miércoles, 4 de marzo de 2015

MIS VIDAS FICTICIAS III (NO ES FÁCIL LA VIDA DEL MILLONARIO)





EN ANTERIORES EPISODIOS: Un día me puse a fantasear mientras me tomaba una birra delante del televisor, con una bolsa de patatas al lado y una camiseta escasa que dejaba ver mi barriga cervecera, solo que nadie la veía porque estaba solo. La soledad es lo mejor para la imaginación. Fue cuando decidí salir del armario y dar a conocer a todo el mundo que yo era un millonario oculto. A partir de ese momento mi vida cambió para siempre y descubrí que 

NO ES FÁCIL LA VIDA DEL MILLONARIO  III


Echaremos el tiempo unas horas palante. Me voy a la cama. El mayormono me ayuda a desvertirme como en las películas, disimulando su epugnancia ante mi prominente barriga y mis cortas piernas velludas. Le digo que se retire y llame a la doncella. Mientras tanto me pongo el pijama de sea- tengo que enterarme qué es eso del raso, me suena- con mis iniciales y un escudo con pinta de nobiliario, un castillo, unas barras (¿quién se va a fijar detenidamente en él en la intimidad?).çEntra la doncellita, un tiernecito bocadito de nata y le ruego, casi suplico que me traiga una botella de chapagnee –Dom perignon, por supuesto- con unas fresas (me acuerdo de Prety woman). Lo hace volando y cuando regresa ya tengo en mi basta mano un collar de perlas que coloco en su cuello de cisne, al tiempo que aprovecho para magrear sus sin duda hermosos senos, bajo el uniforme. Se vuelve como un basilisco y meda un tremendo bofetón. Luego se echa a llorar como una magdalenita. ¿Qué se ha creído el señor?. Ella es decente. No espera a que la despida. El señor puede buscarse otra doncellita. Al salir, muy tiesa, echo a correr de puntillas y ya cerca de la puerta la toco el culo con ganas, con muchas ganas. Solloza y da un formidable portazo. ¿Cómo está el servicio, mon Dieu?. Tengo que encargar al mayormono que contrate otra doncellita, mucho menos decente, por supuesto, casi nada para ser más claros. Estoy por apostar que contratará a una putilla. Pero qué importa mientras parezca doncellita. Guiño un ojo al gran espejo de...de... ¿de qué con los espejos de los ricos?. De lo que sea, ya me enteraré del nombre “técnico”. ¿Cómo me voy a ir al gran lecho con dosel, ahora con esta protuberancia que deforma mi pijama de raso -¿o es de sea o de satén, o satín, o como se diga?. Por supuesto que tengo un televisor de pantalla gigante extrapalana y un video última generación y películas porno disimuladas entre grandes clásicos –ni siquiera sé a qué se le llama clásico en cine-. Me duermo tarde, los millonarios no madrugan.

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El sastre toma medidas con cierto remilgo, soy un naif (horror, quiero decir un nuevo rico, ¿cómo se dice en francés?), pero lo disimula con un trato exquisito, faltaría más. ¿Querría el señor darse la vuelta? ¿Desearía el señor probarse la ropa en casa? Un último toque es imprescindible para que todo quede comme il faut?

Por fin se ha ido. El mayormono me presenta a la nueva doncellita. Sin duda es una putita, no me había equivocado, pero está muy bien con su uniforme con cofia. Esta noche lo pasaremos de miedo, ¿verdad bocadito de nata?. Guiño un ojo a espaldas del mayormono y ella me guiña otro, item más me saca la puntita de su adorable lenguita. Una putita, no me había equivocado, no.

Antes de comer consulto con el "mayormono" sobre la práctica de ciertos hobbies -¿se escribe así?- imprescindibles en mi nueva posición. Menciono el golf –un deporte aristocrático donde los haya- y tuerce el gesto. No me admitirán en los clubs privados de élite, soy un nouveau riche – pero conoce unas excelentes instalaciones –privadas, por supuesto- donde me tratarán a cuerpo de rey. Hecho, tío, choca esos cinco. Se retira ofendido.



Como -¿almuerzo?- solo, esto lo tengo que arreglar enseguidita, y degusto con cierta prevención una muestra de la nueva cocina -¿alta cocina?, cocina de fusión, cocina tiquismiquis, esa que dicen está ahora de moda. No tiene mal sabor, pero no llega la barriga.

Terminada la deglución enciendo un cigarrillo en mi flamante despacho –soy incapaz de fumar puros- mientras me sirvo un cognac francés de una licorera de Sajonia -¿o es de Bohemia?-. Me siento en el sillón orejero –se dice así?- y contemplo las volutas de humo de color indefinido generadas por la consunción de un tabaco que me traen expresamente, ¿de dónde?, bah, ¿a quién le importa?. Mangoneo en la mesa de despacho, más que nada porque me da una sensación, un regustín a intelectualidad adquirida repentinamente gracias a esta obra de arte de la que cualquier genio de la cultura se sentiría orgulloso. Saco una cuartilla de la carpeta en piel repujada en oro y dibujo órganos genitales masculinos, lo hago con la pluma de oro,marca.. bah. ¿Cómo se llama este precioso utensilio donde se ponen los bolígrafos y demás adminículos que utiliza todo escritor o burócrata de postín? Baha... Todo precioso, ¿plata repujada?, más bien parece madera aunque de noble, de primerísima calidad, seguramente trabajada por el mejor artesano del mundo (al menos eso dice la casa especializada en estas chorradas para millonarios).



Fumo otro cigarrillo. Me da por poner me un poco blando -¿el cognac francés?- y pienso en vender el despachito y donar su importe a una ONG. Me endurezco a suaves bofetadas. ¿Despreciar el aciago destino que me ha transformado en lo que siempre quise ser?. Que les vayan dando a los del tercer mundo. Por cierto, no creo que se diga aciago. Tendré que buscarme un profesor de lengua. ¿qué digo!. Una profesora y de buena lengua...de buena lengua...

Siempre pensando en lo mismo, ¿pero en qué otra cosa voy a pensar?. ¿Acaso pensaba en otra cosa mientras comía patatitas delante del televisor?. Y eso que a veces me asaltaba el miedo de que no pudiera llegar a fin de mes si seguía despilfarrando el sueldo en bolsitas de patatas. Genio y figura....

Me duermo en el sillón orejero....



Y ronco... Sí, ronco, porque el mayormono me ha tocado en el hombro con exquisita suavidad y al despertarme he llegado a oir el final del último ronquido. La cena está preparada... Vale, tío, antes daré una vuelta por el jardín.

Enorme jardín, precioso jardín con su gran piscina y todo. No veo al jardinero. ¿O será jardinera?. Ya estamos a vueltas con lo mismo. Es que me aburro. Esto lo tengo que solucionar mañana. Necesito un bufón de corte, o un pelotilla gracioso, me vale con el último, no soy aristócrata. Ceno rápido, muy rápido, me espera la doncellita. La misma cirimonia con el mayormono. Le despido y pido que venga la alegrapajarillas y cuanto antes. No se inmuta. ¿Esto es tener categoría y lo demás vainas!.

Viene en un plis-plas y con las fresas y la botella de champagne –Don Perignon por supuesto- en una bandeja de plata -¿repujada? Qué demonios significará esa palabreja. Mientras descorcho intenta desnudarme. La para con un gesto. ¡Quieta ahí, potranca!. Me gusta desvestir a las damas. Se ríe mientras bebe en la copa de cristal de bohemia o es de Sajonia?, ¡qué lío! –y se acaba atragantando. Doy unos suaves golpecitos en su espalda y aprovecha para tocar su culito y desatar el delantal.¿Procede una descripción de erótico subido? No, no procede, eso forma parte de la intimidad de la gente, incluso los millonarios tienen intimidad. Los expertos en ficción dicen que una escena de erótico-subido viene bien en cualquier relato. Pero esto no es una ficción narrativa, en todo casa se parece más a una masturbación mental – con permiso y con perdón o sin él-.

Para que no se queden ustedes con la babita en la comisura de la boca les diré que “bocatto de cardinale”- o bocadillo de cardenal en término coloquial. ¡Cómo se mueve la condenada. Al acabar la secuencia de erótico-subido me entran ganas de hacer pis –con perdón, permiso- y me voy hacia el enorme cuarto de baño con yakuzi y todas las mandangas. Me cuesta encontrar el agujero. A la vuelta, la barriga colgando –calculo un par de centímetros menos- me detengo en la mesita de noche -¿o tiene otro nombre más rimbombante?- y saco el collar de perlas que pongo sobre su cuello desnudo -¿el cuerpo?, ¡ahá, pillines!. Me pregunta si es auténtico. Y cuando se lo juro por lo más sagrado salta encima del enorme lecho con dosel, me da un beso muy largo, a tornillo por supuesto, y remata con un francés mientras los ojos nos hacen chiribitas a los dos.

¡Esto es vida!.


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