AUTOBIOGRAFÍA DE NOCTORINO, EL INICIADO
INICIACIÓN
A LA MUERTE
¿Qué
niño no ha percibido a su alrededor a una extraña bruja llamada Parca por los
adultos llevándose de tapadillo familiares, seres queridos o personas de su
entorno? A un niño no se le engaña fácilmente. No se le puede decir que los
muertos no sufren y que todos los que mueren van al cielo a cumplir su vocación
frustrada de ángeles. El niño es consciente del sufrimiento que genera la vida
a su alrededor. Sabe perfectamente que los muertos no vuelven por mucho que le
hablen de cuentos de aparecidos y almas en pena. Tampoco comprende que la
maldad de algunos pueda transformarse por arte de magia en esencia de ángel
solo porque la muerte les ha pillado por sorpresa. El niño no se anda por las
ramas. Un cadáver no se mueve, no siente, no habla y en cuanto sea enterrado se
lo comerán los gusanos en una orgía de putrefacción que anonada su alma
infantil en el misterio de la nada.
La
muerte es un hecho incontrovertible que no se atenúa ni siquiera por la
realidad palpable de su desbordada fantasía, por el poder de su imaginación. Se
puede fantasear con ser futbolista o explorador en cuanto uno crezca lo
suficiente. Se puede vivir estas fantasías con la misma intensidad y vitalidad
con que su cuerpo físico corre detrás del balón en el patio del colegio. Pero
un cadáver es algo demasiado serio para que pueda ser afectado por los sueños o
las fantasías.
No
está dormido a pesar de la apariencia, tiene los ojos cerrados, es cierto, pero
no está dormido. En su expresión parece haber algo vivo pero está lejos, muy
lejos de allí. Es como si su mirada se hubiese perdido en el infinito. Nada se
mueve en él, ni las aletas de la nariz al estremecerse al paso del aire. Nada.
Un cadáver es lo más inmóvil del universo, más incluso que un simple pedrusco.
Y sin embargo todo hace pensar en la vida de esa persona hace tan solo un
instante. La expresión de su rostro es atenta, como si pudiera percibir lo que
tiene delante. Los rasgos de su cara reflejan el carácter y la conducta de una
vida entera. La estructura de ese cuerpo hace pensar en el movimiento, un
movimiento constante en busca de algo. Está hecho para amar.
Noctorino
adulto pudo ver la inmovilidad de un cadáver, al asistir a una autopsia, y
puede asegurar que pocas cosas le convencieron más de que el amor es más
espiritual que carnal que aquella visión. Es difícil imaginar que un trozo de
carne muerto haya podido crear el amor atormentado de Tristán e Isolda. Tiene
que haber más, mucho más que un trozo de carne, vivo o muerto, en el amor, lo
mismo que en la vida. Allí, en el cadáver, sólo hay materia y esa simple
materia no puede explicarlo todo, ni siquiera la libido.
Nada
ha estremecido más a Noctorino a lo largo de su vida que la presencia invisible
del espíritu flotando por encima de un cadáver. Allí no hay nada, dicen, sino
un trozo de carne corrupta. ¿Y esos rasgos donde está marcada a fuego una vida
que se acaba de extinguir, una emoción que ha sido congelada, una experiencia
que permanece en cada rasgo de ese rostro al que han arrebatado algo esencial?
¿Dónde está la vida y la emoción y la experiencia y el recuerdo y la memoria y
el amor y el odio? ¿Se han volatilizado en el aire, se han detenido porque una
simple neurona haya dejado de funcionar? Si las neuronas fueran capaces de amar
por sí mismas me sentiría tentado de construirlas un altar y adorarlas como
auténticas diosas.
Noctorino
nunca creyó a los sumos sacerdotes de la ciencia, tan pagados de sí mismos, tan
orgullosos de un conocimiento que se ven obligados a rehacer a cada instante.
Creen conocer el universo entero y éste se ríe en sus narices de tamaña
vanidad. ¿Qué puede importarme lo que digan cuatro chiflados sabelotodos? ¿Qué
nadie ha vuelto nunca desde el más allá?. ¿Volvería usted al infierno desde el
paraíso? ¿Qué nuestros seres queridos nos aman demasiado para que alguien, que
haya traspuesto la delgada línea roja de la muerte, no desee volver para
consolarles?. ¿Acaso ha leído usted sus pensamientos cuando estaban vivos?.
¿Creen que su amor hacia ellos sería tan infinito como atravesar el abismo de
la muerte y bajar a los infiernos como hizo Orfeo en busca de Proserpina?. Y si
así fuera ¿están totalmente convencidos de que no existen razones convincentes
para que los muertos nos contemplen en silencio? Noctorino ha sufrido tantas
iniciaciones en este sentido que ninguna cháchara por sí misma podrá
convencerle de que los argumentos contra el espíritu son más sólidos que los
argumentos a favor del espíritu.
El
niño vive únicamente en el presente, un presente real y otro imaginario, pero
siempre presente. Solo la muerte le despierta de ese hermoso sueño. El presente
no es un "continuum" que no terminará nunca. Todo tiene un fin y por
lo tanto un principio y desde el principio al fin hay un camino por recorrer
que se llama tiempo. De esta manera el niño entra en el tiempo y se acaba el paraíso.
No existe mejor y más duradera iniciación que la visión de la muerte. Al niño
se le acaba el presente y más allá está el misterio. Al adulto se le acaban las
razones y su corazón sufre porque no conoce ni quiere conocer el misterio que
se oculta tras la muerte.
Resumiremos
las iniciaciones que sufre el niño lo quiera o no, desee entrar en el misterio
esotérico o huya de él durante el resto de su vida; podemos enunciarlas una por
una antes de terminar para que ustedes sean conscientes de que la vida no es
como pensaban. Hay mucho más de lo que ven sus ojos. El niño se inicia a la
soledad nada más nacer; a la oscuridad con el primer llanto nocturno; a la
muerte en cuanto ve asomar la cabeza de la Parca por alguna de las esquinas de
su entorno físico y aún nos quedan poderosas iniciaciones que deberá pasar
antes de instalarse definitivamente en el mundo de los adultos. Nos queda la
iniciación a la maldad, al odio hacia sus semejantes (el amor de su madre no es
para él sino una prolongación de sí mismo) y sobre todo nos queda la iniciación
a la mentira de la que pocos niños salen indemnes.
Y
con esto terminamos este funesto capítulo que habrá alejado a muchos aspirantes
de la puerta del mundo invisible para siempre. Si aún desean seguir en el
camino, si aún desean descubrir qué realidad nos aguarda más allá de la
oscuridad de la muerte y de la soledad síganme. Les mostraré cómo el mundo
invisible acaba por hacerse presente antes o después. Y cómo a su luz grisácea
toda la realidad que ustedes creyeron tan sólida como el mismísimo universo se
desmorona como un castillo de naipes.
Continuará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario