NOCTORINO EL INICIADO
AUTOBIOGRAFÍA DE UN GRAN HOMBRE
A MODO DE PROLOGO DEL AUTOBIOGRAFIADO
AUTOBIOGRAFÍA DE UN GRAN HOMBRE
A MODO DE PROLOGO DEL AUTOBIOGRAFIADO
No estoy muy de acuerdo con la idea de que el
conocimiento esotérico deba permanecer sumergido en las catacumbas de la
historia; corrompiéndose allí hasta que su hedor atraiga a los buitres del
espíritu, esos curiosos pajarracos que darían toda su fortuna, en el caso que
fuera abundante, por un nuevo manuscrito esotérico aunque fuera casi ilegible.
Ellos no comprenden que el "nosce te ipsum" es la clave de toda
sabiduría, incluida la esotérica. Por no estar de acuerdo con esa idea
Noctorino el iniciado ha decidido mostrarles a través de su autobiografía como
es posible alcanzar el conocimiento sin la ayuda de viejos manuscritos o pergaminos
que nos den la fórmula mágica para alcanzar la sabiduría sin mover un dedo.
Viejo anhelo del ser humano desde los tiempos de las cavernas. Que nos traigan
la caza a la cueva para no tener que perder el trasero corriendo detrás de
vigorosas piezas.
Sin duda el campo esotérico es amplio, muy abundante y
lleno de sorpresas. Uno puede empezar por donde quiera y seguir cualquier
dirección para terminar en cualquier parte. Lees a Carlos Castaneda y luego te
pierdes en la magia negra o blanca, en el Vudú o la santería, o en el animismo
africano. O bien te inicias en el yoga ojeando un libro y continuas estudiando
budismo tibetano o budismo zen o taoismo. O bien cae en tus manos el último
best-seller sobre OVNIS y acabas sintiéndote atraído por la isla de Pascua para
a continuación informarte sobre la Atlántida o el continente de Lemuria. Tal
vez te interesen los templarios y de ahí pasas a los rosacruces y acabas
leyendo las profecías de Nostradamus, la biografía del conde de Saint Germain,
Cagliostro, los alquimistas y por una carambola terminas curioseando qué son
los sufies.
Es un campo amplio para un estudiante aplicado. Tal vez
te pierdas y un día te despiertes notando en la base de la columna vertebral el
despertar de la serpiente, de Kundalini, y puede que esa misma noche notes al
cerrar los ojos cómo el tercer ojo te empieza a mostrar las sombras del más
allá, del mundo invisible. No importa por dónde hayas empezado ni dónde te
encuentres ahora. Noctorino el iniciado te va a llevar libre de tropiezos hasta
tu iniciación en su fraternidad, la gran fraternidad de los que sólo saben que
no saben nada. Una vez iniciado entrarás en una realidad distinta que los demás
ignoran porque ellos sí "saben".
¿Sientes curiosidad por conocer cómo empezó su camino del
conocimiento el buen Noctorino?. Pasa, ponte cómo en medio de la oscuridad y
deja que la voz susurrante del iniciado te vaya contando los grandes secretos.
CAPITULO
I
Cómo salí de las tinieblas para entrar en la oscuridad.
Todos vivimos en las tinieblas donde a poco que uno ponga
oído puede escuchar el crujir y rechinar de dientes de que habla el libro
sagrado. Mi caso es un poco especial puesto que perdí parte de la dentadura de
tanto dar diente con diente. Sí, el miedo era mi gran enemigo y las tinieblas
que me rodeaban justo hasta la punta de la nariz no me ayudaban mucho a superar
mi triste "statu quo". Años más tarde leería en una novela -¿novela?-
de Castaneda cómo D. Juan le decía a su pupilo que el miedo era el peor y
principal enemigo del hombre de conocimiento. Eso me consoló porque de esta
forma ratifiqué una intuición que me cosquilleaba en la nariz desde hacía algún
tiempo. Noctorino era un hombre de conocimiento, por eso precisamente padecía
el miedo y el terror como otros padecen un estreñimiento crónico.
Ya desde niño me preocuparon temas que otros ni siquiera
pisaban en un descuido o resbalón. Uno asume que la muerte es inexplicable y
por eso la oculta en los cementerios procurando pasar cerca de sus tapias las
menos veces que sea posible. Uno acepta el dolor inevitable como se acepta el
inexorable paso del tiempo. Uno vive en el presente porque cree estar encerrado
en ésta cárcel para siempre sin que exista la menor posibilidad de fuga.
Noctorino era reacio a aceptar dogmas y mandamientos. Incluso cuando era un
infante no aceptaba la palabra de un adulto así como así sin una seria y
cuidadosa reflexión. De esta manera empezó su camino iniciático sin él saberlo.
Cada lectura era una iniciación, cada nuevo conocimiento un velo que quitaba al
misterio. No es de extrañar que pronto cayeran en sus manos los libros
adecuados para empezar a subir peldaño a peldaño hasta el primer grado
iniciático de la gran fraternidad de los que saben que no saben nada.
La iniciación no es un extraño ritual esotérico donde te
introducen en un sarcófago egipcio, pongamos por caso, y te dejan allí largo
tiempo oyendo cómo tus dientes rechinan en la oscuridad. Es algo tan simple
como el primer paso que uno da en el camino, en cualquier camino. Uno se inicia
en el sexo, en el mundo laboral, en el matrimonio, en la educación, en la vida
social... El bebé, enseguida, casi al abandonar el vientre materno, empieza a
recibir iniciación tras iniciación. Todas ellas irán marcando su vida. Tal vez
la primera sea la iniciación a la soledad. El corte del cordón umbilical supone
para el nuevo ser el primer trauma de su vida. Dejará de estar unido a la
madre, conocerá el contacto de la sal de la soledad en su reciente herida en el
ombliguito. El conocimiento de la soledad no dejará de irse ampliando día a día
y el refugio del vientre materno donde estaba tan a gustito se convertirá en
una leyenda más.
La iniciación a la soledad va estrechamente unida a la
iniciación a la oscuridad. Es en ella donde el ser humano pierde contacto con
lo que llaman realidad para descubrir una nueva que llaman imaginación. El niño
teme a la oscuridad porque teme descubrir que está solo. Llena su camita de
muñecos de peluche a los que da hermosos nombres y va creándoles una identidad
precisa y apasionante. Pura imaginación decimos los adultos pero puede que otra
realidad, incluso de más entidad que ésta en la que creemos a pies juntillas se
nos esté ocultando a los adultos por carecer de la imaginación del niño.
En la oscuridad el niño anhela la vuelta al vientre
materno, a la unión con el Cosmos del que se acaba de desprender al nacer. Pero
en ese camino anhelante se encuentra con la soledad y el miedo paraliza su
corazoncito. Noctorino el iniciado era un niño capaz de oír, con las sábanas y
las mantas cubriendo su cabecita, los latidos de su corazón, uno a uno. Eran
como timbales a todo galope arrullados por la cuerda en pizzicato. En tiempos
de Noctorino eran raros los niños que disponían de peluches en sus camitas. Te
cubrías con la sábana y tratabas de respirar muy suavemente porque hasta el
ruido de tu respiración te sobresaltaba. A veces, sino tenías nada mejor a
mano, dormías con el jefe de los indios a quien acababas de matar aquella
mañana en un combate terrible con el séptimo de caballería. En cambio ahora era
tu mejor amigo y es que el niño necesita tanto de la amistad que hace amigos a
sus enemigos en cuanto estos se descuidan lo más mínimo. El niño no se hace
reflexiones tan profundas, se limita a utilizar la imaginación. Por ejemplo que
el gran Manitú lo resucitaba para que pudiera acompañarte por el valle de las
rocosas que acababas de ver en alguna película de John Ford el domingo
anterior. La imaginación de Noctorino se desbordaba como un río caudaloso en
pleno invierno. Vivía hermosas aventuras entre los indios sioux que ahora eran
sus amigos por arte de magia de su poder creativo. Lo pasaba muy bien hasta que
un sobresalto imprevisto en la respiración le hacía intuir una presencia
invisible y monstruosa que se lo iba a comer con patatitas fritas. Decidía
dormirse y lo conseguía después de largos minutos de angustia y entonces soñaba
que una serpiente pitón le abrazaba amorosamente dispuesta a comérselo (al niño
pequeñito todos se lo quieren comer hasta las serpientes) o con una serpiente de
cascabel que le perseguía haciendo sonar sus castañuelas-crótalos. La angustia
era tal que con impulso desesperado se propulsaba con sus bracitos y comenzaba
a volar. Unos bracitos que nunca se cansaban porque en el suelo le esperaba el
terrible reptil.
La oscuridad animaba los objetos, la ropa colgada de la
silla, la caja de cartón sobresaliendo en lo alto del armario. Transformaba en
monstruos hasta los miedos más nimios de su subconsciente. En ella el niño Noctorino encontró todo lo que a lo
largo de su vida asociaría con la oscuridad: el miedo al mundo invisible, la
soledad, la angustia, la isla del yo y los puentes construidos que se derrumban
en silencio.
Pronto sería iniciado en la muerte.
Continuará.
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