EN ANTERIORES EPISODIOS: Un día me puse a fantasear mientras me tomaba una birra delante del televisor, con una bolsa de patatas al lado y una camiseta escasa que dejaba ver mi barriga cervecera, solo que nadie la veía porque estaba solo. La soledad es lo mejor para la imaginación. Fue cuando decidí salir del armario y dar a conocer a todo el mundo que yo era un millonario oculto. A partir de ese momento mi vida cambió para siempre y descubrí que
NO ES FÁCIL LA VIDA DEL MILLONARIO III
Echaremos
el tiempo unas horas palante. Me voy a la cama. El mayormono me ayuda a
desvertirme como en las películas, disimulando su epugnancia ante mi prominente
barriga y mis cortas piernas velludas. Le digo que se retire y llame a la
doncella. Mientras tanto me pongo el pijama de sea- tengo que enterarme qué es
eso del raso, me suena- con mis iniciales y un escudo con pinta de nobiliario,
un castillo, unas barras (¿quién se va a fijar detenidamente en él en la
intimidad?).çEntra la doncellita, un tiernecito bocadito de nata y le ruego,
casi suplico que me traiga una botella de chapagnee –Dom perignon, por
supuesto- con unas fresas (me acuerdo de Prety woman). Lo hace volando y cuando
regresa ya tengo en mi basta mano un collar de perlas que coloco en su cuello
de cisne, al tiempo que aprovecho para magrear sus sin duda hermosos senos,
bajo el uniforme. Se vuelve como un basilisco y meda un tremendo bofetón. Luego
se echa a llorar como una magdalenita. ¿Qué se ha creído el señor?. Ella es
decente. No espera a que la despida. El señor puede buscarse otra doncellita.
Al salir, muy tiesa, echo a correr de puntillas y ya cerca de la puerta la toco
el culo con ganas, con muchas ganas. Solloza y da un formidable portazo. ¿Cómo
está el servicio, mon Dieu?. Tengo que encargar al mayormono que contrate otra
doncellita, mucho menos decente, por supuesto, casi nada para ser más claros.
Estoy por apostar que contratará a una putilla. Pero qué importa mientras
parezca doncellita. Guiño un ojo al gran espejo de...de... ¿de qué con los
espejos de los ricos?. De lo que sea, ya me enteraré del nombre “técnico”.
¿Cómo me voy a ir al gran lecho con dosel, ahora con esta protuberancia que
deforma mi pijama de raso -¿o es de sea o de satén, o satín, o como se diga?.
Por supuesto que tengo un televisor de pantalla gigante extrapalana y un video
última generación y películas porno disimuladas entre grandes clásicos –ni
siquiera sé a qué se le llama clásico en cine-. Me duermo tarde, los
millonarios no madrugan.
* * *
El
sastre toma medidas con cierto remilgo, soy un naif (horror, quiero decir un
nuevo rico, ¿cómo se dice en francés?), pero lo disimula con un trato
exquisito, faltaría más. ¿Querría el señor darse la vuelta? ¿Desearía el
señor probarse la ropa en casa? Un último toque es imprescindible para que
todo quede comme il faut?
Por
fin se ha ido. El mayormono me presenta a la nueva doncellita. Sin duda es una
putita, no me había equivocado, pero está muy bien con su uniforme con cofia.
Esta noche lo pasaremos de miedo, ¿verdad bocadito de nata?. Guiño un ojo a
espaldas del mayormono y ella me guiña otro, item más me saca la puntita de su
adorable lenguita. Una putita, no me había equivocado, no.
Antes
de comer consulto con el "mayormono" sobre la práctica de ciertos hobbies -¿se
escribe así?- imprescindibles en mi nueva posición. Menciono el golf –un
deporte aristocrático donde los haya- y tuerce el gesto. No me admitirán en los
clubs privados de élite, soy un nouveau riche – pero conoce unas excelentes
instalaciones –privadas, por supuesto- donde me tratarán a cuerpo de rey. Hecho,
tío, choca esos cinco. Se retira ofendido.
Como
-¿almuerzo?- solo, esto lo tengo que arreglar enseguidita, y degusto con cierta
prevención una muestra de la nueva cocina -¿alta cocina?, cocina de fusión,
cocina tiquismiquis, esa que dicen está ahora de moda. No tiene mal sabor, pero
no llega la barriga.
Terminada
la deglución enciendo un cigarrillo en mi flamante despacho –soy incapaz de
fumar puros- mientras me sirvo un cognac francés de una licorera de Sajonia -¿o
es de Bohemia?-. Me siento en el sillón orejero –se dice así?- y contemplo las
volutas de humo de color indefinido generadas por la consunción de un tabaco que
me traen expresamente, ¿de dónde?, bah, ¿a quién le importa?. Mangoneo en la
mesa de despacho, más que nada porque me da una sensación, un regustín a
intelectualidad adquirida repentinamente gracias a esta obra de arte de la que
cualquier genio de la cultura se sentiría orgulloso. Saco una cuartilla de la
carpeta en piel repujada en oro y dibujo órganos genitales masculinos, lo hago
con la pluma de oro,marca.. bah. ¿Cómo se llama este precioso utensilio donde
se ponen los bolígrafos y demás adminículos que utiliza todo escritor o
burócrata de postín? Baha... Todo precioso, ¿plata repujada?, más bien parece
madera aunque de noble, de primerísima calidad, seguramente trabajada por el
mejor artesano del mundo (al menos eso dice la casa especializada en estas
chorradas para millonarios).
Fumo
otro cigarrillo. Me da por poner me un poco blando -¿el cognac francés?- y
pienso en vender el despachito y donar su importe a una ONG. Me endurezco a
suaves bofetadas. ¿Despreciar el aciago destino que me ha transformado en lo que
siempre quise ser?. Que les vayan dando a los del tercer mundo. Por cierto, no
creo que se diga aciago. Tendré que buscarme un profesor de lengua. ¿qué digo!.
Una profesora y de buena lengua...de buena lengua...
Siempre
pensando en lo mismo, ¿pero en qué otra cosa voy a pensar?. ¿Acaso pensaba en
otra cosa mientras comía patatitas delante del televisor?. Y eso que a veces me
asaltaba el miedo de que no pudiera llegar a fin de mes si seguía
despilfarrando el sueldo en bolsitas de patatas. Genio y figura....
Me
duermo en el sillón orejero....
Y
ronco... Sí, ronco, porque el mayormono me ha tocado en el hombro con exquisita
suavidad y al despertarme he llegado a oir el final del último ronquido. La
cena está preparada... Vale, tío, antes daré una vuelta por el jardín.
Enorme
jardín, precioso jardín con su gran piscina y todo. No veo al jardinero. ¿O
será jardinera?. Ya estamos a vueltas con lo mismo. Es que me aburro. Esto lo
tengo que solucionar mañana. Necesito un bufón de corte, o un pelotilla gracioso,
me vale con el último, no soy aristócrata. Ceno rápido, muy rápido, me espera
la doncellita. La misma cirimonia con el mayormono. Le despido y pido que venga
la alegrapajarillas y cuanto antes. No se inmuta. ¿Esto es tener categoría y lo
demás vainas!.
Viene
en un plis-plas y con las fresas y la botella de champagne –Don Perignon por
supuesto- en una bandeja de plata -¿repujada? Qué demonios significará esa
palabreja. Mientras descorcho intenta desnudarme. La para con un gesto. ¡Quieta
ahí, potranca!. Me gusta desvestir a las damas. Se ríe mientras bebe en la copa
de cristal de bohemia o es de Sajonia?, ¡qué lío! –y se acaba atragantando. Doy
unos suaves golpecitos en su espalda y aprovecha para tocar su culito y desatar
el delantal.¿Procede una descripción de erótico subido? No, no procede, eso
forma parte de la intimidad de la gente, incluso los millonarios tienen
intimidad. Los expertos en ficción dicen que una escena de erótico-subido viene
bien en cualquier relato. Pero esto no es una ficción narrativa, en todo casa
se parece más a una masturbación mental – con permiso y con perdón o sin él-.
Para
que no se queden ustedes con la babita en la comisura de la boca les diré que
“bocatto de cardinale”- o bocadillo de cardenal en término coloquial. ¡Cómo se mueve
la condenada. Al acabar la secuencia de erótico-subido me entran ganas de hacer
pis –con perdón, permiso- y me voy hacia el enorme cuarto de baño con yakuzi y
todas las mandangas. Me cuesta encontrar el agujero. A la vuelta, la barriga
colgando –calculo un par de centímetros menos- me detengo en la mesita de noche
-¿o tiene otro nombre más rimbombante?- y saco el collar de perlas que pongo
sobre su cuello desnudo -¿el cuerpo?, ¡ahá, pillines!. Me pregunta si es
auténtico. Y cuando se lo juro por lo más sagrado salta encima del enorme lecho
con dosel, me da un beso muy largo, a tornillo por supuesto, y remata con un
francés mientras los ojos nos hacen chiribitas a los dos.
¡Esto
es vida!.
* * *
No hay comentarios:
Publicar un comentario