo que he tenido muchas noches
locas. Creo recordar que hasta he llorado, llevaba años sin hacerlo. ¿Es así,
viejo verde?.
- Así es Marieta. Yo también he perdido los papeles. Te
he dicho que te amo. ¿Lo recuerdas?.
-No, no lo recuerdo. Es mejor que olvidemos nuestras
debilidades.
-No, yo no pienso olvidarlo. Te amo, Marieta.
-No te pongas romántico, viejo verde. Ha estado bien, lo
reconozco, pero nada más. Vamos a ducharnos, no quiero que te pierdas la firma,
me lo debes.
Intenté que me permitiera volver a ducharme con ella pero
se negó en redondo, ahora estaba ya despierta, muy despierta.
Y nos fuimos a la firma en su raudo deportivo.
* * *
Aquí estoy, solo en mi cotage, con el móvil en la mano.
No me despego de él. Espero la llamada de Marieta, mi dulce Marieta.
La vida del millonario no es tan fácil, ni tan divertida
como se cree pero si en ella hay una noche con Marieta todo ha merecido la
pena. Hasta podría renunciar a mis divisas y ser otra vez el barrigudo
currante, tragador de patatas.
Tengo mucho tiempo para reflexionar. El dinero no lo es
todo, pero Marieta si lo es. No se precisan divisas para alcanzar a Marieta, es
suficiente un poco de imaginación. O tal vez no la hubiera conocido nunca sin
divisas. Esa es la parte más mezquina de la vida, la que no me gusta, nunca me
ha gustado.
Me estoy quedando dormido en el sofá. Aprieto fuerte el
móvil para que no se resbale de las manos. ¿Dónde estás Marieta?. Marie....
* * *
Me despiertan mis propios ronquidos. Mi mano aprieta muy
fuerte la bolsa de patatas. ¿Marieta?. No, Marieta es ya un sueño. Estoy
tumbado en el sofá pero no es el sofá tan cómodo y mullido del cottage. Estoy
en mi sucio y maloliente piso de currante. Soy un soltero barrigón.
Marieta...Marieta. Un sueño, sí, pero qué sueño, mon
Dieu.
Es una pena porque aún me quedaba mucho por vivir, por
contar. Sin ir más lejos la historia de la persecución de los paparazzi por
medio mundo, durante un mes, una loca carrera que hubiera dejado a Julito Verne
y su vuelta al mundo en ochenta días a la altura del betún. Y qué les voy a
decir de nuevas aventuras erróticas: la visita al piso de la doncellita, el
regreso de la actriz cuyo trasero corre más que ella... y otras muchas
aventuras más que ni siquiera soy capaz de imaginar, es el sino de un productor
de moda. La película ha sido un gran éxito y ella, el trasero volador, quiere
trabajar con el productor de moda. Se me entrega en mon chateau, pero ahora con
auténtica pasión, con la pasión de la coca, pero no es lo mismo.
Marieta... Marieta...¿Dónde estás Marieta?.
Llámame porque no era el polvo blanco, no. Era mi amor
apasionado. Quiero que cumplas tu promesa, quiero que te conviertas en mi dulce
esclava.
Camino tambaleándome hacia el dormitorio con un concierto
de pajaritos en la cabeza.
Rip al primer episodio del mejor culebrón de la nueva
televisión. .
Y eso no es nada. Me he olvidado de contarles mis
aventuras como salvador de un país en quiebra, como banquero al que pillan en
unas corruptelillas de poca monta, como dueño del mediatismo de medio mundo. Y
tantas, tantas otras aventuras que aún me quedan por vivir....
Pero no se pierdan los próximos capítulos de este nuevo
culebrón.
Hasta la vista amigos..... y no olviden vitaminarse y
mineralizarse. Es un consejo de Bugs Buny, el conejo de la suerte...
Fin... Esta vez sí.