viernes, 20 de marzo de 2015

MIS VIDAS FICTICIAS V (NO ES FÁCIL LA VIDA DEL MILLONARIO)


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No tuvimos ni que pasar por recepción, lo tenía todo preparado. Aparcamos delante de un coqueto bungalow -¿ansí?- y me hizo bajar inclinándose lo suficiente para que mis narices pudieran rozar los botones del vestido de Venus Afrodita. Lo tenía todo preparado, vaya si lo tenía: la maldita botellita de champagnee, las fresas - ¿había visto Pretty Woman?- y rayitas de coca -Hollywood sigue siendo un tanto puritano-.
-¿Has probado la coca, viejo verde?. ¿No?. Pues la vas a probar conmigo. Es afrodisiaca. Tienes pinta de necesitarlo. Ya verás cuanto te ponga la nieve en la puntita, preferirás palmar antes de retirarla de mi cofrecillo.

Cofrecillo -hasta para eso era pija la mozuela. Cuevita de Venus, almejita en salsita picanta, rajita del paraiso, lo que fuera, pero cofrecillo....

Me dejó desvestirla y besar sus pezoncitos con fruición, me decepcionaron un poco, eran menos de lo que aparentaban. Se pusieron duros, rígidos, invitando al mordisquito. Me afané en la tarea hasta que la mozuela comenzó a gemir con verdaderas ganas. Me retiró a la fuerza de las ubres de la vida. Bueno, tanto como ubres, creo que estoy exagerando un poco, tenía pechos pequeños, suaves, hermosos, sin duda, pero nada de ubres, en todo caso y siendo muy generoso, meloncitos, dulces meloncitos de lo más sabroso.

Me empujó sobre la cama y me desvistió muy rápidamente para mi gusto, supongo que mi cuerpo no era muy observable. Ya desnudo me dejó así mirando al cielo para no ver lo que asomaba entre mis velludas piernas y se puso a la tarea de extender unas rallitas sobre la madera de la mesita de noche. Estaba en braguitas -dejé de mirar el cielo raso que no me atraía mucho- y movía su culito muy sandungueramente mientras hacía un canuto con una tarjeta de visita. Esnifó como una verdadera experta. Luego me obligó a levantarme y a hacerlo a mí. Tuve cuidado de que mis partes pudendas no chocaran contra la mesita.

-Aún es pronto, dentro de un momento comenzarás a notar el subidón.

Acaricié su trasero, muy prieto, enfundado en sus braguitas de seda. No sé porqué me pareció las dos mitades de un balón de fútbol bien hinchado. Tal vez resabios de mi antigua personalidad. Introduje la mano bajo la tela buscando su cofrecillo peludo. Y la acaricié con dulce lujuria. No estaba húmeda, seguramente tendría que mentalizarse un poco más y tal vez esnifar un par de rallitas más para llegar a conseguirlo.

Se las fui bajando con delicadeza hasta dejarlas en el suelo a sus pies, una motita de nieve sobre el parqué. Introduje son suavidad mi miembro erecto entre sus nalgas y empujé muy, muy delicadamente al tiempo que mis manos atrapaban sus deliciosos meloncitos. Jugué con sus pezones una y otra vez. Volvió a excitarse y a jadear. Si algo podía excitarla de mí era mi forma de jugar con aquellos brotes rosados. Aproveché su excitación para hincarle más el miembro. Ella jadeó violentamente. La penetré con un brusco movimiento de caderas. Gritó, pero esta vez no fue un grito de placer.



-Bruto, ni con coca es fácil por detrás, hay que tener más cuidado. Si quieres luego me untas con miel o mantequilla.

No había dejado nada al azar, no imaginaba que hubiera pensado también en esto. Me fijé en una pequeña nevera al otro lado del cuarto. Nos tumbamos en la cama, ella boca arriba, con los ojos cerrados, volví a mis pezones como un bebé con hambre de varios días.

Fue entonces cuando noté el subidón como decía ella. No volveré a probar nunca aquella maldita nieve del diablo. El tiempo se aceleró de tal forma, lo mismo que mis movimientos, que me sentí poseído por una extraña entidad. Odio sentirme poseído, es algo que no soporto, solo cuando lo hace una mujer lo llevó bastante mejor. La coca no es mujer a pesar de su género femenino, es una entidad demoniaca sin sexo.

Besé sus pezones, los lamí, creo que incluso llegue a morderlos con frenesí salvaje, pero ella no se quejó, no al menos más de lo que estaba gimiendo. Seguramente también sufría el famoso subidón. Sentía deseos de devorarla, así tal como estaba no se hubiera dado cuenta de nada. Mi boca buscó su sexo peludo y lamió el liquidillo que brotaba de la cueva como una fuente.

La besé en la boca y me contestó con furia, nuestras lenguas jugaron largo rato como un gato sádico lo haría con un indefenso ratón. Absorbí saliva de su boquita de fresa y la tragué con fruición. Había oído en algún sito que las salivas están llenas de hormonas sexuales o lo que sea. Por eso a las putas no les gusta que les besen sus clientes. Se produce una extraña unión. Por primera vez ella empezó a ser mi amante y no una pelandusca que se ofrece por divisas.

La penetré con fuerza. Cabalgamos largo tiempo. El resto está algo confuso. Champagne, fresas, más coca, miel y mermelada. Penetración anal. Pero sobre todo pezones, muchos pezones, la habitación estaba llena de pezones, las paredes, el techo, el suelo... Como en un sueño ella me untó el glande con la coca, luego para que no se perdiera nada lo lamió con detenimiento. Y cabalgamos, cabalgamos. Quería explotar, estaba muy excitado, pero no era capaz. Ella gemía, gemía sin cesar. Más... Más... pedía a gritos. Mis caderas se movían con fuerza en un vaivén imparable. Temí llegar a desgarrar su vagina, pero ella gemía de placer clavando sus uñas en mi espalda y gritaba cada vez más.

Tapé su boca temiendo que el escándalo atrajera a todos los habitantes del motel pero ella me mordió y fue entonces cuando exploté como una bomba. Creo que me desmayé porque sentí un fuerte golpe en el centro de la cabeza y todo se hizo oscuridad. Desperté sobre ella, mi pene seguía erecto dentro de su cofrecito como una llave que se ajustara perfectamente a la cerradura y se negara a salir. La mozuela movía la cabeza hacia uno y otro lado y continuaba pidiendo más, más. Su voz era desgarrada, casi irreconocible.
Un poco despejado ya inicié un suave frotamiento al tiempo que lamía y mordisqueaba sus pezones. Ella gemía y se retorcía como una serpiente. Volvimos a cabalgar. Galopa, galopa, más rápido, más...

Ahora gritaba enloquecida. Volví a colocar mi mano en su boca, la mordió con ansia pero yo no sentí ningún dolor. Galopa, más, más, aún más... Otra vez la misma sensación en la cabeza. La hubiera matado, creo que la hubiera matado, sus pezones me estaban volviendo loco, cada vez más loco. Galopa, aún más...

Fue entonces cuando se inició la pesadilla, la locura. Esa noche la hubiera podido matar, no sé porqué no lo hice, no recuerdo nada. Mi primer recuerdo es el agua helada corriendo por mi cuerpo en la ducha. Ella estaba a mi lado y la llave aún en su cofrecillo.



Más tarde en la cama, sentados los dos mientras escanciábamos otra botella de champagnee. Me contaba historias íntimas, muy íntimas, que dijo no haber contado a nadie. Incluso habló del repugnante trato cerrado con su padre. Sentía asco pero el ansia incontrolable de no perder el tren de vida que llevaba pudo más. Entre lagrimas me pidió perdón. Sorbí sus lágrimas con dulzura.

Me pidió que le contará algo. Encontré palabras que nunca imaginé que existieran. Hablé de la dura vida del currante, del tragador de patatas fritas delante del televisor. De la suerte llamando a la puerta. Rió como loca y yo bendije aquella risa. La besé de otra manera como nunca creí que se pudiera besar. Incluso dije que la amaba. Marieta, así dijo llamarse y fue la más íntima de sus confidencias, te amo. Marieta te quiero. Otra vez la tumbé sobre el lecho y la penetré con dulzura. Cabalgamos, cabalgamos, pero esta vez fue en las alas del amor.

Finalmente nos dormimos, ¿cuántas horas?. No muchas porque me despertó el maldito móvil. Era la discreta secretaria, me recordaba que la firma del contrato sería dentro de una hora. Como no había dormido en casa se había atrevido... La muy zorra. Desperté a Marieta y la besé con ternura. Te quiero, Marieta. Te amo Marieta. Te deseo Marieta. Pero los efectos de la coca habían desaparecido, en cuanto se despertó completamente me miró con cara de susto.

-Ya basta, viejo verde. Creo que he pagado bien mi cuenta. Pero no te pongas tan triste, viejo, puede que volvamos a repetirlo otro día. Casi me vuelvo loca y aún no sé si fue la coca o es que a pesar de tu fofo cuerpo eres un amante olímpico. Me temo que ha sido la coca, es muy buena, la mejor que me han pasado. Lo repetiré con otros, sino es todo culpa del polvillo volveré contigo, mi viejo semental. Incluso iré a vivir contigo a ton chateau. Te prometo que seré tuya para siempre, seré tu esclava. Ha sido la noche más loca de mi vida y puedes creerme si te digo que he tenido muchas noches locas. Creo recordar que hasta he llorado, llevaba años sin hacerlo. ¿Es así, viejo verde?.

- Así es Marieta. Yo también he perdido los papeles. Te he dicho que te amo. ¿Lo recuerdas?.

-No, no lo recuerdo. Es mejor que olvidemos nuestras debilidades.

-No, yo no pienso olvidarlo. Te amo, Marieta.

-No te pongas romántico, viejo verde. Ha estado bien, lo reconozco, pero nada más. Vamos a ducharnos, no quiero que te pierdas la firma, me lo debes.
Intenté que me permitiera volver a ducharme con ella pero se negó en redondo, ahora estaba ya despierta, muy despierta.
Y nos fuimos a la firma en su raudo deportivo.



* * *

Aquí estoy, solo en mi cotage, con el móvil en la mano. No me despego de él. Espero la llamada de Marieta, mi dulce Marieta.

La vida del millonario no es tan fácil, ni tan divertida como se cree pero si en ella hay una noche con Marieta todo ha merecido la pena. Hasta podría renunciar a mis divisas y ser otra vez el barrigudo currante, tragador de patatas.

Tengo mucho tiempo para reflexionar. El dinero no lo es todo, pero Marieta si lo es. No se precisan divisas para alcanzar a Marieta, es suficiente un poco de imaginación. O tal vez no la hubiera conocido nunca sin divisas. Esa es la parte más mezquina de la vida, la que no me gusta, nunca me ha gustado.

Me estoy quedando dormido en el sofá. Aprieto fuerte el móvil para que no se resbale de las manos. ¿Dónde estás Marieta?. Marie....

* * *



Me despiertan mis propios ronquidos. Mi mano aprieta muy fuerte la bolsa de patatas. ¿Marieta?. No, Marieta es ya un sueño. Estoy tumbado en el sofá pero no es el sofá tan cómodo y mullido del cottage. Estoy en mi sucio y maloliente piso de currante. Soy un soltero barrigón.
Marieta...Marieta. Un sueño, sí, pero qué sueño, mon Dieu.

Es una pena porque aún me quedaba mucho por vivir, por contar. Sin ir más lejos la historia de la persecución de los paparazzi por medio mundo, durante un mes, una loca carrera que hubiera dejado a Julito Verne y su vuelta al mundo en ochenta días a la altura del betún. Y qué les voy a decir de nuevas aventuras erróticas: la visita al piso de la doncellita, el regreso de la actriz cuyo trasero corre más que ella... y otras muchas aventuras más que ni siquiera soy capaz de imaginar, es el sino de un productor de moda. La película ha sido un gran éxito y ella, el trasero volador, quiere trabajar con el productor de moda. Se me entrega en mon chateau, pero ahora con auténtica pasión, con la pasión de la coca, pero no es lo mismo.
Marieta... Marieta...¿Dónde estás Marieta?.

Llámame porque no era el polvo blanco, no. Era mi amor apasionado. Quiero que cumplas tu promesa, quiero que te conviertas en mi dulce esclava.

Camino tambaleándome hacia el dormitorio con un concierto de pajaritos en la cabeza.

Rip al primer episodio del mejor culebrón de la nueva televisión. .

Y eso no es nada. Me he olvidado de contarles mis aventuras como salvador de un país en quiebra, como banquero al que pillan en unas corruptelillas de poca monta, como dueño del mediatismo de medio mundo. Y tantas, tantas otras aventuras que aún me quedan por vivir....
Pero no se pierdan los próximos capítulos de este nuevo culebrón.

Hasta la vista amigos..... y no olviden vitaminarse y mineralizarse. Es un consejo de Bugs Buny, el conejo de la suerte...
Fin... Esta vez sí.

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