lunes, 27 de abril de 2020

MANIFIESTOS DE LA MENTE ENMASCARADA.COM XII




SEXTO MANDAMIENTO/ Nunca, jamás, mantendrás con el poder una relación erótica. Y no porque el erotismo sea malo, que no lo es, mal que les pese a algunos, sino porque una vez que le des un beso en la boca, aunque solo sea un piquito, estarás corrupto. Serás como un alimento fresco del mercado de la esquina, que antes de abrir la puerta del frigorífico, ya está comido de gusanos e hiede que apesta. Mucho ojito con el poder, guarda las distancias, sé cortés como hay que serlo, como lo es todo bien nacido, si tienes que decirle buenos días, tardes o noches, que sea lo más lejos posible y si tienes que estrecharle la mano, que sea con guantes. Si debes bailar un tango, por las circunstancias, que tu cuerpo no roce el cuerpo del poder, aunque tengas que hacer equilibrismos, procura que no surja entre vosotros la menor intimidad.

El poder es seductor, manipulador, avieso, zorruno, un auténtico demonio que tienta con solo mirarle. Si le miras, que sea con gafas de sol, y muy oscuras. Que el poder se refleje en ellas y vea su auténtica monstruosidad. Si eres tú el que se refleja en sus gafitas que valen más que tu coche, el de cuando eras un simple proletario, te verás guapo, muy guapo, guapísimo, y alto, muy alto, altísimo, y sabes que no lo eres, porque aunque pertenezcas a las nuevas generaciones y casi superes a un pivot de la NBA, lo cierto es que eres pequeño, diminuto, solo tienes que imaginarte mirándote desde el balcón de un agujero negro, ni siquiera puedes verte. Así eres realmente tú, lo que veas en las gafitas pijas del poder es mentira y solo mentira.

No te digo nada cuando intimas con el poder, cuando dejas que te invite a una cena con velitas ñoñas y luego a su suite presidencial en el mejor hotel de la galaxia. No hablaré de lo que va a ocurrir en su lecho de plumas, en su colchón de agua, en su cama con dosel y espejitos en el techo, porque esto ya no sería erotismo del bueno, sino pura pornografía. Puede que el poder sea un amante portentoso, que no lo sé y nunca lo sabré, pero aún así lo que está haciendo es sorberte la humanidad por la boca, la sangre en mordisquitos de vampiro, el alma por el sexo, sea el que fuere, porque el poder es hermafrodito, y aún más, posee todos los sexos existentes y más que se inventen. El orgasmo del poder no tiene nombre ni existen palabras para describirlo, te atrapa por donde más duele y dejarás de ser humano, serás un demonio bajo la aparente carne que te recubre.

Y esta vez voy a emplear el ejemplo gatuno solo lo imprescindible, porque son ejemplos o exiemplos y no metáforas y fantasías delirantes de mi mente trastornada, porque mis castas orejas han escuchado los maullidos espantosos de los gatos en celo (gruuff, tiemblo solo de recordarlo). Pues bien, comparados con las expresiones de los políticos que han intimado con el poder, hasta la intimidad más íntima, y que están a punto de dejarlo, o más bien es el poder siempre el que les abandona, como un amante zascandil e impredecible, o acaban de ser abandonados sin ni siquiera un piquito de despedida, estos espantosos maullidos gatunos son como ronroneos cariñosos comparados con los auténticos aullidos demoniacos de los políticos que regresan a su en otra hora feliz anonimato. Es algo horrísono, prefiero mil veces el coro gatuno  en celo más numeroso y exaltado que a un solo político aullando porque el poder le ha abandonado. Te sugiero que cuando veas llegar la tentación te pongas una túnica, blanca, te dejes barba, canosa, y tomes el bastón más cercano, como un nuevo Moisés, y elevando ese bastón o mamporro por encima de tu cabeza, no importa que sea calva, grites como un energúmeno, agitando el bastón como un samurái enloquecido y digas la frase protectora que ahuyentará al tentador. “Vade retro, Satanas”.



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